Modus operandi del alcalde de l'Ametlla de Mar


Estos días ha pasado desapercibida una noticia publicada en El País que me ha dejado patidifuso. No sé si indignarme (¿otra vez?) o echarme unas risas. El artículo es éste: El alcalde que quiso hacerse rico deprisa, de Oriol Güell. Lean, lean, que no tiene desperdicio.

El caso, levantado por el Juzgado de Instrucción número 1 de El Vendrell, que investiga el caso 3%, nos muestra un caso que es singular en sí mismo, pero también sintomático de lo que ocurre, no diré en la sombra, sino a la vista de todo el mundo, en Cataluña.

El protagonista, en una fotografía publicada por El Punt-Avui en 2011.

Andreu Martí, que fuera alcalde de l'Ametlla de Mar entre 2003 y 2015, se presentó a las elecciones municipales como claro favorito. Muy mal tenía que ir todo para no ser el próximo alcalde de su pueblo. 

Convergente (cómo no) y espabilado (lo menos), con esos pronósticos en el bolsillo se presentó en el AndBank de Andorra con su señora para abrir una cuenta de 3.500 euros, cuarenta días antes de las elecciones. Como ven, un tipo previsor y adelantado a su tiempo. Vamos a sacar al vientre de penas, verás como sí, supongo que diría a su señora, al salir de la oficina, muy satisfecho de sí mismo. 

3.500 euros. En 2015, tenía no menos de 2,3 millones de euros en varias cuentas en Andorra y Panamá (que se sepa). Efectivamente, ya no tenía penas en el vientre, aunque la aparición de la policía supongo que le acarreará otras penas.

Además, se presentó a alcalde sin tener propiedades inmobiliarias conocidas, ojo. Hoy tiene dos viviendas, dos plazas de garaje y un trastero, además, con una hipoteca conjunta de 440.000 euros. 

Hago constar que l'Ametlla de Mar es un municipio que tiene poco más de siete mil habitantes. Tendrá turistas, sí, pero es un pueblo, no una gran capital. Con notable eficiencia, el señor Martí levantó una media de 228.000 euros al año (contando a la baja el valor de sus propiedades inmobiliarias conocidas) en un pueblo que cuenta con un presupuesto anual de 15.260.000 euros (en 2015) y una deuda viva de 16.800.000 euros. Eso sale a 32 euros por habitante del municipio y año.

Pueden ver el presupuesto del municipio (2016) aquí mismo, en:
También están disponibles al detalle los de 2014 y 2015 en el sitio web de su ayuntamiento, años en los que se disparó el gasto municipal y la rapiña del alcalde, que se decía: Vamos, vamos, que nos queda poco y se acaba el momio.

Es decir, más de un 1,5% del presupuesto total del municipio fue a parar al bolsillo del señor alcalde durante más de diez años. Si descontamos gastos fijos (salarios, electricidad, amortizaciones, deuda, etc.), el porcentaje sobre lo que hace el ayuntamiento es mucho más alto. Pueden calcularlo, si quieren, porque tienen los datos a mano.

Para comparar, se llevaba tanto en un año como lo que destinaba su ayuntamiento a las partidas de sanidad, medio ambiente, promoción del turismo... (con presupuestos entre los 100.000 y los 200.000 euros al año), casi tanto como las que destinaba a cultura, deporte o alumbrado público (poco más de 300.000 euros cada una) o tanto como la mitad de lo dedicado a educación (más de 500.000 euros), por poner algún ejemplo. Eso no es poco, ¡verdad? ¿Qué servicios se vieron afectados por su avaricia? Ya se verá en los juzgados.

Con todo el morro, con todo el desparpajo. Vámonos a Andorra, querida, que cuando sea alcalde vas a ver qué bien. Así, hasta 2015, que es ahora mismo, como quien dice. Pero es tanta la costumbre que el caso de este sinvergüenza ya no nos solivianta... pero sí que da para unas risas.

Porque el cachondeo no termina aquí. 

Lean (en catalán) la siguiente noticia de El Punt-Avui (30 de junio de 2011): El alcalde de l'Ametlla de Mar se reduce el sueldo un 40% (qué guay). El texto dice que se sacrifica por el pueblo y pasará a cobrar sólo 2.200 euros al mes. Eso son unos 30.000 euros al año, si son catorce pagas. Es decir, antes estuvo cobrando unos 50.000 euros al año, o la parte proporcional si no son catorce pagas y son doce, o quince. Hagan números. Siete mil habitantes, recuerden.

Pero... Siempre hay un pero. Entre el 12 de mayo y el 8 de junio de ese mismo año (2011), el señor alcalde ingresó en sus cuentas andorranas 291.000 euros. Ahora ya puedo bajarme el sueldo, para disimular, diría en casa, desternillándose, el muy granuja. 

Nadie vio nada, nadie sospechó nada, por supuesto. Es la costumbre.

¡Y ahora pasen y vean! Échense unas risas.

Cerquita (Gran Premio de Bélgica 2017)



El pasado fin de semana, se batió el cobre en el circuito de Spa-Francorchamps, uno de los circuitos con más solera del Campeonato y quizá el que tenga el trazado más largo (unos siete kilómetros). Se impuso Mercedes-Benz, porque tiene el motor más potente en un circuito donde prima la velocidad, pero Ferrari estuvo pegado, pegadito, y la separación entre ambas marcas resultó menor de la esperada. Mercedes-Benz quedó primera y quinta y Ferrari, segunda y cuarta. El resultado puso más emocionante todavía el Campeonato Mundial de Pilotos, todavía encabezado por Vettel, pero por muy poco.

Y ahora, Monza. A ver qué pasa. Aunque Mercedes-Benz parte con una relativa ventaja motriz, Monza es Monza, que dijo aquél.

