Le parrocchie di Regalpetra


Leonardo Sciascia era un profesor de elemental de una escuela de Racalmuto, en Sicilia. Era un personaje culto, que había escrito y publicado un par de libros de poemas y un ensayo sobre Pirandello. Sus letras habían llamado la atención de Passolini y de Calvino. En 1954 publicó en una revista literaria un relato (quizá un ensayo) autobiográfico sobre un maestro de escuela que tiene que enfrentarse cada día que pasa con la miseria, la pobreza y la necesidad de sus alumnos en una pequeña escuela de un lugar imaginario llamado Regalpetra, que es, en verdad, Racalmuto. El título, Cronache Scolastiche. Con crudeza, sin sentimentalismos ni concesiones, pero con un tono extraordinariamente sensible, describe tanto lo que ve como lo que siente al verlo.

El texto causó tanta sensación que en 1956 publicó todo un libro, Le parrocchie di Regalpetra, que resume las crónicas de ese lugar inexistente y a la vez tan real que es, era, Regalpetra. Sus Crónicas Escolásticas son una de las partes en las que se divide el libro.

Con un finísimo sentido del humor, pero también con el firme propósito de disponer la verdad sin concesiones ante los lectores, Sciascia denuncia, señala, observa, la vida miserable de sus conciudadanos más pobres, la violencia que rige sus vidas y la decadencia de los que fueron señores de Sicilia. Sciascia habla mucho del fascismo, aunque, en palabras de Sciascia, el fascismo es algo más que una camisa negra, e incluye la extorsión de la mafia, la opresión de la burguesía, la corrupción de la Democracia Cristiana... Sciascia es de los poquísimos escritores que han conseguido escribir con un clarísimo sentido político sin caer en maniqueísmos y preservando la buena escritura. Uno podrá estar o no de acuerdo con lo que sostiene, pero, ¡caramba!, qué bien lo sostiene. Le parrocchie di Regalpetra es un libro magnífico, altamente recomendable y casi imprescindible para los amantes de Italia. Está lejos, lejísimos de lo que se entiende por un panfleto.

Esto viene a cuento porque recuerdo una conversación entre don Arturo Pérez-Reverte y el señor Saramago. El señor Saramago (que me caía antipático y me aburre mucho como escritor) dejó ir un largo discurso sobre el compromiso político del escritor. Bla bla bla... Don Arturo respondió con brevedad y contundencia: Quien pretenda convertir la literatura en un instrumento de propaganda política, dijo, acaba escribiendo panfletos, y dijo panfletos por no decir mierda. El señor Saramago le dedicó una mirada atroz, pero el otro había sacado la filosa y estaba dispuesto a medirse con quien fuera. El portugués dejó ahí la cosa y se acabó el debate.

Sciascia, pues, corría el riesgo, el grandísimo riesgo, de dejarse llevar y acabar publicando un panfleto (o una mierda); pero, tranquilos, no lo hizo. Sciascia cree en la fuerza de la palabra para transformar la realidad, pero es ante todo poeta, y escritor, y nos da a leer unas crónicas que da gusto leer, y si uno tiene mientes entre las orejas, ya sabrá qué conclusiones sacar de un relato escrito con pleno conocimiento de causa, sin necesidad de que nadie le vaya a uno con recetas. La verdad no necesita adornos.

También vale la pena comparar Sciascia con Lampedusa. Il Gattopardo fue escrito más o menos por la misma época que Le parrocchie di Regalpetra. Sciascia y Lampedusa quizá se conocieran, pero no se habían leído mútuamente. Aunque Sciascia creía en la historia y el progreso (en aquel entonces era comunista), y en la capacidad de la escritura como instrumento en la lucha contra la injusticia, Lampedusa (un noble venido a menos), en cambio, no, pues creía en la existencia de un espíritu siciliano ajeno al cambio, al progreso, a la historia en general. Es curioso como uno y otro definen casi con las mismas palabras a la antigua nobleza siciliana, y cómo ambos cargan las tintas contra la nueva burguesía y la corrupción política. Muchas de las conclusiones de ambos autores son idénticas, porque ambos, cada uno por su cuenta y desde una posición completamente diferente, hacen de la sinceridad una bandera y de la verdad, un credo, y ambos aman Sicilia y a los sicilianos.

Hablando de corrupción, por cierto, y de política, me sobrecogí leyendo los tejemanejes políticos de la Sicilia de los años cincuenta. Si uno cambia DC por CiU, y llama misinis o liberali a los populares, y socialistas a los socialisti, y en vez de Regalpetra menta una población catalana cualquiera, uno se diría en casa, y eso da mucho en qué pensar.

¡Dejemos a un lado estas nimiedades! Es un buen libro. Aunque lo he leído en italiano, sé que está disponible en lengua española: Las parroquias de Regalpetra. Si tienen pensado leer, prueben con éste.

Buzos suicidas japoneses (I)


En Occidente los conocemos como kamikazes, aunque lo correcto sería llamarlos Tokubetsu kogeki, o más comúnmente, Tokko. La traducción de Tokko sería Fuerza de ataque especial, y muy especial.

Las unidades Tokko más conocidas fueron los escuadrones de pilotos suicidas, que se lanzaban con un avión cargado de explosivos contra un buque enemigo, pero también hubo unidades Tokko de torpedistas, que se lanzaban a bordo de un torpedo contra la flota americana, hubo submarinos enanos, lanchas explosivas, tanques suicidas... La historia de los tanques suicidas la explicaremos otro día.

La táctica suicida más elemental la practicaba la infantería, aunque sin el auxilio de la organización Tokko. Un soldado cargaba su mochila de explosivos y así que asomaba un tanque enemigo, se arrojaba debajo de él. Algo más sofisticada era la táctica de sujetar una mina magnética Tipo 99 al extremo de una pértiga. Al otro extremo, el soldado japonés, que esperaba agazapado a que pasara un tanque por ahí cerca. Asomaba el tanque y saltaba el tipo a por él. Sujetaba la mina en el costado del tanque mientras estiraba del cordón que activaba el detonador. Las más de las veces, la explosión averiaba el tanque y provocaba algunas bajas, pero del soldado que había sujetado la pértiga no quedaba nada. A estas tácticas tan interesantes las llamaron Nikaku, abreviatura de mina humana.

Si funcionaba con los tanques, ¿por qué no iba a funcionar contra los buques de guerra?

Existen dos casos documentados de nadadores suicidas, los dos en las Filipinas. El primero de ellos fue un fiasco: los marineros de un buque de desembarco vieron a un japonés que nadaba hacia ellos más mal que bien, gritando insultos y amenazas. Lo tirotearon y de repente ¡pum! explotó. Por lo visto, llevaba al cuello un petardo que pretendía adherir al costado del buque y una bala le prendió fuego. En el segundo caso, vieron al nadador demasiado tarde, pues fue verlo y ¡pum! El explosivo dañó uno de los costados del buque, pero sólo provocó daños menores.

La Marina Imperial Japonesa pronto aprendió la lección: un nadador no puede llevar mucho peso a cuestas, porque se cansa, se hunde y se ahoga antes de llegar al barco. Además, como nada, se le ve llegar y pueden tirotearlo fácilmente. Dedujeron, tras mucho pensar, que sería muy diferente aproximarse al buque enemigo (atención) caminando por debajo del agua.

Así nacieron los Fukuryu, o buzos suicidas japoneses.

Buzos suicidas japoneses (II)


Si se quería un cuerpo de buzos suicidas, se precisaba un aparato que proporcionase oxígeno a los buzos. Si no, ya me explicarán.

Los alemanes habían cedido al Japón la patente de uno de estos aparatos de respiración autónoma. Como hacía recircular el aire, no dejaba una estela de burbujas. Era ideal para que un buzo se aproximara al enemigo sin ser visto. Eso sí, como recirculaba el aire y lo purificaba mediante carbonato cálcico, si uno se sumergía más abajo de diez metros, acababa respirando ácido.

Para que el buzo no flotara, le ataban nueve kilogramos de plomo a los pies. Porque era un traje de buzo, no un vestido de submarinista moderno. Llevaba la mochila con el aparato de respirar alemán a la espalda, el lastre, el casco de bronce con mirillas... Dentro del casco, el buceador podía beber zumos o alimentos líquidos que llevaba consigo gracias a un tubito, y el detalle es interesante, porque los japoneses calculaban que uno de estos buzos podía permanecer entre seis y ocho horas debajo del agua y avanzar hasta dos kilómetros andando... siempre que no se deshidratara por el camino.

El arma del buzo era parecida a la pértiga Nikaku. Al extremo de un mástil de unos tres metros se había instalado una mina de ataque del Tipo 5 modificada, con espoleta de contacto. Eran quince kilogramos de explosivos y una cámara hueca que hacía de cámara de flotación. Podía abrir un buen agujero en la quilla de un buque de desembarco.

