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Caravaggio, por Villena



Leo todo lo que cae en mis manos sobre Caravaggio. Hace poco, conseguí Caravaggio (en verdad, Caravaggio, exquisito y violento) que ha publicado Cabaret Voltaire. Es una reedición, revisada y un tanto ampliada por el autor, del Caravaggio que publicó Planeta en 2000. 

He leído las biografías de Robb, Langdon, Graham-Dixon y Friedlaender, y una buena colección de ensayos, alguna novela... En ningún caso he tropezado con la profundidad y el certero análisis de Villena, que (lo digo sin ánimo de ofender) no es más que un caravaggista aficionado. Por eso mismo, prescinde del ensayo convencional y se lanza a una reflexión personal sobre el pintor. Muy personal. Pero también documentadísima, que conste. Dándole vueltas al personaje desde una reflexión íntima y con la libertad de la que se ven privados los historiadores, Villena llega adonde no llega ninguno de sus biógrafos.

El resultado no es un libro de referencia, pero sí un libro que hay que leer, que no es lo mismo. Porque sabiendo que no podrá contribuir a la ciencia o la historiografía, intenta comprender al pintor y busca describir una personalidad tan compleja y tan oscura como la de Caravaggio. Siendo poeta, Villena alcanza una profundidad en su análisis, y una clarividencia, que no ha dejado de sorprenderme y admirarme.

Caravaggio, además, tiene otra virtud. Puede leerse (y disfrutarse) sin conocer a Caravaggio, dejándose llevar por la literatura. Está muy bien escrito, es emocionante, da en qué pensar, nos descubre muchas facetas del arte y la vida sobre las que habíamos pasado sin prestar atención... Es, en suma, un libro muy bueno, que recomiendo leer. 

Ítaca, errores comunes


Qué podemos esperar de nuestros políticos, si son como son. 

Fíjense en el caso de Ítaca, la que fuera isla y hogar de Odiseo (Ulises, para los amigos). 

En Cataluña, gracias a la combinación de Cavafis (o Kavafis), Riba, Llach y los conciertos del tardofranquismo, la gente habla de Ítaca como de la sublimación nacional de Cataluña. Si cambian Ítaca por Jauja, El Dorado, Uthopos, Jerusalén o Disneylandia será lo mismo y podrán hacerse a la idea de su profundo significado. 

La portada del LP de Lluís Llach Viatge a Ítaca.

La canción El Viatge a Ítaca, durante la Transición, reclamó libertad, amnistía para los presos políticos y Estatuto de Autonomía. Cuando llegó la Constitución se quedó en lo que era, una bella canción. Ahora se canta como si nuestra Ítaca fuera la independencia de Cataluña y Llach quisiera hacer llover.

En suma, cuando un político catalán habla del viaje a Ítaca, habla de una canción de cuando los grises, sin haberse leído el poema de Cavafis y sin haberlo comprendido en la mayor parte de las veces (lástima, porque es un poema notable). No le pregunten por Homero, que luego pasa lo que pasa. Por ejemplo, esto:

Unió Democràtica de Catalunya (UDC) se presenta a las elecciones marcando distancias con la lista única-unitaria del presidente Mas. Escogen como número dos de la lista al señor Rodríguez, y el señor Rodríguez va y habla ante la prensa. ¡Lo que dice!

El señor Rodríguez, disertando sobre Homero.

Lo que es peor, luego lo ponen por escrito en las noticias de www.udc.cat. Nadie se molesta en corregirlo... o quizá nadie apreció el fallo (lo más seguro). Traduzco las palabras del señor Rodríguez:

Dije en ese momento que los billetes para ir a Ítaca se vendían en Madrid. Y todavía es así. [...] Puede que alguno no se haya leído todavía la Ilíada, porque en el viaje de Ulises, cuando llega a Ítaca, llega solo. Todos sus compañeros murieron por el camino. Esperemos que otros tengan más suerte. Ésta es la historia.

Brillante. Brillante, digo, porque no sé qué Ilíada leyó el señor Rodríguez: El viaje a Ítaca se describe en La Odisea


Dos de cada tres


Hay veces en las que el interés de los ciudadanos parece estar muy lejos de saber quién va a ganar y quién va a perder en las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña. 

Las recientes encuestas publicadas en varios periódicos nos indican que dos de cada tres catalanes creen que la independencia de Cataluña no es posible. Si no es posible, quizá pudieran entenderse mejor los gobiernos de España y de la Generalidad de Cataluña, me dirán, pues qué remedio les queda. 

¡Quiá! Dos de cada tres catalanes también piensan que esas relaciones ya no hay quien las arregle, que se han puesto los dos gobiernos a cara de perro y que de ésa no salen. A la hora de poner nombres y apellidos, dos de cada tres catalanes creen que Mas es culpable de esta situación y cuatro de cada cinco que Rajoy también lo es.

Dicho que se entienda, la mayoría de los catalanes piensan que nos han dejado el país que da pena y que no se adivina quién podrá arreglarlo.

Ahora ya sabemos por qué razón la escultura que se encuentra frente al Parlamento de Cataluña se llama Desconsol (Desconsuelo), obra de Josep Llimona, 1907.

Il Ritorno del Jedi (Gran Premio de Hungría 2015)


Vettel, tuiteado por la Scuderia Ferrari.

Después de una breve pausa, ha vuelto la Fórmula 1 con el Gran Premio de Hungría, en Hungaroring, un circuito muy bonito, pero muy estrecho, donde adelantar es un poema y donde siempre aprieta el calor. No es el circuito preferido de nadie, pero es de ésos que marcan estilo. 

En este intermedio, Jules Bianchi ha muerto, después de meses de hospitalización en coma. Hacía muchos años que no moría un piloto en una carrera y la noticia ha causado la natural conmoción.

Todo señalaba a otro fin de semana de color plata Mercedes-Benz. Conformes con lo inevitable, hemos visto una salida que parecía un sueño. Los dos Ferrari se han colado y de qué manera. Durante gran parte de la carrera, han sido primero y segundo. Lástima que Raikkonen haya tenido que abandonar por culpa de un fallo del motor. Lástima. 

La carrera se ha visto salpicada de incidentes. El alerón del bólido de Hulkenberg se ha desintegrado solo en la recta de tribunas y ha dejado la pista llena de cositas. Ha tenido que salir el coche de seguridad y se han sucedido los incidentes, pinchazos, topetazos, adelantamientos, sanciones... Un festival del que el primer Ferrari (Vettel) se ha librado por los pelos. 

Sólo cruzar la meta, Vettel ha dedicado la victoria a Bianchi, todavía con el casco puesto y dando la vuelta de honor.

En resumen, ha ganado un Ferrari (Vettel), los dos Red Bull han acabado de llenar el podio y los Mercedes-Benz han acabado sexto y octavo. El notición ha sido que los dos McLaren, después de este circo de incidentes, han acabado en zona de puntos: Alonso, delante de un Mercedes-Benz (quinto) y Button (noveno) justo detrás. Sólo que hubieran acabado hubiera sido noticia, pero acabar así, por mucha casualidad que digan, tiene mérito.

Ahora sólo resta esperar a que la victoria de Ferrari sea el retorno, no un asomo. Eso es esperar mucho.