¡Ya los tengo!



Damas, caballeros, queridos lectores todos:

Ya he recibido en casa los ejemplares recién salidos de imprenta del segundo volumen de la Historia torcida de la Filosofía.

Pronto, muy pronto, en librerías.

Un dato irrelevante, pero muy propio


Lanzallamas alemán, c. 1917.

El primer uso documentado del lanzallamas en combate fue en la batalla de Verdún, en 1916. La primera unidad en ser equipada con esta horrible arma fue el 3er Batallón de Zapadores de la Guardia, del ejército alemán. 

El dato irrelevante, pero muy propio, es que el comandante del batallón, antes de la guerra, era jefe de bomberos.

En resumen, pena


Hay quien escribe mejor que yo, y ahí lo dejo. El primer artículo, de Pérez-Andujar en El Periódico; el segundo, de Enric González en El Mundo; el tercero, de Albert Soler, en el Diari de Girona, que complementa a los dos anteriores.




No tinc porno, tengo miedo


Para que luego digan que no importa una coma de más o de menos y que los correctores no son tan importantes, a fin de cuentas.

Ayer, en Valencia, en la manifestación de homenaje a las víctimas del ataque terrorista del 17 de agosto, las autoridades posaron con la siguiente pancarta:


Y creo que con esto ya lo he dicho todo. No tinc porno, tengo miedo.

La prueba del PP y el sesgo de confirmación


Esta prueba me la propuso un amigo. Ante una noticia donde Fulano de Tal, de Tal Partido Político, ha dicho, hecho o propuesto tal cosa, cámbiense los protagonistas y dígase que dijo, hizo o propuso lo mismo un Fulano de Tal del Partido Popular (PP), y entonces a ver qué dices o piensas de eso que ha dicho, hecho o propuesto. Si piensas lo mismo, vale; si no, cuidado, porque padeces el llamado sesgo de confirmación.

El genial Quino ilustrando el llamado sesgo de confirmación.

El sesgo de confirmación es frecuentísimo. Consiste el leer la realidad (o un dato) considerando si me conviene o no. Si me llega una información que confirma mis creencias, mi opinión, mi ideología, la tengo en muy alta consideración; si esa misma información, en cambio, contradice lo que creo, pienso u opino, será despreciada, dejada a un lado, discutida, oculta... Sobran los ejemplos y ustedes mismos (yo mismo) caen (caigo) en el sesgo de confirmación una y otra vez. En especial, cuando huye de opiniones que no comparte.

El refranero español observa que antes se aprecia la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Es otra manera de decirlo, muy gráfica.

La prueba del PP es un experimento que avala el sesgo de confirmación. 

Va mi partido (u otro) y privatiza organismos de la sanidad pública. Silencio, alguna queja en voz baja, incluso algún comentario a favor. Va el PP y privatiza organismos de la sanidad pública y se monta la de Dios es Cristo. ¿No es cierto?

Los míos patrocinan colegios privados (concertados) a los que no pueden acceder quienes no pueden pagar, y algunos de esos colegios segregan por sexo. Nadie dice una palabra. Va uno del PP y propone financiar escuelas del Opus (como las que financian los míos) y veran ustedes la que se organiza. 

Va la televisión (pública) de mi pueblo, ciudad, comunidad autónoma y sesga la información política, barriendo a favor de quien manda. ¿Partidista? Nooo... ¿Qué dices? Es ecuánime y objetiva. Va TVE y hace lo mismo (y vaya si lo hace) y ¿qué me cuentas ahora? 

No hablemos de la corrupción o del depotismo, incluso del despotismo. ¡Qué les contaré de patrias y naciones...! De banderas, de frases inconvenientes, de cambiarle el nombre a una calle, de sostener opiniones estúpidas... Etcétera, etcétera.

En mi casa, la prueba del PP es tremendamente reveladora y pone muchas cosas en su justo lugar. La suma de antiguos convergentes, republicanos y cuperos dice, hace o propone cosas que, de hacerlas el PP, pondría cianótico a más de uno, desgañitándose a gritos de airada protesta (y tendría toda la razón del mundo para quejarse). Hagan la prueba. Desde que la hago, el mundo se aparece ante mí de manera más clara y distinta.

Eh, eh, que no se libra nadie y no puedo (ni debo) limitarme a comparar la diferente apreciación a lo que dice, hace o propone la derecha nacionalista por ser o catalana o española. La prueba del PP es tremendamente reveladora aplicada al PSOE, Podemos y otros partidos de la competencia en éste o en cualquier otro territorio. También es muy interesante el juego de la prueba del PP en estos casos. Por ejemplo, si un alcalde de la órbita de Podemos otorga la medalla de la ciudad a una virgen de su pueblo, ¿provoca una misma reacción a la que provocaría si fuera un alcalde del PP? Miro hacia Cádiz, pero podría mirar a cualquier otra parte. Sírvanse ustedes mismos. A mí me parece idiota sea alcalde uno del PP, de Podemos o de Pisuerga, no sé si me explico.

Sin embargo, la prueba del PP tiene un serio problema de diseño: ¿cómo la aplicamos a un votante del PP? A uno que crea que el PP es el no va más.

En tal caso, tendría que ser, por ejemplo, la prueba del prusés, si uno es sensible a la tontería nacional, o quizá tendría que ser la prueba de Podemos, o del PSOE, si le puede más la manía por la izquierda. Imagínate que eso que dice, hace o propone Fulanito de Tal, de tu propio partido (recordemos, en este caso el PP), lo dijera, hiciera o propusiera, por ejemplo, Puigdemont, Sánchez o Iglesias. ¿Qué dirías? ¿Te parecería bien?

