En 1975, Kodak puso a la venta la que podríamos llamar primera cámara digital. Tomaba una imagen y tardaba veintitrés segundos en cargarla en un cassette. Luego, la imagen podía reproducirse en un televisor. No hablemos de resolución ni de nada parecido, que la cámara no daba para tanto, pero queriendo o sin querer, ese trasto propinó una herida mortal a las películas de nitrato de plata.
Tanto es así que treinta y cinco años después va el señor Kauffman, actual propietario de Leica, y anuncia que la marca ya no fabricará en serie las Leica M de 35 mm. Quizá lo que acabo de decir les suene a chino, pero es el fin de una era, de una leyenda.
Porque una Leica M de 35 mm es el no da más de la fotografía, y también el oscuro objeto de mi deseo. Es cierto que Leica podrá fabricar algunos modelos de 35 mm a la carta y por encargo, y que las M seguirán en el altar de los aficionados, pero la electrónica ha podido con la química y la mecánica y el mundo ya no será el mismo.
La primera Leica es un prototipo de 1913 construido artesanalmente por el señor Barnak, que tuvo el mérito de cargarla con una película de cine estándar de 35 mm, que daba negativos de 24 por 36 mm (una relación de 2 a 3) y un total de 36 negativos por carrete. Pequeños negativos, una cámara ligera y portátil, una revolución en el mundo de la fotografía. Diez años más tarde, Barnak convenció a su jefe, el señor Leitz (hijo), óptico célebre, para que construyera esta cámara en serie. Leitz (hijo) aceptó y fabricó 31 ejemplares de la Leite Camera (cámara ligera, Leica I). En 2005 se pagaron 300.000 euros por una de estas cámaras, una marca en el mundo del coleccionismo fotográfico.
No sólo tuvo mérito la idea de la película de 35 mm, sino también una óptica modernísima y atrevida, un objetivo Elmar 50 mm f/3.5, y una mecánica que permitía velocidades entre 1/20 y 1/500 s, más una posición Z (de Zeit, tiempo), que permitía mantener el obturador abierto a discreción.
En 1930, apareció la Leica I Schraubgewinde, que permitía cambiar los objetivos. La gama era un 39 mm (el objetivo estándar), un 35 mm, un 50 mm y un teleobjetivo de 135 mm. Ese mismo año se inventó el flash y poco después aparecieron las películas en color de la mano de Agfa y Kodak. ¡Había nacido la fotografía moderna!
A lo que íbamos, Leica deja de producir en serie los modelos M7 y MP de 35 mm. Agfa pasó a mejor vida. Kodak dejó de fabricar la película Kodachrome el año pasado. Nikon hace tiempo que ya no fabrica cámaras de 35 mm (o conserva solamente un modelo profesional). Etcétera. Las cifras cantan: el 97% de la demanda de una Leica M reclama una Leica M9, el modelo digital.
Se acabaron las Leica, las Zeiss, las Voitgländer, incluso mi querida Nikon FM-2 tiene que contemplar el mundo desde la funda. Ya nadie se acuerda de cómo se carga un carrete, ni cómo se rebobina. Encontrar alguien que revele fotografías es un milagro. El chasquido metálico del disparador y las cortinillas es ahora una grabación digital y ya nada es lo mismo. La fotografía es ahora... virtual.