Microgeografías de Madrid


La fotografía del libro apoyado en una pared es de la autora, que la colgó en su cuenta de Twitter.

Hay veces en las que oyes hablar de un libro de casualidad, y de casualidad cae en tus manos. En este caso fue Microgeografías de Madrid, de Belén Bermejo, que publica Plan B, del Grupo Editorial Penguin Random House. 

Supongo que el público diría que éste es un libro de fotografías, con algunas anotaciones al margen de su autora. También diría que es un libro sobre Madrid. Por supuesto, dirían que es un libro muy bonito, y lo es. Pero, si me permiten, creo que no es nada de todo eso, o todo eso que es no es lo más importante. 

En mi modesta opinión, poco importa que los objetos de las fotografías sean algunos rincones de Madrid, porque el libro sería igualmente bello si en vez de Madrid hubiera sido, por ejemplo, Barcelona, u otra ciudad. Lo que importa, creo yo, es la mirada de la autora. Saber percibir (¡y transmitir!) la belleza de lo ínfimo, lo casual, lo invisible por cotidiano, exige un buen ojo y una sensibilidad especial. Es un trabajo tan íntimo y tan particular, tan lleno de recuerdos y sentimientos, que, precisamente por eso, tiene validez universal. Porque su acierto es comunicar la alegría, la melancolía, el recreo de la casualidad, el afán de la curiosidad, la mirada dispuesta para captar la poesía que se esconde en un buzón, una pared desconchada o el reflejo de una nube. ¡Nunca vemos lo que tenemos delante de los ojos! ¡Lo que nos estamos perdiendo!

Por eso me permito dos cosas. La primera, felicitar a la autora. La segunda, recomendar este libro a cualquiera. Es una pequeña maravilla. 

La ristra del frente ruso



Dejo para los tuiteros el enlace a una #RistraDeTuits sobre los problemas que tuvieron los alemanes con la pintura en el frente ruso.

El enlace es éste:

Espero que les guste.

¡Tiburones!


Queridos lectores:

He aquí otro artículo para Metrópoli Abierta. Se titula ¡Tiburones! y da vueltas sobre el verano y el triste espectáculo que nos proporciona la política. En fin, qué le vamos a hacer. 

El resfriado que casi acaba con el T-34


Un T-34 mod. 1941 con consignas patrióticas en la torreta.

A poco que uno se interese en la Segunda Guerra Mundial oye hablar del T-34. Fue, en su momento, el mejor carro de combate de la contienda. También fue una (desagradable) sorpresa para los alemanes y sus aliados, que no tenían nada parecido en su arsenal. Era robusto, fiable, se había concebido para ser fabricado en grandes series, tenía un motor potente, era rápido y capaz de habérselas con la nieve y el barro mucho mejor que cualquier otro carro, estaba muy bien blindado y su cañón podía agujerear cualquier carro enemigo que le pusieran delante. Tenía sus defectos, pero ¿quién no los tiene? 

No pudieron copiarlo, pero siempre que pudieron lo usaron para sí.

Dice mucho a su favor que el ejército alemán considerase muy seriamente, entre 1941 y 1942, fabricar el T-34 en Alemania. Copiarlo, simplemente. Pero los ingenieros alemanes dijeron que no podía ser. El motor V-2-34, un diesel de 12 cilindros y 500 CV de potencia, tenía un bloque de aluminio. En aquel entonces, las fundiciones de aluminio que había en Alemania eran incapaces de fundir una pieza como ésa, y menos fundirla en serie, por ejemplo. Pero el incremento del grosor de los blindajes o de la potencia de fuego del Pz.Kpfw. III y IV o el diseño del nuevo Pz.Kpfw. V (Panther) tuvieron mucho que ver con la necesidad de vérselas con el T-34.

Sin embargo, un año antes de la Operación Barbarroja (la invasión por sorpresa de la Unión Soviética), un resfriado estuvo a punto de arruinar la fabricación del T-34.

Uno de los primeros prototipos de Christie.

