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"Cómo explicar Catalunya a una liebre muerta"


Hay que contemplar el mundo desde diferentes puntos de vista. El mundo será el mismo, pero no cómo lo vemos. El ejercicio vale la pena.

Les propongo leer el número 105, de septiembre de 2013, de la revista A*Magazine, especializada en arte contemporáneo. El número se inspira en una performance (la de la liebre muerta) y se titula Cómo explicar Catalunya a una liebre muerta. La encontrarán en esta dirección:


Me parece que ni pintada una frase de su editorial: [...] parece cundir cierto desánimo, cansancio o agotamiento en la comunidad artística, quizá la conciencia de que todo quedará o ya ha quedado reducido a banderas y caca

Yo no lo habría dicho mejor.

¿Qué se trae entre manos?


El kit del pito falso se vende por internet, junto con las drogas prohibidas.

Cuenta un periodista que Devis Licciardi, un corredor de fondo de 27 años, hacía tiempo que había levantado sospechas entre los jueces italianos. Éste hace trampas, decían, pero no podían pillarlo. Ninguno se había fijado en el tamaño de su paquete, inusualmente grande.

Al final, lo pillaron de casualidad. El método Licciardi era llevar consigo el pis de otro, un pis limpio de drogas. A la que se le echaba encima un control, el médico decía: Haga el favor de orinar en este vaso. Licciardi sacaba la chorra y se ponía a ello, pero no caía ni una gota. Doctor, si mira no voy a poder, decía. El médico, entonces, miraba hacia otro lado o salía de la habitación. 

Licciardi aprovechaba la ocasión para guardar su minga y sacar un pito de plástico que llevaba en los calzoncillos, que daba el pego. A través de la prótesis vaciaba la bolsa de pis en el vaso y así completaba la micción. ¿Ya está? Ya está, doctor, aquí tiene.

Analizaban el pis y no salía nada, aunque Licciardi se chutaba con todo y más. Así hasta que en el último control, en un campeonato nacional, en Molfetta, saca Licciardi el badajo y suelta eso de: Doctor, si mira no voy a poder. Pero el doctor no se arrugó, esta vez. Licciardi, orine usted y no me venga con gilipolleces, que soy médico, respondió. Que me da vergüenza, insistió el tramposo. Venga ese pis, Licciardi.

Como el médico seguía en sus trece, Licciardi hurgó en sus calzoncillos y sacó el miembro falso, del que comenzó a ordeñar pis a prueba de drogas. No sabemos qué pasó. Quizá se le escapó el pito de mentira de entre los dedos, quizá lo manipuló de forma extraña, quizá fuera de un tamaño poco usual, o tuviera una forma imprevista. ¿Acaso fue el color? ¿La manera de hacer pis? La cuestión es que llamó la atención del médico y éste preguntó: Licciardi, ¿qué se trae entre manos?

La Federación Italiana de Atletismo le va a meter un paquete a Licciardi que lo va a dejar tieso, dicen los periódicos. Suele suceder, cuando lo pillan a uno con la tranca de mentira.

Sobre el derecho a decidir (y perdonen la murga)


Los derechos, lo mismo que los deberes, son individuales. Los derechos colectivos son derechos, cuando lo son realmente, porque son una manifestación de los derechos individuales de las personas que forman el colectivo. Traducción y ejemplo: Cataluña no tiene derechos, pero los catalanes, sí.

Por lo tanto, nos queda preguntarnos si eso que llaman derecho a decidir es individual o colectivo, y hay que preguntar en qué consiste, específicamente. Hay que preguntar quién tiene ese derecho, qué tiene derecho a decidir, cómo, cuándo o por qué puede ejercerlo, etcétera. También es lícito preguntar a quién beneficia este derecho: ¿a todos o a algunos?

Con una simpleza (que no simplicidad) alarmante, se dice que un pueblo tiene derecho a decidir su futuro. Se dice en serio, además, como si se hubiera dicho una cosa muy profunda, cuando, en verdad, ¿qué se ha dicho? 

Sólo alguno entre tantos iletrados que dicen naderías habrá querido decir, con muy poca fortuna, que las personas que sean consideradas ciudadanos tienen derecho, ellas en su conjunto, cada una de ellas en particular, a participar en el gobierno de la sociedad. 

En España, en toda la Unión Europea, eso ya es así. Se proclamó este derecho en la Revolución Americana y luego, en la Francesa. Se proclamó por primera vez en España en Cádiz, en 1812.

Gracias a Dios y a nuestro sacrificio, después de mucha historia y no pocos reveses, somos libres y vivimos en democracia. Nunca hemos sido tan libres en nuestra historia ni hemos conocido tantos años seguidos de democracia. Somos libres para decidir qué hacemos con nuestras vidas, qué futuro deseamos y con cuánto empeño vamos a perseguirlo.

En resumen, una persona puede decidir qué desayuna por las mañanas o qué dios merece una oración. Puede decidir con quién se acuesta, con quién se levanta. Puede expresarse libremente y puede opinar lo que quiera. Etcétera. Pero los ciudadanos en particular, es decir, aquellas personas que pueden participar en la vida política, pueden decidir además sobre lo que es común a todos, la república (res publica). Están en su derecho.

El derecho (político) a decidir de un ciudadano se manifiesta de muchas maneras: elige a sus representantes, para que legislen y gobiernen por delegación; participa en la justicia a través del jurado; pueden afiliarse a partidos políticos, sindicatos, asociaciones; puede participar activamente en la política o publicitar sus ideas; etc. 

Los catalanes hace décadas que disfrutamos de este y aquel derecho a decidir y somos, por lo tanto, libres. Tan libres como cualquier ciudadano europeo. No vivimos bajo una tiranía, no tenemos más o menos derechos que los demás, no se coarta ninguna de nuestras libertades cívicas o personales. 

Pero los defensores del derecho a decidir sostienen que éste está por encima del Derecho, perdonen las redundancias. En pocas palabras, si un colectivo cree que tiene derecho a tal cosa, puede convocar una consulta popular (una asamblea) y mediante el sufragio, si obtiene la mitad más uno del total de votos emitidos, dará tal cosa por buena, sin más. Tal cosa, cualquiera.

Fíjense que el derecho a decidir así interpretado no respeta los poderes ejecutivo, legislativo o judicial, porque se presenta como superior, anterior o predominante. Los ciudadanos ya no serán iguales ante los poderes del Estado; un grupo de ciudadanos puede decidir ser diferente a los demás y arrogarse privilegios sin el concurso de los demás ciudadanos.

Este derecho a decidir también prescinde de la prevalencia del derecho individual, porque el supuesto derecho colectivo prevalecerá siempre. No existe ningún freno a la limitación de los derechos individuales: si la asamblea decide suprimir tal derecho, no existe un mecanismo que defienda al individuo de la tiranía de la mayoría, porque la asamblea está por encima de los poderes del Estado.

La demagogia (la tiranía de muchos) es un peligro real en un sistema político basado en el derecho a decidir. Como hemos visto, las mayorías pueden suprimir los derechos individuales de personas y ciudadanos que no se hayan sumado a éstas, pero ¿cómo son de mayoritarias las mayorías?

Pongamos como ejemplo el Parlamento catalán, porque lo conocemos y lo tenemos cerca. Las últimas elecciones autonómicas fueron de las más concurridas. Aún así, los ciudadanos que votaron al partido en el gobierno (CiU) son poco más del 20% de los catalanes. CiU y su aliado, ERC, suman un apoyo ligeramente superior al 30% de la población. 

En Cataluña, para modificar el Estatut, se necesita una mayoría parlamentaria superior a los dos tercios, que será equivalente a un apoyo de menos del 40% de la población de Cataluña. El apoyo en las urnas al Estatut del 3% (el de 2006) no llegó a esta cifra. A modo de ejemplo, la declaración parlamentaria a favor del derecho a decidir con más diputados a favor de 2010 hasta hoy suma los votos de poco menos de la mitad de los habitantes de Cataluña.

