La presidenta de Òmnium Cultural pretendiendo ser normal.
No sé si se han enterado, pero nuestros amigos de Òmnium Cultural han iniciado una campaña que pide un país normal (sic). Se me ocurre buscar imágenes en internet, por ver qué hay, y tropiezo con la candidatura del Frente Progresista Cívico y Social, que presenta como candidato a Hermes Binner a unas elecciones argentinas. Su lema es, atención, Un país normal.
Véase en:
y en una búsqueda en las imágenes de Google, empleando como palabras de búsqueda un, pais (sin tilde) y normal.
Propagando la normalidad.
Sólo muchas imágenes después de la campaña del señor Binner aparece ésta, la de un señor calvo y una señora con aspecto de monjita laica. La fotografía procede de Cugat.cat, que publicó una noticia el pasado sábado: La campaña Un país normal arranca en Sant Cugat del Vallès. Pero, que yo sepa, la campaña del Frente Progresista Cívico y Social argentina había empezado mucho antes.
Con fecha del 21 de junio de 2013, se publica en Argentina, en el sitio web del Frente Progresista Cívico y Social, el siguiente comunicado. Copio:
A poco de iniciarse la campaña electoral con vistas las elecciones legislativas nacionales de agosto y octubre, el precandidato a diputado nacional por el Frente Progresista, Cívico y Social de Santa Fe, Hermes Binner, lanzó en las redes y vía pública su campaña bajo la consigna Un País Normal. La misma campaña tiene su correlato en las redes sociales con el hashtag #UnPaísNormal.
Lo que pasa en Cataluña es normal que también pase en otros países.
Los letreros que sirven de apoyo a la campaña del candidato Binner son cinco. El primero, el más básico, es un retrato del señor Binner y el lema Un país normal; en letra gris, más pequeña y en una esquina, otro lema: Es el cambio.
Luego, cuatro lemas más:
En un país normal la soja no es un yuyo (sic),
En un país normal los corruptos van presos,
En un país normal los trabajadores no pagan impuestos a las ganancias y
En un país normal la nación paga lo que debe a las provincias.
En todos los casos, los lemas están escritos con mayúsculas, carecen de tildes (ay, la ortografía) y vienen acompañados del lema en gris Es el cambio.
Kirchner también pedía un país normal.
Tres meses después, se inició en Cataluña otra campaña por un país normal. Comenzó el 30 de septiembre, cuando la señora doña Muriel Casals (la que acompañaba al señor calvo en la fotografía antes expuesta) escribió un artículo en El Periódico que se titulaba (cómo no) Un país normal.
Aquí tienen el artículo, en:
Dijo: Los catalanes nos queremos mostrar más razonables, abiertos, solidarios y partidarios del progreso que los que nos niegan el derecho a ser tan libres como ellos. Ése es el núcleo de su razonamiento. Ellos, nosotros.
Pues, que yo sepa, soy tan libre como cualquier otro catalán y me considero razonable, abierto, solidario y partidario del progreso, pero no comparto la fe de doña Muriel. En lo nacional soy ateo. Creo que el nacionalismo no es bueno. Es, más bien, malo. Al modo de los antiguos, lo bueno es la res publica y el compromiso político de todos y cada uno de nosotros, el sucio y aburrido trabajo de cada día en la defensa de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes.
Las banderas son de hacer bonito y sólo estorban. Son, cito a Marx y Engels, un instrumento que emplea la burguesía para desviar la atención de lo que tendría que importarle al pueblo. ¡Que haya nacionalistas que se digan progresistas y de izquierdas es tan absurdo...!
En cualquier caso, ¿qué libertad gozaría que no gozo ahora si Cataluña alcanzara su esencia nacional y el Volkgeist de esta nación se encarnara en una República Catalana? ¿Cuál? ¿La libertad de expresión? ¿La de reunión? ¿La religiosa? ¿La sexual? ¿Cuál? Una, díganme una sola libertad de la que ahora me veo privado y que podría gozar en esa Arcadia cuatribarrada, chachi y fetén. ¡Una! Entonces podremos valorar el riesgo de romperlo todo para poder disfrutar de ella. Si no existe tal libertad, o si se puede luchar para conseguirla por medios legales o menos peligrosos, todo esto es una gilipollez mayúscula.
