Páginas

La guerra en Grecia y Roma



Atención, que estamos ante un clásico. Peter Connolly publicó (e ilustró) La guerra en Grecia y Roma en 1981, pero no se había publicado íntegra en español hasta que lo ha hecho Desperta Ferro Ediciones en 2016. Los aficionados a la historia antigua y los aficionados a la historia militar comparten la admiración que les despierta esta obra y su autor. 

Connolly se hizo famoso al analizar los textos de los autores clásicos con mirada crítica y poner en cuestión muchas cosas que se daban por sabidas. Examinó en persona los campos de batalla de la antigüedad y fue uno de los pioneros en experimentar con reproducciones de armas o pertrechos, para saber, por ejemplo, cómo se empuñaba correctamente una lanza o un escudo, cómo formaban las falanges griegas o los manípulos romanos, etcétera. El resultado revolucionó el mundillo de los aficionados a la guerra en la antigüedad y fue reconocido como una gran aportación por sus compañeros historiadores.

Éste es un libro de gran formato, profusamente ilustrado, con un texto relativamente ameno, capaz de describir de modo emocionante la batalla de Platea o la campaña de Aníbal y, al mismo tiempo, analizar con rigor los hallazgos arqueológicos que nos describen los ejércitos de la época.

Es una obra de referencia, muy recomendable.

Montecasino



La editorial Ático de los Libros está publicando una serie de libros de historia que despiertan la gula lectora de los aficionados. Si, como es mi caso, se une la afición por la historia militar, entonces Montecasino, de Peter Caddick-Adams, es un caramelo al que no puedes decir que no.

El autor, además de haber servido en el ejército, es profesor de academia militar. Sabe de lo que habla y proporciona una visión de conjunto que incluye el trabajo de los cuarteles generales, la organización logística o los vericuetos de la cadena de mando. Cuando leí Monty y Rommel (ver aquí) ya observé esta perspectiva, tan poco explotada por muchos autores, y descubrí cosas que no sabía sobre el gobierno de las batallas. En Montecasino, se combina este enfoque con la experiencia de los soldados en el campo de batalla. El resultado es excepcional y la batalla está descrita con maestría.

Montecasino es una de esas batallas de las que todo el mundo ha oído hablar, pero que nadie sabe exactamente cómo fue o por qué. La batalla (en verdad, cuatro batallas seguidas) fue una de las más duras de la Segunda Guerra Mundial. 

Muy recomendable.

Frenazos, pinchazos, choques... (Gran Premio de Azerbaiyán 2018)


Nunca sé si se escribe Azerbayán, Azerbaiyán o qué, y me resultaría difícil situar el país en un mapamundi, pero ahí corren los bólidos, en el circuito urbano de Bakú, y este fin de semana la liaron parda. 


Es uno de esos circuitos con muro, donde los coches se arriman a ellos como no se arrimaría usted a las paredes de su aparcamiento, pero ellos a no sé cuántos kilómetros por hora. Además, el circuito tiene una recta de vértigo en la que se superan los 315 km/h. Durante los entrenamientos, Ferrari marcó el mejor tiempo y demostró que puede dar guerra. Luego vino la carrera.

Fue emocionante, porque pasó un poco de todo. Lo que pasó fue, en la mayor parte de los casos, culpa de los neumáticos y del safety car. Hubo choques que obligaron varias veces a sacar a pasear el coche de seguridad y uno de éstos fue a poco del final, y ahí se torcieron y retorcieron las cosas. Vettel, el primer Ferrari, hizo una mala frenada que le costó la victoria y acabó cuarto, con unas ruedas maltratadas por el frenazo. Peor le fue a Bottas, el segundo Mercedes-Benz, que reventó los neumáticos y abandonó. Antes, los dos Red Bull habían chocado entre ellos. Aprovechando la confusión y de propina, Hamilton, el primer Mercedes-Benz, se hizo con la victoria, seguido del Ferrari de Raikkonen. 

Total, que en el Campeonato de Marcas Ferrari ya está a un punto de Mercedes-Benz (emocionante) y en el de Pilotos, la primera espada de Ferrari lleva nueve puntos de ventaja a la primera espada de Mercedes-Benz (emocionante, también). 

El soldado Wojtek


En los ejércitos de todo el mundo, las mascotas tienen un lugar preferente y singular. Sirven como enseña e inspiración, como amuletos, o simplemente hacen compañía y entretienen al soldado. La mayor parte de estos animales de compañía son anónimos, pero algunos alcanzan la fama. Entre estos últimos, sin duda alguna, está el soldado (luego cabo) Wojtek. (Nota: se pronuncia voitek y algunas veces incluso se escribe Woytek o Voytek, erróneamente.)

El soldado Wojtek (izquierda), jugando con uno de sus camaradas.

