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Progreso, proceso o deceso


La política catalana no tiene remedio. Quizá lo tenga, pero ahora mismo no lo veo. En parte, porque vivimos en permanente estado de confusión y agitación, a verlas venir. 

Trabajadores de Santa Coloma de Gramanet reclamando escuelas públicas.
En los años setenta, la gente de izquierdas era de izquierdas y Pujol, de Banca Catalana.

Tenemos un follón de padre y señor mío en distinguir izquierdas de derechas. Los catalanes son los españoles que se definen a sí mismos más a la izquierda. Pero también somos los que damos más votos a la derecha. No es cosa de ahora, sino que llevamos muchos años así y la serie histórica pone los pelos de punta (a uno de izquierdas). 

Será así porque la gente confunde las cosas. Creen que levantar una bandera es de izquierdas y levantar otra es de derechas. Así, más de la mitad de los votantes de CiU se consideran... ¡de izquierdas! No de centro izquierda, no: ¡de izquierdas! Es un caso de esquizofrenia política digno de estudio, no me digan que no.

He leído un dato que hecha más leña al fuego. Ustedes conocerán al señor Mas, don Artur, que es presidente de la Generalidad de Cataluña e hijo y heredero político de don Jordi Pujol, el de Banca Catalana. No les diré más de Mas, pero señalaré que es un político de derechas, muy de derechas. Mas es lo más a la derecha que conocemos en lo económico, lo social, lo cultural y lo nacional. ¡Hasta hace campaña electoral con una monja! No hay más que decir. 

Se pregunta a los encuestados si creen que Mas ha sido, es, un buen presidente. Ocho de cada diez votantes de CiU y de ERC (sí, señores, de ERC) creen que sí. Seis de cada diez votantes de la CUP (sí, señores, de la CUP), también. Si preguntan a esos votantes de ERC y la CUP, seguro, seguro, que se definen a sí mismos como de izquierdas. Ver para creer.

En cambio, todos (en verdad, casi todos) los votantes del PP creen que ha sido, es, un mal presidente, pese a ser de derechas y defender una misma política económica y social que el señor Mas (y votar lo mismo en Madrid). Nueve de cada diez votantes de Ciudadanos piensan igual de mal del presidente. En las izquierdas (llamémoslas así), el rechazo a la labor de Mas es igualmente claro. Ocho de cada diez votantes del PSC, de IC-V, de Podemos (o semejantes) también creen que no vale un pito como presidente. 

En Barcelona ciudad, vale la pena examinar el voto en los barrios más ricos y en los barrios más pobres. CiU, PP y la CUP (sí, la CUP) son los partidos más votados por las clases más adineradas. Quiero decir que el total de votos que consiguen estos partidos es directamente proporcional al nivel de renta de la población. Son los partidos de los ricos. En cambio, será inversamente proporcional a la renta en el caso del PSC y los alrededores de Podemos, que son los partidos más votados por las clases más empobrecidas. Son los partidos de los pobres. El voto de ERC, IC-V y Ciudadanos no depende tanto de la renta familiar como de otros factores (la lengua de uso habitual, por ejemplo).

Por eso pasan las cosas que pasan, y las izquierdas se abrazan con las derechas o les regalan la presidencia de la Diputación de Barcelona o Tarragona, porque todo se confunde y la bandera es chachi, aunque tape el cierre de plantas de un hospital público. ¿Que el presidente recién elegido de la Diputación de Tarragona está imputado por corrupción? No importa. Se tapa con la bandera y no se nota. Todo sea por el proceso. Primero, el proceso. Luego, cuando se decida qué partido de derechas manda aquí, si los burgueses de ciudad o los carlistas de pueblo (CiU o ERC), ya veremos si queda sitio para el progreso. Primero, qué hay de lo mío y segundo, donde dije digo digo Diego.

En el Ayuntamiento de Barcelona vuelve a darse esta confusión entre proceso y progreso, entre lo nacional y lo social, las izquierdas y las derechas. Tres de cada cuatro votantes de Podemos en Cataluña creen prioritarias las políticas sociales y una pérdida de tiempo las reivindicaciones nacionales, pero la señora Colau parece que baila la música de la derecha, la del proceso, y le ríe las gracias a una monja antivacunas (que debería de estar denunciada por poner en peligro la salud pública). Más de uno se llevará una desilusión y muchos (o quizá sean pocos) quedarán huérfanos de políticos, una vez más.

Uno tiene que decidirse por las personas o por las banderas, por lo social o lo nacional. Que digan lo que quieran, pero hay que elegir. No queda otro remedio. O eso o vamos a peor, quedan avisados.

Proceso y progreso son incompatibles. El primero es hijo de la derecha hegeliana y el segundo, de su izquierda. Son alfa y omega, tesis y antítesis, blanco y negro. En los extremos de la muestra, los escamots de Estat Català disparaban contra los anarquistas, y viceversa. Sus herederos, hoy, avergonzarían a sus bisabuelos. Según Hegel, mal rayo le parta, nacerá una síntesis entre proceso y progreso, que mucho me temo será el deceso (social, económico, político y cultural, se entiende).

Como mis lectores sabrán, Hegel y yo nos llevamos fatal y no creo que vaya a salir una síntesis de nada. Me tendré que conformar con Nietzsche y no les extrañe verme abrazado a un caballo cualquier día de éstos. Como ahora.

El señor del bigote es Nietzsche, haciendo las veces de caballo.
La señora de la fusta NO es la señora Colau.


2 comentarios:

  1. "CiU, PP y la CUP (sí, la CUP) son los partidos más votados por las clases más adineradas". ¿Lo de la CUP de donde lo sacas?

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    1. Consulta el porcentaje de votos por barrio en Barcelona ciudad con la renta familiar media de cada barrio. En los cinco barrios más pobres de Barcelona, la CUP no obtiene casi nada; en los barrios más ricos, en cambio... El porcentaje de votantes de la CUP en Barcelona es directamente proporcional a la renta media familiar.

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