Para contar la historia a vuelapluma, tendremos que retroceder en el tiempo y fijarnos en un ingeniero de los EE.UU., J. Walter Christie. Este ingeniero había diseñado un sistema de suspensión para carros de combate un tanto ingenioso. La idea era que el carro de combate se trasladaría sobre ruedas hasta el campo de batalla y que allí se le montarían las cadenas alrededor de las ruedas. La suspensión Christie consistía en varias ruedas de gran diámetro unidas a una suspensión vertical de muelles y amortiguadores. 

El Sr. Christie aupado en la torreta de uno de sus carros.

Su idea fue revolucionaria, pero no la emplearon los carros del ejército de los EE.UU. Sí, en cambio, algunos diseños británicos o soviéticos. Los británicos nunca optaron por la opción de las cadenas de quita y pon; los soviéticos persistieron en la idea en los primeros modelos de la serie BT, aunque pronto vieron que no hacía más que complicarlo todo y se quedaron, como los británicos, con carros que sólo se movían sobre sus cadenas y no sobre ruedas y cadenas.

Carros BT-5 soviéticos al servicio de la República Española.
El segundo circula sobre sus ruedas; el primero, sobre sus cadenas.

Los carros BT se probaron en combate por primera vez en la Guerra Civil Española y los asesores soviéticos pronto notificaron a sus superiores que su blindaje era claramente insuficiente y de mala calidad. Sonaron todas las alarmas en Moscú y en los gabinetes de diseño de carros de combate soviéticos, porque Stalin tenía afición por resolver esta clase de problemas con una purga y una visita al gulag. 

Mijail Illich Koshkin.

Entonces aparece el ingeniero Mijail Illich Koshkin, que se había especializado en el diseño de carros de combate y que había participado en el diseño de los carros BT. Hijo de unos pobres campesinos, se había alistado en el Ejército Rojo en 1918 y sus mandos vieron algo en él. No se lo pensaron dos veces y lo enviaron a la Universidad Comunista de Moscú, donde se graduó como ingeniero con veintiséis años, en 1924. Su primer trabajo como tal fue dirigir (atención) una fábrica de caramelos en Vyatka. 

Unos años después, visto lo bueno que era, ingresó en el Instituto Politécnico de Leningrado, donde se especializó en el diseño de carros de combate y sus trabajos en este campo le valieron la Orden de la Estrella Roja en 1936.

Fue el ingeniero escogido para dirigir el Equipo de Diseño de Carros de Combate de la Fábrica de Locomotoras Komintern de Jarkov (KhPZ). Cuando llegó Koshkin, la oficina de diseño se había rebautizado como KB-190. Su misión no era otra que diseñar un sustituto del carro BT. 

El gabinete de diseño se entretuvo con el diseño de un carro multitorretas, pero Koshkin insistió en su misión y diseñó el A-20 (i.e., con planchas blindadas de 20 mm) alrededor del nuevo motor diésel V-2. Era un diseño de gran calidad y su blindaje mejoraba con mucho el de los BT, pero se consideró que era demasiado caro y se abandonó la idea.

Breve e incompleta historia del T-34.
De izquierda a derecha, un BT-7, un A-20, un T-34 mod. 1940 y un T-34 mod. 1941.

Pero entonces Koshkin hizo algo que no era habitual en la Unión Soviética de aquel entonces. Siguió adelante con el diseño por su cuenta y riesgo, poniendo a todo el KB-190 a trabajar en ello. Construyó prototipos de una versión mejorada del A-20, el A-32 (32 mm de blindaje). Las autoridades siguieron sin hacerle caso. ¿Se rindió? No. Entonces diseñó el A-34, de donde saldría el T-34. 


Arriba, un A-20 circulando sin cadenas, como los primeros BT.
Abajo, un A-32, que ya sólo podía moverse con cadenas.
La configuración de estos dos modelos es casi idéntica a la del T-34.

El A-34 pesaba casi el doble que el A-20, pero era muy superior en blindaje y armamento. Al principio, los jefazos de Koshkin rechazaron el nuevo diseño con las excusas de siempre, pero justo entonces llegaron noticias de la guerra ruso-finlandesa. Los carros de combate soviéticos eran vulnerable por todas partes. Su mecánica era una birria y su blindaje, insuficiente. El diseño de Koshkin y su equipo había aparecido en el momento justo con una solución a medida. Se impuso desde arriba un mayor blindaje, eso sí, que alcanzó los 45 mm. Y así nació el T-34.