El caso es que doña Muriel concluyó su perorata el 30 de septiembre pasado diciendo (cito): Somos normales a pesar de quienes nos quieren hacer pasar por extravagantes ante los ojos del mundo. Somos un pueblo normal y aspiramos a tener un país normal. Ojalá. ¡No pido nada más que eso! Sin embargo, temo que mi idea de normalidad no es la idea de normalidad de doña Muriel, algo que, por otra parte, es de lo más normal.
En Italia también se preguntan si su país es normal.
Pero... mejor todavía. Sinceramente, con el corazón en la mano, no quiero que mi país sea normal. Quiero que mi país sea mejor, excepcional, bonísimo, un país por encima de la media. Por pedir, que no quede.
Quiero un pueblo crítico, culto y despierto, que no tolere ni el populismo ni el caciquismo ni la corrupción; quiero una educación obligatoria pública, universal, laica y gratuita, de gran calidad; quiero una sanidad pública y un sistema de seguridad social universales, de primerísimo orden; quiero una justicia rápida y eficiente, a la vez que eficaz... No quiero que en mi país se subvencione la religión o la identidad nacional, allá cada uno con sus creencias míticas. Quiero que los intelectuales de mi país sepan leer y escribir. Etcétera.
Les regalo la normalidad, si la quieren. La normalidad es lo que pasa en China, en África. Pertenecemos al mundo desarrollado y rico, no somos nada normales. Querer por querer, aspiro a la excelencia. Quiero que mi país sea la Florencia del Renacimiento o la Francia de la Ilustración. No quiero ser normal.
No me importaría vivir en un país normal, dicen los italianos.
Pero Òmnium Cultural quiere ser normal. Un mes despúes del artículo de doña Muriel, cuando había sido felizmente olvidado por todos, se inició la campaña Un país normal. El 26 de octubre, en efecto, cuatro meses después de la campaña del candidato Binner en Santa Fe, Argentina, Òmnium Cultural proclamó que quería un país normal.
El Partido Socialista Italiano se pregunta si pueden ser un país normal.
Una Italia libre y serena, una Italia normal, dicen.
Su sitio web es éste:
Los panfletos que ha publicado Òmnium Cultural enuncian los siguientes lemas:
Un país normal,
Es normal querer un país normal,
Es normal que la gente pueda decir lo que piensa,
Es normal que un país gestione sus recursos,
Es normal portarte bien con tus vecinos (sic),
Es normal que un país decida su educación,
Es normal no haber nacido aquí y pedir la independencia,
Es normal que un país decida su sanidad y
Es normal que uno hable en catalán y otro en castellano.
Vale, normal.
Banal. Hueco. Indiferente.
La campaña no soporta el detalle incisivo. Por ejemplo, pedir que un país gestione sus recursos ¿qué quiere decir? ¿Qué se pide en verdad? ¿Está en la línea de la colectivización agraria o de la privatización de los servicios públicos? ¿Hablamos de asambleas ciudadanas que funcionan como cooperativas o de corporaciones financieras con el beneplácito del poder político? Etcétera.
El Sindicato de Pensionistas Italianos dice:
¡Ya basta! Nos merecemos un país normal.
Democracia, trabajo, igualdad, justicia social.
Me apunto.
Es normal preguntar quién paga esto y para qué sirve. Eso sí que es normal. También es normal (tendría que serlo) cuestionar la intención de los que apoyan la campaña. Porque son éstos (véanse
aquí, a modo de ejemplo y sin ánimo de exhaustividad).
Cicerón preguntaba:
Cui bono? ¿Quién se beneficia de
Un país normal? Les diré: Quienes quieren
un país normal apoyan al Gobierno de los Mejores (y viceversa). No protestan con el mismo énfasis cuando este gobierno esquiva sus responsabilidades en la corrupción pública, en los recortes a la sanidad, la educación o los servicios sociales. Los que se enriquecen con este hacer son los que apoyan la campaña, los que no podrían permanecer un minuto más en el poder en un país mejor. Òmnium Cultural no hace una campaña para que se haga algo por los miles de niños catalanes privados de las becas comedor; nunca la hará. No le interesa.
Como ven, normal. En Cataluña, normalísimo. Por eso no quiero ser normal, no como ellos.