Aniversario en ruinas


Don Santiago Rusiñol nació el 25 de febrero de 1861, hace 150 años. Una ocasión así merecía echar una cana al aire y reproducir una de esas fiestas modernistas que le hicieron tan famoso, una de esas juergas con artistas, modelos y señoritas que fuman, ya me entienden. A ser posible, en su cuartel general, en Sitges, en una casa que se convirtió en un capricho ella misma, en una pequeña obra de arte, el Cau Ferrat.

Lamentablemente, Cataluña ya no es lo que era. Hace años que un iconoclasta está mal visto, y creemos que un intelectual es un señor que una vez leyó un libro (uno que creemos que no entendió) y que ahora se apunta a todas las tertulias de radio y televisión, donde sienta cátedra se hable de lo que se hable, a fuerza de repetir tópicos y lemas de poca consistencia por fuera y huecos por dentro. Hace ya mucho tiempo que las voces disidentes son silenciadas y se promueve la obediencia subvencionada. La Casa Nostra exige omertà, silencio. Chist, que no se diga que el emperador pasea desnudo por la calle. Por lo tanto, a callar y sólo cuando se toque a rebato, grítese como parte de la sociedad civil lo que diga el pagano.

Además, qué quieren que les diga, vivimos tiempos puritanos y una juerga flamenca sería muy mal vista. Ése es el meollo del asunto. El vicio nefando de nuestros dirigentes pertenece a la esfera privada y ya no se exhiben las amantes en el Liceo. Las habitaciones forradas de espejos del apartamento del señor Montull, ése que compró con dinero del Palau de la Música y que prestaba a reconocidos líderes patrios para sus cosas, merecerían un reportaje periodístico de ésos que se leen con risas y cachondeo, pero no ha merecido ni dos líneas en la prensa nacional. Qué lástima, qué quieren que les diga.

Por lo tanto, no existe, ni puede existir, nada parecido a una juerga modernista en Cataluña. Pasó a la historia. Lo último remotamente parecido fue el movimiento literario de la Barcelona de los años setenta. Generaciones de política cultural, pujolismo y estupidez han conseguido acabar con ese fuego crítico y librepensante y ahora los intelectuales son la voz de su amo. Ladran la mar de bien cuando se discuten asuntos insustanciales, pero callan cuando se cuestiona la Casa Nostra y su ideario, no vayan a quedarse sin hueso.

Me he ido de madre. Al fin y al cabo, la juerga modernista no puede celebrarse porque los líderes patrios han cogido el Cau Ferrat y lo están dejando que no lo va a reconocer ni don Santiago el día que se levante de la tumba, ni la madre que lo parió. Éste será un aniversario en ruinas; quizá mejor, ruinoso. Ese destrozo arquitectónico hubiera merecido una auca satírica de las buenas, una de ésas que publicaba el Cu-Cut y que hubiera dejado a parir a todos, del primer arquitecto al último munícipe. Pero ¿qué voces se alzan hoy en día contra el desaguisado? Esas que se ocultan tras el silencio oficial, que goza de sí mismo. Que existan esas voces como ruido de fondo es lo único que nos hace concebir alguna esperanza.

Sherlock


Volver a filmar las aventuras de Sherlock Holmes y el doctor John Watson es un reto. Adaptarlas a los tiempos modernos, situando a Holmes en pleno siglo XXI, es algo más: un riesgo.

Los holmesianos de toda la vida han visto de todo en el cine y la televisión, desde un Basil Rathbone haciendo de un Holmes empeñado en hacer la puñeta a los servicios secretos de la Alemania nazi hasta un Holmes que se alía con el doctor Freud para superar su adicción a la cocaína. De las versiones canónicas de sus relatos a las más disparatadas aventuras, ha habido de todo, bueno y malo, y más que habrá.

Steven Moffat y Mark Gatiss, creadores de Sherlock para la BBC, han sacado el resto y nos proponen un Sherlock Holmes contemporáneo. Este nuevo Holmes (Benedict Cumberbatch) utiliza internet, el teléfono móvil o un GPS, pero no descuida ese agudísimo sentido de la observación que es capaz de deducir que uno es diseñador de páginas web por las vueltas del nudo de la corbata. El doctor John Watson es Martin Freeman y Rupert Graves será el inspector Lestrade. No faltan la señora Hudson, el hermano Mycroft, el malvado profesor Moriarty... y una colección de crímenes desconcertantes.

El 25 de julio pasado, la BBC estrenó el primero de los tres capítulos que se han filmado hasta ahora. Es posible que haya una segunda temporada, quién sabe. Mientras tanto, uno puede encontrar en formato DVD la muy recomendable revisión y actualización del personaje.

Preferencias y prioridades

El conseller de Economía y Conocimiento (sic) de la Generalidad de Cataluña dice que para tirar esto adelante se necesita endeudar hasta las orejas y reducir el presupuesto de la comunidad un 10%. En ésas estamos.

Observo, en un breve paréntesis, que cuando un político afirma que tal cosa no puede hacerse, la mayor parte de las veces quiere decir que no sabe hacerla. En ese caso, el inepto prefiere cambiar lo prioritario por lo fácil, y presentarlo como inevitable. Es decir, prefiere no complicarse la vida y no establece prioridades.