Pero las autoridades no se fiaban para nada del nuevo diseño. Vista la deficiente mecánica de los BT, los T-26 y los carros multitorreta hasta el momento, no creían que el T-34 fuera a salir mucho mejor. Koshkin se tomó el asunto como algo personal y quisó dar un golpe de efecto sobre la mesa. Reunió los carros de preproducción (aquéllos que se fabrican antes de iniciar la fabricación en serie, que se averían casi por nada) y los puso en la carretera. ¿Su objetivo? Viajar con ellos y sobre sus cadenas de Jarkov a Moscú y de Moscú a Jarkov, en un endemoniado trayecto de ida y vuelta. 

Quien sepa un poco de tanques sabrá que son unos aparatos delicados. Y más en aquel entonces. Tiene que procurarse que no hagan largas marchas, porque se averían fácilmente. Se llevan al frente en ferrocarril o encima de camiones y casi seguro que después de hacer 100 km tienen que pasar por el taller. En una división blindada británica, francesa o alemana de la época, uno de cada tres tanques estaba fuera de servicio por avería, en el mejor de los casos (y en la Unión Soviética la situación era mucho peor). El trayecto de 1.400 kilómetros por carreteras de mala muerte que había programado Koshkin era casi suicida. Ningún carro de la época lo habría podido superar con éxito.

Koshkin en persona pilotó uno de los T-34. Era marzo de 1940. Se puso a nevar. Cayeron las temperaturas en picado. En medio de tormentas y carreteras intransitables. Pero, aun así, los T-34 hicieron todo el viaje sin más problema que llenar los depósitos de combustible. Fue una gran hazaña. Ante los hechos, se ordenó la producción en serie del T-34 el mismo 31 de marzo.

El T-34 de 1940.
Era un arma excelente, pero todavía con muchos defectos de fábrica.

Hubo un problema. Bueno, más de uno, porque, para iniciar la producción en serie se necesitaban más motores V-2-34, que no existían, y remediar una multitud de problemas mecánicos, de calidad y de producción, diseñar la cadena de montaje, perfeccionar las soldaduras, etcétera. Pero Koshkin, ay, no estaba para esos trotes, ése era el problema que decía, uno muy serio.

Durante ese viaje tan emocionante a bordo de los primeros T-34 había pillado un resfriado. Se negó a guardar cama y su estado empeoró día a día hasta que al final tuvieron que intervenir los doctores, que le diagnosticaron una pneumonía. Y de ésa no pudo salir. 

Murió el 26 de septiembre de 1940.

La carrera del T-34 bien podría haber acabado aquí o empezado mucho más tarde, porque la ingeniería para poner un carro de combate en producción es la parte más difícil y no se improvisa de un día para el otro. Sin la dirección adecuada... 

Pero Koshkin había tenido el buen criterio de escoger como ingeniero jefe adjunto a Alexander Aleksandrovich Morozov, cuatro años más joven que él. Morozov había trabajado en el diseño de la serie BT y había sido la mano derecha de Koshkin en su apuesta por el A-20, el A-32 y el A-34. Fue él, Morozov, quien puso a punto el T-34 y pulió sus deficiencias los meses y años que siguieron, y quizá fuera la elección de Morozov uno de los mayores aciertos de Koshkin.

Pero ya digo que al T-34 le fue de muy poco. De un resfriado.

Koshkin recibió, a título póstumo, el Premio Estatal Stalin y la Orden de la Estrella Roja, a lo que añadir monumentos, sellos, entradas en enciclopedias y un etcétera muy soviético y, sin duda, merecido.


Pregones, sermones y monsergas


Queridos lectores:

Una vez más, les hago llegar un enlace al artículo firmado por un servidor que publica esta semana Metrópoli Abierta. Se titula Pregones, sermones y monsergas y espero que les guste. 