Es poco conocida la suerte de la Polonia que ocuparon las tropas soviéticas en 1941. La mala, muy mala suerte. Stalin procedió a una purga sistemática de los oficiales del ejército polaco y los profesionales de cierto nivel (abogados, médicos, ingenieros...), matando a miles de ellos. Miles de soldados polacos y miles de civiles (en total, cientos de miles) fueron internados en campos de trabajo en Siberia, desplazados o empleados como mano de obra esclava. Mientras se procedía a la sistemática destrucción de lo que había sido Polonia, el 22 de junio de 1941 Alemania atacó a la Unión Soviética y todo cambió.

Churchill ofreció ayuda militar y material a la Unión Soviética, pero exigió a cambio una amnistía. Los polacos tenían que ser liberados. Stalin cedió y liberó a unos sesenta o setenta mil polacos, que iniciaron una marcha (a pie) hacia las estepas centrales, donde soportaron un crudísimo invierno, y luego fueron trasladados, a través del Mar Caspio, hasta la frontera de Irán. De Irán a Irak y de Irak a Palestina, ahora a cargo de los británicos. Éstos se horrorizaron del estado en que llegaron los supervivientes e hicieron todo lo posible por vestirlos y alimentarlos decentemente. Los polacos, por su parte, pidieron poder combatir al lado de los aliados y se formaron varias divisiones polacas, que se unirían a las fuerzas polacas que ya estaban estacionadas en la Gran Bretaña.

Wojtek, recién admitido en el ejército polaco.

Es ahora cuando aparece Wojtek. Cuando los polacos atravesaban un paso de montaña en Irak, dieron con un niño que les pidió comida. Descubrieron que el chaval llevaba en una bolsa un cachorro de oso pardo (de unas ocho semanas de vida). Unos cazadores habían matado a su madre y el osezno estaba enfermo y desnutrido. Los polacos se hicieron cargo de él, después de comprarlo por el precio de algunas latas de conservas, un poco de chocolate y una navaja.

Wojtek tomándose la sopa, en algún lugar de Palestina.

Con una botella de vodka (vacía, supongo), un pañuelo y algo de leche condensada improvisaron un biberón y así Wojtek salvó su vida y se quedó con los polacos. El animal resultó ser inteligente y bonachón y creció rodeado de todos los cariños de la tropa, que vieron en él algo especial. 

Wojtek creció y creció y se convirtió en un soldado hecho y derecho (ojo, con toda la documentación en regla). Comía las mismas raciones que la tropa y se le descubrió una inusitada afición por la cerveza y el tabaco, que fumaba con evidente placer. Jugaba con los hombres, que simulaban un combate de boxeo o se abrazaban y se tiraban por los suelos, revolcándose. Para pasmo del personal, viajaba en camión o en jeep sentado como usted o como yo y las más de las veces caminaba a dos patas. 

Fotograma de una película en la que salen Wojtek y otro soldado en un combate de lucha libre.

Wojtek formaba parte de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería (en verdad, la 22.ª Compañía de Transporte), una unidad de soporte que dependía del Cuartel General del II Cuerpo Polaco. Este cuerpo de ejército se acuarteló en Egipto y una vez formado y entrenado, partió para Italia, donde lucharía en Cassino con gran heroísmo y determinación. Y es ahí, en la batalla del Monte Cassino, donde Wojtek entró a formar parte de la leyenda.

Wojtek en Italia, a punto de partir hacia Cassino.

En esa batalla, las compañías de suministro trabajaron duro y de valiente. En ocasiones, bajo el fuego enemigo; siempre, en condiciones muy difíciles, porque el terreno montañoso y las condiciones climáticas eran horrendas. Además, la batalla de Cassino exigió grandes cantidades de munición. 

La insignia de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería.

Wojtek contemplaba el esfuerzo de sus camaradas cargando con las cajas de munición y un día se levantó de su asiento, saltó del camión y se acercó a un soldado. Gruñó (no sé cómo gruñe un oso en polaco, pero será algo así como Grrr...) y pidió que le pasaran la caja. Para sorpresa de propios y extraños, Wojtek comenzó a acarrear cajas de munición de los camiones a la posición de los artilleros. En cada viaje llevaba consigo una caja de cuatro obuses de 25 libras (en total, unos 46 kg) y dicen, juran y perjuran que no se le cayó ni una por el camino. La situación se volvió a repetir más veces y pronto se convirtió en un utilísimo compañero.

Cuando en el Cuartel General supieron del trabajo del soldado Wojtek, lo ascendieron a cabo. Además, la insignia de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería pasó a ser una imagen de Wojtek cargando con un obús de artillería. Pronto lució en las mangas de los soldados y en la caja de los camiones, y ahí siguió hasta que acabó la guerra.