Como en Londres



El otro día me sentí extraño. Ni bien ni mal, más bien que mal, pero extraño. Hice un viaje en metro, nada extraordinario ni fuera de lo común. Iba distraído, en mis cosas (leyendo, cómo no) y fue alzar la vista y sentirme extraño. Forastero. Todo el vagón lleno de chanclas, pantalones cortos, piel rubicunda color gamba y voces en inglés pronunciadas como si mascaran chicle. Guirilandia. El imperio de los guiris. 

Un vistazo alrededor me bastó para descubrirme único entre vikingos, normandos, francos, britones, yanquis, nipones, germánicos, eslavos y bálticos. El único mediterráneo a bordo, a bote pronto. Ya me sentía raro en anteriores viajes, sosteniendo libros mientras el público guasapeaba o mataba marcianitos con el teléfono móvil, pero esta vez, además, me creí perdido en el metro de Londres. Y no, no era Londres, era Barcelona.

Eso lo descubrí al salir a la superficie. Seguía siendo mi ciudad. Qué susto me llevé.

Los avances de la ciencia (del pedo)


Como dijo un filósofo español, la ciencia avanza que es una barbaridad. Los periódicos del verano traen estos días una noticia que podría revolucionar nuestras vidas, una noticia que, como todas las noticias verdaderamente importantes, ha pasado desapercibida. 


Se trata de una empresa británica que ha conseguido un tratamiento del algodón que filtra el mal olor de los pedos. Así, tal cual. La marca es Shreddies (http://www.myshreddies.com/) y se anuncia como The Original Shreddies Flatulence Filtering Underwear (la ropa interior que filtra las flatulencias). Según cuentan, el éxito del invento se basa en un tejido llamado Zorflex.

El uso de esta ropa interior está recomendado para personas con algunas enfermedades crónicas del aparato digestivo, pero también para personas sometidas a estrés o que comen desordenadamente, por ejemplo, que somos casi todos los demás. Porque cuando sucede eso, el riesgo de un pedo maloliente se incrementa demasiado. 

La mayor parte de los gases de un pedo son metano y dióxido de carbono, más el aire tragado, todos gases incoloros e inodoros. Si todo fuera eso, el pedo quedaría en un gracioso sonido, a veces sólido y rimbombante, a veces triste, pero en todo caso inofensivo. No es el caso.


Son las pequeñas trazas de azufre y de otros compuestos las que provocan los malos olores. Cuantos más carbohidratos complejos, más pedos, y entre éstos, los oligosacáridos son los que proporcionan más gases por gramo. A poco que se cuele un poquito de azufre, un poquitín así de nada, así que una cadena de aminoácidos se rompa malamente... El olorcillo desagradable a mantequilla rancia será causado por el ácido butírico procedente de las grasas y ese tufo a infierno de huevos podridos vendrá directamente de los sulfuros de hidrógeno. Etcétera, toda una ciencia, la del pedo. 

Para combatir estas pestes, se optó por investigar la acción de los filamentos de carbono. En la 86.ª Conferencia Mundial del Instituto Textil, hace unos años, se presentó un estudio de la Universidad de De Montfort donde se decía que esos filamentos de carbono eran capaces de eliminar los sulfatos y los derivados del etileno tan efectivamente que podían filtrar un olor doscientas veces (sic) más intenso que el de un pedo medio. La vida media de esos filamentos era de dos a tres años y The American Journal of Gastroenterology publicó la noticia. 

Poco después, Shreddies ha lanzado sus pijamas, sus pantalones tejanos y su ropa interior de algodón con filamentos de carbono que absorben el tufo de las flatulencias. Sus pestilencias quedan atrapadas y neutralizadas (sic) y después de un pase por la lavadora, eso filamentos carbónicos vuelven a estar activos. Albricias.

Look Good, Feel Good, es uno de los lemas de las campañas publicitarias de Shreddies. Sus clientes habla de una idea fabulosa, de prendas con mucho estilo, de un producto muy necesario... y aseguran que este maravilloso invento puede salvar un matrimonio. Se acabaron aquellas escenas de alcoba en que después de un cuesco él o ella aventaba las sábanas para que el cálido aliento de las tripas abandonara el lecho conyugal. 


Prendas del catálogo de Shreddies, vistas por la parte de la salida de gases.

No todo van a ser parabienes. Ahora, con Shreddies, se acabaron los cuescos inconvenientes y silenciosos, esos traidores gases que procuraban tanto solaz en las reuniones sociales, pues ¡qué divertido era contemplar el disimulo del prójimo al tiempo que arrugaba las narices y buscaba con la mirada, desesperada y airada, al responsable de semejante perfume! 

Y digan lo que digan, a la que uno se baja los calzoncillos o las braguitas para cumplir con los deberes conyugales corre el riesgo de impulsarse a reacción, dejando escapar gases de combustión copulatoria, incontenibles y alguna vez inoportunos. El llamado pedo de joder (perdón) está ya descrito en anónimos medievales y tratados de medicina humanista, y se relaciona con el mover de las tripas propio del acto sexual. El imprevisto obsequio en esas lides, aderezado con la falta de costumbre, podría provocar graves crisis en la relación de pareja. Pronostico que los psicólogos bien pronto se enfrentarán al Síndrome de Peer, que reduce la frecuencia copulatoria en parejas poco acostumbradas a peerse libre e incondicionalmente, asiduas a los Shreddies.

Ahora mismo, las braguitas o los calzoncillos Shreddies se venden a unas veinte libras esterlinas la unidad, aunque puedes comprar paquetes de tres o de cinco con descuento. Su difusión a gran escala nos privará del imborrable recuerdo de un cuesco de ascensor, y nadie protestará por ello.


Lo siento, pero no


Hay maneras de decir que las encuentro inconvenientes. Por incómodas, o por mal dichas.

La victoria del Frente Democrático para la Reunificación de la Patria está siempre garantizada en una de las pocas elecciones plebiscitarias hoy en vigor en el mundo. También es una lista unitaria.

Por ejemplo, cuando el señor Mas habla de una lista unitaria, o única, para presentarse a unas elecciones plebiscitarias, me recuerda la del Frente Democrático para la Reunificación de la Patria, que acaba luego eligiendo al Presidente Eterno en elecciones siempre plebiscitarias. Es una asociación automática, ésa es la verdad. Me hace reír, por no llorar, porque podrían haber escogido otra manera de decir lo mismo. Dios, qué torpes.

No, no, ¡Dios nos libre de elecciones plebiscitarias! Pero este mal empleo del lenguaje pronto abandona lo cómico para devenir trágico, si no patético. 

La nueva izquierda nacional-lista única.
Retrato robot que corre por las redes.

En recientes declaraciones, el señor Mas afirma que todo aquél que no le vote a él votará en contra de Cataluña (sic) y el señor Homs, que trabajará en la coordinación de la campaña electoral, afirma igualmente que los otros (sic) no tienen legitimidad democrática (sic), siendo los otros los que no votarán a esa lista que quisieran única (ésa y ninguna otra), pero que será sólo única (porque no habrá otra igual, afortunadamente). Y las hay peores, mucho peores.

No hay que darle demasiadas vueltas para llegar a una y única conclusión: Son cosas feas de decir, cuanto menos. Feas. Muy feas. Las diga quien las diga, feísimas. 

Si además se piensan, tenemos un serio problema encima de la mesa. 

A estas alturas del cuento, tendré que votar a favor de los catalanes, aunque eso signifique votar en contra de Cataluña. Prefiero ayudar a los primeros que alimentar a la segunda. 