Cerrado el paréntesis, éste parece el caso del nuevo Gobierno. En Cataluña, la rebaja del presupuesto se repartirá equitativamente entre todos los departamentos. Lo mismo se reducirá la promoción de los bailes populares que el coste de la enseñanza primaria; el mismo criterio se establecerá en la disminución del déficit de la radio y televisión públicas que en la rebaja del coste de la sanidad pública. Perdonen, pero ésta es una de mis obsesiones, que se ponga por delante de la sanidad pública una televisión ñoña, del Barça y con una audiencia media del 14% y bajando.

Decíamos que el Gobierno quiere reducir el gasto sanitario un 10%, cuanto menos. Se barajan varias opciones, y se dicen en voz alta. Nadie se escandaliza, y ése es el drama. ¿Qué opciones baraja el nuevo Gobierno? Véanse.

Una, reducir la plantilla de los hospitales: menos médicos y enfermeras, que tendrán que trabajar más (sic, palabra de don Baudilio). Dos, retirar el control de las listas de espera; lo que es lo mismo, reducir el número de operaciones no urgentes (cataratas, prótesis de rodilla, etc.) para que la espera máxima por una de estas operaciones pase de seis meses a un año. ¡Un año...! Espera que no contabiliza las pruebas diagnósticas, que también suman lo suyo. Tres, si se supera el plazo máximo y uno acude a un centro concertado, se pagará menos por la operación, y don Baudilio quiere cerrar esos convenios, para que los enfermos que no puedan resistir la espera vayan a un centro privado y paguen la intervención quirúrgica... siempre que puedan pagarla, claro está. Así se aliviarán las listas de espera, sostiene don Baudilio, el cínico, porque hay que ser cínico o tener un par así de grande para decir semejante barbaridad. La cuarta opción es la suma de una, dos y tres, y será la que finalmente se aplicará, si Dios no lo remedia.

En ningún caso se ha previsto la depuración del exceso de cargos directivos de la sanidad pública, ni la racionalización burocrática o administrativa, ni una colección de gastos perfectamente prescindibles que, según datos de la Comisión Vilardell, ahorraría un 30% del coste de la sanidad pública. No es ésa la prioridad, porque los responsables de la sanidad pública no sabrían cómo hacerlo... y porque ellos mismos forman parte del problema. ¡Qué triste perspectiva! No tenemos gente preparada en el Gobierno, ni la hemos tenido en los gobiernos anteriores, seamos justos. Pero ¡qué importa! Tenemos TV3.

Lo que hemos tardado tantos años en conseguir, lo van a destrozar en una legislatura. Don Baudilio ha puesto manos a la obra y nadie mueve un dedo para pararle los pies. En casos como éste, me pregunto si realmente tenemos lo que nos merecemos, y la respuesta, ya sea sí o no, me apena profundamente.

Adina


Henry James tiene una pequeña colección de literatura italiana, cuentos y novelas que escribió mientras vivió en Italia, al principio de su carrera literaria. Son obras de juventud, que anuncian grandes libros. Adina, que traduce Pilar Lafuente y publica Navona, pertenece a esta etapa. Es un relato que James publicó en dos partes en una revista americana, cuando los escritores escribían novelas y relatos por entregas (qué tiempos aquéllos). En resumen, es la historia de una venganza que no concretaré, porque el intríngulis tiene mucha miga. Digamos que un turista americano ofende a un nativo italiano y que éste se cobra una venganza cuanto menos original. Adina no será nada del otro mundo, pero tiene su gracia y se lee rápido y bien. Agradecemos el favor a editorial Navona.

Unos números para don Baudilio


El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña parece un elefante irrumpiendo en una cacharrería. Un elefante neoliberal, se entiende, que suelta trompazos a diestro y siniestro contra todo lo que huele a Administración Pública, un elefante dopado con excitantes y corto de miras. El conseller de Economía y Conocimiento (sic) no se corta cuando afirma: Hemos de librarnos de la idea de que garantizar un servicio público implique siempre que su prestación se deba hacer desde la Administración. En cristiano, el conseller ha dicho que piensa privatizar todo lo que le pongan a tiro y reducir en lo posible el sector público mediante la prestación de servicios por entidades privadas o agencias controladas (sic) a través de contratos con el Gobierno. Más claro, el agua.

Ahora que todavía estamos a tiempo de evitar algún desaguisado, tendríamos que aprender de otros gobiernos autonómicos neoliberales y de derechas que ya han aplicado estas medidas en los servicios públicos. Examinemos, por ejemplo, el caso de la sanidad pública en Madrid. ¿Cómo le ha ido?

El caso está especialmente dedicado a don Baudilio (hoy Boi) Ruiz, ayer presidente de la Unión Catalana de Hospitales (privados) y hoy encargado de (desmontar) la sanidad pública catalana. Don Baudilio, va por usted.

La Comunidad de Madrid inició un programa de construcción y gestión de hospitales públicos por empresas privadas. Esos hospitales (ocho) ya llevan funcionando tres años, y cubren el 20% de la actividad sanitaria de la comunidad. Suman 2.000 camas, pero hay que considerar que el Gobierno de Madrid suprimió un número indeterminado de camas públicas durante el mismo período... para poder asumir el coste de la privatización.

Los responsables del gobierno de doña Esperanza Aguirre afirman que el coste de uno de estos hospitales ha sido de 428 euros por madrileño, mientras los hospitales públicos han costado 767 euros por madrileño. Parece que son más baratos, ¿verdad?

