Barcelona étnica (3)


En las cercanías de esta pirámide, se han descubierto grafitis hechos con plantilla que representan a los dioses Anubis y Osiris y una leyenda que reza Deber querer, un querer del deber. Se sospecha, pues, la presencia de una entidad faraónica, pues la cita, si no es del Libro de los Muertos, en la versión del Manuscrito de Turín, traducida por el profesor Weinberger, ya me dirán de dónde sale.

Ezbai


Los retratos del misterioso Ezbai comienzan a verse por la ciudad.

Guerra sucia


En mi barrio se ha desatado una guerra sórdida, nocturna, que pagamos todos. Los letreros de Se alquila y Se vende son arrancados de cualquier manera y arrojados al suelo. El mismo fin espera a cualquier otro cartel, sea el anuncio de una echadora de cartas o propaganda municipal. Ras, ras. Manos crispadas y furiosas arremeten contra los carteles, rompen, rasgan y arrojan al suelo los papeles. Siempre de noche, cuando nadie mira.

Las ordenanzas municipales prohíben fijar carteles, pero los cartelistas se pasan las ordenanzas por el forro. Con decir que algunos carteles los engancha el Ayuntamiento... Pero los anticartelistas están al quite y han decidido actuar por su cuenta y riesgo, mal que le pese al anunciante.

Salen de patrulla por la noche en grupos de dos o tres anticartelistas. El anticartelista típico es varón, jubilado o prejubilado, y pasea un chucho pequeñajo para disimular sus verdaderas intenciones. Mientras los chuchos cagan, mean o fornican en la vía pública a discreción, los anticartelistas proceden con su empresa, mascullando entre dientes que la gente no tiene vergüenza, mostrando un odio inmenso contra cualquier pasquín que descubra su mirada. Atacan con la mano desnuda, pero algunos han sido vistos rasgando letreros con la punta del bastón, con muy mala saña.

A primera hora de la mañana, el suelo muestra los restos de la batalla: meados y cagarrutas de chucho, papeles rasgados, cintas adhesivas a medio arrancar en las paredes, restos de odio por el suelo y el tufo de la bilis. El triste y lamentable espectáculo de una batalla.

Deconstruyendo Aida

Un voluntarioso estudiante de canto intenta deconstruir Aida, después de leer a Derrida. Por suerte, Kraus estaba al quite y puso las cosas en su sitio. Con los añitos que tenía, y qué registros, por Dios.

El cuento del velomotor yacente


Yace tristemente destripada, abandonada. Todos la ven, ninguno la mira. Ya no corre el aceite por sus venas y el aliento de la bencina hace tiempo que la ha abandonado. Las gomas se cuartean, llueve la mugre sobre el óxido, pasaron a la historia los petardeos cuesta arriba, el traqueteo del ralentí y la ilusión del primer velomotor. La bombilla se apagó, hace ya mucho tiempo. Requiescat in pacem.

Barcelona étnica (2)


¡Viva la desafección!

Un palabro es una palabra mal dicha o estrambótica. Pues, atención con el palabro. Se ha puesto de moda hablar de la desafección en política, al menos en casa. Según la Real Academia de la Lengua, desafección significa mala voluntad. Pero si uno de nuestros políticos dice desafección quiere decir desapego, que es falta de afición o interés, alejamiento, desvío, no desafección.

Contemplen la diferencia entre desafección y desapego. Si hubiera desafección, correría la sangre. Imagínense un político ante un público desafecto. ¡Qué mal lo pasaría! Con suerte, sólo sería increpado con violencia. La gente desafectada iría a por él, a por todas, y no sería agradable. La clase política tendría que esforzarse mucho, mucho, para superar una desafección del público. Para entendernos, el público sentía desafección por el Antiguo Régimen cuando asaltó la Bastilla, no desapego.

No, no sufrimos desafección, sino desapego. Imagínense un público desinteresado que se las ve con un político: cambia de canal. Porque ¿qué nos va a contar? Nada que tenga que ver conmigo, nada interesante. Sus palabras sonarán a hueco. Hoy, un político es un pelma, un personaje que vive en un mundo aparte del mío. Es un ruido de fondo, un incordio, ese invitado a la boda que nadie conoce y que nadie quiere tener en su mesa.

Sin embargo, exclama el político, qué mejor que el desapego del público: nos libera de dar explicaciones y rendir cuentas, nos permite actuar a discreción, atender a nuestros propios intereses y asegurar una estructura de poder en la que ellos no pintan nada, sólo nosotros.

