En 1942, don Josep Novau, pastor de la vecindad de Artesa de Segre, encontró en el campo una bomba de 100 kg rellena de trinitrotolueno (TNT). En el lugar se había librado una de esas durísimas y anónimas batallas de la Guerra Civil. El pepino que encontró don Josep cuentan que lo había dejado caer un avión de la Legión Cóndor sobre las filas republicanas. Váyanse a saber por qué, el pepino no estalló.
En época de escasez, tanto hierro eran unas pesetillas que no podían desperdiciarse. Don Josep y su padre, no sé cómo, arrastraron la bomba hasta la herrería del pueblo. Allá vendieron el artefacto explosivo, a peso. El herrero, del que no me consta el nombre, desmontó la bomba (ay, Dios, cómo lo haría) y fundió los ochenta kilos de hierro colado del petardo. Con ese hierro destinado a matar personas forjó una campana que le había encargado el señor cura, con la idea de salvar almas. La campana del obús (así la bautizaron los feligreses) sustituyó a la campana que habían robado y fundido las huestes rojo-separatistas (que era como se llamaban entonces), y allá quedaron los restos de la bomba, en la iglesia de Sant Bartomeu (San Bartolomé) de la Vall d'Arient. Me consta que se catalogó como una reliquia de guerra.
Hoy, la Vall d'Arient es un núcleo deshabitado del término municipal de Artesa de Segre, pero la iglesia se utilizaba de vez en cuando para sus cosas. Además, es un pequeño capricho románico del siglo XI. Hace unos días, un vecino que pasaba por ahí descubrió que alguien se había llevado la campana. Alguien o algunos. Según las pistas, un tipo escaló hasta lo alto del edificio y dejó caer la campana, que, al caer, dejó una huella en el suelo delante de la iglesia. Tuvieron que llevarse la campana con un vehículo, afirma la policía municipal, y seguramente los ladrones serían dos o más personas.
Se cree que robaron la campana del obús para destinarla al chatarrero y cobrar algún euro a cambio. La historia, pues, se repite: un gran pedazo de hierro abandonado, época de crisis y penurias... sólo que esta vez el hierro no lo ha encontrado un pastor, sino amigos de lo ajeno.
¿Quiénes han sido? Seguramente, una banda de inmigrantes, de ésos que roban cobre, hierro y lo que se tercie, dicen en el pueblo, porque se da por hecho que si alguien roba hierros ajenos, no es del país, sino forastero. Aunque los venda a un chatarrero del lugar, eso no importa. La cuestión es que nada bueno puede venir de fuera.
Algo así pasaría por la cabeza de los agentes de los mossos d'esquadra Manuel Farré Muñoz, Joan Salva Páez, Jordi Perisse Blanco, Fernando Cea López y Alejandro García Avilés, que el 27 de julio de 2006, sin previo aviso, sin identificarse en ningún momento como policías, se echaron encima del señor don Lucian Paduraru, un ciudadano rumano de veintiocho años de edad, que se ganaba la vida en la construcción. Le dieron una somanta de palos, pim, pam, y no tuvieron ningún reparo en apalizar al señor Paduraru delante de su mujer, embarazada. Le dieron de puñadas en el estómago y por todo el cuerpo y le pisaron la cara, para que se arrastrara por el asfalto.
Después de una buena tunda, insultos, amenazas de muerte si no se estaba quieto y demás lindezas, se llevaron al señor Paduraru y señora a la comisaría del barrio de Les Corts. Tanto en el coche como en la comisaría, prosiguió el maltrato. En un momento del interrogatorio, uno de los agentes, Perisse, metió una pistola en la boca del señor Paduraru y le dijo que iba a matarlo. Y que si, por un casual, el juez no le condenaba y salía de ésa sin pena de prisión, él mismo iría a buscarlo y lo pelaría con sus propias manos, que no sería la primera vez. La mujer del pobre hombre también fue concienzudamente humillada por los sujetos mencionados.
Estos hechos se recogen en la causa y condena de los policías, y se dan por probados. La cuestión es que los cinco policías confundieron al caballero con un ladrón de pisos que empleaba métodos violentos, que era, cómo no, también rumano. Ésa fue su excusa. El señor Paduraru sintió en su propia carne un trato policial que creía olvidado por dejar atrás a Ceaucescu, y la experiencia le ha dicho que se está mejor en casa que no en tierra de cafres. Ha regresado a Rumanía, donde ahora trabaja como albañil, lejos de la brutalidad policial de los nuestros.
Los policías fueron condenados por la Audiencia de Barcelona en 2008. Los jueces fueron severos, pues el caso merecía una pena ejemplar. Farré, Salva y Perisse, a seis años y siete meses de cárcel por delitos de torturas, lesiones y detención ilegal, dos años y tres meses de cárcel para Cea y una multa por malos tratos a García.