En resumen, en democracia se gobierna desde una minoría la mayor parte de las veces. No es más o menos demócrata un país porque vaya a votar más o menos gente. Pero es más demócrata el país que más respeta y defiende los derechos personales y ciudadanos, aún en contra de la mayoría. El buen funcionamiento de la democracia se basa más en el respeto a las reglas del juego y la defensa de los derechos individuales, que es estructural, que en el número de votantes, que es circunstancial.

Vayamos al sistema asambleario del derecho a decidir. Si se convocase una consulta sobre tal cosa y votaran dos tercios del censo, como en las elecciones al Parlamento, se obtendría una mayoría del sí o del no con un apoyo del 23 o el 24% de la población. Sólo se obtendría un apoyo semejante al de una mayoría parlamentaria con el favor de dos de cada tres votos. 

El método asambleario es de peor calidad, pues no deja espacio para el debate, la aproximación o la negociación. Es un sí o un no. La decisión, además, cuenta con un apoyo efectivo menor. A poco que un grupo sea activo, aunque minoritario, se impone sobre el resto. Así triunfaron los bolcheviques en la Duma o los nacionalsocialistas en la República de Weimar, ambos partidarios del derecho a decidir por encima de los poderes del Estado. Todos los sistemas totalitarios, en mayor o menor mesura, prefieren el voto asambleario al voto parlamentario.

Digámoslo de otra manera: El actual sistema político es representativo y separa los poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Siendo un sistema representativo, busca el acuerdo y si no se obtiene, está diseñado de tal manera que una mayoría de ciudadanos no puede vulnerar los derechos individuales de las personas, de todas las personas en general y de cada una en particular. Porque este sistema político es democrático, lo que quiere decir que el Estado protege a las minorías de las mayorías y al individuo, del grupo.

Como ya he dicho, en el actual sistema político, todos tienen el derecho de expresar libremente su opinión, a participar en la vida pública y política, a tener su propia inclinación filosófica, religiosa, política, cultural o sexual, etcétera, y el Estado protege esos derechos... aunque su ejercicio vaya en contra del parecer de todo el mundo. Para eso está, el Estado. Es su última razón de ser.

El sistema permite poder echar del poder sin violencia a un mal gobierno, mediante un sistema electoral, que renueva periódicamente los cargos públicos (los políticos no ganan las elecciones, las pierden); también puede modificarse el Derecho, con la renovación periódica del poder legislativo. El sistema puede cambiar y adaptarse a las circunstancias, pero combate la discrecionalidad y proporciona una cierta estabilidad en las reglas del juego.

Los que defienden que el derecho a decidir es superior a este sistema político, porque la asamblea es superior a los poderes del Estado, proponen un sistema discrecional y arbitrario. El gobierno de la república (res publica, lo público) dependerá de la voluntad de un número significativo de personas, que no tiene por qué ser la mayoría de la población. 

Ese grupo de personas convocará una consulta (una asamblea) y la Ley, el Gobierno o la Justicia dejarán de tener validez ante lo que se decida. El mecanismo de decisión del derecho a decidir no admite matizaciones o acuerdos, es un sí o un no a una determinada cuestión, surgida del grupo que la propone. Conmigo o contra mí. Mueren los mecanismos de negociación y acuerdo. Una cosa es que no sea siempre posible un acuerdo, pero otra muy diferente es que sea imposible porque no existe lugar para éste.

Si se reconoce el derecho a decidir y éste es la imposición de la voluntad de un grupo de personas por encima de los acuerdos que fundamentan el actual sistema político y rigen la república, es fácil comprender que los derechos individuales no están garantizados frente al parecer de un grupo compacto y activo. 

La estabilidad cederá ante la arbitrariedad de las circunstancias o el deseo de un colectivo. Una sociedad abierta y democrática se verá acerrojada por la demagogia y la imposición del pensamiento único (mayoritario), que si no va ahora para aquí, ahora para allá, según sopla el viento, será porque se habrá convertido en un poder totalitario, el que se ha iniciado organizando el grupo que ha propuesto la consulta o que se sostiene en el poder mediante este recurso. La discusión, la crítica o la discrepancia de una minoría no tiene lugar en un sistema político basado en el derecho a decidir, porque es contraria a la decisión de la asamblea.

No sólo digo que no existe tal derecho a decidir en democracia, sino que afirmo que, si existiera, no lo quiero ni para mí ni para los míos, tal como se entiende y defiende ahora mismo en Cataluña. Me avergüenza decir que Cataluña es el único lugar de Occidente donde se defiende este derecho y se confunde con la democracia, con la excepción de las declaraciones en los aquelarres del extremismo vasco más desaforado. Defender este derecho es un retroceso, una pérdida, un daño. No quiero depender de la discrecionalidad de la demagogia y el populismo. 

Antes de sacar las uñas para despellejarme por decir tal cosa, piensen en una comunidad de propietarios y qué podría pasar si un grupo de vecinos decide actuar por su cuenta y riesgo porque aseguran tener el derecho a decidir sobre la fachada o los ascensores, porque viven dando a la calle o en el ático.  

A los defensores del derecho a decidir de los catalanes les diré que no sólo podrá decidirse la independencia de Cataluña. Existen otros mecanismos para intentar obtenerla: véase el ejemplo de Québec. Si se esgrime el derecho a decidir, será porque existe, y si existe, existirá el derecho a decidir más cosas. Si no, no existe.

¿No hemos quedado en que el derecho de un grupo de personas a decidir su propio futuro está por encima de los poderes del Estado y del interés de la nación (nación entendida como el conjunto de los ciudadanos)? Si es así, los araneses tienen derecho a decidir si quieren dejar de ser catalanes, si quieren proclamarse una república independiente, una Comunidad Autónoma española o parte de Francia, si les apetece. ¿Por qué no? Los barceloneses ¿no tienen derecho a decidir dejar de pagar los servicios públicos del resto de los catalanes, como han hecho hasta ahora? Es más, ¿no tienen derecho a considerarse diferentes al resto de los catalanes y separarse de ellos? ¿Por qué no?

¿No podemos decidir prohibir los recortes que aplica el gobierno? ¡Sería justo! ¿Existe el derecho a decidir la pena de muerte, la expulsión de los inmigrantes, la nacionalización de la banca...? ¿No existe el derecho a decidir que yo tengo más derechos que los demás? Podríamos decidir expulsar de la vida pública a quien no esté de acuerdo con nosotros. Será innegable que existirá el derecho a decidir quién tiene derecho a decidir. Etcétera.

La pregunta es, por tanto, si está usted realmente a favor del derecho a decidir, que es, a saber: un sistema asambleario puro, discrecional, arbitrario y circunstancial que se impone sobre los poderes del Estado, maximalista. Allá usted con lo que pueda ocurrir a continuación, si está a favor de este derecho.

Quizá prefiera trabajar en la mejora del funcionamiento de nuestro actual sistema político, que está no mal, sino peor. Será una tarea nada fácil, larga, tediosa, aburrida, exasperante, que nunca dejará satisfecho a nadie, porque en las negociaciones ceden todos. Ya sabe lo que ocurre en estos casos, la mejora parece que nunca llegará a buen puerto, siempre habrá cosas por hacer, cundirá el desánimo y tendremos tentaciones populistas. Pero quién nos iba a decir en 1975 que una vez muerto Franco en la cama seríamos tan libres como ahora.

Le dejo escoger. Decídase, pero luego no me venga llorando.

Nuestro tiempo


Num fuit, et fortassiserit, felicissimum aeuum.
In medium sordes, in nostrum turpia tempus
confluxisse uides.

(Trad.: Hubo y quizá habrá un tiempo más feliz. En medio de ambos, en nuestro tiempo, confluyen inmundicia e infamia.)

Francesco Petrarca (1304-1374)

Berrinche


El señor Barroso no ha querido reunirse con el señor Mas. Él sabrá por qué.

El muy honorable señor don Artur Mas vuelve a Bruselas para ver si le hacen caso.