El desapego es el paraíso del mediocre, el cementerio de las ideas, la jungla del estereotipo, el adocenamiento, lo gris, el tufo corrupto de una habitación sin ventilar. El desapego es una droga estupefaciente. Las víctimas del desinterés ya no piensan por su cuenta y no tienen fuerzas para luchar por lo que puedan creer justo. El desapego deja tras de sí un aire apático, resignado y ceniciento, funesto.

Queridos lectores, al carajo con el desapego. ¡Viva la desafección! Sólo así se van a enterar de lo que vale un peine, y quizá cambiemos las cosas.

Fiat 500

Causas pendientes

Lo dijo ayer en el Congreso el Fiscal General del Estado, el muy ilustre Sr. D. Cándido Conde-Pumpido. Ahora mismo se están tramitando en España 594 procedimientos judiciales y 136 diligencias de investigación de la fiscalía contra cargos públicos por corrupción. También afirmó que están siendo procesados ahora mismo uno de cada cien alcaldes o regidores españoles.

He calculado la razón entre las causas pendientes y los concejales elegidos en 2007. Sale esto:

PSOE, 264 causas, 1,1 causas por cada cien concejales.
PP, 200 causas, 0,9 causas por cada cien concejales.
Coalición Canaria, 43 causas, 10,6 causas por cada cien concejales.
Convergència i Unió, 30 causas, 0,9 causas por cada cien concejales.
Partido Andalucista, 24 causas, 4,6 causas por cada cien concejales.
Izquierda Unida - Iniciativa per Catalunya, 20 causas, 0,8 causas por cada cien concejales.
GIL, 17 causas.
Unión Mallorquina, 7 causas, 7,3 causas por cada cien concejales.
Esquerra Republicana de Catalunya, 5 causas, 0,3 causas por cada cien concejales.
Bloque Nacionalista Gallego, 3 causas, 0,5 causas por cada cien concejales.
Partido Nacionalista Vasco, 3 causas, 0,3 causas por cada cien concejales.

Fascinación, misterio


Lo descubrí de casualidad, cerca de casa. Este edificio me tiene fascinado desde entonces. Los grifos amenazantes, las columnas corintias, un aire de abandono. Tiene un no sé qué misterioso.

Esto...

¿Cuáles han sido los resultados de la última encuesta? Un 8% se muestra indiferente, quizá optimista, y afirma que esto se arregla en un pis pas. Dos veces este número, un 16%, se muestra fatalista y resignado: esto no tiene remedio. Una cuarta parte de los encuestados dice que esto es culpa de Hegel. Bravo por ellos, por su perspicacia. Sorprende que la mayoría opte por una respuesta airada, decidida y valiente: la mitad de los encuestados asegura que esto lo arreglo yo, con dos c... (cojones, se supone). Esta llamada a la acción, quizá a la rebelión, esta ofuscación biliosa tendría que ser considerada por los responsables de esto, no fuera a pasar esto otro.

The Sopranos


Damas y caballeros, bravo. Me quito el sombrero y me inclino ante ustedes. Ayer vi el último capítulo de The Sopranos, la serie de televisión de la HBO, y me felicito por ello, y felicito a sus señores actores, productores, directores y especialmente guionistas. Seis temporadas y un final de nueve capítulos, ochenta y seis episodios del mejor cine que puede darse hoy en día. Sí, sí, he dicho bien: cine. Porque el mejor cine se refugia en la pequeña pantalla, desde hace ya unos años. Bravo, insisto. Bravissimo.

Muchos ya conocerán el argumento. Tony Soprano es un paterfamilias con graves problemas de agotamiento nervioso y depresión, pero también un capo mafioso de Nueva Jersey que tiene que vérselas con el clan de Nueva York a cara de perro y evadir, mientras pueda, a los espías del FBI. El señor Soprano es glotón, vividor, mujeriego, amante de los suyos, pero también frío, astuto, despiadado y violento. Es una cosa y la otra y las dos cosas a la vez, porque no hay ni buenos ni malos en esta serie, sino personas grises y atrapadas en sí mismas que salen adelante como pueden. Quizá sea ése el gran mérito de la serie.

El sitio web oficial de The Sopranos es www.hbo.com/sopranos.

¡Olé!

