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Diccionario enciclopédico de la vieja escuela



Me planteo una pregunta tonta, sabiendo que las preguntas tontas son las más inteligentes. Ésta es si el Diccionario enciclopédico de la vieja escuela es una obra o qué es. 

Está compuesto de una materia recogida de aquí y de allá, artículos publicados en El País y en otros medios (entre los que citar varios blogs), más algún que otro artículo inédito y publicado en este libro por primera vez. Si sólo atendiéramos a este hecho, el libro sería una colección de artículos de un autor, que tienen en común haber sido escritos por él. Es decir, varias obras en un mismo libro, y no una. Es una práctica habitual que ha dado muy buenos libros. Nada que objetar.

Pero no es así, aunque pueda parecerlo. Con aparente simplicidad y sencillez, como quien no quiere la cosa, el autor ha convertido esta colección en una especie de Diccionario enciclopédico de la vieja escuela con el truco del orden alfabético, echándole humor e ingenio, y así, de una forma tan elegante como sorprendente, ha convertido una colección de artículos dispares y dispersos en un ente coherente en sí mismo, en una unidad en la que no importa ni el cuándo ni el dónde fueron escritos tales o cuales artículos, ni siquiera qué dicen. Nos enfrentamos a una obra que en los principios del siglo XX llamarían collage... Pero creo que ésta es una mala comparación. Es otra cosa. En todo caso, es brillante.

Ahora me sobreviene otra pregunta tonta, y no es menor. He leído la obra (sí, es una obra, definitivamente), la he leído, decía, de la manera convencional, de principio a fin. Así, he leído la página n, luego la página n+1, luego la n+2, etcétera... ¿y no podría haber leído ahora una entrada y ahora otra cualquiera? ¿Alguien lee los diccionarios de principio a fin, de la A a la Z, en orden? No sé qué responder. Yo lo he leído todo y en orden y consideraría una pena no leer todo el libro. En cualquier caso, puede consultarse esa entrada o esa otra, a discreción. Es verdad que mi lectura, aunque ordenada, ha sido lenta y se ha visto interrumpida por otras lecturas obligadas y deberes, pero también ha sido atenta y gozosa, porque el libro, créanme, es una delicia.

Su Introducción es fantástica y ya anuncia por dónde irán los tiros. La balacera que sigue no defrauda en absoluto. Hay de todo. Se abordan temas recurrentes en el autor, como puede ser el mundo del tebeo de quiosco (hoy desaparecido en gran parte) y la reivindicación de la cultura popular (glosando a escritores de novelas a destajo, a cantaores de flamenco, a locutores de radio...); no falta espacio para la reivindicación política y ésta, más de una vez, se confunde con la añoranza de un mundo donde ser trabajador significaba alguna cosa hoy perdida. Hay temas que pueden gustar o interesar más o menos. Por poner un ejemplo, yo no soy de flamenco, quizá por desconocimiento o más seguramente porque prefiero otras músicas. Pero ¡caramba! Leyendo lo que dice Pérez Andújar de Salaíto y Puchero se me ponen los pelos de punta. ¡Qué bueno! Eso sólo lo consigue un maestro.

Sí, Diccionario enciclopédico de la vieja escuela es la última obra publicada (en forma de libro) de Javier Pérez Andújar. A la tonta a la tonta, a la chita callando, con apariencia de humor blanco y simple, nos ha caído encima la belleza de un poema, la reflexión de un filósofo y el punto de vista de un escritor que, hoy mismo, está entre los mejores del reino. En cualquiera de las entradas de su Diccionario enciclopédico de la vieja escuela hay literatura para dar y repartir. Mejor todavía, es un placer leerlo. ¡Quizá sea esto lo más importante! Muchos autores son interesantes; algunos son emocionantes; muy pocos, además, hacen de la lectura un placer y Pérez Andújar es de esos pocos. 

Joder, qué envidia me da leerlo. ¿Algún día escribiré la mitad de bien? 

2 comentarios:

  1. Le aseguro, Sr Luis, que yo he leído algo suyo, y que ya sabe que en EERR no hacemos crítica literaria, entre otras cosas porque no sabemos, pero aún y así tenemos criterio, y a lo que iba, le aseguro, decía, que ud no escribe nada mal, pero nada.
    Salut

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    1. Me abruma usted, caramba. En cualquier caso, gracias por leerme y todas esas cosas que suelen decirse. Un abrazo.

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