Especialmente, cuando ésta no es más que una ideología racista y carranclona diseñada para ocultar la destrucción sistemática del Estado del Bienestar y una estratagema para perpetuar el poder de una mafia, que las cosas hay que llamarlas por su nombre. A los hechos me remito.

Quizá votaría a favor de otra Cataluña, la que forman tantos catalanes y tan diversos todos, abierta y cosmopolita. Pero, ahora mismo, no me verán dándole alas a una ideología que encarna exactamente lo contrario de lo que creo y defiendo. No.

Lo siento, pero no. Ni tengo ganas ni me apetece. Y ya está, no hay más que decir.

Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (y V)


Finalmente, la carrera espacial la ganaron los astronautas norteamericanos. El 16 de julio de 1969, la misión Apollo XI culminó con el aterrizaje del módulo lunar Eagle en el Mar de la Tranquilidad. Los astronautas Armstrong y Aldrin pasearon por la Luna durante más de dos horas y media mientras Collins se lo miraba desde la órbita lunar, en el módulo de mando Columbia.

Así, cuando Armstrong pisó la Luna y dijo aquello de un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad (también dijo luego un montón de palabrotas)... ¿llevaba un Omega Speedmaster consigo?

Aldrin, presumiendo de Omega Speedmaster.

¿Por qué lo pregunto? Porque cuentan que se lo había dejado en el módulo lunar. Así, con dos. Suerte que su compañero, Aldrin, sí que lo llevaba atado a la muñeca y así los de Omega pudieron presumir de las fotografías de un astronauta paseando por la Luna con un Omega Speedmaster.

A partir de ese momento tan emocionante, el Omega Speedmaster se convirtió en el Moon Watch, o Reloj de la Luna, y todo el mundo lo conoce por ese nombre. Todos los astronautas que pisaron la Luna (excepto, quizá, Armstrong, el primero de ellos) llevaron encima un Omega Speedmaster.

El Omega Speedmaster, parte del equipo de un astronauta.

Y dejó aquí la carrera espacial desde el punto de vista de los relojes. En parte, porque vendrían los tiempos modernos y los relojes digitales (los primeros, por cierto, soviéticos), y en parte porque ya está bien de dar la tabarra.

Sólo me queda señalar una cosa. Todos estos relojes de los que he hablado durante tanto tiempo, el Sturmanskie, el Breitling Navitimer Cosmonaute, el Poljot Strela y el Omega Speedmaster eran relojes mecánicos ¡de cuerda!

La razón es evidente. Digitales no eran, todavía no. ¿Por qué de cuerda, habiendo automáticos? Porque en situación de ingravidez, los relojes automáticos no cargan. El juego del contrapeso que da cuerda al reloj funciona gracias a la gravedad. En el espacio o en la Luna, no funcionaría. Así que, señores, mejor de cuerda y andando.

Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (IV)


Hemos visto como Breitling y luego Omega se pelearon por ser el reloj de los astronautas y hemos visto que la NASA organizó un concurso para seleccionar el reloj de los astronautas. Pero los soviéticos no tenían tantos remilgos y su filosofía fue mucho más simple.

Los primeros en abandonar la nave y darse una vuelta por el espacio fueron, una vez más, los cosmonautas soviéticos. El 18 de marzo de 1965, Alexéi Arjípovich Léonov hizo la primera caminata espacial, que duró 12 minutos y nueve segundos, sujeto a la nave por una correa de poco más de cinco metros. 

El grado de improvisación de los soviéticos quedó en evidencia cuando Léonov descubrió que se le había hinchado el traje en el vacío y que no cabía por la puerta para regresar a la nave. Tal cual. Así que abrió una válvula, dejó escapar un poco de aire y se desinfló. Si no, ahí se queda. Eso no lo había hecho nadie antes, lo de abrir un válvula ahí afuera, disfrazado de Bibendum de Michelin, y que sobreviviera a la experiencia dice mucho de la suerte que tuvo.

¿Qué reloj llevó Léonov consigo al espacio exterior? ¿Uno que había superado las durísimas pruebas de los laboratorios soviéticos? No. Llevó consigo uno que le habían regalado, un reloj de aviador, de la familia del Sturmanskie de Gagarin, un Strela (en ruso, flecha).


El Strela había aparecido en los catálogos de la Primera Fábrica de Relojes del Estado (PFRE-Moscova) en 1959. Era un cronógrafo basado en el calibre 3017 de la PFRE-Moscova, que, a su vez, era una copia modificada del Venus 150/152 que los soviéticos habían comprado a los suizos en los años cincuenta. Dicen que fue uno de los primeros cronógrafos soviéticos. En 1964, el modelo se llamó Poljot Strela. 

Pues un Strela llevaba en la muñeca Léonov cuando se descubrió imitando a Bibendum en el espacio exterior. No pasó pruebas de resistencia ni nada por el estilo. Era un reloj soviético y estaba muy por encima de esas tonterías occidentales. Aguantó, porque los relojes socialistas eran mucho más baratos e igual de buenos que los relojes de los decadentes capitalistas suizos (a los que compraban todos los diseños que podían). Ésa era la versión oficial, que ponía al Strela a la altura de cualquier Speedmaster. A partir de ese momento, todos los cosmonautas soviéticos llevaron relojes Poljot en la muñeca.

Los cosmonautas soviéticos llevaban consigo los Poljot, los únicos relojes que había... y fueron siempre la mar de bien. Véanlo en el brazo izquierdo del astronauta.

En honor a la verdad, hay que reconocer que los soviéticos se gastaron muchísimo menos dinero que los norteamericanos en los relojes de la carrera espacial.

Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (III)


Después del éxito y la visión comercial de Breitling con Scott Carpenter, el avispado astronauta yanqui, Omega se mosqueó. 

Porque Omega tenía unos relojes cronógrafo, los Speedmaster, que se habían convertido en habituales entre los astronautas... ¡y tuvieron que escoger al único que llevaba un Breitling! ¡También es mala suerte! 

El primer calibre de un Speedmaster (el 321 de Omega) había sido diseñado por Albert Piguet justo después de la Segunda Guerra Mundial. El Speedmaster había salido a la venta por vez primera en 1957, como reloj deportivo para automovilistas, y pronto se convirtió en el reloj de las Olimpiadas. Era un reloj famoso y de prestigio. 

Entramos en el terreno de la leyenda. Cuando comenzó la carrera del espacio, Omega tuvo una brillante idea. Nunca se ha podido corroborar, pero se dice que Omega se plantó en la principal relojería de Houston, Texas, la ciudad donde entrenaban los astronautas, y la llenó de Speedmasters. Los astronautas comenzaron a comprar relojes Omega Speedmaster y los publicistas de Omega cruzaban los dedos esperando a ver su reloj orbitando la Tierra. Entonces Breitling... Ay, qué rabia.

Seleccionado para la gloria.

