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El interrogatorio de Pietro Paolo


En 11 de julio de 1597, los esbirros de la Curia de Roma interrogaron a Luca, hijo de Marco, barbero y cirujano. Don Marco tenía la barbería en la vecindad del Campo Marzio, cerca de Sant’Agostino. Al parecer, el aprendiz de don Marco, Pietro Paolo, se había metido en un buen lío por darle una somanta de palos a Angelo Zanconi, músico. Había sido cerca de la barbería, entre la via del Pozzo delle Cornacchie y la via della Scrofa. Luca explicó que la capa del músico (en verdad, un capote o ferraiolo) había aparecido en la barbería porque allá la dejó un tal Michelangelo Merisi, de Caravaggio, pintor. A decir de don Marco y de su hijo, Luca, el personaje se había encontrado el capote por ahí tirado y creyó reconocerlo. Fue con él a la barbería, para devolvérselo a Pietro Paolo, pero ¡quiá! ¡Qué iba a ser de él! Los esbirros cruzaron una mirada. ¿Michelangelo Merisi? Conocían al sujeto y se interesaron por él, no fuera también a estar metido en la trifulca, que era jaranero y follón.

Cuatrocientos años más tarde, en 1997, Sandro Corradini y Maurizio Marini publicaron el documento, rescatado del Archivio di Stato di Roma. Formaba parte del proceso de los esbirros de la Curia contra Pietro Paolo. Se concluyó que el de Caravaggio no tuvo nada que ver con la paliza; por esta vez, acaso pasaba por ahí. Gracias a las actas de los interrogatorios, hoy sabemos que Michelangelo, Luca y Pietro Paolo se corrían juergas juntos y que don Marco, apretando los dientes, había cosido más de una vez al joven Caravaggio, que tenía grande afición a meterse en disputas.

Treinta kilómetros de archivos ocultan muchos secretos, y Francesca Curti, una estudiosa y paciente investigadora, ha dado al fin con la declaración de Pietro Paolo, que no se conocía, y la que se ha organizado. Se ha publicado aprovechando la exposición Caravaggio a Roma. Vita dal vero (Caravaggio en Roma. Su auténtica vida), que muestra al público los documentos originales del Archivio di Stato, y de otros archivos, ésos que mencionan a Caravaggio y que suman muy pocas líneas. En su mayoría, se trata de fichas policiales o transcripciones de interrogatorios, porque Caravaggio era de natural jaranero y peleón y se metía en entuertos, cuando no en líos, con tanta facilidad como pintaba un lienzo. Con más facilidad, ya puestos.

El documento traerá cola porque Pietro Paolo dice de Caravaggio (traduzco): En Cuaresma hizo un año que lo conocí. Practicaba entonces en el estudio de un pintor de la calle que sube hasta la Scrofa.

Sabemos quién es ese pintor, Lorenzo Carli, siciliano. Sabemos que Michelangelo Merisi fue su aprendiz durante unos meses, recién llegado a Roma. Tal dice Bellori, uno de sus primeros biógrafos. Lorenzo era un pintor mediocre, que pintaba santos para los devotos y copiaba madonne por encargo. Michelangelo era más grande que todo eso y lo dejó pasados unos meses. Fue a parar al estudio de Giuseppe Cesari, donde su genió tropezó con la ruindad del nuevo maestro, un canalla. Enfermó, Cesari le abandonó, pasó unos días entre la vida y la muerte en el Hospital del Oratorio y malvivió de vender cuadros de flores y frutas por cuatro perras, para poder comer.

A decir de Bellori, Caravaggio llegó a Roma en 1592. Pero según Pietro Paolo, el aprendiz de barbero metido en pendencias, todavía trabajaba con Lorenzo en 1596. De ser cierto lo que sostiene Bellori (que Caravaggio entró en el taller de Lorenzo recién llegado a Roma) y lo que afirma Pietro Paolo (que en 1596 trabajaba todavía en ese taller), Michelangelo Merisi de Caravaggio no llegó a Roma en 1592, sino en 1596. ¿Fue así? ¿Se equivocó Bellori o se confundió Pietro Paolo? Ya la tenemos liada.

De repente, la datación de la obra temprana del de Caravaggio se va al cuerno. Uno se pregunta si el Bacco malato (Baco enfermo), el Fruttaiolo (El muchacho con el cesto de frutas), el Ragazzo morso dal ramarro (El muchacho mordido por un lagarto) y tantos otros fueron realmente pintados en Roma, pero más tarde de lo que se creía, o fueron pintados, por ejemplo, en Milán o Caravaggio, y viajaron con Michelangelo hasta Roma más tarde. Ah, quién sabe. Pero imagínense las discusiones de los caravaggistas.

¿Qué ocurrió realmente entre 1593 y 1595? ¿Dónde estuvo nuestro amigo esos años de aprendizaje? ¿Qué fue de él? Friedlaender apuntó que conocía la pintura veneciana; otros, que dominaba el fresco, aunque marchó a Roma por dominar el lienzo; alguno sospecha que huyó de Milán, donde quizá permaneció preso un tiempo. Etcétera. El descubrimiento de doña Francesca Curti ha causado mucho revuelo, y más que causará, porque tiene miga.

Yo creo que fue como sigue. Soy de la modesta opinión que Caravaggio trataba con Lorenzo la venta de algunos lienzos y que aceptaba encargos de su primer maestro romano, por pura necesidad. Hacia 1596, nuestro amigo había comenzado a levantar cabeza. Tenía amigos. Uno de ellos, Prospero Orsi, le puso en contacto con los marchantes más importantes de Roma. Otro, Onorio Longhi, le puso en contacto con el vino, el acero y las mujeres. Había conocido a Mario Minniti, su amigo, aprendiz y quién sabe si amante. Había conocido a Pietro Paolo en la taberna, o quizá mientras don Marco le cosía el chirlo de la última reyerta. Le había explicado a su amigo que trabajaba con don Lorenzo, que pintaba para él, no por gusto, sino por poder comer. Pero esto lo digo yo, es un suponer. Otros más listos que yo me corregirán.

Poco antes o poco después de la trifulca del aprendiz de barbero, el cardenal Maria del Monte encontró un lienzo de Caravaggio en la tienda del marchante Valentino, en la plaza Navona, y lo compró a buen precio. Hay quien sostiene que en ese preciso momento nació la pintura barroca.

NOTA: Agradezco el aviso de mi corresponsal en Roma, Sandra Buxaderas, sobre el hallazgo de doña Francesca Curti.

Al borde del abismo


En plena crisis, con la que está cayendo, los directivos de Goldman Sachs, el famoso banco de inversiones americano, se suben el sueldo. El consejero delegado, el señor don Lloyd Blankfein (el caballero de la fotografía), se ha puesto un sueldo anual de un millón y medio de euros para 2011, tres veces más de lo que cobró en 2010. Hay que sumar las primas. Este mismo caballero será obsequiado con 9,25 millones de euros por su brillante gestión, y con 9,25 millones de euros más en forma de acciones, euro más o menos. Los cuatro directivos que dependen directamente de él cobrarán un millón casi cuatrocientos mil euros de sueldo base, y un tanto en acciones casi idéntico al del señor Blankfein. El resto de los asociados de Goldman Sachs (470) suman una media salarial de 370.000 euros per cápita, y se reparten con los empleados un paquete de acciones valorado en más de 2.400 millones de euros. Todo eso cuando ha caído el beneficio de la empresa un 38% y los ingresos, un 13%. Por eso no es de extrañar que Fortune la clasifique entre las cien empresas que tratan mejor a sus empleados.

¡Si sólo fuera Goldman Sachs...! Recuerden: la crisis reventó en 2008. Pues, según Fortune, los directivos de las quinientas mayores empresas del mundo batieron una marca en primas y salarios en 2009. Los veinticinco mayores gestores de fondos especulativos del mercado cobraron alrededor de 750 millones de euros cada uno, de media, según las mismas fuentes. Se aprecia que dos de cada tres multimillonarios de hoy en día son empleados, no empresarios; es decir, no ganan dinero con su propia empresa, arriesgando su propio capital, sino especulando con el dinero de los demás y otorgándose primas por ello. ¡Qué bonito! Así, cualquiera.

Hace veinticinco años, el 1% de los norteamericanos más ricos poseían poco más del 12% de la renta nacional; hoy poseen más del 24%. Desde 2002, dos terceras partes del incremento de la renta nacional norteamericana ha ido a parar al bolsillo de este 1%. Es curioso, pero el fenómeno se ha dado en prácticamente todos los países desarrollados o en vías de desarrollo. Cuando se nos ha echado encima la crisis, este 1% ha incrementado sus ingresos, pero la mayoría los hemos visto menguar más de la cuenta, y eso que casi no habían crecido. Los datos son los que son, no hay vuelta de hoja. Consulten con su nómina, si todavía tienen nómina.

Si se reparte la riqueza entre la mayoría, se estimula el consumo y la economía productiva. Si se reparte entre la minoría, si se concentra, se invierten grandes fortunas en fondos especulativos y crece el riesgo de eso que llaman una burbuja. A la que revienta una burbuja, paf, crisis. ¡Qué burbujón, el último...! Para evitar el colapso, tiene que procederse al rescate de las entidades financieras, no vayan a llevarse por delante toda la economía. Goldman Sachs fue rescatada, ¿recuerdan? Pero las entidades financieras no tienen amo, sólo empleados multimillonarios que se suben el sueldo si va bien, si va mal, o simplemente, si va, y contemplan satisfechos las pocas ganas que tienen los gobiernos de poner cercas al campo y lo bien que les va que así sea. Quien paga, el de siempre: menos dinero, menos trabajo y menos prestaciones sociales cada día que pasa.

La mejor defensa es el ataque. Visto que arrecian las críticas que cuestionan la fortuna de los superejecutivos, se acude a la prensa que les da coba. The Economist asegura que estos salarios de miedo (nunca mejor dicho) son un premio a la inteligencia (sic) y que las empresas pagan para tener el mejor talento (sic, de nuevo). Ya saben, cuando la economía es mundial y la tecnología manda, es preciso pagar lo que sea necesario por tener a alguien que sepa de qué va al frente de tu empresa... aunque la empresa no sea de nadie en particular y luego tengan que rescatarla porque ha sido gestionada que da pena. Pero ¡qué le vamos a hacer! Son las leyes naturales del mercado, basadas en la desigualdad (sic). Esta legión de ejecutivos multimillonarios propone, para acabar con la crisis, a ver si les suena, una menor regulación del mercado de trabajo, la desaparición de los convenios colectivos, menores prestaciones sociales, menos impuestos y menor regulación de los mercados financieros, el tipo de soluciones que, paradójicamente, nos han llevado de la manita al borde del abismo.

