La derrota de las tradiciones


Los amantes del progreso celebran las derrotas de las tradiciones, pero hay lugar para alarmarse por las novedades. Los tradicionalistas, en cambio, reciben la novedad con cara de perro, pero alguna vez se apropian de ella y la suman a la tradición. 

Es un debate tan viejo como el hombre y algunas fechas son propicias al enfrentamiento entre el viejo y el nuevo orden. Se enfrentan las generaciones, los conservadores y los progresistas, los que quieren cambiar y los que no. Una de las fechas donde se tensa la relación entre lo viejo y lo nuevo es hoy mismo, la víspera de la festividad de Todos los Santos. 

Se ponen de moda las películas de miedo.
De Guindos interpretando Sinister Minister, en pantalla.

Se está imponiendo la moda del Jalogüín, que se pronuncia Halloween, que viene de los Estados Unidos. La primera fiesta de Halloween, un baile de disfraces, se remonta a una fecha tan lejana como 1921 (ya lo dije hace tiempo, aquí). Cuenta casi un siglo a sus espaldas, lo que no está mal, y la juerga de Jalogüín ha evolucionado mucho desde esa primera fiesta de disfraces. Se renueva y cambia constantemente. Evoluciona.

Ay, qué miedo.

En Cataluña, la tradición era comer castañas y unos pastelitos dulces llamados panellets. Éstos provienen de Centroeuropa y comenzaron a comerse en España a mediados del siglo XVIII, no siempre por Todos los Santos. Como tienen mucho azúcar y frutos secos, son dulces empalagosos, de invierno y de pesada digestión. 

Su venta en pastelerías y puestos ambulantes cuenta con poco más de dos siglos de tradición en Barcelona, lo que no está nada mal. El café con leche y croissant (cruasán) también nació en Viena, más o menos por la misma época que los padres de los panellets.

Las tijeras, la moda del terror catalán.

Si los panellets tienen la misma edad que el café con leche y croissant (cruasán), la fiesta de disfraces de Halloween cuenta con tantos años como la sardana de cobla. Eso nos ayuda a relativizar eso de las tradiciones milenarias y el espíritu de un pueblo, que lo primero es falso y lo segundo, si existe (que no), cambia constantemente, privándose de sentido y destino cada día que pasa (cómo me gusta llevarle la contraria a Hegel & Co.).

De hecho, las generaciones que vienen tras de mí viven una nueva tradición. Van a fiestas de disfraces, se corren una gran juerga y comen castañas, moniatos y panellets a la luz de una calabaza hueca mientras ven películas de miedo de zombis y bichos asquerosos. Así se ha hecho siempre, dirán a sus hijos, cuando los tengan. Los hijos los mirarán con cara de asco. Qué rollo, eso de la tradición.

Las juergas de Jalogüín se alargaban todo el invierno.


Los saboteadores de la Home Guard


Material abandonado en las playas de Dunkerque.

Pónganse en situación. Han perdido una batalla casi decisiva. Francia ha caído. Han conseguido evacuar a los soldados en Dunkerque, pero han tenido que dejar atrás los cañones, los camiones, los carros de combate... ¿Quién defenderá el Reino Unido? ¿Con qué armas? ¿Cómo?

Una unidad de la Home Guard, con un vehículo blindado improvisado.

Se crea la Home Guard, un ejército de pacotilla formado por gente no apta para el ejército, que emplea picas a falta de fusiles y botellas de gasolina haciendo las veces de artillería. La situación es desesperada y en cualquier momento van a caer del cielo los paracaidistas alemanes para abrir camino a la invasión. 

Churchill no se hace ilusiones. Si el ejército alemán logra cruzar el canal y pone los pies en Inglaterra, el ejército británico apenas podrá retrasar su avance. Sin material, sin munición, no podrá resistir mucho tiempo. La Home Guard se sacrificará inútilmente, bien lo sabe.

Una unidad de la Home Guard. Ésta, con fusiles.

Churchill, sin embargo, es un hombre de recursos. En estos días difíciles crea el primer Commando, una compañía de infantería ligera de élite que será entrenada especialmente para atacar la retaguardia del enemigo. Hay que llevar la batalla al enemigo, no esperar a que venga, dijo, y pronto veremos a los comandos en acción. 

La misma filosofía se aplica a una unidad secreta, la Auxiliary Unit, la Unidad Auxiliar. Muy pocas personas conocen su existencia. La componen voluntarios que proceden de la Home Guard, seleccionados con sumo cuidado. Sus miembros son entrenados en tácticas de guerrilla, asesinato y sabotaje, sin decírselo a nadie. Mientras tanto, se construyen en el campo depósitos de armas en los que se guardan armas, municiones y explosivos (lo que ahora llamaríamos zulos). 

Lo que queda de un escondite de la Auxiliary Unit.

El vecino de al lado, el párroco del pueblo, el mozo de la taberna, pueden ser miembros de la Auxiliary Unit. Todo es muy secreto. Casi nadie sabe que existen, o quiénes son.

Cuando lleguen los alemanes, los miembros de la Auxiliary Unit comenzarán una campaña de asesinatos, sabotajes y emboscadas contra el invasor. Divididos en células, independientes unas de otras, se saben muertos si los alemanes los capturan. Los mandos calculan que los miembros de una célula de la Auxiliary Unit no vivirán más de diez o doce días combatiendo contra los alemanes. Los pillarán, tarde o temprano. El suicidio es una opción, y morir matando. 

La Auxiliary Unit nunca entró en acción, gracias a Dios. Desapareció. Sólo muchos años después de la guerra se supo de este cuerpo de saboteadores y terroristas, llamémoslo así. De hecho, apenas nadie los conoce.

Hace poco, ha resucitado la memoria de la Auxiliary Unit porque se subastan los recuerdos de Louis Pugh, el propietario de una fábrica de productos químicos que era, ¡caramba!, el líder de una célula de seis saboteadores. 

Los saboteadores se reunían en un escondite en la granja de Gibbet Oak, en Tenterden, Kent. El mecánico del pueblo (otro saboteador) les había construido una compuerta secreta para su escondrijo, en medio del bosque, donde guardaban toda clase de armas y explosivos. 

Tuvieron tan mala suerte que una pareja de amantes decidió hacerse cariñitos justo encima del zulo. Algo harían que se abrió la puerta y se llevaron un susto de muerte. Vino la policía, el ejército... La célula de Pugh tuvo que disolverse, inmediatamente, al ser descubierto su escondrijo. Pugh salvó el material que pudo y lo escondió en su casa. Luego se apuntó a la RAF, llegó a ser teniente de aviación, lo condecoraron y regresó a casa como un héroe.