La táctica Fukuryu era la siguiente: así que la flota de desembarco enemiga se aproximase a la playa, los buzos saldrían de su escondrijo. Unos, se meterían en el agua caminando desde la playa; otros, habrían esperado escondidos entre los restos de un naufragio, por ejemplo, o avanzarían por una cañería oculta, una especie de boca del alcantarillado, que los llevaría a varios cientos de metros mar adentro. Una vez allí, a unos seis metros de profundidad, un batallón de buzos formaría en tres líneas (tres compañías de 150 buzos cada una de ellas) separadas entre sí unos sesenta metros. Los buzos activarían unas minas convencionales situadas bajo el agua y se apartarían de ellas. Los buques enemigos procurarían evitar esas minas y se meterían justo donde los esperaban los Fukuryu. Entonces comenzaría el ataque.

Los Fukuryu tenían que procurar apartarse de los buzos suicidas más próximos, para evitar morir sin querer cuando éstos se suicidaran debajo de un buque enemigo. En caso de ataque suicida, se consideraba que había suficiente con mantener unos cincuenta metros de distancia entre buzo y buzo.

Se organizaban en secciones de seis buzos, cinco secciones por pelotón y cinco pelotones por compañía. A la que se les acercaba un buque de desembarco enemigo, los buzos se aproximaban a él sujetando la pértiga apuntando hacia arriba, como en la figurita de la fotografía, y cuando la quilla rozaba la mina...

En agosto de 1945, los japoneses ya tenían preparados mil trajes de buzo, pero tenían previsto haber acabado ocho mil en septiembre. En octubre, los Fukuryu sumarían seis mil buzos suicidas, entrenados y dispuestos a todo. La 71.ª Unidad de Ataque Especial (en Yokosuka) contaba, al final de la guerra, con dos batallones de buzos a punto y cuatro más entrenándose, y esperaba contar con cuatro mil buzos para defender la bahía de Tokyo y las playas de Honshu en otoño. Otra unidad Tokko, la 81.ª, pretendía desplegar a mil buzos en Kure y Sasebo. Los planes de la Armada Imperial Japonesa eran muy ambiciosos, pues pretendía que fueran 40.000 los buzos suicidas que defenderían las playas y puertos de Japón antes de final de año. Ahí es nada.

A Dios gracias, los Fukuryu nunca entraron en acción, porque se acabó la guerra antes.

La historia es completamente verídica. Si no me creen a mí, lean The Fukuryu Special Harbor Defense and Underwater Attack Unit - Tokyo Bay (S-91, 1946), un informe de la Misión Técnica de la Marina de los EE.UU. en Japón, que pueden leer aquí mismo.

Otro mundo (Gran Premio de Mónaco 2012)

Es lo que dicen siempre del Gran Premio de Mónaco, que es otro mundo. Hablan mucho del glamour, los yates se amontonan por docenas en el puerto y se suceden los fiestorros. Se corre en Mónaco desde los años veinte, desde mucho antes de que existiera la Fórmula 1, y se seguirá corriendo, aunque sea un circuito lento, estrecho, incómodo y peligroso. Por un je ne se pas qua, o como se diga en francés. Porque es Mónaco.

Esta año, la cosa ha estado movidita. Que si llueve, que si no llueve... Un montón de abandonos... Y lo que en televisión, con mucho recochineo, han bautizado el trenecito, algo que hacía mucho que no se veía tan seguido. En un puño, los siete primeros automóviles, uno detrás del otro, esperando a que pase cualquier cosa. Se despista uno y gana otro, y eso le puede pasar a cualquiera. ¡Qué campeonato más apretado!

A Ferrari no le ha ido mal. Los dos bólidos han puntuado, y uno ha hecho un podio. Alonso es ahora el piloto con más puntos en el Mundial de Pilotos, aunque Ferrari todavía está atrás en el de Constructores. Mercedes da mucha guerra, ha ganado un Red Bull, a McLaren no le ha ido tan bien... En fin, que parece que será verdad que este año nos vamos a divertir.

Mas y la bolsa canadiense

Me huelo que Canadá no va muy bien. Hace apenas dos días, la prensa económica anunció que la bolsa canadiense ya llevaba tres días sin pérdidas. El regocijo era notable. Parecía que se trataba de algo excepcional, el final de una pesadilla. De repente, todo se torció, y de la manera más inverosímil.

Muy lejos de Canadá, el presidente de una comunidad autónoma va y desayuna con la prensa extranjera. Los canadienses no saben qué es una comunidad autónoma y la verdad, les importa bien poco. A los periodistas también les importa poco lo que sea una comunidad autónoma, pero hay churros, hay hambre y el sitio es de mucho postín. Acuden todos.

El presidente de esa comunidad autónoma se había trasladado a Madrid para ver un partido de fútbol (una festividad religiosa europea). Si invita a los periodistas a chocolate con churros es porque quiere dárselas de líder presumiendo de inglés. Es la segunda vez en toda su vida que hacía tal cosa; de la primera no se acuerda nadie. Los periodistas le preguntan en castellano.

Habla de fútbol, que es lo que le va, y entonces pierde de vista con quién está reunido. Va el tipo y suelta que no le llega para pagar las nóminas a final de mes, y que suerte que es España la que le paga las deudas, que si no... Deja ir, como quien no quiere la cosa, que sería conveniente depender de la deuda española y no de la catalana, que está al nivel del bono basura, y lo dice con tanto arte y salero que los periodistas extranjeros, todos a una, creen que la región más industrializada de España se ha venido abajo, está arruinada y pide la intervención del Gobierno de España para poder afrontar todas sus deudas antes de final de mes. Es decir, en cinco días. ¡Alarma general! ¡Todos a correr para redactar el artículo! 

A las pocas horas, los sitios web de la prensa extranjera sacaban humo: la administración regional española en general y la catalana en particular piden el rescate de Madrid porque no puede afrontar sus deudas, dicen. España va mal, deducen, peor de lo que nos decían. La prima de riesgo se dispara. Los mercados se tambalean. Todo se va al carajo.

De nada sirven los desmentidos y las aclaraciones. No dijo tal cosa, sino que quiso decir tal otra, se apresuran a precisar desde Barcelona. ¿Cómo que quiso decir...? ¿Cómo sabe uno que no estuvo ahí lo que quiso decir si no lo dijo? En fin, dijo lo que dijo y así lo entendieron todos, no hay vuelta de hoja, y si no dijo lo que dijo, sino que quería decir lo que no dijo, que no era lo que dijo, pues entonces, por favor, que no hubiera dicho nada.

Con todo esto, nuestra imagen roza el ridículo... y los inversores canadienses pierden lo ganado en tres días por culpa de la deuda catalana. No es broma. Quién nos lo iba a decir. En Canadá... ¡Cómo está el patio...!

La lámpara y el diputado

Una vez en el círculo minero se presentó un diputado nacional; escuchó a los mineros que contaban sus miserias, y su excelencia cerraba los ojos como si padeciera de manera insufrible, hasta que al fin le dió una patada a la mesa exclamando ¡Cagüendiós! ¡Habrá que hacer algo!; de la mesa cayó una lámpara que se hizo añicos; su excelencia prometió grandes cosas; a los mineros les tocó comprar una lámpara nueva.

De Leonardo Sciascia, Le parrocchie di Regalpetra
(Trad. Luis Soravilla)

TV3 contra los pobres

La plantilla de futbolistas del F.C. Barcelona es la que más dinero ingresa de toda la Liga Española de Fútbol Profesional. Sus veintitantos jugadores cobran casi 250 millones de euros al año (libres de impuestos). La Generalidad de Cataluña, a través de TV3 y otros medios, subvenciona al club de fútbol (una entidad privada) con más de 90 millones de euros al año.

90 millones de euros al año es lo que la Generalidad de Cataluña gasta, pero no quiere gastar, en el programa de la Renta Mínima de Inserción, que proporciona una renta que no pasa de 420 euros por persona a los 120.000 catalanes más pobres.

Dicho esto, véase:

Este fin de semana se organiza un telethon especial: Marató per la pobresa, que ningú es quedi fora de joc (Maratón por la pobreza, que nadie se quede fuera de juego). Muy futbolero, el lema, muy apropiado.

Los mismos que creen que no se puede prescindir de la subvención a dos docenas analfabetos hipermillonarios que le dan de patadas a un balón son los mismos que privaron durante semanas a miles de personas de una renta mínima, porque no querían gastar tanto dinero en combatir la exclusión social. Son los mismos que organizan el telethon para recaudar dinero para los pobres. ¡Qué buenos que somos, que organizamos una rifa para los pobrecitos pobres, tan sucios ellos...!

Pero ¡por Dios! ¡Qué cinismo! ¡Qué asco! Los que más están haciendo para joder a los pobres (perdón) se están pitorreando de todos nosotros organizando un espectáculo morboso de caridad obscena. Me da repelús.

