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Fiestorro y resacón (Gran Premio de Mónaco 2011)
Cuentan que más de uno en Ferrari ha aparecido con una losa de cemento en los pies y en el fondo de la bahía de Nápoles, pero eso sólo pasaba en tiempos del Commendatore. Ahora, Aldo Costa está contando tornillos en la fábrica mientras se reorganiza el equipo. Parece ser, se dice en el mentidero, que el problema fue la simulación en el modernísimo túnel de viento de Ferrari. Cambiaron la escala del modelo (del 50% del tamaño al 60%) y a algún #$%&*!!! se le olvidó considerar las turbulencias de las paredes del túnel de viento considerando el incremento del tamaño de los nuevos modelos. Mientras el informático de turno está limpiando las letrinas, Ferrari echa mano del túnel de viento de Toyota. ¿Qué podrá hacer la Scuderia en 2011? Poco, creo yo. De hecho, ya se preparan para 2012, por mucho que digan.
Pero Mónaco le hace olvidar a uno tantos desastres y soñar con la opción de un triunfo.
Es un tópico, pero el Gran Premio de Mónaco es un punto y aparte en el Campeonato. En primer lugar, porque es el circuito con más tradición del Circo, que ya corrían allá por los años veinte. En segundo lugar, porque se da en Mónaco la concentración de ricos, nuevos ricos y horteras con dinero más notable del ancho mundo. Con la excusa de la Fórmula 1, aparecen en el Principado los pendones de media Europa y los fiestorros en los yates o en el Casino son... son... En fin, no se lo pueden ni imaginar. El lujo llega a límites obscenos y el mérito de los pilotos, las estrellas del evento, es poder sentarse al volante de un coche de carreras la mañana siguiente. ¡Qué resacón, Dios mío...! Y con este ruido... ¡Que alguien apague los motores, por favor!
Así, correr en Mónaco no es sólo correr contra un circuito estrecho, retorcido, lleno de guardarraíles, donde, si uno se despista, se come la valla, el llamado Circuito de los Campeones, sino que es luchar contra los elementos y los nueve pecados capitales... ¿Siete? ¿Eran siete? Nada, nada, nueve, que en Mónaco seguro que son más que siete, palabrita de honor, porque hay que verlo.
La carrera en sí fue emocionante. Un Ferrari se comió una valla (Massa), pero el otro luchó por la primera posición (Alonso). La carrera acabó con tres coches en cabeza (Vettel, Alonso y Button, por este orden) pegadísimos entre sí, con probabilidades de victoria para cualquiera de ellos, hasta que, paf, mientras doblaban a una caravana de automóviles rezagados, se montó la de Dios es Cristo y acabaron varios coches contra las vallas. Salió el safety car y las ambulancias, Petrov nos dio un susto a todos (no se hizo nada serio, ¡menos mal!) y así acabaron las cosas, a siete vueltas del final. Mónaco es lo que tiene, que siempre pasa lo que no tenía que pasar.
Guau, guau, mein Führer
Jan Bondeson es un reumatólogo sueco que ejerce como profesor asociado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cardiff. Su afición a escribir sobre curiosidades médicas le ha proporcionado una relativa fama. Ha publicado libros sobre sucesos grotescos, increíbles, incluso macabros, sobre las sirenas disecadas que se guardaban (y guardan) en algunos museos, sobre el niño de dos cabezas, sobre asesinos en serie, sobre el miedo a ser enterrados en vida, sobre... En fin, ya ven cómo las gasta el señor Bondeson.
Su última publicación (Amazing Dogs: A Cabinet of Canine Curiosities) va sobre perros. Relata historias curiosas y sorprendentes, pero el capítulo que más ha llamado la atención es el que relata el proyecto Wooffan SS, que se llevó a cabo en la Tier-Sprechschule (Escuela de Lenguaje Animal) de Leutenberg, al noroeste de Hannover.
Ustedes hubieran apostado por los británicos, pero la primera legislación moderna sobre los derechos de los animales es de la Alemania nazi. Hitler el primero, muchos nacionalsocialistas creían que los perros eran casi o tan inteligentes como los humanos. Los científicos de las SS afirmaban que sólo algunas limitaciones físicas impedían a los perros hablar de tú a tú con el ser humano (ario, evidentemente). La ideología que acunó las leyes nazis sobre protección de animales se originó en los años veinte, cuando surgió un movimiento llamado de los nuevos psicólogos animalistas, que pronto se mezcló con el esoterismo pre-nazi. El buen nacionalsocialista, decían los manuales del partido, el buen alemán, tiene que ser un amante de los animales y la naturaleza. Por eso los nazis también fomentaron el nudismo y el amor libre en las Hitlerjugend, ¿no lo sabían?
Tan pronto como pudieron, las SS comenzaron a investigar sobre la posibilidad de comunicarse con los perros. Tenían sus razones. En primer lugar, creían que los perros serían fieles y fanáticos compañeros del guerrero ario, soldados de cuatro patas. En segundo lugar, las tareas de vigilancia de los campos de concentración exigían cada vez más recursos y las SS echaron el ojo a los perros guardianes.
Así se creó la Tier-Sprechschule de Leutenberg.
Mientras tanto, las SS comenzaron a internar a los judíos en guetos y campos de concentración. Los judíos, naturalmente, no podían llevar a sus mascotas consigo. Bondeson señala que la sección de Cartas al Director de los periódicos alemanes recibía aludes de quejas de buenos alemanes al respecto. Pero esos buenos alemanes no protestaban por la desaparición de los judíos, no, sino por el abandono, innecesariamente cruel, de los animales que dejaban atrás, y solicitaban que el gobierno tomara alguna medida para evitar el sufrimiento de esos pobres animales. Así, como les cuento.
¿Cómo les iba a las SS con los perros? Pues, de aquella manera. Los agentes de las SS recorrieron toda Alemania buscando perros listos. Querían que los perros hablaran, leyeran y escribieran, y cualquier perrito de circo iba directo a la Tier-Sprechschule para que demostrara sus habilidades. Un terrier llamado Rolf decían que era capaz de hablar poniendo su patita sobre un alfabeto. Las SS afirmaban que Rolf podía discutir sobre religión, aprender idiomas, escribir poesía y echarles un piropo a las mujeres. Don, un pointer, era otra cosa. Dicen que aprendió a imitar la voz humana y que tan pronto exclamaba ¡Hambre! ¡Quiero galleta! como, preguntado por Hitler, respondía Mein Führer! y alzaba la pata.
Confundir un ladrido con una frase no es algo de lo que me enorgullecería, de utilizar la lengua de Goethe. Pero, en fin, las SS siguieron gastando recursos en tonterías y gracias a Dios, perdieron la guerra.
El perro más famoso de la Alemania nazi fue Blondi, el perro de Adolf Hitler, un pastor alemán de pura raza (un germanischer Urhund, faltaría más). Martin Bormann (un jefazo nazi) regaló Blondi a Hitler en 1941, y a partir de entonces, Adolf y Blondi fueron inseparables. Caminaba a su lado, comía de su mano... Cuentan que Eva Braun sentía celos de Blondi (el único ser vivo que podía dormir en la misma habitación que el Führer) y que, así que podía, le daba patadas por debajo de la mesa.
En 1942, Hitler compró a un funcionario de correos de Ingolstadt una perra (también pastora alemana de pura raza) llamada Bella, para que Blondi no se sintiera tan solo y echara de vez en cuando una canita al aire.
A qué estado de locura había llegado el círculo íntimo de Hitler que en abril de 1945, con los rusos en la puerta de casa y la guerra perdida, todos andaban preocupadísimos por los cachorros que había engendrado Blondi con otra perra aria llamada Harras, la mascota de una secretaria del Führer. Eran cinco, los perritos. Hitler bautizó al primero como Wolf, y comenzó a entrenarlo. Eva, mientras tanto, escribía a su hermana Gretl y le enviaba fotos de Blondi y los cachorros. Uno será tuyo, decía.
Días después, el cuñado de Eva Braun había sido asesinado por orden de Hitler.
Antes de suicidarse el 30 de abril, Hitler pidió a su doctor que probara con Blondi las pastillas que le habían recetado para matarse. Creía que el doctor quería engañarle, pero también quería que Blondi no cayera en manos del enemigo. Blondi murió envenenado y Hitler, que seguía sin fiarse de las pastillas, se pegó un tiro. Sus cachorros también fueron sacrificados a balazos por el sargento Fritz Tornow, el cuidador de los perros de Hitler, que también se cargó a los dos terrier de Eva Braun y finalmente, a su propio sabueso, al que no mató a balazos, sino inyectándole veneno.
Cuentan que la muerte de Blondi produjo más lágrimas que la muerte de Eva Braun o la del mismísimo Hitler. También se sabe que tan pronto llegaron los rusos, desenterraron el cadáver de Blondi, lo examinaron y fotografiaron. El expediente de Blondi todavía permanece secreto.
Torpes
A juzgar por lo visto, la torpeza en la acción y la demagogia en la palabra forma parte de lo que se le exige a un conseller de Interior en Cataluña desde hace unos años. No hace falta ensañarse con el anterior, el señor Saura, porque es verlo y oírlo y sobra todo lo que pueda decir yo aquí, y decir que lo hizo mal es quedarse corto. Sin embargo, el señor Puig, el torpe que ha sustituido al torpe anterior, quiere pecar por lo contrario, y ha optado por la mano dura, en plan ahora vais a ver quién soy yo. Al ritmo que está yendo su actuación como instigador de los actos de la Brigada Móvil (los que reparten palos) nos llevará de Guatemala a Guatepeor.
La última ha sido la limpieza de la plaza Catalunya. Dicha tal que así: limpieza, palabra que resume el papel que desea interpretar el señor Puig en el imaginario colectivo. Se lió la de Dios es Cristo y el resultado ha sido peor que el inicio. Porrazos y ciento veintitantos heridos de por medio, una manifestación que se disolvía sola se ha hecho más fuerte y se ha tornado más indignada que antes. ¡Bravo!
