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La nota del jefe


El único papel sobre la mesa era una nota dirigida a él.

Dicen los periódicos que cuando Puigdemont fue elegido presidente de la Generalidad de Cataluña encontró el despacho completamente limpio de papeles, con la excepción de una nota en un sobre, sólo para sus ojos. Para los lectores de los periódicos amarillos esa nota no existe; para los lectores de los demás periódicos, se menciona apenas en uno o dos y se olvida, acto seguido, porque les parece que no merece más atención. 

Quede dicho que no puedo asegurar que la anécdota sea cierta, cuando los periódicos mienten más que hablan. Pero nadie ha desmentido la noticia, ni el autor de la nota ni el receptor de la misma. Si es mentira, a unos y a otros les parece lo más natural del mundo y no les parece extraño, lo que ya dice mucho de todo este asunto. Si es verdad...

Cuando uno deja un cargo y lo cede al siguiente, es de recibo y señal de buena crianza saludar al recién llegado y desearle suerte. Si acaso, en una visita informal, que servirá para informarle de dónde están los lavabos, enseñarle cómo funciona el termostato, presentarle al personal de la oficina y cosas por el estilo, que son informaciones muy útiles y bienvenidas. Por eso, que el presidente Puigdemont encontrara una nota en la mesa (una sola, dejada ahí a propósito para ser leída en privado), en principio, no tendría por qué ser raro. En principio, digo.

El autor de la nota.

Porqué ¿quién escribió esa nota? Jordi Pujol, el expresidente de Banca Catalana, evasor fiscal confeso, capo de una particular familia que semeja mafiosa a poco que uno la va conociendo, aquel que aseguró que, a partir de ahora, de ética hablaremos nosotros. Sí, en efecto, la nota que dejaron a propósito encima de la mesa, de una mesa limpia de cualquier otro papel, era de Jordi Pujol. 

¿Quién dejó la nota? ¿Cómo hizo para que la dejaran ahí? Entre Pujol y Puigdemont están Maragall, Montilla y Mas, así que no era una nota de saludo o bienvenida de un presidente al siguiente, porque eso le hubiera correspondido a Mas, creo. 

Por lo que dice la prensa, era una nota llena de consejos e instrucciones. Chaval, cuida de lo nuestro (lo mío). Haz esto, haz lo otro, no hagas lo de más allá... Por encima de todo, hazme caso a mí

Todo parece indicar que el presidente Puigdemont leyó la nota y la guardó en el fondo de un cajón, o quién sabe dónde, y que no hizo demasiado caso de ella, o quizá sí, yo qué sé. Si hizo bien o mal por hacerle o dejarle de hacer caso, no me importa, porque lo que me importa es ¡¿quién se ha creído Jordi Pujol que es?! ¡¿Quién se cree la gente que es para dejarle obrar así?!

Ese gesto denota muchas cosas: su modestia, y ya me entienden; el poder que todavía detenta (intenten ustedes dejar un sobre encima de la mesa del presidente y verán); la consideración de una institución pública como algo propio, indiscutida; el poder en las sombras de la familia, y ya sabemos de qué familia; el silencio de todo el mundo (nadie pregunta, nadie se escandaliza, todos callan o miran hacia otro lado)... Esa nota es, en sí misma, un mundo, un síntoma, de un cuerpo político enfermo (y el cuerpo político incluye tanto a los que mandan como a los mandados, ojo).

Poco importa lo que dijera la nota. Es el hecho de la nota en sí. 

Para redondear todo este asunto sólo falta la cabeza de un caballo. Ya la pongo yo.




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