Murió en 1984. Entonces, ¡oh, sorpresa!, sus hijos dieron con el material de la Auxiliary Unit en su propia casa. Encontraron un par de bombas incendiarias de fabricación casera, que uno no explica como no incendiaron la casa de Pugh en más de cuarenta años. También, insignias y manuales: cómo fabricar bombas con productos químicos domésticos, cómo construir trampas explosivas, cómo volar las vías del tren... El señor Pugh, que pasaba por incapaz de romper un plato, resultó haber sido un pájaro de cuidado.

Uno de los manuales que guardaba Louis Pugh.

Ahora subastan estos manuales. Uno parece un almanaque y el otro, una guía de fertilizantes para granja, pero ocultan mortíferas recetas. Están ilustrados y son fáciles de entender. Ponga el explosivo en este lado, encienda la mecha, salga corriendo... Sería posible obtenerlos por unos cuatro mil euros.

Hace setenta y cinco años


Farewell, Barcelona! 
Las Brigadas Internacionales se despidieron de España hace 75 años. 

La Guerra Civil Española fue una tragedia horrible. En los dos bandos, murió tanta gente en el frente como en la retaguardia. Las batallas fueron feroces. El miedo, el terror. Hubo héroes y villanos, gente buena y mala. Hubo mártires, en los dos bandos. También hubo idealistas, con mejor o peor fortuna. Resulta fácil criticar su idealismo, tantos años después. También resulta fácil olvidarlo.

Digo esto porque quiero hablar de las Brigadas Internacionales. 


La fría estadística nos dice que fueron casi 60.000 voluntarios. Procedían de más de cincuenta países. La mayoría, franceses (entre 9.000 y 15.000, según las fuentes), pero también alemanes y austríacos que habían huído del nazismo (más de 5.000), italianos que habían huído del fascismo (unos 4.000), británicos (2.500), estadounidenses (2.000)... Así, hasta sumar el total. 

Voluntarios de cincuenta y tantos países lucharon en España.

Se dice que un 15% de los brigadistas pudo haber sido judío. Pónganse en su piel, en la Europa de los años treinta. También lucharon negros norteamericanos, chinos, gentes de toda raza, clase y condición. Eran casi todos comunistas o filocomunistas, aunque la filiación cambiaba con la nacionalidad. Por ejemplo, los brigadistas estadounidenses anarquistas, socialistas y comunistas eran minoría; entre los brigadistas alemanes, sólo uno de cada diez no era comunista. ¡No nos olvidemos de las mujeres! Muchas de ellas atendieron a los heridos en los hospitales y no fueron menos valientes que sus camaradas del frente.

Nunca hubo más de 20.000 luchando a un mismo tiempo. Murieron 15.000, uno de cada cuatro. Se dice muy pronto, uno de cada cuatro. 

Pieza antitanque de los brigadistas británicos.
La pieza había sido capturada a los nacionales. Es un cañón alemán de 37 mm.

Participaron en grandes y crueles batallas, como tropas de élite, dándolo todo y dejándose el pellejo en los alrededores de Madrid, en Guadalajara, Belchite, Teruel... Cumplieron como el que más, a decir de los dos bandos. Sean cuales sean sus simpatías políticas, déjelas a un lado por un momento y piense en lo que le digo: Estos tipos vinieron a España a morir por los españoles.



Capa fotografió a los brigadistas el día que se despidieron de España, en Barcelona.

Digo esto porque merecen un recuerdo. El 9 de noviembre se cumplirán 77 años de su primera batalla en la defensa de Madrid. Y hace setenta y cinco años, el 28 de octubre de 1938, se despidieron de España con un desfile por las calles de Barcelona. 

Brigadista alemán.

El aniversario ha pasado desapercibido. Es cierto que en Barcelona se ha celebrado algún acto institucional el fin de semana, pero nadie ha prestado demasiada atención y no ha merecido ni una nota en los periódicos.

Quedan menos de una docena de brigadistas con vida. Quizá sólo cinco, no más de diez, según quién los cuenta. Les estamos diciendo adiós definitivamente, pero en silencio, y no por discreción, sino porque nos olvidamos fácilmente. Somos así de desagradecidos.

Para más información:
Etc.

Censura de la Banca Tríodos


Publico un enlace a un blog llamado El retorno de los charlatanes, de Mauricio-José Schwarz. Hace poco, a instancias de la Banca Tríodos, Google le censuró uno de sus apuntes. 

La entrada censurada... Mejor copio las palabras del propio señor Schwarz.

El 12 de octubre publiqué una entrada llamada El ataque a la educación y las escuelas Waldorf, contando algo sobre estas escuelas y su pedagogía, que es producto de los delirios de un ocultista austriaco de principios del siglo XX, Rudolf Steiner, cuya secta antroposofía, derivada de la teosofía de la extraordinaria impostora Helena Petrovna Blavatsky, es dueña de empresas tan diferentes como Weleda (pseudomedicamentos), Démeter (certificadora de la absurda agricultura biodinámica inventada también por Steiner), Dr. Hauschka (cosméticos), Triodos Bank y otras.

El artículo tenía mucha sustancia. En protesta por la censura, ha sido reproducido íntegramente en otros blogs. Aquí tienen una lista:


Lean y propaguen la noticia de la censura, si les apetece.

Un país normal


La presidenta de Òmnium Cultural pretendiendo ser normal.

No sé si se han enterado, pero nuestros amigos de Òmnium Cultural han iniciado una campaña que pide un país normal (sic). Se me ocurre buscar imágenes en internet, por ver qué hay, y tropiezo con la candidatura del Frente Progresista Cívico y Social, que presenta como candidato a Hermes Binner a unas elecciones argentinas. Su lema es, atención, Un país normal


Véase en: 
y en una búsqueda en las imágenes de Google, empleando como palabras de búsqueda un, pais (sin tilde) y normal.

Propagando la normalidad.

Sólo muchas imágenes después de la campaña del señor Binner aparece ésta, la de un señor calvo y una señora con aspecto de monjita laica. La fotografía procede de Cugat.cat, que publicó una noticia el pasado sábado: La campaña Un país normal arranca en Sant Cugat del Vallès. Pero, que yo sepa, la campaña del Frente Progresista Cívico y Social argentina había empezado mucho antes.

