Un bibliobús norteamericano de 1916.
Todavía no se llamaba bibliobús, pero lo era.
Todavía no se llamaba bibliobús, pero lo era.
No se asusten: quiero hacer una propuesta, con la que podrían estar ustedes de acuerdo. El 17 de abril, en los EE.UU., se celebra el Día Nacional de las Bibliotecas Móviles. El festejo cuenta con el soporte y la ayuda de la Asociación Americana de Bibliotecas, en especial, su sección de Alfabetización y Servicios de Extensión Bibliotecaria; también, con la Asociación de Bibliotecas Móviles y Servicios de Extensión (Bibliotecaria) y la Asociación de Pequeñas Bibliotecas y Bibliotecas Rurales. Mi propuesta es homenajear a las bibliotecas móviles también aquí, en España.
Fíjense: el 17 de abril está tocando al 23 de abril, que es el Día del Libro. Suelen ser días libreros y creo que sería bueno recordar y celebrar el esfuerzo de muchos por llevar la cultura a los rincones más alejados de nuestra geografía física y humana.
Las bibliotecas móviles suelen llamarse, familiarmente, bibliobuses, aunque no siempre lo son. Ya verán ustedes. Se trata de instalar una pequeña biblioteca en un vehículo (el bibliobús propiamente dicho) o un remolque (que sería ¿un bibliorremolque?) y llevar los libros a lugares en los que no existen bibliotecas, donde no se lee.
Un bookmobile de 1922 (EE.UU.) cumpliendo su función social.
Esta suerte de biblioteca itinerante cumple una función social de primer orden, que es ofrecer el mayor número de oportunidades al mayor número de ciudadanos posible y llevar la cultura a todas partes. En los primeros tiempos, los bibliobuses no sólo llevaban libros consigo. Era frecuente que llevaran láminas con paisajes, edificios y obras de arte, discos y un gramófono, hasta un cinematógrafo, para proyectar películas y documentales en el Ayuntamiento o la plaza del pueblo. Entonces, no hace mucho, no había internés ni nada parecido.
Que se sepa, el primer bibliobús fue norteamericano y comenzó su ingente tarea cultural en 1913. ¡Hace un siglo! Otros sostienen que fue antes, con una biblioteca tirada por caballos (1905). Da lo mismo.
Bibliobús británico, en un museo (c. 1950).
¿Cuál fue el primer bibliobús español? El popovismo regional se impone y todos dicen que fueron ellos los primeros, no los demás. Pero ¿cuál fue el primero?
Lo más temprano y parecido a un bibliobús que conozco aparece en la Segunda República Española. La Barraca de Ugarte y García Lorca, que se habían echado al monte con una compañía itinerante de teatro, llevaba a los pueblos más recónditos no solamente las piezas de Lope de Vega y Calderón, sino también las obras contemporáneas, el cinematógrafo y un montón de diapositivas. No era un bibliobús, pero se le parecía.
Pérez Andújar, en Todo lo que se llevó el diablo, teje una novela alrededor del personal de un bibliobús, emperrado en llevar la cultura a los abismos de la España profunda. Aparte de vernos ante una magnífica novela, nos vemos ante el espíritu idealista y progresista de estos bibliobuseros republicanos. Un espíritu que se ha extinguido, hasta donde yo sé. Qué lástima. Pero el relato nos recuerda que hubo mucha gente comprometida con el progreso, el bienestar y la cultura durante la Segunda República Española, y que hicieron lo que pudieron.
De hecho, el Patronato de Misiones Pedagógicas de la Segunda República inauguró cerca de 5.000 pequeñas bibliotecas populares, algunas de ellas itinerantes. Habían nacido los bibliobuses españoles.
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