Puedo equivocarme, pero podría ser un Ferrari 801, derivado del Lancia D50, con un motor de ocho cilindros en «V» de 2.485,98 cm3 y cuatro carburadores Solex 40 PII que daba 275 CV a 8.400 rpm. El trasto pesaba 650 kg incluyendo agua y aceite, gastaba frenos de tambor en las cuatro ruedas y un cambio manual de cinco marchas. Dicen que llegaba a los 280 km/h.

Al volante, Juan Manuel Fangio, todo un caballero que ostenta la marca de vencedor en una de cada dos carreras en su historial como piloto de autos de carreras en la Fórmula 1, algo inédito desde entonces. Su equipo, como él decía, cabía en una sombrerera: antiparras, casco, guantes, un peto (una especie de babero para proteger de las salpicaduras de aceite hirviendo del motor) y echarle muchas ganas y redaños.

En esta película corre en Fiorano, el circuito de pruebas de Ferrari. Observen el estado del asfalto, los bordillos y eso que llaman medidas de seguridad, y como guía (maneja, decía él) Fangio: contravolante por aquí, doble embrague por allá... Disfruten.




NOTA añadida con posterioridad: Aparece en los comentarios, pero lo repito aquí. Es posible que el circuito de la película no sea Fiorano, sino Módena, y que no sea un Ferrari 801, sino un Maserati 250 F (6 cilindros, 270 CV a 8.000 rpm), pero Fangio es Fangio, el Maestro, el Chueco, el inimitable Fangio, y las imágenes siguen siendo espectaculares, se mire como se mire. Bravo, Maestro. Olé.

La astronauta errante

La última manifestación artística de Alicia Framis (www.aliciaframis.com) es pasear por Nueva York embutida en un traje de astronauta. Simula o quiere provocar desconcierto y nos ofrece la imagen de una persona que ha perdido el norte. No me pregunten: no sé si eso forma parte de su personaje o es que realmente va un poco perdida. La cuestión es que es noticia porque ya van dos veces que la policía le ha dado el alto y le ha ordenado ir por ahí a cara descubierta. A la tercera, ha caído una multa y Alicia Framis, pobrecita, se ve obligada a pasear sin el casco porque la normativa municipal neoyorquina prohíbe andar por la calle ocultando el rostro.

Dicho así, les da vergüenza

De entrada, no nos importa quiénes son los protagonistas. Baste saber que son todos de la Casa Nostra. La noticia aparece hoy en El País.

No nos hace gracia constar en ninguna lista, dice un donante. Varios empresarios ya nos han dicho que no nos van a dar más dinero, dicen los del partido, en voz baja. El diagnóstico es muy claro: a ninguna empresa le gusta salir en el periódico al lado de un partido político, asegura la misma fuente anónima que se chivó a El País. Una empresa constructora se apresura a responder al periodista que las donaciones que aparecieron en prensa eran cosa de los propietarios, que el grupo empresarial no tiene datos que aportar ni conoce los motivos de estas donaciones (sic). Pues qué bien.

Les da vergüenza que se sepa quién da dinero a quién. Mal asunto, se mire como se mire.

Una vespa tra i fiori


Queda constancia del suceso. Las avispas también liban entre las flores.

Lenguaje perverso

El Grupo Planeta (www.planeta.es) es accionista de referencia en Antena 3 TV, Onda Cero, Europa FM y los diarios ADN, La Razón y Avui. Dígase esto porque la línea editorial del Avui se alimenta de los desmanes de las líneas editoriales de los otros medios del grupo, y viceversa, y los accionistas, tan contentos, todo sea por el negocio.

Hoy puede leerse en el Avui (www.avui.es o www.avui.cat, tanto monta, monta tanto) una de estas provocaciones al debate en forma de entrevista. El preguntado es el inefable Carod-Rovira, que una línea tras otra dejar ir palabras con un significado que no es el suyo, y a eso, en puridad, se le llama perversión del lenguaje. Es muy grave, y más grave por frecuente, en política. Quiero decir que este caballero es uno más, uno de tantos que sufre empacho de eufemismos y malversación de significados y prevaricación de metáforas, uno de tantos a los que tendría que lavarse la boca con jabón, y haberlos haylos en todas partes, de todos los colores y en todos los estamentos de nuestra mediocre clase política. No sólo él, que conste, aunque hoy venga al pelo como ejemplo.

Me quedo con un pedacito de la entrevista, por ver si pillan una de tantas perversiones lingüísticas. Traduzco: Porque, si no, lo que puede pasar es que los catalanes seamos una minoría nacional en Cataluña, donde haya marroquíes, argentinos, uruguayanos, rumanos, españoles y catalanes. Unos catalanes que son un grupito pequeño que conserva con formol determinadas esencias y yo no quiero esto; no quiero ser minoría en mi país, sino mayoría, que ser catalán sea la expresión mayoritaria de esta sociedad, cosa que quiere decir una nueva expresión de catalanidad.