Un año más tarde, el Tribunal Supremo rebajó en un año y diez meses la pena de cárcel contra esos tres fulanos, Farré, Salva y Perisse, pero no rebajó la condena de Cea. Además, sentenció a seis meses de prisión por un delito de coacciones a García.
Pero ¿saben lo mejor? Ninguno ingresó en prisión. Porque la condena no se ejecutó a la espera de un indulto del Gobierno de España. El indulto llegó este viernes.
Hay para llevarse las manos a la cabeza. El indulto se justifica alegando que existen nuevos datos (sic) y que estas novedades (que no se sabe qué novedades son) no fueron conocidas por los jueces cuando dictaron sentencia. Como sólo García estaba condenado a más de dos años de prisión, sólo éste iba a pringar, que dicen, pero la decisión del Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio de Justicia (Gallardón), deja la cosa como sigue. En primer lugar, nadie cumplirá una condena de más de dos años, lo que equivale, en la práctica, a no ingresar en prisión. En segundo lugar, se suprime la inhabilitación por dos años de suspensión para empleo o cargo público. El Ministerio de Justicia explica que esta medida supone, y copio, el reingreso al servicio público por parte de los cinco agentes, pues habían perdido su condición de funcionarios debido a la ejecución de la pena de inhabilitación. En vulgar, nada impide que los cinco vuelvan a ejercer de policías pasados dos años, si no hoy mismo.
¿Por qué...? El ministerio habla de investigaciones policiales posteriores que han aportado nueva y valiosa información con relación a los hechos. Lo dicho: esa información no se tuvo en cuenta en el fallo del tribunal sentenciador.
¿Qué información? ¿Qué pistas? ¿Qué investigación? ... Se sigue argumentando que esa información, aportada tanto por el Ministerio del Interior como por la Generalidad de Cataluña, el historial de los condenados (que sería bonísimo, se supone, aunque no se explica) y, cito, la gran cantidad de apoyos y adhesiones al indulto motiva esta decisión de reducir sus penas y dejar la puerta abierta a esos cinco personajes para que vuelvan a ser policías.
No es la primera vez que el Gobierno de España indulta total o parcialmente abusos de los mossos d'esquadra, que es el cuerpo de policía con más denuncias por maltrato por agente de España (con el permiso de alguna policía municipal que no anda lejos). En la comisaria de Les Corts, además, se han repetido varios casos de maltrato y agresión contra detenidos. Etcétera.
Déjenme ser malo y suponer maldades. Luego, si quieren, acúsenme de lo que quieran. Yo creo que la información era que el señor Paduraru era rumano, un inmigrante. Si en vez del señor Paduraru hubiera sido, no sé, el señor Matas, ése que se ha agenciado un millón de euros facturando trabajitos a la Asociación Catalana de Municipios que no valían un comino, ése que es ahora vicepresidente de la Diputación de Barcelona y que es un sinvergüenza de tomo y lomo, otro gallo cantaría. ¿Tocar a uno de los nuestros? ¡Ni hablar del peluquín!
Quien dice el señor Matas, podría ser algún miembro de la familia Carulla, que ha robado millones a Hacienda (que somos todos)... Bueno, sí, no los han pagado, me dirán, y eso no es lo mismo que robar... Y una mierda.
¿Qué me dicen del señor Prat, ése que es presidente del ICS? ¿Qué hay del escándalo del Ayuntamiento de Reus y el Grupo Innova? ¡Cuántas autoridades implicadas...! De Millet y Montull mejor no hablar. Siguen yendo a los mismos clubes de tenis y restaurantes, y aquí no ha pasado nada. Allá está el señor Millet, veraneando en Menorca, en la misma cala que Artur Mas, con quien hasta hace poco compartían cenas al aire libre y ahora hacen ver que no se conocen, para disimular. ¿Qué me dicen de Prenafeta, de Alavedra, del alcalde de Santa Coloma...? ¡Qué panda de chorizos! ¿Se acuerdan del escándalo que se montó porque se vieron esposados en televisión, de lejos y apenas un segundo? En cambio ¿quién protesta cuando aparece esposado un negro?
Al señor Paduraru le partieron la cara y nadie dijo nada. Nada. Era rumano, eso lo explica todo. Sólo instalaron cámaras en la comisaría de Les Corts cuando el apalizado fue un nativo del lugar, un estibador del puerto que había organizado una de buena en la discoteca Bikini, poco después de lo sucedido al señor Paduraru y señora. Tres mossos fueron condenados por maltratar al estibador en la comisaría y qué mala suerte, el tipo era de Barcelona. Eso sí, los tres mossos también recibieron un indulto del Gobierno de España y ninguno pisó la cárcel.
Ya verán como al final la culpa es de Madrí, que firma indultos a porrillo.