Pide reunirse con el señor Barroso, presidente de la Comisión Europea. Así lo ha dicho el portavoz del señor Barroso a los periodistas. Luego ha añadido que el señor Barroso no recibirá al muy honorable señor don Artur Mas por problemas de agenda (sic).

En la agenda del señor Barroso sólo aparece una reunión con el presidente de Cabo Verde. En pocas palabras, el señor Barroso no quiere vérselas con el muy honorable señor don Artur Mas. 

Ahora, el berrinche. Presidencia ha emitido un comunicado en el que niega haber solicitado oficialmente una reunión con el señor Barroso. 

La conclusión, la dejo a discreción del lector. Pero ya van tres viajes a Bruselas en un año en los que el muy honorable señor don Artur Mas no se come un rosco.

Así nos va


Nos roba a todos y encima le vitorean.
Igualito, igualito que Prenafeta.

¡Me da igual si Messi roba! ¡Soy del Barça! Tal dijo delante de la televisión un caballero que, con la voz en grito, defendía el derecho del señor Messi a defraudar decenas de millones de euros a Hacienda. Ladrón.

He oído lo mismo en bocas más cultas y leídas, comentando la corrupción política y social en Cataluña. Es uno de los nuestros, se excusan. Mejor que sea uno de aquí que no de allá. Ladrón lo mismo, pero con premeditación, alevosía y nocturnidad.

Lo lamentable del caso es que Messi presume de no haber leído nunca un libro y el caballero que le gritaba al micrófono parecía haber seguido su ejemplo. Peor resulta el comentario de los que pasan por leídos. Me da que abren los libros y no entienden la letra... o que son, simplemente, cómplices.

Noticias menores, males mayores


La primera

Sobre el discurso que inició el debate de política general del Parlamento de Cataluña, hace dos días. 

El presidente de la Generalidad de Cataluña, don Artur Mas, tardó cuarenta y cinco minutos de reloj (45 min.) en hablar del paro. ¡Cuarenta y cinco minutos! 

Dado el ritmo de destrucción de empleo en Cataluña, 26 catalanes perdieron su trabajo antes de que don Artur Mas se dignara a mencionar el problema que afecta a 900.000 catalanes y sus familias. Uno de cada cuatro catalanes en edad de trabajar no tiene trabajo.

No dijo que la Generalidad de Cataluña pretende despedir a 6.000 trabajadores interinos y suprimir miles de plazas de funcionario el año que viene mediante la argucia de convocar concursos de traslados.

Tardó cuarenta y cinco minutos en hablar del paro, pero por decir lo que dijo, podría haberse ahorrado el ridículo.

La segunda

Los recortes en el sistema sanitario público de atención primaria en Cataluña superarán el 20% entre 2012 y 2013. En números redondos, el presupuesto de la sanidad pública en Cataluña ha pasado de casi 11.000 millones de euros (a los que sumar unos 2.000 millones más de déficit estructural o como se llame) a poco más de 8.000 millones desde que manda el Gobierno de los Mejores. 

Están siendo investigados por la justicia (con imputaciones en algún caso) casos de corrupción relacionados con el sistema sanitario público catalán que suman más de 150 millones de euros. El sistema de salud pública catalán favorece el fraude, concluyó hace unos meses la Oficina Antifraude de Cataluña. Textualmente.

El daño sufrido por los servicios sociales y educación es semejante.

La tercera

Los responsables del Palau de la Música convocaron ayer una rueda de prensa para demostrar que se habían tomado muy en serio su papel de acusación particular en el caso Palau. Tan en serio, que piden ochenta y pocos años de cárcel para el señor Millet, el señor Montull e hija, y un suma y sigue de penas y multas para una docena de personas más. 

Pero... 

a) Los abogados del Palau de la Música no acusan a CDC del birlar más de cinco millones de euros procedentes de donaciones de Ferrovial et altri

b) Trabaja en el bufé de abogados del Palau de la Música, recién contratado, el señor Triadú, antiguo consejero de los gobiernos de Jordi Pujol y miembro de la Fundación Lluís Carulla, destacado personaje de CDC (ya lo dije aquí). Gracias a ese contrato (o será casualidad) PWC ha multiplicado sus contratos con la Generalidad de Cataluña.

c) Los representantes del Palau de la Música que anunciaron esta decisión (Carulla y Cuatrecasas) tienen causas pendientes con Hacienda por fraude fiscal, que suman más de treinta millones de euros, más o menos lo que birlaron Millet, Montull y Convergència a los socios de esta institución músico-patriótica.

La cuarta

CDCCN, es decir Convergència Democràtica de Catalunya, Catalunya Nord (Francia), se ha disuelto. Sobran las razones. 

Pregunten quién era el representante de CDC en Francia, por ejemplo, o cuántos millones de euros nos ha costado la sede de CDC en Perpiñán. Digo nos ha costado porque CDC se financia de fondos públicos y de comisiones ilícitas procedentes de contratos públicos, como todos sabemos y acabo de explicar. También sería interesante preguntar por qué casi todos los militantes de CDC en Francia se han pasado al Frente Nacional de Le Pen. ¿Quizá por proximidad ideológica? ¿Por qué, si no?

La quinta

La Oficina Antifraude de Cataluña, de oficio, ha decidido investigar los ingresos económicos de las fundaciones de todos los partidos políticos con sede en Cataluña (sic) durante los últimos diez años. El tufo que sube de sus cuentas es un pestazo insoportable.

La sexta

Docenas de miembros del Consejo de Administración de la antigua Caixa Catalunya serán acusados de qué sé yo, pero de nada bueno, por pagarse unos sueldazos de miedo mientras la institución era intervenida por el Estado y las pérdidas sumaban miles de millones de euros. Entre los sinvergüenzas, notables miembros de la sociedad civil catalana, de todo signo.

El misterio del gusano



Damas y caballeros, con ustedes El misterio del gusano.

Es una breve cinta policíaca, trepidante en el ritmo, sorprendente en su desarrollo, producida por Crispina Zarzosa, con guión, dirección e interpretación de The Basté Bros. Otra obra maestra del cortometraje de animación, imprescindible para ir trazando el currículo de esta asociación fílmico artística que tantas sorpresas, y tan agradables, nos está dando a todos.

Matemáticas históricas


Las ciencias sociales, ¿son científicas? La pregunta tiene miga, no crean ustedes. El debate que provoca es de nunca acabar.

En el caso de la psicología, por ejemplo, el asunto se complica cuando la luz de la ciencia tiene que abrirse camino entre la gran sombra del psicoanálisis, y sólo por decir esto espero una tormenta de furibundos psicoanalistas o psicoanalizados que exclamarán: Pues ¡a mí me funciona! Pues, no sabe cuánto me alegro, pero eso no es ciencia, ni científico. Por fortuna, tenemos psiquiatras y algunos psicólogos que superaron el credo freudiano.

En economía, de todo. Algunas ramas de la economía merecen ser llamadas ciencias... a veces. Porque conviven los maestros de la superstición (los promotores de la austeridad en esta crisis, por ejemplo) con estudios serios y comedidos. Por eso mismo, cuando sale un gurú de la economía a darnos lecciones no sabemos si atender a lo que dice con sumo interés o salir corriendo.

¡Qué les voy a decir de la antropología! ¡Madre de Dios! Una nutrida escuela de antropólogos no quiere ser científica. Repito: no quiere serlo. Otra, en cambio, sí. Sin embargo, una cosa es querer serlo y otra poder serlo. ¿Puede ser una ciencia, la antropología? Ay, qué pregunta. Es la caja de Pandora de los antropólogos. Si alguien se ha preocupado de indagar sobre este asunto, sabrá que la respuesta no es fácil.

Etcétera. Con todo, una disciplina que se pregunta constantemente por su cientificidad es la historia. ¿Existe una historia científica? ¿Cómo podría o tendría que ser? Si no es ciencia, ¿qué es? No pretendo responder a estas preguntas, pero sí señalar que Hegel y sus discípulos engendraron a generaciones de historiadores emperrados en demostrar inequívocamente que la nación se sublima en el Estado para convertirse en una unidad de destino y una materialización de su esencia y que de ahí, de modo inexorable, a la realización de su propósito, que es ser siendo lo que es queriendo ser lo que nunca ha sido (y lo he dicho bien). 