(En original: Perquè, si no, el que pot passar és que el catalans siguem una minoria nacional a Catalunya, en què hi hagi els marroquins, els argentins, els uruguaians, els romanesos, els espanyols i els catalans. Uns catalans que són un grupet petit que conserva amb formol determinades essències i jo no vull això; no vull ser minoria al meu país, sinó majoria, que ser català sigui l’expressió majoritària d’aquesta societat, cosa que vol dir una nova expressió de catalanitat.)

Olé, mis huevos, y perdonen la expresión. Los catalanes no podemos ser minoría en Cataluña (excepto quizá en verano, por el turismo), porque, dígase así, todos los que vivimos en Cataluña habitualmente somos catalanes. Una minoría nacional... Pues, depende. Depende, básicamente, de lo que alguno entienda por catalán, por nacional y por minoría, y ésas son cosas muy abiertas a la interpretación cuando se pervierte el lenguaje.

Hasta donde yo sé, ser catalán es un hecho administrativo. Se requiere, para serlo, un DNI y un empadronamiento en Cataluña. Definiciones más permisivas se limitan al empadronamiento. A partir de ahí, un catalán (un ciudadano) puede pensar lo que le dé la gana, actuar como le parezca y sentir según le ha ido. La Ley tiene la obligación (teórica) de defender el derecho de cualquiera de nosotros a pensar, sentir y actuar a su gusto y discreción, y debe ser la misma para todos.

Defender que sólo es ciudadano (o catalán) ése que piensa o siente o actúa de determinada manera, y no otro, plantea dos cuestiones muy serias. La primera, quién determina cómo piensa, siente o actúa un ciudadano (o un catalán, ya puestos), y cómo, y cada cuánto tiempo. La segunda, si cumplir o no cumplir con estos requisitos implica un trato diferente por parte de la ley o del Estado, considerando que estos requisitos pueden ser arbitrarios y discrecionales.

Ser ciudadano es un derecho en democracia, un derecho que se adquiere cumpliendo ciertos trámites administrativos que presumen de objetividad. Por ejemplo, la residencia habitual. No podemos excluir de la ciudadanía a nadie porque sea de un sexo u otro, como tampoco porque sea de una religión u otra, y del mismo modo tampoco lo excluiremos por ser de izquierdas o de derechas, por pensar así o asá o sentir de esta o de esta otra manera. Esas distinciones no son objetivas y además, a quién le importan.

La ley o el Estado no puede obligarte a ser feliz, pero tiene que garantizarte el derecho a serlo, si te apetece. Ni la ley ni el Estado pueden obligarte a amar a tu patria, sea cual sea, ni a sentirte orgulloso de ella, ni nada por el estilo; al contrario, la ley y el Estado tienen que protegerte cuando, abrazándote a la libertad de expresión, cargas contra la vergüenza que sientes por compartir patria con algún que otro sinvergüenza, por poner un ejemplo, aunque seas la única persona que piense así y te ganes la antipatía pública. Que sientes morriña por la tierra que te vio nacer, que te gusta más el blues que la jota, que prefieres la túnica a los pantalones... no importa, mientras respetes la ley, y no hay más. Me aburre el fútbol y me asquea el Barça, no le veo ninguna gracia a la sardana, la Nova Cançó me da grima y pienso que es una burrada eso de hacer castells, pero me enamora el Mediterráneo, las seques amb botifarra y pasear por Barcelona. ¿Soy más o menos catalán por eso?

Cuando uno afirma que sólo será ciudadano quien piense, sienta o actúe como uno diga, estamos delante de un estado totalitario. A los estados totalitarios me remito, por no extenderme. La esencia misma de la democracia, de la libertad, la igualdad y la fraternidad, del Estado de Derecho, de una socidad abierta o como quiera llamarse, reside en el hecho de pensar, sentir y actuar como uno quiera y procurar que la Ley y el Estado no discrimine a nadie por una u otra elección personal, en lo bueno y en lo malo.

Lo demás, pamplinas. O mala fe.

(Puede leerse la entrevista original en:
http://www.avui.cat/cat/notices/2009/11/_8220_pot_passar_que_els_catalans_siguem_una_minoria_nacional_al_pais_8221_78185.php.)