Comparando sables



Comparen ustedes mismos un sable deportivo contemporáneo con un sable modelo 1777 con guarda de estribo (à la hongaroise) como el que usaban los húsares franceses durante la primera parte del primer Imperio. 

Una de cal y otra de arena (Gran Premio de Inglaterra 2019)



Silverstone es uno de los circuitos con más tradición del calendario, del estilo de Mónaco o Monza, y tradicionalmente (que no últimamente) un circuito Ferrari, pues sabido es que el Commendatore quería coches rápidos, rápidos por encima de todo, y el circuito es de los más rápidos y siempre lo ha sido.

Pero desde hace unos años que Mercedes-Benz se lleva los premios y en Silverstone, esta vez, no iba a ser menos, aunque Ferrari tiene un coche veloz. Para acabar de liarlo todo, Vettel ha metido la pata hasta el fondo y las críticas le llegan de todas partes. Se ha puesto nervioso, no ha podido controlarse, ha embestido a un Red Bull que le ha adelantado... Errores de novato, incomodidad al volante, malos resultados... Un horror, vamos. En cambio, Lecrerc, el otro Ferrari, ha dado mucha guerra y nos ha obsequiado con momentos realmente emocionantes, que le han valido ser escogido piloto del día y una tercera posición.

Una de cal y una de arena.

La ristra del primer San Mateo y el ángel



Queridos lectores con Twitter:

Les dejo un enlace para seguir mi #RistraDeTuits sobre la suerte del primer San Mateo y el ángel de Caravaggio.

Aquí está:

Espero que les guste.

Tratado teológico-político



Es cierto que atreverse con los clásicos requiere cierto valor y se agradece una buena preparación para ponerse a ello con garantías de éxito, pero también les diré que la experiencia es muy de agradecer. Además, qué caray, no conviene exagerar. Muchos de esos autores se explican la mar de bien y plantean sus ideas de tal manera que se entienden. A veces, las expresan con notable claridad y limpieza, cosa de no poco mérito. Baruch Spinoza (al que, en mi Historia torcida de la Filosofía llamo Benito Espinosa, por su origen hispano) es uno de esos autores que se expresa con precisión y claridad. Con un poco de paciencia y reflexión, su obra nos dejará una profunda huella, y merece dejarla, porque es uno de los grandes filósofos de la historia.

Sin embargo, es un filósofo maldito. Es un racionalista que sigue (críticamente) a Descartes y que comparte opiniones políticas con Hobbes. Es judío, pero es expulsado de la comunidad, y no se integra en las comunidades cristianas, sean católicas o protestantes. En ese sentido, se permite estudiar la religión con una cierta distancia y equidistancia, y sin empacho alguno. Y aunque es persona respetuosa, las deja ir de gran calibre y conseguirá ser rechazado por todos, especialmente por su corpus teológico. 

Spinoza se ganaba la vida trabajando como óptico. Sus investigaciones filosóficas las publicó anónimamente al principio, e hizo bien, porque causaron un gran escándalo. Con el tiempo, sin embargo, la conmoción inicial dio paso a la admiración y muchas universidades europeas tentaron al filósofo para que fuera a enseñar a sus aulas. Spinoza siguió puliendo lentes y escribiendo, alejado de la vanidad de una cátedra.

Este libro en concreto, el Tratado teológico-político, causó mucho revuelo y en parte se escribió como respuesta al fanatismo que iba adueñándose de Holanda. Porque Holanda, aunque era una especie de paraíso en medio de una Europa religiosamente fanatizada, también conoció episodios de fundamentalismo, y Spinoza presenció algunos de ellos. La censura católica, Índice mediante, y las diversas censuras protestantes, que iban del feroz calvinismo a la permisividad (siempre relativa) de Holanda o Inglaterra, se pusieron muy nerviosas ante las tesis de Spinoza.