No se rindieron. Insistieron tanto y de tal manera en certificar sus relojes para su uso en el espacio que, al final, la NASA organizó un concurso en el que participaron Breitling, Rolex, Longines-Wittnauer, Hamilton (que se presentó con un reloj de bolsillo) y Omega. Los relojes tenían que soportar estas duras condiciones:

Resistir 48 horas a 71 ºC seguidas de media hora a 93 ºC. 
Lo mismo, en el vacío.
Cuatro horas a 18 ºC bajo cero.
Quince ciclos de 45 minutos a 71 ºC seguidos de 45 minutos a 18 ºC bajo cero al vacío.
250 horas a temperaturas entre los 20 y los 71 ºC en un ambiente con una humedad relativa del 95%.
48 horas en un tanque de oxígeno (sólo oxígeno) a 71 ºC y un tercio de atmósfera de presión.
Seis golpes de 40 Gs de 11 ms (milisegundos) en diferentes direcciones.
Una aceleración lineal de 1 a 7,25 Gs en 333 segundos. 
Resistir 1,6 atmósferas durante una hora.
Resistir tres ciclos de media hora de vibraciones de 5 a 2.000 Hz con un impulso mínimo de 8,8 Gs.
Finalmente, resistir media hora de un ruido de 30 decibelios entre los 40 y los 10.000 Hz.

El astronauta no iba a llevar el reloj puesto durante las pruebas, por si acaso.

Lo que les costó la certificación... No lo sabe nadie.

Ganó el Omega y el 3 de marzo de 1965 un Omega Speedmaster realizó el primer vuelo como reloj certificado por la NASA. Pocos meses más tarde, Ed White salió de su cápsula y pasó un rato flotando por el espacio con un Omega en la muñeca. Cuentan que los relojeros de Omega se llevaron una sorpresa morrocotuda, porque no creían que el reloj fuera a resistir. Pero ¡qué campaña de publicidad montaron después...! Ahí ganó Omega la certificación EVA de la NASA.

Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (II)


Sí, Gagarin fue el primer hombre en orbitar la Tierra. Un cosmonauta soviético. 

Los norteamericanos se llevaron un disgusto con la hazaña de Gagarin. Un disgusto así de grande. Así que no se lo pensaron dos veces y se fueron donde los nazis. Éstos dijeron que tenían un cohete que esta vez no iba a reventar, palabra de honor. Luego se fueron donde los astronautas.

Los cohetes Mercury Atlas enviaron al espacio a dos astronautas en 1961, a Alan Shepard (el 5 de mayo de 1961) y a Gus Grissom (el 21 de julio de 1961), pero ninguno llegó a orbitar la tierra. Que se sepa, ninguno llevó relojes consigo, aunque la cápsula de vuelo llevaba tres relojes digitales en el panel de instrumentos. (Ésos no cuentan en esta historia.)

John Glenn, entrando en la cápsula espacial. 
Con un poco de vista, descubrirán el Tag Heuer que llevaba consigo.


El Tag Heuer de Glenn, en un museo de San Diego.

Tuvieron que esperar unos meses para superar a Gagarin. El 20 de febrero de 1962, John Glenn completó (al fin) tres órbitas a la Tierra, que hizo en 4 horas 55 minutos y 23 segundos. Glenn no llevó consigo un reloj, sino un cronógrafo de pulsera. No marcaba la hora, sino que contaba minutos, segundos y décimas de segundo. Con él hizo la cuenta atrás del lanzamiento con su Tag Heuer 2915A, que la NASA había escogido porque le pareció que soportaba la enorme aceleración del despegue. En verdad, porque lo tenían a mano.

Ahí lo tienen, el Breitling Navitimer Cosmonaute.

El primer reloj de un astronauta (no de un cosmonauta) tuvo que esperar unos meses. Lo llevó encima Scott Carpenter, el 24 de mayo de 1962, y era un Breitling Navitimer, al que luego llamaron Breitling Navitimer Cosmonaute (que no Astronaute, qué cosas), por eso de la publicidad. ¡Qué casualidad! Navitimer es en inglés lo que Sturmanskie en ruso, poco más o menos.

¿Por qué escogió el Breitling Navitimer? Scott Carpenter era piloto de caza antes de ser astronauta y llevaba consigo un Breitling Navitimer con una esfera de doce horas (dos vueltas al día de la manecilla horaria). Cuando lo seleccionaron como astronauta, Scott Carpenter se puso en contacto con Breitling y les preguntó si no le harían un Navitimer con una esfera de veinticuatro horas (una vuelta al día de la manecilla horaria). 

En 1961, Breitling sacó un Navitimer con el número de referencia de siempre, el 806, pero con una esfera de veinticuatro horas y el logo de la Asociación de Pilotos y Propietarios de Aeroplanos (AOPA) impreso en el dial. Las tripas del reloj eran las de cualquier otro Navitimer, un calibre Venus 178.  

La publicidad de Breitling no se hizo esperar.

Poco después, en junio de 1961, se registró el nombre Cosmonaute y nació el Breitling Navitimer Cosmonaute, con la referencia 809. No siempre aparecería la palabra Cosmonaute en la esfera, lo que vuelve locos a los coleccionistas. Tres días antes del despegue, Scott Carpenter recibió su Breitling Navitimer Cosmonaute y se lo puso para hacer su viaje orbital, que salió bien. 

A los demás relojeros suizos les pilló una indigestión. Especialmente a uno, a Omega.

Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (I)


Hoy en día, se cuentan por docenas los relojes homologados para irse a dar una vuelta por el espacio exterior. Docenas, y no exagero. En parte, porque entre las misiones Soyuz, las estaciones espaciales orbitales y los vuelos en lanzadera lo de ser astronauta ya no es lo que era. Pero hubo un tiempo en el que ser astronauta no era moco de pavo, y nos remontamos a la carrera del espacio entre soviéticos y norteamericanos. 

Como todo el mundo sabe, una de las principales razones por las que unos y otros andaban a la greña fue que los soviéticos llamaban cosmonautas a los astronautas, que decían los norteamericanos. En español, ha tenido más éxito astronauta, pero hay que reconocer que cosmonauta tiene su gracia, es una bella palabra. Etimológicamente, el astronauta navega entre los astros y el cosmonauta, entre el orden de las cosas. ¡Qué bellas palabras! 

Me he desviado del tema. Al principio, los soviéticos iban por delante en la carrera del espacio. Sus cohetes eran mejores y estaban diseñados por ingenieros soviéticos. Los norteamericanos, en cambio, tenían que adaptarse a la ingeniería de los científicos nazis que habían convencido para que trabajaran para ellos después de la Segunda Guerra Mundial. Mientras los soviéticos hacían volar hacia el cielo cohetes cada vez más potentes, los norteamericanos hacían volar por los aires cohetes cada vez más impredecibles.

Yuri Gagarin, a punto de convertirse en Héroe de la Unión Soviética.

En estas condiciones, los soviéticos pusieron el primer satélite artificial en órbita, el Sputnik, y poco después, al primer mamífero, la perrita Laika (que acabó mártir del socialismo, porque nadie había previsto hacerla regresar sana y salva). En 1961, como los norteamericanos comenzaban a fabricar cohetes que ya no explotaban, los rusos se dieron prisa y enviaron el primer hombre al espacio, a un oficial del Ejército del Aire llamado Yuri Gagarin. El primer cosmonauta.

A la pregunta de si iba a acabar como Laika, le respondieron con unas palmaditas en la espalda y le dijeron que no, hombre, que no, que no tenía por qué preocuparse. Lo encerraron en la cápsula, cruzaron los dedos y dispararon el cohete. Los más optimistas calculaban la posibilidad de supervivencia equivalente a la de sacar cara o cruz echando una moneda al aire, no más de la mitad. Eso, con suerte, repito.

El equipo de Gagarin era, a su manera, una improvisación. Nadie, nunca antes, había hecho nada parecido y los soviéticos se las apañaron con trajes de vuelo adaptados, cascos reciclados y cosas así. Les fue bien, la verdad sea dicha. Pero ¿y el reloj? 

