La economía puede resumirse en la teoría del palo y la zanahoria. Para que el asno camine, hay que combinar el palo y la zanahoria y luego tirar de él hacia donde queremos ir. Los economistas del palo son los monetaristas, en su mayoría liberales, que consideran que el asno se mueve a base de palos. Los economistas de la zanahoria son los keynesianos, en general, que opinan que la inversión pública moverá al burro. La Crisis del Petróleo, en los años setenta, puso en solfa la teoría de la zanahoria y llegó la era del palo, y tantos palos casi matan al pollino. De ahí, la crisis, que esta vez ha demostrado que el pollino está tan mal que si echamos mano del bastón, cada vez será peor. Sólo nos queda la zanahoria, y los keynesianos se están creciendo.
He simplificado muchísimo, pero creo que, a grandes rasgos, se entiende qué quiero decir. Por eso, nuestro Presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, aplaude las zanahorias que le habían negado los mercados (aficionados al bastón) y ahora promete la primera ministra de los alemanes, doña Angela Merkel. Don Mariano insiste en que nuestro asno todavía necesita moverse a palos, porque anda muy mal acostumbrado, pero se le ve contento cuando habla de las zanahorias merkelianas, que le quitan de un apuro.
En cambio, el Presidente de la Generalidad de Cataluña, don Artur Mas, siente repelús por las zanahorias y cree firmemente que el burro catalán sólo se mueve a base de golpes, golpes que tienen que encaminarlo hacia el paraíso de un estado soberano con el menor estado posible, lo que nos lleva a preguntarnos para qué lo quiere, si luego lo va a vender. Para forrarse, supongo.
Así que don Artur Mas no piensa dejar las tijeras ni que lo maten, y se permite el lujo de recomendar a la señora Merkel lo que tiene que hacer, dejando muy claro, clarito, y citaré textualmente, que las políticas de austeridad deberán continuar, y eso no es malo porque son un valor en sí mismas y hace falta conservarlas. En otras palabras, dale de palos al burro: tú no sabrás por qué, pero él te lo agradecerá.
Dijo esto en un acto multitudinario, este fin de semana, en Arenys de Mar, donde se celebraba la 25.ª Diada de la Puntaire. Traducido libremente, la 25.ª Jornada del Encaje de Bolillos. A tan importante acontecimiento acudió acompañado del señor alcalde de la población, don Estanislau Fors, y el Delegado del Gobierno de Barcelona, don Salvador Jorba, que se suma a un bombardeo con tal de salir en la foto, con quienes paseó por la feria y conversó amablemente, mientras admiraba el meritorio trabajo del encaje de bolillos de la muestra.
Fíjense si le impresionó la labor del encaje de bolillos que dijo, textualmente, que esta jornada es ejemplo del mecanismo de actuación en momentos de dificultades, explicando un poco más tarde que el tejido asociativo de Cataluña (¿un encaje de bolillos?) es muy importante para dar cohesión al territorio. Quizá propuso que los 800.000 nuevos parados catalanes acudan a cursos de macramé y Cataluña recupere el liderazgo en la manufactura textil. Es una idea, y sería la primera idea creativa de este gobierno.
No acabaron ahí las excursiones del fin de semana (por cierto, de la manita del Delegado del Gobierno, que no se separó del señor Mas ni un momento). Dejó las bolilleras para acudir a la Vall d’en Bas, un lugar lleno de árboles, fábricas y pajaritos, para inaugurar lo que le pusieran por delante. Más concretamente, las nuevas instalaciones de una empresa manufacturera, que fabrica piezas de inyección de alta precisión, y la ampliación de una fábrica de embutidos. Allá se le soltó la lengua y recordó la frase del Abuelo Nacional, don Jordi Pujol, cuando pagó una millonada a un grupo de publicistas para que se inventaran el lema El trabajo bien hecho no tiene fronteras. El trabajo bien hecho en Banca Catalana, pongamos por caso. Quizá no, pero da igual, porque el presidente en funciones descubrió que esta frase casi olvidada por el vulgo era la receta mágica para salir de esta crisis.
Como el público enarcó la ceja, un tanto escéptico, porque la experiencia demuestra que hacer las cosas bien no garantiza que mañana no te pongan de patitas en la calle, el presidente se explicó mejor, y dijo que había que dinamizar nuestro tejido productivo y el sentido emprendedor. ¡Qué manía con el palabro emprendedor...!
Intentó explicarse mejor. La solución estaba en manos de las pequeñas y medianas empresas, que tiraban del carro (seguimos con el símil del burro). Sabía que habían cerrado algunas (sic), pero abrían muchas otras que encarnaban el espíritu emprendedor, innovador y chachi que caracteriza a los catalanes.
¿Dónde están esas empresas?, se preguntaba el público, buscando alrededor. El discurso seguía por los derroteros del blablablá, que ya nadie cree, y el presidente Mas, que no será muy inteligente, pero sí listo, comprendió que si no echaba salsa en el plato se iban a dormir hasta las ovejas con el rollo de siempre. Así que habló de fútbol, es decir, del Barça, lo que en Cataluña es lo mismo y una misma cosa. Es un recurso recurrente en el señor Mas, que no da más de sí... o cuando no da más de sí, lo dejo a su elección.
Para explicar qué era el trabajo bien hecho, esa máxima pujoliana, acudió al héroe contemporáneo nacional, don Pep Guardiola. Dijo de él: Es un personaje apasionado por su trabajo que dijo que necesitaba cargar pilas, pero que ha hecho un trabajo bien hecho, que se ha demostrado que no tiene fronteras porque habla casi todo el mundo de él, por eso es un buen ejemplo en este sentido.
Ahí está la receta convergente para que el burro ande: cobrar un sueldazo de miedo durante cuatro años por no pegar sello y retirarse cuando las cosas empiezan a torcerse o cuando uno se aburra, para vivir de rentas y aprender macramé.
Paren esto, que me bajo.