El bueno, el feo y el malo

Leibniz sostenía que el mundo en el que vivimos es el mejor mundo posible, y razonó el porqué. Años después, Schopenhauer destrozó la argumentación de Leibniz demostrando que, partiendo de los mismos supuestos se podría deducir igualmente que vivimos en el peor de los mundos posibles. ¡Venga Schopenhauer, siempre tan alegre...! La cuestión, queridos alemanes, no es que el mundo, este mundo, sea el bueno o el malo, sino que es el mundo que tenemos. El feo, quizá. ¿Podría haber sido otro mundo posible? No digo que sí ni que no, pero la cuestión es ¿qué hacemos con éste? He ahí el intríngulis del asunto.

Grrr...


He aquí la nueva fiera de los circuitos, el F150. Lo de 150 por los ciento cincuenta años de República Italiana. Lo de F, de Ferrari, de fiera. A ver si es verdad y este año nos los comemos a todos. Grrr...

¿Saldrá gratuita de ésta?

La Sra. Cospedal, portavoz del PP y candidata a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, se presenta ayer delante de la prensa y deja ir como quien no quiere la cosa que el PSOE ha contratado a algunos detectives para espiar a algunos de sus compañeros del PP. Compañeros, añade, muy significativos. Toma, ahí queda eso. No hay ni que decir que en el PSOE se han puesto como una moto. Su oponente en las elecciones autonómicas se ha apresurado a responderle y darle caña a la candidata popular. En esa respuesta vive el palabro de hoy.

Dice el airado personaje, delante del micrófono: No puede ser que después de una acusación tan grave salga gratuita.

¿Quiere decir que la señora Cospedal podría salir gratuita? Según la RAE, algo es gratuito si sale de balde o de gracia, pero ¿una persona puede salir gratuita? Gratuito es también arbitrario, sin fundamento. Conozco personas que no tienen fundamento; yo mismo, sin ir más lejos. Podríamos discutir si la señora Cospedal tiene fundamento o no lo tiene. Pero el caso es que no conozco personas gratuitas.

Quizá no fuera gratuita la señora Cospedal, sino la acusación tan grave. En efecto, una acusación puede ser gratuita, por carecer de fundamento y es evidente que el personaje piensa o quiere dar a entender que tal acusación es gratuita. Pero lo que de verdad quiere decirnos es que semejante acusación no puede salirle gratis a la señora Cospedal. También podría haber sostenido que tal infamia no podía quedar impune. Podría haberla llamado mentirosa, ya puestos. Fea. Qué sé yo.

En fin, hay muchas maneras de decirlo, pero se diga como se diga y pase lo que pase, la señora Cospedal no saldrá gratuita de ésta.

El Carnaval de Venecia



El celebérrimo solista de tuba Oystein Baadsvik interpreta para todos ustedes El Carnaval de Venecia, acompañada al piano por Patti Wolf, en un recital en la Universidad de Rice, EE.UU. Una curiosidad y una reivindicación de la tuba que espero que disfruten.

De ochenta a ciento veinte

Si me piden limitar la velocidad en una vía rápida para reducir la contaminación atmosférica, apostaré por los 90 km/h. Sin entrar en detalles, el máximo rendimiento térmico de un automóvil se da alrededor de esta velocidad, constante. A 80 km/h, también se ahorrará combustible, pero la mayoría de los automovilistas dudarían entre una marcha directa y una inferior. Es decir, se reducirían las emisiones de CO2 (efecto invernadero), pero otras emisiones contaminantes que se relacionan con el ciclo de combustión podrían no disminuir tanto.

En 2007, la contaminación del Área Metropolitana de Barcelona había llegado a ser grave. En julio de 2007, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña acordó una serie de medidas contra la contaminación atmosférica. Entre éstas, la polémica reducción del límite de velocidad máxima en los accesos a la ciudad, que se fijó en 80 km/h. En enero de 2009 se fijo un sistema de velocidad máxima variable.

Estas medidas crearon mucha polémica y se acusó al Gobierno de afán recaudatorio. Pero la multa es el único sistema conocido (y no del todo eficiente) para que el conductor limite la velocidad a la que circula por una determinada vía pública. Lo que de verdad no gustó es que se prohibiera darle al acelerador, algo que satisface nuestro ego y nuestra ancestral ansia de poder. Como bien sabemos, la civilización es el sistema que pone límites al instinto animal, y por eso cuesta tanto civilizar y por eso las civilizaciones, cuando fallan, no se extinguen lentamente, sino que se desploman con violencia.

A lo que íbamos. Se nos echó encima la crisis y disminuyó el tráfico rodado. Además, la concentración de algunos contaminantes depende de algunas condiciones atmosféricas, como la pluviometría, la temperatura, los vientos predominantes... La disminución de contaminantes debida a la limitación de velocidad no se podía distinguir fácilmente del ruido estadístico y el resultado obtenido no es concluyente. Se ahorra energía, sí, se emiten menos gases de efecto invernadero, sí, pero las emisiones de partículas, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, etc., debidas al tráfico rodado... no se sabe si sí o no. El Área Metropolitana de Barcelona sigue con los niveles de contaminación muy altos.

Con esta conclusión en la mano, le faltó tiempo a CiU para proponer la supresión del límite de velocidad de los 80 km/h. Se anunció la supresión de las multas por exceso de velocidad a bombo y platillo. Populismo de libro. Se apuntó todo el mundo. La libertad, decían.

Tan pronto regresó CiU al Gobierno de la Generalidad de Cataluña, tan pronto cuestionó el mantenimiento del límite de los 80 km/h. Le faltó tiempo al Sr. Puig, conseller de esas cosas del tráfico, para decir que la medida se había mostrado ineficaz y anunciar su retirada (aunque manteniendo, seguramente, un límite de velocidad variable en los accesos, que es muy útil). Según la prensa, las prisas del Sr. Puig sentaron mal al Sr. Recoder, que quería colgarse la medalla de anunciar el fracaso ambiental de los antiguos gestores de la contaminación. En resumen, se justifica la vuelta a los 120 km/h porque los 80 km/h no han funcionado. Eran una medida ambiental, declaran los recién llegados al Gobierno, y como no funciona, la vamos a suprimir.

Aquí me planto yo. Si bien es cierto que la contaminación no se ha reducido como se esperaba, si es que se ha reducido, no es menos cierto que hemos salvado muchas vidas. El primer año de funcionamiento del límite de los 80 km/h se redujeron los accidentes con víctimas en la área afectada en un 43%. Se dice rápido, un 43%. En dos años, el total de muertos por accidente ha disminuido un 18%.

Dicen los expertos que incrementar 5 km/h la velocidad máxima de una vía provoca un 20% más de accidentes. Si el límite de velocidad de una vía se incrementa 40 km/h (de noche, por ejemplo, cuando se desconectaría la velocidad variable), podría multiplicarse por tres el número de accidentes. Consideren, además, que la mortalidad de un accidente es proporcional al cuadrado de la velocidad. Arrojarse desde el balcón de un cuarto piso es equivalente a chocar a 50 km/h; arrojarse al vacío desde un noveno piso equivale a chocar a 80 km/h; un choque a 120 km/h equivale a caer desde el vigésimo (20º) piso.

Sin embargo, qué triste, es muy fácil disimular los muertos y heridos en las frías estadísticas de los accidentes de tráfico, a las que nadie presta ya ninguna atención. Dicho de alguna manera, algunas promesas electorales se pagan con sangre y no parece que eso le importe a nadie.

Jauchzet Gott In Allen Landen, o algo parecido



Damas, caballeros, demás público, para todos ustedes, la Cantata No. 51 Jauchzet Gott In Allen Landen, o algo parecido, BWV 51, primera parte, Aria, de J.S. Bach, a. el Pelucas, interpretada por Kathleen Battle, soprano, Wynton Marsalis, trompetista, y la orquesta de San Lucas (St. Luke’s Orchestra), dirigida por Anthony Newman. Que ustedes lo pasen bien, que hay material para ello.

Qué es política



Alguien dijo que la primera película que se rodó fue una película política, la de la salida de los obreros de la fábrica de la familia Lumière en Lyon; pero voy a estar convencido de que ésa es más bien una película poética, lo verdaderamente político hubiera sido filmar a los obreros cuando entraban en la fábrica.

Javier Pérez Andújar, en Los príncipes valientes.

Una compañía de bandera


Cuando la cosa pinta mal y el Gobierno amenaza con restricciones de todo tipo, cuando asoman las orejas de una rebaja de las prestaciones sociales y sanitarias, cuando se susurra en los pasillos que no hay dinero para las nóminas de los funcionarios y se dan órdenes bajo mano de no pagar hasta nueva orden a las empresas que suministran material de oficina, duelen algunos gastos de nuestros líderes patrios, la verdad.

Spanair está participada en un 26,7% por la Generalidad de Cataluña. Si sumamos las participaciones en Spanair de otras instituciones o empresas públicas, también participadas por la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, estamos hablando de un 35, un 40, quizá más de un 45% de titularidad pública, directa o indirecta. Nadie sabe dar razón de la cifra exacta. ¡Tiene bemoles la cosa!

Doña Anna Simó, parlamentaria catalana, dijo de Spanair que Cataluña necesitaba una compañía de bandera. Nadie, casi nadie, la contradijo. La mayoría se las prometía muy felices.

De bandera es excelente en su clase (RAE), pero una bandera es una tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución (RAE). El juego de palabras de la señora Simó pasaría por ingenioso si no resultara tan caro. ¿Saben por cuánto nos sale la broma?

El primer año de la bandera (2009), Spanair perdió más de 186 millones de euros. La cosa pintaba muy cruda y los abanderados propusieron un plan estratégico para reestructurar la compañía. Entre 2010 y 2012 se gastarían 120 millones de euros más, pérdidas aparte, para poner un poco de orden en la casa. Con la espalda cubierta por la garantía de la Generalidad de Cataluña, varios bancos y cajas prestaron 40,5 millones de euros a la compañía para que hiciera lo que considerase oportuno. La Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, éste en menor medida, pusieron 70 millones más. Para evitar que la Unión Europea metiera las narices en esta subvención encubierta (que se da de puñadas con la legislación europea sobre competencia), el dinero lo entregaban sociedades públicas interpuestas: Turismo de Barcelona (10 millones), Cimalsa (20 millones), Avançsa (10 millones), Fira de Barcelona (10,5 millones)...

Comienza el año y en Spanair dicen que faltan 20 millones para tirar adelante la reestructuración o lo que sea. Tranquilos. El nuevo Gobierno de la Generalidad de Cataluña los regala... quiero decir, presta... a la compañía de la bandera a través del Instituto Catalán de Finanzas y la Feria de Barcelona, para que no se note demasiado.

Mañana, el presidente Mas anunciará los recortes en gasto social y sanitario. Duelen, pero visto lo visto, duelen mucho más.

Puntualización ideológica predominante

[...] no cuesta dinero, [...] pierde dinero.

