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La nota del jefe


El único papel sobre la mesa era una nota dirigida a él.

Dicen los periódicos que cuando Puigdemont fue elegido presidente de la Generalidad de Cataluña encontró el despacho completamente limpio de papeles, con la excepción de una nota en un sobre, sólo para sus ojos. Para los lectores de los periódicos amarillos esa nota no existe; para los lectores de los demás periódicos, se menciona apenas en uno o dos y se olvida, acto seguido, porque les parece que no merece más atención. 

Quede dicho que no puedo asegurar que la anécdota sea cierta, cuando los periódicos mienten más que hablan. Pero nadie ha desmentido la noticia, ni el autor de la nota ni el receptor de la misma. Si es mentira, a unos y a otros les parece lo más natural del mundo y no les parece extraño, lo que ya dice mucho de todo este asunto. Si es verdad...

Cuando uno deja un cargo y lo cede al siguiente, es de recibo y señal de buena crianza saludar al recién llegado y desearle suerte. Si acaso, en una visita informal, que servirá para informarle de dónde están los lavabos, enseñarle cómo funciona el termostato, presentarle al personal de la oficina y cosas por el estilo, que son informaciones muy útiles y bienvenidas. Por eso, que el presidente Puigdemont encontrara una nota en la mesa (una sola, dejada ahí a propósito para ser leída en privado), en principio, no tendría por qué ser raro. En principio, digo.

El autor de la nota.

Porqué ¿quién escribió esa nota? Jordi Pujol, el expresidente de Banca Catalana, evasor fiscal confeso, capo de una particular familia que semeja mafiosa a poco que uno la va conociendo, aquel que aseguró que, a partir de ahora, de ética hablaremos nosotros. Sí, en efecto, la nota que dejaron a propósito encima de la mesa, de una mesa limpia de cualquier otro papel, era de Jordi Pujol. 

¿Quién dejó la nota? ¿Cómo hizo para que la dejaran ahí? Entre Pujol y Puigdemont están Maragall, Montilla y Mas, así que no era una nota de saludo o bienvenida de un presidente al siguiente, porque eso le hubiera correspondido a Mas, creo. 

Por lo que dice la prensa, era una nota llena de consejos e instrucciones. Chaval, cuida de lo nuestro (lo mío). Haz esto, haz lo otro, no hagas lo de más allá... Por encima de todo, hazme caso a mí

Todo parece indicar que el presidente Puigdemont leyó la nota y la guardó en el fondo de un cajón, o quién sabe dónde, y que no hizo demasiado caso de ella, o quizá sí, yo qué sé. Si hizo bien o mal por hacerle o dejarle de hacer caso, no me importa, porque lo que me importa es ¡¿quién se ha creído Jordi Pujol que es?! ¡¿Quién se cree la gente que es para dejarle obrar así?!

Ese gesto denota muchas cosas: su modestia, y ya me entienden; el poder que todavía detenta (intenten ustedes dejar un sobre encima de la mesa del presidente y verán); la consideración de una institución pública como algo propio, indiscutida; el poder en las sombras de la familia, y ya sabemos de qué familia; el silencio de todo el mundo (nadie pregunta, nadie se escandaliza, todos callan o miran hacia otro lado)... Esa nota es, en sí misma, un mundo, un síntoma, de un cuerpo político enfermo (y el cuerpo político incluye tanto a los que mandan como a los mandados, ojo).

Poco importa lo que dijera la nota. Es el hecho de la nota en sí. 

Para redondear todo este asunto sólo falta la cabeza de un caballo. Ya la pongo yo.




¡Felicidades, campeón! (Gran Premio de México 2018)


El campeón.

Ha ocurrido lo que todo el mundo decía que iba a ocurrir, que Hamilton ganara en México el Campeonato de Pilotos 2018 de la Fórmula 1... ¡y ya van cinco veces! Ante algo así, tan grande, sólo nos resta felicitar al campeón. ¡Bravo!


Sigue abierto el Campeonato de Constructores, aunque con ventaja para Mercedes-Benz. En México, los dos Ferrari subieron al podio, detrás de un Red Bull, y sumaron un montón de puntos que nunca vienen mal. ¿Conseguirán eso tan difícil? Por lo que se ve, están mecánicamente a la par con los Mercedes-Benz y si los pilotos dan lo mejor de sí y no cometen errores... Queda una brizna de esperanza, ¿no? Poquita, pero quien no se consuela es porque no quiere.