Protesten, damas, caballeros, gentes en las que todavía queda un rastro de decencia: ¡protesten! Como quieran. Como se les ocurra. Pero, por favor, protesten y luego, cuando toque votar, ustedes mismos. Pero no dejen que pase por buena esta tomadura de pelo carca e insultante. Que tenga consecuencias.

Si no saben de qué les hablo ni por qué me irrito, déjenlo para otro día y no me tomen en serio. Están en su derecho. Pero a todos les digo que, bien mirado, tanto ustedes como yo merecemos lo que nos está pasando, porque somos cómplices de tanta estupidez.

Si tienen tuiter y esas cosas, pueden cagarse en sus muertos en http://www.tv3.cat/maratopobresa. Si no, escriban a los diarios, a los señores diputados, a televisión... Hagan algo, lo ruego. No dejen pasar la oportunidad de tener razón.

¿Nadie vio lo que estaban haciendo? (El caso de las bandas asesinas)

A finales de 2009, el Ayuntamiento de Barcelona no quería perder la ocasión de gastar millones de euros del Fondo Estatal de Inversión Local. Es decir, se preguntaba en qué iban a gastar los millones del Plan Zapatero, para no quedarse sin ellos. Había prisa, mucha prisa, y la prisa es mala consejera.

A los munícipes se les ocurrió la muy loable y genial idea de hacer de Barcelona una ciudad más agradable para los discapacitados visuales, que es como llaman ahora a los ciegos y cegatos, perdonen ustedes. Pero no preguntaron a los afectados, sino que se lanzaron a la piscina sin saber nadar.

Se les ocurrió que unas muescas en el suelo de las paradas del autobús guiarían a los ciegos hasta las puertas del vehículo. Lo ideal, a decir de los propios ciegos, es que se utilicen unas baldosas hidráulicas (es decir, las de toda la vida) con un dibujo diferente. Pero el Ayuntamiento de Barcelona tenía otra idea en la cabeza. Nada de obras: se cortaba una banda de caucho a medida, se engancha sobre la acera, deprisa y corriendo, y andando. Naturalmente, contrataron a una empresa para hacerlo. Un trabajo fino, el de la banda de caucho: el ciego tropieza con la banda de caucho (nunca mejor dicho) y siguiéndola, llega hasta el autobús.

El plan municipal que se presentó al Fondo Estatal de Inversión Local pretendía instalar 1.800 bandas de caucho en las 2.135 paradas de autobús que tenía entonces. Acabó instalando sólo 1.500 de estas bandas. La empresa instaladora, por cierto, tuvo que volver a instalar el 12% de las bandas de caucho a poco de estrenarlas, dentro del período de garantía, porque, sencillamente, se despegaban. No habían acertado con la cola.

¡Y tanto que se despegaban! El despropósito comenzó a llevarse por delante, a fuerza de tropezones, a los sufridos usuarios del autobús de Barcelona y a un nutrido grupo de peatones. No tenían bastante con los ciclistas, que ahora se enfrentaban a las bandas asesinas (de caucho).

Las bandas asesinas estaban diseñadas a posta para provocar el tropezón del caminante. Además, se despegaban, arrancaban las baldosas sobre las que se habían enganchado... Los ciegos no se atrevían a acercarse a las paradas del autobús. En fin, un desastre. Tan mal fue el asunto que el Ayuntamiento de Barcelona tomó cartas en el asunto: se sacó las pulgas de encima y echó las culpas a la empresa contratada. Con ese cuento, no le devolvió el aval de 140.000 euros que la empresa había depositado al ganar el concurso y los munícipes responsables de semejante disparate pudieron eludir sus responsabilidades, echándole las culpas a otro. Pero siguieron las quejas.

Muchas protestas e ingresos en urgencias después, el Ayuntamiento de Barcelona ha tenido que reconocer su error. El Ayuntamiento de Barcelona arrancará las bandas de caucho y las sustituirá por las baldosas que pedían los ciegos. Se desconoce el coste de arrancar las bandas de caucho y reparar los daños que éstas han causado en la acera (que no son pocos), pero las nuevas baldosas para los ciegos costarán a los barceloneses 800.000 euros.

Eso no es nada: las bandas asesinas (de caucho) habían costado 3,7 millones de euros, aunque el Ayuntamiento de Barcelona sólo había aportado 1,3 millones.

Según la aritmética más elemental, cada banda de caucho nos costó, aproximadamente, 2.500 euros, 2.000 euros más de lo que nos hubiera costado poner las baldosas que pedían los ciegos el primer día.

No sabemos cuánto dinero ha supuesto el mantenimiento de las bandas de caucho, pero si el primer año se tuvieron que reponer el 12% de todas ellas, en los dos años en que han estado puestas se habrán tenido que reponer, a ojo, una cuarta parte, a 2.500 euros por parada de autobús... Tampoco sabemos cuánto dinero costaron los sueldos y las dietas de los jefazos que se reunieron tantas veces, pensaron tanto y decidieron, al fin, enganchar unas gomas con cola en el suelo, a precio de oro, en vez de hacer las cosas bien hechas.

Calculadora en mano, la broma de las bandas de caucho nos ha costado tanto dinero como atender en estos dos años de gilipollez y sufrimiento a más de 550 pacientes aquejados de una enfermedad grave, con intervención quirúrgica, tratamiento y medicación incluidos, en uno de los grandes hospitales de la sanidad pública catalana (sin recortes, a pleno rendimiento). Las bandas asesinas se llevaron gente por delante a base de tropezones, pero también privando de recursos a la sanidad.

Y yo me pregunto: ¿nadie vio lo que estaban haciendo?

Aprender

No es necesario aprender a escribir, pero sí a ver. Escribir es una consecuencia.

Antoine de Saint-Exupéry, piloto de aeroplanos y escritor.

¿Cómo tendría que llamarse la ciencia que estudia las ventosidades del vientre que se expelen por el ano?

No se trataba de una adivinanza, sino de pedir una opinión, un parecer a los amables lectores de El cuaderno de Luis. Se trataba de bautizar la ciencia que estudia las ventosidades del vientre que se expelen por el ano, llamadas generalmente pedos. Pese a la capital importancia de este estudio desde el punto de vista antropológico (la aproximación cultural al pedo varía de una sociedad a otra) como desde el punto de vista físico (la generación de biometano ¿afecta nuestro sistema climático?), sin olvidarnos de cuestiones éticas, químicas o médicas de la mayor importancia (peerse ¿es pecado?, ¿qué compuestos químicos convierten una función orgánica sana y deseable en un martirio para el prójimo?, ¿es posible detectar enfermedades por el olor del pedo?), pese a la capital importancia de esta disciplina científica, decía, ésta no tiene un nombre universalmente reconocido. He aquí la razón de la encuesta y el motivo de tan original método reivindicativo de una nueva disciplina científica.

Se propusieron varias palabras, basándonos en las raíces griegas y latinas del sustantivo pedo y del verbo peer(se). En griego, cabe distinguir entre una voz popular y malsonante que designa al pedo (que se pronuncia algo así como claniós) y una voz culta (panitós, más o menos). Los romanos, en cambio, no hacían ascos a ninguna de las voces, pues el cuesco era pájaro de buen augurio, y tanto el verbo pedere como el sustantivo peditum eran de uso común.

Las palabras propuestas, en orden alfabético, fueron: Clanialogía, Panitariología, Pederelogía, Peditología, Pedología, Perdología y Perdonalogía.

El público se inclinó mayoritariamente por la raíz latina y votó Peditología, que se llevó la mitad de los votos. Añado, a modo de comentario, que me hubiera gustado una victoria de Panitariología, la que hubiera sido mi elección, pero el público tenía, en este caso, la última palabra. Panitariología se llevó una tercera parte de los votos y Pedología, el resto. Las demás opciones no merecieron la consideración del común.

Como concluyó Dante en el Capítulo XXI de su Inferno: Ed elli avea del cul fatto trombetta. Amén.

De cuatro a cinco cafés al día, más miles de euros al año

Como en tantos hospitales públicos de Cataluña, los pacientes del Hospital de Sant Pau tienen que comprar el agua de beber. Antes recibían un botellín de 200 ml en las comidas, pero se ha suprimido este gasto innecesario. Pero los médicos recomiendan beber al menos una botella de litro y medio al día. Como no hay fuentes, los pacientes tienen que acudir a las máquinas expendedoras para beber agua (¿a quién pertenecen?). A ojo, cada paciente tendría que pagar de su propio bolsillo de dos a tres euros de agua al día para seguir las recomendaciones médicas. Llevan así un par de años, como poco.

En la gerencia del Hospital de Sant Pau, en cambio, las cosas han sido muy diferentes. En las oficinas de gerencia trabajan unas diez personas que hasta ahora han vivido muy bien (especialmente, los que ostentaban cargos directivos). Varias veces al mes, la gerencia se gastaba entre 100 y 200 euros en vituallas, que proporcionaban las empresas Mercadona o Bonpreu.

