Lo que apetece al visitante, las más de las veces, es pasear y entretenerse mirando el devenir de una gran ciudad. Si esa ciudad es París, tropezará con tantos nombres que hacen o han hecho historia, o forman parte de ella, y con vistas que parecen sacadas de una película o una novela de las de antes. El turista deja volar la imaginación, que para algo la tiene escondida entre las dos orejas.
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