Historia Hoy, Santa Claus y Michel Ney


Queridos lectores:

La revista Historia Hoy ha tenido a bien publicar su número 12 y en él habitan dos artículos escritos por un servidor de ustedes. 

Uno de ellos, relativamente breve, narra la historia de Santa Claus y explica de dónde surge ese personaje que nos visita por Navidad.


El otro, con todas sus páginas, narra la biografía de uno de los mariscales de Francia más conocido, uno que sirvió a las órdenes de Napoleón y del que nunca pudo decir nadie que fue un cobarde. Hablo, cómo no, del más valiente entre los valientes, el mariscal Ney. 

Espero que les guste y ya los quiero ver haciendo cola en el quiosco.

La que han liado

Queridos lectores:

Las obras de infraestructuras necesarias en Barcelona cierran calles de mucho tránsito en Barcelona al mismo tiempo que el Ayuntamiento limita la circulación en las calles adyacentes. Metrópoli Abierta me publica un artículo donde me pregunto por qué. Se titula La que han liado.

Pisuerga's Crocodile Experience entre el 21 y el 27 de noviembre


La gran cuestión que mueve pasiones en nuestro país: la tortilla de patatas.
Porque, queridos lectores, ¿tiene que llevar cebolla o eso es hacer trampas?


El 22 de noviembre se celebra Santa Cecilia, patrona de la música.



No se pueden hacer a la idea de las ganas que tenía de volver a mis clases de esgrima.



Como cada año desde no hace mucho, el Blas Fraile nos pone en evidencia ante la fiebre del consumo. También les digo que la mitad de los cachivaches que venden no sé ni para qué sirven.


Vamos de esta guisa porque Historia Hoy ha publicado un nuevo número.

El termómetro de los museos

Queridos lectores:

He aquí otro artículo publicado por Metrópoli Abierta firmado por un servidor de ustedes. Se titula El termómetro de los museos y pone sobre la mesa la cuestión de la cultura en Barcelona, tan maltratada, pobre, que ya casi no se reconoce. Espero que les guste.

Pisuerga's Crocodile Experience entre el 13 y el 20 de noviembre










Eso lo arreglo yo con una llamada

Queridos lectores:

Con cierto retraso, tengo que admitirlo, les dejo aquí el artículo que publicó Metrópoli Abierta el pasado día 13 de noviembre. Se titula Eso lo arreglo yo con una llamada y sírvanse ustedes mismos.

Novedades previstas


Queridos lectores:

Sepan ustedes que tengo entre manos un asunto que, en unos meses, dará que hablar. No puedo todavía decir nada de ello, pero, si me conocen, podrán imaginar de qué se trata. O no. 

No diré nada... por ahora. Pero estamos lanzados. 

Hacerse con una galleta



Hace falta una buena limpieza


La maldición del manuscrito


Pocas cosas hay tan desesperantes como tener que editar el manuscrito de una obra que no es mala, sino malísima, y que no tiene otro remedio que no sea volver a ser escrita por uno que sepa. Pero peor es que no puedas decir que no a ese trabajo, y estás obligado por razones que no vienen a cuento a tener que hacer la comedia y el paripé del lector interesado. 

Estos días sufro una de estas lecturas horribles y no conozco pérdida de tiempo más sangrante. Alguna semejante, es cierto, pero pocas tan frustrantes. ¡Con tantas cosas interesantes que tengo entre manos!

No te dará mucho trabajo, me dijo. Ahora ya tengo oficio y no tendrás que corregir casi nada, añadió. Luego se la envías a tu agente y a ver si me la publican, porque el tipo que me publicaba [era un negocio de autopublicación] cerró las oficinas y ahora trabaja desde casa y ya no me fío. Quiero que me publiquen en serio, y como tú estás metido en el ajo...

Socorro.

El palito de las narices

Queridos lectores:

Como verán en este artículo que me ha publicado Metrópoli Abierta, quería hablar de una cosa y he acabado hablando de otra. Porque me gustaría hablar de cosas más amables, o de algunas que no me hicieran llevar las manos a la cabeza. Pero ahí tienen el panorama y ¿qué puedo hacer yo? Escribir El palito de las narices, por ejemplo. Espero que les guste.

Juegos de seducción


Por algo cerraron el Museo del Alcantarillado


¿Quién ha ganado?


En los EE.UU. han estado de elecciones presidenciales, de diputados y más cosas. El 4 de noviembre votan muchas cosas, pero resulta extraño que días después todavía no se sepa quién ha ganado las elecciones a la presidencia del país. Tienen un sistema muy particular, que no me he preocupado mucho de conocer a fondo, pero que parece tener algunos fallos. Lo menos, no es ágil. En las elecciones europeas está todo resuelto en cuestión de horas, si nos ponemos a comparar. En serio, a veces nos quejamos de nuestro sistema electoral de puro vicio.

Otra cuestión es qué pasará con Trump. Ganó antes y esta vez, aunque pierda, se habrá llevado millones y millones de votos. Convendrá analizar cómo se combate contra esa clase de gente que emplea el sistema para reventar el sistema, porque, en cierta manera, nos va la vida en ello. 

Que un tipo que miente como respira, que lleva un peinado raro, que no parece muy listo, que rompe todo lo que toca, sea un líder que arrastra tanta gente detrás de sí, se llame Trump o se llame Puigdemont, nos tendría que preocupar.

Lo que importa


Problemas técnicos con la tablet



Menudo susto

Menudo susto, ¿verdad?