Sustituir [...] por sistema de seguridad social, sistema de pensiones, educación, investigación, justicia, ayuda social, etc., más el artículo correspondiente, a discreción. Así nos va.

Puntualización genial

El Bulli no pierde dinero: El Bulli cuesta dinero.

Ferrán Adrià, genio.

La pizza y el cambio climático


Una asociación ecologista quiso llamar la atención sobre el impacto ambiental de lo que comemos y calculó cuántos litros de agua se necesitan para hacer una pizza margarita. ¡Caramba! ¡1.400 litros de agua por pizza!

Saqué la calculadora y consulté mis bases de datos.

Según las empresas del sector de los alimentos precocinados, los españoles consumimos quinientas mil toneladas de alimentos preparados cada año. Los catalanes son los que más alimentos precocinados consumen, un tercio más que la media nacional, lo que viene a ser 13,38 kg per cápita y año. Los protagonistas del sector son la fabada y la pizza. Sin ir más lejos, un catalán consume 3,7 kg de pizza precocinada cada año. Hagan las cuentas, pero si son 1.400 litros de agua por pizza margarita, los catalanes consumimos 210.346.668 metros cúbicos de agua al año atribuibles directamente a este plato tan exquisito.

Aquí ya no me salen las cuentas. Porque el consumo de agua en Cataluña es de 581.308.041,7 metros cúbicos por año, metro más, metro menos. En cristiano, más de un 36% de toda el agua que consumimos en todas las actividades económicas se debe al consumo de pizzas. ¡Un 36%...!

Volvamos al origen del problema. El grupo ecologista de marras publica cuántos litros de agua se necesitan para poder consumir otros alimentos. Dice, por ejemplo, que necesitamos gastar 135 litros de agua para consumir un huevo, 200 litros para poder beber un vaso de leche, 1.900 litros para un plato de fideos, 2.400 litros por hamburguesa... Suma y sigue. Si estas cifras fueran ciertas, gastaríamos sólo en alimentos precocinados el doble, quizá el triple, de toda el agua (toda, repito) que se consume en Cataluña en la agricultura, la industria y los hogares, que es muchísima.

En matemáticas, se conoce este problema como la paradoja de Adán y Eva. Yo tengo un padre y una madre (2). Ellos también tenían padre y madre (4). Mis abuelos también tenían padre y madre, cada uno de ellos (8). Mis bisabuelos, lo mismo (16). Si nos remontamos a los tiempos de Adán y Eva con este cálculo, aún aceptando los seis mil años que dice la Biblia, sale tanta gente que no me extraña que nos echaran del Paraíso, por exceso de aforo.

Por eso, decir que una pizza es el resultado de consumir tantos litros de agua o provoca la emisión de tantas toneladas de CO2 es como afirmar que en tiempos de Adán y Eva éramos tantos que parió la burra. La solución del enigma es que la probabilidad de que un antepasado por parte de madre y otro por parte de padre sea la misma persona se eleva exponencialmente y es más alta en cada paso hacia atrás que damos. Hasta que sólo quedan Adán y Eva, que son antepasados comunes de padre y madre.

La paradoja de Adán y Eva se da en el caso de la pizza margarita... y en muchos más. Les reto a encontrar casos parecidos en economía, política, medio ambiente... y gastronomía. No se aburrirán.

Die Varusschlacht


A mediados del siglo XIX, el nacionalismo nacía como doctrina política, como nacía también la necesidad de corromper la historia para demostrar que Alemania venía de lejos y que Francia no se quedaba atrás. Esta manía se extendió por el resto de Europa y se nos ha quedado impregnada en la ropa, como un mal olor. Es en esta carrera por ver quién la tenía más grande, la historia, quiero decir, tenemos que examinar el caso de die Varusschlacht, la batalla de Varo.

Los franceses habían sacado pecho con los Comentarios a la Guerra de las Galias, de Julio César, y habían levantado una estatua al héroe Vercingetórix, padre de lo francés con bigotes. A los prusianos les dio mucha rabia que los gabachos les tomaran la delantera y no quisieron quedarse atrás. En medio de la fiebre nacional, alguien recordó que en el 9 dC Varo y tres legiones fueron prácticamente exterminadas en Teutoburgo, a manos de los antepasados de la Gran Alemania. De esa matanza se quejó Augusto toda su vida, y cuentan que gritaba en sueños ¡Varo! ¿Qué has hecho de mis legiones?

Lo que había hecho de sus legiones ya lo sabemos, dejar que las matasen, pero ¿dónde? El hecho era histórico, innegable, pero no se sabía con precisión dónde había sucedido. Hasta que alguien encontró unas monedas romanas cerca de la ciudad de Detmold, en el sur del bosque de Teutoburgo. No se lo pensaron dos veces y declararon el lugar como el sitio de la victoria de la Gran Alemania contra los franceses... eh... quiero decir, contra los romanos.

En 1841 se inició la construcción de un monumento colosal, de 52 metros de alto, sobre una colina que se eleva 385 metros sobre el bosque. Los estados alemanes pusieron un capital, pero la obra no avanzó hasta que Prusia puso el resto. La broma les salió por un ojo de la cara y se acabó en 1875. Hermann, el héroe, un tipo de 29 metros de alto, no mira desafiante hacia Roma, a la que derrotó, sino que mira ¡hacia París!

A nadie le importó que las monedas de Detmold no fueran de la época de Augusto. Lo importante era que los alemanes ya tenían un campo de batalla del que presumir, un lugar de culto nacional. Pero Mommsen, uno de los más grandes historiadores que parió madre, aunque alemán, puso en duda que la Varusschlacht fuera precisamente en Detmold. Señaló hacia otra parte, hacia Kalkriese. Se lo tomaron por el pito del sereno, por decirlo suavemente.

Muchos años más tarde, en 1987, el teniente Clunn, del Royal Army Medical Corps, acuartelado en la vecindad, pidió permiso para explorar la zona de Kalkriese con su detector de metales en su tiempo libre. Era un aficionado que había leído a Mommsen, pero ¡cuidado con los aficionados! El doctor Schlüter autorizó la exploración del oficial médico y pronto se llevó una sorpresa. A los pocos días, apareció el teniente Clunn con un denario de plata de la época de la batalla, y pronto aparecerían más monedas aquí y allá, puntas de lanza, cascos, balas de plomo para las hondas... ¡Habían dado con die Varusschlacht! ¡Mommsen tenía razón! Todavía prosiguen las excavaciones, el hallazgo es de primera magnitud.

Hoy podemos visitar el Museo de la Batalla de Varo en Kalkriese. También, si nos apetece, la estatua de Hermann chuleando a Francia, que es impresionante, aunque, nunca mejor dicho, fuera de lugar.

Un perfecto cabrón

Perdón por el título, pero ya les explicaré a qué viene. Vayamos al asunto. Los franceses, que son muy suyos, celebran cualquier cosa que se les ponga por delante que sea capaz de enaltecer su cultura y su savoir-faire, ya puestos. El Ministerio de Cultura de nuestros vecinos es una máquina de propaganda de lo francés que echa para atrás, a la par que un modelo de gestión cultural, lo que viene al pelo para señalar el intríngulis de este asunto, que las cosas no son ni blancas ni negras, ni del todo grises.

El ministerio en cuestión elaboró una lista de las cosas que podrían celebrar en 2011. ¿Qué efemérides podrían destacarse para hacer ver al mundo que sin Francia no sería lo que es? Surgió la idea de celebrar los cincuenta años de la muerte de Louis-Ferdinand-Auguste Destouches, al que quizá no tengan el gusto de conocer, que se hacía llamar Céline, que es quizá el nombre que les suena. Aunque médico, su fama es literaria, pues ha sido y sigue siendo uno de los más grandes escritores en lengua francesa de la primera mitad del siglo XX.

Su Voyage au bout de la nuit (Viaje al fin de la noche), que no oculta la inspiración de El corazón de las tinieblas, de Conrad, fue un acontecimiento literario y le reservó una butaca en el Parnaso de los escritores. Pero... Yo no sabía que existía esa figura... Fue declarado desgracia nacional por los tribunales franceses después de la Segunda Guerra Mundial. Sus faltas se resumen en un antisemitismo atroz que le llevó a colaborar con los nazis, dejando a un lado un nihilismo vital que le llevaba a considerar... a despreciar, mejor dicho, todo lo que se le ponía por delante. En resumen, todo un personaje.

Después de recibir muchas críticas por el anuncio de los homenajes que podría recibir Céline, el señor Miterrand (sobrino del original), ministro, ha decidido prescindir de los homenajes oficiales. Después de meditarlo mucho..., ha dicho. El alcalde de París, el señor Delanoë, ha resumido el porqué de manera que se entienda: Céline es un escritor excelente, pero un perfecto cabrón.

El debate está servido. Algunos escritores y filósofos han protestado. El señor Lévy, filósofo, reclama que sería interesantísimo reflexionar en voz alta sobre la íntima relación que existe entre el genio y la infamia. Recuerdo al señor Lévy que también hay genios que no fueron jamás infames, y que los más infames son rara vez geniales. Pero, en fin, ¿tiene razón de quejarse el señor Lévy?

Céline reúne lo mejor y lo peor, y no se puede concebir lo mejor sin lo peor, y viceversa. Pero no es el único que reúne cara y cruz en una sola moneda. Zweig retrató al Tolstoi de los últimos días, ese personaje que maltrataba a su mujer y era un compendio de vilezas, de ésas pequeñas y vulgarmente humanas. Picasso era un déspota en casa, un tipo con el que no quisieras ver casada a tu hija. Caravaggio iba de putas y sus aprendices pasaban todos por el aro. Schopenhauer era un broncas insoportable. Cela fue censor durante el franquismo. Aristóteles formó a Alejandro, el déspota. San Agustín vivió dos vidas; en la primera, fue un fullero de mucho cuidado; en la segunda, hizo la vida imposible a los fulleros de toda condición. Etcétera. El tema de la infamia ¡es tan humano...!

Puf, se esfumó

Una idea para intentar reducir el impacto de los gases de efecto invernadero antropogénicos (ya me entienden) es el comercio de emisiones. ¿Cómo funciona? Simplifiquemos. Un servidor de usted está autorizado a emitir tantas toneladas equivalentes de CO2 al año. Si ahorro energía, emitiré tantas menos. El comercio consiste en vender el derecho a emitir el CO2 equivalente que finalmente no he emitido. Alguno que tenga que emitir más CO2 equivalente del que ha sido autorizado a emitir necesitará esos derechos y me los comprará. El mercado fijará el precio del derecho de emisión de una tonelada equivalente de CO2.

En teoría, quien ahorre energía tendrá un ingreso extra, y quien gaste más de la cuenta, un gasto extra. Así funciona el asunto, que es muchísimo más complejo, como podrán suponer, y que malvive sometido a toda clase de críticas: quién reparte los derechos, cómo se reparten, cómo se regula el mercado de derechos de emisión, etc. En Europa, pionera de este mercado, las trampas detectadas se cuentan por docenas y las evasiones de impuestos, por miles de millones de euros. Vender humo es complicado, siempre lo ha sido.