Un consejo de amigo: hagan la prueba del PP y no se cansen de hacerla. Si son del PP, pues entonces hagan la prueba contraria (del prusés, de Podemos o del PSOE, a discreción). Hagan, en resumen, una prueba del sesgo de confirmación cuando se enfrenten a una cuestión política que consideren interesante. Sean entonces honestos, reflexionen y obren en consecuencia.

El sesgo de confirmación es típico en debates entre creencias y evidencias científicas.

Ahora bien, si pretenden dejar de lado la razón y seguir abducidos por el sesgo de confirmación, luego no vayan a quejarse de que no les avisé.

Los videntes de Calonge


A medio camino entre la indignación y la vergüenza ajena, vemos como instituciones públicas (entre ellas, universidades) patrocinan la estafa de las pseudomedicinas y otras patrañas semejantes. De la homeopatía al reiki, pasando por la videncia, la acupuntura, el tarotismo, el coaching bio-cuántico-neuronal no sé qué y mil cosas más que asombrarían a cualquiera con dos dedos de frente, porque causa asombro que todavía se dé pábulo a semejantes majaderías (¡y con dinero público!). Las autoridades de Calonge (un pueblecito ampurdanés, en la Costa Brava) se han sumado al carro. 

Patrocinada por el Ayuntamiento de Calonge, la Oficina de Turismo de Calonge-Sant Antoni y Estiu Actiu (el programa municipal de promoción turística), se anunció la Feria Esotérica, que se celebraría los días 19 y 20 de agosto en el Paseo de San Antonio (el Paseo Marítimo, para entendernos). El acto central de esta feria era la muestra de videntes y adivinadores, que la tarde-noche del último día de la feria realizarían toda clase de predicciones, de ésas que nunca fallan, porque tampoco aciertan.


Sin embargo, ha ocurrido algo que ha llamado la atención del personal. Porque, debido a circunstancias imprevistas (sic), la Feria Esotérica ha tenido que retrasarse un par de días, hasta celebrarse el 21 y 22 de agosto, y nadie había sido capaz de predecirlo. Mucho menos, los videntes, que protagonizan con sus adivinaciones y profecías las últimas horas del espectáculo. Como quien dice, no lo vieron venir.

Una nota y una nota al margen


El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Cataluña han convocado una manifestación el día 26 para honrar a las víctimas del atentado del pasado jueves. Todavía se debaten entre la vida y la muerte una docena de personas y ya se apuñalan las autoridades para ver quién y cómo preside la marcha y la CUP ya ha dicho que, si éste va, no voy yo, señalando al rey. 

Una manifestación ciudadana será difícil que acabe con el fanatismo, pero servirá para canalizar el duelo colectivo y es un homenaje a las víctimas, por un lado, y a las personas que sobrevivieron al ataque, a sus allegados, y a aquéllas que dieron y están dando lo mejor de sí para ayudarlas, sanarlas, consolarlas, para combatir el mal que habita entre nosotros y que tanto nos consterna y duele. A estos actos se acude dejando en casa las diferencias políticas e ideológicas, porque es más fuerte lo que nos une, que es o tendría que ser el respeto por el prójimo y sus derechos, como también, principalmente, un gesto de consuelo y apoyo para los que tenemos que tragar con esta amargura.

En este caso, decir que si éste va, yo no voy, o andar a bofetadas por ver quién y en qué orden preside la marcha, es una vileza mayúscula.

Los ciudadanos no nos merecemos esto.

Nota al margen: 

Cada cual se arrima a su ascua y la CUP y algunos más aprovechan la ocasión para señalar qué mala es España. No faltan los que hacen lo mismo señalando en dirección contraria. Es la vileza de la que hablaba.

Se señala al rey como cómplice de la venta de armas a Arabia Saudita, que patrocina el integrismo islámico en todo el mundo (y provoca matanzas horribles en Yemen, ahora mismo, de la que tan poco se habla). El rey es un mandao que sigue las instrucciones del Gobierno de España y, en efecto, uno tendría que preguntarse por qué los españoles vendemos armas a un gobierno y a un Estado como el saudí, el qatarí, etcétera. Es un tema complejo y desagradable, lleno de dólares, petróleo y alquitrán. Lo dejo aquí.

Pero quizá también sería bueno preguntarse cuántos empresarios catalanes se benefician de estas ventas (especialmente, en el sector de la electrónica), o por qué nadie dice nada cuando el F.C. Barcelona hace (o hacía) negocios de cientos de millones de euros con Qatar, que también patrocina el integrismo y es propietaria de hoteles y bienes inmuebles en Barcelona, o cuántas figuras públicas de todos conocidas han hecho negocios a su costa. Vamos, digo yo. Y no son pocos.

Si vamos de hipócritas, vamos de hipócritas; si vamos a todas, vamos a todas, y aquí no queda ni Dios.

Wolfgang (Extraordinari)



Venga, de entrada, una reflexión, que es personal y no pretende sentar cátedra. Cuando oigo hablar de literatura juvenil frunzo el ceño y disparo todas las alarmas. Porque lo que yo experimenté como literatura juvenil nada tiene que ver con lo que ahora llaman literatura juvenil. 

Un adolescente es (tendría que ser) un lector perfectamente capaz de enfrentarse con la mayor parte de la literatura adulta (póngase cursiva), aunque preferirá, como es natural, leer Dumas antes que vérselas con Proust, o visitar Londres de la mano de Arthur Conan Doyle a tener que pasearse por Dublín siguiendo las indicaciones de Joyce. Bueno, yo también, no puedo censurárselo. Eso es, en parte, porque todavía se está educando el gusto y el placer de la lectura y, en parte, porque el adolescente busca en los libros unas cosas y la persona adulta, otras.