Wojtek en uno de los camiones de su compañía.
Fíjense en la insignia que luce la caja del camión.

Cuando acabó la guerra, Wojtek y sus camaradas se instalaron en Bercwickshire, que cae donde Escocia, en un aeropuerto militar. Wojtek hizo honor a su fama de simpático y bonachón y salía de permiso con la tropa, para beberse unas cervezas y ligar con las chavalas del lugar. ¡Lo que ligarían los polacos llevando al oso consigo...! Se convirtió en un miembro muy famoso del ejército, en un reclamo para la prensa, en un bicho muy querido por todos. La Asociación Polaco-Escocesa hizo de él un miembro honorario. Pero, en 1947, fue desmovilizado.

Wojtek, entonces, vivió en el Zoo de Edimburgo, donde murió, a los veintidós años, en 1963. Pesaba entonces unos 220 kg y medía 1,80 m de alto. Su vida en el zoológico fue muy feliz. Fue protagonista de varios programas infantiles de la BBC y recibía con frecuencia la visita de sus antiguos camaradas, polacos en el exilio. Era cosa de ver como volvía a jugar con ellos, boxeando y abrazándose. Sin embargo, no le dejaban fumar (algo había de tener el Zoo), pero a Wojtek le daba igual, porque se comía los cigarrillos como si fueran golosinas.

Placas conmemorativas, estatuas y monumentos recuerdan a Wojtek. En Londres hay lo menos dos, en Edimburgo, y por supuesto, en Polonia. Se han escrito libros sobre Wojtek, algunos infantiles, y hay películas y documentales. Es un oso famoso, y fue un camarada muy querido y estimado por todos los que combatieron a su lado.

Menudo panorama


No me van a creer, pero, con las cifras en la mano, en España no se está tan mal. Dicen varios estudios de mucha solvencia que estamos entre las dieciocho democracias plenas del mundo, por delante de Francia o los EE.UU., por ejemplo; otro informe afirma que España es el quinto mejor país del mundo si uno nace mujer; igualmente, nuestra esperanza de vida es de las mejores. Etcétera. Sin embargo...

Sin embargo, sírvanse ustedes mismos, porque tienen material de sobras para echarme la caballería por encima. No hace falta que mencione la corrupción de los partidos en el poder, aquí o allá. Luego, lo que ha ocurrido con la presidencia de la Comunidad de Madrid o la promoción de la división y el enfrentamiento social en Cataluña; las sentencias judiciales de estos últimos días; la creciente desigualdad de las rentas; la estupidez de la que hacen gala constantemente quienes tendrían que dar ejemplo de sensatez... El goteo de estulticias y barbaridades es constante y desalienta a cualquiera, y los hechos antes expuestos, que son ciertos y objetivos, quedan en nada en medio de un ambiente de cabreo y asfixia general. 

Lo bueno que tenemos, que no es poco, queda, de hecho, amenazado. Corre peligro tanto porque algunos hechos que he señalado son una barrena contra ello, en sí mismos, como, también y muy especialmente, porque son la materia prima con que se elaboran propuestas que son, en esencia, un retroceso en lo político y en lo social. 

Y eso no lo podemos permitir.

Sant Jordi 2018


Hoy he celebrado la fiesta del libro por todo lo alto. Fíjense que hasta me he permitido el lujo de tomarme una gaseosa con la comida, y es que lo de escribir no da para mucho más. 

Bueno, bueno... ¡No nos quejemos tanto! Proporciona muchas alegrías. Por ejemplo, me he tostado al sol esperando a que viniera alguien que me pidiera que le firmase el libro, y ahora tengo un color muy sanote, en plan gamba, en toda la cara, que es cosa de ver. 

La verdad es que Sant Jordi es la fiesta y no concibo mejor día. Me lo he pasado en grande.

Aquí, firmando ejemplares de la Historia torcida de la Filosofía.

Aquí, los dos torcidos, Javier Traité (derecha) y un servidor.
¿Cuándo caerá el próximo título torcido?


La ruina del plan de don Norberto



Hola, queridos lectores:

¡Otro artículo publicado en Metrópoli Abierta! Se titula La ruina del plan de don Norberto, y se inspiró en una visita al nuevo Museo de Ciencias Naturales y en la posterior visita a lo que fue el antiguo Museo de Zoología.

La fotografía del Hivernacle (Invernadero) que ilustra esta entrada es del autor, hecha in situ.

El Celeste Imperio


Atención, damas y caballeros. Un amigo de un servidor de ustedes se estrena abriendo blog. Se titula El Celeste Imperio y (cómo no) parece que va de China. De eso y de más cosas. Ya lo iremos viendo y ya nos irá contando.

Está en:

Reseña en el sitio de ACEC



Queridos lectores míos:

Aquí tenéis, en el sitio web de ACEC, la reseña que se publicó en el diario Avui, que versaba sobre mi Historia torcida de la Filosofía, traducida al castellano por su autor. 

