Pitarra, un dramaturgo muy popular a finales del siglo XIX.
En 1884, un poeta catalanista, Frederic Soler, más conocido como Pitarra, narra un cuento (muy bien escrito, por cierto) sobre unos sepultureros (nieto y abuelo) que están echando los cuerpos de los caídos en el sitio de Barcelona de 1714 en una fosa común. Entonces, ay, pillan a un muerto que resulta que es a) un soldado del bando contrario y b) hijo del abuelo y padre del nieto. Pero ahí no lo entierran, no, porque en aquel camposanto no entierran a los traidores, que manda el honor, etcétera. Vamos, tragedia griega de andar por casa, muy efectista. Una historia muy bonita, muy dramática, que provocó mucha emoción, aplausos y le hizo quedar segundo en los Juegos Florales de 1884, celebrados el 4 de mayo de ese mismo año. Bien.
El Fossar de les Moreres, una plaza donde había estado un antiguo cementerio auxiliar de Santa María del Mar, a principios del siglo XX. Arriba, en 1913, en una de las primeras concentraciones en el lugar el 11 de septiembre. Abajo, sin tanta gente.
La poesía decía que en el Fossar de las Moreres (el Foso de las Moreras) estaba la fosa común de los caídos en defensa de Barcelona en 1714, cuando, en verdad, no era más que el cementerio auxiliar de Santa María del Mar. Hasta tal punto comenzaron a creer algunos que el poema (el cuento) era en verdad histórico que no tardaron en colocar primero una placa, en 1913, luego otra, en 1977 (porque los franquistas retiraron la primera), en honor a los caídos y con los versos de Pitarra en los que dice que ahí no se entierran traidores. También comenzaron a reunirse en el lugar el 11 de septiembre, día en que se rindió Barcelona, para honrar a sus héroes, creyendo que estaban ahí debajo.
El Fossar de les Moreres mirando hacia Santa María del Mar.
El churro de metal es el báculo que sostiene el pebetero con la llama.
Finalmente la plaza fue remodelada con la intención de consagrar ese espacio mítico-nacional. (Por cierto, los nacionalistas más radicales se pusieron como fieras cuando alguien amenazó con profanar tan santos lugares con un diseño arquitectónico moderno). Luego se adornó con un pebetero en el que arde una llama desde 2001, en recuerdo a la sangre vertida en defensa de tal y cual y patatín y patatán, ya pueden imaginárselo. El cuento de siempre, muy épico, con algunos de los versos de Pitarra en el báculo que sostiene el pebetero. Quién paga la factura del gas, no tengo ni idea.
Todo porque dan por bueno el cuento de Pitarra y no consideran que la arqueología y la historia sitúan las fosas comunes del sitio de 1714 en cualquier otra parte, pero no ahí. Las tumbas y enterramientos del lugar se corresponden con el fin del Imperio Romano (ss. IV-V), alguna tumba medieval (s. XIII) y de ahí hasta la época moderna (ss. XVII y XVIII), pero sin indicios de fosa común como la que se esperaría encontrar. (En la Rambla Prim de Barcelona, en cambio, sí que se excavó una fosa común de soldados caídos en aquella batalla, que permite comparar los restos de aquí y de allá).
Es decir, el monumento a la Sirenita, de Eriksen, en Copenhague y el Fossar de les Moreres de Barcelona comparten ambas su origen literario, que no histórico. Por no decir que son un cuento.
Mejor explicado y con más datos y razonamientos lo leerán aquí (en catalán):
La llama, ahí arriba, apenas se ve cuando es de día.
Por eso se han dado cuenta al caer la noche.
Todo esto viene al caso porque, ay, el pebetero se ha apagado y tal y como están los ánimos nacionales, tan exaltados y picajosos, parece que se haya hundido el mundo y los amarillos gritan, se quejan, se lamentan y protestan en voz alta y a todas horas. ¡¿Quién ha sido?! ¡¿Cómo es posible...?!
Ha sido este miércoles, con nocturnidad y alevosía, porque nadie se dio cuenta hasta que se hizo de noche. Porque la llama, de día, apenas se ve, aunque vaya consumiendo combustibles fósiles a todo trapo y sin parar, haya contaminación o no la haya. Ya digo, que igual llevaba apagada unos días y ayer, de casualidad, alguien se fijó y preguntó dónde está la llama.
¡La que han organizado! Fíjense en el lenguaje. Emplean han apagado en vez de se ha apagado, hablando de la llama. El Ayuntamiento (pillado en medio de las vacaciones) enviará unos técnicos (la mayoría, de vacaciones) para ver qué ha pasado y evaluar qué hacer a continuación. Recuerden que es un monumento y que no pueden desmontarlo a la brava. Será, seguramente, una acumulación de carbonilla, una paloma requemada o alguna tontería semejante, pero no importa. El gobierno municipal está recibiendo por todas partes y el apagón se ha convertido en una línea más en el memorial nacional de agravios...
Memorial... Aprovecho estas líneas para señalar que ese monumento, o cualquier otro, no es un memorial, sino un monumento (conmemorativo, si quieren, y perdonen la tautología). Un memorial es un documento, un libro, un informe, donde se apuntan los méritos para solicitar una gracia o las razones para pedir algo. Lo digo porque están todo el santo día con el Memorial de 1714 por aquí y el Memorial de 1714 por allá. Pues, no, no es un memorial. Es un monumento, caray. Como el de la Sirenita.