El ratoncito (IV)
Don Baudilio y el cumplimiento del programa electoral
El ratoncito (III)
No me pises, que llevo chanclas
El ratoncito (II)
La casa Planells tiene goteras
El ratoncito (I)
Pesadilla sociológica
Amy Winehouse (1983-2011)
Se llamaba Amy Jade Winehouse y era londinense, pero su fama le vino por componer canciones y cantarlas. Cuentan los críticos que podría haber llevado muy lejos su música, y la llamaban Reina del Soul, aunque tomaba un poco de jazz, otro poco de blues, una pizca de rock and roll... y no tuvo tiempo de reinar, verdaderamente. Llamaba la atención su registro de contralto, algo que no es habitual en este tipo de música. Pero la chica se desgració y no ha podido dejarnos más que unas pocas canciones. Otra muñeca rota por las discógraficas y las sustancias estupefacientes. Con notable cinismo, los periodistas han gestionado su ingreso en el Club de los Veintisiete, pues, como ella, murieron con veintisiete años músicos como Cobain, Hendrix, Joplin, Morrison... Malas lenguas afirman que esos cantantes pactaron con el diablo el destino de Aquiles, una muerte prematura con el premio de la fama y la gloria, pero también son ganas de andar dándole vueltas a la casualidad y nada se dice de los artistas que murieron con otra edad.
Lucian Freud (1922-2011)
Un caravaggio visita Madrid
Hay quien dice que la ministra tiraba con bala, por negar delante de Su Eminencia el monopolio de la Iglesia a juzgar quién es bueno y quién no lo es, pero también es cierto que la Iglesia (una parte de la Iglesia) tiene la piel muy fina. Ha faltado tiempo para que surja entre los tertulianos neocatólicos convertidos, intereconomistas y preconciliares una unánime censura a las palabras de la ministra. Según las portadas de algunos medios, la ministra dijo: Caravaggio fue perseguido por la Iglesia por su homosexualidad disoluta, y no dijo lo que dijo, o no importa lo que dijo, más bien, mientras pueda uno dejarla a parir.
Condecoración fumbolera
¡Caramba! ¡Córcholis! ¡Cáspita! Me han dejado anonadado. Esto ¿va en serio?
De Buonaparte y de los Borbones
Qué memoria la mía
El pim-pam-pum
Hace setenta y cinco años
Hammerstein o el tesón
«No sé lo que cobro»
El agujero de Sitges, de aúpa
Irrelevante
Por la boca muere el pez (II)
Ay, sí, menos mal, ya tenía el susto en el cuerpo. Los pobres son ellos, no nosotros. Por cierto, ¿conocen a algún inmigrante que no haya llegado?
We'll meet again
En The Wall, el famoso disco de Pink Floyd, una de las canciones comienza así: Does anybody here remember Vera Lynn? ¿Alguno de aquí recuerda a Vera Lynn? Mucho me temo que, por no acordarse, no se acordarán ni de Pink Floyd.
Pues, para que sepan ustedes, Vera Lynn todavía vive. Nació en marzo de 1917, llamándose entonces Vera Margaret Welch. La niña salió actriz y cantante, se cambió el nombre y le fue bien. Fue famosísima en su día. Luego...
En 2009, coincidiendo con los setenta años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los ingleses (re)descubrieron sus canciones y la señora Lynn se convirtió en la primera artista de 92 años número uno en ventas en el Reino Unido. Toda una marca.
Porque es cierto: la fama más apoteósica de Vera Lynn vino durante la Segunda Guerra Mundial. Sus canciones (especialmente, We'll meet again y The White Cliffs of Dover) fueron tarareadas en todos los frentes y la señora Lynn se arremangó y puso manos a la obra, cantando en Egipto, en Birmania, en la India, allá donde fuera, para animar a las tropas en conciertos improvisados cerca del frente. Se atrevió con Lily Marleen, para que vean ustedes. Los soldados no tardaron en bautizarla como corazoncito del Ejército (The Forces' Sweetheart).
Les dejo con un fragmento de We'll meet again, que canta Vera Lynn delante de un grupo (bastante civilizado) de tropas de la RAF. Escuchen, porque ellos cantan tanto como ella. La nota triste es que uno de cada diez de estos jóvenes no regresó a casa. Cosas de la guerra.