Soy de los que cree que este movimiento de indignados tendría que abandonar los campamentos e ir más allá, intervenir directamente en la vida política, convertirse en un movimiento de presión... No sé... Si antes de las elecciones su aparición hizo que la campaña electoral perdiera todo sentido, después de las elecciones se ha visto que su efecto en el voto no ha sido el deseado. Norteados, quizá, pero cargados de muchas razones, elevan una queja: esto no va bien.
La corrupción se asocia con el enriquecimiento de uno a costa de muchos, pero la corrupción es también ideológica. Quizá esta segunda sea más grave que la primera, ya ven qué les digo. Por ejemplo, ¿qué se ha hecho de la izquierda? ¿Dónde está? ¿Alguien la ha visto? Eso explicaría lo que le pasa al PSOE, menudo berenjenal. Qué torpes.
Quizá un lector sea de derechas y ya le va bien una izquierda débil, pero entonces pregunto ¿qué hay de los valores de la meritocracia? Porque hay quien se los pasa por el forro. ¿Por qué se tolera la corrupción y no se persigue denonadamente? ¿Por qué se priva de medios a la justicia y por qué se interviene (o se quiere intervenir) políticamente en la actuación de los jueces? ¿Por qué...? Tampoco pueden evitar una torpeza endémica, lo siento.
La cuestión es que más allá de ser de tal o cual partido, compartimos... deberíamos de compartir una serie de principios y valores que, la verdad, hoy en día no gozan de muy buena salud. Si esos principios son sólidos, iremos mejor o peor, pero no tan mal como ahora.
A lo que iba, que me he ido de madre. La torpeza del señor Puig, su limpieza, ha alargado una situación incómoda, y la ha vuelto a magnificar. Torpe. Tonto.
Por cierto, una curiosidad. Fíjense en las portadas de los periódicos de hoy mismo. Dos noticias comparten la portada en todos ellos: una, la elección a dedo del señor Rubalcaba como candidato (si puede ser, único) de las primarias del PSOE; otra, la actuación desproporcionada de los mossos contra los indignados en plaza Catalunya. Según la ideología del periódico, una noticia ocupa más portada que la otra, pero todos los periódicos coinciden en criticar la torpeza de la Brigada Móvil. Todos... menos uno.
La Vanguardia, antes La Vanguardia Española y ahora La Vanguàrdia (lo que dice mucho de a quién se arrima) llena la portada con una fotografía de Messi (me suena que es un intelectual catalán de origen argentino) y un pedacito de noticia, abajo en un rincón, que observa que hubo incidentes durante la limpieza de la plaza Catalunya. La Copa de Champiñones es lo que tiene.
Nos visita la dama del armiño
El lunes que viene, 30 de mayo, un avión militar aterrizará en Torrejón de Ardoz con un cargamento muy especial. En tierra, un equipo de doce personas recibirá la mercancía, y las medidas de seguridad serán de aúpa. Se trata de una obra de arte, que procede de Cracovia y es una de las joyas pictóricas del Renacimiento, La dama del armiño, de Leonardo da Vinci, una obra maestra donde las haya.
Se expondrá en el Palacio Real de Madrid a partir del 3 de junio, detrás de una urna de cristal blindado gordísimo. Compartirá el escenario con otras joyas artísticas procedentes de Polonia (obras de Cranach, Rubens..., bellísimas).
La dama del armiño es un óleo sobre tabla de 54,8 por 40,3 cm. Fue pintada alrededor de 1490 por encargo del duque Ludovico, el Moro. La mujer del armiño es Cecilia Gallerani, amante del duque, una jovencita de 17 años. La muchacha acaricia y sostiene a un armiño (aunque hay quien discute tal afirmación y habla de hurones, garduñas, comadrejas...). El mustélido en cuestión, digamos un armiño, había sido escogido por Ludovico como mascota y símbolo personal. Por lo tanto, pintar a Cecilia acariciando a un armiño tiene mucho de metáfora erótica, miren ustedes adónde hemos ido a parar.
El cuadro ha pasado por muchas vicisitudes. Algunas restauraciones, por ejemplo, han afectado al fondo del cuadro y la firma que aparece en el cuadro no es original. Pero cuando peor lo pasó fue cuando los alemanes invadieron Polonia en la Segunda Guerra Mundial. Que todavía exista es un fenómeno que pertenece a la categoría de los milagros.
El cuadro había pertenecido a la familia Czartoryski durante varias generaciones. Cuando estalló la guerra, los Czartoryski corrieron a esconder su colección en el sótano de su casa de campo, esperando a que estuviera a salvo de las bombas. De las bombas, quizá, pero no de Kajetan Mühlmann, un oficial de las SS con el cargo, agárrense, de Delegado Especial para la Seguridad del Arte y los Bienes Culturales en Polonia. Es decir, Mühlmann se encargaba de saquear Polonia.
Mühlmann dio con la colección Czartoryski y la trasladó a Berlín, al Kaiser Friedrich Museum. Mühlmann y Goering se pelearon por el cuadro, porque Goering ya tenía puesto el ojo en La dama del armiño para engrosar su colección personal y Mühlmann lo quería para las SS. Entonces apareció en escena Hans Frank, a. el Carnicero, Gobernador de Polonia y un criminal de guerra de la peor especie. Frank reclamó que el cuadro volviera a ser expuesto en Cracovia. Después de un tira y afloja entre Mühlmann, Goering y Frank, ganó Frank (ya entonces sucesor del temible Heidrich en los asuntos de la solución final) y La dama del armiño regresó a Polonia. Pero la tabla no fue a parar a un museo, no, sino a la villa del señor gobernador, que se apropió del mismo. Cuando los aliados dieron con el Carnicero, dieron con el cuadro.
El cuadro fue devuelto a la colección Czartoryski en 1946. En la fotografía que acompaña esta anotación, aparece el comandante Karol Estreicher, oficial de Monumentos Polacos de la MFAA (Monuments, Fine Arts and Archives, oficina encargada de salvaguardar las obras de arte europeas del saqueo y la destrucción), el teniente Frank P. Albright, también de la MFAA, el soldado Everett Parker Lesly y otro soldado nortemericano del que no sabemos el nombre, posando con La dama del armiño en la Estación Central de Ferrocarril de Cracovia. Lo dicho, un milagro que todavía podamos verla.
Capricho núm. 24 de Paganini
Esta mañana, al pasar por el Auditori camino de la oficina, he podido escuchar a una estudiante de violín enfrentándose a las primeras notas del Capricho núm. 24 para violín de Paganini. Como siento una especial debilidad por las violinistas, qué quieren que les diga, que cuando veo una con esa marca en la barbilla, y esos dedos ágiles y sutiles... Uf, en fin... Total, que me he dicho que hace tiempo que no cuelgo un video con alguna pieza de música en El cuaderno de Luis y ¿por qué no el Capricho núm. 24 de Paganini tocado por una violinista? Disfruten.
El pulpo ataca de nuevo
Creíamos que el pulpo Paul había pasado a la historia, pero nos equivocávamos. Se lió la del pulpo precisamente con el cierre de los colegios electorales, el pasado domingo. ¿Recuerdan? Hubo elecciones municipales y autonómicas. El problema fue que también se votaba en Canarias, y por aquello de una hora menos en Canarias, Televisión Española (TVE) no pudo decir gran cosa, por no influir en las elecciones en las Islas Afortunadas (cosas de la Ley Electoral).
El primer canal de TVE, pues, desconectó la programación habitual entre las 19 h. 50 min. y las 20 h. 10 min., para decir que todo había ido muy bien en la fiesta de la democracia (qué expresión más cursi). Luego prosiguió con lo que estaba haciendo y no sería hasta las 20 h. 45 min. que no regresó al asunto electoral, con la emoción de ver quién se llevaba el pato al agua.
En el Senado, el Partido Popular se ha quejado de esta falta de seriedad. Ha sido el senador Agramunt el que ha elevado la voz. ¿Cómo puede uno dejar a todo el país con un ¡ay! en el cuerpo, sin saber quién ha ganado las elecciones, y seguir emitiendo un programa sobre cómo cocinar el pulpo a la gallega? ¿Es acaso más importante la cocina del pulpo que las elecciones municipales y autonómicas?
En efecto, España directo, el programa que se coló en medio de las informaciones electorales, nos explicó a todos cómo cocinar un pulpo. El señor Oliart, que preside eso de la TVE, respondió al señor Agramunt, con gran sentido del humor, recomendándole que no menospreciara el pulpo a feira, y es más: le recomendó el pulpo a la brasa. Añadió, me permito copiar: Es magnífico. A mí me pareció muy bien lo del pulpo.
La cuestión es peliaguda. La cocción del pariente de Paul, nuestro bienamado pulpo profeta, ¿es un acto de ocultación o manipulación de los resultados electorales? ¿Es cierto que el cocinero, un socialista de carné, cocinó al pulpo en cuestión para que no pudiera predecir el resultado electoral, como insinúan los populares? Chi lo sà!
La frase de la campaña
Ya saben lo que dicen de la estadística. La cabeza en el horno y los pies en el congelador y la temperatura media es la correcta. Lo mismo pasa con la lectura. En Cataluña, cada catalán compra 3,4 libros al año, de media. Lo que ocurre es que los lectores (sic), ésos que leen más de un libro al año, son pocos, pero leen mucho; luego está más de la mitad de la población, que no compra más de un libro al año, como mucho, y no sabemos si lo lee. Con esto, ya han cumplido. La moda es, pues, no leer.
Quizá sea ésa una de las razones del éxito del señor Trias, que finalmente ha obtenido la alcaldía de Barcelona. Quien la sigue, la consigue, pero hablábamos del leer.
En una entrevista en un diario barcelonés, con total desparpajo, el señor Trias afirmó que no leía más de un libro al año. Ésta es, a mi entender, la frase de la campaña, ésa que buscan los periódicos como destacable y notoria. Reconocer tal hábito de lectura aproxima al candidato al barcelonés medio, que no lee ni para atrás. Porque el barcelonés medio recela de ese político que se las da de listo y presume de haber leído lo último de Habermas o la poesía de Borges, por decir algo. En cambio, reconocer como si tal cosa que las cosas del leer no están hechas para uno es algo que aproxima a candidato y ciudadano, o eso dicen los expertos de mercadotecnia política.