Un Sturmanskie soviético. Un objeto de colección.

Gagarin llevó uno encima, al espacio exterior, que había sido un regalo del Ejército del Aire, un Sturmanskie. Este reloj lo regalaban los militares a los mejores pilotos y Gagarin había sido uno de ellos. El 12 de abril de 1961, enviaron a Gagarin a convertirse en Héroe de la Unión Soviética. Afortunadamente, no lo fue a título póstumo y pudo vivir para contarlo. Su Sturmanskie, también. Fue el primer reloj en dar una órbita a la Tierra.

El Sturmanskie lo fabricó la firma relojera Poljot (se pronuncia Poliot y en cirílico se escribe a saber cómo), que fue fundada en 1930, en el primer Plan Quinquenal, como la Primera Fábrica de Relojes del Estado (PFRE). Los primeros relojes de la Poljot (que todavía no era Poljot) se fabricaron con las máquinas de dos empresas de relojes norteamericanas que se habían ido a pique con el crack de 1929, la Ansonia Clock Company of Brooklyn, de Nueva York, y la Dueber-Hampden Watch Company, de Canton, Ohio. También contrató a algunos relojeros de estas fábricas (en paro) para que fueran a la Unión Soviética y enseñaran a fabricar relojes a los obreros soviéticos. Una purga después, en 1935, y el nombre de la empresa había cambiado a PFRE-Kirova. 

En la Segunda Guerra Mundial, la fábrica fue evacuada y trasladada, no la pillaran los alemanes. La parte que se fue a Chistopol, donde los tártaros, en el quinto pino, allá se quedó y se convirtió en la Vostok, una marca que todavía existe, y que entonces se dedicó a fabricar relojes para el Ejército de Tierra. La otra mitad regresó y se instaló en Moscú, siendo ahora PFRE-Moscova.

Al final de la guerra, los soviéticos requisaron relojes y maquinaria de Glashütte, en Sajonia, y no se lo pensaron dos veces a la hora de copiar relojes. En 1959, bajo la marca Sekunda, comenzaron a venderlos en Occidente. Mucha Guerra Fría, pero en el mundo de los relojes, el negocio es el negocio.

El Sturmanskie comenzó a fabricarse en 1952. Sturmanskie, en ruso, quiere decir navegador, el que marca el rumbo y dice dónde estamos ahora. Era un reloj para aviadores, pero no estaba pensado para el espacio. Gagarin se lo llevó consigo porque era su bien más preciado y porque le hacía ilusión, razones muy técnico-científicas, como se ve. 

El reloj sobrevivió a la prueba sin ningún problema y se hizo famoso. En 1964, en honor a Gagarin, la fábrica de relojes fue a llamarse Poljot. Ahora sí, Poljot. El desmembramiento de la URSS también significaría el fin de Poljot, aunque sus relojes siguen produciéndose en Vostok (la competencia) y otras marcas rusas.


Los surcos del azar


Creo que ya lo he dicho antes alguna vez, que no soy lector de tebeos. Perdón, de cómics, o de novelas gráficas. Pero esta vez he de quitarme el sombrero ante una gran obra. ¡Bravo!

Se trata del tebeo (perdón, novela gráfica) de Paco Roca, Los surcos del azar, que publicó Astiberri Ediciones en 2013. En mis manos, la 4.ª edición, de 2014.

Que es una grandísima obra no lo digo yo, sino más gente. Así, por ejemplo se ha llevado las siguientes (y merecidas) distinciones: Premio Zona Cómic al mejor cómic nacional de 2013, Gran Premio Romics (Roma, 2014), Premio a la mejor obra de autor español en el Saló Internacional del Cómic de Barcelona 2014, Premio de la Crítica 2014 a la mejor obra nacional, Premio de la Crítica 2014 al mejor guionista nacional y Finalista al Premio Libro del Año concedido por el Gremio de Libreros de Madrid. Ahí es nada y espero no haberme dejado alguno más en el tintero.


Contiene escenas conmovedoras, tiene ritmo, su estructura está logradísima, está muy, pero que muy bien documentada, y sigue un largo etcétera de razones técnicas que avalan una gran obra. Pero, además, ha conseguido emocionarme y se puede incluir entre los mejores libros leídos este último año (y créanme, no han sido pocos). 

La recomiendo, vivamente.

Historia torcida de la literatura



Principal de los Libros publicó en 2010 Historia torcida de la literatura, de Javier Traité. Por razones que no vienen al caso, ha caído en mis manos, la he leído... y me lo he pasado muy bien.

Javier Traité es librero y éste, su primer libro como autor. No lo parece. En verdad, me ha hecho reír hasta en el autobús, donde uno tiene que disimular un poco para no atraer las miradas de unos pasajeros tan aburridos...

No vayan a pedir peras al olmo. La Historia torcida de la literatura es un cachondeo y no quiere ir más allá. Traité se ríe de los grandes dioses de la literatura universal y de sus grandes obras. A veces, con grosería y siempre con irreverencia. Quizá no les guste la grosería, pero la irreverencia es imprescindible. Siempre he dicho que, si no podemos reírnos de algo, es que no es serio. Por lo tanto, mejor echarnos unas risas a cuenta de los libros que no ponernos transcendentales buscándole tres pies al gato al significado semántico-existencial de una novela insoportablemente pesada donde un tipo come una magdalena y no se atraganta de milagro. ¡Eso no es leer! Leer es pasárselo en grande o no es leer.

Los que hemos leído algo, recordaremos viejas lecturas y nos reiremos con Traité. Entre lectores, hay juegos de palabras que se escapan al menos avezado. Los que no leen, quizá lean a Traité y quizá, quizá, se atrevan a leer luego algo más. Un servidor, por ejemplo, ya siente curiosidad por un par de obras mencionadas en el libro, que todavía no ha leído. Todos, quién más, quién menos, querrán reírse a cuenta de cuán burros podían llegar a ser algunos escritores que tenemos en lo más alto del altar de la literatura.

Me lo he pasado en grande especialmente con las referencias a los escritores franceses del siglo XIX, y he echado en falta a muchos escritores, pero ¡hay tantos...! Ya les digo: no es una gran obra, pero entretiene. Eso, en los tiempos que corren, es mucho y bueno. Además, lo quieran o no lo quieran, detrás de la risa se amaga siempre una reflexión y en este caso, el amor a los libros.

Lo maté porque era... ¡un extraterrestre!


Los marcianos son para el verano.

Ah, el periodismo estival. Es el mejor, sin duda, el que ofrece las noticias más interesantes. Lástima que tengamos que enredarnos con tanta política últimamente, y tan mala, porque esa sobreabundancia de griegos negociando los términos de la extorsión a la que se ven sometidos y tantos políticos catalanes discutiendo sobre la actividad, inactividad, hiperactividad o condición civil de sus candidatos aburre al más pintado. Nos hemos perdido las noticias habituales del verano, ésas en las que un tiburón es visto en las playas de nuestra costa y resultó ser un merluzo, por ejemplo, que son, ¡sin ninguna duda!, las mejores del año.

Lástima del ruido, decía, pero quien busca, encuentra, y ha llegado a mis manos una noticia de la página de sucesos que merece ser narrada. ¡No tiene desperdicio! Vamos allá.

La noticia está fechada en el pasado 10 de julio y la trae un periódico argentino, La Arena. Los sucesos, sin embargo, no son tan recientes, pues se remiten a 2014 en su mayoría.