También compraban el café de la marca Nespresso, ése que viene en cajitas de plástico, tan pijo, tan chachi, a 39 céntimos la dósis (precio que pagaba la gerencia). Sería bonísimo, porque, de media, cada una de las personas que trabajaba en gerencia, gerente incluido, bebía cinco cafés al día. Yo creo, más bien, que no los bebía, pero se llevaba las dósis a casa. Si no, no me lo explico, porque cinco cafés... En un día, el gerente gastaba tanto en café (grátis) como uno cualquiera de los pacientes se veía obligado a gastar en agua (pagando).

Me dirán que no hay para tanto, que esto es el chocolate del loro. A fin de cuentas, la Generalidad de Cataluña ha intervenido el hospital porque acumulaba pérdidas anuales de las que sólo se sabe que están entre los 18 y los 30 millones, y don Jordi Barela, el antiguo gerente, el bebedor de tanto café, no ha sido expulsado por su afición al Nespresso, sino por inepto. También, por chorizo.

En efecto, los 20.000 euros al año que se gastaba gerencia en galletitas y café para pijos no son nada en comparación con no sé cuántos millones, pero son un síntoma que conviene señalar. Porque quien roba aquí, roba allá. A él y a unos cuantos como él les quieren acusar de, agárrense, estafa, malversación de fondos públicos y delitos societarios, ahí es nada.

Una radióloga del hospital, doña Carme Pérez, se ha convertido en una de mis heroínas. La médico trabaja en el hospital desde 1979 y presentó una denuncia que se resume en un texto de treinta y ocho páginas y veintinueve documentos adjuntos, donde explicaba que la gerencia en particular y la cúpula directiva del hospital en general cometía día sí y día también irregularidades en los contratos públicos, pagaba sobresueldos e indemnizaciones injustificadas a los directivos (a ellos mismos), pagaba favores políticos y más cosas que han obligado a intervenir al Juzgado de Instrucción núm. 22 de Barcelona. A decir del juez, hay indicios más que suficientes para juzgar que se ha cometido no un delito, sino un montón de delitos durante años.

Alrededor del Hospital de Sant Pau existen tres fundaciones. Una es la que controla el hospital; otra, controla la investigación médica; la tercera, gestiona el patrimonio de la institución (más de 1.800 inmuebles) y actúa, en la práctica, como una promotora inmobiliaria. Al menos en teoría, son independientes entre sí.

Todo este artificio contable está bajo el control de la Muy Ilustre Administración, la MIA, formada por la Iglesia Católica (que fundó el hospital), el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Cataluña.

Es decir, que aquí no se salva nadie, ni el apuntador. Como la cosa viene de lejos, la podredumbre señala cargos socialistas, convergentes, republicanos o de cualquier otra condición de la MIA, y los señores obispos, arzobispos y demás no son ajenos al chanchullo, no, ni mucho menos. A Dios lo que es de Dios, y lo del César ya me lo quedo yo, no se preocupe usted.

Doña Carme Pérez presentó una denuncia contra el señor don Albert Folia, que preside uno de estos tres patronatos. Las asociaciones de médicos y enfermeras de Sant Pau se han sumado a la causa y se han personado como acusación. Es posible que se sume el sindicato de médicos catalanes (Metges de Catalunya) y Sant Pau Assistencial.

Se empieza por el café, pero luego se llega al caso de don Ricard Gutiérrez Martí, un caballero del PSC, un sinvergüenza, como sinvergüenzas fueron los que hicieron posible que cobrara, durante siete años seguidos, un sueldo anual entre los 80.000 y los 110.000 euros ¡por no ir a trabajar! Cuando la cosa fue demasiado evidente, lo despidieron, y el muy caradura recibió un finiquito de 158.000 euros. Pero ¡alguien se lo pagó!

Otro personaje sinvergüenza, don Joan Ros Petit, hacía de patrono en las fundaciones de Sant Pau y su despacho profesional ha facturado durante años del dinero que, hipotéticamente, tendría que dedicarse a los enfermitos. Todavía hoy sigue cobrando casi cinco mil euros cada trimestre a cargo de honorarios (sic), y no pega sello, el señor Ros, que se sepa. Pero vive la mar de bien.

El delegado del Gobierno de la Generalidad de Cataluña en Madrid hasta enero de 2011 fue don José Ignacio Cuervo, también del PSC. En marzo del año pasado, lo contrataron a dedo para que llevara cosas de la investigación médica, porque él es médico. Se quejaron los sindicatos (y no les faltaba razón). Pues lo contrató como asesor (sic) la fundación que controla el patrimonio inmobiliario de Sant Pau, pero él, en la práctica, acabó haciendo no sé qué en investigación médica, cobrando 4.160 euros al mes por un trabajo de media jornada que podría haber hecho mejor el becario y que acabó el febrero pasado. El caballero se ha llevado a casa 50.000 euros por el morro y todavía se extraña de que le pregunten.

Este último caso es uno más de los que ponen en evidencia uno de los vicios del mecanismo de Sant Pau y de la MIA, un vicio con una larguísima tradición, que lleva años ahí. La MIA y las tres fundaciones de la entidad, la que gestiona la asistencia sanitaria, la que lleva el asunto de la investigación y la inmobiliaria, intercambian pagos, gastos y trabajadores cuando conviene. Como los patronos tienen prohibido cobrar dinero de las entidades que controlan (está penado por la ley), lo cobran de las entidades vecinas. Además, sólo pasan dinero de aquí para allá si les va bien.

La MIA controla 1.800 inmuebles y tiene unos beneficios de miedo, pero estos beneficios no van a tapar las pérdidas del hospital (si están enfermos, que se jodan). Pero sí que sirven para pagar indemnizaciones a los directivos de los diferentes patronatos. Llegaron los recortes y hubo una ERE. Jordi Grau, Josep Tardà, Josep Lluís Soler y Rubén Moragas cobraron unos 440.000 euros en indemnizaciones, pues tenían cargos en la cúpula directiva del hospital, que se redujo a la mitad... pero ahora siguen a sueldo de la MIA, cobrando de la fundación que maneja el capital inmobiliario de Sant Pau. Los cientos de médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, etc., que se van a la calle, por la ERE, que se jodan, dijo la MIA. Que se sepa, el Arzobispado de Barcelona no bendijo la maniobra, pero se lavó las manos, porque más vale Pilatos que acabar en la cruz de quedarse sin dinero.

Si hacen memoria, este juego de las fundaciones es el que utilizó el señor Millet para pagar las comisiones a Convergència Democràtica de Catalunya y robar treinta y cinco millones de euros a todos los catalanes, o las que empleó el señor Prat, actual presidente del Instituto Catalán de la Salud, para forrarse en Reus y dejar al ayuntamiento de la ciudad con una deuda por avales que supera los doscientos millones de euros, y los que vendrán.

El juez que ha encarado el caso, don Juan Emilio Vilá Mayo, tiene trabajo para rato.

Don Baudilio, a. Bío Ruiz, se ha negado a hacer declaraciones, por el momento. Pero los trabajadores de Sant Pau ya le han pedido que limpie la sanidad pública de los políticos y gestores incompetentes y corruptos.

Por pedir, que no quede, pero me parece que no es ésa la intención de don Baudilio, pues dime con quién te juntas y verás.

Esto se va a la m...

Un gran amigo mío trabaja en el gabinete de estudios de una importantísima entidad financiera (decir banco suena mal y por eso dicen entidad financiera). Llegó tarde a nuestra reunión porque se había pasado el día poniendo el punto final a un informe de cincuenta y pico páginas sobre la situación económica y financiera de Cataluña.

La información era de primera, primerísima mano, así que preguntamos: ¿Qué tal? Su respuesta fue inequívoca: Esto se va a la m...

Con el sumario de este informe en conocimiento de todos los presentes, la siguiente noticia fue todavía más desalentadora. Porque otro de los presentes había pasado un tiempo considerable estudiando el perfil de los ministros del actual Gobierno de España y tenía algo que decir. Se inclinó sobre la mesa y solicitando la máxima discreción nos dijo: ¿Os habéis fijado? ¿El ministro de Guindos es clavado, clavadito, a Chiquito de la Calzada?

La noticia provocó gran asombro y consternación.

El "nyap" de Sitges (por Beli Artigas)

Damas, caballeros, les dejo una entrevista de e-notícies (en catalán). Habla Beli Artigas, una persona a la que tendrían que levantar un monumento por lo mucho que hace por preservar el patrimonio arquitectónico de Sitges (en particular) y de Cataluña (en general). Si sigue en esta guerra ¡no le va a faltar trabajo! ¡Ánimos!