Con fecha del 21 de junio de 2013, se publica en Argentina, en el sitio web del Frente Progresista Cívico y Social, el siguiente comunicado. Copio:

A poco de iniciarse la campaña electoral con vistas las elecciones legislativas nacionales de agosto y octubre, el precandidato a diputado nacional por el Frente Progresista, Cívico y Social de Santa Fe, Hermes Binner, lanzó en las redes y vía pública su campaña bajo la consigna Un País Normal. La misma campaña tiene su correlato en las redes sociales con el hashtag #UnPaísNormal.

Lo que pasa en Cataluña es normal que también pase en otros países.

Los letreros que sirven de apoyo a la campaña del candidato Binner son cinco. El primero, el más básico, es un retrato del señor Binner y el lema Un país normal; en letra gris, más pequeña y en una esquina, otro lema: Es el cambio

Luego, cuatro lemas más: 

En un país normal la soja no es un yuyo (sic), 
En un país normal los corruptos van presos
En un país normal los trabajadores no pagan impuestos a las ganancias
En un país normal la nación paga lo que debe a las provincias

En todos los casos, los lemas están escritos con mayúsculas, carecen de tildes (ay, la ortografía) y vienen acompañados del lema en gris Es el cambio.

Kirchner también pedía un país normal.

Tres meses después, se inició en Cataluña otra campaña por un país normal. Comenzó el 30 de septiembre, cuando la señora doña Muriel Casals (la que acompañaba al señor calvo en la fotografía antes expuesta) escribió un artículo en El Periódico que se titulaba (cómo no) Un país normal

Aquí tienen el artículo, en:

Dijo: Los catalanes nos queremos mostrar más razonables, abiertos, solidarios y partidarios del progreso que los que nos niegan el derecho a ser tan libres como ellos. Ése es el núcleo de su razonamiento. Ellos, nosotros.

Pues, que yo sepa, soy tan libre como cualquier otro catalán y me considero razonable, abierto, solidario y partidario del progreso, pero no comparto la fe de doña Muriel. En lo nacional soy ateo. Creo que el nacionalismo no es bueno. Es, más bien, malo. Al modo de los antiguos, lo bueno es la res publica y el compromiso político de todos y cada uno de nosotros, el sucio y aburrido trabajo de cada día en la defensa de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes. 

Las banderas son de hacer bonito y sólo estorban. Son, cito a Marx y Engels, un instrumento que emplea la burguesía para desviar la atención de lo que tendría que importarle al pueblo. ¡Que haya nacionalistas que se digan progresistas y de izquierdas es tan absurdo...!

En cualquier caso, ¿qué libertad gozaría que no gozo ahora si Cataluña alcanzara su esencia nacional y el Volkgeist de esta nación se encarnara en una República Catalana? ¿Cuál? ¿La libertad de expresión? ¿La de reunión? ¿La religiosa? ¿La sexual? ¿Cuál? Una, díganme una sola libertad de la que ahora me veo privado y que podría gozar en esa Arcadia cuatribarrada, chachi y fetén. ¡Una! Entonces podremos valorar el riesgo de romperlo todo para poder disfrutar de ella. Si no existe tal libertad, o si se puede luchar para conseguirla por medios legales o menos peligrosos, todo esto es una gilipollez mayúscula

El caso es que doña Muriel concluyó su perorata el 30 de septiembre pasado diciendo (cito): Somos normales a pesar de quienes nos quieren hacer pasar por extravagantes ante los ojos del mundo. Somos un pueblo normal y aspiramos a tener un país normal. Ojalá. ¡No pido nada más que eso! Sin embargo, temo que mi idea de normalidad no es la idea de normalidad de doña Muriel, algo que, por otra parte, es de lo más normal. 

En Italia también se preguntan si su país es normal.

Pero... mejor todavía. Sinceramente, con el corazón en la mano, no quiero que mi país sea normal. Quiero que mi país sea mejor, excepcional, bonísimo, un país por encima de la media. Por pedir, que no quede. 

Quiero un pueblo crítico, culto y despierto, que no tolere ni el populismo ni el caciquismo ni la corrupción; quiero una educación obligatoria pública, universal, laica y gratuita, de gran calidad; quiero una sanidad pública y un sistema de seguridad social universales, de primerísimo orden; quiero una justicia rápida y eficiente, a la vez que eficaz... No quiero que en mi país se subvencione la religión o la identidad nacional, allá cada uno con sus creencias míticas. Quiero que los intelectuales de mi país sepan leer y escribir. Etcétera. 

Les regalo la normalidad, si la quieren. La normalidad es lo que pasa en China, en África. Pertenecemos al mundo desarrollado y rico, no somos nada normales. Querer por querer, aspiro a la excelencia. Quiero que mi país sea la Florencia del Renacimiento o la Francia de la Ilustración. No quiero ser normal

No me importaría vivir en un país normal, dicen los italianos.

Pero Òmnium Cultural quiere ser normal. Un mes despúes del artículo de doña Muriel, cuando había sido felizmente olvidado por todos, se inició la campaña Un país normal. El 26 de octubre, en efecto, cuatro meses después de la campaña del candidato Binner en Santa Fe, Argentina, Òmnium Cultural proclamó que quería un país normal

El Partido Socialista Italiano se pregunta si pueden ser un país normal. 
Una Italia libre y serena, una Italia normal, dicen.

Su sitio web es éste: 

Los panfletos que ha publicado Òmnium Cultural enuncian los siguientes lemas: 

Un país normal
Es normal querer un país normal
Es normal que la gente pueda decir lo que piensa
Es normal que un país gestione sus recursos
Es normal portarte bien con tus vecinos (sic), 
Es normal que un país decida su educación
Es normal no haber nacido aquí y pedir la independencia,
Es normal que un país decida su sanidad
Es normal que uno hable en catalán y otro en castellano

Vale, normal

Banal. Hueco. Indiferente. 

La campaña no soporta el detalle incisivo. Por ejemplo, pedir que un país gestione sus recursos ¿qué quiere decir? ¿Qué se pide en verdad? ¿Está en la línea de la colectivización agraria o de la privatización de los servicios públicos? ¿Hablamos de asambleas ciudadanas que funcionan como cooperativas o de corporaciones financieras con el beneplácito del poder político? Etcétera.

El Sindicato de Pensionistas Italianos dice:
¡Ya basta! Nos merecemos un país normal.
Democracia, trabajo, igualdad, justicia social.
Me apunto.

