El Valle de Arán, que los araneses escriben Val d'Aran y los catalanes, Vall d'Aran, es, según el Estatuto de Autonomía de Cataluña (Art. 11), una entidad territorial singular. Es decir, ni el Gobierno de la Generalidad de Cataluña ni el Parlamento de Cataluña reconocen el estatus nacional del pueblo aranés, sólo dicen que se trata de un llamado territorio raro o extraordinario. Ni que decir tiene que los araneses se sienten molestos con este desprecio, pues presumen de tener eso que llaman una identidad nacional basada en el recuerdo de Occitania, con una lengua y una cultura propias.
El territorio es atlántico, no mediterráneo. Aran significa valle, en vasco, y es el recuerdo del predominio del vascuence como lengua vernácula en los Pirineos y Prepirineos. Pero más que el vasco, el aranés es occitano, más francés que español. Si geográficamente, no es parte de la Cataluña mediterránea, históricamente tampoco. La Cataluña del Reino de Aragón comprendía (aproximadamente) las provincias de Barcelona y Gerona, más las provincias catalanas en Francia; el Valle de Aran no se incluyó en lo que ahora llamamos Cataluña hasta que se instauró el sistema provincial, de modo arbitrario. De hecho, las fronteras de Cataluña se delimitaron entonces (1833).
El Valle de Arán fue uno de los rincones más aislados y subdesarrollados de España hasta que llegó la electricidad. Gracias a ese aislamiento endémico se preservó el aranés (occitano) y la rareza de una cultura minoritaria entre tres monstruos culturales como España, Francia y Cataluña. El Valle de Arán conoció la inmigración; primero, para construir las presas hidroeléctricas; luego, para trabajar en el turismo. Al mismo tiempo que comenzaba a apreciarse la cultura aranesa, se descubría que la hegemonía cultural catalana lo ponía en peligro, por no hablar de los turistas y los inmigrantes. El progreso siempre ha sido enemigo de la identidad nacional y la principal amenaza de esa identidad en los tiempos modernos es la radio y la televisión. En el Valle de Arán, no hay televisión que no sea española o catalana. Con todo, un tercio de los araneses todavía hablan entre sí en aranés; sólo uno de cada cinco emplea el catalán.
Es noticia... Perdón, no es noticia, porque ni se habla de ello, que el grupo que forma Unitat d'Aran, PM y el PSC-PSOE ha forzado en el pleno del Conselh Generau (la autoridad política del Valle de Arán), por la vía de urgencia, la aprobación de una moción a favor del derecho a decidir del Valle de Arán, como pueblo diferenciado y como territorio con carácter nacional (sic). Se ha aprobado por unanimidad y se debatirá en los ayuntamientos del valle, para que se sumen a la fiesta.
Este derecho a decidir sería ejercido de manera libre, democrática y pactada, que es lo menos; tal derecho reside en el pueblo aranés, como sujeto político y comunidad con una carácter nacional, cultura, lengua e instituciones propias, dice la moción. En pocas palabras, el Valle de Aran no quiere seguir el camino que le indica Barcelona, sino que quiere decidir él mismo qué camino seguir. Podría seguir con Barcelona, con Madrid o por su cuenta y riesgo, por qué no.
Todos los partidos araneses argumentan que el Valle de Arán sufre un tremendo déficit fiscal por culpa del gobierno de Barcelona y que éste no hace más que poner palos a la rueda del desarrollo aranés. Lo dice hasta Convergència Democràtica Aranesa, CDA, qué cosas, que pide un nuevo marco económico al gobierno de Barcelona (al que apoyan, pese a todo). De hecho, su propaganda electoral se basa en ese nuevo marco. La cuestión nacional en el Valle de Arán mejor la pasan por alto, porque les resta votos.
En el manifiesto Per Aran i el progrés de tots/es (Por Arán y el progreso de todos/as, qué manía con os/as), publicado por los partidos que proponen el derecho a decidir del pueblo aranés (de la fila del PSC-PSOE), se dicen cosas como:
[...] la adopción de políticas injustas por parte de estos gobiernos, que perjudican gravemente nuestra economía y nuestra identidad de pueblo diferenciado. [...] un agravio comparativo [...] las mentiras y los engaños de estos gobiernos [de Barcelona, por incumplir sus promesas electorales] [...] el centralismo que practica CiU en Barcelona [...]
[...] Queremos llamar la atención sobre el castigo al que CiU ha sometido el Valle de Arán, ya que ni se ha iniciado como debía el trámite para aprobar la nueva Ley de Arán ni se ha mejorado la financiación del autogobierno. Todo lo contario. Con el silencio cómplice del síndic Barrera [de la fila de CiU], que no ha sabido defender nuestros intereses, Aran ha sufrido un recorte superior a la media catalana en la financiación de sus competencias. Si antes recibíamos 24 millones de euros de Gobernación, CiU ha presupuestado 14 millones para este año: 10 millones menos, a los que hay que añadir 2 millones de euros que dejaremos de percibir del convenio de infraestructuras y la deuda de 3,8 millones de la Generalitat con Aran, sin cobrar. [...]
[...] También hay que lamentar que en dos años de legislatura no se haya desplegado la Ley der occitan, aranés en Arán, aprobada en 2010 para garantizar la cooficialidad del aranés como lengua propia de Arán. [...]
[...] La decepción y la falta de consideración hacia el pueblo aranés marcan la opción de CiU en estas elecciones [...] Apostamos por el pacto y el diálogo, desde la firme defensa de nuestro autogobierno y nuestra singularidad. [...] Rechazamos el centralismo que aplica el PP en Madrid, así como el centralismo de CiU en Barcelona. [...]
Etcétera.
Me parece el mundo del revés. CiU emplea los mismos argumentos que los araneses en Madrid y los mismos argumentos que los madrileños en Barcelona. Del PSC-PSOE no diré ni más ni menos. Los argumentos que son válidos e indiscutibles si los emplea un convergente barcelonés, son una burrada si los emplea un político de Unitat d'Aran, y viceversa. Las mismas palabras son justas o inadmisibles según quién las diga, los mismos hechos son verdad o mentira a discreción, las actitudes que se recriminan al otro son las que uno tiene con el de más allá...
A eso se le llama coherencia.
La broma del Valle de Arán es cosa digna de estudio, porque plantea un problema muy peliagudo en el proceso de culminación nacional que propone CiU. Conviene recordar que el Tribunal Supremo del Canadá dijo que las fronteras nacionales son arbitrarias, reconociendo el derecho de los pueblos indios del Quebec a separarse del Quebec en caso de independencia. En otras palabras, podría independizarse una parte del Quebec y la otra, no, dependiendo de la voluntad expresa de sus habitantes.
Con esa sentencia en la mano, el Valle de Arán o la provincia de Barcelona, pongamos por caso, podrían decidir permanecer o separarse no sólo de España, sino también de Cataluña. Ambos territorios son singulares, tienen realidades culturales diferentes a las del resto del país y sufren el desprecio político y fiscal de los gobiernos de Barcelona y Madrid. Las otras tres provincias catalanas viven la mar de bien con un generoso superávit fiscal y cuentan con una sobrerrepresentación parlamentaria que garantiza su estatus. Son razones más que suficientes para que los barceloneses pidamos un poco de justicia y amenacemos con irnos si no nos hacen caso.
Pero no hay cojones. Tenemos lo que nos merecemos.