Se disparan las alarmas y los recelos ante un género por el que las editoriales se dan de bofetadas, que bautizan (cómo no) en inglés. Así hablan de crossover, de young adults (¡menudo eufemismo!), etc., para no llamar a las cosas por su nombre, que es la de publicar libros facilones e insulsos que estropean el gusto de los lectores que se están formando y que, al mismo tiempo, pueden satisfacer a tantísimos adultos que nunca han llegado a formarlo del todo y que leen (o eso dicen) una novela de uvas a peras. Sobran los ejemplos y entre ellos se dan algunos grandes éxitos de ventas.


Por eso, cuando Laia me dijo que había publicado una novela juvenil, saltaron las bocinas de alerta. Ay, perdón... Laia es Laia Aguilar, la autora de Wolfgang (Extraordinari), una novela en catalán que ha publicado Columna, que se ha llevado el premio Carlemany 2016 (de fomento de la lectura) y que ya va por dos o tres reimpresiones. Brava! Llamarla por su nombre ha sido una falta motivada por el hecho de conocerla gracias a la casualidad y a unos cursos del Ateneo de Barcelona. Perdón.

Wolfgang es un niño de once años que actúa de narrador protagonista. Wolfgang es extraordinario: tiene un coeficiente intelectual de 152. Pero también tiene problemas, lo que se dice problemas, porque el chaval es un genio en unas cosas, pero un desastre en otras, porque es deficiente en la gestión de las emociones, la empatía o las relaciones sociales, y eso le pasa factura cuando ha de lidiar con una tragedia terrible que... que no explicaré, porque es la clave del desenlace de esta novela. El relato comienza cuando Wolfgang pierde a su madre y tiene que irse a vivir con su padre, del que hasta ese momento no tenía noticia. Wolfgang no tarda en querer escapar de una realidad que no le gusta nada y sueña con ser alumno de una prestigiosa academia de música en París, porque Wolfgang (¿no lo he dicho?) es un niño prodigio tan pronto acaricia las teclas de un piano. Y hasta aquí puedo leer, que suele decirse.

Tengo que decirlo: si uno se ha leído El curioso incidente del perro a medianoche, no podrá evitar, tarde o temprano, compararlo con Wolfgang (Extraordinari). En parte, porque emplea una técnica narrativa parecida (con un narrador protagonista en primera persona); en parte, también, por las semejanzas entre los protagonistas. Pero el relato de Haddon va por un lado y el de Aguilar, por otro. 

La autora ha trabajado como guionista de series de televisión y da clases de narrativa en el Ateneo de Barcelona, y eso se nota. Porque su novela es ágil, busca el ritmo, tira de la curiosidad y el interés, dosifica la información para mantener la intriga, emplea un lenguaje al alcance de cualquier lector y adorna el relato con pinceladas de humor y (ahí sale la televisión) con toques melodramáticos, que no censuro, porque, en este caso, son como esa pizca de sal que convierte en sabroso un plato. A ver, no será una obra profundamente literaria, de ésas de enjundia y tesis doctorales, que luego nadie lee, pero comprendo por qué se ha llevado el premio Carlemany. El premio lo conceden los votos de lectores entre catorce y dieciséis años y éstos han encontrado en la obra de Laia Aguilar un relato honesto, que no los toma por tontos, sino que pretende emocionar y entretener al lector, a cualquier lector, y ya está.

El caso es que también cuenta a su favor que Wolfgang (Extraordinari) es una lectura para todos los públicos. Es decir, es tan válida para una persona adulta como para alguien que todavía no lo es; puede leerla un lector ocasional y disfrutarla y puede leerla un lector bragado en mil novelas y pasar un rato agradable. La experiencia será diferente, claro, pero todos darán su aprobación. Ahora saldrá algún tonto diciendo entonces que es una crossover y yo le diré que no, que es, simplemente, una obra bien escrita, merluzo. Si quieres que la gente lea más, publica mejores novelas, añadiré, dejándome ir. De nuevo, perdonen ustedes.

Felicidades, Laia.

Uno mismo



El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo. (Nietzsche)

El caso del nomenclátor de las calles de Sabadell


Una reflexión en abstracto. En mi país, en vez de numerar las calles con letras y números, las bautizamos, y me parece muy bien. Así hacemos honor a personajes famosos de la historia, a prohombres singulares, a pueblos, ciudades, santos, conceptos abstractos o lo que sea. Tenemos, por ejemplo en Barcelona, calles o plazas que se llaman Diagonal (porque cruza la ciudad en diagonal, claro), Diamante (carbono cristalizado), San Juan (el evangelista), Marx (Karl, no Groucho), Nápoles (una ciudad de Italia), Gaudí (víctima del tranvía), Verdi (compositor)... Leer el nomenclátor de las calles de una gran ciudad es un ejercicio muy interesante y una buena excusa para repasar la historia de la ciudad.

Ahora imaginen que el gobierno de la ciudad considera que ciertos nombres, por representar unas ideas que no son las de su ideología, han de ser suprimidos de las calles. Imaginen que se inicia una campaña que purga los nombres que no me gustan, porque no piensan como yo, tal cual. Aquí, en mi ciudad, sólo se ponen los nombres que yo quiera. Es decir, imagínense que gobernase cierta derecha y dijera que la plaza de Karl Marx tiene que desaparecer porque Marx era (naturalmente) marxista y propusiera llamarla... ¡qué sé yo! Plaza de Madison Grant, que creó el concepto de raza nórdica (y superior, por añadidura). ¿Qué dirían ustedes?