Es normal preguntar quién paga esto y para qué sirve. Eso sí que es normal. También es normal (tendría que serlo) cuestionar la intención de los que apoyan la campaña. Porque son éstos (véanse aquí, a modo de ejemplo y sin ánimo de exhaustividad). 


Cicerón preguntaba: Cui bono? ¿Quién se beneficia de Un país normal? Les diré: Quienes quieren un país normal apoyan al Gobierno de los Mejores (y viceversa). No protestan con el mismo énfasis cuando este gobierno esquiva sus responsabilidades en la corrupción pública, en los recortes a la sanidad, la educación o los servicios sociales. Los que se enriquecen con este hacer son los que apoyan la campaña, los que no podrían permanecer un minuto más en el poder en un país mejor. Òmnium Cultural no hace una campaña para que se haga algo por los miles de niños catalanes privados de las becas comedor; nunca la hará. No le interesa.

Como ven, normal. En Cataluña, normalísimo. Por eso no quiero ser normal, no como ellos.

La superchirimía barítona


Ante ustedes, la superchirimía barítona y un músico, en la sede del IEC.

La prensa (catalana) trae en portada que la Sección de Ciencias y Tecnología del Instituto de Estudios Catalanes (IEC) ha presentado la barítona, y cito: Un nuevo instrumento artesanal de cobla. En El Punt-Avui se publicó en portada, desbancando de un lugar destacado el anuncio de la muerte de Manolo Escobar, que en gloria esté, por considerarlo una noticia menos importante.

El diccionario Arimany dice que una cobla es una pequeña orquesta; en especial, la que toca sardanas. Es decir, una orquestina. Si prefieren, una orquestina sardanera o sardanista. La Real Academia Española admite cobla en español, siendo En Cataluña, conjunto de músicos, generalmente once, que se dedican a tocar sardanas.

La historia de estas bandas de música la inician los liberales, que inventaron la sardana para contrarrestar el éxito de la contradanza que bailaban los carlistas. Al principio, esta música de baile se cantaba (fue muy célebre la sardana ¡Viva el ejército!, y no es broma), se inspiraba en las melodías populares (óperas italianas, jotas, coplas y coplillas) y se tocaba con los instrumentos a mano. Es decir, con chirimías y tamboriles en los pueblos pequeños, con la banda municipal en pueblos de más enjundia.

Una cobla de 1895. Observen los violines y violas y qué poco metal y viento.
Al principio, la sardana fue una iniciativa musical con inventiva.

Nació como música moderna, progresista, liberal y urbana, republicana y españolista. Los azares del destino hicieron de ella, años más tarde, el emblema del catalanismo. Justo en ese momento, la cobla, la orquestina sardanera, se estancó y frenó su evolución armónica, quedándose como estaba desde entonces hasta hoy. Un siglo sin apenas cambios, ni ideológicos ni musicales. No deja de ser curioso.

Por eso puede hablarse de un sonido característico de la cobla ahora y en 1920, que es el mismo, porque la orquestina sardanera padece el predominio de las chirimías de todo tipo y diferentes tonos, a las que sumar el metal de una banda militar o municipal de andar por casa. Pero lejos de tener un equilibrio armónico satisfactorio, la cobla (empleo palabras del IEC) sufre problemas armónicos. Yo siempre lo había dicho, pero nunca nadie me había hecho caso.

Es ahora cuando surge la figura del doctor ingeniero don Joaquim Agulló i Batlle, catedràtico de Ingeniería Mecánica de la Universidad Politécnica de Cataluña. Los que hemos padecido sus exámenes de mecánica también hemos sufrido el estridente sonido de las chirimías que salía de su laboratorio a todas horas. Pronto sabrán por qué.

Detrás de un currículum brillante, que explora algunos ámbitos de la robótica (lo normal en una cátedra de mecánica) asoma su verdadera vocación. Que será (traduzco) un programa de investigación de acústica musical de los instrumentos de viento; en particular, los instrumentos catalanes de la cobla.

Gracias a esta afición, ha formado parte del IEC desde 1992 y ha presidido la Sección de Ciencias y Tecnología del IEC entre 2002 y 2006. Ha dirigido dos programas de investigación del IEC relacionados con el diseño de los instrumentos de viento de la familia de la tenora (una chirimía que es más grande que un oboe y tiene campana metálica, típica de la cobla). De hecho, lleva treinta años ininterrumpidos dedicados en cuerpo y alma a la perfección de las chirimías de la cobla y su perfección de la tenora (2007) todavía despierta admiración en el mundo mundial... de las tenoras.

El profesor Agulló y su tenora ideal (2007). El alma mater de la superchirimía barítona.

Esos trabajos le han valido la medalla Narcís Monturiol al mérito científico y tecnológico de la Generalidad de Cataluña en 1997, por (cito) sus contribuciones a la dinámica percusiva y por su actividad de investigación en el ámbito de la mecánica y la vibroacústica. En lenguaje ordinario, por sus investigaciones sobre la chirimía, que se han plasmado en dos grandes libros de mecánica: Proyecto para la mejora de la tenora (2007) y Diseño de una chirimía barítona como complemento de la tenora y el tiple (2008-2010), en catalán, en su versión original. El tiple, por si no lo sabían, es una especie de oboe soprano, de origen chirimiástico.

El mismo día que murió Manolo Escobar (también es mala suerte), decía, el IEC y la prensa (catalana) sacaron a la luz la invención de la barítona, una superchirimía para la cobla, toda una revolución. Su aparición supondrá el cambio más importante y decisivo de la orquestina sardanera. La cobla, ahora armada con la superchirimía barítona, habrá alcanzado su plenitud armónica. ¡Aleluya! El mundo celebrará este gran día.

Tal dijo, más o menos, el señor Joandomènec Ros, director del IEC, el doctor Joaquim Agulló, director del programa de investigación y desarrollo de la superchirimía y don Jordi Campos, técnico acústico además de tenorista, que amenizó (¿amenazó?) al público asistente al acto interpretando melodías populares.

En el acto, se mentaron dos sucesos destacadísimos. El primero, la iniciativa de Ricard Lamote de Grignon, famoso músico catalán, que en fecha tan lejana como 1948 señaló la necesidad de un instrumento más grave que la tenora. El segundo, el perfeccionamiento de la tenora del doctor Agulló, que aplicando modelos matemáticos pudo medir la identidad acústica del instrumento (sic) en 2007. 