El filósofo dedica una obra extensa a analizar la Biblia y concluir que es un libro escrito por hombres para hombres, y que tiene que ser estudiado más por lingüistas e historiadores que por profetas, sacerdotes o predicadores. Mientras católicos, protestantes y judíos se recuperan de la impresión, Spinoza añade leña al fuego que alimenta el racionalismo. El mensaje de la Biblia es y debe ser simple e inteligible, muy alejado de tan sutiles discusiones teológicas y metafísicas. Es un mensaje acorde con la razón, puesto que, si no estuviera acorde con ella, no podría ser obra de Dios. El mensaje nos invita a ser justos y compasivos, y eso es todo (y no es poco). Un exhaustivo repaso a la Biblia sirve para subrayar sus tesis (repaso que, para un lector contemporáneo, quizá se haga pesado, eso hay que decirlo).

Spinoza va más allá de una crítica evidente a los teólogos y niega que existan los milagros. Un milagro, sería, en esencia, algo contrario a la naturaleza, pero esto querría decir contrario a Dios, pues la naturaleza es en Dios y no puede ser de otra manera. De existir los milagros, éstos serían la prueba de que la naturaleza no se rige por ley alguna, lo que negaría a Dios. El milagro es algo tan simple como un fenómeno natural que todavía no entendemos, porque no conocemos la ley que lo rige o su causa, y que interpretamos a nuestro albur para reforzar nuestra opinión sobre Dios.

Dejando a un lado la idea de Dios que tenía Spinoza (un tema apasionante en sí mismo), lo que sigue es un tesoro. Spinoza describe la raíz del contrato social de manera muy semejante a la de Hobbes, aunque por distinto camino, y defiende también que el Estado tiene que ser absoluto, pero ¡cuidado! Ningún Estado puede ir en contra de la libertad de sus súbditos, y ningún súbdito será libre si desobedece las leyes de ese Estado. La libertad que define Spinoza es la primera de todas, la libertad de pensamiento, de opinión, de expresión, la libertad religiosa. No tiene que juzgarse a nadie por sus ideas, sino por sus actos; no puede obligarse a nadie a pensar o sentir de una determinada manera, pero sí se le puede obligar a la piedad (es decir, se le puede obligar a actuar de acuerdo al bien común).

Etcétera. Esta reseña la interrumpo aquí y se me ha quedado corta e incompleta. Lo único que me interesa subrayar es que Spinoza bien merece una oportunidad de ser leído. Es uno de los grandes de la historia de la Filosofía, un brillante filósofo que aportó ideas brillantes que hoy todavía nos iluminan, o deberían hacerlo. 

Atrévanse a conocerlo. Lo agradecerán.

La jungla de asfalto


Hola, queridos lectores:

He aquí otro artículo para Metrópoli Abierta. Se titula La jungla de asfalto y va... Bueno, va, y viene. Sírvanse ustedes mismos.

La ristra de Descartes


Si alguno me sigue en Twitter, puede participar en un sorteo si lee esta ristra de tuits sobre la vida de Descartes.

Será:

Sortearé un ejemplar de la Historia torcida de la Filosofía. Tienen tiempo hasta el mediodía del miércoles 10 de julio. 

Ristras de tuits


¿Alguno de mis lectores tiene acceso a Twitter?

Si así fuera, a partir de ahora colgaré de vez en cuando enlaces a una de mis ristras de tuits. La gente habla de hilos, pero a mí me gusta más la palabra ristra, qué le vamos a hacer.

Aquí van las dos primeras ristras.



Electrodomésticos



Queridos lectores míos:

Como tiene a bien, Metrópoli Abierta ha publicado otro de mis artículos de opinión. Se titula Electrodomésticos y espero que les interese o les dé en qué pensar.

La batalla de los puentes



Antony Beevor se ha hecho famoso relatando algunas de las batallas de la Segunda Guerra Mundial con esmerado rigor, una amplia documentación y una manera de narrar que invita a seguir leyendo. Añade a estas habilidades otras, como no descuidar el sufrimiento de la población civil que vivió atrapada en estas batallas o incidir en los aspectos más humanos de los combatientes. Se narran escenas heroicas, como no, por supuesto, pero también algunas otras relacionadas con el miedo, la maldad, la desesperación... He leído su relato de las batallas de Stalingrado y de Berlín, que recomiendo vivamente, y ahora he leído su relato de la operación Market-Garden.