Ahí se habla del nyap del Maricel, el Cau Ferrat y la casa Rocamora, en Sitges. Las imágenes, aunque no muestran mucho, muestran más que suficiente. Lo que es a mí, me producen una tremenda, terrible, pena... y luego llega la indignación... Uf, suerte que no tengo permiso de armas. Les recomiendo ver el vídeo.

Por si preguntan, nyap es una palabra de difícil traducción, que podría significar, según el contexto, chapuza, algo tan mal hecho que da asco. Es una palabra onomatopéyica.

Les dejo con Beli Artigas. Ella habla mejor que yo, sabe lo que se dice (yo, a veces, no) y viendo lo que nos muestra comprenderán de una vez y para siempre el verdadero significado de la palabra nyap.

La colección de penes de Barbara Polla

Ha sido consejera municipal de la ciudad de Ginebra entre 1991 y 1993, diputada del Gran Consejo del cantón de Ginebra entre 1993 y 1999 y consejera nacional (diputada) entre 1999 y 2003, siempre por los liberales, aunque dejó el partido en 2007. La mujer es doctora en medicina, ha sido jefa de la unidad de alergología del Hospital Cantonal Universitario, del laboratorio de fisiología respiratoria de la Facultad de Medicina del Hospital Cochin (Universidad de París V)... En fin, un historial envidiable, que aprovecha para ganar unos dinerillos como presidente del Forever Laser Institut (dedicado a la estética) y co-autora (sic) de una gama de productos de belleza para el cuidado de la piel, Alchimie Forever, la comercialización de los cuáles preside su hija Ada desde Washington. Tiene tres hijas más.

En 2003, la doctora y su marido, Luigi, abren una galería de arte en París, Analix Forever, especializada en artistas hipercontemporáneos (sic). Ya había tonteado con el mundo de las galerías de arte en Ginebra, en 1991, donde también había comenzado a escribir en periódicos y revistas, con remarcable éxito. Funda, además, la Asociación Suiza por la Arquitectura Emocional (sea lo que sea eso) y organiza el 1er. Coloquio Internacional Multidisciplinario de Arquitectura Emocional en Ginebra, en enero de 2011.

En sus escritos y conferencias, defiende un papel más activo de la mujer en todos los ámbitos y manifiesta que se siente atraida por los penes. Han oído bien: los penes, y perdonen ustedes. No hablamos (solamente) de sexo, sino (también) de arte, porque nuestra heroína ha comprobado que los artistas (casi todos varones) pintan o esculpen pocos penes. El pito, la pilila, el falo, la chorra... no tiene el éxito que merece y, para remediarlo, la persona de la que hablamos, como puede hacerlo, colecciona obras de arte (en su mayoría, contemporáneas) que representan penes. Ahí queda eso.

Hace pocos días, la señora en cuestión ha inaugurado una exposición de su colección en París. Beautiful penis, la llama. Es posible que sea itinerante, por su especial interés, pero también polémica. Yo no le veo la polémica, pero hay gente que sí. En fin... Allá cada uno.

La señora es de admirar, pero la noticia sería apenas destacable si no fuera por el nombre de la coleccionista. Se llama Barbara (sin tilde) y se casó con Luigi Polla (pronúnciese pol-la, en italiano); así que, ay, se llama Barbara Polla y expone su colección de penes.

Lo que hay que leer...

Cerdos contra elefantes

Edesa era una población fronteriza del imperio romano. Más de una vez tuvo que vérselas con los partos y se perdió y reconquistó varias veces. Cuando Roma se fue al garete, Edesa restó bajo la soberanía del emperador de Oriente en Constantinopla, que pronto se las tuvo con los persas sasánidas, que también querían Edesa para sí y luego, siglos más tarde, para el Islam.

De Edesa proviene el Santo Rostro que los bizantinos llamaron Mandylion. Una vez perdida Edesa para siempre, los musulmanes permitieron que los bizantinos se llevaran la reliquia a Constantinopla en 944 y de ahí pasó a manos de los venecianos en 1207 después de la Cuarta Cruzada. Sólo se conserva una copia del Mandylion en la Biblioteca Vaticana. Se sabe, porque está documentado, que el Mandylion estaba en manos de los habitantes de Edesa en 544, pero no fue el Mandylion lo que salvó a la ciudad, sino un cerdo.

Me explicaré.

El gran rey persa Cosroes I se enfrentaba al emperador Justiniano, de Bizancio, y le estaba dando una paliza de padre y señor mío. Había roto la Pax Perpetua que habían firmado los dos unos años antes y las tropas de Bizancio no podían con él. El ejército persa parecía invencible, hasta que tropezó con las murallas de Edesa.

No es que las murallas de Edesa fueran excepcionales: eran unas murallas normalitas; y la guarnición, tres cuartos de lo mismo. Pero el comandante de la guarnición sabía muy bien lo que se hacía y fue capaz de resistir las primeras embestidas.

«¿No ha caído Edesa?» «Todavía no, mi gran rey y señor.» «¡Que le corten la cabeza, por inútil! Está visto que si no hago las cosas yo mismo... ¡Que me traigan los elefantes! Se van a enterar los de Edesa de lo que vale un peine.»

¡Elefantes...! En combinación con la caballería persa (la primera en emplear estribos), eran invencibles, y el comandante de Edesa supo que había llegado la hora. Los persas iban a acercarse a las murallas sin que nadie pudiera impedírselo, y allá venían con todas las máquinas de guerra a cuestas. Si no ocurría un milagro, Edesa sería persa en cuestión de horas.

«¿Un milagro? ¿Sacamos el Mandylion?» «Qué Mandylion ni qué niño muerto... Tráeme todos los cerdos que encuentres.» «¿Cerdos, señor?» «¡Cerdos, cerdos...! Marranos, puercos, tocinos... llámalos como quieras, pero tráelos a todos aquí, y que sea deprisa.»

¿Se había vuelto loco el comandante de Edesa? Pues, no. Todo lo contrario, había recordado la estrategia que consiguió vencer a los elefantes de Pirro y salvado a los megarenses, siete siglos ha.

Entonces, Roma casi sucumbe ante los ejércitos de Pirro. Éste contaba con docenas de elefantes, que destrozaban a cuanta legión romana se le ponía por delante. Hasta que, en la batalla de Maleventum (hoy, Benevento), en el 274 aC, los romanos llevaron consigo una piara de cerdos. Así que se acercaron los elefantes de Pirro, embadurnaron a los marranos con grasa y aceite y les prendieron fuego. Los gorrinos salieron corriendo en todas direcciones, envueltos en llamas, gritando como sólo gritan los cerdos, y el espectáculo espantó a los elefantes, que dieron media vuelta y se dieron a la fuga. Lo contó Plinio, el Viejo (Naturalis Historia 8.9.27).

Poco después, en el 266 aC, los habitantes de Megara también lanzaron gorrinos en llamas contra los elefantes de Antígono II, que quería conquistar la ciudad y que llevaba elefantes consigo. Dejaron constancia de la cochinada Polieno (Estrategematon 4.6.3.) y Claudio Eliano (De natura animalium, 16.36.). Todo porque los griegos, cuenta Calístenes, conocían las propiedades antipaquidérmicas del puerco llameante gracias a Alejandro el Magno, que lo supo del rey Porus... Quién lo hubiera imaginado.

«Mi comandante, sólo nos queda un cerdo.» El comandante de Edesa contempló primero al cerdo, que estaba para comérselo, y luego echó un vistazo a las docenas de elefantes que casi estaban a tiro de piedra de las murallas. Con un solo cerdo no podían lanzar un ataque de gorrinos ardientes, pero algo tenían que hacer.

El comandante no se lo pensó dos veces. Mandó que colgaran al cochino de lo alto de las murallas, tan pronto los elefantes estuvieran a tocar de ellas. Así lo hicieron: ataron una cuerda a un jamón y descolgaron el tocino boca abajo. El puerco protestó, porque a nadie le gusta que le cuelguen boca abajo de las murallas. Así que gritó y se agitó y montó un escándalo de miedo.

Cuenta Procopio de Cesarea (De Bellis, o Polemon, 8.14.30-43) que los elefantes de Cosroes, al ver al cerdo colgado de las murallas y oír sus gritos, se espantaron, dieron media vuelta y huyeron, llevándose por delante a cuanto persa pillaron por el camino. El comandante de Edesa, entonces, ordenó una salida y el ejército de Cosroes fue derrotado y nunca más atacó al imperio de Oriente.

Todo gracias a un cerdo, que conste.

Las tribulaciones del profesor Malinowski (I)

Bronisław Kasper Malinowski, Malinowski para los amigos, fue un chavalín canijo, esmirriado y enfermizo. Con todo, era un buen estudiante. Tan bueno que, en 1908, se doctoró en Filosofía en Cracovia, y todo presagiaba que sería físico o matemático, es decir, una persona seria, hasta que leyó un tratado de antropología que le cayó en las manos y se torció.