Pues sepan ustedes que el mercado de derechos de emisiones europeos se ha ido al cuerno. Unos cacos se han colado en el sistema informático que lo regulaba y han robado, no sé exactamente cómo, treinta millones de euros, millón más, millón menos. El mercado lleva una semana cerrado, por evitar males mayores, y nadie sabe qué hacer. Los expertos denuncian que los piratas informáticos se movían como Pedro por su casa en este mercado virtual. En fin, c'est la vie! La cuestión es que unos vendían humo, otros compraban humo y el dinero, puf, se esfumó en medio de la humareda.

El pulpo Karakiri


No sé si saben ustedes que el pulpo Paul, justo antes de pasar a mejor vida, posó para la diseñadora rumana Oana Felipov. El resultado de esta colaboración entre el cefalópodo y la diseñadora ha sido el pulpo Karakiri, un fenómeno cultural de primera magnitud. Lo que comenzó como un pulpo de peluche amable y simpático se ha convertido en algo que va más allá. El pulpo Karakiri se vende como churros en Alemania, donde añoran tantísimo a Paul, y también se vende muy bien en Grecia, en Italia, en los EE.UU. y ¡atención! en España. Lejos de convertirse en un reclamo conservero, el pulpo Paul, alias Karakiri, se dedica al cuidado y goce de los más pequeños, cosa que le honra.

El arte de insultar


Uno de los personajes más desagradables, misántropos, misóginos, bordes y cascarrabias que parió madre el siglo XIX fue Arthur Schopenhauer. El buen hombre nació con un humor de perros y vivió ladrando improperios a diestro y siniestro hasta que un buen día se murió, para alivio de vecinos y conocidos. Pero ¡atención! Schopenhauer es también uno de los filósofos más brillantes de la historia de la filosofía, una cabeza pensante de primerísima magnitud.

La combinación de una cosa y de otra le valió ser expulsado de la universidad, donde el jovencito Schopenhauer no dudó en calificar de patraña al hegelianismo, de charlatán a su padre y de imbéciles a sus seguidores a voz de grito y delante de todos. Especialmente, delante mismo de Fichte y Hegel, dioses de la filosofía germánica de aquel entonces, a los que Schopenhauer caló a la primera de cambio. Les dijo de todo menos guapos y pagó con un prolongado ostracismo tanta sinceridad.

Hay más. Su mismísima madre le envió al cuerno después de censurarle por cómo trataba a las personas. Echó a una vecina escaleras abajo por andar de cháchara con sus amigas y no dejarle pensar. Era capaz de liarse a bastonazos con cualquiera que mirase mal a sus caniches. Vivió agriamente, desesperado por la vulgaridad y la mediocridad que le rodeaban por todas partes y del cerco de sus dientes escapaban verdades como puños, que son, ya se sabe, los peores insultos que es capaz de destilar la mente humana. Su sola presencia era aterradora.

Schopenhauer nunca se mordió la lengua. En sus trabajos filosóficos las deja ir con gusto y ganas. Sus mordaces comentarios sobre la mujer en general y las mujeres en particular provocarían sofocos y desmayos en una reunión de sufragistas; los seguidores de Hegel quisieran verlo muerto (las verdades, ay, ofenden); su pesimismo es tan atroz, tan brutal y desgarrador, que uno se estremece, aterrado, cuando lo tiene cerca.

Pero ¿qué quieren que les diga? Más leo a Schopenhauer, más me gusta, aunque no esté de acuerdo con él. En el fondo, estar o no estar de acuerdo con él no es importante. Lo importante es dejarse alumbrar por un raciocinio tan brillante, un sentido común indiscutible, un genio evidente. Intentar seguir sus razonamientos, negarlos, criticarlos o discutirlos es el premio. El solo esfuerzo merece la pena. Nietzsche es hijo filosófico de Schopenhauer. Lo criticó, renegó de él, pero siempre lo respetó y reconoció como maestro. Conociendo a Nietzsche, la cosa tiene mérito, porque tampoco tenía pelos en la lengua, el chaval. Cabe añadir que Nietzsche era, en persona, un personaje amable, gentil, ligeramente tímido, que se refugiaba en la soledad amargado por terribles dolores de cabeza y enfermedades sin cuento. La soledad de Schopenhauer, en cambio, se debió enteramente a su carácter insoportable. El primero ansiaba vivir; el segundo, se quejaba de haber nacido.

El arte de insultar es un librito prologado y traducido por Franco Volpi, publicado por Alianza Editorial, que recoge algunos comentarios incisivos, hirientes, trágicos o faltones del genial Schopenhauer. Es un librito de citas, entretenido, que ofrece motivos para echarse a pensar y que no dice gran cosa de la filosofía schopenhaueriana, pero sí del gruñón y su circunstancia. Se lee muy bien y es recomendable.

Esto acabará en nada, ya verán

Es un no acabar de escándalo, y la prensa parece volver la cara hacia otro lado. La presión de los Carulla y del Departamento de Presidencia de la Generalidad de Cataluña (que ha cambiado de manos) ha conseguido que el Consorcio del Palau de la Música diga digo donde dijo Diego. Más concretamente, si antes (en noviembre) solicitó la imputación de miembros de CDC y de la empresa Ferrovial por un feo asunto de comisiones y pagos bajo mano, ahora solicita que se investigue el caso... pero que no se impute particularmente a nadie, así, con un par.

Ahora mismo, el único que solicita la imputación de estos personajes es el fiscal. Lo han dejado solo y desamparado. Los abogados del Orfeó Català y los de la Fundació Palau de la Música todavía no se han pronunciado, aunque la señora Carulla se llene la boca de regeneración moral y depuración de responsabilidades, justo cuando la sombra de Hacienda, que es alargada, se cierne sobre ella. El juez Solaz, que ya ha anunciado que se larga con viento fresco a la Audiencia, tendría que decidir en breve (es un decir) si imputa o deja tranquilos a esos sinvergüenzas. También tendrá que decidir si se juzga aparte el caso de las comisiones que cobraba el socio mayoritario de CiU, CDC.

Algo huele a podrido en Dinamarca, que dijo Hamlet, aunque tenemos razones más que suficientes para sospechar que quizá no sea Dinamarca.

Confianza en el futuro

Cuídense ustedes de lo que dijo Schopenhauer un día: Erigir un monumento a alguien cuando aún está vivo es como declarar que uno no se fía de que la posteridad se acuerde de él.

El cazador cazado


Desconocemos los detalles, pero el suceso tiene miga y es la comidilla de muchos internautas. La noticia saltó a los diarios de habla inglesa hace unos días, la semana pasada. Tenemos que desplazarnos a Bielorrusia, escenario del evento. Mucho frío, nieve, un bosque. Allá, un cazador un tanto zote, armado con un rifle, quiso golpear o rematar a un zorro al que estaba dando caza. Los detalles no quedan nada claros, pero la raposa se resistió y la cosa degeneró en una pelea. En el transcurso de ésta, el astuto animal apretó el gatillo y el rifle se disparó. El balazo tumbó al cazador, que tuvo que ser hospitalizado con una herida en la pierna, de pronóstico reservado. Del zorro sólo sabemos que escapó, dejando al bielorruso desangrándose en la nieve. No queremos que nadie se haga daño, pero quien va a por lana puede salir trasquilado.

Carta abierta al Defensor del Lector de «La Vanguardia»

Muy señor mío,

Este fin de semana, «La Vanguardia» publicó un artículo titulado «La ciencia avala el uso de la acupuntura» y subtitulado «La medicina oficial integra la técnica de las agujas como terapia». Firma el artículo Ana Macpherson. En pocas palabras, es falso lo que afirman título y subtítulo, y el resto del artículo sigue por el mismo camino.

En la defensa de la acupuntura (y de tantas otras prácticas pseudomédicas) se emplean tres estrategias, que a veces se combinan y se confunden.

La primera, en manifestar que es un «saber milenario», que se practica desde hace muchísimos años y que utiliza tanta gente. La acupuntura tradicional china se fundamenta en un discurso metafísico que concibe el universo como un «equilibrio» entre dos «fuerzas» o «esencias» opuestas, y propone la punción de determinadas zonas donde se concentra la «energía» de dichas «fuerzas» para restablecer el «equilibrio». Una persona con sentido común y medianamente formada torcerá el gesto ante semejante explicación, es obvio. Del mismo modo, por poner un ejemplo, muchísima gente afirma haber oído a los Reyes Magos en casa en su infancia, pero no deducimos por ello que los Reyes Magos sean «reales», ya sabe usted a qué me refiero.

Aunque no podemos juzgar la verosimilitud de la metafísica, pues no pertenece a este mundo, sí que podemos evaluar la «física» del asunto, su efectividad y las razones biológicas o psicológicas que pueden explicar esa efectividad. Ahora mismo, esa efectividad ha sido severamente cuestionada, y no se han dado prácticas de acupuntura que indiscutiblemente, de manera clara, contundente e inequívoca, demuestren que la acupuntura «funciona». Es así, no hay más, por muchas vueltas que se le den.

La segunda estrategia empleada por los defensores de la pseudomedicina es manifestar el «a mí me funciona». Sin embargo, este método de validación es falaz. Dejando a un lado que pueda contrastarse la veracidad del «a mí me funciona», y no siempre es posible, estadísticamente no se sostiene.

No quisiera aburrirle, pero a poco que investigue en círculos científicos podrá comprobar que los numerosos y repetidos análisis estadísticos sobre la efectividad de la acupuntura demuestran lo que sigue: no existe relación evidente entre el alivio de una dolencia y el lugar donde se le pincha a uno con una agujita (ergo, no hay «punto de energía» que valga); no existe diferencia apreciable entre pincharle a uno de verdad o simular que se le pincha a uno; no existe diferencia significativa entre pincharle a uno, hacer ver que se le pincha a uno o no pincharle en absoluto cuando se trata de curar alguna dolencia. Con estos resultados en la mano, se requieren pruebas y experimentos extraordinariamente sólidos y contundentes, extraordinarios en grado sumo, que demuestren, en primer lugar, que los análisis anteriores eran erróneos y en segundo lugar, que las pruebas a favor de la acupuntura son difícilmente discutibles. No se da el caso.

La tercera estrategia (la que emplean ustedes en el artículo que me incita a protestar) es la de vestir la acupuntura de «terapia científicamente comprobada» y a eso, en mi tierra, cuando no se le llama mentir, se le llama no decir la verdad.

Se sabe que un pinchazo cualquiera genera algunas sustancias que, simplifiquemos, pueden aliviar el dolor, actuando como anestésicos. Pero esto sucede pinchando en cualquier parte y no tiene relación alguna con el fundamento «energético» de la acupuntura. Este alivio está presente en muchos estudios y sirve de crédito a muchos defensores de la acupuntura. Pero también es justo señalar que la percepción del dolor es subjetiva y se da el caso del mismo efecto cuando se simula un pinchazo, pero no se pincha de verdad.