Cubiertas de óxido


Delitos decrépitos descubiertos por alarmas oxidadas. Quizá sea una metáfora, pero casual.

Esquina conflictiva

La isla


Giani Stuparich era un autor triestrino, de esa parte del mundo por la que se han dado siempre de bofetadas los austríacos, los italianos y los eslavos. Pero no es de esto de lo que queríamos hablar, sino de un relato breve, cuento por extensión, novela por estructura, que se llama La isla (L’isola, en original), editado por Minúscula y traducido por J.A. González Sainz. La isla fue finalista del Premi Llibreter en 2008. Ganó Botchan, de Natsume Soseki, un clásico de la narrativa contemporánea japonesa, otro libro magnífico.

Minúscula edita libros preciosos y La isla es uno de ellos. A decir de los stuparichianos, es su mejor relato; en mi opinión, es un relato bellísimo, escrito con una precisión y una simplicidad que pone los pelos de punta. Lo he leído en español y en italiano. Puedo asegurar que la traducción es excelente. Me ha conmovido tanto la primera como la segunda vez.

La isla es la historia de un viaje. De un viaje y mucho más. Un padre ruega a su hijo que le acompañe unos días. Quiere visitar la isla donde nació, donde se hizo hombre y de donde partió para comerse el mundo. Vuelve débil y enfermo al paisaje de su juventud; un cáncer lo está matando. Éste es el argumento de La isla, que narra unos pocos días entre el viaje de ida y el de vuelta. Stuparich adopta ahora el punto de vista del padre y luego el del hijo, y pasa del uno al otro con naturalidad. Así, el contraste entre la vida y la muerte, entre la plenitud y la decadencia, es más acusado, o más nítido, como el cielo azul de la costa de Istria.

La cosa pinta...

Los resultados de la última encuesta de El cuaderno de Luis dan mucho que pensar. Se preguntaba cómo pinta la cosa. Los optimistas existen, aunque no son demasiados: un 14% de los encuestados piensa que la cosa pinta mal. Son más los que no se deciden entre el optimismo y el pesimismo, ya que un 23% piensa que la cosa pinta muy mal. Los pesimistas, que no son más que optimistas bien informados, recordémoslo, suman el 43% y afirman que la cosa pinta fatal. Luego siempre quedan los imbéciles, inevitables, que opinan que la cosa pinta francamente bien, y son el resto. Pues ¿qué quieren que les diga? ¿Que pinta bien? Vamos, hombre.

Sueldos y salarios

Hoy publica la prensa que los nueve consejeros y el Sr. Font, presidente del Consell Audiovisual de Catalunya (CAC), se llevarán cada uno de sueldo poco más de 100.000 euros, a los que sumar 55.000 euros en dietas y traslados y 35.000 euros en ayudas a la comida... de cada uno.
Por cierto, se han subido el sueldo un 10% este año, por eso de la crisis.
Si quieren saber quiénes son estos comilones, vayan a http://www.cac.cat/. Una vez allá, vayan donde pone El Consell, y luego donde dice Composició y allá están los diez zopencos, con sus fotos, sus currícula y sus direcciones de correo electrónico.

Érase que se era


Érase que se era un conejito promotor. Érase que se era un conejito responsable de urbanismo. Érase que se era un conejito comisionista, que conocía a los dos. Éranse que se eran un montón de conejitos delincuentes que tenían muchísimas zanahorias sucias de sangre, drogas y prostitución. El conejo comisionista aceptaba estas zanahorias y se ponía a limpiarlas con el conejo promotor y el conejo responsable de urbanismo. Las devolvía limpitas, pero él se había quedado unas cuántas, que luego repartía con el conejo promotor y con el conejo responsable de urbanismo, y luego todos repartían algunas de esas zanahorias entre sus amiguitos. Tratándose de zanahorias, no faltaban amiguitos, y los conejitos promotores, comisionistas y responsables de urbanismo repartían zanahorias diestro y siniestro. Así vivieron todos felices y gordos, hasta que llegó el zorro y se los comió, de tan cebaditos que estaban.

Suerte que es un cuento, ¿verdad?

Desayuno

La veo cada mañana. Desayuna un café y un bocadillo en un bar vecino. Luego se acerca a su propio bar, lo abre y sirve cafés y bocadillos a los ciudadanos que, como ella, no desayunan en casa.

