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El incendio de la torre antiaérea de Friedrichshain (III)


El incendio de Friedrichshain se llevó por delante los depósitos del Schloss Museum, el Museum für Völkerkunde, el Deutsche Museum y el Kaiser Friedrich Museum. En total, más de setecientos treinta y cinco metros cúbicos de obras de arte. 

La lista de obras perdidas para siempre pone los pelos de punta: más de ocho mil piezas consideradas como antigüedades chinas, precolombinas o egipcias, estatuillas, vasos canopos, cerámica, sarcófagos, amuletos, una impresionante colección de vasos griegos, casi tres mil piezas de cristalería de valor excepcional, cuatrocientas de las mejores esculturas y bajorrelieves del Renacimiento, sin contar con los cuatrocientos diecisiete lienzos de la Gemäldegalerie (la Pinacoteca), que no fueron a las minas.

Una de las salas del Kaiser Friedrich Museum antes de la guerra.
Prácticamente todo esto se perdió en el incendio.

De la Pinacoteca se perdieron ciento cincuenta y ocho obras de la Escuela Italiana, entre las que destacan setenta y una pinturas de la colección Solly, diez de la colección Giustiniani y los grandes lienzos de las colecciones de los Lecchi y Hohenzollern. También, ochenta y nueve pinturas holandesas, cincuenta y cuatro flamencas y sesenta y siete pinturas alemanas. Entre todas estas pinturas hay obras de Fra Angelico, Luca Signorelli, Caravaggio, Rubens, Chardin, Zurbarán, Murillo, Reynolds y un larguísimo etcétera que parece que no se acaba nunca.

El primer San Mateo y el ángel, de Caravaggio, perteneciente a la colección Giustiniani y perdido para siempre (se supone) en el incendio de la torre L de Friedrichshain.

A decir de muchos, desde el punto de vista de la pérdida de obras de arte figurativas, el desastre de Friedrichshain sólo es comparable con el incendio del Palacio y el Alcázar de Madrid de 1734, donde se perdió tanto de la colección de la Corona Española. Desde el punto de vista museístico, sólo el saqueo de los museos de Bagdad podría superarlo.

Pero ¿quién incendió la torre L de Friedrichshain?

Los soviéticos no tardaron en hablar de saboteadores nazis. En la época de Stalin, cualquier otra conclusión estaba prohibida o fuera de lugar, aunque también consta la posibilidad de un accidente o de un incendio fortuito en algún informe oficial de la Brigada de Trofeos del 47.º Ejército.

La idea de saboteadores nazis no es descabellada, pero es poco realista. El complejo antiaéreo de Friedrichshain llevaba días abandonado y había sido concienzudamente saqueado por los berlineses y los soviéticos en busca de alimentos, ropa o cualquier cosa de valor. Asombra que las celdas con las obras de arte en su interior permanecieran aparentemente intactas el día anterior al incendio. Eso demuestra que los merodeadores no buscaban enriquecerse, sino sobrevivir, y que no tenían tiempo que perder en forzar puertas, empresa en la que podrían verse sorprendidos por una patrulla de la policía militar. Es cierto que la locura nazi pretendía arrasar Alemania ante la derrota, para castigar al débil pueblo alemán, que no había sabido estar a la altura de los planes de Adolf Hitler, y para no dejar nada al enemigo. Esos planes malvados incluían las obras de arte. Pero incendiar la torre L en medio de Berlín... A mí no me parece la opción más evidente.

Años más tarde, hubo voces que acusaron a los soviéticos. Pero entonces no se conocían los informes de la Brigada de Trofeos del 47.º Ejército, que se publicaron en los años noventa. Leyendo esos informes se ve que los soviéticos fueron los primeros en sorprenderse por el incendio. Eso no descarta que hubiera sido algún soldado soviético, queriendo o sin querer, el que ocasionó el incendio.

Yo me inclino por pensar en un incendio accidental. Un grupo de curiosos, un berlinés buscando algo que comer, un saqueador aficionado... Cualquiera de ellos con una antorcha en la mano. Alguien pudo encender un fuego para calentarse o cocinar algo. Además, después de una batalla, con todos los restos de explosivos y municiones sueltos por ahí... Quién sabe. El riesgo era evidente, el peligro estaba servido y al final, pum, se quemó.

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