Ahora viene la parte interesante del asunto. Si realmente lee tan poco o si esa respuesta es medida y meditada tiene su intríngulis, pero lo más intrigante es por qué nadie le echó en cara que quisiera ser alcalde sin leer siquiera un libro al año. Quizá los expertos de la mercadotecnia política desaconsejaban tal pregunta al candidato lector, que alguno habría, digo yo.
Porque alguno había ¿no?
Desnortados (o mejor dicho, norteados)
Cada vez oigo más veces que tal o cual tipo está desnortado. Me gusta, esta expresión. Es muy gráfica. Pero desnortado es un palabro que no recoge el diccionario de la RAE. Curiosamente, la RAE sí que recoge norteado. Dice que es un adjetivo propio de México, que se emplea vulgarmente, y que significa desorientado, perdido. Por lo tanto, diré norteado, aunque me hubiera gustado decir desnortado, porque las cosas hay que hacerlas lo mejor posible.
Dicho esto, vayamos al grano. Ésos que llaman indignados, ésos que acampan en las plazas públicas, me parecen norteados, y siento decirlo.
Si alguno lee asiduamente El cuaderno de Luis, verá que cargo las tintas contra los asuntos de corrupción, contra los políticos mentirosos, contra el malgasto de los fondos públicos, que me irrito muchísimo cuando se toca la sanidad pública, la educación... Se comprenderá, pues, que un tipo como yo sienta una cierta simpatía por quien sale a la calle a gritar en voz alta que ya está bien, que hasta aquí hemos llegado. Que se alce una voz irritada me parece muy bien, y no es para menos, visto el percal. Es sano, es conveniente. Aplaudo.
A partir de aquí... Lo siento, pero los indignados me parecen norteados. Sale uno por televisión, que se representa a sí mismo, para afirmar que no nos moverán de la Puerta del Sol hasta que no se hayan cumplido nuestros objetivos. Pero ¿qué objetivos? Es lícito preguntar qué objetivos son ésos... y aquí es donde uno frunce el ceño. Porque el representante en cuestión, y tantos otros, responden con un discurso tópico, hueco, y perdonen ustedes, porque no sé si les gustará esto que he dicho. Por si acaso, me apresuro a añadir que lo que responde un político, y no digamos un tertuliano, cuando le preguntan sobre lo que ocurre en la Puerta del Sol será un disparate, un verdadero, enorme disparate.
Mi frustración es máxima, lo reconozco.
Acabamos de pasar por una campaña electoral. Por decir algo, sale un político y dice: Si salgo elegido, seré el alcalde de todos. ¡Cuántas veces no lo habrán oído...! Alcalde de todos... Pues ¡faltaría más! ¡No iba a ser el alcalde de sólo unos cuántos! Un discurso profundo, ya ven, profundísimo como la nada. No se ve el poso de la meditación, la reflexión o la crítica, no se aprecia un principio moral o ideológico, ni mucho menos la resolución que invita a la acción... Como dijo el filósofo, si golpeáramos con un martillo, sonaría a hueco.
El indignado sale con las mismas, las deja ir, y las palabras cargadas de tópicos, tópicos en sí mismas, se disuelven en el aire... con escasos resultados, a juzgar por las portadas de los periódicos del día después. Pongamos un ejemplo: ¿qué es la democracia real? ¿Acaso es diferente de la republicana?
Vayamos a lo práctico. ¿Ha influido el movimiento de los indignados en los resultados electorales? Si me permiten opinar, no ha servido para nada, no ha resuelto nada a favor o en contra de nadie, y si sigue así, enquistado, sin materializarse en algo concreto, se esfumará, puf, como el humo y pasará a ser una anécdota. Mucho ruido para... ¿Para qué?
Comentando el asunto, un amigo me dijo que estamos viviendo la decadencia de Occidente en vivo y en directo. Esto se va al carajo, dijo más exactamente, y perdonen ustedes.
La falta de calidad política es una prueba evidente de ello, dijo. No sólo la falta de ética o de cultura de la clase política, ni la falta de respeto por las instituciones que practican tan a menudo, tan peligrosamente. No se trata de ese discurso facilón, populista, ínfimo, que gastan en público (y en privado)... Se trata también, especialmente, significativamente, de la falta de ética o de cultura, incluso de compromiso, del abuso del tópico, de la negación de la razón o la crítica, de todo eso y más, del que verdaderamente manda, el pueblo.
Nuestra cultura política es lamentable. Nos falta virtú, que diría Maquiavelo. Esta falta de virtú alguno la llama crisis de valores, que es una expresión idiota donde las haya. No hay ninguna crisis de valores; al contrario, los valores que imperan gozan de perfecta salud, pero no son los valores de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, ya me entienden. Son los valores del egoísmo, son la negación de la res publica, son el abandono del bien común... Son... Sírvanse ustedes mismos, ya los conocen.
Nuestro sistema parlamentario, nuestras instituciones, no son nada del otro jueves, pero no están tan mal. ¿Pueden mejorar? Seguro que sí. ¿Cómo? ¡De tantas maneras...! Nuestro sistema es el que es, y los hay peores.
Pues ¿por qué no funcionan nuestras instituciones? Porque no nos esforzamos, porque, en el fondo, somos unos comodones y ya está bien que otro resuelva los problemas por mí, mientras no me toque las narices. Votamos al corrupto y toleramos la corrupción. Si un sinvergüenza entra en un restaurante (de lujo, por supuesto) recibe sonrisas y reverencias, no abucheos ni desplantes. Se practica el ostracismo contra el que piensa por sí mismo, no contra el que se vende al mejor postor. Los periódicos se prestan a participar en el juego y acuden a ruedas de prensa donde no se puede preguntar. Luego copian los comunicados. Nadie se cuestiona que esto no debería de ser así. Quien evade impuestos es un espabilado, un listo, no un canalla. ¿Sigo? Por cierto, observó mi amigo, hace pocos años, el sistema era el mismo: ¿por qué nadie protestaba entonces? Quizá porque ahora nos hemos descubierto norteados, y no nos gusta en lo que nos hemos dejado convertir.
No será una nueva ley electoral la que nos haga más libres o más justos. Será el compromiso y la acción, será el ciudadano exigente, el que se manifiesta, sí, pero el que también participa en los partidos y las instituciones, el que no deja en paz al cretino que se pasa la moral por el forro...
Recordemos: la democracia no nos hace más libres, pero sólo los hombres libres tienen derecho a una democracia.
Gran Premio de España 2011
Alonso, el primer piloto de Ferrari, hizo una salida de las que quita el hipo, se adelantó a todos y durante veinte vueltas más aguantó el tipo. Luego acabó quinto y... doblado. ¡Ay, Señor...! ¡Doblado...!
No se le pueden pedir peras al olmo, y el Ferrari no da para más, el pobrecito. De Massa, mejor no hablar, que no vio ni la línea de meta. Ganó un Red Bull, pero los McLaren iban justo detrás, apretando, y van a dar mucha guerra. En fin, que mejor será dejar este año para quien lo quiera y prepararnos para el año que viene.
(Nota: la fotografía es de AP.)
Silencio cómplice
La entrada de CiU en el Gobierno de la Generalidad de Cataluña fue semejante a la irrupción de un elefante en una cacharrería. Hablo de los recortes, de la indiscriminada y aleatoria manera de reducir el gasto de la administración pública, que pone las cosas difíciles a quien menos tiene y no se molesta en salvar lo que se pueda de la sanidad o la educación pública, pongamos por caso, sino que, más bien, la ocasión parece que ni pintada para desmenuzar un modelo de Estado en el que no creen ni han creído nunca. Ni ellos, ni los demás, añado.
Algunas voces, incapaces de llevar la contraria al que manda, dijeron que quizá se habían explicado mal, y que había habido fallos en la comunicación de unas decisiones que no habían sido fáciles. Tal decían porque la gente se echó a la calle, con mucha razón, alarmada e indignada, y el cabreo pilló al gobierno con el paso cambiado.
Ahora parece que ha pasado el follón, ¿verdad? Pero vayan ustedes sumando y descubrirán una nueva política de comunicación del Departamento de Salud en particular y del Gobierno de la Generalidad en general.
Vienen elecciones, no conviene exaltar los ánimos. Échese la culpa al de antes (que tiene mucha, es cierto). Venga, pues, la trampa del Fondo de Competitividad, que conviene distraer al personal con otros ruidos. Venga Barça por televisión, no sea que la gente reflexione. Venga, pues, un silencio pavoroso en los medios de comunicación, porque cada miércoles, sin faltar uno, los trabajadores de los grandes hospitales públicos han salido a la calle, han cortado el tráfico y se han manifestado, mientras se pretenden privatizar los diagnósticos de alta tecnología (incrementando los costes y las listas de espera diagnósticas) y ya se han cerrado quirófanos, plantas y servicios de urgencias, además de haberse rescindido algunos contratos de trabajo... pero, eso sí, a la chita callando.
El silencio cómplice, la nueva política de comunicación de don Boi Ruiz, a. don Baudilio.
Hoy mismo, varias operaciones de cirugía cardíaca (ahí es nada) o la implantación de prótesis de rodilla o de cadera han incrementado el tiempo de espera un 35% en un par de meses, por la supresión de turnos quirúrgicos, y otras operaciones menores (cataratas, juanetes, etc.) tendrán retrasos que podrían sumar más de un año. El trabajo del personal sanitario, mucho peor pagado que en el resto de Europa, ha pasado de la casi plena ocupación a una tasa de paro superior al 20% en pocos meses. ¿Quién se atreve todavía a afirmar que no peligra la calidad del servicio?
Pero ¿a quién parece preocuparle?
P.S.: A los indignados que ocupan plazas. Únanse al personal de los hospitales públicos cada miércoles. Entonces, hablaremos.
No se lo van a creer
Leo la noticia en la prensa y no sé cómo tomármela. El señor Fontaneda es conductor de autobús, en Barcelona, y hace la línea 19, entre Port Vell y Montbau. Ha saltado a la fama efímera por un casual, como quien dice. Esperen y verán.
