Páginas

Gazmoñería


Queridos lectores míos, ocasionales o de toda la vida, que de todo hay:

Aquí tienen otro artículo publicado por Metrópoli Abierta donde hablo de una cosa muy peligrosa en política y en la vida pública en general. Se titula Gazmoñería, y espero que les guste.

14 de julio


Éric Vuillard saltó a la fama en España con El orden del día, que fue Premio Goncourt. Hablé aquí de esa obra, cuando la leí. A la grupa de ese éxito, Tusquets ha publicado 14 de julio (14 Juillet), una novela con un planteamiento parecido, al menos formalmente. Vuillard opta por un texto narrativo próximo al ensayo, sin serlo, por una novela, llamémosla así, que es más una narración histórica (de la historia, quiero decir) bajo un prisma particular. Ni ensayo ni historia ni novela, pero todo a la vez, o un poco de todo a un tiempo.

El examen del pasado nos plantea las cuestiones del presente, dirán. Algo así. En este caso, Vuillard señala la rebelión de los estamentos más bajos de la sociedad, agobiados por el hambre, los impuestos y la miseria, mientras la aristocracia y la más alta burguesía vivía con un lujo desaforado. Comienza hablando de la revuelta de los trabajadores de la manufactura Réveillon, meses antes del asalto a la Bastilla (un hecho del que pocos de ustedes habrán oído hablar) y acaba narrando el estallido de la indignación popular que acabó con el asalto a la Bastilla, el 14 de julio de 1789.

Es una obra muy recomendable.

Las guerras privadas del clan Bonaparte



Arpa Editores publica una selección de las Mémoires de Madame de Rémusat, 1802-1808 muy bien introducidas, comentadas y traducidas por Xavier Roca-Ferrer, que publica bajo el título (muy apropiado) de Las guerras privadas del clan Bonaparte y con el subtítulo de Memorias de una dama de palacio en la corte de Josefina y Napoleón Bonaparte. La autora, Madame de Rémusat, fue, en efecto, dama de compañía de la emperatriz Josefina y testigo de excepción de la evolución de la vida cortesana tanto en el Consulado como en el Imperio. Por desgracia, murió antes de poder completar su obra, dejándonos en 1808.

El matrimonio Rémusat fue afortunado y pudo entrar al servicio del Primer Cónsul Bonaparte en 1802. Fue favorecido por éste. Madame de Rémusat se convirtió en dama de compañía de Josefina de Beauharnais, la mujer de Napoleón, y su marido, Monsieur Rémusat, ostentó cargos en el palacio y en el gobierno hasta el final del Imperio. Fueron testigos de excepción de uno de los momentos más interesantes de la historia de Francia y Europa, del paso del Consulado al Imperio, y del auge y el declive de éste, visto desde dentro, como suele decirse.

Estas memorias tienen que ser leídas con ciertas precauciones, que la introducción y las notas de Roca-Ferrer hacen bien en recordar. Madame de Rémusat quemó muchos diarios, anotaciones y correspondencia cuando cayó el Imperio, por miedo a sabe Dios qué (aunque nos lo imaginamos). Luego, como tantos otros, si dije digo digo Diego y pasó a ser realista borbónica de toda la vida, claro que sí. Sus memorias, pues, aparte de un recuerdo y una anotación de la vida en la corte bonapartista, son también un manifiesto de descargo y justificación (yo no sabía, yo no fuí, yo hice ni más ni menos lo que los demás, nunca hice esto, etc.). Son, dicho de otra manera, la rúbrica de un notable cambio de chaqueta, necesario y forzoso para no perder el estatus ganado en tiempos imperiales.

Pero, dicho esto y tomando las debidas precauciones, la lectura de estas memorias es un caramelo para las personas interesadas en la época o el personaje de Napoleón. Presenciamos sus manías, sus caprichos, sus arranques de furia, el recreo en contemplar las peleas de los demás entre sí, sus dudas y desconfianzas, pero también sus arranques de generosidad. Contemplamos, no sin cierta sorpresa, algunas crisis nerviosas, incluso el miedo, del héroe imperial, al tiempo que sus pequeñas miserias. Descubrimos que no sabía hablar en público y que siempre tenía prisas. También que, forzado a instaurar un ritual monárquico, firmó la sentencia en que se condenó al aburrimiento. Las ceremonias imperiales y la vida cortesana, en efecto, aburrían en exceso a Bonaparte.