El Panteón y las orejas del asno


Vista aérea del Panteón de Agripa.

La cabecera de El cuaderno de Luis está adornada con una fotografía en blanco y negro que tomé hace años en Roma. El objeto fotografiado es la cúpula del Panteón de Agripa, visto desde dentro, mirando hacia la linterna. El Panteón, esa inmensa y bellísima cúpula, es uno de mis edificios favoritos, uno que siempre me ha cautivado, y quizá un día le dedique una buena entrada en este sitio. Ahora, sin embargo, quisiera hablar de sus orejas de burro.

El Panteón (al que siempre me refiero llamándolo Pantheon, en italiano) es (o era) popularmente conocido en Roma como la Rotonda (o la Rotonna, aquello redondo) y de ahí que la plaza frente al edificio se llama Piazza della Rotonda. Es uno de los edificios más notables de la antigua Roma y la cristiandad pasó muchos años sin saber qué hacer con él. 

En 608 dC el papa Bonifacio IV decidió convertirlo en iglesia. ¡Menos mal! Porque, si no, habría sufrido la suerte de la piqueta y hubiera sido derruido. En aquellos tiempos trataban así a los grandes monumentos de Roma, qué le vamos a hacer. Queriendo o sin querer, el Panteón fue el primer templo pagano en el que no se interrumpió el culto (aunque cambiaron los dioses) y el primero en convertirse en iglesia cristiana prácticamente intacto. Pero, así y todo, el Panteón era enorme y Roma se achicaba por momentos. En algún punto de finales de la Edad Media Roma llegó a tener menos de 15.000 habitantes, y eso que durante el Imperio había sobrepasado el millón.

Pero en el siglo XV comenzaron a cambiar las tendencias y después del Cisma de Occidente el papado se puso las pilas. Roma comenzó a crecer y poco a poco se convirtió en un centro de poder terrenal. El Renacimiento hizo renacer (perdonen por la redundancia) el interés por la antigua Roma y se demolieron los edificios medievales que se habían pegado al Panteón, para mostrarlo en toda su magnificencia. 

En 1542, Pablo III creó la Congregación de San José de Tierra Santa, que pronto fue más conocido como la Accademia dei Virtuosi al Pantheon (que todavía existe como Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón), formada por los artistas más prestigiosos de Roma (es decir, aquéllos que gozaban del favor del papa). Decoraron algunas capillas del Panteón y enterraron en él a Rafael o a Vignola (el arquitecto que sucedió a Miguel Ángel Buonarroti en la Fábrica de San Pedro).

El Panteón hacia 1600, cuando el Jubileo.
¿Es un campanario eso que asoma en la entrada?

Pero llegó la Contrarreforma y se instaló en el mundo católico una especie de locura censora que pretendía purificar los templos paganos y a alguien se le pasó por la cabeza que algo tendrían que hacer con el Panteón, que, pese a ser iglesia, era el ejemplo más sonado de la grandeza de Roma. Se hicieron exposiciones de cuadros píos bajo las columnas de la entrada (de los Virtuosos, normalmente), pero con eso no había suficiente. Los obeliscos egipcios eran trasladados y cristianizados con una cruz en la punta, pero ¿cómo cristianizar el Panteón? Pues, ¿qué tal unos campanarios?

Grabado del siglo XVIII donde se ven las orejas del asno.

Se levantaron dos campanarios inconfundiblemente barrocos a cada lado del pórtico, horrorosos. Hacen daño a la vista. Aunque puede que no estén de acuerdo conmigo, porque en cuestión de gustos más vale no sentar cátedra, el pueblo de Roma pronto bautizó a la pareja de campanarios las orejas del asno.

Aquí la historia nos priva de información fiable y verificable. No existen fuentes primarias sobre quién ejecutó y levantó esos campanarios. Es decir, no nos ha llegado ni el contrato ni nada parecido que diga Fulano lo hizo y le pagué tanto, Fulano lo diseñó... Sólo documentos que valen como fuentes secundarias. Es decir, que alguien deja dicho que Fulano le dijo que uno le dijo...