No deja de resultar sorprendente lo mucho que, para entretenernos, nos gusta pasar miedo de pacotilla. Películas, libros, juegos, disfraces... pensados para dar miedo, asustar. Será un memento mori, que dijo alguien con afición a estas cosas. Será, pero no deja de resultar curioso.


Retrato de un cocodrilo con una galleta


Bacocodrilo


Quedar como el culo (con perdón)

Estos días, se están haciendo públicas las escuchas telefónicas de unas conversaciones en las que participan grandes protagonistas del procesismo, que provocan sonrojo y vergüenza, cuando no una profunda irritación. Así, por ejemplo, el señor Madí y el señor Vendrell aprovechan la epidemia para hacer negocio y enriquecerse a costa del erario público, sin que parezca importarles demasiado que muera gente. Son tantas, tan sonadas y tan gordas las cosas que se dicen que no comprendo cómo no se ha desatado una verdadera tempestad política y no se arrastra por la calle la efigie de tan nefastos personajes. ¿Cómo puede nadie dar crédito a partidos que amparan una mafia de tal calibre?

Sin embargo, ha sido una conversación grabada el pasado 22 de septiembre (hace nada, como quien dice) la que me ha hecho reír, quizá por no llorar. Hablan el señor Vendrell y Eduard Voltas, tertuliano procesista y supuesto periodista. Han sido socios en algún tejemaneje político, pero de repente hablan del libro Tornarem a vèncer (Volveremos a vencer) de Oriol Junqueras y Marta Rovira. El señor Vendrell recomienda el libro a todo aquel que no tenga clara la hoja de ruta (hacia la independencia), pero entonces salta el señor Voltas.

El señor Voltas se apresura a decir que ha levantado un muro de silencio (sic) alrededor de ese libro, porque quedaría como el culo (sic) si se supiera que él lo ha escrito. En particular, dice que quedaría como  el culo como opinador y analista si se supiera que ha hecho de negro de unos políticos. Añade que dos o tres personas, con nombre y apellidos, ya han preguntado a su editorial por quién ha escrito el libro, o si lo ha escrito él, y él lo ha negado dos veces y lo volvería a negar, que Marta Rovira ha dado instrucciones de un silencio absoluto (sic) y que aunque salga esta conversación grabada también lo negará (sic).

Cuántas cosas se deducen de esto. Ninguna buena.

La primera, que Junqueras, historiador y profesor de universidad, recuerden, y Marta Rovira, que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas, con todo el tiempo libre que tienen, han sido incapaces de escribir un panfleto de menos de cien páginas donde resumen su proyecto. Cien páginas, que tocan a cincuenta cada uno. 

La segunda, que el negro que eso ha escrito se niega a reconocer su autoría por miedo a perder sus prebendas como tertuliano. Cuánta hipocresía. El señor Voltas cobró 10.000 euros en 2019 por participar en las tertulias del canal 3/24 de la CCMA, por ejemplo, y ya sabemos todos lo que va a decir antes de que abra la boca. Su labor de opinador y analista es la de un loro, la voz de su amo. Pero, eso dice, teme perder esa fuente de ingresos en la televisión, la radio y los periódicos procesistas. ¿Por qué? ¿Tan malo es lo que ha escrito? Por lo que él mismo dice, ya corre la voz de que él ha sido quien ha perpetrado ese panfleto. Y ahora ni les cuento lo que va a correr la voz, con la grabación publicada... Es un temor infundado: quien escribió las memorias del señor Pujol salió en numerosas tertulias sin menoscabo alguno a su caché. Pero él sabrá a qué tiene miedo.

La imagen de los protagonistas de la historia reciente de la política catalana no puede ser más lamentable. Qué futuro estamos dejando de la mano de esta gente, rediós.

El buen soldado


He leído El buen soldado, de Ford Madox Ford, magníficamente traducida por Victoria León e igualmente magníficamente editada por Sexto Piso. Tengo que repetir magnífica otra vez, porque es, indudablemente, una obra magnífica. También he repetido los sufijos -mente... No sé qué me pasa.

El narrador, el señor Dowell, habla de los años que él y su mujer, Florence, coincidieron en un balneario alemán con el matrimonio Ashburnham, Edward y Leonora, en los primeros años del siglo XX. Y año tras año, en las mismas fechas, compartían comidas, excursiones y charlas intranscendentes. Los Dowell procedían de la costa este de los EE.UU. y los Ashburnham, de la campiña inglesa. Todos rentistas, gente de dinero, de esa rancia aristocracia de buena familia. A su manera, aquellas reuniones eran, a decir del señor Dowell, perfectas. La apariencia indolente y perezosa, las formas exquisitas, el lento transcurrir del tiempo, las rutinas perfectamente establecidas y repetidas año tras año... Pero bajo esa apariencia de perfección se desataban terribles sucesos.

A medida que avanza el relato, el narrador, que habla a un hipotético oyente, recuerda los sucesos que arrasaron aquella idílica relación. Va y vuelve constantemente del pasado al presente y en cada viaje el idílico escenario se torna más terrible, más oscuro, más triste. El autor, Ford Madox Ford, quiso titular la obra La historia más triste, pero el editor consideró que, en tiempos de la Gran Guerra, El buen soldado vendería más y quedaría mejor. Y así quedó el título.

El relato es un increíble tejido de episodios sueltos, incluso repetidos, que van descubriendo la cruel y triste realidad de esas cuatro vidas. Bajo la superficie se larvan suicidios, pasiones y locuras, luchas intestinas, amores y odios, que poco a poco irán mostrándose en un juego narrativo que es, simplemente, la obra de un maestro.

Es un novelón. Puede que no para todos los públicos, pero sí para cualquiera que guste de la mejor literatura.