Está en:

Escritor colegiado


Queridos lectores míos:

Mirad qué tarjeta tan chula me acaba de llegar a casa. Parece que, a todos los efectos, soy un escritor colegiado y, como me acaba de decir un amigo mío, al final te lo vas a creer.


Pues, sí, ahora soy socio de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña. Qué ilusión.

Firmas en Sant Jordi


Confirmado:

El día de Sant Jordi, 23 de abril, seré expuesto al público y firmaré ejemplares de la Historia torcida de la Filosofía en el puesto de Principal de los Libros, el sello editor. 

Será a la altura de Rambla de Catalunya, 69, entre las calles Aragón y Valencia. 

Horario, de 11 a 12 h. 

Se ruega no echarle cacahuetes al autor, ni que los pida.

Filosofía, reflexión, esgrima y humor


Aquí tienen, queridos lectores, la reseña firmada por Francesc Cornadó en El Punt - Avui sobre la Historia torcida de la Filosofía

Es:


El artículo está escrito en catalán, pero, a grandes rasgos, me deja la mar de bien, por lo que estoy más que contento y muy agradecido. Ahí lo dejo, para quien tenga interés en ello.

No pudo ser, pero casi (Gran Premio de China 2018)



Este fin de semana, Ferrari ha mostrado sus garras y en los entrenamientos obtenido los dos mejores tiempos. Si ha sido un espejismo o si ahora vamos en serio ya se verá, pero, por el momento, la cosa pintaba muy bien. Mercedes-Benz parecía desfallecida, lo que ha sido una novedad. Entre los demás equipos, también se afilaban los cuchillos, porque la competencia entre ellos está en su punto álgido.

En carrera las cosas se torcieron un poco para los dos primeros equipos. Fue, reconozcámoslo, una mezcla de mala suerte y errores de estrategia. Si en el desierto Ferrari arriesgó y ganó, en China el que ha arriesgado y ha aprovechado mejor que nadie la oportunidad de un safety car ha sido Red Bull. Ricciardo entró corriendo a cambiar neumáticos y a partir de ahí ha adelantado a todos, hasta llevarse la carrera. Ferrari lo hizo tarde. Peor todavía: el primer Ferrari (Vettel) fue alcanzado por detrás por el otro Red Bull y perdió varias posiciones. El coche, tocado, no pudo dar lo mejor de sí y terminó octavo. El segundo Ferrari (Raikkonen) terminó tercero, detrás del segundo Mercedes-Benz y el primer Red Bull. 

Como el primer Mercedes-Benz (Hamilton) sólo pudo quedar cuarto, Red Bull (1.º y 5.º) y Mercedes-Benz (2.º y 4.º) han batido a Ferrari (3.º y 8.º). En el Campeonato de Pilotos sigue por delante Vettel, pero en el de Constructores Mercedes-Benz supera ahora por un punto a Ferrari. Sea como sea, ha sido una carrera emocionante. 

Cada 14 de abril


Olé, que hoy celebramos la proclamación de la II República Española. 


Tengo a bien recordar que uno de mis tíos invitaba a champán a todos los mecánicos del taller en el que trabajaba tal día como hoy, aquí, en Barcelona, y el muy sinvergüenza (dicho con mucho cariño) esperaba a que pasara la pareja de la Guardia Civil para invitarlos a una copa. 

No se moleste, le decían, que estamos de servicio. Mi tío insistía: Sólo una copita. Los picoletos cedían, al fin, y se sumaban a la fiesta. Acababan todos hablando de su pueblo, que solía estar en la otra punta de España, un lugarejo pobre, del que habían huido para escapar de sus miserias, que aún así añoraban. Corrían los años cincuenta y asomaban en Barcelona gentes en busca de pan y trabajo, que a duras penas obtenían. 

¿Qué celebran?, preguntaban los guardias, una copa después. ¡La República!, respondía mi tío. ¡Qué bromista que es usted! Y así quedaban, tan amigos. Los picoletos proseguían con su ronda, después de una breve pausa. Un día te van a dar, susurraba entonces un mecánico. Y mi tío reía.

Mi viaje a Italia en Pentecostés de 1912



Los libros sobre el viaje a Italia de sus autores son, en sí mismos, un género literario al que se han apuntado grandes, incluso grandísimos autores. Stendahl es un caso arquetípico, pero también Goethe, y a partir de aquí la lista es un no acabar. Estos días he leído Mi viaje a Italia en Pentecostés de 1912 (podríamos llamarlo Mi viaje a Italia tranquilamente) de Walter Benjamin, el filósofo, que tenía una sensibilidad especial y un buen oficio de escritura. Es un librito curioso, uno de esos caprichos que algunos lectores apreciamos tanto, que publica Abada Editores, traducido por Alfredo Brotons.