Pues va el señor Fontaneda y recibe en su casa una multa de tráfico de la Guardia Urbana: 200 euros, por conducir por el carril-bus y detenerse a recoger pasajeros en una parada de autobús de la calle Trafalgar, el pasado 16 de noviembre, a las 17 horas con 27 minutos. Naturalmente que iba por el carril-bus, y naturalmente que se detuvo a recoger pasajeros en la calle Trafalgar... ¡porque conducía el autobús!
Pero los ordenadores y los burócratas no entienden de sutilezas. El robot hizo la fotografía, el ordenador leyó la matrícula, procesó la multa y la Guardia Urbana, sin prestar atención a la prueba del delito (la fotografía de un autobús que va por el carril-bus, como Dios manda) se puso en contacto con Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) y preguntó quién conducía ese autobús a esa hora y en ese lugar, sin especificar por qué o para qué. Es el procedimiento habitual, dicen ahora, pillados en falta. También hay que decir que la respuesta de TMB fue igualmente automática. En resumen, el señor Fontaneda recibió en su casa la dicha notificación. A pagar 200 euros o verás la que te cae encima, decía, pero en lenguaje muy correcto, muy formal.
Ahora, el señor Fontaneda se lo toma con humor. Qué remedio. El Ayuntamiento asegura a los periodistas que la multa está anulada, pero el señor Fontaneda no ha recibido ninguna notificación. Tampoco TMB, que alzó un recurso contra la sanción, qué menos. Y ya van seis meses sin noticias.
La fotografía es de Álvaro Monge, para El Periódico.
Se non è vera, è ben trovata
La anécdota se registra por primera vez en 1745, y la narra en un diario un pintor holandés de paso por Roma, adonde había ido para conocer a los grandes maestros. No sabemos si la historia es cierta, puede que no lo sea, ma se non è vera, è ben trovata.
Entraba el de Caravaggio en una iglesia, seguido de un grupo de caballeros. Uno de ellos, en señal de deferencia, recogió un poco de agua bendita de la pila y la ofreció al pintor. El de Caravaggio puso cara de pocos amigos y preguntó qué era eso. «Agua bendita, señor Merisi», le dijo el caballero. «¿Y para qué sirve?», preguntó el pintor. El caballero, un tanto consternado, respondió: «Para borrar los pecados veniales de vuestra alma, señor». «Entonces, guardárosla, porque todos mis pecados son mortales», fue la sentencia del pintor.
Epidemias, inmigrantes y vacunas
Tenemos una clase política irresponsable, cuanto menos. El aquí vale todo llegó a un cierto límite que no puede tolerarse hace un par de días, poco más o menos, cuando el señor don Xavier García Albiol, alcalde y candidato a la alcaldía de Badalona por el Partido Popular, dijo en voz alta en un mitín que los recientes brotes de enfermedades contagiosas en Cataluña eran debidos, agárrense, a la inmigración. En pocas palabras, las de ese tipo, los inmigrantes vienen aquí a quitarnos el pan nuestro de cada día, a chupar del bote de las ayudas sociales, a delinquir y de propina, a contagiarnos la tuberculosis, el sarrampión y la tos ferina, por citar algunas enfermedades infecciosas.
Su lema es Hablando claro, y hablando claro, queridos lectores, esto es una canallada tan gorda... Además, es mentira. Parafraseando al filósofo catalán de moda, el inefable Guardiola, el señor García Albiol es un puto racista... o alienta el racismo para ganar votos, lo que no sé si es peor. En todo caso, hablando claro, predica maldades y mentiras. Veámoslo.
Una de las enfermedades que se asocian más comúnmente a la inmigración es la tuberculosis. Mentaré un artículo, por mentar alguno, sobre este asunto. Es el Cost-Effectiveness of Tuberculosis Control Strategies among Immigrants and Refugees, de Dasgupta y Menzies, que publicó en 2005 el European Respiratory Journal. Es fácil dar con él. El artículo analiza el problema de acoger inmigrantes con tuberculosis activa o latente.
Se calcula que el 25% de las muertes en el siglo XIX fueron a causa de la tuberculosis. Pero las medidas de higiene, la mejora de la calidad de vida y el progreso de la medicina han conseguido, en los países desarrollados, una incidencia menor de 25 casos cada 100.000 habitantes. En cambio, en los países de donde surge la migración, la incidencia es superior a 40 casos cada 100.000 habitantes, habiéndose producido un repunte de la tuberculosis en Sudamérica, África y parte de Asia. La migración se produce de los países con más tuberculosis hacia los países con menos tuberculosis; en pocas palabras, de los países pobres hacia los países ricos.
El estudio muestra que la población inmigrante mantiene esa tasa superior a 40 casos cada 100.000 individuos al menos durante veinte años. Luego, se normaliza y se sitúa en la tasa del país de acogida. Pero esta migración tiene una repercusión escasa (sic) en la tasa de tuberculosis de la población nativa, si realmente la tiene. Es fácil imaginar por qué: los inmigrantes viven en guetos, son más pobres que los nativos y viven en peores condiciones de salud e higiene.
Los autores se preguntan sobre la efectividad de los controles de tuberculosis en los inmigrantes y refugiados, y concluyen que la tuberculosis activa sólo podría detectarse en la mitad de los casos y que la tuberculosis latente sería prácticamente indetectable. El coste de estos controles no compensaría los costes sanitarios del tratamiento del tuberculoso.
El estudio concluye, copio: la estrategia ideal (y la más humanitaria) para el control de la TBC [tuberculosis] en el largo plazo sería la inversión internacional para la limitación de la infección en los países de incidencia elevada.
Cambiemos de enfermedad: el sarrampión. Ya hablé de él aquí. Sólo añadiré que los focos de la infección fueron familias que se negaron a vacunar a sus hijos, poniendo en peligro la vida de otros. Los jueces fallaron la vacunación obligatoria, por el bien común.
Nos queda la tos ferina en Cataluña. La tos ferina es casi inofensiva en un adulto, pero puede ser mortal en un bebé o un niño pequeño. La vacuna de la tos ferina se aplica en varias dosis, y no es eficaz antes de la quinta dosis, que se da entre los cuatro y los seis años. Cuando el niño cumple once años, la vacuna pierde su eficacia. Algunos médicos recomiendan otra vacuna en la adolescencia y otra en la edad adulta, para evitar el contagio de los adultos a los bebés, pero la Seguridad Social sólo cubre estas vacunas en Ceuta y Melilla. Por lo general, como las campañas de vacunación cumplen su función, estas vacunas en edad adulta se consideran innecesarias.
Hasta que, como ha sucedido ahora, la tasa de tos ferina más que dobla las previsiones de la Agencia Catalana de Salud. En tres meses, ha habido tantos casos como el año pasado. El brote de tos ferina está afectando a niños muy pequeños, y ya se ha pasado aviso a los pediatras y a los médicos de atención primaria. ¿Por qué?
Puede que sea una nueva cepa de la bacteria de la tos ferina, pero la estadística y el estudio epidemiológico muestra que el brote tiene mucho que ver con los padres que se han negado a vacunar a sus hijos y o que no les habían inyectado las dosis recomendadas.
Es un caso que comienza a ser frecuente: los movimientos antivacuna están produciendo brotes de enfermedades potencialmente peligrosas para la población. Ramón Dalmau, que es el jefe de la Unidad de Medicina Internacional del Hospital Santa Caterina de Salt, donde han atendido a la mayoría de los niños hospitalizados, ha afirmado en la prensa lo que sigue: Estos padres son un peligro para la salud pública.
El peligro para la salud pública no proviene, pues, de inmigrantes, sino de personajes adictos a las terapias alternativas y a un ecologismo chachi, de pandereta, irresponsable y peligroso. Son, hablando claro, unos imbéciles.
Pero más imbécil es, y más peligros provoca, ése que predica el racismo a cambio de un puñado de votos y se suma a cualquier leyenda urbana para cargar las tintas en el odio al extranjero. Imbécil, más que imbécil.
(Esto va por el señor García Albiol y los que jalean sus mentiras, pero también por el inventor del contrato del inmigrante, el alcalde de Vic, la alcaldesa de Cunit... Nadie se libra de parte de culpa en este brote epidémico de estupidez, que, ahora mismo, no conoce más vacuna que un poco de cultura.)
La guerra de los mundos
Qué quieren que les diga. De vez en cuando, un clásico alegra el cuerpo y distrae la mente. La guerra de los mundos (The War of the Worlds, 1898), de Herbert George Wells (H.G. Wells para los amigos) es de sobras conocida gracias a instrumentos tan notoriamente modernos como la radio o el cinematógrafo.
En 1938, otro Wells genial (Orson) emitió un drama radiofónico basándose en el relato y tan bien lo hizo que la gente se creyó que la cosa iba en serio. El programa provocó un pequeño pánico que ha pasado a la historia. En 1953, Byron Haskin dirigió una película basada en este relato, que ganó un Oscar por sus efectos especiales. Es muy divertida. En 2005, Spielberg filmó su propia versión, que no está nada mal, en la que gastó 132 millones de dólares... y váyanse a saber lo que recaudó.
Pero el encuentro entre los invasores marcianos y el ser humano que narra Wells sucede hace poco más de un siglo. Los marcianos aterrizan en algún lugar del oeste de Londres y avanzan, lenta, pero metódicamente, hacia la metrópoli, utilizando unos trípodes blindados, rayos calóricos, gases venenosos... y chupando la sangre al personal, que de algo hay que comer, caramba. Todo parece perdido, hasta que...
En fin, yo no les chafo el final, aunque quizá ya sepan cómo acaba. Pero la versión original, el relato sobre la invasión marciana, merece la pena ser leído. No será gran, gran literatura, pero qué más da: está muy bien.
Los inmigrantes y el Estado del Bienestar
Seguro que han oído por ahí que tanto inmigrante suelto es una amenaza a nuestro sistema de Seguridad Social y al Estado del Bienestar en general. Se quedan con los pisos de protección oficial, copan los hospitales, privan a los nativos de las ayudas y subvenciones que tanto precisan... ¡De ahí tantos recortes sociales! Pero ¿qué hay de verdad en todo esto?
Veamos los datos oficiales: los inmigrantes dados de alta (ocupados y cotizando) en el sistema de Seguridad Social en España son 1.777.438. Cataluña y la Comunidad de Madrid suman casi el 44% de este total, con más de 380.000 inmigrantes cada una.