El protagonista de la historia se llama Alberto Tavernise, es argentino, afincado en Santa Rosa, en la calle Schmidt. El sujeto, de edad 59 años, herrero de oficio y aficionado a la caza (ya verán de qué tipo), frecuentaba un lugar del oeste de la pampa argentina, a veinte kilómetros de Luan Toro, donde (ay) se suceden avistamientos de luces extrañas y hechos difíciles de explicar (sic). De hecho, don Alberto hacía tiempo que acudía al lugar, atraído por esos hechos difíciles de explicar y se obsesionó con ellos.

Luego pasó lo que pasó.

Aquí tienen uno, pillado por un radar de la Guardia Civil.

Hace pocos días, después del follón que organizó, acudió a los periodistas de la capital, pese a que los miembros de su familia (cito) le han pedido que le afloje al tema y deje de andar diciendo de aquí para allá que tuvo un enfrentamiento con los extraterrestres y que logró matar a uno de ellos. Pero don Alberto, erre que erre, en ello hasta el final.

Al parecer, en 2014 ya comenzó a ver cosas en Luan Toro. Acudió varias veces y no tardó en confesar al periodista que un buen día salió a cazar... extraterrestres. Así, tal cual.

El señor Tavernise se situó en un apostadero que tenía conocido. No era la primera vez que acechaba a los marcianos y venía bien provisto de escopetas, llevaba consigo todo un arsenal. Esta vez se iban a enterar de quién era don Alberto, pardiez. 

Declaró don Alberto al periódico que:

Siempre venían de la izquierda [del apostadero]. Yo sentía el movimiento atrás del apostadero, algo que iba y venía. Pasaban por debajo del apostadero, yo los sentía. [...] Son chiquitos, de 1,20 de altura aproximadamente, ojos ovalados, no emiten sonido pero tienen olor, se mueven como autómatas y parece que usaran un traje gris. La huella que dejan en el piso es muy extraña, con tres dedos hacia adelante y una suerte de espolón, que se hunde en el terreno, hacia atrás.

Don Alberto no estaba dispuesto a que los marcianos se llevaran la victoria a casa.

Y él estaba esperándolos. Venid, venid... Fue en octubre, cuando vinieron y se le echaron encima. Cinco o seis. Y don Alberto se lió a tiros. 

Pim, pam, pum. 

Vació todas sus armas en esos bichos (así los llama siempre el señor Tavernise) y en medio de la balacera, zas, ¡ay!, le da a uno y lo derriba. A decir de don Alberto, cerquita del apostadero que le servía de refugio. Pero don Alberto, después de la ensalada de tiros, tenía tanto miedo en el cuerpo que no se atrevió a salir hasta que se hizo de día. 

Oh, qué gran contrariedad... El bicho ya no estaba ahí. Don Alberto explica por qué a los periodistas: porque (cito) bajaron los platos voladores y se llevaron el bicho que yo había matado. Así, con un par. Prueba de ello es que afirmó haber encontrado el rastro del aterrizaje de dos platos voladores, porque en ciento cincuenta metros a la redonda estaba todo chamuscado y sucio de algo que definió como negruzco y de contextura gelatinosa (qué asco). Viendo el percal y la que se había liado, salió por piernas para (eso se dijo entonces) no volver.

Eso fue en octubre del año pasado. Hacia finales de año, siempre según la declaración ante la prensa, don Alberto Tavernise se armó de valor (y de un par de escopetas) para volver al campo de batalla. ¿Y qué le ocurrió esta vez? Agárrense y no se lo pierdan: ¡fue abducido!

Para los no iniciados en esto de la ufología, que fuera abducido quiere decir que los extraterrestres lo secuestraron y le hicieron un examen anal, no digamos más. Hora y media estuvo sometido a una experiencia (cito) traumática y cargada de imágenes atemorizantes. El tipo regresó a casa que daba pena y tardó en recuperarse de la impresión. La familia llamó a la policía. Fue interrogado por los agentes locales: dónde ha estado todo este tiempo, qué le ha ocurrido, cuéntenos la verdad y no se venga con milongas, que ya somos mayorcitos. 

Para disimular y sostener intacta su hombría, antes que confesar el acto de sodomía al que fue sometido, don Alberto no tuvo más ocurrencia que sostener que se había liado a tiros con unos extraterrestres, que había matado a uno de ellos y que (atención) ¡se lo había llevado a casa! Y ahí lo tenía, en el congelador, para quien quisiera verlo.

(Naturalmente, no lo enseñó a la policía.)

Corrió la voz y se lió bien gorda. Bien pronto don Alberto se vió asediado por ufólogos de toda clase y condición, encantados de poder hablar con él y deseosos de echarle un vistazo al extraterrestre abatido a tiros por el sujeto. Fue tal el follón que se organizó en el lugar que un día se presentó en casa de don Alberto un comisario de la policía, que poco después se las tendría con el jefe de la policía local. Quizá fuera un conflicto de competencias, quizá fuera que el policía local le dijo al comisario del distrito que no valía la pena liarla parda por un pobre loco. 

Con la policía discutiendo sobre el caso y la muchedumbre de curiosos acosándole, don Alberto Tavernise no tuvo otra que acudir a relatar los hechos ante la policía judicial, que levantó acta de su testimonio. Los ufólogos ven un cierto parecido con lo ocurrido hace treinta años al winifredense Julio Platner, a quien todos recordamos con añoranza, pero don Alberto hizo algo que no habían hecho ni el winifredense ni nadie antes, y esto es un registro formal de una confesión de asesinato... de un extraterrestre. ¡Ahí queda eso!

El acta policial se firmó el 27 de enero de este año en la Seccional Primera de Policía de Santa Rosa. No tiene desperdicio. Copio, literalmente, tal cual está, el acta firmada por don Alberto Tavernise, afincado en Santa Rosa, en la calle Schmidt, de edad 59 años, herrero y asesino confeso de seres de otro planeta:

Que son sus deseos exponer que el año pasado (2014), en el mes de febrero, fue a cazar a un campo, con autorización, el cual está ubicado a 20 kilómetros de Luan Toro, siendo que un día cuando se hallaba en el apostadero, en varias oportunidades sentía movimiento, y oía ruidos extraños alrededor del mismo, ya que hace doce años que casa [sic], le pareció anormal, hasta que el día 09/08/14, horas 00.00 aproximadamente, lo rodean cinco extraterrestres, de 1.20 metro de altura, cuatro dedos, y un talón en los pies de 15 centímetros, aproximadamente, de los cuales dos ingresan debajo del apostadero, y cuando intenta dispararles lo durmieron, desconociendo cómo, y al despertar ya no estaban más.

Que posterior a esto en varias oportunidades tuvo contacto con estos seres, y en un momento tuvo un enfrentamiento con uno de ellos, donde lo abatió, disparándole aproximadamente 14 ó 15 tiros con el fusil [¡!]; al acercarse a 40 metros de donde estaba el ser caído, se acercan tres más hacia donde estaba éste, que ante la situación atina a cambiar el cargador, lanza dos bombas de humo, para cubrir la retirada, y se aleja del lugar, regresando cuando estaba amaneciendo, apreciando que ya no estaban.

[Le pegó quince tiros, siguió disparando, les lanzó bombas de humo... ¡Qué batalla!]