Cito: La barítona nace, por lo tanto, con el objetivo de cubrir una carencia tímbrica de la agrupación tradicional catalana, puesto que los dos instrumentos más graves de la cobla, el fiscornio y el contrabajo, no tienen la amplitud armónica que puede ofrecer un instrumento de doble caña. [...] El equipo de investigación del IEC, fiel a los estatutos del centro, que se propone la investigación en todos los ámbitos de la cultura catalanística [sic] ha estado formado por científicos, músicos y constructores de instrumentos que, por medio de la física y los modelos matemáticos, han conseguido dotar al instrumento [la barítona] de un perfil interior que emite un timbre asimilable al del tiple y la tenora. [...] El nuevo instrumento está afinado una cuarta por debajo de la tenora y una octava por debajo del tiple.

Caramba. El resultado es espectacular: una chirimía de un metro de largo (1.087 mm, para ser más exactos) que pesa dos kilogramos. La forman dos cuerpos de madera y un pabellón metálico. Su tamaño es tal que el músico tiene que soplar de pie. Es un poco engorroso, aunque los inventores aseguran que se sopla la mar de bien. Eso sí, añaden que todavía quedan detalles por perfeccionar. Está previsto proseguir la investigación para ver si saldría mejor flexionando el pabellón a la manera de un clarinete bajo para mejorar su proyección acústica. Es decir, que suena bien, pero no se oye demasiado. 

Una cobla contemporánea. El timbre de la cobla no se ha movido un ápice desde 1920. ¿Será capaz de evolucionar ante el reto de la superchirimía barítona? ¿Permanecerá fiel a la tradición?

Después de tantos años y tanto esfuerzo ¿qué? Porque resulta que el futuro de la chirimía es incierto. Ninguna sardana célebre se ha compuesto pensando en la superchirimía barítona. Hay que difundir el instrumento entre las coblas y animar a algún luthier para que lo fabrique. Pero ¿quién lo fabricará, si nadie quiere comprarlo? Por eso, hay que convencer a la carcunda del mundo de la sardana de los beneficios de una novedad tan novedosa. ¡A la carcunda sardanera! ¡A mí la Legión!

En resumen, sólo existe un prototipo de la superchirimía y nadie sabe qué hacer con él. 

Carente de interés para científicos, ingenieros o empresarios catalanes, imagínense lo que podrá interesar nuestra superchirimía más allá del Ebro o de los Pirineos. He aquí el paradigma y el ejemplo de la más avanzada investigación científica y tecnológica en Cataluña, la innovación y el desarrollo de la superchirimía barítona, de bonito timbre, falta de potencia e inútil, por el momento. 

¡Campeón! (Gran Premio de la India 2013)



Felicidades, Vettel. Ya es campeón, después de un carrerón. Porque tendrá el mejor coche y no tendrá rival (mecánico), pero no lo hace mal y tiene mérito. Las cosas, en su sitio. Así que, después de ganar en la India, sólo nos resta felicitarlo y alegrarnos por él.

¿Ferrari? Tranquilos, el año que viene. Como cada año.

Desvío


Esta fotografía la ha publicado Pere Perpinyà (@pereperpinya) en un tuit. Se trata de un aviso por obras en una calle de Barcelona, en el barrio de Gràcia.


Traduzco el letrero: ATENCIÓN. Calle Libertad y Fraternidad CERRADA por obras. Desviación provisional por la calle Peligro.

Se non è vero, è ben trovato. Ma credo che sia vero!

Oh...


El famoso Tramvia Blau, en el Tibidabo.

¡Qué lástima! El alcalde de Barcelona dice que no presentará la candidatura de la ciudad para ser sede olímpica de los Juegos de Invierno de 2022. Pero no rectifica, sólo insiste. Dice que probará en 2026. 

Se queja de que nadie se lo toma en serio, y eso que, añade, dos de cada tres barceloneses votarían a favor de celebrar los Juegos de Invierno en Barcelona.

¡Es que hace tanto que no nieva en la ciudad...! Fíjense, en la segunda mitad de octubre ¡y con manga corta! 

¡Otro gallo cantaría si nos dieran las Olimpiadas de Invierno! Barcelona es una metáfora.

Adelaida Kids Film Festival recibe a Los Magnomenes en peligro (promo)



De manual



En la campaña de Birmania de 1845, los soldados británicos todavía seguían las instrucciones del manual de infantería de 1824. Tal como relata el tercer volumen del United Service Journal de aquel año, surgió el temor de que los birmanos hubieran traducido el texto y conocieran tanto las tácticas como las evoluciones de las tropas británicas en el campo de batalla, con la ventaja que ello les supondría.

El general Francis Tidy, que había sido comandante de batallón en Waterloo, tranquilizó los ánimos cuando observó que (traduzco) No hay que temer nada de eso. Si nosotros somos incapaces de comprender qué dice el manual en inglés, imagínense los birmanos

¡Luz! ¡La luz!



Dicen que cuando uno va y la diña, va hacia la luz. Es como un túnel, dicen, y tú caes hacia la luz. Cuando llegas a la luz, ¡pam!, te descubres en la cama del hospital o tocando el arpa sobre una nube. 

Dejando a un lado que este fenómeno tenga una explicación neuronal, incluso si no la tuviera, que ahora venga el señor ministro y diga que tranquilos, que ya vemos la luz al final del túnel, no sé si tranquiliza o pone nervioso. ¡La luz! ¡La luz! gritan sus seguidores, y corren hacia ella como los mosquitos hacia las bombillas. Si prestan atención, oirán el clinc, clinc, clinc, de sus choques contra el cristal.

Los críticos comentan, con mala leche, que no es la luz al final del túnel, sino el cielo desde el fondo del pozo. Pero éstos quizá sean pesimistas.

La democracia no tiene "glamour"


La democracia no es darle a un botón.

Un tipo llamado Hayek observó que la democracia es un medio, no un fin (en sí misma). De Hayek podríamos decir de todo, menos guapo, pero su observación no es una tontería. Podemos imaginar una sociedad organizada con justicia, igualdad, etcétera, que dependa de uno o de una élite, pero una vez imaginada nos enfrentamos a la triste realidad. Cuantos menos participen en el gobierno, más posibilidades tenemos de vérnoslas con una sociedad injusta, dicho así, sin entrar en detalles, que ya me entienden.