En aquella época, la antropología todavía no era una disciplina científica, aunque se pretendía que lo fuera. El sistema colonial proporcionaba mucha información y los mejores antropólogos del momento eran ingleses, así que Malinowski fue a estudiar para agente de cambio y bolsa y economista en general a la London School of Economics, en 1910. Era una tapadera, porque entonces la antropología se enseñaba en la Facultad de Económicas. Así, por ejemplo, a través de documentos etnográficos recogidos y clasificados por Seligman y Westermarck, de los que ya nadie se acuerda, estudió los modelos de intercambio (económico) de los aborígenes australianos (las curvas de oferta y demanda, el precio y el valor de las cosas, etc.), haciendo pasar antropología por comercio.

En 1914, Malinowski se sumó a una expedición que organizaba un antropólogo llamado Marett, que lo llevaría a Nueva Guinea. Mientras tanto, para fastidiarle el viaje, un serbio tomó una Browning, le pegó de tiros al archiduque Fernando y señora y la lió bien gorda, porque una cosa llevó a la otra y antes de darnos cuenta, ya estábamos todos metidos en la Primera Guerra Mundial.

Como Malinowski era un súbdito del Imperio Austro-Húngaro, es decir, del enemigo, los australianos le pusieron la mano encima. Lo vieron tan canijo y despistado y tan ajeno a la guerra que no lo internaron en un campo de prisioneros, pero no le permitieron volver a casa. Podía (debía) quedarse en los alrededores de Nueva Guinea, le apeteciera o no, donde no había nada que hacer ni podía entrañar ningún peligro para los intereses británicos. Ya que ha venido a estudiar a los salvajes, que se harte de ellos, se dijeron.

Eso hizo Malinowski, hartarse de ellos.

Las tribulaciones del profesor Malinowski (II)

Sin poder regresar a casa, Malinowski no tuvo más remedio que pasar varios años en las islas Trobriand, en la Melanesia. Se aburría mortalmente. Sus diarios nos explican cómo le daba al alcohol, cómo dejaba de fumar un día y al día siguiente ya estaba liando cigarrillos. Las charlas del doctor en filosofía con sus vecinos blancos no iban más allá del chisme y los dimes y diretes de una comunidad corta de miras, formada por personajes de curiosa condición y básicamente lerdos. Bebía, pues, como todos a su alrededor. Él, Malinowski, decía que darle al bebercio era una manifestación íntima del sentido artístico (sic). Así se justificaba a sí mismo, porque pillaba unas cogorzas de campeonato a la que se ponía una botella a su alcance y luego se arrepentía, víctima de la resaca.

Lo repito: se aburría como nunca.

Pero ¿no había ido a la Melanesia a observar a los salvajes? Pues ¿por qué no los observaba?

La humanidad en su conjunto debería rendir pleitesía y honores al aburrimiento, motor de la ciencia y las artes, causa primigenia de grandísimos avances e importantes logros del género humano. Porque fue por aburrimiento, o por falta de alcohol, que Malinowski abandonó la baranda del club de campo de los blancos, hastiado, y se adentró en la sociedad melanésica.

Un buen día, plantó una tienda de campaña entre los trobriandeses y éstos se lo miraron como quien mira a un tipo raro que se instala en la casa de al lado. Éste ¿qué hace aquí?

Así empezó la aventura de la antropología moderna. Malinowski no fue el primero en realizar un trabajo de campo (ni mucho menos), pero sí fue quien supo venderla, ya diré cómo. Pero dejaré que, por una vez y sin que sirva de antecedente, un antropólogo contemporáneo hable por mí. Malinowski hizo (cito) el más famoso, y ciertamente el más mitificado, trabajo de campo de nuestra disciplina: el viaje paradigmático hacia el paradigma lejano.

Qué paradigma ni qué narices. El Malinowski de verdad tuvo que vivir con los tobriandeses y lo pasó muy mal.

Las tribulaciones del profesor Malinowski (III)

Por algo será que el Diario de campo en Melanesia de Malinowski tardó muchos años en publicarse, y se publicó censurado. Su viuda arrancó muchas páginas de la publicación y los editores no se atrevieron a publicarlo todo, por miedo al escándalo. Sólo muchos años después de muerto pudieron publicarse sin pudor esas fascinantes memorias. Las recomiendo vivamente.

El Malinowski de la Primera Guerra Mundial, el que inventó la observación participante (o participativa), ése que iba vestido de punta en blanco, con salacó y pipa, entre salvajes prácticamente desnudos, no tiene nada que ver con el antropólogo legendario que imaginamos todos. Era un tipo más patético (y humano). Y con esa pinta e indumentaria, lo de participante...

De entrada, Malinowski, sin ánimo de ofender, habla de salvajes y de negros. Digo sin ánimo de ofender porque él estaba convencido de que llamándolos así no ofendía a nadie. En su diario, sin embargo, sí que quiere ofenderlos, porque está hasta los mismísimos de los brutos (sic) con los que convive, y confiesa que le gustaría tanto golpear a los negros... Se sentía frustrado y furioso, consigo mismo y con el mundo. Mientras Europa vivía una guerra mundial y cosas tan importantes (sic), él tenía que fastidiarse y vivir, cito, en este agujero inmundo. No comprendía a los trobriandeses, no entendía lo que decían, se enfurecía por ello. Porque él apenas chapurreaba el kiriwano, lo que hablan en la isla más grande del archipiélago, pero los trobriandeses hablaban otra cosa y se le reían en la cara. Qué tonto, el blanquito.

Ya saben, sexo y violencia, y si por un lado tenemos a un Malinowski al que le apetecía sacar un revólver y poner orden en la casa, por el otro tenemos a un jovencito bastante salido, que sueña ahora con una misionera, ahora con una trobriandesa... Al principio, las salvajes le causaban repulsión; pero luego, todas esas trobriandesas prácticamente desnudas, con los senos al aire corriendo de aquí para allá... Lo que ponía en el diario no lo ponía en las cartas que escribía a su madre (mamá, va todo muy bien) ni a su novia polaca (churri, va todo muy bien). Tampoco lo decía a su novia australiana... ¡Caramba! Pues, sí, dejó en Polonia a una y se buscó otra en Australia, Elsie R. Masson, la que luego sería su primera esposa, lo acompañaría a visitar tribus y después de visitarlas le diría que ahí te quedas tú con los negros y los salvajes, que yo me vuelvo a casa con mi mamá.

Además, el Malinowski de los diarios de Melanesia es un tipo enclenque, hipocondríaco. Se preocupa cuando hace caca y cuando no la hace. Le amargan los mosquitos. Odia la comida. Se le acaba el güisqui... Sufre varios episodios de depresión.

No le resultaba fácil soportar todo aquello, ni era capaz de obligarse a trabajar. Las más de las veces está desesperado y aburrido y no se veía con ánimos de grandes estudios. Echaba de menos Londres y se tenía que conformar con la vida social de los salvajes, que escapaba de su comprensión. Así se entienden tantas entradas de su diario cargadas de angustia, de ira, de asco... Pocas veces se siente feliz; normalmente, cuando deja atrás a los salvajes por un par de días. En pocas palabras, no parece un tipo en sus cabales, sino un personaje al borde de la desesperación. ¿Han leído El corazón de las tinieblas? Pues, algo parecido.

A Dios gracias, Malinowski no se pegó un tiro porque la guerra acabó antes. Como dijo Nietzsche, lo que no te mata, te hace más fuerte, y el polaco enclenque regresó a Londres para convertirse en una leyenda, en la leyenda de los antropólogos.

Las tribulaciones del profesor Malinowski (IV)

Malinowski había sobrevivido a las islas Trobriand y a los salvajes que las habitaban. Pese al horror que le había supuesto la experiencia, lo cierto es que el Malinowski que había regresado a Londres en 1919 era muy diferente al que había abandonado la ciudad en 1914. Londres también había cambiado.

Malinowski decidió poner por escrito lo que había visto.

Le había quedado clara una cosa: esos salvajes, esos negros, esos brutos que había dejado atrás no eran personas simples y estúpidas, como había pensado él mismo antes de pasarse años en la Melanesia, qué remedio. Malinowski los había visto asimilar y procesar información compleja y variada, y responder a ella de manera creativa e inteligente mediante mecanismos sociales sofisticados. Ni que decir tiene que se había sorprendido por ello.

Para Malinowski, después de su desoladora experiencia, la sociedad no dejaba nada al azar, y cualquier acto social cumplía una función determinada. Él lo dijo de manera más retorcida: la identidad real de una cultura parece reposar en la conexión orgánica de todas sus partes, sobre la función que tal detalle realiza en el interior de su sistema, sobre las relaciones entre el sistema, el medio y las necesidades humanas.

De ahí el funcionalismo, que es como se llamó la teoría antropológica de Malinowski.