El viaje de Walter Benjamin nos remite a otros tiempos y a un grupo de jóvenes que salen a ver mundo y prueban con el norte de Italia. Viven aventuras impresionantes, como estar a punto de perder el tren o dormir en una mala habitación de hotel, subir por un camino de montaña demasiado empinado o perderse buscando dónde exponen La Santa Cena de Leonardo da Vinci. Lo de cualquier turista, vamos, sólo que el turista es Walter Benjamin y su relato nos invita a añorar un tiempo y un lugar que consideramos idílico porque no lo vivimos, sino que lo imaginamos a través de las grandes plumas.

Unos comentarios sobre La cena de Emaús


Adjunto a continuación un enlace al (magnífico) blog Investigart, donde habla de un cuadro de Caravaggio, La cena de Emaús. Sus comentarios y anotaciones son muy interesantes y han de ser tenidas en consideración por alguien interesado. 

He aquí la savonarola de Caravaggio, parte del atrezzo de algunas de sus mejores obras.

Añadiría, por cuenta propia, que los barbudos discípulos a lado y lado del Cristo resucitado son viejos conocidos de los cuadros de Caravaggio, lo mismo que la silla, una savonarola. Ésta era parte del mobiliario del estudio del pintor. Aparece en un listado de bienes del artista que le hicieron una vez que no quiso pagar el alquiler y llevaba con ella ya varios años.

La savonarola, por cierto, es una silla de origen florentino y seguramente coincidió con ella en el palacio Madama, la residencia del cardenal del Monte, que representaba en Roma los intereses del Gran Duque de la Toscana, un Medici. Recordemos que Caravaggio pintó para el Gran Duque una cabeza de Medusa y alguna cosita más, por encargo del cardenal, su mecenas. Cuando abandonó el palacio, se llevó la silla consigo (¿con permiso del cardenal?).

Esa misma savonarola de La cena de Emaús aparece, por cierto, en el primer San Mateo y el ángel (seguramente destruido en mayo de 1945) y en La conversión de San Mateo, que sigue en la capilla Contarelli de San Luis de los Franceses, en Roma.

El enlace es éste (y vale la pena):

Una palabra rusa y un verbo romano


Hola, queridos lectores:

¡Otro artículo en Metrópoli Abierta! Esta vez será Una palabra rusa y un verbo romano, sobre la diferencia entre dimitir y cesar, dos verbos que no se practican demasiado en los tiempos que corren... ¡y así nos va!

Ahí lo dejo.

Preparando el día de Sant Jordi


Atención, queridos lectores:

Mis editores, los de Principal de los Libros, me han pedido que me pase por su puesto de libros el día de Sant Jordi (23 de abril), para firmar ejemplares de mi Historia torcida de la Filosofía, ya sea del volumen I como del volumen II.


Desconozco los detalles, que me serán revelados en breve (supongo). Tan pronto sepa algo más concreto y firme, anunciaré  bombo y platillo la hora y el lugar, pero ¡están ustedes avisados!

Nota: Como en las anteriores apariciones en público, estará prohibido echarle cacahuetes al autor.

Entre camellos (Gran Premio de Bahréin 2018)



La de ayer fue una carrera emocionante, marcada por la estrategia. Ferrari había conseguido las dos primeras posiciones en la parrilla de salida y Mercedes-Benz le iba detrás. Los Ferrari (¡caramba!) corrían más y Mercedes-Benz optó por la estrategia del cambio de neumáticos para pasarles por delante. Engañó a Ferrari y Vettel cambió sus neumáticos antes de tiempo. Confiaban en pillarlo, ya fuera por el desgaste de las gomas en pista, ya fuera porque, al final, tendría que cambiarlas de nuevo. Pero... Pero el Ferrari de Vettel aguantó el tipo en pista ¡y no entró a cambiar neumáticos!

La apuesta fue muy fuerte, por ambas partes. A punto estuvo el Ferrari de ceder la primera posición, con unas ruedas desgastadísimas; a punto estuvieron de adelantarlo en pista los de Mercedes-Benz. Pero no pudo ser y la trampa estratégica de Mercedes-Benz, muy bien pensada, no acabó de funcionar. Por muy poquito.

El segundo Ferrari tuvo peor suerte. En verdad, quien tuvo mala suerte fue Francesco, uno de los mecánicos. Raikkonen (que hizo unos entrenamientos estupendos y estaba haciendo muy buena carrera) entró a cambiar los neumáticos y algo salió mal. Al salir a pista, atropelló a Francesco, uno de los mecánicos, rompiéndole la pierna; la rueda de Francesco había quedado sin cambiar (hubo problemas con el tornillo) y entre una cosa y la otra Raikkonen tuvo que abandonar.

