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El amor puede con todo


El amor puede con todo, hasta con un puente. Es lo que cuentan, después de lo sucedido en París, que exige una introducción.

Un escritor cursi italiano, Federico Moccia, se inventó (o adaptó, no sé) la idea del candado. Sea una pareja de enamorados que, para manifestar su amor, compran un candado a medias, lo cierran sobre la barandilla de un puente y echan la llave al río. El candado simbolizaría que uno se entrega al otro, se ata a él, de por vida... o hasta que encuentre la llave en el fondo del río, que ya es encontrar. Hay quien, previsor, se guarda una copia de la llave en el bolsillo y he visto (palabra de honor) candados que en vez de llave usan una combinación, porque hay enamorados previsores.

El amor provoca cursitis, o inflamación del cursi.

Este símbolo del amor preso por una cerradura, aparte de cursi, recuerda el empleo de los cinturones de castidad y el encierro de las princesas en las habitaciones más altas de un torreón. Pero el amor es ciego y los enamorados generalmente idiotas. La explicación se encuentra en una serie de hormonas que comienzan a segregar sustancias estupefacientes y alucinógenas que afectan al cerebro de las víctimas del enamoramiento, pero si sigo hablando en este tono, me van a coger manía. Así que lo dejo, por no pasar por antipático.

Primeras señales de peligro. Un candado amoroso en la torre Eiffel.

Moccia tuvo un grandísimo éxito. Su libro se vendió como rosquillas. La idea del candado también tuvo éxito. De hecho, más éxito que el libro. Pronto, Europa (no sé cómo anda América en este caso) se llenó de barandillas de puentes saturadas de candados. No sólo puentes. Se encuentran candados en la torre Eiffel, en la barandilla de la cúpula de la catedral de Florencia, en la reja de los jardines del Retiro... Una epidemia de candados. En algunos casos, la cantidad de enamorados idiotas con candados a mano ha puesto en serios apuros a las autoridades que intentan preservar el paisaje urbano o los monumentos histórico-artísticos.

El Pont des Arts, antes del ataque del candadismo cursi mocciano.
¡París bien vale una misa!

El Pont des Arts, plagado de candados cursis moccianos.

En París, ay, que tiene fama de ser la ciudad del amor (no me pregunten por qué), en París, decía, el puente predilecto de los enamorados con candado es el Pont des Arts (Puente de las Artes), que cruza el Sena y une el Museo del Louvre con la Academia Francesa. Es un puente de madera de 155 metros de largo, peatonal, que comenzó a recibir candados, candados, más candados, hasta que este domingo...

Precedentes. Una barandilla próxima al puente también se rompió por culpa de tanto amor.

En fin, que el domingo dos metros y medio de barandilla del Pont des Arts se fueron abajo por el sobrepeso de los candados. El puente no pudo resistir el peso de tanto amor y la barandilla metálica se colapsó. 

Aunque los técnicos municipales de París juran y perjuran que ni que quisieran caería la barandilla encima de esos paquebotes cargados de turistas que navegan por el Sena, no les cayó encima de puro milagro. A las seis menos diez de la tarde, para ser exactos. Un crujido, un chirrido y la barandilla se vino abajo. A tomar viento. El puente, cerrado hasta el lunes, si no hay novedades.

El pedazo de barandilla doblegado y arrojado al vacío por culpa de tanto amor.

El Pont des Arts es un señor puente con dos siglos de historia (un puente napoleónico), pero no está pensado para soportar un sobrepeso de toneladas (sí, toneladas) de candados. Además, ya son muchos los parisinos y los turistas (especialmente, yanquis) que se han quejado de la fealdad del puente lleno de candados. De hecho, algunos técnicos del municipio ya habían avisado. Unos, porque había evidentes problemas de seguridad, y el tiempo les ha dado la razón. Otros, porque estaban dejando un monumento hecho unos zorros, con tanto candado.

A los munícipes parisinos también les va la tontería y buscan (cito) una alternativa artística, solidaria y ecológica a la manía de poner candados en las barandillas de los puentes. ¿En qué consiste tal alternativa artística, solidaria y ecológica? ¿La verdad? Nadie sabe cuál podría ser. Pero comienzan a preocuparse por los candados que están reproduciéndose en la torre Eiffel. Si ésta se colapsa...



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