En segundo lugar, muchas de las enfermedades donde la acupuntura se aplica «con éxito» son males que desaparecen por sí solos pasado un tiempo, que son cíclicos o recurrentes y donde es frecuente la remisión espontánea. Pongamos el ejemplo de un catarro, de un dolor de espalda, de algunas jaquecas...

En definitiva, se trata de estudios que no demuestran taxativamente la eficacia de la acupuntura. Demuestran, más bien, que queda mucho por demostrar, pues no distinguen entre la práctica de la acupuntura o el efecto de contrairritación. Está demostrado, por ejemplo, que si usted nota que le pinchan (siente una punzada, le hacen daño, etc.), cree que se «cura» antes o mejor, pero se «cura» lo mismo que pinchándole con anestesia local o no pinchándole en absoluto.

Por éstas y tantas otras razones me molesta que publiquen un artículo que, con tanta despreocupación como alegría, da por bueno algo que no se ha podido demostrar. Lo repito: para poder afirmar que la ciencia avala la acupuntura se necesitaría una prueba de tal calibre, tan extraordinaria, que obligaría a revisar el último siglo entero de la ciencia médica. ¿Dónde está esa prueba incuestionable? No se conoce. No existe. Punto.

Me molesta mucho que «La Vanguardia» no haya contrastado la información que nos ha ofrecido, especialmente cuando se trata de la salud de las personas. En todo el artículo no aparecen las voces de los escépticos, ni se mencionan las abundantes y contundentes pruebas en contra de la eficacia de la acupuntura. ¿Qué hay de sus efectos secundarios? Se dan prúritos, dolores, picores, infecciones, alergias, etc., en una proporción del 6 al 12% de los «tratamientos» con acupuntura (las cifras proceden de las sociedades de acupuntores chinos y europeos). Ni una palabra sobre ello. Pero se menciona la que la «revisión» Cochrane (sic) avala su efectividad. ¡Por favor...! Es una cita de la Wikipedia que, además, no está suficientemente contrastada.

Por último, porque en el artículo se menciona y no es la primera vez que sorprendo a «La Vanguardia» navegando en tales aguas, no existe una «medicina oficial» y una «medicina alternativa». Existe una sola medicina, la que cura, que será más o menos efectiva, pero que se cuestiona continuamente mediante el método científico y la experimentación. Las pseudomedicinas, en cambio, se fundamentan en la ignorancia del común, la permisividad de las autoridades y la ignorancia o la mala fe del pseudomédico.

¿Sabe qué hubiera sido interesante? Preguntarse por el papel del Colegio de Médicos o el de Farmacéuticos en el avance de las pseudomedicinas. En el Reino Unido, por ejemplo, los colegios de médicos combaten activamente la homeopatía, la acupuntura, la imposición de manos... En cambio, en Cataluña, en España por extensión, el Colegio de Médicos o el de Farmacéuticos hasta organiza cursos y jornadas para que los señores colegiados aprendan los fundamentos del «cuento chino» de la acupuntura o del negocio de la homeopatía, pues justo es ganarse la vida cuando aprieta la crisis.

En palabras más contundentes, lo que sí que hay es mucho aprovechado y sinvergüenza con bata blanca que ha visto por dónde va el negocio y vende humo a sus pobres pacientes. Uno se vuelve acupuntor por ignorancia o por maldad, y pónganse ustedes ahora en el papel de víctima... digo, de paciente, y piensen si prefieren ser pinchados por un ignorante, un malvado o una combinación de ambos.

«La Vanguardia», simplemente, ha publicado una información falsa, ha engañado a los lectores y lo que es peor, los puede haber perjudicado, pues da aires de verosimilitud a un bulo que afecta a algo tan importante como la salud de las personas.

Cuesta muchísimo luchar contra la ignorancia y la estupidez cuando la prensa que se anuncia y se vende como seria comete semejante barbaridad y se muestra, con letras grandes y mucha página, como la trompeta del ignorante, el clarín de la charlatanería, tocando a rebato. Espero que rectifiquen su error con el mismo ruido y la misma publicidad que han usado al propagarlo.

Lamento haber tenido que escribirle a usted por esta razón.

Le saluda, muy atentamente,

Luis Soravilla

P.S.: He publicado esta carta en mi blog, www.luissoravilla.blogspot.com. Si la recibo, publicaré también su respuesta. Reitero mi agradecimiento por su paciencia.

Los pingüinos abducidos y las timopulseras


Este artículo de la revista Nature ha provocado una pequeña revolución. El artículo se titula Reliability of flipper-banded penguins as indicators of climate change (Fiabilidad de los pingüinos anillados como indicadores del cambio climático) y lo firman las damas y caballeros siguientes: Claire Saraux, Céline Le Bohec, Joël M. Durant, Vincent A. Viblanc, Michel Gauthier-Clerc, David Beaune, Young-Hyang Park, Nigel G. Yoccoz, Nils C. Stenseth e Yvon Le Maho, que no son pocos.

El cambio climático es lo que tiene: cambia los hábitos migratorios o alimentarios de algunos animales. El pingüino, como vive en lugares gélidos e inhóspitos y se alimenta en aguas polares, era un animal ideal para estudiar el asunto. Los biólogos no se lo pensaron dos veces y anillaron algunos pingüinos rey (Aptenodytes patagonicus) con banda y transponedor. Es decir, que se entienda, con una especie de pulsera brillante en la aleta que emitía una señal capaz de identificar al pingüino y localizarlo en medio de la bandada. Los naturalistas explican el porqué de tanta electrónica. Los pingüinos se parecen tanto los unos con los otros que somos incapaces de distinguirlos entre sí, afirman.

Ahí radica el problema. Según el artículo que ha publicado Nature este mes, el pingüino anillado se distingue del vecino y eso no es bueno a la hora de buscar pareja. Se creía que los pingüinos se acostumbraban a la pulsera, pero parece ser que no. Las pulseras provocan roces que son molestos y es posible que el pingüino marcado tenga que cansarse más cuando nada. Además, la pulserita brilla y se ve de lejos. Eso quiere decir que los depredadores del pingüino se felicitan por el invento, que les pone las cosas fáciles.

En resumen, los pingüinos anillados se reproducen un 40% menos y viven un 16% menos que los pingüinos normales. El estudio pone en cuestión algunos estudios de la pingüinística contemporánea y propone su revisión. El debate está abierto y ya veremos en qué acaba, porque no es concluyente.

Yo lo veo así. Imaginen la escena. Un pingüino anillado se acerca a una pingüina y le pregunta qué tal, por romper el hielo (nunca mejor dicho). El pingüino, que hace mucho que no se come un rosco, va directamente al grano, pero la pingüina recela. Al final, surge el asunto de la pulsera. El pingüino suspira y cuenta lo siguiente:

Estaba yo tan tranquilo, en mis cosas, cuando aparecieron unos seres altísimos, zancudos, que no tenían plumas. Su piel era brillante, de vivos colores, y emitían sonidos extraños, como ¡Cógelo, que escapa! Me asusté mucho, intenté huir, pero me atraparon. Y no dejaban de gritar: ¡Cógelo, que escapa! ¡Cógelo, que escapa!... Todavía siento escalofríos cuando lo recuerdo... En fin, que se me llevaron a un lugar extraño, cálido y luminoso, y me extrajeron muestras de tejidos. Perdí el sentido. Desperté de nuevo donde me habían capturado, con esta pulsera que ves. Eso es todo. Todavía no me lo explico.

La pingüina pone cara de no creer una palabra y le pregunta al galán si éste la ha tomado por boba o idiota. Qué abducción ni qué niño muerto, exclama. Le da calabazas y el pingüino se retira con el rabo entre piernas. Se daría al güisqui si lo tuviera a mano y maldice el día que lo anillaron. Yo, antes, tenía pingüinas así, así, se queja. Se siente el centro de todas las miradas y pasa mucha vergüenza.

En cambio, entre los seres humanos se da el caso contrario. A la que aparece un hombre (varón o mujer) con la timopulsera en la muñeca, esa pogüerbalans dabuten magnético-biológica chachi piruli, nadie cuestiona la estupidez manifiesta del espécimen portador y éste liga más que la cola de carpintero. Es extraño que así sea, porque la pogüerbalans dabuten magnético-biológica chachi piruli tiene su hábitat natural en la muñeca de gentes que creen que un trozo de goma con un adhesivo brillante será capaz de equilibrar sus energías, las que sean. Ahora bien, cabe decir que una persona capaz de gastarse más de treinta euros en una gilipollez tan grande vivirá sobrada de recursos pecuniarios y será tan crédula como fácil de manipular. Ergo, será la pareja ideal de muchos especímenes humanos que buscan manutención a bajo coste. Eso lo explica todo. Veremos si Nature querrá publicar mi observación, pero me temo que no me tomarán en serio.

Acupuntura, Wikipedia y «La Vanguardia»

Hoy publica La Vanguardia un artículo titulado La ciencia avala el uso de la acupuntura y subtitulado La medicina oficial integra la técnica de las agujas como terapia. Firma el artículo Ana Macpherson. Señores y señoras, lo que afirma el título es notoriamente FALSO y lo que afirma el subtítulo, también.

El artículo sólo dice que muchos profesionales quieren enriquecerse con el ejercicio de la acupuntura, y acto seguido inicia un enunciado de posibles dolencias que cura la acupuntura. Pero el artículo no está contrastado, ni mucho menos. Eso sí, afirma que la revisión Cochrane (sic) avala su efectividad. ¡Por favor...!

Señoras, caballeros, hemos pillado a la periodista copiando del Wikipedia parte del artículo, en especial eso de la revisión Cochrane y el listado de cosas que la acupuntura es capaz de curar. Lo que es peor, creo que la periodista no ha entendido lo que ha copiado. No diré mucho más por no ser cruel, pero afirma estupideces de mucho calibre, que se han demostrado falsas repetidas veces en muchos y muy variados estudios. Ni un sólo intento de contrastar la información, de buscar una voz contraria, ni el asomo de intento de algún escéptico que ponga objeciones a una práctica como la acupuntura. Ni la ciencia avala el uso de la acupuntura ni la medicina oficial...

Por cierto, qué manía con la medicina oficial. Medicina hay una, la que cura. Y la acupuntura no cura, tan sencillo como eso. No hay más. Punto. Fin. Y son tantas las evidencias en contra de su efectividad que avalar la acupuntura como tratamiento o terapia válida sólo podría ser el resultado de una serie de experimentos y evidencias tan contundentes, tan extraordinarias y de tal calibre... que no se han dado nunca.