También dejó atado y bien atado que Freud se equivocaba cuando hablaba de la universalidad del complejo de Edipo y otras lindezas psicoanalíticas. La simple observación de las creencias y las respuestas emocionales de los salvajes, así como sus motivos para hacer tal o cual cosa, mostraba que los trobriandeses no padecían el complejo de Edipo ni nada parecido. Es más, su descripción de las costumbres sexuales de los salvajes de Malinowski fue uno de los ingredientes que hicieron de su obra un best-seller y labraron su fama secular.

Cuando escribió la obra que cambió para siempre la antropología (Argonauts of the Western Pacific, 1922) Malinowski cambió también para siempre su vida. Se había inventado a sí mismo, escribiendo sobre los demás.

Citaré: Ellos [los salvajes] no conocen el conjunto de su estructura social. [...] la entera institución colectiva [de su sociedad] va más allá de su capacidad mental. Ni siquiera el nativo más inteligente tiene una idea clara de su pueblo como construcción social, ni mucho menos puede concebir sus implicaciones o funciones sociológicas. [...] Corresponde al Etnógrafo la integración de todos los detalles observados, la consecución de una síntesis sociológica de los diversos síntomas significativos [...] El Etnógrafo tiene que construir el retrato de una gran institución, como el físico construye su teoría partiendo de datos experimentales, que siempre han estado al alcance de todos, pero que necesitat una interpretación consistente [que sólo puede proporcionar el Etnógrafo]. [...] Hay que recordar que lo que parece una extensa, complicada y bien organizada institución es el resultado de las acciones y las querencias de los salvajes, que no tienen ni las leyes ni el ánimo ni el conocimiento para concebirla.

Digámoslo de otra manera. Las matemáticas nos dicen que ningún conjunto puede definirse a sí mismo sólo con sus elementos, pero éstas no conocía al Etnógrafo malinowskiano. Éste sí que es capaz de elevarse sobre la ignorancia de los salvajes que le rodean (sean trobriandeses o barceloneses, tanto da) y sintetizar el porqué de lo que hacen o dejan de hacer. Él sí que tiene una visión del conjunto, él está por encima del conjunto, él no es uno más del conjunto, él es un punto y aparte (y fuma en pipa y gasta salacó).

Naturalmente, el Etnógrafo, con mayúsculas, el tipo de punta en blanco, pipa y salacó, es nuestro héroe, Malinowski, que antes de ser el Etnógrafo parecía, más bien, un personaje en busca de autor (y de una botella de güisqui), un tipo pirandelliano que al final ha tenido que crearse a sí mismo. Ahora, el Etnógrafo es el supremo conocedor de lo incognoscible y se escribirá con mayúscula, y el físico será el físico, con minúscula.

De ahí la pasión que despierta la antropología contemporánea. Sus practicantes se creen con la verdad absoluta. Sus críticos afirman que un antropólogo no verá más allá de sus narices, que si cualquier hijo de vecino no puede definir el todo en el que vive, el antropólogo, menos, porque lo verá todo a través de un modelo teórico (pre)establecido.

Así nos dejó Malinowski, que en su diario afirmó, cuando se sentía en el peor de los mundos posibles: No soy nadie, carezco de personaje.

Leica M Monochrom

Damas, caballeros, Leica acaba de sacar al mercado una cámara carísima y extraordinaria. Carísima, porque es una más de la familia M y la Leica M Monochrom no baja de siete mil quinientos euros. A la que le ponga usted un tele o un 35 mm con mucha luz... Una burrada de dinero, mucho dinero, demasiado.

¿Qué tiene de extraordinaria la Leica M Monochrom? Agárrense: sólo hace fotografías en blanco y negro. Repito: sólo en blanco y negro.

Leica asegura que es la primera cámara que realiza fotografías digitales en auténtico blanco y negro. Se ha diseñado exclusivamente para ello. A la hora de hacer una fotografía, prescinde del llamado filtro Bayer, que separa el color de la imagen en rojo, verde y azul y que suma esta información a la intensidad de la luz, para dar con una imagen punto a punto, la que luego verá usted en pantalla o impresa sobre el papel. Sin el filtro Bayer, el fotosensor se limita a medir la intensidad de la luz. Nada más. En otras palabras, obtiene una imagen mucho más nítida mucho más deprisa. Podría tirar el equivalente a una ISO 10.000, sin demasiado ruido (ahora llaman ruido al grano). Algo impresionante.

Hace fotos de 18 megapíxeles (que equivalen a casi 40 megapíxeles de otra marca simulando el blanco y negro). El sistema RAW para tratamiento de la imagen no tiene compresión de 14 bytes, es tal cual. No tiene enfoque automático. No tiene... ¡No tiene nada! Esta cámara no se mide por lo que tiene, sino ¡por lo que no tiene!

Sin embargo, un usuario cualquiera, como yo mismo mismamente, no apreciaría la diferencia si no es ampliando la fotografía al tamaño de una valla publicitaria, y aún así tendrían que llevarlo de la mano y señalarle con el dedo (aquí) la diferencia. Hay cámaras bonísimas en el mercado que hacen fotografías en blanco y negro con filtros que eliminan el color con mucho arte y salero, y cámaras muy decentes que lo hacen de un modo que si no es profesional, poco le falta. Casi todas éstas cuestan cuatro perras en comparación con la Leica, pero...

Luego está la cuestión de tomar las fotografías de manera diferente, porque la fotografía en blanco y negro de verdad requiere mucha práctica y un ojo de artista. Por ejemplo, no se puede acudir a tal o cual filtro de colores para cambiar la gama de grises o disimular una sobreexposición. Aquí lo que hay es lo que hay, y uno dispara sabiendo lo que se hace o mejor se compra una compacta china en el mercadillo, que le servirá mejor.

Tiene un defecto que a mí me ha dejado asombrado. Parece casi una broma. La pantallita de LCD de dos pulgadas y media que tiene detrás... ¡es en color! ¡Qué fallo más gordo...!

Tengo que reconocer una cosa: Leica, desde que no hay películas de 35 mm, desde que no funciona con química, resortes y engranajes, ya no es lo que era. Con todo, si tuviera el dineral que cuesta, seguiría sin ser digno de disparar con ella. Porque una Leica es una Leica y yo, don nadie.

¡Fuego! (Gran Premio de España 2012)

Ayer ganó Maldonado, un piloto venezolano de Williams. Fue su primera victoria y la verdad es que mereció ganar. Luego, poco después, se incendió el box de Williams en el circuito. El coche de Senna quedó en los huesos, devorado por las llamas.

La FIA habla de 31 personas afectadas por el incendio. En su mayor parte, mecánicos intoxicados por el humo, la mayoría de Williams, pero también de los boxes vecinos, que corrieron a apagar el fuego extintor en mano. Los bomberos llegaron que ya había pasado todo. A una docena de mecánicos les dieron de alta en un par de horas, pero en el Hospital de la Vall d'Hebron tuvieron que atender a un mecánico con quemaduras graves. Ojalá salga de ésta con bien.

Todos sabemos que la Fórmula 1 es peligrosa, pero nos olvidamos a menudo.

Ay, ahí hay Ferrari (Gran Premio de España 2012)

Los ferraristas llevábamos unas carreras exclamando, las manos en la cabeza: Ay, ay, ay, Ferrari... Se nos notaba el desconsuelo, porque los bólidos rojos no corrían ni marcha atrás. Pero el Commendatore se apareció en la Officina Sportiva y dijo que, si no se ponían en serio, les iba a amargar todas las noches de ahí en adelante. Y los ingenieros de Maranello, que bastante tienen con la que está cayendo, pusieron manos a la obra y se han presentado en Barcelona con un coche radicalmente diferente (véase la fotografía que adjunto, tomada en la zona reservada del circuito por nuestro audaz reportero).

La del Gran Premio de España, que se celebra en Montmeló porque no cabe en Barcelona (donde se celebró en Pedralbes y luego bajando por la Font del Gat), ha sido una carrera muy emocionante. Alonso podría haber ganado, pero ha quedado segundo detrás de Maldonado, de Williams-Renault, que ha merecido la victoria. Como hasta ahora no nos hemos comido un rosco, si no es de casualidad, este segundo puesto nos ha sabido a gloria. Así que los ferraristas hemos exclamado ¡Ay, ahí hay Ferrari! en vez de ¡Ay, ay, ay, Ferrari...!

Pero ¡no tan deprisa! El otro Ferrari, el de Massa, ha quedado décimoquinto y ha sido doblado por los primeros. Si esto sigue así, quizá podamos luchar por el Campeonato de Pilotos, pero en el de Marcas, maldita la gracia, no pasamos de cuartos. Habrá que hacer algo.

La triste suerte del sargento de vuelo Copping



El 28 de junio de 1942, el sargento de vuelo Copping, de la DAF (Desert Air Force), despegó de la base 260 a los mandos del caza ET574. Le habían ordenado llevar ese caza, un Curtiss H87A-3 fabricado en los EE.UU., a un taller de reparaciones, en una base aérea de la retaguardia.