Pero ¿cuánto cuesta una cama de hospital? Veamos el balance de estos tres años de funcionamiento.

En el más caro de los hospitales públicos (el Clínico), se van 338.000 euros por cama y año. En el más barato de los nuevos hospitales público-privados (Henares), casi lo mismo, 335.000 euros por cama y año. Se da el caso de la Fundación Giménez-Díaz, un hospital concertado que sale a 675.000 euros por cama y año.

El caso del Infanta Leonor de Vallecas es más serio, pues sigue un modelo de gestión que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, el de ahora y el de antes, quiere implantar sí o no, caiga quien caiga. Una empresa privada construye el hospital y luego gestiona el edificio mediante un contrato de servicios. La gestión sanitaria sería pública. Uno se encarga del edificio y cobra por ello y el otro, de curar a los enfermos y pagar el alquiler. Parece una buena idea, ¿no?

Aunque no es un hospital, la Ciutat de la Justícia de Barcelona también funciona así, más mal que bien, y la razón de ser de EFIENSA, una empresa pública de la Generalidad de Cataluña, es promover este tipo de contratos entre empresas de servicios y la misma Generalidad. Pues ¡ojo al dato! El Infanta Leonor tiene un coste por cama y año que dobla el coste de un hospital público como el Gregorio Marañón.

Los números cantan, y desconciertan a los directivos del gobierno madrileño. Se defienden como pueden, diciendo que también hay que valorar otros conceptos crecientes y no vinculados al ingreso, como son: la urgencia, las consultas, la cirugía ambulatoria, el hospital de día y la dispensación ambulatoria de medicamentos a pacientes no ingresados, que miden la actividad hospitalaria. Pues... tampoco vamos bien por ahí.

La Fundación Jiménez Díaz (427 camas y un presupuesto de 288 millones de euros al año) atendió menos urgencias, realizó menos intervenciones quirúrgicas, mantuvo a menos pacientes en la UCI, realizó menos pruebas de TAC y menos resonancias magnéticas, menos de todo que el hospital de La Princesa (470 camas, 147 millones de euros de presupuesto) o el hospital de Puerta de Hierro (562 camas y 227 millones), públicos los dos. Para más vergüenza de los defensores del sistema madrileño, el Puerta de Hierro, además, realiza transplantes de órganos (hígado, riñones, corazón, etc.) con relativa frecuencia, mientras el hospital concertado, no.

Los madrileños pagan mucho más dinero por las mismas o menos prestaciones sanitarias, gracias al modelo neoliberal que pretende importar don Baudilio.

No tiene que sorprendernos. Las empresas que antes habían encumbrado a don Baudilio de presidente y ahora lo jalean como conseller quieren ganar dinero, y si una cama cuesta 300.000 euros al año, no van a cobrar menos; y si cobran menos es porque ofrecen menos. No hay vuelta de hoja.

Que alguien eche el freno y pare a don Baudilio, por favor, por el bien de todos.

Un traidor como los nuestros


Echamos de menos el John Le Carré que surgió del frío y que describió la gente de Smiley. Un traidor como los nuestros es... aburrida. Creo que con eso lo he dicho todo.

Médicos o futbolistas, ustedes mismos


El coste medio de un trabajador de TV3 es superior a los 66.000 euros al año, un 16% superior al de cualquier otra televisión pública. La plantilla suma casi cuatro mil empleados y es la más numerosa de todas las televisiones autonómicas. Nos cuesta más de cuatrocientos millones de euros al año, y acumula pérdidas de casi trescientos millones en cada balance anual. En 2007, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña asumió una deuda de TV3 de más de 750 millones de euros, para dejar las cuentas a cero y volver a empezar. Fue a peor. En 2009, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña subvencionó su televisión con 305 millones de euros, para soportar los costes financieros de su deuda. En 2010, con 330 millones de euros.

La audiencia de TV3 está alrededor del 14%, y bajando.

Mientras tanto, y me remito a datos oficiales, el gasto público en sanidad en Cataluña con relación al PIB apenas ha crecido cinco décimas los últimos diez años, quedando cerca del 5,3% del PIB. Eso es muy por debajo de la media europea, y por debajo de la media española. En pocas palabras, en diez años de riqueza no se ha mejorado la sanidad pública ni un poco así, ni se ha previsto mejorarla cuando la demanda sanitaria ha crecido significativamente (cerca de un 54%).

Ahora que pintan bastos, el inefable, oficialmente honorable, señor don Boi Ruiz, antes don Baudilio y presidente de la Unión Catalana de Hospitales (la patronal de la sanidad privada catalana) y hoy flamante conseller de Sanidad, propone un plan de austeridad para la sanidad pública catalana. Quiere reducirla. Entre otras cosas, quiere reducir un 5% la plantilla y los gastos de personal de los hospitales públicos. También pretende dejar de construir hospitales y, atención, prescindir de los convenios con los centros concertados, lo que incrementará las listas de espera (todavía más). Así, según palabras de don Baudilio, los ciudadanos acudirán a las mutuas privadas y reducirán la demanda del sistema sanitario público (sic).

