Cuentan que en el meollo de la batalla de Austerlitz, el coronel Morland, de los cazadores a caballo de la Guardia Imperial, se lanzó contra los rusos a la cabeza de dos escuadrones y que un balazo se lo llevó por delante. Como suele suceder en estos casos, lo suyo se consideró heróico y el señor Bonaparte en persona ordenó que su cadáver se trasladara a Francia, para que su viuda pudiera enterrarlo con todos los honores. Larrey, el cirujano jefe del Gran Ejército, lo momificó, mediante el simple procedimiento de sumergir al coronel Morland en una gran garrafa de aguardiente, según unos, o de ron, según otros. Envolvieron el paquete y ordenaron enviarlo a la señora viuda de Morland, en París, Francia.
Aquí se tuerce la historia, y existen muchas versiones acerca de ella. Se cree que el paquete cayó en manos de feriantes y titiriteros, que exhibieron a cambio de unas monedas un auténtico coronel de la Guardia Imperial por media Europa, hasta que tuvieron la mala suerte de topar con franceses entre el público. Pero ¿fue así? Unos cuantos eruditos se inclinan a pensar que sí, que eso es lo que sucedió, pero ¡quién sabe!
Lo que está seriamente documentado es el susto que se llevó la señora viuda de Morland, que recibió el paquete muchos meses después de la batalla de Austerlitz, cuando ya no pensaba volver a ver jamás a su querido esposo. Al mencionado héroe le habían crecido los bigotes y la melena de tal manera que le llegaban a los pies y se arrastraban por el suelo. Este suceso forense sería la única manera de datar el periplo de nuestro heroico y desgraciado coronel Morland, que en paz descanse.
Aquí se tuerce la historia, y existen muchas versiones acerca de ella. Se cree que el paquete cayó en manos de feriantes y titiriteros, que exhibieron a cambio de unas monedas un auténtico coronel de la Guardia Imperial por media Europa, hasta que tuvieron la mala suerte de topar con franceses entre el público. Pero ¿fue así? Unos cuantos eruditos se inclinan a pensar que sí, que eso es lo que sucedió, pero ¡quién sabe!
Lo que está seriamente documentado es el susto que se llevó la señora viuda de Morland, que recibió el paquete muchos meses después de la batalla de Austerlitz, cuando ya no pensaba volver a ver jamás a su querido esposo. Al mencionado héroe le habían crecido los bigotes y la melena de tal manera que le llegaban a los pies y se arrastraban por el suelo. Este suceso forense sería la única manera de datar el periplo de nuestro heroico y desgraciado coronel Morland, que en paz descanse.