Por eso se repite tanto el chiste que dice que la democracia es el menos malo de todos los sistemas de gobierno, no el más bueno. En el fondo, muy en el fondo, quien dice tal cosa cree todavía en el buen salvaje (lean a Rosseau) o mira a los demás por encima del hombro. El problema es que somos egoístas y muy pagados de nosotros mismos y tener que compartir, ceder o darle la razón a otro nos provoca dolor de tripa. 

Reconocer que mi vecino tiene el mismo poder político que un servidor de ustedes es el argumento más contundente e irrebatible que conozco contra el sistema democrático. ¡Tendrían que conocer a mi vecino...! Por eso, grandes pensadores han dicho grandes tonterías y han propuesto que sólo voten los ricos (a los pobres, que les den) o los mejores (pero entonces ¿quién dice quiénes son los mejores?).

Cuando Popper escribió La sociedad abierta y sus enemigos concluyó que la democracia no garantizaba el buen gobierno, pero intentó demostrar que todo buen gobierno tenía que ser forzosamente democrático. También nos advirtió de los peligros que acechaban a la democracia. 

El político medio será mediocre, pero es inevitable que así sea.

Él y tantos otros, incluso los que no tragan a Popper (que no son pocos), señalan que el gobierno democrático es forzosamente mediocre, de media. En una población habrá gente brillante y gente necia, pero la mayoría será del montón (normalita) y es razonable esperar que un gobierno democrático sea igualmente normal. Es una cuestión estadística, y la experiencia nos va dando la razón. Es cierto: de vez en cuando sale una mente preclara y brillante en medio del gris imperante, pero es de vez en cuando. También asoman malvados.

Si el sistema de partidos se enquista en sí mismo y se cierra al mundo, lo que sucede con frecuencia, la mediocridad del gobierno se inclinará hacia la estupidez; si los ciudadanos no exigen responsabilidades a los políticos, no participan en la vida pública, etcétera, lo mismo. Si el sistema se abre a la crítica (razonada y razonable), si los participantes se responsabilizan de lo que hacen, si, pese a la ausencia de acuerdos, se mantiene el respeto a la libertad de opinión de mi vecino, si los poderes del Estado se organizan y separan entre sí para garantizar los derechos de los ciudadanos y las personas... En ese caso, nos prevenimos contra la mediocridad, procurando que no haga mucho daño, y la cosa va un poco mejor. Bien, bien, lo que se dice bien, no, pero sí un poco mejor.

Si algunos sostienen que ellos son los Mejores, mienten o se lo creen, y ninguna de las dos opciones es la buena en democracia. Porque la democracia ha de basarse, precisamente, en la posibilidad (real) de no ser ni el mejor ni el más listo ni el más enterado ni el más oportuno... Así que mejor obrar con prudencia y respeto por los demás. 

La democracia no tiene glamour. A veces es sucia.

En general, la democracia tiene poco glamour. Fíjense: mi vecino goza de los mismos derechos que yo, y miren lo burro que es. Los gobiernos son mediocres, ya lo he dicho. El diálogo es constante y aburre, y uno tiene que ceder, qué remedio, siempre, en parte o en todo. ¿Ceder, yo? La Ley no permite que me imponga sobre los derechos de mi vecino, que he de respetar aunque me produzcan dolor de barriga. La libertad de expresión permite que hablemos mal de gobierno y de los políticos, constantemente. Eso está bien, porque así mantenemos a raya sus vicios, pero al final nos parece que todo es una mierda y que nada funciona como debiera. ¿Sigo?

La democracia es un dale que te pego constante, diario, gris, un trabajo de atención y vigilancia, un empeño en la defensa de nuestras propias ideas y un constante ver como no pueden expresarse completamente o de ninguna de las maneras.

La democracia no tiene el glamour del nacionalismo, por ejemplo. Es la repera sostener que yo tengo más derechos que el prójimo (o soy simplemente mejor que él) porque yo me identifico con una cosa que llaman nación y él prefiere considerarse ajeno a ella. Es muy chic decir que un pueblo tiene derechos porque es la encarnación de una unidad de destino, especialmente si uno se identifica con ese pueblo. Es muy goloso dejar que otro te libere de la responsabilidad y diluirla en el maravilloso destino histórico del pueblo elegido, sublimado y brillante. ¡Qué bonito es vivir con ilusión! Qué atractivo tiene Nosotros. ¡Qué malos son ellos! Qué tonto, incluso malvado, quien no sabe o no quiere ver que la nación es la leche. Qué fácil es entonces cargarle las culpas al otro y no tener que reconocer la propia responsabilidad. Porque la responsabilidad es un coñazo. Qué maravilla creer que se solucionará todo una vez se materialice la esencia del espíritu nacional en un Estado, por ejemplo. 

Es lo que tiene tomar drogas y estupefacientes. Al final, uno se engancha.

En cambio, la democracia es vulgar y cansa mucho. Pero tanto esfuerzo da sus frutos.

Sin salir de Barcelona, cómo ha cambiado todo en los últimos treinta y cinco años. Porque un país en democracia cambia poquito a poco, casi siempre. No nos damos ni cuenta. Somos más ricos, más cultos, más libres que hace treinta o cuarenta años. De hecho, más ricos, cultos y libres que nunca antes en nuestra historia. Nunca. 

Lo peor: la democracia no es fácil y nunca lo ha sido.
Humorada contemporánea a la Primera República Española.

Es cierto, pasamos por un mal momento, por un retroceso cultural, social y democrático que ha provocado una crisis económica muy dura y una crisis política tremenda. Malas recetas han agravado los males. En lo económico, los recortes han profundizado en la desigualdad y el desamparo de los menos favorecidos; en lo político, ni les cuento, pues sumen a la ineptitud la corrupción y un retroceso en los valores del respeto al Estado Social y de Derecho, amparado en un populismo muy dañoso, que divide a la sociedad y nos aleja de los problemas más acuciantes (el trabajo, la sanidad y la educación públicas, por ejemplo). Las deslumbrantes banderas sepultan en la sombra el latrocinio y la ineptitud de nuestros líderes patrios. Ustedes mismos.

Pero eso se arregla. Quizá no del todo, pero se arregla. Con empeño y poquito a poco, como siempre. Aburriéndose uno. Día tras día, sin desfallecer. No crean que yendo a la consulta le recetarán una fórmula mágica para curar tanto mal. La magia no existe.

Simplicidad


Corneta del 95.º de Rifles, soplando y poniendo pies en polvorosa.