No hay ni que decir que los antiguos camaradas de don Baudilio, los directivos de la Unión Catalana de Hospitales, lo han felicitado por su sabia elección, aunque 2.000 de los 2.800 médicos de los grandes hospitales públicos catalanes hayan firmado un manifiesto donde avisan de la pérdida de calidad del sistema sanitario catalán por culpa de éstas y otras medidas de austeridad. Los médicos señalan el lastre de una excesiva burocratización provocada por multitud de mandos intermedios e inútiles (en muchos sentidos). Gran parte de la carencia de medios podría evitarse con una mejor gestión, dicen, y muchos expertos les dan la razón.

Don Baudilio pretende ahorrar 280 millones de euros al año en Sanidad con su plan de austeridad, ése que mantiene directivos en sus puestos y echa médicos a la calle. Mientras tanto, el gobierno al que pertenece acaba de inaugurar un nuevo canal de TV3, ésa que pierde trescientos millones, o más, cada año que pasa. Gracias a este nuevo canal podremos ver fútbol a todas horas y gozarnos con ello. En medio de este colmo del despropósito surge don Ferran Mascarell, otro que tal, y manifiesta que pretende fichar a Guardiola como representante de la cultura catalana. El público aplaude con las orejas y la prensa se deshace en elogios.

Manda güevos.

Relojes eróticos


Celebrar el amor en febrero tiene raices sajonas. Pero celebrarlo como el señor Breguet, la verdad, tiene bemoles. Mejor dicho, escapes, engranajes, balancines y demás. No sé si fue el primero, pero sí el que luego imitaron todos después.

Abraham Louis Bréguet, el más famoso relojero de su tiempo y uno de los más celebrados desde entonces, contó con el favor de Luis XVI y María Antonieta. Para facilitar las labores propias del matrimonio real y la fertilización de la austríaca, Breguet ideó unos cuantos relojes eróticos, por ver si el rey se animaba a cubrir a la reina. Luis XVI, aficionadísimo a la mecánica, comprendió el intríngulis y puede decirse que fueron los relojes con secreto del maestro Breguet (más una operación de fimosis) los que salvaron la monarquía francesa... hasta que el señor de Guillotin presentó su máquina en sociedad.

Hoy, los coleccionistas matan por un Breguet con sorpresa original, pero otros muchos relojeros de prestigio sacan a la venta (muy discretamente) unidades eróticas para coleccionistas y aficionados. Normalmente, la escena erótica está en el reverso y nadie, excepto el propietario, sabe lo que esconde la máquina. Si se le da la vuelta al reloj... Voilà! Al ritmo del tic-tac, unas figuras animadas (nunca mejor dicho) van dándole a la matraca y ejecutan cabriolas sorprendentes. Lo más habitual es una pareja, varón y mujer, pero hay relojes eróticos homosexuales y los hay con tres, cuatro o más actores, ya me entienden.

El de la fotografía se llama Lit D’Amour Prouvarelle a Paris, No. 1, fabricado hacia 1820. Es un repetidor (toca campanillas al dar la hora) y escondida en una cubeta del reverso aparece la escena erótica que da nombre a la máquina, que se anima con las campanillas y admite un accionamiento aparte. Por lo demás, la esfera es blanca, con numeración tipo Breguet, manecillas de oro escocesas, etcétera. El precio de salida en cualquier subasta es superior a los seis mil euros.

Abandono


Ella no lo haría.

La escoba como símbolo


No daba crédito a lo que veía. El pueblo egipcio, en masa, salía a la calle para limpiar las aceras, fregar los suelos, repintar las señales de tráfico de la calzada y dejar el escenario de las manifestaciones pasadas como los chorros del oro. Un acto espontáneo, una catársis colectiva, un sacarse de encima toda la porquería que ha convertido a la humilde escoba en símbolo de esperanza.

Ahora que pienso, no recuerdo en casa nada parecido.

Los príncipes valientes


Javier Pérez Andújar ha escrito un gran libro, Los príncipes valientes. Me ha recordado, aunque no es lo mismo, al señor Michon, francés, porque el relato como tal es mínimo, y lo que cuenta es el recuerdo, la reconstrucción del pasado, que es lírica y sincera, y la reflexión, la sorprendente reflexión que surge de episodios y sucesos en apariencia triviales.

El telón de fondo, y el fondo mismo de la novela, lo forman los años setenta, una familia inmigrante, un barrio obrero de Barcelona, un paisaje de chimeneas, torres eléctricas, bloques de pisos destartalados y el río Besós; pero también lo forman series de televisión, tebeos, libros y los relatos que han sobrevivido al éxodo, a la fábrica y a la ciudad, relatos que recuerdan el tiempo pasado en el campo andaluz. Es también un libro de libros, de ésos que marcan el inicio de una vocación literaria; es un libro de iniciación, o de reconstrucción de un inicio, que no es lo mismo, aunque se le parece un poco. Es libro de personajes, reales o imaginarios. Es también, muy especialmente, un libro político. Sus páginas muestran la realidad de millones de catalanes, inmigrantes y obreros, antes y paradójicamente, ahora. Es, finalmente, una delicia leerlo, y un caramelo para alguien de la quinta del señor Pérez Andújar, que sonreirá y se admirará de tantos recuerdos.

En resumen, lo dicho: un gran libro.

Una de cal y una de arena


Los tunecinos y los egipcios han salido a la calle para reclamar democracia, se han plantado delante de las armas y han echado al tirano. No sabemos qué decir, qué hacer, porque la revuelta nos ha pillado a contrapié. El tirano era nuestro aliado, nuestro protegido. Hacíamos la vista gorda o mirábamos hacia otro lado cuando robaba a su propia gente. Ahora, de repente...

