Finalmente, llegó el día de Sant Jordi. El primer Sant Jordi en el que iba a enfrentarme a uno de los efectos secundarios de escribir: firmar dedicatorias para mis queridos lectores.
Supongo que no es lo mismo tener que firmar cientos de ejemplares y correr de librería en librería, ahora aquí y ahora allá, con el cronómetro puesto, que firmar unas docenas de libros sin prisa, pero sin pausa, con tiempo para saludar y charlar con los lectores. Este último ha sido mi caso y, créanme, la experiencia ha sido agradabilísima.
Gente... Había mucha gente. Casi me atrevería a decir que toda la gente. Tanta que me he quedado con las ganas de saludar a unas cuantas amistades que estaban por ahí vendiendo sus libros. A todos, un fuerte abrazo, y siento no haberos visto. También había gente que no tenía nada que ver ni con el mundo editorial ni con la horticultura y, la verdad, podrían dedicarse a sus labores un día en que el libro (y la rosa) tendría que ser el gran protagonista. ¡Para una vez que la gente compra libros...!
Pero ¡no me quejo! Porque ha ido estupendamente y me lo he pasado en grande. Tenía que estar firmando durante una hora y, al final, he estado firmando dos. He recibido muestras de cariño de mis lectores y editores y he sido, en líneas generales y en detalle, muy feliz.
Quiero agradecer, desde estas líneas, esta oportunidad y este día a Principal de los Libros, que me publica. También, naturalmente, dar las gracias a tantos lectores conocidos y por conocer, a los que he conocido y a los que no he podido conocer. Etcétera.
Y ya puestos, ¿no he venido yo aquí a hablar de mi libro? Pues, ahí va: mi libro.
¡Leed, leed y disfrutad!
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