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Pues, tampoco (Gran Premio de España 2016)



Este fin de semana, Barcelona sufrió las siete plagas de Egipto, como dijo un escritor al que sigo de cerca. A saber: el fútbol, las elecciones, los turistas... y así hasta la séptima, que era la carrera de Fórmula 1, que se corría en Montmeló. Fue una carrera muy divertida y también extraña. Quizá por eso fue divertida.

La principal causa de tanta diversión fue que en la primera vuelta, no bien trazadas cuatro curvas, los dos Mercedes-Benz se embistieron el uno contra el otro y quedaron ambos fuera de carrera. Su apabullante dominio quedó hecho unos zorros y Ferrari, que estaba esperando una oportunidad como ésa (y tenía a sus jefazos en los boxes, siguiendo la carrera a pie de cañón), se lanzó al ataque. Pero también Red Bull se lanzó al ataque. 

Se demostró que Ferrari corría más (en la recta sacaba a los Red Bull casi 20 km/h de ventaja), pero era más inestable. Lo ganado en la recta se perdía en las curvas y la estrategia del cambio de neumáticos no fue (quizá) la mejor. Ganó un piloto con 18 añitos, el chaval, Max Verstappen, que lo hizo muy bien, y detrás fueron los dos Ferrari. Raikkonen no pudo con el chaval (aunque se acercó mucho) y Vettel sólo se libró de Ricciardo porque en la última vuelta éste pinchó una rueda y quedó cuarto. Segundo y tercero, no está mal, pero sabe a poco. Los ferraristas de verdad vivimos acostumbrándonos a esta sensación.


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