Unas fuentes apuntan a que la idea y diseño de los campanarios pudo partir de Maderno (el arquitecto de la Fábrica de San Pedro que modificó la planta y diseñó la fachada de San Pedro en Vaticano) y quizá fuera ejecutada por Borromini; a su favor, la afición que sentía Maderno por poner campanarios a pares en todas las fachadas. Otras fuentes, en cambio, apuntan a Bernini como ejecutor, y popularmente se acepta que fue él, Bernini, el constructor de ambos campanarios.

Dicho esto, en los libros de arte o arquitectura se encuentran partidarios de las orejas del asno levantadas por Bernini y partidarios de las orejas de asno levantadas por Borromini. Es más, no me extrañaría nada que al final no hubieran sido ni el uno ni el otro.

Lo siguiente parte de un usuario de Twitter con mucho criterio al que sigo asiduamente, @BerniniRocks, que apunta una explicación a un hecho muy conocido, que ahora cuento.
(Ver en https://twitter.com/BerniniRocks).

Es conocida la inquina y enemistad entre Bernini y Borromini. Cuentan que vivían uno frente al otro y que un día Borromini pintó o esculpió (no lo tengo claro) unas orejas de asno señalando a Bernini. Bernini respondió esculpiendo un falo enorme que apuntaba a Borromini. ¡Imagínense el divertimento del público! Y el mosqueo de las autoridades, con un falo en medio de la calle en la (supuestamente santa) capital del catolicismo, Su Santidad se puso serio y hubo paz forzosa, no sé si me explico. Amonestados ambos, tuvieron que retirar sus insinuaciones de la vía pública.

Pero, a la luz del mote popular que se ganaron los campanarios del Panteón (las orejas de asno), el mensaje de Borromini (un asno orejudo señalando a Bernini) podría ser examinado desde una nueva perspectiva. Como no hay nada seguro al ciento por ciento sobre el autor de los campanarios, queda constancia de la propuesta y que cada uno piense lo que quiera. 


Constancia fotográfica del Panteón con orejas de asno (arriba) y desasnado (abajo).
Ciertamente, mejora con el cambio.

En 1893, derribaron los campanarios. Otrosí, desasnaron el Panteón.

La paz de las mujeres


Queridos lectores:

¡Un nuevo artículo para Metrópoli Abierta! Esta vez promuevo un manifiesto contra la prostitución y la trata, éste, y eso explica por qué el artículo se titula igual que el manifiesto: La paz de las mujeres

Les animo a firmar. Lo que piden es más que justo.

Vamos de rodeo (Gran Premio de EE.UU. 2018)



En Austin, Texas, un Ferrari volvió a ganar (el de Räikkönen) y el otro quedó cuarto. El Mercedes-Benz de Hamilton quedó tercero (y mira que intentó adelantar) y el otro, al final, quinto. 

En los entrenamientos y la clasificación, la igualdad entre ambas escuderías fue más que evidente. En carrera, Vettel cometió un error en la salida y su compañero de equipo, en cambio, se mostró mucho más agresivo y oportuno, colándose delante de Hamilton, que prefería no jugársela porque tiene el campeonato en el bolsillo. Hamilton tuvo problemas con los neumáticos y cometió algún pequeño error en las vueltas finales y Räikkönen, después de 111 carreras sin ganar, ganó. Muchos aficionados celebraron esa victoria como si hubiera ganado... qué sé yo. Muy felices.

Se aproxima el final de la temporada y Ferrari no parece que vaya a alcanzar a Mercedes-Benz, aunque está ahí, tocando.

París, la cuenta atrás



Aquí me tienen, preparándome para un viaje. Todavía falta un poco, pero ya me siento impaciente. He necesitado muchos años y una buena excusa (una exposición de Caravaggio lo es) para dar el paso y reservar vuelo, hoteles y entradas a los museos de París. Mientras llega el día, comienzo a prepararme. 

He aquí la excusa:

He aquí otros motivos diversos:

Etc., etc., etc.

No será el menor de ellos que La conjura de Perregaux transcurriera en París, ¿verdad?