Pero también contemplamos las intrigas de los demás Bonaparte. En aquella corte volaban los puñales, que diría uno: maledicencias, rumores, acusaciones, celos, envidias... Josefina era (a decir de Madame de Rémusat) el objetivo de muchos de estos ataques, pero no el único. La política se mezclaba con la alcoba y el poder con la familia. Napoleón no lidió guerra más difícil que ésta y nos cuesta mucho creer que pudo salir vencedor de ella.

Para el público en general, contiene páginas muy interesantes y curiosas. Para el aficionado es una verdadera joya.

Paseo y para casa, que se hace tarde



Bartolo se lo estaba pasando la mar de bien yendo de angarillas de aquí para allá por todo el pueblo, acompañado por las autoridades civiles, militares y eclesiásticas (porque España es un Estado aconfesional y tiene que notarse en algo) y arropado por los pasodobles de la banda municipal. ¡Qué suerte tiene Bartolo al viajar sin el martirio de la chirimía en el cogote! Supongo que para martirio tuvo bastante con el suyo, el de morir despellejado, que ya es forma de morir, y que se puso serio con la chirimía, porque sufrir tormento una vez, vale, pero dos ya no. En fin, desconozco los intríngulis del caso.

La cuestión es que Bartolo sólo sufre hacia el mediodía del día 24 por culpa del señor rector, que obsequia a la parroquia con el sermón de la Fiesta Mayor, que no se acaba nunca. Pero compensa el desfile de la tarde, su última vuelta por el pueblo, que finaliza con una entrada en la iglesia donde forman todos los bailes y se queman todos los petardos y algunos fuegos de artificio. 



Ha sabido a poco, piensa Bartolo. Un paseo y para casa, que se hace tarde. Pero ya falta menos para el año que viene, ¿no?

Los bailes de chirimía



Ellos y ellas con el uniforme de baile tradicional.
Pastorcillos, arriba, y gitanas, abajo.
Están esperando fuera de la iglesia a que el señor rector acabe de una maldita vez con el sermón de la Fiesta Mayor, el sermón más irremisiblemente largo de todo el año. El autor sospecha que el pregonero de la Fiesta Mayor y el señor rector compiten por ver quién es capaz de hablar más tiempo seguido en su respectivo discurso cuando llega la Fiesta Mayor.

Los bailes de chirimía son los bailes que no gastan pólvoras. Suelen ir acompañados por chirimías, que aquí llaman gralles, un cacharro que hace un ruido espantoso, tambores y en algún caso las chirimías son sustituidas por gaitas, que, afortunadamente, no son tan potentes como las cornamusas escocesas o las gaitas gallegas y suenan más bajito que las chirimías (lo que tampoco resulta tan difícil).

Uno de los bailes de chirimías, delante de la casa de Bartolo.

Bailes de chirimías los hay con gigantes y cabezudos, muy celebrados. Este año corría una polémica sobre el orden en que deben desfilar los gigantes. No sé quién (no pregunté) elevó a las autoridades la siguiente afirmación: que en el baile de los gigantes desfile delante el gigante y detrás la giganta es machismo. Se montó la previsible reacción a favor o en contra de que eso fuera machismo o de que se invirtiera el orden del desfile. Los bailarines de los gigantes son todos varones, excepto los Cubanitos, que son movidos por bailarinas. 



Arriba, los gigantes de toda la vida, ella y él.
Los bailarines, todos varones.
Abajo, los Cubanitos, movidos exclusivamente por bailarinas.

Sea como sea, los gigantes de toda la vida llegaron a desfilar unos metros con la giganta delante, pero apenas unos metros. Se regresó muy rápidamente al orden tradicional heteropatriarcal etcétera. Los gigantes Moros y los Cubanitos ni se plantearon saltarse el orden por polémicas de género. Éstas, en Fiesta Mayor, con la juerga que lleva el público encima, mejor no tocarlas.


Evolución de los bailarines en el baile de bastones.
El bailarín le da a uno, al otro y al otro y corre, corre, para cambiar de pareja y volver a dar bastonazos. Así van haciendo, perseguidos por las chirimías.

Reproduciendo la Pasión de Cristo.
Un baile exclusivamente varonil, la moixiganga.

