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La conjura de los fabricantes de bolsas de plástico


Tengo para mí que muchas de las cosas que están sucediendo alrededor del Procés las guía desde las sombras una mano negra. Negrísima. Algún malvado que no se cuida de nada más que de sus propios intereses y que por beneficiarse él es capaz de jodernos a todos, y perdonen ustedes. Pero los últimos acontecimientos han arrojado algo de luz en la oscuridad y he aquí que la conjura (al menos una de ellas) se está descubriendo.

Atiendan:

La Directiva Europea 2015/720 impuso medidas para restringir apreciablemente el uso de las bolsas de plástico. Obligaba a reciclarlas y a fabricarlas con un contenido mínimo de plástico reciclado; también pretende prohibir las bolsas ligeras (con un grosor inferior a 50 micras) en 2021. La idea es hacer desaparecer las bolsas de un solo uso y reducir el consumo de plástico en lo posible, porque provoca muchos problemas ambientales (ahora no entraremos en detalles).

Un Real Decreto publicado el 18 de mayo de 2017 nos puso al día en España con la legislación europea. A modo de ejemplo de sobras conocido, desde el 1 de julio del año pasado nos cobran por cada bolsa de plástico en el supermercado. 

Esto, claro, ha puesto a los fabricantes de bolsas de plástico contra las cuerdas y les está suponiendo un pastón en pérdidas. ¿Y dónde está la mayor concentración de fabricantes de bolsas de plástico en España? ¡Ajá, lo han adivinado! En Cataluña.

Con ánimo euroescéptico (es decir, cagándose en las directivas europeas que les están arruinando el negocio), la ACFBP (Asociación Catalana de Fabricantes de Bolsas de Plástico) metió mano en los acontecimientos que arruinaron del todo la política catalana en la segunda mitad de 2017. 

¿Pruebas? No tengo. Acaso algún indicio. 

Al menos tres socios de la ACFBP están implicados en la compra de las fiambreras de plástico que luego serían empleadas como urnas en la manifestación popular del primero de octubre. El ir y venir del plástico de aquí para allá dejó un buen puñado de comisiones por el camino y alguno estrenó coche aquel otoño. No señalaré a nadie. Mientras tanto, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado llegaron a Cataluña bien provistos de bolsas de plástico. ¿No se lo imaginan? ¡Exacto! La provisión de bolsas para las fuerzas de orden fue cubierta por otros socios de la ACFBP. Un pie aquí y el otro, allá.

Sigo. Mientras las empresas asociadas a la ACFBP con mayor capital trasladaban su sede social y fiscal fuera de Cataluña, encargaban ingentes cantidades de tinte amarillo. Parecían adelantarse a los acontecimientos hasta tal punto que es lícito preguntarse si en verdad no los impulsaron o provocaron. Se sabe, por ejemplo, que el presidente Puigdemont recibió una llamada del señor secretario de la ACFBP justo antes de decir a sus consejeros que se iba a por tabaco y aparecer, acto seguido, en Bruselas. ¿Qué le diría? El caso es que fue justo después de estar viendo con ellos el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Girona en su casa, sita en una urbanización al lado de un campo de golf, que entre sus vecinos cuenta... ¡Sí, señores! ¡Cuenta con la vecindad del tesorero de la ACFBP! Luego se ha sabido que una parte de la reserva del alquiler del chalet de Waterloo también lo puso un miembro destacado de la ACFBP, y ahí lo dejo.

El resto es más o menos público. Después vino el arresto de varios consejeros y de la huída del resto, que se habían largado sin avisar a los que se quedaron. A partir de ahí, se agitaron las redes sociales. Gracias a la intervención de los mejores publicistas de la ACFBP se consiguió que dos millones de catalanes, catalán más, catalán menos, quisiera comprar al menos una bolsa de plástico amarilla para hacer lacitos que atar a farolas, barandillas y toda clase de mobiliario urbano. La venta de bolsas amarillas ha conseguido que la cifra de ventas de los asociados a la ACFBP se haya incrementado un 43,52% el primer trimestre de 2018 y que supere en 4,8 puntos la producción de bolsas antes de la prohibición. Estas ventas, además, han servido para desprenderse de un estoc de bolsas de plástico amarillo ya prohibidas que no tenían ninguna otra salida en el mercado.

Sin embargo, la ocupación del espacio público con millones de tiras de plástico no reciclable procedentes de bolsas de plástico amarillas está ocasionando problemas ambientales imprevistos. La aparición de fragmentos de plástico amarillo en el estómago de aves, peces y rumiantes en los bosques catalanes se ha incrementado en un 15% en apenas un año y es responsable de la asfixia de un cachorro de oso pirenaico, por lo menos y que se sepa. 

Pero todo lo que sube baja y las ventas de bolsas de plástico amarillas habían disminuido poco antes del verano, aproximándose a los niveles de venta habituales en 2017. Mientras tanto, los plásticos amarillos, expuestos a la intemperie durante días y días, iban adquiriendo un color grisáceo, francamente desagradable, lo que daba una mala imagen al mercado de bolsas de plástico. ¡Había que hacer algo con urgencia!

La ACFBP no se lo pensó dos veces e ideó una estrategia para la renovación de los lacitos confeccionados con tiras de plástico amarillas, lo que supondría otro incremento de su cifra de ventas. ¿Y cómo se renuevan esos lacitos? ¡Arrancándolos, para poner otros en su lugar! En eso están.

Ya lo digo: pruebas no tengo, pero indicios... Todo este follón es una conjura de los fabricantes de bolsas de plástico, la ACFBP. Tenía que decirlo. Ya verán como el tiempo me dará la razón. 

Mientras tanto, los restos de plástico se están colando en nuestro ecosistema y en nuestro paisaje, dejándolo que da pena, y todo por el beneficio de unos pocos y perjuicio de todos los demás, ya ven.

Novedad de última hora.
La ACFBP está diversificando el mercado, promocionando bolsas de plástico de más colores.
Foto in situ, por el autor.



2 comentarios:

  1. Que no, que no. El aumento del plástico se explica porque cada vez se necesitan más bolsistas para recoger las cagadas que ciertos parlamentarios depositan en plena calle. Slds.

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  2. Ostras....ya decía yo que esto amarilleaba un poquito mucho.

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