Hemos echado un vistazo al manual de instrucciones para la infantería ligera del capitán Thomas Cooper, publicado en 1806. Se titula, agárrense, A Practical Guide for the Light Infantry Officer comprising Valuable Extracts from all the Most Popular Works on the Subject with Further Original Information y me dejo la parte del título en la que habla de los grabados que acompañan a sus palabras y otras lindezas por el estilo. Su autor, el capitán T.H. Cooper, que malvivía con media soldada del 56.º Regimiento de Infantería (es decir, permanecía en la reserva), lo dió a imprimir a Robert Wilks, de Chancery-Lane, Londres. Lo digo por si quieren leerlo, que está muy bien.

En el capítulo Signals (Señales, pp. 97 y siguientes), el capitán Cooper se pregunta cómo transmitir las órdenes a un grupo de soldados dispersos por el campo de batalla, que dan y reciben tiros por todas partes. Es una buena pregunta. 

El capitán Cooper sigue las ordenanzas al uso y sostiene que las órdenes deben darse a viva voz. Pero reconoce, eso sí, que será necesario acompañarlas de algún tipo de señal. Porque, si no, ya me dirán.

En cualquier caso, dice y traduzco: Las señales necesarias han de ser pocas y sencillas. El capitán Cooper piensa en la corneta, que acompañaba siempre al oficial al mando. Dice que una buena corneta tendría que poder ser escuchada a tres millas de distancia (sic), que no son pocas millas.

El capitán Cooper dice que los toques de corneta han de poder transmitir la orden de avance, retirada, alto, alto el fuego o retreta (reunión). Cinco señales, simples.

Sin embargo, a lo largo de su obra, antes y después de esta anotación, mientras enumera maniobras y situaciones de combate, describe, atención, catorce (14) toques de corneta en los cuarteles y treinta y siete (37) más en el campo de batalla, si no me he equivocado contando. Se dan órdenes como ¡Armas al hombro! ¡En orden abierto! ¡En columna de a dos! y otras, o avisos como ¡Hemos visto al enemigo! ¡Que viene la caballería! y demás. 

Ya lo ven: pocas y sencillas. Pueden comprobarlo.

Son como niños (malcriados)


2011, 2012, 2013...
Ahora me gustas, ahora no me gustas.

Don Artur quería presidir un acto, pero le pusieron una señora delante. Aunque era bajita, descubrió que entonces, ay, ya no podría presidirlo. ¡Quiero presidir el acto! Que no puedes. Que sí, que no... Pilló un rebote de padre y señor mío y exclamó: Pues, ¡ahora no voy! Y no fue. Le hizo un feo a la señora, a los empresarios catalanes y a la buena educación, pero allá él. ¡No voy! ¡No voy y no voy! Arturito... ¡Que no!

Pues, ahora quiere ir. Al mismo acto, no, a otro. Resulta que se monta una reunión de ministros de aquí y de allá en Barcelona, para hablar de sus cosas. Viene don Mariano, que queda con ellos para recibirlos. Y don Artur dice: ¡Yo también quiero recibirlos! ¡Yo también quiero recibirlos! Porque le gusta mucho parecer un hombre de Estado y moverse entre ministros. Como es bajito, quiere parecerlo menos codeándose con esa pandilla. 

Pero don Mariano, que anda picado por el desplante de hace unos días, sólo le da permiso para ver a los ministros. Ver, que no tocar. Y si quiere hablar con ellos, que aproveche el almuerzo, que le invitarán y lo sentarán a la mesa del ministro de Malta. Pero ¿discursos? No. Tú, calladito. No quisiste hablar antes, ¿verdad? Pues, lo mismo. ¿No querías caldo? ¡Dos tazas!

Total, que un tema tan enjundioso trae a todos de cabeza y no vean ustedes la de vueltas y vueltas y más vueltas que le dan al caso los columnistas y tertulianos catalanes, no catalanes y yo mismo. Que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá... Que me dejes hablar un poquito. No. Sólo tres minutos. No. Dos. Que no. Porfa, porfa, porfa... Que no, carajo.

Y así estamos. Lo importante, despreciado. Pero los niños, en plan gilipollas. Los intelectuales, venga a darle vueltas a las gilipolleces. Que le ha dicho que tal, pero él, cual. Pues, tú, más. Y tú, Mariano. Caca. Culo. Pedo. Pis. Una monada de criaturas que nos arrastran a todos por el camino de la amargura.

El centenario del bibliobús (y III)


El segundo bibliorremolque franquista.

En 1949, la Dirección General de Archivos y Bibliotecas estrena un servicio de bibliotecas viajeras (sic) en Soria. Son los primeros bibliobuses franquistas, pero no se reconocen como tales. El 26 de diciembre de 1953, se estrena un moderno bibliobús en los suburbios de Madrid. En 1956, entran en funcionamiento algunos más, para Oviedo, Zaragoza, Castellón de la Plana y otra vez Madrid. 

El bibliobús de la Diputación de Barcelona en la entonces Plaza de San Jaime, debidamente bendecido por las autoridades públicas y eclesiásticas. En propiedad, es un remolque-biblioteca.

En 1957, la Diputación de Barcelona estrena su propio servicio de bibliobuses, ajeno al Gobierno de España. Esta vez, los bibliobuses no eran camiones o autocares adaptados, sino algo mucho más moderno. Un grupo de bibliotecarios ayudó a diseñar unos remolques-biblioteca y un todoterreno (un Land Rover) los trasladaba de aquí para allá. 

Lo nunca visto: la Sagrada Familia sin turistas, sin grúas y con una biblioteca móvil.
Plaza de la Sagrada Familia, en los años sesenta.
Ésta es la Biblioteca Móvil número 2.

No sólo llevaban libros, también, como los camiones de La Barraca, llevaban todadiscos, magnetofones, cinematógrafos (sonoros), hasta un escaparate (!). Los bautizaron Biblioteca móvil número 1 y 2 (1960). Se destinaron a llevar la cultura a los miles de inmigrantes que vivían en barracas en los suburbios de Barcelona. 

El bibliobús de 1973. El primer bibliobús rural de Cataluña. 
Se le conoce como el Bibliobús de Berga.

En 1973, la Diputación puso en marcha el primer bibliobús propiamente dicho (no un bibliorremolque). Se averió en 1993 y no sé que habrá sido de él.

Años después, los vascos, los navarros, los mallorquines, los gallegos, los cántabros y los riojanos todavía no tienen bibliobuses. En cambio, uno de cada tres bibliobuses está en Castilla-León. 