Lo que sí que hay, y es una gran vergüenza, es mucho aprovechado con bata blanca que ha visto el negocio. Uno se vuelve acupuntor por ignorancia o por maldad, y pónganse ustedes ahora en el papel de víctima... digo, de paciente, y piensen si prefieren ser pinchados por un ignorante, un malvado o una combinación de ambos.

La Vanguardia, simplemente, ha publicado una información falsa, ha engañado a los lectores y lo que es peor, los puede haber perjudicado, pues da aires de verosimilitud a un bulo que afecta a algo tan importante como la salud de las personas.

¡Qué vergüenza!

El problema es que cuesta muchísimo luchar contra la ignorancia y la estupidez cuando la prensa que se anuncia y se vende como seria comete semejante barbaridad y se muestra, con letras grandes y mucha página, como la trompeta del ignorante, el clarín de la charlatanería, tocando a rebato. Espero que los señores de La Vanguardia rectifiquen su error, que hace más mal que bien a la salud y el conocimiento de los ciudadanos. Aunque me parece que les da igual, porque no es la primera vez, ni será la última que se lanzan a decir barbaridades o hacen de bocina de calamitosas engañifas.

Ad Aeternum, o no


La eternidad es lo que tiene, que ahora es así, ahora asá, según soplen los vientos de la metafísica, que supongo moldeados por altas y bajas presiones de la esencia del ser. Cambia, pues, la eternidad, agitada por precipitaciones nominalistas, tormentas y tempestades existenciales, apaciguada por nieblas escolásticas, congelada por heladas positivistas, animada por soleadas mañanas teológicas, relajada tras tranquilos atardeceres nihilistas los domingos y fiestas de guardar, y se deja adormecer mientras dura el bochorno estival de las meditaciones kantianas. También se dan otros fenómenos muy curiosos en la eternidad, como las imágenes en las paredes de las cavernas, mediada la noche de los tiempos, producidas por el fuego fatuo que nace del pantano de las ideas, o el paso por el firmamento de las estrellas azarosas, las que guían nuestro destino. En fin, la eternidad será larga, pero no parece inmutable.

¿A qué viene esta constatación? A que la Santa Madre Iglesia, una de las proveedoras de eternidad, está en medio del trámite de cambiar (de nuevo) las especificaciones de su producto. Más exactamente, el actual Santo Padre quiere modificar el concepto de Cielo, Infierno y Purgatorio. Las consecuencias del cambio son imprevisibles.

En primer lugar, se produce un cambio esencial. Ahora mismo, Cielo, Infierno y Purgatorio son topónimos. Es decir, lugares, lugares a los cuáles van a parar las almas después de haber abandonado el cuerpo que les ha tocado en suerte. De aquí a poco, no serán topónimos, dicen los avisados. El Cielo (o el Infierno o el Purgatorio) ya no será un lugar, sino una situación, un estado de ánimo... o de ánima, mejor dicho.

El Cielo viene (vendrá) a ser la relación directa y personal con Dios y el Infierno, lo contrario, el cómo queda uno por no poder relacionarse de esa manera. El Purgatorio... En fin, el Purgatorio siempre ha sido un problema, porque si el Cielo estaba arriba y el Infierno abajo, y eran eternos, sólo resta suponer que vivimos en el Purgatorio, que está en medio y no es eterno. Y si no vivimos en él, lo tenemos a la vuelta de la esquina, como quien dice. Sesudos teólogos han concluido que el Purgatorio es, seguramente... ¡mi oficina! ¡También es mala suerte!

Me preocupa un detalle. La pérdida del valor toponímico provocará la pérdida de las mayúsculas, y la pérdida de la condición mayestática. Así, por ejemplo, el Cielo será el cielo, quedando así relegado a la misma condición que la felicidad o el espacio aéreo, que se escriben con minúsculas, y ya no será lo mismo.

Llámenme nominalista, si quieren, pero el asunto es grave. Piensen en las terribles consecuencias del mismo. Piensen en Dante. ¿Qué haremos con Dante? ¿Qué será de su Infierno si pierde las mayúsculas? Un Infierno no está mal y da para llenarlo de vecinos, amigos y conocidos en verso inmortal; un infierno con minúsculas es como coger el metro, desagradable y prosaico. Se empieza por ahí, dejando la mayúscula por el camino, y acaba uno publicando una versión políticamente correcta de la Divina Comedia, y por ahí no paso, no, no, eso sí que no.

El verdadero problema de la relatividad

Es un hecho que el tiempo y el espacio son entidades de longitud variable. Así, por ejemplo, a medida que transcurre la semana, de lunes a viernes, el tiempo transcurre con lentitud creciente y el trayecto de casa a la oficina y viceversa es, por lo tanto, cada vez más largo. En cambio, así llega la tarde del viernes, el tiempo se precipita y sucede todo tan deprisa que, si uno se despista, se encuentra de nuevo con el lunes sin saber qué ha pasado en tan poco tiempo.

¡Que viene la gripe!

Después de tantas tonterías como se han dicho de la gripe, las vacunas y demás, las autoridades sanitarias del Reino Unido han decidido publicar los datos con nombres y apellidos. Decir las cosas por su nombre y mostrar la justa medida de lo que implican es la mejor medicina. Así, por ejemplo, cada año mueren de gripe, dependiendo de la virulencia del brote, entre nadie y cinco mil personas en el Reino Unido. La mayor parte de los muertos son mayores de 65 años, pero el segundo grupo de mayor riesgo son los niños, especialmente los menores de cinco años.

En esta temporada gripal, que comienza a contar en octubre, ya suman 112 muertes. Más de la mitad entre Navidad y Reyes, y entre ellas, las de nueve niños. Es decir, ha comenzado la etapa más virulenta de la epidemia. La pandemia de 2009/2010 propagó la cepa H1N1 (la gripe A), pero resultó más benigna de lo que se esperaba. Una mala gestión de la información por parte de la OMS, el desembarco de la prensa sensacionalista y la publicidad de las insensateces dichas por monjas y antivacuneros puso contra las cuerdas al sentido común, pero los hechos son tozudos y este año la gripe A es la cepa predominante, después de haberse propagado el año pasado por todo el mundo. De hecho, 95 de las 112 muertes en el Reino Unido son debidas a la cepa H1N1.

Las autoridades han recomendado la vacuna a todos los grupos de riesgo y han recomendado el uso de la vacuna preventiva contra la pandemia de la temporada pasada (contra la gripe A) si no existe disponibilidad de la vacuna actual (que ataca a varias cepas del virus, entre ellas la H1N1).

No llega ni para agujas

El Consejo General de Enfermería y la Federación Española de Diabéticos han publicado un estudio sobre el tratamiento y la prevención de la diabetes en España. Concluyen que la sanidad pública es tacaña a la hora de proporcionar las agujas con las que tiene que pincharse la insulina. Estas agujas tendrían que ser de un solo uso, aunque la mayoría de los diabéticos españoles (más del 80%) las reutilizan. Sólo en Canarias, Murcia y la Comunidad Valenciana se proporcionan agujas suficientes. Cantabria, Cataluña y el País Vasco son las comunidades que menos agujas proporcionan, menos de la mitad de las que se estiman necesarias.

Va de leones, nanas, cantores y pleitos

Seguramente no saben quién era Solomon Linda ni habrán oído hablar de su grupo, The Evening Birds. Si les digo que era un grupo coral zulú que grabó Mbube en la South African Gallo Record Company en 1939, se quedarán lo mismo. Mbube había sido escrita por Solomon Linda en 1920, ahí queda eso. Era una canción con solera.



Mbube, El León, es una nana. Duerme, mi niño, que esta noche duerme el león, dice la letra, que en los años cincuenta fue recuperada por algunos grandes del pop, que experimentaban con lo étnico. Gentes como The Weavers, Pete Seeger, The Springfields, Jimmy Dorsey, Yma Sumac, Karl Denver, Miriam Makeba o The Kingston Trio, se atrevieron con Wimoweh, que era el nuevo nombre con el que se había bautizado a la canción. Eso sí, ustedes siguen en Babia, aunque quizá comience a resultarles familiar el asunto.



Así fue hasta que un grupo de blanquitos, que cantaban eso que llaman doo-wop, en 1961, adaptó la canción a su propio estilo. Se llamaban The Tokens, era 1961 y The Lion Sleeps Tonight batió todas las marcas de superventas. The Tokens recibieron más de 15 millones de dólares para que Disney pudiera utilizar la canción en The Lion King, imagínense ustedes la fortuna en derechos de autor... ¡Les tocó la rifa!



¡Seguro que ya estarán cantando el agüimbaué!

La historia acaba entre pleitos. Los sucesores de Solomon Linda reclamaron su parte en el pastel y hubo un pleito de éstos contra Disney, a la que reclamaron 15 millones de dólares, no iban a ser menos. The Tokens, por su parte, argumentaron que ellos habían añadido y variado una parte sustancial de la canción. Las discográficas se liaron en un toma y daca que acabó en un acuerdo privado. La heredera de Solomon Linda cobra una renta de 3.000 dólares al mes por la canción y las discográficas se han repartido el pastel de los derechos de autor con discreción.

En lo que a mí respecta, The Lion Sleep Tonight es la nana oficial del reino, por razones que no mencionaré ahora, pero que pueden imaginar ustedes, a discreción.

El optimismo, según Schopenhauer

Hay un sólo error innato: creer que estamos aquí para ser felices.

Arthur Schopenhauer

Heidegger, su obra, su esencia

Heidegger es el personaje de la crucecita, el día que, en 1933, los profesores de Friburgo se manifestaron a favor del nazismo y animaron a los estudiantes a sumarse al movimiento nacionalsocialista.
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He aquí un resumen de la aportación de Heidegger al mundo, su reflexión metafísica sobre el ser, que nace en su gran obra mamotrética, Ser y Tiempo (Sein und Zeit):

El ser es siendo. Si no fuera siendo, no podría ser, porque de no ser siendo, sería lo que es ahora, pero ahora no es, porque ya ha sido, y lo que será, todavía no ha sido y no puede ser ahora. Por lo tanto, lo que es viene siendo y seguirá siendo, porque si el ser no fuera siendo lo que ha sido y no siguiera siendo lo que es, no sería lo que es, puesto que la esencia del ser se manifiesta siendo, y el ser ya no sería lo que es si no fuera lo que ha sido y lo que será. Ergo, la esencia del ser es ser en el tiempo, donde es siendo, y si no fuera siendo, sin tiempo para ser, no sería. Ahora queda por dilucidar si la esencia del ser que se manifiesta siendo es la que es porque es o porque es lo que quien es lo que es hace que sea. En efecto, el que es en sí mismo un ser esencial, porque viene siendo lo que es, esencialmente, es el que otorga la esencia de lo que es a lo que viene siendo para que sea para sí algo esencial, respondiendo a la pregunta que sólo el que es puede formular, que es, a saber, qué es el ser. Así, el ser es lo que es porque el ser que es lo que es siendo concibe la esencia del ser en lo que es en sí para sí, para que pueda ser lo que es cuando sea y responder así a la pregunta sobre su esencia. Y no hay más.