Marx, buen economista, mal historiador.

Es decir, la historia tiene un camino marcado, que se ha de recorrer para no llevarle la contraria al destino, que se recorrerá se quiera o no se quiera. Cabe la tentación de suponer que ese camino podrá ser conocido y anunciado y de ahí que más de uno quiera demostrar científicamente la razón de ser (sic) de su nación, lo inevitable de su destino y qué destino será ése, algo que nadie (repito: nadie) es capaz de saber porque ¿existe el destino? Lo que no evita que podamos preguntarnos si el comportamiento histórico de las sociedades cumple algunas leyes (¿cuáles?) o si, a la vista de éstas, podemos predecir acontecimientos sociales, económicos o culturales futuros, y cómo.

Toynbee, un tiempo famosísimo y ahora casi desconocido.

Marx y sus lectores proponen un historicismo materialista, que se demuestra a sí mismo y que no puede negarse por sí mismo. El romanticismo alemán se indigestó con la invención de la nación política y se inventó la nación nacionalista, que es un despropósito filosófico mayúsculo que se inventó Hegel para justificar el absolutismo del Antiguo Régimen frente a los ideales de la Revolución Francesa. Porque Hegel era el filósofo del poder, no porque filosofase sobre el poder, sino porque filosofaba sobre lo que quería ese poder, y sin pelearse por ello con el poder. Tonto no era, Hegel.

Spengler, la decadencia de Occidente y la cara de mala digestión.

Luego nos cayeron encima teóricos como Spengler (con su teoría cíclica de las civilizaciones) o Toynbee (con su teoría de los desafíos históricos), que se echaban los trastos a la cabeza, aunque defendían ambos un historicismo que no era capaz de superar los mínimos de cientificidad exigibles, como demostró Popper con una mano atada a la espalda, fácilmente.

¿Puede ser científica, la historia? Ese Popper antihistoricista no respondió satisfactoriamente a la pregunta, no supo hacerlo, aunque ahora podamos adivinar qué parte de la historia seguro, seguro, que no es científica. La historia comparada, por ejemplo, ¿es válida, metodológicamente? Dejo la pregunta en el aire, allá cada uno.

En este debate podemos mencionar la creación de modelos matemáticos que pretenden simular la historia, sujetarla a fórmulas y emplear estas ecuaciones para predecir qué será de nosotros. Esta disciplina oscila entre lo inteligente y lo ridículo. Como es de suponer, lo difícil es demostrar que uno no está haciendo el ridículo.

La muy discutible y ciertamente rocambolesca teoría deulofeuniana sobre España.

Para que vean con qué facilidad uno puede moverse entre la genialidad y el ridículo, les propongo investigar en qué consiste la teoría de Alexandre Deulofeu, un catalán gerundense que se inspiró en la teoría cíclica de Spengler. Su formación matemática le movió a superar (permítanme la cursiva) las teorías de Spengler y Toynbee, echándole números al caso y proponiendo ciclos con duración determinada para la creación o desaparición de culturas y civilizaciones. Deulofeu sucumbe fácilmente a la tentación racial-nacional en la que han caído todos los que se han inspirado en Hegel o mantienen un ideal nacionalista romántico, que no ilustrado, pues la duración y la intensidad de cada ciclo dependerá de la fuerza de cada pueblo. Así, los pueblos germánicos, nórdicos y eslavos, son los que tienen una mayor intensidad creadora (sic) y por eso nació el Románico en Cataluña, más concretamente en el Ampurdán y el Rosellón, en el siglo IX, porque ésta era tierra aria. Ahora lo es árida, pero ésa es otra discusión.

Todo esto viene a cuento por un artículo titulado War, space, and the evolution of Old World complex societies, que firman Peter Turchin, Thomas E. Currie, Edward A. L. Turner y Sergey Gavrilets. Lo ha publicado la revista Proceedings of the National Academy of Science. Pueden acceder al mismo en esta dirección:

Los autores no son historiadores, son ecólogos (que no ecologistas). Se dedican a la biomatemática e intentan modelizar el funcionamiento de diversos ecosistemas con la ayuda de computadoras. Así, se han propuesto estudiar el ecosistema humano (llamémoslo así) y han modelizado el proceso de unión de diferentes tribus en un Estado primigenio, el nacimiento de una civilización, su desarrollo, expansión y defunción. A ver qué sale.

Aseguran haber conseguido simular tres mil años de historia (entre el 1.500 aC y el 1.500 dC) con una precisión del 65%. Se han centrado en África y Eurasia y no van más allá del 1.500 dC porque (cito) las armas de fuego cambiaron las reglas de la evolución entre comunidades. Es decir, porque quemando pólvoras el modelo no funciona. 

Elefantes escribiendo la historia de los hombres.

Los autores aseguran haber predecido razonablemente bien los acontecimientos históricos... del pasado. Aseguran haber sido los primeros (sic) en explicar matemáticamente la aparición de naciones estables (sic), con el permiso de Deulofeu, naturalmente. Para los autores, lo que determina la creación de estructuras de Estado es la competición entre grandes grupos humanos, y esa competición es la guerra, ni más ni menos. Cuanto más guerrea, más invierte en tecnología militar y más invade, con permiso de la geografía, mejor. 

Las predicciones que consideran la importancia de la tecnología y el espíritu militar aciertan en un 65% de las veces. Las que, en cambio, prescinden de éstas, se conforman con un 16%. En estas predicciones cuenta la estabilidad política, la calidad institucional y la renta per cápita. ¿Nos descubre algo nuevo esta teoría, este modelo? Me temo que no, digan lo que digan, y temo que no demuestra nada. Pero ésta es una opinión discutible, lo sé.

No saben cuánto me alegro



Ha llegado a mis oídos que un diputado a Cortes leyó una de las entradas de El cuaderno de Luis. Según me cuentan, el diputado a Cortes exclamó, al leerme: ¡Se ha equivocado de enemigo! Al parecer, al caballero no le cabe en la cabeza que alguien pueda llevarle la contraria y se molestó. 

¡En estado vegetativo!



Ayer me llamó un buen amigo, con el susto en el cuerpo. ¿Has visto la televisión?, me preguntó. No, respondí. ¡El rey está en estado vegetativo!, exclamó mi amigo. Desconcertado, pregunté cómo, o por qué, no me acuerdo. Pero mi amigo ya reía. Está en estado vegetativo porque ¡lo han pasado a planta! ¡Ja, ja, ja!

Malo, ¿verdad?

La carga de caballería más lenta de la historia


¡A la carga! La imagen romántica de una carga de caballería.

Uno guarda para sí la imagen romántica de la caballería, cargando al galope, sable en ristre, gritando ¡A la carga! ¡A la carga! Pero no hay nada romántico en una guerra, es algo muy sucio. En cuanto a las cargas de caballería, no son lo que parecen. Es cierto que hubo cargas de libro, que comienzan maniobrando al paso, aproximándose al trote y cargando al galope los últimos cien pasos, sable en alto y gritando ¡Viva el Emperador! o lo que sea. Pero algunas de las más famosas, en Eylau o Waterloo, se hicieron al trote, como se pudo y gracias. 

Así es. A poco que uno se informe, verá que muchas cargas de caballería se realizaron con extrema lentitud . Me ha dado por escoger una y decir de ella que fue la carga de caballería más lenta de la historia. No sé si lo será, pero que fue lenta, seguro, lentísima. Ya verán.

Tenemos que plantarnos en el 27 de agosto de 1813, hace poco más de doscientos años. Es el segundo día de la batalla de Dresde. El 16 de agosto, Napoleón ordena defender Dresde al cuerpo de ejército del mariscal Saint Cyr. Cuidado con Dresde, porque era la base de avituallamiento más importante de la Grande Armée (el Gran Ejército) de Napoleón en Alemania. Pero Saint Cyr cuenta con tan pocos hombres que no le llegan ni para cubrir todas las defensas de la ciudad. Se enteran los aliados en la Sexta Coalición, austríacos, rusos y prusianos, y se lanzan contra la ciudad. Son más de doscientos mil hombres contra poco menos de veinte mil. Van a ver estos gabachos lo que vale un peine.