Otra cosa es que en el año en que estamos todavía haya calles dedicadas al Caudillo, al Generalísimo, a José Antonio (el de ¡Presente!), al Movimiento, la Cruzada... En fin, que todavía haya monumentos y dedicatorias a la tiranía del franquismo en nuestras calles. O que algunos monumentos sigan en pie si estar (como se dice ahora) contextualizados. Eso es un escándalo, porque no hace años ni nada que murió Franco. 

El Ayuntamiento de Sabadell (en el que gobiernan ahora ERC, ICV, la CUP, Podemos y alguien más en compleja coalición) encargó un estudio del nomenclátor de sus calles para descubrir si algunas de ellas estaban dedicadas al franquismo, y poner remedio al asunto, con la Ley de Memoria Histórica en la mano. Hasta el momento, bien. Pero anda que no han tardado.

La concejal de Cultura, Montserrat Chacón (que, como es de ERC, escribe Chacon), encargó un informe a un historiador llamado Josep Abad, que cobró 600 euros por él. El tal señor Abad es miembro de la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña) y otras organizaciones afines y su informe la lio parda, y no hay para menos. De entrada, vistos los papeles que entregó, 600 euros me parecen muchos.

El tipo es un fanático, con todas las letras, y llegada la ocasión lo demuestra, denostando, despreciando, considerando repugnante, execrable, a cualquiera que no esté de acuerdo con su ideología nacional. Quienes lo contrataron sabían con quien trataban, añado, y supongo que lo contrataron por afinidad ideológica, porque su trabajo como historiador... Más bien parece un trabajo de un ideólogo del KKK, que en vez de negros ve españoles por todas partes. Es, me parece, una comparación que viene al pelo, acertadísima, aunque reconozco que hace daño en el oído.

La calle Machado esquina con el pasaje Mozart, en Sabadell.
A Machado quieren echarlo por españolista y anticatalán, pero de Mozart, puntal de la cultura imperialista austrohúngara, nadie dice nada. Qué raro.

La propuesta del señor Abad ha saltado a las páginas de los periódicos porque es, toda ella, una barbaridad de arriba abajo. Saltó la liebre al considerar que Antonio Machado era indigno (tal cual) de figurar en el callejero sabadellense, por españolista. Con dos cojones. Muerto y enterrado en el exilio, por su republicanismo y su enfrentamiento al fascismo; poeta excelente y sobresaliente... Pero como ensalzaba los Campos de Castilla no era lo suficientemente catalán. ¡Fuera! 

Si esto no es racismo, fascismo, supremacismo o como quieran llamarlo, ¿qué es? No vale decir gilipollismo: se da por supuesto en todos los casos.

Pero en la situación de Machado están otros grandísimos autores: Larra, Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina... No se libran los políticos. Dolores Ibarruri, la Pasionaria, no es santa de mi devoción, precisamente, pero es expulsada del nomenclátor junto a Rafael del Riego, el del Himno de Riego, liberal, porque no son de la cuerda del señor Abad y los suyos, porque son enemigos. ¡Enemigos...! Podrían ser judíos, ya puestos. No se libran Agustina de Aragón, la batalla de Bailén, el Dos de Mayo, la Virgen de la Paloma y un largo etcétera de nombres inapropiados.

El señor Abad pretende (traduzco) deshacerse de las últimas rémoras de un nomenclátor que era una herramienta de propaganda franquista y castellanista-españolista (tanto a nivel de personajes, como a nivel histórico, geográfico y cultural) y lo que consigue es apropiarse del franquismo y ponerlo en práctica, con otra bandera, claro está.

Es en lo que estamos, y a ver cuándo nos damos cuenta.

Dunkerque (2017)


Una escena de la película.

Una gran película. Lo que más me ha impresionado es la tensión dramática de un guión y un montaje que hacen juegos malabares que, de entrada, parecen imposibles. Porque a Nolan (guionista, director y en parte, productor) se le ocurrió la idea de combinar tres historias: una, la que ocurre en las playas, que dura una semana, el tiempo que más o menos duró la Operación Dynamo; otra, la que explica la aventura de una embarcación de recreo que acude a Dunkerque como parte de la Pequeña Flotilla, que dura un día; la tercera y última, una patrulla de cazas británicos enfrentándose a la Luftwaffe sobre las playas de Dunkerque, que dura una hora. Tierra, mar y aire; una semana, un día, una hora. Las piezas del rompecabezas encajan con soberbia precisión y el conjunto, una obra coral en la que cada parte es un todo, es más que notable, un alarde narrativo brillante e impecable.

Barcelona



Cuando esto escribo, todavía no sabemos cuántas personas han muerto o han quedado heridas, las noticias son todavía confusas y la tristeza se nos ha echado encima. Sirva esta breve e insuficiente nota para intentar consolar a quien ha perdido a sus seres queridos o ha sufrido daño; sirva, también, para agradecer el trabajo de bomberos, policías, personal sanitario, voluntarios... No sé qué más decir.

Morir en primavera



Traducida por Carles Andreu, Libros del Asteroide publica Morir en primavera, de Ralf Rothmann, una magnífica novela. 

Comienza el relato en los años ochenta. El narrador, en primera persona, habla de su padre, que ha sido minero y ahora afronta los últimos años de su vida. Sabe que hizo la guerra, pero ¿qué pasó entonces? El padre, Walter Urban, se niega a responder y señala directamente al autor: El novelista eres tú, le dirá. 

De la mano de Rothmann, conoceremos el paso del joven Walter Urban por la guerra. Trágico, desolado y triste, cómo no. Alistado a los 18 años en la 10.ª División Panzer de las SS, Frundsberg, en febrero de 1945, aprenderá a conducir y servirá en las columnas de transporte de la división. Conocerá el horror y la barbarie, la verá muy cerca, tan cerca que tendrá que participar en ella... y hasta ahí puedo seguir. El clímax de la novela, en serio, pone los pelos de punta y es de lo mejorcito que he leído últimamente.