En toda España circulan 85 bibliobuses, repartidos en 30 instituciones. Por orden, quien más bibliobuses gestiona es la Comunidad de Madrid (13), seguida de la Comunidad de Castilla-La Mancha (10), la Diputación de Barcelona (9), y la Comunidad de Murcia (7). Sólo un bibliobús español funciona gracias a la iniciativa pseudo-privada (la obra social de una caja de ahorros madrileña... que ahora es Bankia, ay).

Uno de los bibliobuses de la Diputación de Barcelona que todavía funcionan.

En Cataluña, hay once bibliobuses. Sólo dos dependen del Departamento de Cultura y sirven en las comarcas leridanas. Los otros nueve dependen de la Diputación de Barcelona. No hay bibliobuses ni en Gerona ni en Tarragona.

Esto sirve para valorar en su justa medida la importancia que se le da a la cultura en nuestro país. La Generalidad de Cataluña tiene 83 coches oficiales, 73 que gestiona el Departamento de Economía y Conocimiento y 10 más que dependen del Departamento de Terrotorio y Sostenibilidad. No se cuentan los vehículos que emplean los cargos de las empresas y entes públicos. Pero sólo gestiona dos bibliobuses. Dos.

El centenario del bibliobús (II)


El bibliobús de la Generalidad de Cataluña (1938).
Estaba pensado para visitar el frente y los hospitales de campaña.

En Cataluña tiene mucha fama un camión del ejército (en verdad, un autocar) convertido en bibliobús en 1938. Es el de la fotografía que adjunto. ¡Un bello caminón, por cierto! 

Más de uno afirma, categóricamente, que fue el primer bibliobús español, y no dice europeo porque no cabe. Pero, como ya he dicho, no fue el primero.

El bibliobús del Servei de Biblioteques del Front que tanta fama tiene.
Era un magnífico camión. Americano, sin duda. ¿Un Diamond?

Ahora que toca, agradezco a una bloguera magnífica, Beli Artigas, que me inspirara esta anotación y que me pusiera sobre la pista del bibliobús. Cuando vi la fotografía, mi curiosidad se activó en modo perentorio. Así he acabado, escribiendo sobre bibliobuses.

Les recomiendo saber más sobre los bibliobuseros catalanes de la Guerra Civil en esta dirección:

También en:

El bibliobús de la Generalidad de Cataluña se pensó para acercar los libros a los soldados que luchaban por la República. ¡Todo por la causa! Así, se aproximaba al frente cargado de libros (cerca de dos mil) y los soldados republicanos, aparte de combatir al enemigo con las balas, lo combatían también con razones y cultura, aunque más de uno leería por evadirse de las miserias del frente, lo que tampoco está mal. 

El bibliobús era lo nunca visto, en 1938.

Era un instrumento de propaganda. Por eso era un camión tan hermoso. Era, sin duda, americano. Las llantas son las típicas llantas heavy duty americanas, el guardabarros nos lleva a la primera mitad de los años treinta, el morro alargado y la inclinación del parabrisas son típicamente yanquis (e implican un vehículo moderno, de 1934 en adelante). Podría tener un motor de seis u ocho cilindros.

Alguno de los ilustres pasajeros dijo que era un Ford. ¿Lo era? Me inclino a pensar que no. Ni la forma de la calandra ni la cabina ni los guardabarros son de un Ford. ¿Qué era entonces? ¿Un Dodge? ¿Un Diamond? ¿Un GMC? No me hagan mucho caso, es (muy) posible que me equivoque y sea de verdad un Ford. Pero ¿quién podría asegurarlo? ¿Algún lector es capaz de reconocer el modelo de este camión? Gracias.

El otro bibliobús. És sí que era un Ford (o algo parecido).

Peor todavía. Las fotografías me muestran no uno, sino dos bibliobuses del Servei de Biblioteques del Front. ¡Dos! Caramba. ¿Dos? Toda la documentación que he consultado habla de un bibliobús. Pero observen las fotografías con cuidado. ¿Qué me dicen ahora? ¿Soy el primero que se da cuenta que no son el mismo vehículo? ¿Acaso había un servicio de bibliobuses? Entonces, el de 1938 no sería ni el primero ni el único. Ay.

Como pueden apreciar en las fotografías, habían al menos dos bibliobuses del Servicio de Bibliotecas del Frente, de la Generalidad de Cataluña. El de la fotografía de abajo es un Ford (o se le parece mucho). El de arriba, es más bien un GMC, un Diamond... Está por identificar. ¿Con cuál de los dos huyeron los escritores de la Institució de les Lletres Catalanes?

La historia del bibliobús militar (el grande), sin embargo, es breve. Se presentó a la sociedad en mayo de 1938. Luego vino la batalla del Ebro y todo acabó pero que muy mal para el bando bibliobusero republicano. 

A principios de 1939, el bibliobús protagonizó una historia muy triste. El 23 de enero de 1939, un lunes, con el enemigo a punto de caer sobre Barcelona, el consejero de Cultura de la Generalidad de Cataluña de entonces, Pi i Sunyer, organizó la evacuación de los escritories miembros de la Institució de les Lletres Catalanes (Institución de las Letras Catalanas). Del mismo modo que uno salva los cuadros, pensó, sería bueno salvar los escritores. En medio del ¡sálvese quien pueda! se hizo lo que se pudo.

No deja de ser poético (a la vez que trágico) que los escritores huyeran de Barcelona a bordo del bibliobús. La fuga (que tuvo mucho de clandestina) la organizaron Miquel Joseph, Joan Oliver y Francesc Trabal. El mismo día 23, en las cocheras del Palau Robert (en la parte alta del Paseo de Gracia) se improvisaron unos bancos en el interior del bibliobús, aunque no hubo para todos y muchos escritores acabaron sentados sobre sus maletas. Ese mismo día, abandonaron la ciudad. 

El día 24, el bibliobús ya estaba en Bescanó, por allá arriba. Cargaron más escritores a bordo: Xavier Benguerel, Pau Vila (un geógrafo), Domènec Guansé, los hermanos Murià, Sebastià Gasch, Alfons Maseras y Pompeu Fabra y familia, que se sumaron a Antoni Rovira i Virgili, Mercè Rodoreda y los antes mencionados. Seguro que me dejo alguno. El bibliobús llegó a Perpignan (Francia) el primer día de febrero de 1939, donde lo más granado de las letras catalanas comenzó el exilio. Del magnífico automóvil no se volvió a saber nunca más. ¿Cuál fue su fin?