Simulación del primer día de la batalla de Dresde, en un club de wargames británico.
A la izquierda, los aliados. A la derecha, los franceses.

Napoleón pilla las intenciones de los aliados, lo deja todo y corre hacia Dresde. Se planta en la ciudad con ochenta mil hombres el 26 de agosto. Cuando los aliados oyen gritar a los franceses Vive l'Empereur! detienen el ataque, que ya había comenzado. ¡Napoleón, en Dresde! El zar de Rusia, Nicolás, se estremece. El emperador Francisco, de Austria-Hungría, duda. Los generales no se ponen de acuerdo sobre qué hacer. Tiene que ser el rey de Prusia, Federico Guillermo, el que, dando golpes sobre la mesa, pregunte si tantos generales le tienen miedo a un solo hombre. La bronca surge efecto y el primer día de la batalla se inicia con retraso y poca fortuna.

Al día siguiente, llueve. Llueve y llueve. Llueve tanto que se mojan las pólvoras y los mosquetes no pueden tirar. Los franceses, que han pasado la noche bajo techo y no a la intemperie, están más frescos. Napoleón decide atacar. En proporción de uno contra dos, es cierto, pero dando lo mejor de sí. No describiré la batalla, pero diré que hacia las nueve de la mañana, Murat, apodado el Cuñado, por serlo de Napoleón, apareció vestido con la extravagancia de costumbre y se puso al frente de la Reserva de Caballería. Tenía delante el flanco izquierdo de los aliados, defendido por tres divisiones de infantería y más de treinta escuadrones de caballería.

El mariscal Murat, el Cuñado, valiente como pocos y vanidoso como ninguno.
Detrás de él, oficiales de Estado Mayor, vestidos à la hussarde, y un regimiento de dragones.
Murat enarbola una fusta, como de costumbre.

El mariscal Murat, vestido con una guerrera azul à la polonaise, un tahalí con clavos de oro del que colgaba un vistoso alfanje, pantalones de montar de color violeta con vivos dorados y botas de cuero amarillo, levantó la fusta que siempre llevaba consigo y gritó su famoso: En avant! En avant, mes amis! Tras él, tres divisiones de caballería, miles de hombres. En la primera línea, 13 escuadrones de cazadores a caballo, 6 escuadrones de coraceros, 9 de dragones y 4 de dragones italianos. En la segunda línea, 14 escuadrones de coraceros y 9 de coraceros sajones. Cuando digo tras él, digo literalmente tras él. Murat, con la fusta en alto, avanzó hacia el enemigo y, qué remedio, le fueron todos detrás.

Recuerdo que llovía. Que llovía tanto que los aliados apenas pudieron emplear sus mosquetes. La artillería podía abrir fuego, pero los soldados de a pie tenían que conformarse con las bayonetas. De repente, se acerca la caballería pesada enemiga, los coraceros franceses formados en línea, aterradores. Marchaban al paso, porque era tanto el barro que los caballos no podían ni trotar. 

Coraceros, formados en línea. La fuerza de choque de la Grande Armée.

Al paso, sí, pero fue una de las cargas de caballería más brillantes de las guerras napoleónicas. Los austríacos que se enfrentaban a Murat formaron en cuadros. La artillería austríaca hizo daño a los coraceros, algunas formaciones de infantería rechazaron a la primera línea de la caballería, pero sucumbieron a la segunda. La artillería a caballo de los franceses pudo seguir a los escuadrones de Murat y batir con metralla a los austríacos. Pronto, cuadro tras cuadro de infantería, cayeron todos o se rindieron después de verse rodeados y ametrallados. En Pennrich, una elevación del campo de batalla, hubo una lucha brutal. Cuando se impuso la caballería francesa, comenzaron a rendirse los aliados aquí y allá. Murat hizo 9.000 prisioneros ese día.

Teniente de coraceros, con el uniforme que llevaría en Dresde.
Faltan el barro y la porquería, que la guerra es muy sucia.

Entonces sucedió la carga de caballería más lenta de la historia. 

Murat se esforzaba en reunir de nuevo a todos sus escuadrones, dispersos por el campo de batalla. La pausa permitió la retirada de los restos de la infantería austríaca. Sin embargo, un escuadrón de dragones franceses fue tras ella, con la intención de hostigarla y no dejarla en paz. En éstas, tropezó con un batallón austríaco formado en cuadro, erizado de bayonetas. ¡Caramba! El comandante del escuadrón no se lo pensó dos veces y ordenó ir a por ellos. Pero, mi comandante, que ya no podemos con nuestra alma, que nuestros caballos se caen rendidos. Pues, a joderse: a por ellos y sanseacabó.

Los caballos hundían sus patas hasta las rodillas, apenas podían avanzar al paso, lenta, muy lentamente. Los austríacos no podían disparar porque tenían toda su pólvora mojada. Seguía lloviendo. Llovía, llovía y llovía. Los franceses avanzaron. Ahora estaban a cien pasos, a cincuenta pasos, a veinte pasos. Su comandante ordenó desenfundar las pistolas, que los soldados guardaron bajo sus capas. Como las pistolas habían permanecido en las pistoleras, muchas todavía conservaban algo de pólvora seca, en condiciones de disparar. No todos los soldados llevaban pistolas consigo, ni todas podían disparar, pero eso era menos que nada. Siguieron aproximándose, chapoteando en el barrizal, lenta, lenta, muy lentamente.

Veinte pasos, diez pasos... La infantería apretaba los dientes y la caballería avanzaba en el más estricto silencio. Piafaban o resoplaban algunos caballos. Algún austríaco exclamaría aquello de ¡Venid aquí, si tenéis c...! Al grito respondieron los franceses con la orden de ¡Fuego! Los dragones dispararon a tocar de las bayonetas, casi a boca de jarro. Se quemaron todos los cartuchos que no se habían mojado en un crepitar de pólvoras que sorprendió a todos. Algunos caballos se encabritaron, cayeron soldados austríacos, todos gritaron, del susto. Se desenvainaron los sables. El comandante gritó ¡A la carga! ¡A la carga! y los dragones se sumaron a la grita. ¡A por ellos! ¡A la carga! Se echaron los dragones encima de los soldados de a pie, aprovechando el hueco que habían dejado los caídos. Al paso, siempre al paso, que los caballos no daban más de sí. Hubo pinchazos de bayoneta, tajos y sablazos. Al poco de repartir cuchilladas, se rindieron los austríacos.

Dragones a la carga en la batalla de Dresde.
Como hemos visto, no fue exactamente así.

Luego vino el ataque del mariscal Victor, el bombardeo del centro, el ataque de la Guardia Imperial... También el dolor de barriga que obligó a Napoleón a abandonar la batalla y permitió que una gran derrota no se convirtiera en una derrota humillante. Meses después, en Leipzig, los aliados se vengaron, pero ésa es ya otra historia.

Todo queda en familia



Soy del parecer que las noticias menores son las que más nos aproximan a la realidad. Así, la privatización del Hospital Clínic de Barcelona y el brutal recorte al que se verá sometida su actividad apenas ocuparon unas líneas en unos pocos (muy pocos) periódicos a la venta en Cataluña (que no catalanes). Sólo el tiempo y la magnitud del desastre ha dado publicidad al caso, pero no demasiada. Sigue siendo una noticia menor.


Que los médicos de la sanidad pública tengan que dedicarse a operar pacientes de una empresa privada, con las listas de espera que tenemos, y que además se cierren 74 camas hospitalarias, quirófanos y demás no es noticia, no interesa a nadie. No salen banderas y la culpa no es de Madrid; mejor no hablemos de ello. En Madrid, en cambio, la privatización de la sanidad pública (menor en magnitud que la catalana) está en los tribunales, paralizada por iniciativa de los madrileños de a pie. No sé si ganarán o perderán, los madrileños, pero qué envidia que me está entrando.