Después del abatimiento del ser, se acercaron al lugar dos platos voladores, uno frente al apostadero, a 120 metros de distancia, y otro a 200 metros; donde luego de esto se recolectaron los residuos de la combustión del mencionado objeto, y lo entregó a [...], quien adujo entregárselo al forense [...], para su análisis, y otra fue enviada al Citefa, de Villa Martelli.

Que después de un tiempo regresó al apostadero, más precisamente el sábado 7 de noviembre (de 2014), donde se posiciona un plato volador arriba del mismo, y lo secuestran, durante una hora y media encontrándose dentro de un lugar desconocido, solo llega a observar rayas blancas y negras simétricas, y luego lo colocan en una banqueta del apostadero, donde solo puede ver un ciervo que está tomando agua, en un charco que está a 60 metros de distancia, el cual sale corriendo rápidamente.

Que a raíz del secuestro estuvo 15 días con los ojos abiertos de noche y de día, ya que no podía cerrar o abrir los ojos del dolor, motivo por el cual fue asistido por un médico neurólogo, clínico y oculista. Así mismo agrega que a raíz de esto estuvo durante un mes y medio con dolor de cabeza y en los ojos. 

Que es todo cuanto tiene que decir al respecto, y radica la presente a los efectos de dejar constancia. 

Firmado, etc.

Apasionante, ¿no les parece?

Reíd, reíd, que si luego resulta que sí...


¡Feliz cumpleaños!



Un amigo mío dice que prefiere mil veces la Revolución Americana a la Revolución Francesa. Sus argumentos son poderosos, pero la estética, ¡ah, amigo, la estética...! Frente a la estética, se rinden hasta los más descreídos.

La Revolución Francesa cumple años el 14 de julio, rememorando ese 14 de julio en el que el pueblo de París tomó la ciudadela de la Bastilla, inaugurando a cañonazos la Edad Contemporánea.

En suma, resumen y conclusión, ¡Vive le France! ¡En avant, mes amis! Y feliz cumpleaños.

Esquí en la Diagonal


En Barcelona, el invierno es noticia.

Me contó un amigo muy metido en meteorología que en Barcelona no tenemos invierno. Según parece, para que haya invierno han de pasar diez o quince días seguidos a menos de tantos grados centígrados (no recuerdo los detalles), algo que no sucede en Barcelona, o que sucede de uvas a peras, una vez cada tantos años. No, no tenemos invierno. Y cuando lo tenemos, apenas unos días, el mundo se acaba y la ciudad se va al traste. ¡Y ya no les digo las contadas ocasiones en que nieva! El fin del mundo.

En resumen, por suerte o por desgracia, los barceloneses no conocemos el invierno. Bueno, sí, de las películas. Algunos de haber ido a esquiar, pero no aquí al lado, sino lejos; en los Pirineos, lo más cerca, unos centenares de kilómetros más o menos de la ciudad. 

Paisaje típico invernal barcelonés.
Arco del Triunfo, por donde pasarán los atletas victoriosos.

Pero... Pero tenemos una clase política que no nos la merecemos. O lo que es peor, es posible que la merezcamos. Porque fue uno (el alcalde Hereu, del PSC) y apuntó a Barcelona a la lista de ciudades candidatas a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. Así, con dos bemoles. 

Esquí de fondo en Paseo de Gràcia con la Gran Vía.
El público aplaude fervorosamente a la esquiadora del equipo nacional.

El pitorreo fue general, pero los partidos políticos ¡se lo tomaron en serio! Hubo debates de ésos en los que parece que los contendientes se van a arrancar los ojos, hubo aplazamientos, concesiones, pactos, se declaró que los Juegos Olímpicos de Invierno iban a favorecer a la ciudad... Ya saben: instalaciones, promoción turística, inversiones en infraestructuras... Porque los juegos iban a ser en Barcelona, ¿no? ¡Naturalmente! ¿También las inversiones? ¡Hombre, claro!

El PSC perdió la alcaldía y la ganó CiU. ¿Qué creen que ocurrió? Pues ¿qué iba a ocurrir? Que Barcelona dejó de ser candidata a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022... ¡y se convirtió en candidata de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2026! ¡Toma ya!

Donde ahora está el MNAC, se instalarán los trampolines para los saltos de esquí.
Ríanse de los de Año Nuevo.

A base de ir esperando, igual nos llega el invierno, pensaron los insignes munícipes. Además, seguro que en campaña electoral alguno prometió traer el invierno a casa o ya se imaginaba esquiando en la Diagonal. Más de uno, a la chita callando, frotábase las manos pensando en los contratos de publicidad, representación y propaganda que conlleva una candidatura olímpica, da igual que descabellada. Quizá el dinero fuera la madre del cordero de una promoción olímpica a todas luces insensata. ¿Que quieren los Juegos Olímpicos de Invierno en Jaca o donde sea de los Pirineos? ¡Adelante! Contarán con todo nuestro apoyo. Pero en Barcelona... Esto será una broma, ¿verdad?

Continúa la prueba de esquí de fondo en el Paseo de Gràcia.
Aquí Kenopago Hipoteka, representante del equipo griego, avanzando hacia la medalla de bronce.

No era ninguna broma e iban gastándose los euros en el despropósito. Pocos o muchos, ni se sabe, pero allá se perdían para siempre. Como sólo importan los avatares de la transversalidad unitaria de la sociedad civil formada por políticos desactivados, algo tan peculiar quedó en segundo plano. Como siempre, nos perdemos lo mejor, aunque andamos sobrados de surrealismo en política y a estas alturas ya nos creemos todo.

En éstas, CiU va y pierde la alcaldía. La señora Colau, que ahora ejerce de alcaldesa de Barcelona, dijo que eso de los Juegos Olímpicos de Invierno era una gilipollez (no lo dijo así, pero la entendimos perfectamente) y, en consecuencia, retiraba la candidatura de la ciudad de Barcelona.

¡Menos mal! ¡Una cosa sensata que oigo, al fin! Pero ¿creen ustedes que será éste el fin del cuento? Pues, no. 

Consta que don Cristóbal Colón sostendrá la antorcha olímpica.

La señora Colau es alcaldesa de milagro. Gobierna en minoría absoluta, con once regidores entre cuarenta y uno. Los otros seis partidos representados en el Ayuntamiento (¡seis!) quieren arrancarle las tripas, comenzando por CiU (diez regidores), que hizo muy mala digestión de su derrota. Van a por ella, lo haga bien o mal, y cuando anunció que enviaba la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno a freír espárragos vieron la ventana abierta para echársele a la yugular. 

Ha faltado tiempo para que una coalición a favor de esquiar en la Diagonal formada por CiU, ERC y PSC hayan forzado a discutir en un pleno esta decisión de nuestra alcaldesa. Un pleno extraordinario monográfico, ahí es nada. 

El gobierno de la Generalidad de Cataluña, como si no tuviera suficiente lío, también se ha sumado a la queja. Por lo visto, los políticos en activo que quedarán desactivados por una lista transversal de la sociedad civil que forman políticos inactivos no tendrán dinerillos para escaparse a Andorra (a esquiar, naturalmente) y si ahora les quitan la pista de esquí de la Diagonal, ¿adónde irán?

A ver en qué acaba todo esto. Pero, de verdad les digo, en mi casa, la política es un vodevil. Un vodevil. Es imposible tomársela en serio. 

¿Qué es un político en activo?