Así las cosas, Ferrari ocupa la primera posición en el Campeonato de Pilotos y en el de Constructores, pero ¡queda tanto por delante...!

La selección negativa



En un reciente artículo, el periodista Guillem Martínez se refería a los políticos que nos han tocado en suerte tanto en Cataluña como en el conjunto de España y empleaba la expresión selección negativa. Viene a decir, más o menos, que la selección natural de los gobernantes no permite sobrevivir al mejor, sino al más inepto, al más nefasto, al más fanático, al más servil, al más cínico, al personaje con menos escrúpulos, al más mentiroso... o a aquél que reúna en sí todas estas características, en diversa proporción y bien mezcladas. Si se da un proceso de selección negativa, lo mejor de cada casa asume el mando, y así nos va.

Los procesos de selección negativa se dan en la empresa como se dan en la política, y no faltan ejemplos. En la empresa pública, más todavía, especialmente cuando la política que nos gobierna entra en una espiral semejante. Hoy, me remito a la apabullante evidencia, vivimos en una espiral alocada e imparable de selección negativa en el mundo de la política catalana y española; quienes ayer eran lerdos, torpes y bastante inútiles hoy nos parecen grandes estadistas, y no porque el tiempo pasado nos ofrezca una nueva perspectiva de los acontecimientos, sino porque el presente nos golpea en la cara con personajes que superan, con creces, la tontería, torpeza e inutilidad de sus antecesores. ¡Qué locura!

El autor de La sociedad abierta y sus enemigos.

La selección negativa no es ninguna novedad. Popper, en La sociedad abierta y sus enemigos, después de descartar cualquier otro sistema político y optar por la democracia liberal, ya nos advertía de sus peligros. El principal de ellos, y no es baladí, es que no gobernarán los mejores, sino personajes mediocres. Una mediocridad que ha de entenderse como normalidad; es decir, personajes que no son ni demasiado buenos ni demasiado malos, sino del montón. Es verdad que podemos tener puntería y escoger a un buen gobernante, pero también que nos salga malo. 

Es por eso que una democracia liberal cuenta con poderes separados y leyes que, al menos en teoría, limitan el daño que pueda hacer un tonto al mando de la nave. En última instancia, afirma Popper, la democracia, el voto, no servirá para escoger a un gobernante bueno, sino para echar a uno malo sin tener que recurrir a la violencia. Más o menos dice esto, pero queda claro el peligro: a la que la sociedad se torna menos abierta, más fácil es que buscando el Gobierno de los Mejores entren a formar parte de él personajes fruto de una selección negativa. Sin embargo, si se cumplen las reglas del juego y todo el mundo hace lo que hay que hacer, la selección negativa no lo tendrá fácil.

El remedio está en el pueblo, palabro que queda feo según cómo se use. En los ciudadanos, mejor. Porque son ellos los que han de decir ¡basta! al mal gobierno. Pero ya hemos visto y seguimos viendo que, en Cataluña, y también en el resto de España, el discurso público deriva con enorme facilidad hacia el despropósito, el fanatismo y el desprecio por las reglas del juego o la simple pérdida del sentido del ridículo y la vergüenza. Lo vivido estos últimos años es fácilmente calificable de esperpento y locura colectiva y nos da mucho en qué pensar, porque a uno le asalta la idea de la virtù maquiavélica hecha cisco.

El autor de los Comentarios a la primera década de Tito Livio.

Sí, Maquiavelo hablaba de la virtù del pueblo. No es exactamente virtud, sino algo más que eso, pero se resumía en un pueblo vigilante y comprometido con la república, capaz de asumir responsabilidades y defender sus derechos. También nos advirtió de la corrupción de un pueblo. Ésa, la corrupción, venía tanto de una mortal diferencia entre ricos y pobres, que reventaba cualquier oportunidad de igualdad de derechos y deberes, como de una corrupción moral, que provocaba una dejación de los deberes, un olvido de la responsabilidad, una distancia con el Estado (república), pero, sobre todo, un desprecio por las reglas del juego en el gobierno de todos, que eran la puerta de entrada de fanatismos, divisiones... Esa corrupción maquiavélica es, ni más ni menos, que una espiral de selección negativa.

Por lo tanto, ya ven, el problema viene de lejos y se da con relativa frecuencia. ¿Cómo se supera? Malas noticias: a veces no se supera y se va todo al carajo. Buenas noticias: también puede superarse. La clave está en la gente. Si el PP hace lo que hace y le votan... Si los catalanes, en vez de preguntar por las listas de espera en los hospitales o los recortes sociales que llevamos sufriendo desde hace ocho años, seguimos pensando en los colores de un trapo llamado bandera... Si dejamos que unos y otros nos arrastren hacia posiciones cerradas, fanáticas, basadas en la fe y no en la razón... En fin, qué les voy a contar. Si nos plantamos y pedimos que se ocupen del gobierno o si nos dejamos arrastrar por la locura es la clave.