Band of brothers



He aquí una fotografía tomada por el maestro Dobos en la sala de armas de un grupo de tiradores veteranos tiene, a decir de un amigo mío, un aire decimonónico. Ya puestos en escena, también podríamos citar Enrique V, Acto IV, Escena 3, Shakespeare, cuando dice:

We few, we happy few, we band of brothers

Cosas importantes


Queridos lectores:

He aquí un nuevo artículo en Metrópoli Abierta. Esta vez quiero destacar que hay cosas importantes a las que parece que nadie hace caso. Por eso, el título es Cosas importantes. Espero que les guste.

Progreso en el asunto de los presos



En 2010 había, en toda España, casi 18.000 presos preventivos. Aproximadamente un 8% de ese total llevaba en prisión preventiva más de un año. 

A principios de este año, la población reclusa en España era superior a las 50.300 personas y de éstas, poco más de 8.100 eran presos preventivos. Es decir, el total de presos preventivos en España se ha reducido a la mitad, aunque el porcentaje de presos preventivos que llevaban más de un año en prisión ha pasado a ser de algo más del 11%. 

La media de permanencia en prisión como preso preventivo también ha disminuido ligeramente, quedándose en algo cercano a los tres meses.

En Cataluña, hay cerca de 1.400 presos preventivos y uno de cada diez lleva más de un año en prisión esperando juicio. Con todo, son menos que hace diez años. Por lo general, no gozan de ningún privilegio especial (con algunas sonadas excepciones, que ya conocen). 

Esta evolución de la población carcelaria ha pasado desapercibida por los medios y merecería un poco de atención y un análisis más cuidadoso. Porque podría mejorar la situación de muchas personas. Sin embargo, la población carcelaria por habitante y el número de presos preventivos en España es notablemente menor que en países como Bélgica, Holanda, Italia o los países nórdicos. 

El país donde florece el limonero



Una vez me preguntaron qué haría si tuviera muchísimo dinero. No lo pensé mucho. Dije que me iría a vivir a una villa toscana, donde cultivaría limones. Añadí lo de estudiar Historia del Arte en Italia, me parece, pero el asunto de los limones llamó la atención de mi interlocutor. ¡Luis! ¡Que en la Toscana no se plantan limones!, me dijo. Es tierra de viñas, si acaso. Como no me va el vino, no pensé más en ello.

Pero días después, mi interlocutor (que entonces vivía en Italia) volvió a tratar conmigo. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste, de largarte a la Toscana a plantar limones?, me preguntó, casi de inmediato. Pues he conocido a un príncipe italiano que se fue a vivir a la Toscana y tiene limoneros, me soltó. ¡Ahí queda eso! Primero, un príncipe, en una república, que es cosa digna de mención. Segundo, porque el tal príncipe, de rancio abolengo, se dedicó a plantar limoneros, como me hubiera gustado a mí.

Por eso, cuando Acantilado publicó El país donde florece el limonero, de Helena Attlee, graciosamente traducido por María Belmonte, me encontró predispuesto. Y sí, damas y caballeros, en la Toscana cultivan limones (y otros cítricos), aunque suele resguardarse en invierno en una limonaia, un invernadero especial para limones. Las macetas se sacan en primavera y en verano y se refugian en las limonaie en el otoño y durante todo el invierno. Es una costumbre que se inició durante el Renacimiento. El auge del Humanismo coincidió con una curiosidad por la ciencia y la botánica que impulsó el estudio sistemático de los cítricos y la colección de cítricos raros, dando paso a una especie de gabinete de curiosidades vegetal.

De eso y de muchas otras cosas he tenido noticias gracias al delicioso libro de la señora Attlee. Es magnífico. ¿Cómo es posible que un libro que habla del cultivo de los cítricos en Italia sea tan agradable, tan interesante, tan fascinante, como éste? Parecía que el tema no iba a dar mucho de sí. Pues, no. Uno se entera de la relación entre la mafia y las naranjas, de las fortunas que se hicieron en Sicilia gracias a los contratos de la Royal Navy, de recetas sabrosísimas y perfumes raros...

No creo que acabe plantando limones en la Toscana, pero seguro que exprimiré un par para hacerme una limonada tan pronto ponga fin a esta entrada de El cuaderno de Luis. Y como se me está haciendo la boca agua, no les diré nada más y nada menos que disfruten de esta lectura, que es absolutamente recomendable.