¿Qué es un político en activo? Esta pregunta, que parece (es) idiota, es la que estos aciagos días está removiendo toda la politiquería catalana. Todos, del presidente de la Generalidad de Cataluña al último tertuliano del país, se preguntan lo mismo. Peor todavía, todos responden a la pregunta y se quedan tan contentos, y no sé qué es peor. Yo mismo, sin ir más lejos, he caído en la trampa y aquí me tienen. Lamentable. 

¿A santo de qué se pregunta todo el mundo que es un político en activo? Ahora verán. 

La gallina Turuleta, a punto de enfrentarse a su fatal destino.

La política catalana es como una gallina decapitada, que ha perdido la cabeza pero corre y corre y no para de correr. Sólo que una gallina del tamaño de un tiranosaurio, que arrasa allá por donde pasa. 

(Me he ahorrado poner imágenes de gallinas decapitadas, para evitar mareos.)

Los partidarios de declarar la independencia de Cataluña tuvieron la idea de convertir las elecciones autonómicas al Parlamento de Cataluña en unas elecciones plebiscitarias, como las de Corea del Norte o la República Democrática Alemana. Porque en los países donde la política no es como una gallina descabezada corriendo suelta, eso de las elecciones plebiscitarias se considera cosa de regímenes autoritarios. Para sumar voluntades (sic), se propuso formar una lista única transversal (¡otra vez la palabreja!) de todos los partidarios del plebiscito. ¡Sumar voluntades...! ¡Como si todos fueran a una!

La idea surgió del presidente Mas, que va perdiendo votos a cada paso que da, y teme perder el poder. Un poder que ERC quiere para sí. En el fondo de todo este asunto se ha desatado una guerra a muerte y sin cuartel para ver quién manda en Cataluña a partir de ahora. 

¿Quién separó del cuerpo la cabeza de la gallina Turuleta?
No quiero saberlo, pobrecita.

Si para mandar hay que jugar a ver quién la dice más gorda, se juega. Desde el Estatuto del 3% que se practica este deporte en la política catalana. La pelota va haciéndose gorda, gorda, cada vez más gorda, y tonto el último, al que le reviente en las narices.

Por eso llevamos no una, sino muchas listas únicas (unitarias, también). Ya he perdido la cuenta. La primera, la que propuso Mas como lista del presidente. ¡Todos conmigo! Así disimulo que CDC está cada vez peor, que UDC se nos va, que Pujol sigue dando guerra, que mi gobierno ha sido un completo desastre... En fin, nada como envolverse con patrias y banderas para hacer ver que aquí no ha pasado nada. A esta lista, evidentemente, ERC dijo que no, porque ERC estaba entonces superando a CiU en todos los frentes y quería ser CiU en lugar de CiU. 

De lista en lista y tiro porque me toca. Muchas listas después, cuando parecía que al final iban a presentarse por separado, cada uno con su propuesta nacional y perdiendo votos entre todos, juntos o por separado, el presidente Mas (la gallina descabezada más imprevisible del corral) lanzó la pelota... ¿A quién? A la sociedad civil. Es decir, a tres agrupaciones en particular: Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional de Cataluña (unos 40.000 socios cada una, y no todos pagan, más simpatizantes) y una asociación de municipios, AMI, sin finalidad práctica, que como está formada por políticos en activo (sic) ahora no cuenta. El resto de asociaciones del país, aunque cuenten con más socios que toda esta gente junta, hace tiempo que ya no son sociedad civil. Por ejemplo, el Club Supertrés.

¿Qué han respondido estas asociaciones? Han propuesto una lista sin políticos en activo. Así, tal cual, con dos bemoles. Y transversal y lo que haga falta. A la idea se han sumado ERC y la CUP, pero CDC (que no UDC, que ya se ha ido), no parece estar por la labor, porque... 

Porque, vamos a ver, todos nosotros, que somos diputados y cargos públicos, ¿vamos a irnos al paro, así como así? ¿No era la lista única un mecanismo para seguir en la poltrona, disimulando nuestra pertenencia a CDC? 

Porque, dirá el presidente Mas, yo dije que no la encabezaría para que se viera que no estaba interesado en mandar, pero ¡sí que estoy interesado en mandar! ¿Qué pretenden? ¿Sacarme de en medio? ¿A mí?

Le han respondido desde ERC y la CUP que no se preocupe, que no hace falta que salga en la lista. Porque cuando se vea que la lista única tiene mayoría en el Parlamento de Cataluña, dicen, no se escoge presidente (que ha de ser forzosamente diputado) y así Mas sigue en la poltrona como presidente en funciones. Quizá se proclame algo, quizá no. Eso ya se discutirá (¿?). Entonces, se vuelven a convocar elecciones (¡!) y ahora sí, ahora se presenta cada uno con su lista porque ya queda claro que serán elecciones constituyentes. O no. Que las elecciones las carga el diablo y si ahora ganas, ahora pierdes.

Por eso, supongamos que esa lista unitaria se queda a un paso de la mayoría. Porque eso podría ser, no se descarta. Entonces, ya me dirán. Sesenta y pico diputados que serán... ¿Quiénes serán? Monjas antivacunas, futbolistas, cantantes, friquis... Durante cuatro años, aguantando mecha. Y los diputados de CDC, ERC y la CUP, mirándoselo desde la barrera, sin esos asientos que han estado calentando tanto tiempo. ¿Estarán dispuestos a correr el riesgo?

(Una respuesta: ¿han contratado esos partidos la propaganda electoral para el 27 de septiembre? ¿Todos a una o cada uno por separado?)

O quizá ganen. Imaginen que gana esa lista. ¿Con qué tanto por ciento de los votos? Da igual, dirán algunos. Entonces, ¿de nuevo elecciones? ¿Otra vez? ¡Qué horror! ¿Y si dicen que no, que nada de elecciones? Porque esa gente tan variopinta puede salirse por la tangente y allá cada uno con su voto y entonces ya verán ustedes qué sarao se monta.

Un follón.

Por eso se preguntan todos qué es un político en activo, por ver si pueden colar a alguno de los suyos en esa hipotética lista, para tenerla bajo control, y ahí está la respuesta de Mas a esta cuestión. 

El señor Cuní, correveidile del Grupo Godó, el más subvencionado de todos los grupos de comunicación del país, entrevistó a la gallina decapitada number one, y ésta dijo, sobre las listas sin políticos en activo (textual):

Se dice: mejor que no haya políticos en activo. ¿Qué quiere decir un político en activo? ¿Un político en activo es uno que dice: yo me ofrezco a incorporarme a una lista unitaria y ya no me volveré a presentar más? Éste ya no es un político en activo y pasa a ser otra categoría de político.

Ah, vale. Además ¡la gente se lo toma en serio! ¿No les parece genial? 

Pero ¡vaya respuesta! Según la teoría masiana de la actividad en política, los diputados de cualquier partido político que pueden perder su escaño en las próximas elecciones, ¿son políticos en activo? Pues, la verdad, no sabría decirlo. Según la teoría masiana de la actividad en política, un político que ejerce ahora un cargo público ¡podría ser un político inactivo! Y podría presentarse a la reelección. No entiendo nada.

Por otro lado, si uno se presenta en una lista electoral, ¿no pasa a ser político en activo? Ergo, una lista electoral sin políticos en activo ¿es posible? ¡La madre...!

En suma, amigos míos, ¿es esto serio?

Coc, coc, coc... diría la gallina, si no fuera que anda decapitada.