Sartre ya nos recordó que la libertad es muy jodida, duele, implica un sacrificio constante, y que por eso es tan fácil dejar que los demás piensen por ti. Y, claro, luego pasa lo que pasa.

Finalmente, no he podido resistir la tentación de citar a Nietzsche.

El apicultor de Bonaparte



José Luis de Juan escribió por primera vez El apicultor de Bonaparte en 1996 y su obra obtuvo el premio Juan March. La ha vuelto a publicar en 2017, cuidadosamente revisada y revisitada por el autor, y esta reedición la ha publicado la editorial Minúscula. Es una pequeña obra de arte (y digo pequeña porque es una novela breve, de ciento y pico páginas). Podríamos decir que es un pequeño mecanismo de relojería, preciso, perfecto, que gira alrededor de símbolos y matices, finísimo. La obra contiene ficción histórica y (voy a llamarla así) mítica, deliciosamente combinada. Genera escenas sutilmente surrealistas y otras simplemente bellas. He de añadir que el trato que se le da a Bonaparte es magnífico, desde un punto de vista literario.

El protagonista es un apicultor de la isla de Elba que oculta cuidadosamente a sus vecinos sus lecturas ilustradas (Rousseau, Diderot, etc.) y que un día descubre una relación entre su admirado Napoleón y las costumbres de las abejas. Napoleón, el segundo protagonista, sabe del apicultor por una misiva que recibió hace años y que le impresionó sobremanera, y no diré por qué. A partir de aquí, se va tejiendo un encuentro entre el Napoleón exiliado y el apicultor de Elba del que no diré nada más, excepto que es fenomenal.

La obra es una pequeña maravilla, no puedo decir más. 

Abejas bordadas en un manto imperial de Bonaparte.
Las abejas eran uno de los símbolos del Primer Imperio.

Mencionaré, a título anecdótico, que el autor comete dos anacronismos en la obra. En 1814 no había vapores entre Elba y la península italiana y el aluminio era un metal tan caro como rarísimo, por lo que una rejilla de aluminio para un traje de apicultor... Pero, ¿qué más da? Sólo un tipo tan raro y picajoso como yo se fija en estas cosas, y es por defecto de fábrica. Defecto que El apicultor de Bonaparte no tiene, ni de fábrica ni de nada. Es una obra redonda, se mire como se mire. Y ya está.

El elefante danzante


El elefante danzante.

Bugatti es una leyenda en el mundo del automóvil. Hasta tal punto que la jerga popular y la RAE aceptan buga, que viene de Bugatti, como coche (automóvil). Desde el punto de vista de un ingeniero, muchos de sus automóviles fueron excepcionales y son suyas innovaciones como las llantas de aluminio de tornillo central en competición, lo que no es poco. Y ya que hablamos de competición, su Tipo 35 fue bautizado como el automóvil de las mil victorias. Cierto que no obtuvo tantas, pero la hipérbole queda de narices. 

Un Bugatti Tipo 57.

Sin embargo, Bugatti debe su fama al lujo y a muy especialmente a la belleza de sus automóviles. Son máquinas excepcionalmente bellas, por dentro y por fuera. Personalmente, cuando veo los Bugatti que fabrican ahora, casi me siento ofendido. Sí, son máquinas superlativas, pero ¡qué lejos quedan de esa contundente armonía de los Bugatti originales! ¡Ni punto de comparación! Los de ahora sólo cuestan dinero, es su único mérito. Los Bugatti de Ettore no tienen precio, son obras de arte.

La belleza de los automóviles Bugatti (los de verdad, los de entonces) se debe, sin duda, a la personalidad de la familia Bugatti. El abuelo, Giovanni Luigi, había sido arquitecto y escultor; su padre, Carlo, era un famoso diseñador de joyas, objetos diversos, cerámicas y tejidos, en estilo Art Noveau. Su primo, Giovanni Segantini, era un brillante pintor. Frecuentaban la casa compositores como Puccini o Leoncavallo y el escultor Ercole Rosa. 

Rembrandt Bugatti, el escultor.
Observen el hoyuelo en la barbilla, tan típico de los Bugatti.

Ettore, el que acabó como ingeniero, comenzó estudiando Bellas Artes. En cambio, su hermano, Rembrandt, que había comenzado a estudiar ingeniería acabó ganándose la vida como escultor. ¿Rembrandt, he dicho? Sí, Rembrandt. Este nombrecito se lo puso su padrino, ese escultor que hemos dicho, Rosa, y la familia no puso peros a la elección. Fue un nombre profético, aunque Rembrandt no sería a la postre pintor, sino escultor.