Las dos caras de la ratafía


Queridos lectores:

Una vez más, Metrópoli Abierta publica uno de mis artículos. Se titula Las dos caras de la ratafía. No pido que estén de acuerdo conmigo, pero ojalá les guste.

Llueve bajo los árboles


Después de llover y llover se han roto las nubes y un azul precioso ha manchado el cielo gris, arrancando blancos deslumbrantes en los huidizos cúmulos. A pie de calle, llovía bajo los árboles.

Montserrat Caballé (1933-2018)


En 1965, Montserrat Caballé cantó en el Carnegie Hall de Nueva York sustituyendo a la soprano protagonista, que había caído enferma. Cantó la ópera Lucrezia Borgia (en versión concierto) y tuvo un éxito apabullante. Veinte minutos de aplausos y un títular en la prensa neoyorquina que decía (literalmente) Callas + Tebaldi = Caballé. No fue éste su estreno en la ópera, porque ya había subido a un escenario años antes, pero sí fue su consagración como una de las más grandes sopranos entonces en activo.  Hoy decimos, sin ambages ni complejos, que ha sido una de las más grandes sopranos del siglo XX.

De familia humilde, pudo ingresar en el Conservatorio del Liceo gracias al mecenazgo de una familia burguesa catalana, y de ahí a la gloria operística. Eso sí, propulsada por una tenacidad a prueba de bombas y mucho, mucho trabajo. Ochenta papeles protagonistas y óperas de toda clase y condición; medallas, premios, homenajes y distinciones por docenas; un éxito arrollador en el bel canto; fama... y problemas con Hacienda. Fue una verdadera diva.

Nos ha dejado y queda atrás su humor, su trabajo y su magnífica voz. Venga un ejemplo de su voz, que no sé si es el mejor o el más adecuado, porque, aunque aficionado, no llego a ser un gran connaisseur. Gracias por cantar, por cantar tan, tan bien, y buen viaje.


Harakiri (Gran Premio del Japón 2018)



Lo de Japón ha sido para hacerse el harakiri, que se dice vulgarmente. Aunque mejor sería llamar seppuku al suicidio por desentrañamiento... y no exagerar tanto, que sólo es un juego. Sí, la Fórmula 1 no es más que un juego, aunque un juego muy bestia, muy caro y muy refinado. En fin... 

En las vueltas de clasificación para los puestos de la parrilla de salida, Ferrari metió la pata con la elección de neumáticos. Se puso a llover y los cambiaron en mal momento. No consiguieron las primeras posiciones. En carrera, un par de topetazos y unos competidores muy buenos han hecho que la clasificación final haya quedado con los dos Mercedes-Benz primeros, los dos Red Bull segundos y los dos Ferrari, detrás. El Campeonato de Constructores y el de Pilotos queda lejos y se vuelve muy cuesta arriba.

Pero yo sigo con Ferrari. Es lo que hay.

Me entra morriña


Queridos lectores míos:

¡Un nuevo artículo para Metrópoli Abierta! Esta vez se titula Me entra morriña y... y no diré más. Léanlo, a ver si les gusta.

Manifestantes lesionados por manifestante


Mayo de 2011, contra los manifestantes del 15-M.

Vamos a tomar como referencia la manifestación en la que se desalojaron 200 personas acampadas en la plaza de Cataluña y que acabó a palos, disolviendo a unos 15.000 manifestantes a favor del movimiento 15-M; eso fue a finales de mayo de 2011. Hubo 120 heridos (37 de ellos policías). Eso da 8 heridos por cada mil manifestantes (un 31% policías). Los antidisturbios eran de los Mossos d'Esquadra.

Paréntesis. Hay que considerar que una persona que se lleva un porrazo, pongamos por caso, no tiene la consideración de herido. Si es atendido por los servicios médicos, puede serlo, pero no siempre lo será. Si sólo ha sido contusionado, por ejemplo, no lo será. En estos casos, un herido puede darse de alta ahí mismo (al lado de la ambulancia, para entendernos) o ser enviado al servicio de urgencias de un hospital. Por eso no es lo mismo atendidos por los servicios médicos que heridos. Fin del paréntesis.