Hoy mencionaré dos noticias menores más, que nos ilustran sobre la gente que nos gobierna y nos ayuda a dilucidar porqués y cómos. Juzguen ustedes mismos.

El Cuñado del Jefe, Joan Antoni Rakosnik.

Ha saltado a la prensa que don Artur Mas, líder patriótico y mesiánico y responsable último de las trapacerías del Gobierno de los Mejores, que don Artur Mas, decía, tiene un cuñado. Un tipo muy espabilado, su cuñado. Se llama Joan Antoni Rakosnik, es ingeniero agrónomo, especializado en hortofruticultura y jardinería, y tiene un máster de IESE, que viste mucho. Trabaja en una empresa que ofrece servicios informáticos.

Trabajó como supervisor de sistemas informáticos en el Departamento de Agricultura y Ganadería de la Generalidad de Cataluña del señor Pujol. El primer Tripartito lo puso de patitas en la calle y hubo un pequeño rifirrafe político. Los tripartitos dijeron que no pegaba sello y que no se ocupaba de la informática, sino de sus cosas; los convergentes, que lo echaron por ser quien era, cuñado de Mas, en plan represalia. No me meto en la polémica, porque me parece que los dos bandos tenían razón: era el cuñado de Mas y no pegaba sello.

El grupo empresarial que contrató al Cuñado del Jefe. Una magnífica inversión.

Justo antes de las elecciones que tumbaron definitivamente al Tripatito, Seidor, una empresa proveedora de servicios informáticos, contrata a Joan Antoni Rakosnik como Jefe de Proyectos. De facturar 5 millones y pico al año, pasa a facturar más de 9 millones en el ejercicio 2009-2010, el último año del Tripartito. Entonces surge el Gobierno de los Mejores. Con Rakosnik en la empresa y su cuñado en la Generalidad de Cataluña, Seidor pasa a facturar del orden de 60 veces más. Lo diré con letras: sesenta veces más. Ahora se habla de más de 300 millones de euros al año, ganados en concursos digitales, porque son cosas de informática que se otorgan a dedo, ya me entienden.

Léase aquí: 

Doña Mar Ortega, que su tía envió a Berlín para aprender alemán.

La segunda noticia ya ha sido tratada en El cuaderno de Luis. Hablamos del dominio de la lengua tudesca de la delegada del Gobierno de la Generalidad de Cataluña en Berlín, doña Mar Ortega, que es la sobrina de la licenciada Ortega. De la misma manera que la tía dijo que era psicóloga, sin serlo, y eso no fue ningún problema para convertirse en vicepresidenta del Gobierno de los Mejores, doña Mar se fue a Berlín sin saber alemán. De tal palo, tal astilla.

El caso saltó a la prensa como ejemplo de nepotismo y estupidez, pero doña Mar sigue ahí, como su tía. El escándalo se quedó en anécdota. Hay que decir que la chica se esfuerza y dicen que ya es capaz de leer en (mal) alemán el discurso que le escribe el becario. ¡Brava! ¡Sigue así!

Vuelve a ser noticia porque la ANC, la Assemblea Nacional de Catalunya, ese lobby patrocinado por el Gobierno de los Mejores para animar el cotarro de la cosa nacional, porque la ANC, decía, se ha quejado de lo mal que quedamos los catalanes con doña Mar ejerciendo su catalanidad en Berlín. Poca broma con la ANC. Tiene menos socios que el R.C.D. Español, pero mete más ruido. 

Un ejemplo de diplomacia catalana bien entendida.
Con la estrella roja en la antigua Alemania Oriental.

Más exactamente, se ha quejado la ANC Deutschland, formada por los catalanes asamblearios que viven el exilio en Alemania porque en Cataluña no encuentran trabajo, se sienten oprimidos por el Estado y tal. Se ha quejado al Abuelo, a don Jordi Pujol y Soley, que fuera fundador y presidente de Banca Catalana y luego de la Generalidad de Cataluña, dejándonos bien servidos en ambos casos. El señor Pujol, padre de sus hijos, huestes honorarias de Cantimpalo, recibió una carta de ANC Deutschland en propia mano, en Berlín, adonde fue el pasado 11 de septiembre para que no pudieran decir de él que se había encadenado o desencadenado. 

La ANC Deutschland dice al egregio anciano que están hasta el colodrillo de (cito) un alto cargo que no demuestra la preparación necesaria. Dicen cosas más gordas, de gran calibre, pero ya leerán ustedes la noticia, si les apetece.

Ya se habían quejado de este asunto ante el secretario de Asuntos Exteriores de los Mejores, don Roger Albinyana (que tampoco sabe alemán), y también ante el inefable señor Homs, consejero de Presidencia y portavoz de los Mejores. Pero, vayamos por partes, ¿a quién se le ocurre quejarse ante el señor Homs de que Fulanita no sabe hablar en público y nos deja en mal sitio? ¡Ante el señor Homs...! Eso sería sentar un precedente peligroso. El señor Homs archivó la queja, no fuera nadie a fijarse en sus dotes oratorias con la excusa del alemán.

El receptor de la queja de la ANC Deutschland.

Total: que asaltan al señor Pujol y le piden que echen a doña Mar de Berlín. La carta de ANC Deutschland acaba diciendo: Por eso lo hacemos ahora a usted, con la esperanza de que podrá ayudar a solucionar este problema.

Fíjense bien, piensen un poco. ¿Quién es el señor Pujol? Un ciudadano como usted o como yo, en teoría. ¿Forma parte del gobierno? No. ¿Ha sido elegido diputado? No. ¿Ostenta un cargo público? No. 

No me vale que sea presidente jubilado de la banca y la política. En un país normal, europeo y civilizado, en un país con cara y ojos, el señor Pujol tendría que ser un ciudadano más. Pero... Ah, no, él podrá ayudar a solucionar este problema (sic). Nepotismo, enchufismo, favoritismo, chanchulleo y corrupción de la cosa pública, eso es lo que es y nadie mueve un dedo. Al contrario, la ANC Deutschland da por sentado que el trámite extraoficial tendrá más peso que la queja oficial. ¡Manda c...!

Lo que es yo, ahora mismo, ante esta perspectiva, quisiera que doña Mar Ortega continuase en Alemania todo el tiempo posible y algo más, para que la chica aprenda alemán, ya puestos, que buena falta le hará cuando vengan las próximas elecciones. También, para alejar el fantasma del Abuelo omnipotente y para que se vea quiénes mandan en Cataluña: nepotistas, corruptos e inútiles. Que se sepa bien alto y bien fuerte en toda Europa. La verdad os hará libres, y si no dices la verdad, mientes, y tú sabrás por qué.

Léase en:

¡Se han bebido el entendimiento!


Éste se ha bebido el entendimiento... y se ha comido la mano.

Cuando uno hace o dice una burrada, algo irracional, ilógico, carente de sentido, contrario al discurso o sencillamente estúpido, un catalán exclama S'ha begut l'enteniment! De tantas expresiones que emplea el catalán, ésta es una de mis favoritas. Es contundente, muy gráfica y de una concisión abrumadora. Admite variantes; T'has begut l'enteniment?, por ejemplo.

La traducción literal al español sería ¡Se ha bebido el entendimiento! o ¿Te has bebido el entendimiento? Que yo sepa, la capacidad de discurrir y razonar no se puede beber y de ahí que la traducción literal tenga una bis cómica que me fascina. Sucede con muchísimas traducciones literales de uno a otro idioma, lo que mueve a más de uno a sostener que lenguas diferentes son el fundamento de diferentes realidades. Qué burrada. 

Lo más parecido en español es ¿Te han sorbido el seso? ¡Tampoco está mal esta frase! 

Pues, nuestros líderes patrios y los intelectuales de tertulia se han puesto ciegos de bebidas y sorbetes, últimamente. Vale por los salvapatrias de algunas cadenas de televisión carcas y démodés, que quisieran banderas con gallina en los balcones, y vale para los promotores de la catalanotopía, que es una utopía lisérgica, mística y banal. Entre unos y otros andan bebidos y sorbidos de sobras. Causa pasmo que a esto le llamen debate, cuando da para mandarlos a todos a picar piedra.

