Nos ha caído encima una gorda y cuando salgamos de ésta tendremos que recuperarnos de un duro golpe. Toda la economía se habrá resentido por meses de inactividad, una caída del comercio internacional y previsibles problemas financieros. Es posible que el consumo privado disminuya y tarde en recuperarse y quizá sea el momento de promover el gasto público, como sostenía Keynes.
Uno de los sectores que saldrá más malparado es el de la cultura, así, en general. Cine, teatro, música, literatura... Los cines y las salas de teatro o conciertos es posible que no puedan abrirse en unos meses, por razones evidentes, porque durante un tiempo será aconsejable evitar las concentraciones de personas. El libro ha perdido las mejores ventas del año, las que van del Sant Jordi a la Feria del Libro de Madrid, Navidad aparte. La caída en picado del turismo dejará a los museos sin la mayor parte de los ingresos anuales. Etcétera.
El sector cultural contribuye a la economía de la nación de formas muy diversas. Directamente, como una actividad económica más. Pero quizá su contribución más importante no sea fácil de cuantificar. Un ambiente cultural abierto, rico, dinámico y diverso facilita la transmisión de ideas, alimenta la innovación, aviva el espíritu crítico y el respeto por el punto de vista del prójimo; es un incentivo para una sociedad más interesante, donde es más agradable vivir y donde intercambiar opiniones es más fácil y provechoso, y eso es tan bueno para la economía como para todo lo demás. La cultura no cura ni el odio ni el fanatismo, tampoco es un remedio para la estupidez y no nos hace mejores, como suele creerse, pero una sociedad con mejor y más fácil acceso a la cultura es una sociedad mucho mejor, sin duda, y será capaz de superar mejor tales enfermedades.
Por desgracia, la cultura ha sido y sigue siendo muy maltratada estos últimos años. Tanto la alta cultura, presente en museos y teatros de ópera, por ejemplo, como la promoción de la cultura de base, como podrían ser las campañas de promoción de la lectura o la facilidad de acceso a eventos culturales. La restauración y preservación del patrimonio, la creación artística, la simple difusión de tan inmensa riqueza cultural hace tiempo que no cuenta con un presupuesto digno, y lo dicho vale tanto para el Gobierno del Estado como para el de mi Comunidad Autónoma (y el de cualquier otra) y el de la mayoría de ayuntamientos.
Cuando el otro día salió el señor ministro de Cultura y Deportes, don José Manuel Rodríguez Uribes, para hablar de las medidas previstas para intentar salvar los muebles de la cultura... creo que habló de fútbol, o como un entrenador de fútbol, no sé. No se especificó ninguna medida en concreto. Nada. Cuando todo el sector está en un punto crítico, nada es mucho... y no precisamente bueno.
Por eso me sumo a una iniciativa un tanto extraña, el #ApagónCultural, que tendrá lugar hoy, 10 de abril, y mañana. Consiste en no hablar de cultura en las redes sociales, o hablar de ella para denunciar el maltrato que sufre. ¿Será eficaz? Pues no creo, la verdad. Pero ahí voy.
Ah, no se preocupen: no faltarán dineros para el fútbol.