La Policía Nacional el 1 de octubre de 2017.

Las cifras de heridos en la jornada del 1 de octubre de 2017 son polémicas. La Generalidad de Cataluña estimó que fueron 893 heridos; el Ministerio del Interior añadió 39 policías nacionales y guardias civiles heridos, pero, días más tarde, elevó la cifra hasta 431 contabilizando contusiones, arañazos, patadas y mordiscos (sic); no todos estos últimos casos pueden ser considerados como heridos. 

Tampoco los que aparecen en las cifras de la Generalidad de Cataluña, que suman a cualquier persona que acudió a los servicios médicos, estuviera o no estuviera herida, y suma a la estadística mareos o ataques de pánico o de ansiedad, por ejemplo, que fueron muy numerosos. En los juicios que se han llevado a cabo contra los antidisturbios no se han podido documentar más de 270 heridos, aproximadamente. 

Eso da una estadística con un margen de error muy considerable, pero podemos asumir que ese día votaron dos millones de personas. Podemos contarlas como manifestantes. Otra manera de contabilizar el caso es que una décima parte de esos votantes fue la que plantó cara en los puntos de votación a las fuerzas del orden, y es una cifra tanto muy generosa como muy aproximada. Hablaríamos, entonces, de 200.000 manifestantes. La cifra sería posiblemente inferior, lo que incrementaría el porcentaje de heridos por manifestante.

El peor de los casos posibles, con 1.324 heridos (un 32% policías y guardias civiles) y 200.000 manifestantes, salen 6,6 heridos por cada mil manifestantes. Si nos remitimos a las cifras de heridos documentadas y judicialmente aceptadas, serían más de 300 heridos (un 12% policías), y salen 1,6 heridos cada mil manifestantes, aproximadamente. 

Si en vez de 200.000 manifestantes consideramos 100.000, estas cifras porcentuales se doblan; si consideramos 50.000, se cuatriplican. Si consideramos como manifestantes a los dos millones de votantes, las cifras se reducen un orden de magnitud; por ejemplo, no serían (en el peor de los casos) 6,6 heridos cada 1.000 manifestantes, sino cada 10.000.

El 29 de septiembre de 2018, en Vía Layetana.

Un año más tarde, en la contramanifestación contra el Jusapol, que reunió a unas 3.000 personas, hubo 24 heridos (ninguno policía, hasta donde he podido saber); sale por 8 heridos cada mil manifestantes. 

El 1 de octubre de 2018, a las puertas del Parlamento de Cataluña. 
Los incidentes se agravaron por falta de previsión, denuncian los sindicatos policiales.

El 1 de octubre siguiente, ayer, frente al Parlamento de Cataluña y en Vía Layetana, hubo 43 heridos, 32 de ellos policías (un 74%); eso da alrededor de 14 heridos cada mil manifestantes, contando 3.000 manifestantes. Pero es una cifra muy variable, pues ¿cuánta gente había cuando la policía comenzó a repartir? ¿6.000? ¿2.000? ¿1.000? Por eso, la cifra de heridos por cada mil manifestantes podría ser tanto la mitad como el doble de la que he dado (todo señala hacia una cifra más alta). En ambas manifestaciones, los antidisturbios volvieron a ser Mossos d'Esquadra.

Etcétera, que hay muchos ejemplos.

Véase como una cifra que puede considerarse normal es un margen entre 4 y 8 heridos cada mil manifestantes en el momento de la actuación de los antidisturbios. Heridos leves todos. 

Uno o varios heridos graves en una manifestación es ya preocupante y ha de estudiarse cada caso. El mal uso de las pelotas de goma dejó tuertos a dos jóvenes en la celebración de una final de la Copa de Europa de fútbol en 2009 (Mossos d'Esquadra), a Ester Quintana el 14 de noviembre de 2014 (Mossos d'Esquadra) o a Roger Español,  el 1 de octubre de 2017 (Policía Nacional). Eso señala que hubo o bien un mal uso de los medios disponibles o bien un grado de violencia excesivo en algún punto, por parte de la policía, de los manifestantes o de ambos. Por supuesto, también podría darse un accidente. Cuando se emplea la violencia, lo más probable es que alguien se haga daño.