Quizá no sepan qué era un Curtiss H87A-3, pero es posible que P-40E, el nombre que le puso la USAAF, o Kittyhawk, el apodo que le puso la DAF, les suene más. Si no, no hay por qué preocuparse. Con que sepan que era un buen avión ya está todo dicho.

El caza que pilotaba Copping sido alcanzado por la artillería antiaérea alemana en una incursión sobre territorio enemigo. Tenía agujeros de ametralladora aquí y allá y aunque podía volar, no era apto para el combate. La misión de Copping no era nada del otro jueves; es más, era un regalo. Volaría de una base a otra, en un vuelo sin sobresaltos, y se alejaría doscientas millas del frente.

Así que, vuelvo al principio, el sargento de vuelo Copping dejó atrás la base 260 y se adentró en el desierto.

Todo hace pensar que Copping se perdió porque la brújula giroscópica del caza se había atascado (quizá ya estaba averiada al despegar). El sargento de vuelo descubrió que se había perdido, pero no sabemos cuándo. Quizá intentó dar media vuelta, o quizá siguió hacia delante esperando descubrir a los suyos.

Se quedó sin gasolina.

Hizo un aterrizaje forzoso donde pudo, sobre la panza del aeroplano. Si hubiera sacado el tren de aterrizaje, el avión habría volcado, se habría despedazado.

Copping sobrevivió. Tenía entonces veinticuatro años y toda una vida por delante. Era un muchacho inteligente, listo. Utilizó el paracaídas para abrigarse durante la noche y construyó con él una especie de toldo para protegerse del sol durante el día. Extrajo la radio del caza, las baterías, recompuso el aparato, intentó comunicarse con la base. Al día siguiente, creyéndola cerca, abandonó los restos de su aeroplano y se adentró en el desierto.

Nunca más se volvió a saber de él.

Hasta mediados del mes pasado, cuando, qué casualidad, un trabajador de un pozo de petróleo en medio del desierto, en Egipto, un tal Jakub Perka, polaco, descubrió los restos del Kittyhawk de Copping. Dejando a un lado algo de polvo y algo de arena, y el escacharramiento propio de un aterrizaje forzoso, el aparato estaba en perfectísimo estado.

Los militares egipcios han requisado las armas (seis ametralladoras pesadas) y la munición (unos doscientos cartuchos por ametralladora), por si acaso. También han puesto vigilantes para cuidar de los restos, porque el museo de la RAF (la Real Fuerza Aérea) en Hendon, al norte de Londres, ya ha enviado a una tropa de expertos para llevarse el aparato de vuelta a casa. La prensa británica busca parientes del sargento de vuelo Copping, para que hablen del nuevo héroe, mientras un destacamento de soldados egipcios patrulla veinte millas alrededor, por si dan con algún resto del sargento de vuelo, porque creen que Copping no pudo llegar más lejos andando.

Los aficionados a los aeroplanos también están de enhorabuena. Es muy raro dar con un avión de la Segunda Guerra Mundial en tan buen estado. En los foros de aviación, ya discuten unos si es un Kittyhawk Mk.I (posiblemente) o un Kittyhawk Mk.II, por ejemplo, de manera apasionada. Se buscan documentos que expliquen la historia del aeroplano: cuándo fue construido, cuándo atravesó el Atlántico, cuándo llegó al Mediterráneo, en qué escuadrón de caza sirvió (¿en uno inglés? ¿en uno australiano? ¿en ambos?)...

Pero de Dennis Copping hablan poco. Tengo que reconocer que, cuando vi las fotografías del avión, me quedé absorto. Qué maravilla, exclamé. Me fascinó la máquina, pero no pensé en el piloto. Y éste, el piloto, Dennis, un chaval de veinticuatro años, tuvo una muerte horrible y desesperada.

Había sido declarado desaparecido en combate esa misma noche de 1942, hace casi, casi, setenta años. Missing on Active Service. Flt. Sgt. D. C. H. Copping, se anunció. En agosto de 1943, lo declararon presumiblemente muerto en acto de servicio. Previously Reported Missing. Now Presumed Killed on Active Service. Flt. Sgt. D. C. H. Copping.

¿Qué dirán ahora? No me importa, no cambiará para nada la suerte de ese pobre chico.

Que descanse en paz.

P.S.: La película del hallazgo del avión en:

¿Cómo meter cincuenta navarricos en un 600?

Sosteniendo que no caben.

El lío de la Síndone (IV)

Como mi apunte El lío de la Síndone (III) ha movido a muchos comentarios, he decidido darles la oportunidad de comparar las dos escuelas que opinan sobre este asunto.

Uno de ellos, Andrés Brito, doctor en periodismo (su doctorado versa sobre la Síndone), canario y miembro del Centro Español de Sindonología (CES). Su punto de partida es que la Síndone puede aportarnos muchos datos sobre la Palestina del siglo I dC y sobre el personaje que quedó impreso en la tela. Según él, es el Cristo. Su autenticidad sólo es un trámite para poder explorar la Síndone como un documento histórico-bíblico que nos sirve para corroborar lo que cuentan las Escrituras.

En Yutú (se pronuncia YouTube) se proyectan once vídeos de una conferencia que dio el doctor Brito en Canarias. Para no sobrecargar esta entrada, les paso la dirección del primer video de la conferencia (1/11, en http://www.youtube.com/watch?v=9Mm5h322Dpw) y a partir de éste pueden seguir con los demás (2/11, 3/11, etc.). La calidad de la imagen es la que es, lo siento. El mismo autor asegura en su presentación que puede llegar a dormir a las ovejas con su conferencia, pero ésta es una cualidad que no podemos censurar y de hecho, vuelvo a sentirlo mucho, se repetirá en la conferencia que presentaré a continuación.

En efecto, esta otra también puede dormir a las ovejas y además, ay, es en italiano. Si no pillan el italiano, déjenlo para otro día y prueben con un resumen de Félix Ares y Eloy Anguiano, presidente el primero de ARP-SAPC (el mayor grupo de los llamados escépticos españoles), sobre la Síndone. No es tan exhaustiva ni detallada como el resto de conferencias, pero comprobarán que no hace falta acudir a la datación de radiocarbono para poner en cuestión la veracidad de la impresión de Turín. Basta con emplear los ojos y las mientes. La distancia entre pecho y espalda del presunto difunto, por ejemplo, es un dato muy interesante y su lógica es aplastante. Está en http://youtu.be/QPCn5xPlTbo. La calidad de la imagen no es muy buena.

La conferencia conjunta del profesor Luigi Garlaschelli y de Vittorio Pesce Delfino, ésa que decía, se dictó en Roma, en italiano, y se grabó en ocho videos. Les paso el primero, busquen los demás. Será http://youtu.be/zo51n3xdyjw. Mala calidad de imagen, pero si saben italiano, se entiende muy bien. El profesor Garlaschelli trabaja en el Departamento de Química Orgánica de la Universidad de Pavía (es bioquímico), y es presidente del CICAP, la organización de escépticos italiana, que se dedica a perseguir timos paranormales. Vittorio Pesce Delfino es antropólogo (nadie es perfecto); la religión y los tótem son objeto de estudio antropológico. El profesor Garlaschelli plantea su conferencia como una falsación de las hipótesis de la palestinidad del Santo Sudario, y aporta pruebas para asegurar todavía más la tesis de su medievalidad. Entre otras, demostró que podía reproducirse una Síndone con los medios de los que disponía un hacedor de reliquias medieval, dejando en evidencia la imagen pudo haber sido impresa como él sugiere o mediante métodos parecidos. Su enfoque es muy diferente al del doctor Brito, ya ven ustedes.

Un breve resumen, el video mejor filmado de todos (otra vez, en italiano), es el que grabó la televisión piamontesa cuando el profesor Garlaschelli presentó su Síndone en público, en http://youtu.be/soHWM5yIzKs. LiberaRete publica una entrevista al señor Pesce en http://youtu.be/VYb1L45gLw8. El antropólogo también duerme a las ovejas. 

Así tenemos once videos sindonistas-palestinistas y diez videos medievalistas-escépticos y un antropólogo.

Es un choque de trenes. Por un lado, el profesor Garlaschelli es ateo militante, mago aficionado y terror de los hacedores de milagros, y el señor Pesce cree que la Síndone es una creación humana que ha cumplido una función política-social y responde a una necesidad religiosa (qué le vamos a hacer, es antropólogo). Por el otro lado, el doctor Brito es un católico devoto que se dedica a sostener la autenticidad de varias reliquias (contra el criterio de la ciencia, aunque él diga que no) y justifica su estudio para comprender mejor la figura del Cristo.

Un día pondremos a todos a investigar la huella del pie que dejó Mahoma al ascender a los cielos, que puede verse y admirarse en la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, por ver qué sale. Pero eso será otro día.