Es una magnífica novela, insisto. Describe el caos de los últimos días de la guerra y la estupidez, la crueldad y el fanatismo como nadie, pero también obsequia al lector con páginas tan bellas y con una narrativa tan fácil de leer (¡y tan difícil de escribir!) que la obra es de las que uno comienza y no quiere dejar de leer hasta el final. Es una gran novela, punto, y cualquier otra cosa que diga será superflua.

Una nota al margen. Günther Grass sirvió en esta misma división al final de la guerra.

Del orinal a la piña


El orinal de Duchamp cumple cien años...
...y sigue dando guerra.

Desde que Duchamp dejara un orinal (un urinario) en la muestra de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York en 1917, y además lo dejara tumbado, en posición incorrecta, titulara Fountain (Fuente) a su ocurrencia y firmara, por si acaso, como R. Mutt en vez de con su nombre, el arte ya no es lo que era. Este primer ejemplo de objet trouvé (es dedir, de eso que me encuentro por ahí) dejó la puerta abierta a cualquier ocurrencia y el artista no es ya el creador, sino el que hace creer a los demás que lo suyo es arte (lo que, bien mirado, también tiene su arte). 

La broma de Duchamp sentó mal en su día y fue retirada casi inmediatamente de la exposición. Duchamp se retiró de la sociedad, por considerar que no tenían sentido artístico (ni sentido del humor). El original se perdió y no se ha vuelto a saber de él. Quizá lo instalaron en alguna parte algunos lampistas desalmados. En los años sesenta, Duchamp firmó en más orinales, viendo el negocio, y hoy no hay menos de quince en varios museos de arte contemporáneo alrededor del mundo, y cada uno pasa por ser el verdadero orinal de Duchamp.

Sin embargo, la piña de Gray no tiene menor mérito que el orinal, aunque a Gray no lo conoce nadie... o no lo conocía nadie hasta que dejó una piña en un museo. Les contaré.

El protagonista de la broma de la piña.

Ruairi Gray, un estudiante de administración de empresas de 22 años, alumno de la Universidad Robert Gordon, en Escocia, se la jugó con un amigo e inició su broma comprando una piña en una frutería cercana. Pagó por ella una libra esterlina. Con la piña bajo el brazo, entraron en el edificio Sir Ian Wood, donde se había abierto una muestra de arte contemporáneo y dejó la piña encima de una mesa, en la sala principal de la exposición.

No había nada en ese plafón, dijo más tarde, y decidí dejar la piña encima, para ver qué pasaba. ¿Y qué pasó? Que al día siguiente la piña estaba protegida por una vitrina y era el centro evidente de la muestra. 

La venerada piña.

A los dos días, la piña era venerada como si fuera una obra excepcional y Gray acudió con su tutor a la exposición, temiendo que la broma hubiera ido demasiado lejos. El tutor del señor Gray (un avezado profesor universitario) habló con el comisario de la exposición y le preguntó si aquello (señalando a la piña) era en verdad una obra de arte. La respuesta del comisario fue de las que merecen pasar a los libros de historia del arte: Por supuesto, afirmó. ¿Acaso no ve cómo está protegida por una vitrina?

Cuando se descubrió el enredo, el pitorreo fue mayúsculo y circuló por las redes sociales, causando mucho ruido. Gray puso su piña en venta, pues había demostrado bien a las claras que era una verdadera y meritoria obra de arte. Si alguien pagó por ella, no he podido saberlo, pero sí que sé que el cachondeo fue general y merecido. Expone, además, con la crudeza de unas risas, que decir que es arte lo que decimos que es arte (tal es la definición más comúnmente aceptada) tiene un punto idiota. ¡No me digan que no!

El debate es serio, no entraremos en él, aunque los ejemplos que ponen en evidencia que será mejor definirlo de otra manera son muchos. Unos estudiantes adolescentes echaron al Tíber una piedra toscamente labrada, la repescaron y celebérrimos críticos de arte sostuvieron durante más de un mes que era un busto de Modigliani (que, efectivamente, arrojó al Tíber, aunque nunca se ha dado con él). Un tipo se dejó unas gafas en una exposición del MOMA de San Francisco y la obra de arte (sic) causó una grandísima sensación... hasta que unos días más tarde apareció el propietario de las gafas. Etcétera.

Yo mismo, en una exposición en el Centro de Arte Santa Mónica pregunté si un extintor que colgaba de la pared era parte del sistema de seguridad contra incendios o parte de la exposición, porque fuera una cosa o la otra, me parecía cosa de mucho mérito. Mi interpretación del discurso expositivo provocó una airada y acre respuesta del comisario de la exposición y problemas tuve para poder seguir viéndola... pero ésa es otra historia y ya la contaré otro día.

Un consejo: si van a una muestra de arte contemporáneo, que no se les escape la risa.

Cubierta y contracubierta


Lectores, damas y caballeros, atentos seguidores de las aventuras de los filósofos a través de los siglos:

Tengo el placer de presentarles a todos ustedes la cubierta y la contracubierta del segundo volumen de la Historia torcida de la Filosofía, que publica Principal de los Libros.



Todo parece indicar que se publicará el 13 de septiembre de este año, si Dios quiere y las circunstancias no lo impiden.

Ojalá puedan disfrutar bien pronto de su lectura y les guste.

¡A imprenta!



Ayer dí el visto bueno a las últimas pruebas de impresión del segundo volumen de la Historia torcida de la Filosofía

Me dicen que la semana que viene, a lo más tardar, se pone el asunto en manos de los impresores, cuya misión será dejarnos a todos impresionados con el fruto de su trabajo. 