Eso me lleva a señalar que existen bailes masculinos y bailes femeninos, pero tengo que hacer algunas puntualizaciones. El baile de bastones, por ejemplo, era propiamente masculino, pero ahora hay un grupo de bailarinas que lo ejecuta. Los pastorcillos sigue siendo masculino, pero otros bailes son femeninos casi exclusivamente, como las gitanas o las pastorcillas (aunque en alguno interviene un varón, que hace las veces de jefe del harén). Por lo general, los bailes folclóricos tradicionales se llevan muy mal con el discurso igualitario de género, tan mal como la chirimía con un oído amante de la música.

Pero son bailes muy populares. El de bastones, por ejemplo... ¡llega a sonar en las discotecas! ¡Chirimías, en una discoteca! Tierra, trágame. Es que no soy indígena, sino turista de toda la vida, y eso marca la diferencia.

Las bestias




Las bestias, en Sitges, son dos. Uno es un dragón. Nació en 1921 como una bestia marina, pues salió del mar todo pintado de azul, casi como un cuadro de arte contemporáneo. Pero luego, con el pasar de los años, se tornó una bestia terrestre, dejó de ser azul y se tornó verde. Muchos indígenas recuerdan el dragón de color verde, porque era el dragón de toda la vida. ¡Qué sorpresa se llevaron todos cuando, al restaurarlo a fondo, recuperaron los colores y pinturas originales! Más de uno quedó patidifuso, pero el dragón sigue siendo igual de amado que antes, aunque haya salido del armario y resulte no ser un lagarto, sino un anfibio.

La segunda bestia es un grifo, que este año lucía un color naranja espectacular. Es mucho más moderna, pero su notable potencia de fuego y su agilidad en el baile ha hecho que sea admirada y querida. He dicho un grifo, porque parece que es lo que tendría que ser, aunque los indígenas digan que es una águila. Pero, claro, esa cola de reptil mitológico...




Ambos bailes cuentan con tambores y bombos como única música de acompañamiento. Se agradece la ausencia de chirimías, que cuando hay polvoras de por medio se demuestran innecesarias.

La cuestión es que el grito de Foc a la bèstia! (¡Fuego a la bestia!) es el más coreado cuando uno de estos bichos se detiene un momento para cargar las carretillas. Eso lleva su tiempo, el suficiente como para que se congreguen los chavales del pueblo justo delante y pidan fuego. 

Muy pronto son satisfechos.









Los fuegos de artificio


La verdad, en Sitges no se pueden quejar. Los fuegos de artificio que queman la noche del día 23 de agosto en honor de Bartolo son bastante buenos y hacen honor al santo. Los indígenas del lugar (cómo no) aseguran que son los mejores del mundo mundial, cosa que no sé yo, pero sí, son buenos.





Arde la Punta, queman la iglesia, mueran el Estado y la Religión...
Ay, no, perdón, que es la Fiesta Mayor, qué despiste.

Este año, para animar los fuegos de artificio, se empleó por vez primera un artefacto termonuclear, que fue muy apreciado por el público indígena, que siempre quiere más.

Con el transcurrir de los años, se han potenciado las emociones fuertes hacia el final, con mucho ruido, como es de menester, pero entre tanto se obsequia al personal con luces y colores y la tradicional quema de la iglesia, que, supongo, debe de ser una tradición anarco-sindicalista que se mantuvo (inexplicablemente) durante el franquismo y el pujolismo hasta hoy. Tiene mérito, porque en ambas tradiciones catalanas, los gobernantes son pacatos y beatos cursis en asuntos de religión.

Una constante en este particular acontecimiento de la Fiesta Mayor y que distingue al indígena suburense auténtico de uno que no lo es son los comentarios posteriores a la quema de los fuegos de artificio. Puede que admitan que no han estado mal, pero siempre tienen que encontrar... algo. Es frecuente el empleo de frases comodín como: Este año ha durado menos, Le ha faltado ritmo, El humo no lo dejaba ver bien, No sé yo, esos nuevos cohetes... Etc.