Con las cifras en la mano, las intervenciones de la policía de turno en mayo de 2011, en octubre de 2017 y en septiembre y octubre de 2018 son semejantes en intensidad y no puede decirse que una fuera más cruel que la otra, aunque la de delante del Parlamento de Cataluña muestra unas cifras preocupantes, debidas a la desorganización y falta de previsión de la policía.

Antiguos y modernos, populismo y democracia


En Occidente, las democracias liberales están bajo la amenaza del éxito de populismos autoritarios, que buscan, y a veces alcanzan, el poder mediante los recursos que ofrecen los derechos civiles, con la intención, implícita y a veces explícita, de modificarlos en provecho propio, no en beneficio de todos. Surgen en momentos de zozobra, suele decirse, pero no a causa de la zozobra, digo yo. Su esencia es cultural. Quiero decir que dicen en voz alta algo que mucha gente guarda dentro de sí. En eso radica su éxito. Durante años, en las encuestas demoscópicas, un porcentaje significativo de la población desconfía de la política, cree que la democracia no es la mejor opción o un grupo significativo de la población se cree diferente y, por eso mismo, con más derechos que los demás. Eso está ahí, latente.

Por lo general, estos movimientos argumentan con falacias, mentiras, burdas simplificaciones y hacen mucho ruido. Se venden, sí, como movimientos, dicen estar más allá de la izquierda o la derecha, dicen representar la voluntad popular y se erigen como los únicos representantes del pueblo, que también será único o, como solía decirse antes, uno, grande y libre. Recogen miles, millones de votos, arrastrados por el sentimiento, no por la razón. ¿Se engaña al público? Yo diría que el público quiere ser engañado, se agarra a una creencia porque, otra vez lo digo, la comparte.

Aunque se comparan a veces con el fascismo, estos movimientos no son exactamente fascistas, pero comparten gran parte de sus fundamentos ideológicos y sus prácticas políticas o propagandísticas. Ambos movimientos parten de la sublimación de una identidad cultural construida a medida, que propicia el sentimiento de pertenencia a un grupo. Eso se manifiesta de muchas maneras. Por ejemplo, mediante actos propagandísticos o lúdicos que muestran la uniformidad de criterio del pueblo; de lo que este movimiento considera pueblo, porque no todos los ciudadanos de pleno derecho son pueblo, sino sólo aquéllos que comulgan con su credo. 

Como en los fascismos y compañía, este populismo autoritario fomenta un sentimiento de supremacía del nosotros frente a los otros. Es cierto que lo crea, lo construye y lo argumenta, pero ese sentimiento ya estaba ahí, entre la población, y de ahí que tenga éxito. Si no existiera este nosotros tan particular, cultural en esencia, no podría enraizarse entre la población.

En estos movimientos se argumenta el sentir frente al razonar, la identidad (colectiva) frente a la crítica razonada o la voluntad del pueblo por encima de las leyes, porque lo que nosotros queremos es lo que quieren todos. No existe el respeto por la minoría y la discrepancia, que es la base de la democracia liberal y la sociedad abierta. Y esto es así porque los seguidores del movimiento se sienten superiores, poseedores de la verdad, y cuando un movimiento político articula este sentimiento y lo convierte en programa político, levanta el velo que ocultaba esta característica cultural latente. No hay más. 

En esencia, a veces oculto a primera vista, a veces de forma evidente, estos movimientos son profunda y específicamente enemigos de la ilustración, el liberalismo (en su concepto clásico) y el cosmopolitismo. Es decir, fomentan sociedades (en)cerradas en sí mismas, uniformes, conservadoras. Allá donde estos movimientos tienen éxito o se manifiestan de forma visible, se comprueba una y otra vez que su votante está muy influenciado por un entorno rural o religioso que marca carácter, o procede de una clase media que se creía fuerte, segura (y superior), y se ha visto empobrecida y enfrentada con una realidad desagradable, que busca culpables y soluciones mágicas y las encuentra en las ideas preconcebidas que esos movimientos sacan a la luz. Por eso es importante el detonante de la crisis, pero esos votantes de una (falsa) clase media que no se resigna a no serlo tenían latente (a veces evidente) el sentimiento de superioridad y pertenencia a un pueblo elegido, que ya se manifestaba en el sentido de su voto (conservador y de derechas, en su mayor parte).