La batalla por los puentes es el título que Ed. Crítica ha escogido para un libro que, en su versión original, se titulaba Arnhem y se subtitulaba (claro) La batalla por los puentes. Es así porque gran parte de la narración se centra en la suerte de la 1.ª División Aerotransportada británica, los Red Devils, los paracaidistas que (parafraseando el título de la obra de Cornelius Ryan) fueron arrojados sobre un puente lejano. 

La operación Market-Garden sigue levantando grandes polémicas. En parte, porque fue una apuesta personal del mariscal Montgomery, lo más parecido a una caprichosa diva entre los generales aliados. Muchos defienden la apuesta de Monty con uñas y dientes, pero muchos otros señalan que acabó en un trágico fiasco.

Montgomery era un general con grandes dotes para la planificación y la preparación de una ofensiva, sistemático, metódico. Hay quien señala que estaba un poco falto de imaginación y señala la de veces que se le escapó Rommel de entre los dedos en el Norte de África. Pero también debe señalarse que la victoria de El Alamein es plenamente suya y que Rommel nunca se sintió cómodo peleando contra Montgomery. En la ofensiva para cruzar el alto Rin que planeó en diez días, poco más o menos, el mariscal Montgomery hizo todo lo que nunca había hecho: apostó por un plan muy audaz e imaginativo, podría decirse que improvisó su planificación y desarrollo, se lo jugó todo a una carta... y perdió.

Que perdió es la tesis de Beevor. El plan de Montgomery consistía en abrir una tremenda brecha en las líneas alemanas en Holanda cruzando varios ríos cuyos puentes habrían sido tomados previamente por tres divisiones aerotransportadas. Creyendo que las formaciones enemigas estaban muy debilitadas y en descomposición, se abriría paso como un cuchillo caliente en una barra de mantequilla un cuerpo de ejército blindado y motorizado. El último puente, el de Arnhem, cruzaba el Rin y podría abrir el paso hacia el norte de Alemania.

Lanzamiento de paracaidistas en una de las zonas de aterrizaje.
Abajo, a la izquierda, los restos de algunos planeadores.

Dice mucho de la capacidad aliada que fuera capaz de lanzar tres divisiones tras las líneas enemigas con tan poco tiempo para prepararse, en la mayor operación aerotransportada de la historia, hasta ahora. Pero dice mucho de la improvisación y la falta de cuidado que las zonas de aterrizaje estuvieran tan expuestas y alejadas de los puentes, que las radios no funcionaran correctamente, que se aterrizara justo encima de los restos de dos divisiones blindadas de las SS. Dice mucho de la capacidad de los alemanes que pudieran improvisar una defensa tan feroz y reunir los refuerzos necesarios en tan poco tiempo y en el lugar preciso, entre los que incluir batallones de carros pesados, por ejemplo.

El ataque fracasó y los paracaidistas británicos se cubrieron de gloria, que es tanto como decir que sufrieron lo indecible y un número de bajas desproporcionado. 

Beevor sostiene que la derrota estaba cantada de antemano, por la falta de realismo y previsión de Montgomery y sus oficiales de alto rango. Es una tesis que muchos firmarían con gusto.

Pero yendo al libro, es estupendo. Poco más puedo decir, excepto que lo lean.


Casi (Gran Premio de Austria 2019)



En los entrenamientos y la clasificación en la parrilla de salida, el Ferrari de Lecrerc se mostró imbatible. Quedó primero sin discusión posible. Su compañero, Vettel, en cambio, quedó bastante por detrás, por no se sabe qué problemas mecánicos. Mercedes-Benz no paecía en forma.

Pero Ferrari tenía, y tiene, un punto flaco: el desgaste de los neumáticos. Eso es lo que pasó cuando, en los últimos metros, el Red Bull de Max Verstappen (que hizo una gran carrera, de verdad) lo adelantó con una maniobra arriesgada, de ésas que quitan el hipo. Por lo visto, Lecrerc no pudo exprimir todo el potencial del Ferrari en las últimas vueltas porque tenía las gomas del revés y una vez más casi ganamos. Casi. Quedamos segundos y cuartos.