Al respecto, Bertrand Russell comentó, mentando a Heidegger, que su terminología es excéntrica en grado sumo, su filosofía es exageradamente oscura. No podemos dejar de sospechar que su lenguaje se ha ido de madre. Es curioso que en sus especulaciones insista una y otra vez en considerar la nada como algo positivo. En general, su filosofía intenta pasar por lógica lo que no es más que una observación psicológica.

Peor lo deja otro filósofo, Roger Scruton, que no tiene pelos en la lengua. Su mayor obra, Ser y Tiempo, es terriblemente difícil... hasta que uno se da cuenta que es un absoluto sinsentido, y es entonces cuando uno disfruta de un discurso tan hilarante y disparatado. Además ¿cómo puedo juzgar su obra si no conozco a nadie que me haya revelado su sentido?

Pero ahí está, Heidegger, en los libros.

Semejante cantamañanas completó su obra metafísica sobre el ser jurando fidelidad al Caudillo de la Gran Alemania, Adolf Hitler, haciendo profesión de fe en el nazismo y su obra incluso en mayo de 1945, expulsando a los judíos de su universidad así que pudo, tergiversando a Nietzsche por dárselas de importante y haciéndose perdonar más tarde por tal suma de barbaridades, lo que tiene su mérito, reconozcámoslo, pues engañar al mundo como lo hizo después de hacer lo que hizo no es fácil.

No me creo que Heidegger fuera incapaz de captar la maldad del nazismo, que fuera incapaz de percibir su misma esencia, si quieren decirlo así. ¡Sabía perfectamente lo que estaba haciendo! Se arrimó al poder, porque tal era su voluntad, y creo que fue un nazi convencido por hacerse sitio en el régimen. ¡Qué gran maestro, Hegel! De él aprendió a arrimarse al poder y a construir un sistema filosófico que, parafraseando a Nietzsche (justo es darle la oportunidad de devolvérsela), parece profundo, pero en realidad es hueco.

Nos avergüenza que, en vez de ser condenado al olvido, otros como él lo ensalzaran y perdonaran, embrujados por su discurso esencial, incomprensible, el no da más de la vaciedad moral y el fruto de un sinsentido mayúsculo.

Heidegger, en esencia, supo vivir del cuento de ser lo que esencialmente no era, un filósofo, y como tal pervive, desgraciadamente. Como dijo el gran sabio, la sabiduría es pequeña y humilde, pero la estupidez, infinita y soberbia, es la que mueve el mundo.

¿Cuáles son sus propósitos para 2011?

El autor de estas líneas planteó una pregunta a sus lectores que después de tanto tiempo, transcurrido ya casi medio mes de enero, no tiene sentido, porque ya sabemos todos en qué acaban los propósitos de Nochevieja. La pregunta era, a saber: ¿Cuáles son sus propósitos para 2011?

Resulta preocupante que ni uno solo de mis lectores pretenda este año hacer caso de lo que dicen papá y mamá o creer firmemente en la bondad y el bienhacer de los líderes patrios. No pienso sermonear a nadie sobre la familia, porque es natural que el hijo pretenda corregir lo que erró el padre y acabe errando él por corregir demasiado. Es ley de vida. Eso sí, me permito felicitar a mis lectores por su agudo sentido crítico en relación con la política, aunque sospecho que el resultado de la encuesta no es el triunfo del escepticismo, sino el fracaso de la ilusión.

En el lado contrario, el propósito favorito de mis lectores es, agárrense, escribir un libro. ¡Precisamente ahora! Con lo mal que está el mercado libresco, lo poco que lee el personal... Trato de desanimar a mis lectores, para sacarme de encima a la competencia en la dura lucha por publicar.

También goza de la mayoría el propósito de dejar la bebida y el televisor. Aplaudo la decisión. Propongo, antes de ponerse a escribir un libro, leer otro.

A continuación, una sorpresa: uno de cada tres lectores quiere leer las obras completas de Kierkegaard, aunque no sepan pronunciarlo correctamente (que yo tampoco sé). Un porcentaje similar de lectores quiere adelgazar o tener un hijo, o más de uno. No se ha establecido todavía que leer a Kierkegaard adelgace o provoque ataques eróticos en períodos fértiles, pero todo es ponerse.

A partir de aquí, la cosa se tuerce y los lectores desvarían. Uno de cada cuatro, por ejemplo, quiere sonreír en la oficina (¿dónde se ha visto?) o aprender a tocar la tuba (¿en la oficina?). Son propósitos loables, no diré que no, pero demuestran que los propósitos de la Nochevieja son producto de la intoxicación etílico-champanera, no de un proceso de raciocinio y convencimiento.

Quedan algunos clásicos. Uno de cada seis lectores pretende apuntarse a un gimnasio (qué benditos son, por Dios) o plantar un árbol. Sólo uno de cada diez pretende dejar de fumar, lo que me alegra, pues es señal de que mis lectores casi no fuman.

Pintan bastos

Nos vamos a divertir con el Palau de la Música. El juez Solaz ha dejado el caso Millet y Montull y se ha largado a luchar en otro tribunal contra la violencia de género (i.e., un género de violencia que sufren las mujeres). Si es tan expeditivo luchando contra el macho ibérico como lo ha sido persiguiendo ladrones de alto copete, que se preparen las mujeres, pobres, que lo tienen negro. A este paso, entre lentitudes, retrasos y obstáculos, no se resolverá nunca ni el latrocinio del Palau ni el patrocinio del Partido. Le echarán la culpa a algún muerto, ya verán ustedes, y aquí no ha pasado nada.

Mientras el caso Millet lucha por perderse en el mar del olvido, el caso Carulla va tomando cuerpo. Ya hablé de él en De oca a oca y tiro porque me toca. Se confirman los peores pronósticos.

El caso sigue bajo secreto de sumario, pero los diarios anuncian que Jordi Carulla, el más bribón de los seis hermanos Carulla, ha sido citado a declarar como imputado por el juez instructor. Los otros cinco hermanos, entre los que se cuenta la actual presidenta del Palau de la Música y vicepresidenta durante los últimos once años del reinado de don Félix Millet, serán también imputados una vez se resuelva un trámite en el Juzgado de Instrucción número 4 de Barcelona. Se acusa a los personajes de evadir el pago de 160 millones de euros en impuestos (más de 26.600 millones de pesetas).

Las autoridades supieron de la evasión de impuestos de los Carulla mientras la Audiencia Nacional investigaba el blanqueo de dinero de las mafias criminales en Europa. De esa semilla nació también el caso Pretoria, puesto que los señores Alavedra y Prenafeta se dedicaban (presuntamente) al blanqueo de dinero mediante operaciones inmobiliarias, con la inestimable ayuda del alcalde de Santa Coloma y otros personajes de dudosa catadura moral. El señor Prenafeta, ya saben, ése que fue invitado a la toma de posesión del ahora Muy Honorable señor Mas, que resumió todo el discurso de investidura y su programa de gobierno en este gesto público y notorio.

A lo que íbamos, a los 160 millones que los Carulla nos han robado a todos. Bajo mano, la familia Carulla está negociando con Hacienda una regularización fiscal y unas circunstancias atenuantes que permitan a los propietarios de Agrolimen echar tierra sobre este asunto.

¿Dimitirá la señora Carulla? Tendría que hacerlo, si tuviera una pizca de dignidad. Si se postula como la persona que liderará la regeneración moral del Palau de la Música y resulta que la pillan colaborando en la evasión de 160 millones de euros en impuestos... Pero el crimen es sórdido y bellaco, y no esperamos honor de quien no se comporta honorablemente.

El Ruletista


El Ruletista es un relato breve que pertenece a Nostalgia, un libro de relatos que escribió Mircea Cărtărescu en 1993. El relato fue censurado y prohibido por el régimen comunista. Demasiado... realista. El señor Cărtărescu nació en 1956 en Bucarest, Rumanía, y muchos dijeron de él que sería el primer rumano en ganar un Premio Nobel de Literatura (y se equivocaron). Premiado o no, Cărtărescu es un gran escritor, y punto, no hay más que decir.

Impedimenta (¡bravo por Impedimenta!) publica este relato, El Ruletista, traducido por Marian Ochoa de Eribe. Es un libro brevísimo, que se lee en un pispás y que causa una honda impresión. El narrador y el Ruletista son los únicos personajes. La figura del Ruletista, un tipo desgraciado, sórdido, que apuesta su vida en la ruleta rusa, arrebata y fascina, y también horroriza, al lector, al narrador, a todo quisque. Son cuarenta y cinco páginas de un relato estremecedor que les recomiendo vivamente. Literatura y metaliteratura (verán por qué lo digo) en estado puro.

«La Ley Antitabaco casi me mata»

Tal declaró don José Miguel Santofimia, un personaje de 44 años, víctima de un aparatoso accidente en la calle Gardoki, de Bilbao. El pasado viernes, entrada la noche, don José Miguel había salido del bar con unos amigos por echar un pitillo en la calle. Es que ahora no dejan fumar en los bares, dijo. En éstas, zas, sentí un golpetazo en la cabeza y un estruendo. Según los testigos, don José Miguel, recibió el impacto de dos cascotes de piedra que se desprendieron de la cornisa del edificio bajo el que se cobijaba para fumar. Conmocionado, acertó a dar unos pasos y cubierto de sangre, cayó al suelo. Se lo llevaron al hospital en ambulancia.

El asunto podría haberse resuelto trágicamente. Dentro de lo que cabe, don José Miguel se ha tenido que conformar con dos brechas en la cabeza, treinta puntos de sutura y la suerte de seguir vivo. El bilbaíno lo toma con humor, menos mal. Sobre la Ley Antitabaco dice a quien quiera oírle: Los que no acaben con pulmonía igual acaban como yo. Luego, delante de los micrófonos, don José Miguel reconoce que los tiempos cambian, y que será mejor dejar el tabaco. Ojalá se mejore usted pronto, don José Miguel, y que todo quede en el susto y la anécdota.

El cuento viene a que la desgracia del bilbaíno parece munición para nicotinómanos. En efecto, salta el accidente a las prensas y ya están esas voces airadas reclamando libertad. Ay, qué le vamos a hacer. Es que el humo les ciega, pobrecitos.

Ahora no te pongas a llorar, mujer


Hay cosas exclusivas del ser humano, como reír o llorar. Los cocodrilos derraman lágrimas, sí, pero no lloran en el sentido humano del término. Las lágrimas en el hombre (varón o mujer) cumplen una función fisiológica y aparecen, además, asociadas a determinados estados del ánimo. Pero se creía que no iban más allá. Pero la ciencia avanza que es una barbaridad y hoy sabemos que las lágrimas contienen señales químicas que influyen sobre los demás, según un equipo de científicos israelíes del Weizmann Institute of Science y que publica la prestigiosa revista Science, ahí es nada.