Líder patrio (siempre a la derecha) e intelectual de tertulia. ¡Socorro!

Una de las estupideces más flagrante de esta última semana ha sido la defensa de la doble nacionalidad a cargo de los catalanutópicos. Varias personas y varias veces proponen a los catalanes de la futura república catalana independiente una doble nacionalidad catalano-española, o hispano-catalana, no vamos a discutir por eso. 

Esa duplicidad tendrá muchísimas ventajas, dicen. Por ejemplo, se sostiene que los hispano-catalanes podrán cobrar la pensión de jubilación, el subsidio de desempleo o lo que se tercie por ser españoles, pagando España, naturalmente. Pero en verdad, a la chita callando, serían catalanes. Exactamente como ahora, pero mucho más complicado, y sólo si España se deja, lo que no me queda claro.

Estos catalano-españoles también podrán cruzar la frontera que envolverá la República Catalana sin tener que emplear un pasaporte. En ambos sentidos. Saldrán como españoles que regresan a la Unión Europea y entrarán como catalanes que regresan de ver mundo. Parece que si actúan al revés, es decir, si salen como catalanes o entran como españoles, habrá líos de visados, permisos, pasaportes y aduanas, al menos durante los años que hagan falta para que nos dejen volver a entrar en la Unión Europea, de la que antes habremos salido voluntariamente. Qué ganas de complicarse la vida, si ahora uno entra o sale con el carné de identidad y saludando al pasar.


Luego está la cuestión emocional. Es decir, la emoción de cada uno por tener un pasaporte de aquí y uno de allá. ¿Por qué no uno de aquí, uno de allá, otro de acullá? Lo que es a mí, me gustaría poder acceder a un pasaporte diplomático de la Orden de los Caballeros de Malta, que mola mucho. Chist, oye, que soy caballero y tal, ojo conmigo. Pero no va en el paquete. Lástima. 

El de Oz necesita un visado especial. 

Con todo, con el carné no hace falta pasaporte y allá dice dónde has nacido y dónde vives, hasta el nombre de papá y mamá. Ahora mismo, saco el carné y digo: Chist, chist, cuidadín, cuidadín, que soy de Cuenca, por decir algo, y quien dice Cuenca, dice Barcelona. Así que ya tenemos un documento que nos recuerda de dónde somos, pero eso poco importa, porque lo único que importa es el número del DNI cuando hay que pagar a Hacienda o pedir un favor a un banco.

La mejor razón de todas las que esgrimen los bebedores de entendimiento partidarios del doble juego nacional es la siguiente: Si todos los catalanes tienen pasaporte español, la Unión Europea no podrá negar que Cataluña forma parte de ella, porque resultará que todos los catalanes serán españoles y España es socia de pleno derecho. Ecco! Bruselas no tendrá más remedio que admitir a Cataluña como socia de la unión política y económica continental. ¿Quién había dicho que nos iban a echar de Europa? ¡Que lo tenemos todo pensado!

El artífice de la argucia para seguir siendo europeos es este señor de aquí.

Eh... No sé qué decir. Un plan tan rocambolesco es capaz de apabullarme. De todos modos, si todos los habitantes de una república resulta que son ciudadanos de otra república... ¿dónde está la gracia? ¿Qué será de la primera república? Seré tonto, puedo admitirlo, pero este razonamiento no lo veo yo ni con lupa y me da que en Bruselas comienzan a sonar chistes de catalanes. ¿Saben aquél que diu que llega un catalán con un pasaporte y dice...?

Doble nacionalidad... De verdad, de verdad, ¿nos toman por idiotas? Pero ¿esto va en serio? En vez del entendimiento, ¿no se habrán bebido algo más fuerte? Una ratafía, un moscatel añejo, un Priorato con porrón, qué sé yo. Qué país de locos: si éstos son los listos, los que nos mandan, los pastores que conducen al rebaño hacia el verde pastizal de la tierra donde mana la leche y la miel, ese lugar mágico donde no existe la culpa, porque se habrá suprimido Madrid, si éstos, decía, son los que nos van a montar la nueva república, paren esto, que me bajo. Si los demás se lo comen, meriendan y cenan sin chistar, peor me lo ponen. Estamos vendidos.

Pasaporte especial para líderes patrios catalanes.

Ante tanta tontería cierta y manifiesta, Cicerón se preguntaría Cui bono? Yo, también. Es una pregunta que deberían hacerse todos ustedes, lectores míos: ¿Quién se está forrando dando de beber tanto entendimiento? ¿A quién beneficia el mayúsculo estado de estulticia que nos aprieta? ¿Quién sale ganando? Me da que no será el catalán de a pie, que anda sorbido de seso.

Tres millones


El señor Gordon y su Volvo 1800 S.

Irv Gordon es un viajero incansable. No es que haya ido muy lejos en su vida, sino, más bien, ha ido y vuelto muchísimas veces. Tantas que ha batido varias marcas mundiales. Ahora mismo (el 18 de septiembre, para ser exactos) ha conducido su automóvil durante tres millones de millas (3.000.000 millas), que son 4,8 millones de kilómetros. Como de aquí a Cuenca, pero a lo bruto.

Parte del mérito lo tiene su automóvil. Es un Volvo 1800 S de 1966. El motor de esta máquina es una adaptación de un motor de camión, el B36 V8, que los ingenieros partieron por la mitad. Cuatro cilindros, dos carburadores, una transmisión de cuatro marchas con overdrive... Daba 115 CV y llegaba a los 175 km/h. Es un coche muy bonito, una pieza de colección de muchos aficionados. La S es de Suecia, porque los primeros 1800 los fabricó Jensen Motors, en Escocia, hasta que asomaron problemas de calidad en la manufactura de este coupé.

El salpicadero del Volvo, cuando llevaba dos millones de millas. Nuevecito.

No sería éste el caso del Volvo del señor Gordon. Porque tantos millones de kilómetros no hay Jensen que los aguante. El señor Gordon sometió a su automóvil a un régimen de viajecitos que ya les regalo. En una semana ya había recorrido 1.500 millas. En diez años, 500.000. En 1987, 1.000.000 millas, acontecimiento que celebró en el Central Park de Nueva York. En 2002 regresó a la Gran Manzana para celebrar las 2.000.000 millas. Y ahora nos sale con éstas, con 3.000.000 millas.

Uno siente afición por ciertas extravagancias y las cuenta. Los publicistas de Volvo, felicísimos, alientan el relato, porque casi cinco millones de kilómetros no los cuenta nadie. El Volvo aguanta, dicen. ¿Por qué no compran uno? Ya me gustaría, ya, pero ya no fabrican el 1800 S y los de Volvo de ahora mismo me da que son feos. Como la compra ha de ser compulsiva y emocional, ahí se quedan, en el concesionario. Dineros aparte, naturalmente, que el horno no está para bollos.

Con traje de luces (Gran Premio de Malasia 2013)



Si me preguntan, les diré que no me gusta el Gran Premio de Malasia. Hay quien encuentra espectacular correr de noche, en un circuito con alumbrado artificial, que gasta más electricidad que no sé yo. Yo... No me gusta. La estética me parece hortera y el circuito en sí no me atrae demasiado. Pero, en fin, todo por la audiencia. Vengan farolas y trajes de luces, si sale por televisión.

En estas condiciones, con mucho calor, poco sitio para adelantar y de noche, Red Bull ha vuelto ha marcar el terreno. Es cierto que Weber ha roto el motor, quizá la caja de cambios, pero Vettel ha ganado de calle, con medio minuto de ventaja y con un error de bulto en la estrategia de cambio de neumáticos. Es decir, sobrado, marcha atrás y con una mano atada a la espalda. 

El equipo Ferrari ha dado un golpe de efecto, con una improvisación estratégica a mitad de carrera que ha brindado la oportunidad de una segunda posición a Alonso y de una sexta posición a Massa. Pero ¡qué lejos queda Red Bull! Tercero, el Lotus-Renault de Raikkonen, que ha hecho otra gran carrera.