No creo que Occidente tenga mala conciencia, no la ha tenido en su vida. Pero miedo, lo que se dice miedo, sí. Nuestros vecinos mediterráneos se sublevan pidiendo libertad y nosotros imaginamos regímenes islamistas radicales, nidos de fanáticos suicidas, tiranías odiosas en nombre de Dios.

Pero no tiene por qué ser así. ¿Quiénes fueron los primeros en sublevarse? Los iraníes contra el régimen de los ayatolás, contra la tiranía y el fanatismo religioso. No triunfaron entonces, pero todavía no han sido derrotados. La gente no pide cosas raras; la gente quiere ser libre, exige respeto, quiere decir lo que piensa y participar en el gobierno, quiere un reparto de la riqueza más justo y equitativo; quiere lo que queremos todos, ustedes y yo.

Han caído los tiranos de Túnez y Egipto. En Gaza se oyen voces contra Hamas. En Jordania, el rey echó a todo el gobierno, por calmar los ánimos. Buteflika saca a la calle treinta mil policías en Argel, que reprimen a garrotazos los gritos de alborozo de los argelinos al saber de la huída de Mubarak, y se esperan manifestaciones. Gadaffi dormirá mal esta noche y no sé qué pasará en Siria. Que se preparen en Marruecos, donde se respira hartazgo y pesadumbre. Los iraníes volverán a las andadas, otra vez, es cuestión de tiempo.

Será un proceso largo y difícil. ¿Recuerdan qué pasó en España? Franco murió de puro viejo, aquí no tuvimos el valor que tuvieron nuestros vecinos de Portugal. Tuvimos una Transición, mejor o peor, con sus cosas buenas y malas, y años después de proclamar una constitución democrática, un coronel de la Guardia Civil, con una copa de más en el cuerpo y una pistola en la mano, quiso que se quedara quieto todo el mundo. No lo van a tener más fácil al otro lado del Mediterráneo, pero ya han demostrado ser más valientes que nosotros. ¡Ojalá les vaya bien!

Pero no aprendemos, no aprenderemos nunca. Mientras Mubarak huye, nuestros diputados le están dando coba al señor Obiang, tirano de Guinea Ecuatorial, que fue colonia española y es hoy día el régimen más corrupto del mundo, o casi. Fíjense: la renta nacional se ha incrementado un 5.000% en diez años (sic), gracias al petróleo. Todo se lo lleva el tirano y su camarilla, porque los guineanos, la gente como nosotros, no ha visto un duro de tanta riqueza y sigue muriendo lamentable y miserablemente a los cincuenta años, oprimida, vejada, violentada y extorsionada por un déspota al que nuestros señores diputados lamen el culo por ver si cae petróleo baratito, y perdonen ustedes por la expresión.

Lo que es a mí, se me cae la cara de vergüenza.

El Museo del Alcantarillado



¿Qué sería de El Tercer Hombre sin alcantarillas? Por no hablar del fabuloso refugio del fantasma de la Ópera, de los túneles que cavaron algunos cómplices del profesor Moriarty en La Liga de los Pelirrojos, de los paseos de Peppo y el Conde de Montecristo por las catacumbas de Roma... Y ya que hablamos de Roma, recordemos que no habría llegado a ninguna parte sin la Cloaca Máxima, que inicia su recorrido a pocos pasos del Umbilicus Mundi, el sacro y veneradísimo centro del mundo. Etcétera. ¡Qué fascinante es el mundo del alcantarillado, el mundo oculto y subterráneo bajo nuestros pies!

Hace unos años, el Ayuntamiento de Barcelona tuvo la feliz idea de abrir un Museo del Alcantarillado. Se pretendía que uno pudiera visitar las grandes cloacas barcelonesas, los lagos subterráneos, los canales, las bóvedas, el mundo cavernícola, oscuro y misterioso que acoge la lluvia que escupe el asfalto, y la mierda que echamos por el váter. Pero tan pronto se abrió el museo, se cerró. Del olvidado museo queda la entrada al submundo, abandonada. Se alza donde el paseo de San Juan se cruza con la avenida Diagonal.

Esta construcción tiene algo de Mies van der Rohe, por aquello del cristal, el acero y la piedra noble, pero más de parada de metro fuera de servicio. Cristal y metal se apagaron hace tiempo. Las losas de mármol se caen solas, con sólo mirarlas. El letrero que fue otrora dorado y brillante, orgulloso, ha perdido el color. Entre restos de pegatinas se lee apenas Museu del Clavegueram, el que fue nombre de la institución. Apurando la vista, se distingue el tornillo, la puerta de los infiernos, y una laguna Estigia de meados de gato y goteras. A la derecha, el mostrador donde Caronte, en vez de llevarte en barca de aquí para allá, te entregaba un pase de visita y unos folletos, si uno pagaba lo estipulado, como es de recibo.

No queda nada, digo, que no sea el olvido, el peor de los infiernos. Aunque quizá quede Virgilio en alguna parte, esperando visita.

¿Un gap... zapo?

Según la RAE, un gazapo es un yerro que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla. Yo hago muchos gazapos. Este blog va lleno de gazapos, porque escribo tal como sale, porque pierdo poco tiempo en corregir, reflexionar y masticar lo que vomito con estas letras, y porque publico sin haber pasado por la censura y el cedazo de un editor, al que Dios bendiga. Así me va.