Pum pum pum catapún



A mí que no me vengan con cuentos. Las chirimías están muy bien cuando están en silencio, pero a las pólvoras hay que dejarlas hablar. No todo el mundo comparte mi opinión, y si la expongo delante de algunos indígenas puedo salir malparado, pero, honestamente, tengo que decirlo, la chirimía hace un ruido del demonio. Prueba de ello es que las orquestas sinfónicas y los grupos de música popular no la incluyen en su repertorio, y eso que han incluído cosas tan horribles como, por ejemplo, el saxofón o la acordeón.

Pero ¿de qué estábamos hablando? Ah, sí, de las pólvoras.

No hay Fiesta Mayor sin pólvoras. Las queman unos bailes y las queman la noche del 23 de agosto en un espectáculo pirotécnico de gran calibre, con unos fenomenales fuegos de artificio. 


La relación del pueblo con los bailes de pólvoras es muy singular. En especial, entre los adolescentes. Porque bailar bajo las chispas de las carretillas de los diablos o correr delante de las bestias se convierte en eso que los antropólogos llaman un rito de afirmación, de iniciación o de tránsito, depende de cada caso. En algo singular e importante para los chavales, vamos a decirlo que se entienda.


Por ello, las diversas pandillas de amigotes se visten todas con algo parecido a un uniforme (todos con la misma camiseta, con un mismo dibujo, etc.), un gorro de paja, unas gafas de sol de baratillo y un pañuelo (aunque estos dos últimos elementos no son del todo obligatorios). Así que viene un baile de pólvoras, se arriman al fuego para ver quién se atreve más, quién se lleva más quemaduras a casa, para presumir delante de la novia de valiente y osado. 

Es, como se ve, un clásico del estudio antropológico, un suceso relacionado íntimamente con el sexo y la violencia, atávico, elemental y parece que muy divertido.

Final de fiesta, la noche del día 24.
Esperando la última tanda de petardos y carretillas.

También tengo que anotar otra observación. Una generación atrás, no se paseaban las pandillas con uniforme. Sí que se cumplía el rito de ver quién se arrimaba más a las pólvoras, pero hace veinte o treinta años, no más, ese vestir todos con la misma camiseta no era lo habitual. Comenzó justo entonces y año tras año la idea de ir todos los amigotes con la misma camiseta cuajó. 

Foc a la bèstia!

También, por aquel entonces, el público pidió a los bailes de gigantes y a los diablos un poco más de fiesta la noche del día 24, una vez devuelto Bartolo a la iglesia, antes de regresar a casa. Ese bis es, ahora mismo, obligado.

Y si ahora preguntas, todos los indígenas responderían el típico Esto siempre ha sido así, que tan bien conocen los antropólogos de campo.

Algo se convierte en tradición mucho antes de que nos demos cuenta.

Los viajes de Bartolo


Regreso a Sitges, como cada año, por la Fiesta Mayor. Una fiesta que es, recordemos, en honor del santo patrón de la población, San Bartolomé, o Bartolo, para los amigos.

Bartolo pasa la mayor parte del año más aburrido que una ostra, esperando a que le saquen a pasear o le pidan que interceda ante el Jefe por uno u otro favor. En los tiempos que corren, trabajo de intercesión tiene realmente poco, pero el Gran Paseo de la Fiesta Mayor no se lo quita nadie, ¡nadie!

Bartolo de veintiún botones, listo para la excursión.

El día 23 de agosto, por la tarde, se disponen todos los bailes y las pólvoras para desfilar por la población, con el objetivo de ir a buscar a Bartolo para llevárselo de parranda. Los indígenas suburenses han dejado al santo en una especie de altar tirando a cursi, adornado con flores, motivos folclóricos y una fuente con chorrito a sus pies, un ingenio hidráulico de mucho mérito. 

Un pastorcillo adolescente recitando, a grito pelado, una loa a San Bartolomé.
El público indígena coreará los vivas al final del discurso.


Recordemos que el origen es una festividad católica y baile más católico que la moixiganga no hay. Representa los diferentes pasos de la Pasión del Cristo que, en esta fotografía, es el señor con barbas, arriba del todo, con un velón en cada mano. Es el baile de tradición más antigua de todos, pues se conoce que llegó a Cataluña hacia el siglo XVIII.