Muchos de estos movimientos populistas con rasgos autoritarios proceden, precisamente, de la derecha. Pero no toda la derecha es así, no, ni mucho menos. Existe una derecha que defiende la sociedad abierta y su manifestación política como democracia liberal; se puede ser conservador y liberal en lo económico sin caer en esta trampa. Pero algunos han optado por abanderar estos movimientos porque el neoliberalismo económico que defienden y las medidas autoritarias que desean imponer se aplican sin crítica alguna de sus seguidores si vienen envueltas de banderas y consignas populistas. 

Sobran los ejemplos. En los EE.UU. tenemos a Donald Trump de presidente. El caso del Brexit en el Reino Unido es casi de libro. Austria, Suiza, Francia, Alemania, Italia... nos proporcionan más ejemplos. En España, la derecha, o parte de ella, se ha visto tentada varias veces por esta manera de proceder, y está tonteando con ella, porque les parece que atrae votos. Más se inclina esta derecha a caer en la tentación, más asoman las ganas de imitarla desde la izquierda. ¡Mal asunto!

Parecía que España se libraba de estos movimientos de la extrema derecha populista, identitaria y antieuropea (ergo, anticosmopolita) que surge con tanta fuerza en Europa, pero no. Ha sido en Cataluña donde se han manifestado con fuerza. Nosotros, que tanto presumíamos de ser europeos (en un alarde de supremacismo-soft, como si el resto de españoles no lo fueran), lo somos en el peor de los sentidos. Se ha instalado entre nosotros un movimiento populista-nacional catalán y eso da alas a los movimientos populistas contrarios, que todavía son minoritarios, pero que, si esto sigue así, crecerán y lo enrarecerán todo todavía más.

El catalán es un movimiento autoritario (léase la Ley de Transitoriedad Jurídica, felizmente declarada inconstitucional, que eliminaba la independencia jurídica o la libertad de prensa), supremacista-nacionalista (si se me permite la redundancia), ferozmente neoliberal (ni ERC ni la CUP, en la práctica, se han opuesto a los recortes sociales ni a las políticas de liberalización y privatización, más salvajes aquí que en el resto de España), muy carca en lo ideológico (nacional-católicismo, pseudocarlismo, tradicionalismo), anclado en la propaganda y sin más programa que la propaganda misma... Y por encima de todo, cursi y sentimental, muy cursi y muy sentimental, y de ahí la sublimación del papel de víctima en manos de los otros, los que no son nosotros. El menor defecto de los otros es considerado sumamente horrible; la horrenda falta de uno de los nuestros no será más que un pecadillo sin importancia; compárese el juicio sobre la corrupción aquí o allá para verificarlo. También es un movimiento que considera (literalmente) que cosmopolita es un insulto, equidistante (por ecuánime, que critica a todos por igual) otro y que ya comienza a alumbrar un sentimiento antieuropeo en sus declaraciones.

En resumen, esto no sale de la nada y la Crisis pudo ser el catalizador del movimiento, pero no la causa, que estaba ahí, latente, esperando una oportunidad. Quiero decir que la falta evidente de una cultura comúnmente aceptada que sostenga la idea de una sociedad abierta y garante de derechos y libertades, racional, crítica, libre de identidades colectivas sentimentales, cosmopolita, etcétera, es la verdadera causa de todo este follón. Tendremos que apechugar con ello, y ponerle remedio con paciencia, tesón y educación. Sólo así los modernos podremos dejar atrás a los antiguos, y en eso estamos.

Una de vodka (Gran Premio de Rusia 2018)



No diré mucho de lo ocurrido durante el Gran Premio de Rusia de Fórmula 1. Ferrari no lo hizo mal, pero no todo lo bien que hubiéramos querido, porque los dos primeros en llegar a la línea de meta fueron los Mercedes-Benz. Para más inri, Bottas se dejó adelantar por Hamilton, para aumentar la distancia en el Campeonato de Pilotos entre Hamilton y Vettel (50 puntos). La tercera y cuarta posición de Ferrari no está mal, pero ¿verdad que hubiera estado mejor la primera y la segunda? En fin, no todo puede tenerse en esta vida. Trae una de vodka y ánimos.