En un periódico puede perdonarse un gazapo aislado, pero de un tiempo a esta parte son tantos los gazapos que resulta más propio hablar de conejeras que de diarios. En las versiones digitales, es tal el desbarajuste que será mejor no mentarlo. No se salva nadie, ni el apuntador, y la cuestión va a más.

Un ejemplo, de hoy mismo. Copio el texto del señor José Antonio Zarzalejos, que hace las veces de analista político en La Vanguardia. Su artículo comienza así:

Las encuestas, la última del CIS dada a conocer el martes, sigue arrojando un gap importante entre el PSOE y el PP.

A ver, a ver... Las encuestas siguen, porque las encuestas son en plural.

Luego viene lo del gap. ¿No existen la distancia, la diferencia, el alejamiento, el espacio, el intervalo...? ¿Y tiene que acudirse al gap? Sé que es una voz aceptada por la RAE, pero...

En fin, queda la cosa en un gapzapo, que es un palabro recién inventado que no pasará de aquí, que mide la distancia entre el singular y el plural, pero también entre lo que se escribe y lo que nos gustaría leer o lo que es lo mismo, el abismo que nos separa de la literatura.

Un jardín de rosas


El rosal pertenece a la clase de las magnoliopsidas, y es un género de arbusto espinoso y florido, el más conocido y apreciado de la familia de las rosáceas. El rosal es el arbusto; la rosa, la flor; el escaramujo, el fruto del rosal. La voz procede del latín (rosa, rosae), pero su cultivo ornamental está documentado muchísimo antes de los emperadores romanos.

El dibujo más antiguo que se conoce de una rosa tiene 4.000 años, que no son pocos, y Héctor, el príncipe troyano, fue embalsamado con aceite de rosa. En tiempos de Roma, el 23 de abril, en la isla de Sicilia se celebraba con la ofrenda de rosas la fiesta de Venus en el monte Erice, que era entonces la Venus a la que acudían las prostitutas y meretrices, la que procuraba el goze del amor profano. Por mucho que insistan, la fiesta de Sant Jordi, donde también se regalan rosas, no tiene nada que ver con esta Venus impúdica y lujuriosa, sino con la feliz ocurrencia de algunos floristas de Barcelona en 1925. ¡Qué gran idea tuvieron nuestros antepasados...! ¡Bravo!

A lo que íbamos, la rosa es un elemento ornamental de primer orden. También simboliza el amor, la pasión... ¡Y la pureza! Por eso es la flor de la Virgen María. Los rosacruces, que no sé si son exactamente masones, esotéricos o no más que un grupo de amigos, también se sienten representados por la rosa, como los socialistas o la casa de Lancaster. La rosa estilizada se representa como una flor con cinco pétalos, que es la manera de representar con disimulo una estrella de cinco puntas, un símbolo esotérico que significa prácticamente cualquier cosa: la república o la ideología republicana, el domicilio de un alquimista, una logia masónica, el esperanto y el internacionalismo, el cristianismo y el paganismo, la proporción áurea... Mil cosas. Uno puede echar mano de una rosa para hacer bonito o para hacer la revolución, a discreción.

En Barcelona, tantísimos edificios tienen rosas esculpidas en la fachada. Paseen con los ojos abiertos y verán ustedes. Con el Modernismo llegó la edad de oro de los rosales de piedra. Como ya saben, los modernistas pretendían resucitar mitos y leyendas pretéritas y trovadorescas, en las que abundan rosas y amores; además, la mayoría eran librepensadores de cualquier logia, o republicanos, o federalistas, o socialistas, o nacionalistas, o qué sé yo o todo a la vez. Como la rosa podía pasar por una cosa cuando simbolizaba otra... uno ve rosas aquí, allá y acullá, en todas partes a lo largo y ancho de la ciudad. ¡Venga rosas!

La arquitectura barcelonesa es un jardín de rosas hasta que llega Mies van der Rohe para poner un poco de orden y viene seguido de una arquitectura republicana que ha conocido la Bauhaus. Se torció el asunto y nos llegó el fascismo arquitectónico, que tiene cosas muy interesantes, pero rosas, lo que se dice rosas, no, y la gente dejó de cultivar flores de piedra. Con la Transición llegaron las plazas duras y los rascacielos con lipoatrofia. Como dijo un poeta, son malos tiempos para la lírica y la arquitectura moderna no deja respirar ni a los geranios.

Querido, querida...

El muy honorable señor don Artur Mas, presidente de la Cosa, ha enviado una carta por correo electrónico a todos los que tienen una dirección de correo electrónico de la Generalidad de Cataluña. Un enviar a todos, que se dice. Los periódicos la comentan mucho, la carta, pero es darle vueltas al vacío, porque no dice nada. Una vez leída, uno se queda con la sustancia del mensaje, que se expresa arqueando las cejas y preguntando al vecino, que también ha leído la misiva, qué querrá decir el texto. Percibimos el aliento de una amenaza y sentimos el desaliento que provoca la falta de un enunciado claro. Si pretendía tranquilizarnos o animarnos, le ha sonreído el fracaso.

Sin embargo, la carta merece un análisis de texto que ponga en evidencia algunas de las manías de la política contemporánea. Me quedo con el encabezado de la misiva y el asunto de las personas colaboradoras. Véase.

