William March fue uno de tantos miles de norteamericanos que combatió en la Primera Guerra Mundial. Fue condecorado varias veces y regresó como un héroe. En 1933, publicó Company K (Compañía K).
El libro denuncia el horror de la guerra con simplicidad, sin rodeos. Un horror que tiene que ver con la muerte y la destrucción, pero también con la estupidez y la ruina moral, con el Gran Absurdo. Ahora quizá estamos acostumbrados a este tipo de lecturas, pero en los Estados Unidos causó una gran conmoción, al menos entre los escritores. Compañía K enseguida se convirtió en un clásico, por méritos propios.
En cuanto a su estructura, Compañía K es también novedosa e interesante. Es una novela coral narrada por 131 personajes. Cada capítulo (brevísimo) cuenta lo que le sucedió a un soldado en tal o cual momento, tanto antes como durante o después de la guerra. Algunos soldados aparecen en varios capítulos, o no vuelven a aparecer nunca más. La gracia está en la suma de tantos puntos de vista. Es una manera como ninguna otra de aproximarnos a una cosa indescriptible, la realidad de una guerra.
March dijo que la novela respondía a lo que sucede en una guerra y que pretendía una afirmación de la vida incluso en medio de la matanza. Es cierto. Pero los críticos incluyen Compañía K entre las novelas antimilitaristas y antibelicistas, y tampoco les falta razón. En todo caso, es una magnífica novela, muy recomendable.
En España, la ha publicado Libros del Silencio, muy bien traducida por Bianca Southwood. Un consejo, y síganlo. El libro viene con un prólogo de Philip D. Beidler, que no está mal como comentario de texto. Pero, si no han leído Compañía K, ¡no lean el prólogo! Si les apetece leerlo, déjenlo para el final y lean antes Compañía K. El señor Beidler es de ésos prologuistas que se empeña en contarnos lo que vamos a leer, chafarnos las sorpresas y explicarnos lo que tenemos que pensar. ¡No lean el prólogo antes, sino después! Me lo agradecerán.
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