Amanece en los periódicos con una noticia que se ha convertido en un manantial de tinta. Ayer al mediodía y primeras horas de la tarde se extendió un mal olor por Barcelona que provocó las quejas de docenas de ciudadanos y si uno hace caso de los periódicos, escenas de pánico entre la población, que huía despavorida de la peste que se le echaba encima. En verdad no hubo para tanto.
El caso ha llamado la atención de los periódicos y éstos no paran de darle vueltas al asunto. Las autoridades parecen inquietas y andan todas preocupadas, me cuentan. Se dijo que podría ser abono empleado en las huertas de Prat de Llobregat, pero ahora dicen que no pudo ser eso y ¡vuelve a apoderarse el pánico de todo quisque! ¿Qué pudo ser? ¿De dónde salió el rancio aroma de podredumbre y corrupción?
Reconozco que ayer, hacia las dos de la tarde, me pareció oler a queso, a uno de esos quesos que maduran hasta alcanzar el olor a pies tan apreciado por los sibaritas, pero no le dí la mayor importancia y ya está. Ni pánico ni nada.
Ni periodistas ni autoridades parecen haber leído Hamlet. En el Acto I el príncipe exclama, alzando las narices: ¡Algo está podrido en Dinamarca! Ah, si fueran un poco más leídos...
Ayer fuímos todos un poco Hamlet. Olía a 3%. Lo tengo claro.
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