Según La contribución de los inmigrantes a la economía española, un informe de la Fundación Ideas (socialista), recientemente publicado, los inmigrantes son responsables del 10% del PIB español y aportan 3.000 millones de euros cada año a la Seguridad Social. El informe va más allá. Afirma que el 60% del crecimiento de la economía española entre 2000 y 2010 se puede atribuir directamente a la inmigración, que además ayudó a incrementar el 32% la renta per cápita española. Es más, la actividad de los inmigrantes crea el 15% de los puestos del mercado de trabajo y permite la incorporación de la mujer española al mercado laboral y el desplazamiento de la población nativa hacia empleos mejor remunerados.
Si no creen a la Fundación Ideas, veamos qué dice la Fundación La Caixa (que no es precisamente de izquierdas), que ha publicado el estudio Inmigración y Estado del bienestar en España.
Según la Fundación La Caixa, los inmigrantes suman un 12% de la población... pero sólo consumen un 5,6% de los servicios públicos (en especial, sanidad y educación). El estudio destaca que la inmigración ha hecho posible dinamizar nuestra economía. Puede afirmarse que el 30% del crecimiento del PIB entre 1990 y 2010 ha sido consecuencia directa de la disponibilidad de mano de obra inmigrante.
Más y mejor: la mitad del superàvit de las finanzas públicas de los últimos años ha sido debida a los impuestos y contribuciones sociales de los inmigrantes, que se calcula en más de 5.000 millones de euros al año. Los inmigrantes son más jóvenes y su población tiene una tasa de actividad más alta que la población nativa, lo que mejora la relación entre la gente que cotiza y el número de pensionistas. Cuenta este informe que las cotizaciones de los inmigrantes han retrasado cinco años el posible déficit del sistema de pensiones ahora vigente.
El informe de la Fundación La Caixa acaba concluyendo que si hay problemas con los recursos sanitarios, la educación o las ayudas sociales es por falta de previsión, mala gestión e incompetencia de los gobernantes. Punto.
No son los primeros ni los últimos estudios que llegan a las mismas conclusiones sobre la aportación económica de los inmigrantes (o la mala gestión de la res publica). Quien alienta el racismo y el clasismo contra el inmigrante, tiene vergüenzas que ocultar, y eso va por todos.
El test falométrico (con perdón)
He leído con estupor que la República Checa practica (ha practicado) un test falométrico a las personas que solicitan asilo político, refugiándose de la persecución que sufren por ser homosexuales. Si la respuesta no es la conveniente, deducen que el individuo miente y devuelven al pobre desgraciado a su lugar de origen. Parece una broma de mal gusto, pero es verdad, y ha provocado una denuncia de la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales, un organismo de la Unión Europea, y luego ha llegado hasta el Parlamento Europeo, donde se ha montado un follón de mil demonios. La Comisión Europea se ha dirigido por escrito al gobierno checo para pedir explicaciones, y ya veremos cómo acaba todo.
El caso saltó a la luz pública en 2009, cuando un iraní solicitó asilo político en Chequia. Dada su condición de homosexual, arguyó, corría peligro en su tierra. Los checos pusieron cara de no creérselo y le invitaron a pasar por el test falométrico. Al poco, comenzaron las gestiones para devolverlo a Irán. El iraní en cuestión puso los pies en polvorosa y escapó a Alemania, donde solicitó el asilo, se lo concedieron y una vez sano y salvo, denunció el caso.
No sé si saben que la homosexualidad es delito (sic) en setenta y seis países, y es penado con la muerte en Irán, Arabia Saudí, Yemen, Mauritania, Sudán, Nigeria y Somalia. En la mayor parte de las veces, la pena capital es lenta, dolorosa, pública y humillante.
Sorprende, en primer lugar, que la República Checa emplee el test falométrico y que, en segundo lugar, dependiendo de los resultados, conceda o deniegue el asilo político. Y digo sorprende porque los checos son relativamente tolerantes con la homosexualidad. Desde 2006, una ley checa regula la unión homosexual, y cuenta con el apoyo de más del 75% de la población. No digo que todo vaya bien en Chequia, pero uno pensaba que no iba tan mal.
Aunque el gobierno checo ha afirmado que será bueno y que no lo volverá a hacer, no se ha comprometido formalmente a dejar de hacer dicho test. Asegura que sólo practicó el test falométrico con diez personas entre 2008 y 2009 y que éstas se prestaron voluntariamente a la prueba, verificada en todo momento por un sexólogo competente, y que a nadie se le denegó el asilo. Las organizaciones que defienden los derechos humanos en la República Checa, en cambio, mencionan el caso de dos hombres y una mujer que vivieron la experiencia de manera harto desagradable.
No valen excusas. Las organizaciones públicas y privadas que velan por los derechos humanos en Europa se llevan las manos a la cabeza y denuncian el trato humillante y vejatorio que supone un test falométrico. La comisaria de Interior de la Comisión Europea ha declarado que el test falométrico plantea serias dudas sobre su conformidad con la Carta de los Derechos Fundamentales en lo relativo a la prohibición de la tortura, el trato inhumano o degradante, y el respeto a la vida privada, que no es poco.
Pero ¿qué es un test falométrico? Es una prueba que inventó un tal Kurt Freund (físico, sexólogo y checo, qué casualidad), que consiste en la pletismografía del pene. Es decir, para que se entienda, que Freund aprendió a medir el flujo sanguíneo que pasa por el pito cuando el paciente es estimulado (generalmente, con imágenes pornográficas). El invento tenía una utilidad práctica: los homosexuales checos se libraban del servicio militar (no eran dignos de llevar uniforme, se decía), pero ¿cómo saber si uno tenía enfrente a un mentiroso espabilado o a un homosexual de verdad? Freund dio con la solución: el test falométrico.
Lo más curioso del caso es que Freund se enfrentó a los psicoanalistas, que sostenían que la homosexualidad era simplemente una fobia a las mujeres, a las terapias de conversión (que pretenden convertir un homosexual en un machote), que demostró carentes de fundamento, y al gobierno checo, entonces pro-soviético, al que convenció para eliminar la homosexualidad del código penal. Esto último tiene su mérito, a sabiendas de lo que pensaba el Partido Comunista de Checoslovaquia de los homosexuales... que siguieron sin hacer la mili. Pero, al menos, excepcionalmente en el bloque soviético, ya no eran criminales.
La plestimografía del pene o test falométrico tiene aplicaciones en el estudio de algunos tipos de impotencia y se dice que es muy efectiva para detectar la pedofilia, pero, como el polígrafo, sus resultados no son determinantes para juzgar las inclinaciones sexuales del paciente. Menos todavía si la persona que se somete a la prueba ha tenido experiencias traumáticas recientes relacionadas con el sexo, como en el caso del iraní, por ejemplo. Aunque se empleó con frecuencia en los años noventa en los EE.UU. y el Canadá para aclarar comportamientos sexuales criminales, su efectividad es discutida y la mayoría de los colegios médicos consideran que un test falométrico es humillante e innecesario en la medicina forense, con muy pocas excepciones.
El cementerio de Praga
El cementerio de Praga (Il cimitero di Praga) es la última novela de Umberto Eco, un especialista en semiótica que se lanzó a la aventura de publicar novelas... y la verdad es que le ha ido muy bien. En España, la publica Lumen, con la traducción de Helena Lozano.
Yo, qué quieren que les diga, me he divertido mucho con El cementerio de Praga. El personaje protagonista, Simonini, un bicho de la peor especie, se dedica a falsificar documentos notariales para ganarse la vida y pronto trabajará para amos de más enjundia. Acudirá a la mentira, la traición y el asesinato por unas perras que le permitan un retiro decente y saciar sus apetitos, que son, mire usted por dónde, los culinarios, pues el malvado Simonini es un gran aficionado a comer bien.
Eco acude a tres narradores: el propio Simonini, un tal Dalla Piccola, sacerdote, y un Narrador, así, con mayúsculas. El texto sigue la estructura de los diarios de los protagonistas después de algún suceso que los ha conmocionado, y se remata con apuntes del Narrador. Es un homenaje a los folletines de antaño. De hecho, Simonini, el protagonista, disfruta leyendo a Dumas. Eco, también. Pero ¿saben lo mejor del asunto? Que lo que parece más folletinesco es en verdad... historia.
Eco se inspiró para escribir El cementerio de Praga en Los protocolos de los sabios de Sión, un panfleto antisionista que se publicó en 1903, en Rusia, para atacar a los bolcheviques... y a los judíos, naturalmente. Se sabe que el texto es una falsificación de la policía secreta zarista, y que es la adaptación de un texto burlesco de un tal Joly contra Napoleón III, que a su vez se inspiró en un folletín de un tal Sue. También se cita la huella de Goedesche, incluso la de Alejandro Dumas, en los Protocolos, pues la escena del cementerio y el folletín de la conjura proceden de algunas escenas de Joseph Balsamo, donde el conde de Cagliostro (históricamente, un farsante) maquina con la masonería el asunto del Collar de la Reina. El panfleto tuvo más éxito del esperado.
Ya fuera un documento falso o un folletín de la peor especie, fue y sigue siendo considerado auténtico por algunas personas políticamente poco recomendables. Hitler, en Mi lucha (Mein Kampf), asegura que no existe mejor prueba de la autenticidad de los Protocolos que la publicidad de su falsedad, lo que tiene su miga.
La narración de Eco gira alrededor del autor de estos Protocolos. Simonini, el protagonista, odia a los judíos y no muestra mejor simpatía por jesuitas, curas o masones, que se mezclan de manera absurda en las más estrafalarias conjuras. Eco se lo toma con humor, pero no oculta al lector avisado el horror que se agita detrás de esta fiebre de creencias y conspiraciones, porque el lector adivina en lo antiguo episodios que conoce, incluso cosas que puede ver alzando la cabeza del libro.
Sin embargo, algunos círculos católicos y judíos no se han tomado con tanto humor el libro de Eco. Se han tomado en serio, por ejemplo, las observaciones del protagonista sobre los hebreos o el papel incluso criminal de los jesuitas en su lucha contra la masonería, y no vean cómo se han puesto. Hay gente muy rara, de verdad, que no parece muy leída.