La carta dice, en su primer párrafo (traduzco): He creído que éste era un buen momento para haceros llegar un mensaje personal a todas las personas colaboradoras de la Generalidad...

¿El adjetivo personal se emplea porque se dirige a las personas colaboradoras o porque ha sido el presidente que se ha arrancado por peteneras y nos ha escrito desde el AVE, camino de la Moncloa, en un arrebato de sinceridad y camaradería? No queda claro. Pero el asunto de la camaradería no cuela, ya lo digo yo ahora.

Lo que me revienta es persona colaboradora por alguno de los genéricos siguientes: trabajador, asalariado, funcionario o lo que sea. El término persona colaboradora es de una vaguedad espantosa, y es un comodín de la apabullante estulticia de la corrección política, que confunde género y sexo y provoca confusión. Puesto a ser malvado, el señor Prenafeta ¿es una persona colaboradora? ¿No colaboran todos los catalanes con su paciencia y sus impuestos? ¿Qué se entiende por colaborar?

Lo mejor (o lo peor, según se mire) es la aposición inicial, que se da de bofetadas con el resto del mensaje. Empieza la misiva con Benvolgut, benvolguda, que se traduce por Querido, querida. El caso es que el texto no se dirige al lector ni con el tú ni con el usted, sino con el vosotros. No es un mensaje personal, sino uno dirigido a un colectivo. En alguna ocasión, el escritor se suma al vosotros con el nosotros, por aquello de compartir (o diluir) responsabilidades. Habla una vez de los catalanes y otra del Gobierno, en tercera persona (el objetivo del Gobierno es y será, la gente espera). El escritor habla alguna vez de él mismo en primera persona (he creído, confío), pero nunca asegurando nada. Todo lo demás es un vosotros constante, y algún nosotros.

Véase:

Querido, querida,

Bla bla bla... para haceros llegar un mensaje... bla bla bla... Como sabéis bien vivimos... bla bla bla... sufrimos... bla bla bla... vemos... bla bla bla... nuestra voluntad... bla bla bla... nuestra identidad colectiva... bla bla bla... para haceros llegar... bla bla bla... agradeceros... bla bla bla... vivimos... bla bla bla... vuestra colaboración y ayuda... bla bla bla... necesitamos asumir... bla bla bla... tenemos que hacer... bla bla bla... no les podemos defraudar... bla bla bla... nos permitirá... bla bla bla... recibid... bla bla bla... por vuestra labor... bla bla y bla.

Si uno empieza con un Querido, querida, o se dirige a uno del que desconoce el sexo o se dirige a dos, a él y ella. Esta última opción es la única que permite considerar correcto el vosotros que utiliza este documento de principio a fin. En caso contrario, si el muy honorable señor don Artur Mas se dirigía a todas las personas colaboradoras (sean quienes sean), tendría que haber dicho Queridas (personas colaboradoras), y no Querido, querida. Manteniendo el Querido, querida, tendría que haber utilizado el tuteo o el usted, siendo más propio del cargo y del hablar con desconocidos el usted.

Pero la gente ya no presta ninguna atención a estas cosas. Cada vez menos. Son tiempos bárbaros.

Sapos y culebras


Cuidado con el patrimonio

Será clamar en el desierto, pero SOS Monuments ha censurado públicamente a los ayuntamientos de Barcelona y Sitges por los casos (comentados en este cuaderno) del edificio de la Rotonda (abandonado hasta la ruina y amenazado por Núñez y Navarro) y el complejo del Maricel-Cau Ferrat (destrozado por alguno que se las da de moderno). Ahí queda eso.

La batalla (quizá la ruta) del xató


El xató es una ensalada de escarola con pescado, uno salado a escoger entre las anchoas, el atún o el bacalao. La gracia del mejunje es que se adorna con una salsa hecha de almendras, avellanas, miga de pan, vinagre, ajo, aceite, ñoras y una pizca de sal, más algún ingrediente secreto de tiempos de la abuela. No hay dos recetas de xató iguales.

El origen del xató es misterioso. Lo mismo que el pan con tomate, sólo aparece en los menús a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Unos cuentan que su origen es vitinícola, pues xató vendría de aixetó, el grifo que se clavaba en la bota de vino nuevo del Penedès, ésa que comenzaba a vaciarse por estas fechas. El acontecimiento era celebrado con escarola y pescado en salazón, puesto que los campesinos de entonces no tenían otra cosa a mano. Unos sostienen tal y los otros, cual, porque no faltan los que afirman que el xató era un plato de pescadores, cosa de marinos, que también xatonaban el vino y sabían de cocina más que ninguno. Pero no es seguro que xató venga de aixetó. Ya ven, la paternidad del xató es polémica.

¡Vaya si lo es! Si quiere usted acabar tragando dientes, vaya a Sitges, tome unas cañas en un local indígena y a viva voz argumente que el xató no es de Sitges, sino de Vilanova i la Geltrú. Los indígenas lo auparán y lo arrojarán al mar desde lo más alto del campanario de la parroquia de San Bartolomé. Pongamos que va usted a Vilanova i la Geltrú y asegura públicamente que el xató es un hallazgo culinario del Vilafranca del Penedès. No doy por usted ni el canto de un duro. Si proclama en Vilanfranca del Penedès que el xatò es cosa del Vendrell, o si afirma contundentemente en El Vendrell que el xató es un plato de cualquier otra parte, puede acabar lo mismo, que es malamente o peor.