Rembrandt, en el Zoo de Amberes, con uno de sus elefantes.

El Bugatti Royale que conducía Jean, antes de pasar por el chapista.

Los aficionados al motor conocen a Ettore (una leyenda en sí mismo) y quizá a Jean (en verdad, Giovanni), el hijo de Ettore, que se mató al volante de un prototipo del Tipo 57 y al que debemos el espachurramieno de uno de los Bugatti Royale, que fue más tarde reconstruido y que hace confundir las cuentas sobre el número fabricado de automóviles Tipo 41. Suelen saber de un hermano escultor por el elefantito (del que ahora hablaré), pero saben muy poco de él, apenas de oídas.



Algunas de las esculturas en bronce de Rembrandt Bugatti.

Rembrandt Bugatti fue un gran escultor, aunque relativamente desconocido para el gran público. Se inició influenciado por  Paolo Troubetzkoy (italiano, de origen ruso) y por su padrino, Ettore Rosa, cómo no. En 1902, se mudó a París con la familia. Con 18 años, entró a trabajar en el taller y fundición de Adrian Aurelien Hébrard, un famoso escultor y galerista parisino y ahí descubrieron al artista. Ese niño que jugaba modelando con arcilla en casa de su padrino se reveló como un gran escultor, uno de primera. También, como un amante de la naturaleza.



Elefantes y panteras de Rembrandt Bugatti.

Sus esculturas y figuritas en bronce, sus modelos en arcilla o escayola, incluso mármoles, incluyen preciosas figuras humanas: bellas mujeres, típicas y tópicas efigies del Art Noveau, pero también algún Cristo y figuras de hombres musculosos, verdaderos titanes. Pero lo que de verdad le gusta esculpir, y lo que le acarreará la fama, son animales. Se convierte en un asiduo del Zoo de París, de su Jardín Botánico, visitará con asiduidad el Zoo de Amberes (después de mudarse ahí en 1907), y tomará como modelo a toda clase de animales. Sus panteras son su tarjeta de presentación, pero sus elefantes son notables.

En 1904, a sus veinte años, esculpe un Elefante danzante, un bronce de un elefante alzándose sobre dos patas y elevando la trompa.

En 1911, Hébrard organiza una exposición de sus esculturas en París, que resulta en la culminación de su fama como artista. Dijeron de él que sabe tanto de los animales como el mismísimo Noé. Se exponen cien esculturas que son recibidas con admiración y bonísimas críticas. (Hoy en día, siguen admirándose y se han convertido en piezas muy cotizadas por museos y coleccionistas.) Pero hay nubes de guerra en el horizonte y la Gran Guerra estalla en 1914.

Rembrandt Bugatti relacionándose con una modelo.

La familia, en parte instalada en Alsacia (entonces alemana) tiene que emigrar a París. Ettore diseñará motores para los franceses, pero Rembrandt se alista como sanitario en la Cruz Roja de Amberes. Verá y vivirá cosas atroces, los desastres de la guerra, y caerá él mismo víctima de la tuberculosis. Deprimido y muy castigado por la experiencia vivida, regresa a París. El mercado del arte se ha arruinado. Las autoridades, en medio del clima de restricciones, han sacrificado a muchas de las bestias del Zoo. Rembrandt, angustiado, cae en una profunda desazón y desesperado de la vida, abre las espitas de gas de su estudio en Montparnasse y así se quita la vida, asfixiándose.

Un Tipo 41 carrozado como limusina.

En 1927, Ettore Bugatti construye el primer Tipo 41, el automóvil que elevará la leyenda de su marca hasta el Olimpo, el que pronto sería conocido como Bugatti Royale (La Royale, según algunos). Un automóvil enorme, con un motor de casi trece litros y una batalla de 4,3 metros, que Ettore bautizó como crucero de carretera; dos toneladas y media de la más sofisticada mecánica, del lujo más desmedido, pero también de una belleza apabullante. Era su gran obra, un automóvil reservado para muy pocos, que eran examinados personalmente por Ettore, para ver si eran dignos de conducirlo o poseerlo. ¡Cuántas ofertas millonarias rechazó por no considerar dignos a los paganos!


En homenaje a su hermano Rembrandt, al que estimaban todos en la familia, Ettore reprodujo su Elefante danzante en la tapa del radiador. El elefante de Bugatti, como le conocen los aficionados al motor, que quizá no hayan prestado la suficiente importancia al genio artístico del Bugatti escultor.

Un relato de país


Hoy se ha publicado otro de mis artículos en Metrópoli Abierta. Éste se titula Un relato de país, y va sobre dos expresiones muy utilizadas que me ponen de los nervios: de país es una y un determinado uso de relato es otra. Ahí les dejo el caso y ojalá les guste.