Roma: Tras las huellas de Caravaggio
¿Alguno de ustedes piensa visitar Roma estos días? Pues sepa el interesado que, si le apetece, la señora doña Rossella Vodret (Superintendente Especial del Patrimonio Histórico, Artístico y Etnográfico y del Conjunto Museístico de Roma, o así) ha organizado un itinerario guiado por las callejuelas de Roma, que han bautizado Roma. Sulle orme di Caravaggio (Roma: Tras las huellas de Caravaggio).
La excusa es el cuarto centenario de la muerte del pintor, que en Roma encontró la fama y el punto que le hizo pasar de pintamonas a genio del arte. El itinerario se basa en documentación de la época, mapas incluidos. Además, uno cuenta con una ventaja inesperada: la Roma de 1600 se conserva muy bien, y algunos rincones, si dejamos a un lado las Vespas y los telefoninos, podrían pasar por los originales con sólo un poco, un poquito nada más, de imaginación.
A lo largo del paseo por el centro histórico de la ciudad, el guía irá repasando la agitada biografía del pintor, y los lugares en los que pasó parte de su vida: palacios, tabernas, burdeles, estudios de pintura, el escenario de un asesinato... Se incluyen en el paseo algunas iglesias donde se pueden ver obras del pintor: el ciclo de San Mateo de la capilla Contarelli o la Madonna dei Pellegrini, por ejemplo, que quitan el hipo de hermosas que son.
Si quieren más información, la tienen (en italiano) aquí mismo. Si se suman a una de estas excursiones, ya me dirán.
La vergüenza de Europa
Simplificando, en Libia, un pueblo se subleva contra un tirano, el tirano echa mano de mercenarios, comienza la matanza y ya podemos hablar abiertamente de una guerra civil que se ha llevado por delante a más de veinte mil civiles (contando por lo bajo), sin contar con el éxodo de cientos de miles de personas que huyen por salvar su vida. La OTAN se permite intervenir bajo mandato de las Naciones Unidas, en una misión que nadie se atreve a definir muy bien. Por ahora, se limita al bloqueo marítimo y del espacio aéreo libio, con ataques aéreos selectivos que, dada la falta de coordinación con las tropas rebeldes, no han conseguido demasiado. El avance de las tropas rebeldes se ha enquistado, pero la mención de una intervención terrestre provoca el pánico en las cancillerías europeas y EE.UU. no la ve con buenos ojos si Europa no se compromete a fondo.
En medio de este follón, los opositores han formado un consejo tribal (sic), el Consejo Nacional de Transición, que se encarga del gobierno de la Libia sublevada. Este consejo ha podido formalizar la venta de la producción de petróleo en manos rebeldes mediante una cuenta bancaria en Qatar, que en su primera transacción en los mercados internacionales vendió un millón de barriles de crudo por cien millones de dólares. Ese dinero, cuenta el consejo, no se destinará a fines militares. Permítanme ser escéptico, que ya nos conocemos.
La cuestión es que Gadafi es un personaje de la peor especie, pero no es tonto. En un golpe de mano que sólo puede clasificarse de magistral, empleó avionetas de fumigación para arrojar explosivos sobre los depósitos de combustible en manos de los rebeldes hace cosa de pocos días. Las avionetas atacaron de noche, a baja altura, evitando los radares de la OTAN (que no están para avionetas de fumigación), y volaron la infraestructura que permite a los rebeldes exportar crudo.
Será casualidad, pero al día siguiente se produjo el bombardeo más intenso de los aviones de la OTAN en lo que llevamos de guerra. A tal punto que varias instalaciones militares de Trípoli quedaron reventadas, los polvorines de Zintan atacados (y alguno, destruido) y los rebeldes pudieron realizar avances más que notables en la ciudad de Misratah, ocupando el puerto, el aeropuerto y una amplia zona hacia el oeste de la ciudad. Para que se entienda, pocos ataques han hecho más daño, hasta ahora, al potencial militar de Gadafi.
En pocas palabras: el petróleo, ni tocarlo.
Con las personas, en cambio, se emplea otra moneda de cambio. Hace pocos días, sentí vergüenza de Europa. Lo dicho: Túnez y Egipto se encuentran con miles, con cientos de miles de refugiados libios que huyen de la guerra y la muerte. Hacen lo que buenamente pueden con sus hermanos (así los llaman) y aunque no puedan ofrecer más que condiciones miserables, al borde de la catástrofe humanitaria, porque no tienen medios para más, se hacen cargo de esas personas.
Algunos libios se encuentran en una situación tan desesperada que se suben a un esquife y tiran hacia el norte, con la esperanza de dar con Malta, con Lampedusa o Sicilia. Muchos encuentran la muerte en el viaje, ahogándose en un naufragio, o de pura inanición, perdidos en alta mar, en la lenta y cruel agonía que provoca la hipotermia, la deshidratación y la falta de alimentos. En Lampedusa se apretujan ¿diez mil? ¿veinte mil? refugiados y Europa dice que ya no puede más, que no puede acoger a tanta gente, que no puede con tantos refugiados.
Del gobierno de Berlusconi uno espera cualquier cosa, pero cuando éste propuso compartir tantos refugiados con el resto de los países de la Unión Europea, se montó la de Dios y se cerraron las fronteras, como se hubieran cerrado temiendo la propagación de la peste. ¡Qué pena y qué vergüenza! ¿De verdad que Europa no puede con veinte mil refugiados libios? Estados africanos con un PIB inferior al de Cataluña pueden con un millón de refugiados y Europa... ¡Vamos! ¡Anda allá! ¡Se me cae la cara de vergüenza! Gadafi utiliza munición española, artillería francesa, vehículos italianos, fusiles ingleses... Hemos perdonado a Gadafi la promoción de actos terroristas con centenares de muertos (europeos) a cambio de petróleo... ¿Y no podemos hacer nada más que dejar morir en el mar a un puñado de refugiados que, en el fondo, sufren su destino por culpa nuestra?
Vergonzoso.
Pero también hay europeos que están a la altura de lo que se espera de un hombre. Permítanme recomendarles un artículo de una de mis lectoras, Sandra Buxaderas, corresponsal en Roma, que se ha publicado en un periódico electrónico, Cuarto Poder. Éste es el enlace. No será la primera periodista que menciona el caso, pero lo menciona muy bien, mejor que yo lo hubiera hecho.
A vueltas con el Fondo de Competitividad
Fíjense a qué extremo hemos llegado que en TV3, cuando no hablan del Barça, hablan del Fondo de Competitividad. El Fondo de Competitividad esto, que el Fondo de Competitividad aquello, que el Fondo de Competitividad lo de más allá... La prensa catalana, más de lo mismo, todo el santo día a vueltas con el Fondo de Competitividad. ¡Qué pesadez...!
La tésis publica(da) es que se trata de una terrible conjura contra Cataluña. Se afirma que sin tal fondo será inevitable recortar prestaciones sociales y sanitarias, no podremos pagar las escuelas, ni los juzgados, no habrá más remedio que echar a la calle a miles de trabajadores... En fin, que la culpa de los recortes de los que tanto me quejo la tiene Madrid, que no deja ir el Fondo de Competitividad por pura maldad, porque, si no, no se explica.
Pero ¿qué es exactamente el Fondo de Competitividad? Pregunté a amigos y conocidos. Ni idea, nadie supo decirme el qué. Visto el éxito, inicié una búsqueda por mi cuenta y riesgo y me costó lo suyo dar con la Ley 22/2009, de 18 de diciembre, por la que se regula el sistema de financiación de las Comunidades Autónomas de régimen común y Ciudades con Estatuto de Autonomía y se modifican determinadas normas tributarias (uf), que es la que dice qué es, para qué sirve y cómo se reparte el Fondo de Competitividad. Véase, para ello, su artículo 23.
Dicho esto, un aviso para el lector. La lectura del artículo 23 provoca que uno acabe con la cabeza como un bombo y no habiendo entendido de la misa la mitad. El método de cálculo, por ejemplo... Quien quiera leerlo, allá él, que le vaya bien. Añadiré, además, que el Fondo de Competitividad es uno de varios Fondos de Convergencia Autonómica, como el Fondo de Cooperación o el fondo del mar, que sirven tanto para un roto como para un descosido. Se supone que el fondo del que hablamos es un desembolso de los Presupuestos del Estado que (copio) quiere corregir las diferencias en financiación homogénea per cápita entre Comunidades Autónomas. Váyanse a saber ustedes qué es exactamente lo de la financiación homogénea per cápita y cómo se calcula. Será algo chungo, que dijo un gran estadista.
Cataluña reclama 1.450 millones de euros del Fondo de Competitividad que corresponde a 2011. La cifra se menciona por vez primera en una carta que en septiembre del año pasado envió el entonces conseller Castells al ministro de turno. No se especificaba en qué cifras se basaba ese resultado. El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña da por buena esa cifra, sin entrar en detalles, porque ya le va bien. El ministerio responde quieto parao, que no son tantos millones, sino algunos menos. ¿Cuántos? A saber.
Y ¿qué más sabemos?
Hasta ahora, el Fondo de Competitividad se pagaba por adelantado. Ahora, se pagará una vez acabe el curso. De hecho, la ley permite retrasar el pago hasta 2013, pero no está prohibido pagar antes, como hasta ahora. Es un ponerse de acuerdo... con elecciones por medio. Mal asunto.
El Fondo de Competitividad es una aportación de los Presupuestos Generales del Estado. La Ley de los Presupuestos Generales del Estado de 2011 no dotó un Fondo de Competitividad. El Fondo de Competitividad, ahora mismo, no tiene fondos.
Si uno asoma más allá del Ebro verá con estupor que el resto de las Comunidades Autónomas también andan a la greña por el Fondo de Competitividad. Galicia reclama más de ochocientos millones de euros; Madrid ya reclama en los tribunales mil no sé cuántos millones, Murcia reclama sus fondos, Valencia... En fin, todos y alguno más, y muchos millones. No se trata, pues, de una maniobra contra el actual Gobierno de la Generalidad de Cataluña, sino acaso que las arcas del Estado no tienen un duro y miran con precaución el precio de los intereses de la Deuda Pública.