Así adornado es objeto de la reverencia y homenaje de todos los cuerpos de baile del desfile procesal. Las bestias y los diablos no quemarán pólvoras en la proximidad de Bartolo en señal de respeto, y algunos bailes hacen el numerito de subir a un niño o una niña que, haciendo las veces de un ángel, recitará un verso en honor del santo, que suele acabar con un ¡Viva San Bartolomé! y un ¡Viva la Fiesta Mayor! Los indígenas corean los vivas y los vítores con gran emoción y así van pasando los bailes, uno tras otro.

Esperan cerca del santo los pendoneros y los porteadores. Porque serán sus compañeros de parranda y porque su momento de máxima emoción y protagonismo está al llegar. En efecto, tan pronto ha desfilado todo el mundo a rendir homenaje a Bartolo, llega el momento de sacar las angarillas para llevárselo a dar una vuelta. 

La fotografía no hace justicia a la emoción de los indígenas.
Bartolo asoma a la calle y es recibido con vítores y aplausos.

Nunca había presenciado este justo momento hasta ahora. Uno de los indígenas elegidos tiene el grandísimo honor de tomar a Bartolo por debajo de los sobacos y llevárselo en volandas. Al salir a la calle, lo alza por encima de su cabeza y el público celebra la aparición con vivas a San Bartolomé, aplausos y lágrimas. 

¡Vamos de Fiesta Mayor, Bartolo!

Instalado sobre las angarillas, seguido por la banda municipal, que va tocando pasodobles (música de Fiesta Mayor por antonomasia), Bartolo sale por fin de su encierro y será llevado en angarillas hasta la parroquia, en la Punta, donde llegará después de anochecer, con repique de campanas y demás parafernalia.

Nuevos murales



Regresar a Sitges después de tanto tiempo siempre te depara alguna sorpresa. Como, por ejemplo, los murales que han pintado en el paso por debajo de las vías, cerca de la estación. Merece la pena verse antes de que lo estropeen algunos grafiteros.

Para ver mejor la imagen, se hace un clic encima y se amplía, me parece.

Asesinato en el Orient Express



Creo que no hará falta explicar el argumento de Asesinato en el Orient Express ni recordar que es una de las novelas más famosas de Agatha Christie. Una de las razones será que ha sido una de las novelas de esta autora adaptada para el cine con más éxito. Por supuesto, el protagonista es ese detective belga de grandes bigotes y cabeza de huevo, friolero, celoso de su fama, agudo observador de la psicología humana y, perdonen ustedes, un poco gafe. Porque si van de crucero por el Nilo, se suben a un tren, pasan el fin de semana en una mansión, hacen un viaje en avión o algo parecido y entre el reducido número de personas que comparten la experiencia está Monsieur Poirot, ojo, que alguien morirá.

La novela se tituló Murder in the Calais Coach (Asesinato en el coche de Calais, literalmente), porque el suceso sucede en ese coche del Orient Express. Fue publicada por primera vez en 1934. Dicen que la novelista se inspiró en sus viajes en ese expreso (el primero, en 1929) y en el caso Lindbergh, un secuestro de un niño que acabó en asesinato, que conmocionó a la opinión pública de su tiempo. Escribió la novela en Estambul, en uno de sus viajes.

Como creo que ya he dicho otras veces, me complace mucho distraerme con los intrincados casos que tiene que resolver Poirot. Leer de nuevo este clásico de las novelas policíacas (en su época,de misterio)  es siempre un placer.

Professional Personal Book Curator


Queridos lectores:

De nuevo, Metrópoli Abierta ha tenido a bien publicar uno de mis artículos. Se titula Professional Personal Book Curator y comienza por una tontería y acaba señalando otra. Espero que les guste.

La ristra del Gran Diccionario de Cocina de Alejandro Dumas


Queridos lectores:

Aquí tienen el enlace para una #RistraDeTuits sobre una gran obra literaria (y culinaria), el Grand Dictionnaire de Cuisine de Alejandro Dumas (o Alexandre, perdón). Espero que les guste.

Aquí tienen el enlace a Twitter:


La ristra del Museo de Arqueología de Cataluña


Queridos lectores:

Por si acaso me siguen en Twitter y no se han dado cuenta, he publicado otra #RistraDeTuits, sobre una visita al Museo de Arqueología de Cataluña. No pretende ser seria, pero ahí está.

En:

Una visita al Pabellón Barcelona











Fotos realizadas in situ por el autor con su teléfono móvil.
Merecerían una buena cámara y mucha más paciencia.