Satiricón


De su autor, Cayo Petronio Árbitro (Petronio para los amigos), sabemos realmente poco. Unos dicen que fue cortesano de Nerón, y que es el Petronio que describen los Anales de Tácito, pero no hay nada seguro. Me gustaría que fuera ese Petronio, al que todos tomaban por inepto y vividor hasta que, enfrentándose a una responsabilidad pública, mostró unas aptitudes que causaron asombro, revelándose como un funcionario ejemplar y eficacísimo. Las envidias de los cortesanos y la avaricia de Nerón pusieron fin a la vida de Petronio.

Fuera este Petronio u otro cualquiera, el Satiricón es un clásico de la literatura latina, que RBA publica en edición económica y de bolsillo, cosa que agradecemos muchísimo. Lo traduce Lisardo Rubio Fernández y es el mismo texto que publica Gredos con tapa dura y señorial.

El Satiricón es una novela fragmentaria. Es decir, para que nos entendamos, que se conserva a trozos. Se han perdido páginas enteras y tenemos que reconstruir el argumento. No importa. El texto es burlesco, satírico hasta el cinismo o la burla escatológica, no respeta a nada ni a nadie. Es una novela de pícaros escrita por una persona extremadamente culta y gamberra. Describe con insultante precisión la vida del vulgo, burlándose de todo lo establecido mostrándolo tal y como es. El banquete de Trimalción, sus páginas más celebradas, son una burla del nuevo rico que no conoce igual. Gitón, por mentar otro personaje notable, objeto del deseo de unos y otros, vende su culo al mejor postor sin ninguna vergüenza, y se apropia de hembras ajenas con el mismo desparpajo. Los protagonistas se cepillan niños, niñas, sacerdotisas vírgenes, mujeres casadas, los unos a los otros y hasta caen diosas en sus abrazos, con una afición que no conoce límites, y la carcajada (burda y grosera) siempre acechando en estos lances. Leer el Satiricón es anticiparse a la picaresca del Siglo de Oro, que le debe mucho, y vemos pasar criados espabilados, caballeros aparentes, ladrones descarados y Celestinas que nos recuerdan a Quevedo, Cervantes y Rojas.

El texto está lleno de episodios hilarantes, irreverentes y absolutamente desquiciados, pero también de repentinos apuntes de poesía y filosofía. Es Roma en estado puro, pero no la de mármol, sino la de los romanos. Si le gusta Roma, léala.

¿...?


Entre la bruma


Las ciudades con río presumen a menudo de aires brumosos y melancólicos. La humedad corroe la realidad hasta convertirla en una acuarela, en un Turner grisáceo y sombrío, y el asunto deviene sutil, etéreo, fugitivo, sin necesidad de más artificios. Sólo falta el frío punzante y desapacible, que ayuda a concebir silencios.

El puente Eiffel


En Gerona presumen de un Eiffel. De un puente construído por la firma de ingeniería de Eiffel, cuidado, ahí es nada. Es un puente singular, que han pintado de rojo, que bombardean las gaviotas con sus excrecencias y que llama a los turistas. Las carpas, sin embargo, desconfían.

De fires (3)

De fires (2)

De fires (1)

Anem de fires, proponen los gerundenses y vecinos. Caballitos, norias, casetas del pim pam pum, tómbolas, muchísima gente y comercio en la calle de cosas riquísimas o muy curiosas.

Milagros desagradables (para según quién)


Se han celebrado las fiestas de San Narciso, o tendría que haber dicho Les festes de Sant Narcís, que es obispo, mártir y patrón de Girona, o Gerona, donde aseguran que nació y yacen sus restos. A Narciso, Narcís, también se le conoce, permítanme el guiño literario, como el señor de las moscas. Se conservaba su cuerpo incorrupto hasta que una hueste francesa penetró en la ciudad, a finales del siglo XIV, y saqueó la iglesia de San Félix, donde yacía el obispo. Del sepulcro profanado surgieron unas moscas asquerosas y ferocísimas que se introducían por las narices y sorbían el seso de bestias y franceses, y la pestilencia se llevó por delante, de manera escandalosa y terrible, a cuatro mil brutos, veinte mil soldados y un rey de Francia. Volvieron los franceses a la ciudad, pues le tenían una gran afición, y volvieron las moscas de Sant Narcís. En el siglo XVII, el mosqueo se documenta al menos en dos ocasiones, añadiendo a la suma de víctimas tres mil bestias de caballería y otras tantas de abastos. El suplicio de las moscas francófobas y gerundenses consta como uno de los milagros más desagradables a los que se han enfrentado los católicos (franceses).