Cada día falta menos para la publicación y culminación de la Historia torcida de la Filosofía. Y créanme, es un libro muy divertido.

Tanto copia, copia tanto


¡Madre de Dios, qué vergüenza! 

Este domingo, se publica en el Diari de Girona la columna semanal de un tipo que cobra por escribirla. La columna dice:

El país dels valencians té moltíssims elements de complementarietat per sumar esforços amb Catalunya, i viceversa. Per fer política profitosa per als ciutadans, convé actualitzar i intensificar les relacions socials, econòmiques, culturals i de respecte polític en peu d´igualtat entre els dos territoris. He tornat a València per prendre el pols d´una societat dinàmica que va recuperant consciència de la seva identitat política i cultural després dels estralls causats pels governs del PP. 

El caballero columnista en cuestión es Jordi Xuclà, que no es un don nadie, pues preside lo que queda de la antigua CDC en el Congreso de los Diputados, en Madrid. 

El (presunto) autor del artículo del Diari de Girona.

Ese mismo día, el mismo último domingo, Marta Pascal, coordinadora general de lo que queda de la antigua CDC, publica un artículo de opinión en La Vanguardia que comienza diciendo:

El país dels valencians té moltíssims elements de complementarietat per sumar esforços amb Catalunya, i viceversa. Per fer política profitosa pels ciutadans, convé actualitzar i intensificar les relacions socials, econòmiques, culturals i de respecte polític en peu d’igualtat entre els dos territoris. Just abans de començar uns dies de descans he volgut tornar a València per prendre el pols d’una societat dinàmica que va recuperant consciència de la seva identitat política i cul­tural després dels estralls causats pels llargs anys de governs del Partit Popular. 

La (presunta) autora del artículo de La Vanguardia.

No se preocupen si no saben catalán, pues no importa demasiado a la hora de comparar ambos artículos, palabra por palabra, letra a letra. Por si les interesa, ambos textos son un ejercicio de egocentrismo con ínfulas que carece de vigor literario e interés práctico, pero es comparándolos entre sí donde se aprecia la magnitud de la tragedia.

Mejor que sigan leyendo.

Prosigue el artículo del señor Xuclà diciendo:

M´he retrobat amb els amics del Bloc, que avui sota la fórmula de Compromís i en el govern nascut del Pacte del Botànic duen a la pràctica polítiques de profit en aquella fase que en podríem dir «fer país». M´he trobat amb ciutadans de pensament polític de centre i liberalsocial i consciència valencianista que consideren que ha arribat el moment per madurar una oferta valencianista que vol continuar el camí de Francesc Burguera –amb qui vam treballar en el grup parlamentari a Madrid fa uns anys. 

El artículo de la señora Pascal, en cambio, dice:

M’he retrobat amb els amics del Bloc, que avui, sota la fórmula de Compromís, i en el govern nascut del Pacte del Botànic, duen a la pràctica polítiques de profit en aquella fase que en podríem dir “fer país”. També m’he trobat amb ciutadans de pensament polític de centre i liberalsocial i consciència valencianista que consideren que ha arribat el moment per madurar una oferta valencianista que vol continuar el camí de Francesc Burguera, amb qui tan estretament vam treballar en el grup parlamentari a Madrid fa uns anys. 

Lo dejo aquí y les dejo los enlaces a ambos textos, porque siguen lo mismo, lo mismo, hasta el final. Sólo espero que sus respectivos periódicos no los borren de su sitio web. Por favor, no los borren, que queden en la memoria y el recuerdo.

El del señor Xuclà en el Diari de Girona puede leerse aquí, y comienza donde dice Notes compartides (de hecho... muy compartidas):

El de la señora Pascal en La Vanguardia lo pueden leer aquí:

Sí, damas y caballeros, éste es el nivel. Ésta es la gente que nos manda y representa. Éstos, además, pretenden sacar de la chistera un país mucho mejor de como es ahora. Supongo que escribiendo, no, que será de otra manera. Dimitiendo, tampoco, porque dimitir, como dijo alguien muy acertadamente, es un nombre ruso que aquí carece de uso.

Retrato-robot del negro que escribió el artículo.

¿Quién escribió el texto original que copiaron ambos personajes? Porque aquí se aprecia la mano de un negro. ¿Quién coordina la política de comunicación de los antiguos convergentes? Sobre todo, ¿cuántas como ésta nos habrán colado? Ellos, y tantos otros. Pero ¿creen que esta vergonzosa copia pasará factura a los copiones? Lo dudo.

¿Cómo quieren que vaya el país, si quien manda no sabe escribir él solito? ¿Cómo quieren que vaya si eso, al público, no le importa? Ahí lo dejo.

¡Qué lectura tan divertida!


Hay detalles que te alegran el día.

Hoy recibo una nota de una persona que se está leyendo la Historia torcida de la Filosofía. Dice así:

¡Qué lectura tan divertida! ¡Ya está tardando la segunda parte!

Pues, sí, ya está tardando, pero no tardará mucho más. Según las últimas noticias, será en septiembre.

Mientras tanto, ¡a pasarlo bien!



Comer sano es bueno si eres rico


La fabada, parte de la dieta mediterránea.
Eso me han dicho.

De un tiempo a esta parte, se le dan muchas vueltas a la llamada dieta mediterránea. De entrada, uno se pregunta qué es la dieta mediterránea. Desde que un tipo proclamó, muy seriamente, que la fabada asturiana era, clara y evidentemente, parte de la dieta mediterránea, uno puede esperar cualquier cosa. 

¡Aquí hay tomate!

De hecho, qué es o qué no es una dieta mediterránea merecería varios volúmenes de discusiones y reflexiones. A modo de ejemplo, creo que nadie le negaría al tomate ser uno de los ingredientes estrella de la dieta mediterránea. ¡Pues poco tiene de mediterráneo! 