No se dice que si el gasto de la Generalidad de Cataluña disminuye, o si el Presupuesto del Estado disminuye, también disminuye el importe del Fondo de Competitividad. En ésas estamos. Pero supongamos que sí, que es verdad que tenemos derecho a los 1.450 millones de euros en 2011. En tal caso, nada impide que se consignen como ingreso en los presupuestos de 2011 de la Generalidad de Cataluña (aunque se cobren en 2013). Sería una situación extraña, pero posible y completamente legal. ¿Por qué no se hace así? Ah, por algo será.
En las mismas, el Fondo de Competitividad cubre, como máximo, un 3,6% de los gastos de la Generalidad de Cataluña. Aunque no disponer de este fondo ponga las cosas difíciles en tiempos difíciles, su ausencia no puede justificar el orden de prioridad que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña aplica a la hora de reducir el gasto, que es el verdadero quid de la cuestión.
Para poner un ejemplo que se entienda, que no podrán negar, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, a través de su televisión pública (TV3), paga tanto dinero al Fútbol Club Barcelona como el que se precisa para evitar los recortes en dos o tres grandes hospitales de la red sanitaria pública (Vall d'Hebron, Bellvitge, Clínic...) y mantenerlos a pleno rendimiento de plantas, quirófanos, personal sanitario, etc. Que haya o no haya Fondo de Competitividad no cambiará esa partida presupuestaria que se dedica a promocionar un club de fútbol en vez de promocionar la calidad de nuestro sistema sanitario.
Pero, ya saben, de esto no tenemos nosotros la culpa, sino Madrid... o el árbitro.
Algo tendrá que ver en el asunto que el Barça se reserve 3.600 entradas para invitar a diversos VIPs a la final de la Copa de Champiñones. ¡3.600 entradas de primera para la sociedad civil...! Huele a chanchullo.
Coca-Cola en la nevera
Tengo una especial predilección por la pequeña historia, la que se alimenta de anécdotas, de cosas mínimas, curiosas, paradójicas. El asesinato, quizá ejecución, o viceversa, de Bin Laden ha puesto al descubierto que el malo malísimo de la película era un tipo bastante vulgar, uno de esos personajes que parecen darle la razón a Arendt cuando menciona la banalidad del mal. Le gustaba verse a sí mismo en televisión y practicaba el zapping de manera convulsiva. Se teñía la barba, para disimular sus canas. Era maniático en sus costumbres y es aquí donde entra la anécdota que me ha llamado la atención. Bin Laden era un adicto a la Coca-Cola.
Cuentan que no podía pasar sin este jarabe. Que bebía Coca-Cola a todas horas, fresquita, y que si abría la nevera y la sorprendía vacía de este refresco, pillaba unos berrinches de padre y señor mío. La Coca-Cola, el símbolo yanqui por excelencia, deleitaba el paladar del enemigo público número uno de los EE.UU. Hay para darle vueltas al caso.
Gran Premio de Turquía 2011
Ha sido una carrera muy entretenida: adelantamientos, cuatro cambios de neumáticos (¡cuatro!), estrategias finísimas de todos los equipos... y unos Red Bull que no hay quien los coja. Sin embargo, Ferrari hizo un podio (Alonso, tercero). El segundo Ferrari (Massa) no pudo entrar en la zona de puntos.
En la Scuderia saben que les queda mucho por mejorar, y el resultado de Alonso fue muy bien recibido, una especie de agradable sorpresa. Seguimos terceros en el Campeonato de Marcas y muchas cosas tendrían que cambiar para salir de ésta. Pero, mientras tanto, mejor será pasarlo bien.
Ah, por cierto. La próxima en Barcelona. Supongo que la Ferrari Store de Consell de Cent con Passeig de Gràcia hará su agosto. Ya saben, si quieren comprar un trozo del tubo de escape de un Ferrari de competición que corrió en 2007, allá se lo dejarán por una burrada de euros. Hace bonito en el salón.
Austeridad ferroviaria
Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC) es una empresa pública que presume, con razón, de ofrecer un servicio ferroviario excelente. Es una red ferroviaria modesta que forma parte del transporte urbano de Barcelona y de la red de cercanías interurbana. La compañía asegura haber conseguido un superávit de 19 millones de euros en 2010, pero ¡atención! El 79% del coste del billete está subvencionado por el Gobierno de España, la Generalidad de Cataluña y los ayuntamientos a los que ofrece su servicio ferroviario. Ese superávit es, pues, relativo. Es, más bien, el resultado de una buena gestión de una infraestructura de transporte público subvencionada.
Hasta aquí, muy bien. A partir de aquí, los sindicatos denuncian que con el cuento del superávit, los directivos se reparten unos complementos de sueldo que para qué. Se ha publicado en los periódicos que 93 cargos de la empresa se han repartido el pasado marzo unos bonos de productividad que suman 680.000 euros. No es la primera vez que se reparten estas propinas. De hecho, los sobresueldos de 2010 han sido menores que los de 2009. Sin embargo, en 2005 el sobresueldo de estos cargos era de un 7% y en 2010 ha sido de un 15%, el doble.
El comité de empresa de FGC está que trina. Los jefes se suben el sueldo y mientras tanto, ellos, los trabajadores y técnicos de FGC, tienen que comerse reducciones de salarios y retribuciones. El mal ambiente llegó a tanto que se habla de una nota que explicaba el porqué de esta propina, que ha causado un gran resquemor. La empresa niega la existencia del comunicado; los sindicatos aseguran haberlo visto y leído.
Ya es mala suerte que al mismo tiempo que se descubría el montante de estas propinas, un juez del Tribunal Supremo haya fallado que FGC no puede pagar las horas extraordinarias de sus trabajadores a un precio inferior al de una hora de la jornada laboral ordinaria, una práctica que la empresa utilizaba para reducir costes. Y no hay vuelta de hoja en la sentencia, es así.
También es casualidad que, hace poco, dos antiguos directivos de FGC, los que puso CiU años ha, han sido condenados por beneficiarse de un fondo de pensiones de 2.600.000 euros, euro más, euro menos, que ellos guisaron y ellos comieron. Tal fondo ha sido declarado ilegal por los tribunales, pero, dicen los sindicatos, todavía no ha sido reclamado por la dirección de FGC. La dirección asegura que si alguien tiene que reclamar ese dinero, ése es el conseller de turno, el señor Recoder.
Así están las cosas. Los unos se llevan a casa dos millones y pico de euros que el juez dice que no podían llevarse a casa y nadie los reclama (por ahora). Los otros se reparten bonos de productividad (por ahora) mientras el gobierno intenta reducir la masa salarial de la empresa.
Por suerte, los trenes siguen llegando a su hora (por ahora).
Arte Totalitario
En 1990, Igor Golomstock publicó Totalitarian Art, un libro que se ha convertido en un clásico para comprender el mecanismo que hace del Arte una máquina publicitaria de las tiranías. Golomstock (un especialista en Picasso y Cézanne, hoy profesor en Oxford) tuvo que esperar a que se derrumbara el comunismo para poder publicar Totalitarian Art.
El libro marcó una revolución en este particular estudio, pues desmontó las tésis que sostenían que, por ejemplo, el realismo socialista siguió un camino y los artistas arios a las órdenes de Goebbels, otro. Golomstock defiende que las tiranías del siglo XX tienen todas un mismo estilo, no estilos diferentes. La tésis de Golomstock es noticia porque, por fin, en 2011, el libro ha podido publicarse en los EE.UU. y andan todos pasmados con las tésis de Totalitarian Art.
Cuentan que Golomstock alumbró su tésis en los años sesenta. Trabajaba en el Museo Pushkin, en Moscú, y dio con un volumen de arte nacionalsocialista, procedente, seguramente, del saqueo de Berlín. Mostró algunos cuadros que aparecían en el libro a sus alumnos (que no habían estudiado otra cosa que realismo socialista). Ya saben: campesinas rubias, felices y sonrientes labrando los campos, obreros del metal bellos y musculosos... Los alumbos de Golomstock, sin saber lo que estaban viendo, comenzaron a mentar nombres de artistas soviéticos: ése es de Gerásimov, ése de Tomskyi, de Muchevich... ¡Creían vérselas con cuadros soviéticos y eran cuadros nazis!
Es decir, que los totalitarismos comparten una estética semejante, que en el siglo XX es casi única, pues, según Golomstock, existe un estilo internacional de la cultural totalitaria, que llama realismo total. Existe un paralelismo sorprendente en la pintura, la escultura, la arquitectura... incluso el cine. Sólo a partir de los detalles raciales, étnicos o geográficos presentes en las obras, dice el profesor, podremos determinar si una obra creada bajo el totalitarismo pertenece a tal o cual país.
El arte totalitario nace porque el Estado considera que el arte en particular y la cultura en general son armas ideológicas. Por eso, sostiene Golomstock, crea un aparato que dirige y controla las artes y la cultura. Si puede escoger entre varios movimientos artísticos, elige el más conservador (en el fondo, el que llega a más gente) y declara ese movimiento nacional, oficial... prácticamente obligatorio. Cualquiera que siga otro estilo será un reaccionario, un degenerado, un enemigo de la clase, la raza, el Partido, el Estado, el progreso... Será poco menos que un delincuente, una persona psicológicamente deforme.
La tésis es más atrevida. Golomstock sostiene que esta tendencia es clarísima en los totalitarismos, pero que se da (o puede darse) también en democracia, pues el Arte Totalitario se asocia al poder, así, en general. Véanse, si no, los ministerios de Cultura aquí o allá, y no hay que ir muy lejos para ver cómo se gastan las subvenciones, por ejemplo.
Hablar de arte delante de un retrato de Franco con capa, del padrecito Stalin, de Mao en plan mesías o de Hitler iluminando el futuro de la raza aria, por no mentar Italia, Bulgaria, Rumanía, Irán... da repelús. Porque la intención de eos cuadros era criminal, era la sistemática eliminación de la crítica y del pensar uno por sí mismo. Y éso ¿no es el fundamento del Arte? Quizá sí, pero quizá no, y aquí es donde comienza uno a plantearse muchas cosas.