Será el año que viene, con suerte.

Juegos de guerra (de Sucesión)


La adopción de las armas de fuego portátiles cambió el arte de la guerra de una vez y para siempre. Fueron los tercios españoles los primeros en dominar el campo de batalla combinando picas, arcabuces y mosquetes, ya en Italia (véanse las hazañas del Gran Capitán) o en Flandes. Los holandeses perfeccionaron las tácticas de pólvoras y los suecos, las formaciones de picas. Entre finales del siglo XV y finales del XVII, la proporción de armas de fuego creció y creció hasta adueñarse de las formaciones de infantería. 

Soldados daneses en la Guerra de Sucesión Española. 
Las picas y alabardas eran exclusivas de los sargentos. Con ellas, alineaban a la tropa.

Las llaves de pedernal facilitaron el uso de las armas de fuego. Pero las primeras llaves italianas (a la florentina o a la romana) eran caras, delicadas y sólo funcionaban con pedernales de muy buena calidad. En Cataluña y en Escocia se desarrollaron llaves que funcionaban con malos pedernales y con rastrillos más grandes (la llave a la catalana y la snaphance). Tuvieron éxito por su robustez y simplicidad, siendo las más adecuadas al usuario medio de esas regiones (un tipo con faldas que levanta piedras para distraerse, pongamos por caso). Martillo y rastrillo evolucionaron a partir de estas llaves de fortuna, hasta que nació la llave a la moderna, en Francia. Esa llave se impuso en todos los ejércitos entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. 

Simulación de una batalla de la Guerra de Sucesión Española.

Hay que añadir otra innovación francesa, la bayoneta. Se sumó una cosa y la otra y entonces sí que cambió todo. Las nuevas tácticas y formaciones de infantería se pusieron a prueba en la Guerra de Sucesión Española. 

Los soldados eran capaces de formar en línea y disparar con poca instrucción. De hecho, la instrucción se impartía por el camino entre el centro de reclutamiento y los cuarteles del regimiento en campaña. Cada día se hacía una pausa, se practicaba un poco y se proseguía el viaje poco después. Los soldados se entrenaban para tirar dos veces por minuto. Formaban líneas de tres, cuatro o cinco filas de fondo, para batir a las líneas del enemigo. Sólo disparaban las dos o tres primeras filas. Cuando caía uno, los soldados de la cuarta o quinta fila ocupaban su puesto. 

La línea formaba en cuatro filas. Disparaban las tres primeras.

Había militares partidarios de vaciar los mosquetes, todos a una, a veinte o treinta pasos del enemigo, para arruinar su moral, acobardarlo y entonces echar mano a la bayoneta. Los había, en cambio, que preferían mantener un fuego sostenido a cincuenta pasos de distancia. Aquí diferían en cómo disparar seguido: disparando por filas, por secciones, por pelotones... o quizá todos a una. El debate prosiguió hasta que se adoptó el fusil de percusión y ánima rayada, hacia la Guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX. 

Una batalla típica se decidía en ese tiroteo. Se formaba en línea en ambos campos. Se aproximaban las líneas al paso que marcaban pífanos y tambores. A cincuenta pasos de distancia, se daba la orden de alto y se abría fuego contra el enemigo. Por secciones, divisiones, filas o pelotones, se quemaban dos o tres cartuchos por cabeza, rara vez se gastaba más munición que ésa. Entonces, una de las dos líneas cedía, agobiada por las bajas. Tan pronto empezaba a retroceder, la línea enemiga calaba bayonetas. La amenaza de los pinchos provocaba el pánico y los que habían cedido ya corrían pies para qué os quiero. 

Los ingleses fueron los mosqueteros más eficientes a principios del siglo XVIII.

Como pueden ver, vence el que aguanta más desgracias. De ahí que la moral fuera decisiva en esta clase de lucha. Quien tenía los redaños de aguantar más tiempo la lluvia de plomo del enemigo, vencía. Por eso, las unidades más entrenadas, más bregadas en el combate, se imponían sobre las unidades de reclutas. No por tener más puntería ni disparar más seguido, sino por pura disciplina, por cumplir ciegamente las órdenes y quedarse ahí plantado mientras el otro te regala plomo y metralla. Eso explica por qué la brutalidad y se diría que el sadismo de la disciplina militar a lo largo del siglo XVIII. El soldado había de tener más miedo de su sargento mayor que de todo el ejército enemigo junto. 

Ahora, unos técnicos e historiadores catalanes se han sumado al debate, para intentar probar, en primer lugar, qué disciplina de fuego era más eficiente y en segundo lugar, para comprobar si esa capacidad de disparar más y mejor que el enemigo era capaz de decidir una batalla. Como no es posible armar a mil voluntarios por aquí y mil voluntarios por allá y liarlos a tiros entre ellos, por ver qué pasa, han optado por la simulación por ordenador de situaciones tácticas estándar. 

Han conseguido sacar a la luz un artículo en el Journal of Simulation, publicado en línea el 18 de enero de 2013. El artículo se titula The development of new infantry tactics during the early eighteenth century: a computer simulation approach to modern military history. Lo firman Rubio-Campillo (un programador del Centro de Supercomputación de Barcelona), Cela y Cardona (dos historiadores de la Universidad de Barcelona). Es un artículo muy interesante. Cuando lo publican en inglés hablan de the development of new infantry tactics y cuando publican la nota de prensa en español o catalán hablan de los errores de catalanes y Borbones en la Guerra de Sucesión. Como dicen en catalán, qui paga, mana, y no abundaremos más en los problemas de traducción, porque el trabajo tiene su interés. 

Simulación del despliegue táctico de las líneas francesas.
En la fotografía, regimientos navarros, italianos, alemanes y franceses.

La simulación sistemática en los estudios militares se remonta al Kriegsspiel prusiano (que nació hacia 1812) y no es nueva, en absoluto, aunque las computadoras de hoy en día son capaces de simulaciones realmente impresionantes. Dejando a un lado los clubes británicos de aficionados a wargames (algunos, formados por historiadores y militares) y los adolescentes con granos que están todo el día delante de la pleiesteishon matando enemigos, la simulación como herramienta de trabajo no ha llamado la atención de los historiadores europeos. Mejor dicho, no suelen tomársela en serio. 

Simulación del despliegue táctico de las filas aliadas.
Destacan las tropas británicas, neerlandesas y alemanas. 

Pero Rubio-Campillo, Cela y Cardona llaman la atención sobre la capacidad de la simulación para comprender el porqué del resultado de una batalla, después de diseñar un complejo programa que reproduce las situaciones tácticas de las formaciones de infantería de los primeros años del siglo XVIII. Friqui, friqui, ¿verdad? ¡Por eso me encanta el trabajo en cuestión! 

Han descubierto (permítanme la cursiva) lo que ya sabían Mambrú y compañía: La moral de la tropa es determinante y el grado de profesionalidad, también, especialmente cuando uno se está ametrallando con el enemigo a tiro de piedra. En una situación así, decían los militares, gana el que tiene los c... más grandes, y perdonen ustedes. 

Sitio y asalto de una ciudadela.
Podría ser la simulación del asalto a las murallas de Barcelona.

No importaba tanto disparar por rangos o secciones, sino aguantar y aguantar la balacera, sin dar un paso atrás, porque el que da media vuelta, pierde. En muchas batallas, los aliados (ingleses, holandeses y alemanes) se impusieron sobre los franceses y españoles no porque disparasen más o mejor, sino porque tenían una tropa más acostumbrada a los rigores del combate. 

Los ingleses barren para casa y aseguran que su sistema de fuego era mucho mejor que el de los demás, pero tanto la historia como la experiencia o la simulación pone en duda esta afirmación. Rubio-Campillo, Cela y Cardona lo cuentan con una simulación computerizada donde se ven unos puntitos que hacen las veces de soldados y se matan tranquilamente a tantos bits por segundo. Impresionante.