Es americano, de entrada. Luego está el asunto de su historia, que no lo tuvo fácil. Aunque los italianos ya decían que el tomate podía consumirse cocinado como las berenjenas hacia finales del siglo XVI, era tan raro, caro y amarillo entonces que se consideraba una manzana de oro, y de ahí su nombre en italiano, pomodoro. En el resto de Europa, especialmente en el norte, donde comen que dan pena, se consideró que el tomate era incluso tóxico y su consumo no comenzó a ser tolerado hasta finales, muy finales, del siglo XVIII. 

El tomate no fue verdaderamente popular hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX en algunas zonas del Mediterráneo, cuando nace la pizza margarita en Nápoles (cocinada por vez primera por el cocinero Raffaele Esposito de la pizzería Brandi, en honor a la reina Margarita de Saboya, en 1889) o el pan con tomate en Murcia, que luego se exportaría a Cataluña, en la década de 1920.

Para mí que la dieta mediterránea es lo que se metía Epicuro entre pecho y espalda, cultivando el huerto de su escuela filosófica, El Jardín. Hortalizas, hierbajos y, si la pillaban, alguna aceituna, algo de fruta y poco más. Por no hablar del vino, por el que sentían una especial afición. Sólo de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, algo de carne o pescado. En cantidad, poca. De ahí a la fabada asturiana, pues, hay mucha historia, como pueden ver. Y lo del vino... Hoy sabemos que mejor no beber vino, ni una botella ni una copa ni .

Un buen plato de pasta no puede faltar en una dieta mediterránea.
Si no, no vale la pena vivir.

Cuento todo esto porque los dietistas e investigadores han estudiado una y otra vez las ventajas de una dieta mediterránea, entendiendo ésta como una dieta rica en cosas de color verde, un poco de aceite de oliva, muy poca carne, buena fruta y un modo de vida más alegre y tolerante que ése que gastan los del norte, vaya tropa. No entraré en el detalle, pero la gente que se dedica a esto seriamente (no hablo de vendedores de dietas para la operación bikini, sino de científicos) afirma que vivir bien y comer sano es bueno... pero mejor será si, además, tienes dinero.

Que la dieta mediterránea tiene algo, es evidente. A modo de ejemplo, The New England Journal of Medicine publicó el pasado 10 de abril un artículo titulado Primary Prevention of Cardiovascular Disease with a Mediterranean Diet, firmado por dieciocho investigadores de Predimed (Prevención con dieta mediterránea), que anunciaba la disminución de hasta un 30% de las cardiopatías entre las personas que seguían esta dieta; y en Annals of Internal Medicine, ya habían publicado Prevention of Diabetes With Mediterranean Diets donde decían que la dieta mediterránea iba tan bien que en algunos grupos de edad era capaz de reducir los casos de diabetes en un 40% entre personas con alto riesgo de cardiopatías. Poca broma.

Pero ahora sale el International Journal of Epidemiology y nos chafa la guitarra. Unos investigadores italianos, gracias a disponer de datos de una muestra de más de veinte mil personas que siguen esta dieta, publicaron High adherence to the Mediterranean diet is associated with cardiovascular protection in higher but not in lower socioeconomic groups: prospective findings from the Moli-sani study (que traduzco libremente como El seguimiento de una dieta mediterránea está asociado a la prevención de cardiopatías entre los ricos, pero no entre los pobres: Hallazgos en la prospectiva del estudio Moli-sani) y llegaron a la siguiente conclusión: la dieta mediterránea es muy buena para la salud si tienes dinero; si no tienes dinero, es buena, pero no tanto, ni mucho menos.

Para una vida saludable, mejor esta pasta que la otra, dice el estudio.

Por ejemplo, verifican una vez más la bondad de la dieta mediterránea. Pero descubren (¡horror!) que si ingresas menos de 40.000 €/año, la probabilidad de sufrir un infarto es una vez y media más alta que si ingresas más de 40.000 €/año. También existen diferencias en cuanto al peligro de un catapún según sea tu educación. Si has pasado por la universidad y tienes un título universitario en el bolsillo, o dos, o los que sea, tienes la mitad de probabilidades de llevarte un susto que otro que se haya quedado con el bachillerato, o la mitad y un cuarto menos de otro que apenas haya pasado por la escuela.

¿Por qué? A ver... Los firmantes de artículo dicen que la gente más formada está mejor informada y sabe cuidarse mejor; la gente más rica, además, puede comprar mejor comida, más sana y de mejor calidad, suele cuidarse más, tiene a quien le cuide y vive mejor, sin tantas preocupaciones, etcétera, etcétera. Los que tienen menos, viven que no llegan a final de mes y además tienen que comer aquello que pueden comprar, que no es tan sano, y acaban dándole a la bollería industrial y llenándose el buche con carnes procesadas llenas de grasas saturadas y esas cosas tan ricas (y tan malas) que comen. Que comemos.

Esto no es nada nuevo. Multitud de estudios médicos y sociológicos dicen que el nivel de renta es un factor determinante para la salud. En Barcelona, sin ir más lejos, más de diez años (¡más de diez!) separan a la esperanza de vida de Sarrià-Sant Gervasi, barrio rico, de la esperanza de vida de los barrios más pobres. La pobreza mata. La pobreza es, además de un problema moral, un problema sanitario.

Concluyo por mi cuenta y riesgo que este estudio demuestra que más culto eres, menos riesgo cardiovascular llevas encima. No sé si será verdad, pero me he recetado una buena lectura frecuente. Hagan lo mismo. Si tengo razón, vivirán mejor; si no la tengo, no habrán perdido nada y habrán ganado mucho.

Lean, lean.