Agitado, no revuelto
Cuando Bond, James Bond, pide martini con vodka, lo pide agitado, no revuelto (shaken, not stirred). Lo mismo podría pedir uno a la vida pública. Desconozco las virtudes que distinguen el bebercio mezclado, agitado o revuelto, pero sí sé que la vida pública es mejor tenerla agitada que revuelta.
Cuando se revuelve, se destapan aromas infectos, miasmas pestíferas. Fácil es, inevitable, que acuda el populismo, simple, visceral, arrogante, hueco, para alborotar al personal y luchar contra las ideas, y esa sustancia es el licor que convierte democracia en demagogia, y es fácil acabar embrutecido y dependiente de ese brebaje, que revuelve las tripas, alumbra la pasión y ofusca la razón.
Quiero decir, para que se me entienda, que agárrense, que vienen curvas. Ya se nos ha echado encima una campaña electoral que será bronca y que no nos dejará más remedio que escoger entre Guatemala y Guatepeor. Existe, eso sí, una práctica unanimidad entre los partidos que se proponen: conviene adelgazar la res publica cuando más se necesita; qué malos que son los inmigrantes, fíjese usted; vengan banderas para tapar vergüenzas, tanto da de qué color; la culpa es siempre del otro y si te he visto, no me acuerdo, si uno habla de corrupción, especulación urbanística, mala gestión o recortes del Estado del Bienestar.
Hace un tiempo, leía El Príncipe de Maquiavelo antes de una campaña electoral. Ahora no practico tan sano ejercicio, por respeto a Maquiavelo, que no se lo merece. Maquiavelo está muy por encima de tanta miseria, y no saben cuánto me apena tener que decirlo.
El limpiacristales
Leía tranquilamente en el hospital, al lado de una ventana que daba al patio, por donde entraba el fresco. Las golondrinas llenaban el cielo, apresuradas, presto el anochecer. Qué extraño silencio, cuando el hospital es un lugar ajetreado y ruidoso, siempre lleno de gente apresurada que cruza una via dolorosa. En éstas, desperté de mi ensueño cuando me dijeron: No hace falta que se mueva, no molesta.
Era un tipo feo, mal afeitado, sucio, desdentado, a todas luces simple, que acarreaba trapos y un cubo. Era el limpiacristales.
Qué hombre tan amable. Me explicó que ponía cera a los cristales, una cera que repele a los bichos, ya sabe. Cómo olía a fresco, decía. Me mostró cómo se enceraba un vidrio, así, ¿ve?, así, poquito a poco, y cómo luego se secaba con el mismo trapo, nunca con otro. Se da cera con este lado, y se seca con este otro, decía, y sólo se aclara con agua caliente, nunca con agua fría.
Aplicado y meticuloso, desapareció como apareció, en silencio, dejando tras de sí cristales tan límpidos como el aire de primavera.
El discurso fúnebre de Pericles
Me permito copiar unos fragmentos del Discurso fúnebre, de Pericles, tal como lo recoge Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso. Vamos allá.
Nuestra constitución no copia leyes de los estados vecinos. Más bien somos patrón de referencia para los demás, en lugar de ser imítadores de otros. Su gestión favorece a la pluralidad en lugar de preferir a unos pocos. De ahí que la llamamos democracia.
[...]
Abrímos nuestra ciudad al mundo. No les prohibimos a los extranjeros que nos observen y aprendan de nosotros.
[...]
En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia.
[...]
Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus diferencias privadas. En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en la vida pública se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mérito. Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un ciudadano es útil para servir al estado, no es obstáculo la oscuridad de su condición.
[...]
La libertad de la cual gozamos en nuestro gobierno, la extendemos asimismo a nuestra vida cotidiana. En ella, lejos de ejercer una supervísión celosa de unos sobre otros, no manifestamos tendencia a enojarnos con el vecino, por hacer lo que le place.
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Abrímos nuestra ciudad al mundo. No les prohibimos a los extranjeros que nos observen y aprendan de nosotros.
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En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia.
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Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus diferencias privadas. En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en la vida pública se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mérito. Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un ciudadano es útil para servir al estado, no es obstáculo la oscuridad de su condición.
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La libertad de la cual gozamos en nuestro gobierno, la extendemos asimismo a nuestra vida cotidiana. En ella, lejos de ejercer una supervísión celosa de unos sobre otros, no manifestamos tendencia a enojarnos con el vecino, por hacer lo que le place.
Futbol opium populi est (y váyanse a saber si lo he declinado bien)
Los que no somos fumboleros hemos pasado semanas de agonía. En todas partes hablaban de la épica sucesión de encuentros entre el Real Madrid y el Barcelona y las declaraciones de un tal Mourinho, que es un histrión con un sentido del humor tan fino que cuesta apreciar a la primera, y de un tal Guardiola, que dicen que una vez leyó un libro de Martí i Pol y que es más soso que el azúcar, las declaraciones de estos dos, decía, han movido ríos de tinta y desolado bosques para fabricar el papel impreso que comentaba tal o cual frase, seguramente profundísima, sobre veintidós tipos en calzoncillos y un señor que sopla el pito.
El balance ha sido desolador: horas y horas y horas... de comentarios fumboleros en radio y televisión, infinitos, inacabables, destrozos en la vía pública y varias docenas de heridos aquí y allá. Lo de siempre, pero cuatro veces seguidas. Un horror.
Mientras tanto, el país se va al carajo y nadie dice ni mu. Cuanto menos, la opinión pública, y quien dice pública, dice publicada. No sé qué pasará en Madrid, aunque me sobran indicios que apuntan a una creciente liberalización de los servicios públicos, pero en Cataluña, rediós, una tropa de neoliberales pompeufabristas neocones están serrando las patas de la res publica: se están cargando la seguridad social (sanidad y servicios sociales públicos y universales), se están cargando el sistema educativo público y de la justicia, mejor no hablar.
A la chita callando, eso sí, que vienen elecciones y no vayan a salir mal. Aquí no se habla de presupuestos hasta después de las elecciones. Que el Barça (financiado en parte por decenas de millones de euros de TV3, por dinero público) se enfrentase cuatro veces seguidas al Real Madrid les ha ido de perilla a esos bergantes para seguir arrasando con todo con o sin permiso del común, que anda idiotizado con el balompié.
Aunque sostengan lo contrario, ya se han cerrado plantas hospitalarias y se han suprimido turnos de quirófano y servicios de urgencia en hospitales públicos. La lista de espera máxima de quince operaciones quirúrgicas ha pasado de seis a ocho meses y se han eliminado tres de esas quince operaciones, que pueden encontrarse con una espera ad aeternum. El objetivo es suprimir este límite máximo, paso a paso.
Hasta la Unión Catalana de Hospitales, la patronal de los hospitales privados, cree que se ha ido demasiado lejos, y sostiene (¡la patronal!) que la actuación del Gobierno perjudicará seriamente la calidad asistencial de los catalanes y que obligará a despedir a miles de trabajadores. Mientras tanto, el conseller del ramo, Boi Ruiz, a. don Baudilio, se negó a comparecer en comisión parlamentaria para explicar el qué, el cómo y el por qué de su salvaje e indiscriminada actuación. ¡Se negó...! Tiene bemoles la cosa.
También se negó a comparecer la licenciada Ortega, otra valerosa consellera, que no quiso explicar a los señores diputados sus planes para echar a la calle a más de dos mil trabajadores de entes y empresas públicas catalanas, un plan del que los señores diputados se enteraron por la prensa, como suele decirse. ¡Otra valiente! ¡Otra desvergüenza!
Estos días también se ha acordado que las escuelas públicas, por ahorrar, den una hora menos de clase al día que los centros privados o concertados. Los pobres, como son burros, no notarán la diferencia, opina el gobierno. Se sospecha que habrá despidos entre el profesorado, pero nadie habla claro. Pero ¿qué es esto?
Un amigo mío, culé de toda la vida, un caso patológico. Pues está indignado. Indignado es poco. Es médico, y se sublevaba contemplando la multitud en Canaletas celebrando el triunfo de su equipo de fútbol. Luego, cuando hay que reclamar por la sanidad, nadie mueve un pelo, exclamó, indignado, furioso.
No le falta razón. Lo que está haciendo el Gobierno de la Generalidad de Cataluña no tiene nombre. Tampoco tiene nombre que los de siempre, ésos que viven del mamoneo (la sociedad civil, los intelectuales, ya me entienden), hagan mucho ruido con manifiestos que reclaman una calle para los hermanos Badia, por poner un ejemplo desconcertante, y no se hayan atrevido a mover un dedo para decir que quizá, es posible, no se tendría que desmantelar la sanidad o la escuela pública, o no tanto, o sólo un poquito.
Tendríamos que tomar la calle. En serio. Aquí no se toca ni la sanidad ni la educación ni la justicia. El Estado está para lo que está, para asegurar la igualdad de oportunidades y para ayudar a los que menos oportunidades tienen, no a los que ya tienen todas las oportunidades del mundo. Lo demás... pamplinas.
Comparto esa irritación de mi amigo y añado, a propósito y por golpear con un martillo, por provocar, que el espectáculo deportivo debe más a Adolf Hitler que a Pierre de Coubertain, que murió justo un año después de las Olimpiadas de Berlín, satisfecha su obra. Prosigo con mis despropósitos añadiendo que la gente es racional, y que incluso hay buena gente (lo sé de buena tinta), pero la masa es una bestia que sólo se mueve por los impulsos del vientre, que dijo aquél, la chusma es un monstruo agitado por emociones primitivas, etcétera, etcétera, y el fútbol es lo que tiene, que es el opio del pueblo, un espectáculo de masas.
Puedo añadir que si vendiéramos a Berlusconi todos los jugadores que pisaban el campo en esos cuatro partidos, acabaríamos con el déficit del sistema público sanitario catalán, y que mi amigo se irrita porque el público prefiere invertir millones y millones en veintitantos tipos en calzoncillos dándole de patadas a un balón que en luchar contra la pobreza y la enfermedad que sufren ellos mismos.
No obstante, me permito ser benévolo. Quizá la gente busca en el balompié el triste consuelo de una alegría colectiva, viendo la que está cayendo. Quizá sea lo único que les queda, y eso es muy triste.