Es acto de fe indígena en estas cuatro poblaciones afirmar lo siguiente: que el xató lo inventamos nosotros y que el mejor xató del mundo es el nuestro. Sobre el xató no cabe ninguna otra opinión. En este asunto, los indígenas del Garraf y el Penedès son inflexibles y fanáticos. Las xatonadas (degustaciones públicas del xató local) son actos de afirmación indígena, donde se proclama esta doble verdad, y cualquiera pillado en falta aparece en un descampado con la garganta embozada de escarola y un letrero al cuello proclamando su traición.

Pero ¿quién tiene razón? ¡Dios me libre de dársela a nadie! En El Vendrell se defiende el origen marino del xató. En Vilafranca del Penedès, tierra castellera, sostienen que xató viene del francés, chateau (castillo), que se pronuncia igual. En Vilanova i la Geltrú acuden a la hemeroteca, para descubrir el menú de un restaurante donde servían xató en 1899. Finalmente, en Sitges presumen de la primera xatonada documentada, en 1896, en una de esas juergas que se corrían los modernistas en el hoy fenecido Cau Ferrat. Etcétera.

Comienzan las xatonades. Comenzaron oficialmente en noviembre, pero ahora es la temporada alta. Se promociona la Ruta del Xató, donde uno podrá ponerse como el Quico, de xató en xató, dando vueltas por aquí y por allá y dando la razón a todos cuando aseguran que su xató es el mejor. Comienza una etapa peligrosa para el visitante incauto que, preguntado por esta ensalada peleona, responde que prefiere un arrós negre, que está mucho más rico.

Reflejo y distorsión


Se comprueba que la oficina es un reflejo de la realidad, aunque distorsionada. En todo caso, si existe, la realidad está ahí afuera.

La Niké republicana


Tiene su guasa, toda la historia tiene un fondo de guasa.

Reinaba Alfonso XIII y los barceloneses se pusieron de acuerdo para levantar un monumento a la Primera República. Así, como suena. Era un obelisco rodeado de farolas de hierro forjado, un horror modernista y decadente que fue el hazmerreír de la ciudad. Primo de Rivera puso peros a la finalización del monumento republicano, porque era hombre poco dado a humoradas, y no fue hasta la Segunda República que el monumento se acabó como se pudo. Descartadas las farolas (el Modernismo había pasado a mejor vida), racionalizado el conjunto, que no embellecido, se decidió coronar el falo pétreo con la escultura de una señora desnuda (la República), y que cada uno concluya lo que quiera. Se convocó un concurso. Lo ganó Josep Viladomat y lo perdió su eterno adversario, Frederic Marés. Allá en lo alto, la República de Viladomat alzaba la mano con los laureles de la victoria, las hierbas de Apolo, mirando hacia el futuro o más exactamente, hacia el este.

Dos años más tarde, España se fue a tomar viento y estalló la Guerra Civil. En febrero de 1939, las tropas franquistas entraban en Barcelona. La República de Viladomat corrió a refugiarse en los almacenes municipales, donde pasaría muchos años en compañía de otros monumentos caídos en desgracia. (Paréntesis: un día tendrían que hacerle un homenaje al encargado de estos almacenes, que tantos monumentos rescató de la barbarie fascista.) Un aguilucho la sustituyó en lo alto, pero duró poco. En los años cuarenta, una Niké, una Victoria, se asentó en la base del obelisco para celebrar la victoria del Régimen (o la derrota de la República, como prefieran).

¿Quién era esa Niké? ¿De dónde procedía? Prosigue la guasa, porque era, ni más ni menos, que la República de Marés, ésa que había quedado segunda detrás de la República de Viladomat. Eso sí, como corrían mojigaterías públicas, el escultor le tapó las vergüenzas y acudió a un truco de la escultura sagrada grecorromana: le puso una pequeña Niké en la mano. La señora siguió alzando el ramito de laurel, porque el laurel sirve tanto para un roto como para un descosido: celebra la República, celebra la Victoria, honra a Apolo y sirve para un estofado. En resumen, de República a Niké en un pispás. ¿No tiene guasa que durante treinta y tantos años de franquismo se celebrara la victoria fascista con una República disfrazada?

Luego vino la Transición y la Niké pasó a ser una señora que pasaba por ahí. Seamos sinceros: nadie sabía quién era. Hasta que este domingo la retiraron los munícipes. Un puñado de ciudadanos con banderas tricolores e insignias de las Brigadas Internacionales jalearon la derrota de la Victoria que había sido republicana, fascista y monárquica, por este orden. Los periódicos han afirmado que el alcalde ha retirado el último vestigio franquista de la ciudad. La Niké de Marés, dicen, irá a parar al Museo de Historia de la Ciudad, porque es una escultura de cierto mérito. La República de Viladomat hace ya tiempo que se exhibe en la plaza de Llucmajor, donde confunden el gorro frigio republicano con la barretina de los paisanos del lugar. Queda el lápiz solo y feo, mustio, desprovisto de significado, que ha conocido dos novias y se ha quedado para vestir santos.

Novedad


Surge una novedad donde menos se espera.

Neogótico

En Barcelona también tenemos neogótico, y del bueno. Valga el ejemplo del templo y convento de las Salesas, hoy de los Hermanos Maristas, en el paseo de San Juan. Es obra del arquitecto Joan Martorell y se alzó entre 1882 y 1885.