Según los autores de Human Tears Contain a Chemosignal, las lágrimas de las mujeres contienen sustancias químicas que causan efecto en el comportamiento de los varones. Se sabía que las lágrimas de ratones contenían señales químicas (no me pregunten cómo se sabía, pero se sabía), y ahora se sabe que las lágrimas del hombre, también. ¡No íbamos a ser diferentes a un ratoncito!

En resumen, el estudio concluyó lo siguiente:

Los varones no saben distinguir las lágrimas de una mujer de una solución salina (suero). Saben lo mismo, huelen igual, no aprecian diferencia alguna. Pero... Ah, amigos, las lágrimas producen un efecto que la solución salina no produce.

Los autores del experimento pusieron a un grupo de mujeres a ver películas dramáticas (llamémoslas así) y se dedicaron a recoger sus lágrimas. Nos imaginamos la escena... En fin, que recogido suficiente líquido, llamaron a los varones voluntarios, les vendaron los ojos y les pusieron un trocito de tafetán bajo las narices. Unos trocitos los habían mojado en lágrima viva; otros, en la solución salina de marras. Los varones seguían sin ser capaces de distinguir la lágrima del suero.

Ahora viene lo bueno. Les quitaron las vendas y los varones examinaron varias fotografías de señoras estupendas. Los que tenían suero bajo las narices se pusieron muy contentos y dijeron que las señoritas de las imágenes eran bellísimas. Los varones afectados (sin saberlo) por las lágrimas respondieron, en cambio, que no había para tanto, que las señoritas no estaban mal, pero... En fin, que no se emocionaron demasiado.

El experimento fue más allá. Los científicos israelíes pusieron toda la carne en el asador y se trajeron un aparato que examina el funcionamiento del cerebro con resonancia magnética. La prensa dice que los varones fueron sometidos a otro experimento. Les pusieron películas, dice la prensa, sin entrar en detalles. Los varones que habían olisqueado lágrimas mostraron una menor actividad en el hipotálamo y la circonvalación fusiforme izquierda. Lo diré clarito y que se entienda: mostraron un menor deseo sexual.

Es decir, disminuyen los niveles de testosterona en los varones expuestos a lágrimas de mujer. Pero ¿por qué? ¿Cómo? Es lo que queda por descubrir. También quiere investigarse la señal química que podría enviar la lágrima de un varón, o la de un niño. Hasta ahora se creía que llorar no tenía ninguna utilidad biológica, pero ahora parece que sí que la tiene. Lo dicho, el hombre es mucho más animal de lo que se creía, dicho sin ánimo de ofender.

Más en: Shani Gelstein, Yaara Yeshurun, Liron Rozenkrantz, Sagit Shushan, Idan Frumin, Yehudah Roth, and Noam Sobel. Human Tears Contain a Chemosignal. Science, 6 January 2011 DOI: 10.1126/science.1198331.

Mira a lo lejos


Mira a lo lejos - 66 escritos sobre la felicidad es heredera de la edición francesa Propos sur le bonheur, que reunía noventa y nueve escritos. Está editada por RBA y traducida por Emilio Manzano. Se trata de una colección de artículos que su autor, Alain (en verdad, Emile-Auguste Chartier) publicó en la prensa entre 1908 y 1924. De Alain podría uno decir que era un filósofo metido a periodista o un periodista filósofo. En todo caso, un tipo que trataba asuntos cotidianos con sentido común.

El tema de la felicidad es recurrente y ha preocupado a muchos grandes pensadores. Alain lo plantea con sencillez, pues trata con el gran público. Pero también lo plantea con rigor, con el auxilio de Descartes, Aristóteles y compañía, que conoce al dedillo. Surge una filosofía a medias epicúrea, a medias estoica, que propone la acción y el goce de lo inmediato, huyendo de la religión (ni la menciona, Alain fue un notable ateo) y favoreciendo la gimnasia por encima de la reflexión y el ensimismamiento. Es tan fácil de leer que engaña.

Es un libro amable, que esconde una seria reflexión sobre la condición humana. Es decir, no es un libro de autoayuda ni un recetario para ser feliz. Los lectores de Hegel quedarán profundamente decepcionados al vérselas con un lenguaje claro y sencillo, pero se equivocarán si lo consideran superficial.

Que se chinchen


Fíjense qué horror. Doña Svetlana Tendler, que ejerce la medicina en el estado de Maryland, EE.UU., descubrió la piel de todo su cuerpo (copio) llena de verdugones rojizos, irritados, inflamados, hinchados y que picaban mucho. Esa profusión de ronchas le produjo (prosigue la copia) una severa infección y llamativas y prominentes cicatrices. Su abogada, la señora Lust, añade que la señora Tendler tuvo que someterse a un prolongado tratamiento de antibióticos y cortisona, que le produjo una infección fúngica y una foliculitis facial severa, que se extendió posteriormente por el pecho, los hombros, el cuello y el cuero cabelludo. ¿No me creen? ¡Fíjense en las fotografías! ¡Espeluznantes!

¿Qué le había ocurrido a la señora Tendler? Que había sido atacada por las chinches en una habitación del Waldorf Astoria, en Nueva York. ¡El Waldorf Astoria...!

De eso hace ya tres años. Desde ese día he intentado olvidar el horror de aquella noche, manifiesta la señora Tendler, pero lamenta no haberlo conseguido. Siento que algo muy importante de mi vida me fue arrebatado entonces y nunca más he vuelto a tener conmigo, afirma. Sentí que era devorada viva por las chinches, que recorrían todo mi cuerpo, recuerda con pánico.

La señora Lust, la abogada, añade: Mi clienta siente terror cada vez que tiene que pasar la noche en un hotel. Ahora lleva siempre consigo un pulverizador insecticida, una lupa y una linterna para localizar y eliminar las chinches cada vez que duerme fuera de casa. La señora Tendler, añade, ha desarrollado una fuerte ansiedad y duerme mal. Vive aterrorizada y cree que cualquier día aparecerán las chinches en su casa. También dice que su cara nunca ha vuelto a ser la misma; está desencajada. Siente una desazón muy grande cada vez que sale de casa y cuando fue de vacaciones a las Bermudas, dos días después de pasar la noche en el Waldorf Astoria, se quedó sin poder tomar el sol. ¡Hasta aquí podríamos llegar!

El señor Tendler, en cambio, no sufrió el ataque de los crueles insectos. El matrimonio duerme en camas separadas y el señor Tendler acertó con el lecho sin chinchar. El señor Tendler no ha hecho declaraciones.

El gerente del Waldorf Astoria, don Brad Mills, tomó cartas en el asunto. Ofreció un descuento a la familia Tendler y les ayudó a fotografiar los estragos causados por los bichos. Luego puso en una bolsa de plástico, a disposición de la señora Tendler, una chinche que pillaron en su lecho. El hotel inspeccionó posteriormente la habitación 1651, donde ocurrió todo, y concluyó que no había más chinches por las que preocuparse.

Eso ha sido todo, observa la abogada Lust. No hemos tenido más noticias del hotel y creemos que ya es hora de exigir una compensación adecuada. La abogada reclama que el hotel sufrague los costes médicos del tratamiento de la señora Tendler, más una o varias operaciones de cirugía plástica para remediar los estragos causados por el suceso y eso que llaman daños morales. En total, diez millones de dólares.

Dos pequeñas observaciones. En primer lugar, es el tercer caso de ataque de chinches en el Waldorf Astoria que ha llegado a los tribunales en 2010. En segundo lugar, lust, en inglés, quiere decir lujuria, pero también codicia, y también es casualidad que se apellide Lust la abogada de la sufrida señora Tendler.

En fin, investigaré a ver si hay chinches en la oficina, por jubilarme.

La medalla Dickin


La medalla Dickin es un producto típicamente inglés. Aunque su prestigio es indiscutible, nunca ha tenido un carácter oficial. La instituyó doña Maria Dickin, fundadora de la PDSA (People's Dispensary for Sick Animals, u Hospital Popular para Animales Enfermos), una entidad veterinaria caritativa, una de esas entidades con regusto victoriano que sólo puede darse en Inglaterra. La medalla fue instituida en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial.

La medalla es una pieza muy cotizada por los coleccionistas. Es de bronce. En la cara, rodeado por una corona de laurel, se lee el lema For Gallantry (por su heroicidad) y We Also Serve (nosotros también servimos) en letras más pequeñas. En el reverso, se graba el nombre del animal, su especie y raza, etc. Se otorga a los animales (traduzco) que hayan mostrado un valor o una devoción por el deber claramente heróica, ya sea en las Fuerzas Armadas o en la Protección Civil.

Casi todos los animales condecorados y lamentablemente muertos han sido enterrados en el cementerio animal de la PDSA en Ilford, Essex, que fue restaurado en 2007 gracias a los fondos de la Lotería Nacional británica. En los entierros, suelen otorgarse honores militares a las bestias y nadie se escandaliza por ello.

Hasta el día de hoy, se han concedido 63 medallas Dickin. Del total, 54 fueron concedidas durante la Segunda Guerra Mundial. En 1949, la medalla Dickin fue sustituida por la Medalla de Plata de las PDSA, pero regresó otra vez en 2002, para ser otorgada a tres perros que fueron más allá del deber en el rescate y búsqueda de cuerpos atrapados en los atentados del 11 de Septiembre. También han recibido la medalla Dickin perros que han servido en Bosnia, Irak o Afganistán, que arriesgaron sus vidas detectando minas y explosivos. El último condecorado, en 2010, es un labrador, Teo, por su labor en la detección de trampas explosivas en Afganistán.

En la Segunda Guerra Mundial, recibieron la medalla treinta y dos palomas mensajeras, dieciocho perros, tres caballos y un gato, Simon. Sin entrar en detalles, las palomas fueron recompensadas por llevar mensajes que salvaron vidas humanas o que anunciaron hechos de gran relevancia histórica (Dieppe, Normandía, Arnhem). La mayoría de los perros condecorados trabajaron en la defensa civil, rescatando víctimas del Blitz, aunque también fue condecorado una perrita, Judy, por mantener alta la moral de los soldados británicos en un campo japonés de prisioneros de guerra, por ejemplo.

No creo que los animales tengan valor o noción alguna del deber. Aunque realicen acciones prodigiosas, el valor como lo entendemos es intrínsecamente humano. Pero podemos agradecer su trabajo elevándolos a la condición de héroes. Es bueno para la moral, aseguran los ingleses.

Eso sí, las ratas no cuentan. Simon, el único gato condecorado con la medalla Dickin, prosiguió con su tarea de cazar las ratas del barco donde vivía pese a haber sido herido de gravedad en un combate naval. La abnegación de Simon fue un ejemplo para la marinería y sería luego recompensada con creces, pero las ratas todavía maldicen el nombre de Maria Dickin.