Lo natural de esta selección


Queridos lectores:

Una vez más, publico un artículo en Metrópoli Abierta. Asoma el asunto de la extrema derecha en España y Cataluña. Estén o no estén de acuerdo con el diagnóstico, espero que el artículo les haya interesado. Se titula Lo natural de esta selección

Loving Vincent



Cuando era pequeñito, cogía unos libros de arte que corrían (y siguen corriendo) por casa y me entretenía horas y horas mirando las ilustraciones. Era un divertimento semiclandestino, porque los libros eran muy caros y tenía que pedir permiso y tratarlos muy, muy bien. Me dejaban hacer sin decir ni mu, felices de verme contemplando fotografías en blanco y negro de arquitectura clásica, láminas a todo color de pintura y cosas por el estilo. Un libro dedicado a Vincent van Gogh me llamaba poderosamente la atención. Las láminas a todo color eran algo diferente a lo que estaba acostumbrado. Ese colorido, esos trazos gruesos y en más de una ocasión esa distorsión de la perspectiva parecían cosas fácil y no lo eran en absoluto, de ninguna manera. Van Gogh me fascinó y me sigue fascinando. Cuando, el pasado noviembre, pasé por París y pasé por el Museo d'Orsay, no tengo ni que decirles dónde quedé enganchado, ¿verdad?

En 2017 se presentó en sociedad una película de animación cuanto menos singular, Loving Vincent. Pronto llamó la atención de los críticos y comenzó a ganar premios y nominaciones para grandes premios en 2017 y 2018. Lo que la hacía singular era la animación en sí, en la que trabajaron alrededor de 125 pintores que pintaron unos 65.000 cuadros siguiendo el estilo de van Gogh. El resultado es espectacular y a la vista del deslumbrante espectáculo, uno perdona que el guión no sea excelente (aunque esté bastante bien). Da lo mismo.

La acción transcurre un año después de la muerte del pintor. El cartero Roulin le pide a su hijo, Armand, que entregue una carta que en su día Vincent (van Gogh) no pudo enviar por correo a su hermano Theo. Pero Armand pronto descubrirá que Theo murió meses después que Vincent. A partir de aquí, comienza el interés de Armand por conocer los últimos días del pintor y el guión se inclina a dar plausibilidad a la teoría que sostiene que van Gogh no se suicidó, sino que... ¡No les pienso chafar el final! Además, si buscan, encontrarán. 

Si les gusta van Gogh, verán cobrar vida a sus paisajes y retratos, pura magia. Si no lo conocen, seguro que querrán conocerlo después de ésta.


Los falsificadores



Bradford Morrow es uno de esos personajes metido en el mundo del libro haciendo las veces de poeta, novelista, editor... y coleccionista blibiófilo. En esta novela, Los falsificadores, publicada por Siruela y traducida por Julia Osuna Aguilar, se le nota, lo que es una suerte. Porque el asunto se dirime entre compradores y vendedores de libros de colección (ya saben: primeras ediciones, libros autografiados, libros raros et al) y falsificadores. Sí, han leído bien, falsificadores.

El autor ha escogido un narrador protagonista que se lleva a matar con su futuro cuñado, aunque disimula. Su cuñado, su novia, él mismo, se mueven en el mundo del libro. De repente, amanece un mal día con una terrible noticia: su cuñado ha sido salvajemente atacado. Le han golpeado en la cabeza, le han amputado ambas manos y también han mutilado algunos de los libros de su colección. Y hasta ahí puedo seguir leyendo, porque es una novela policíaca y no voy a estar explicando más de la cuenta.

Pero sepan los posibles lectores que el libro engancha desde el principio y que la tensión crece y crece y sigue creciendo hasta que... ¿No dije que no diría nada más? ¿Por dónde iba? Da igual. Es una lectura muy entretenida, de ésas que no quieres dejar para saber qué pasa a continuación. Así que, si quieren pasar un buen rato, prueben con Los falsificadores.


La Barcelona de ficción


Queridos lectores:

Esta vez, el artículo en Metrópoli Abierta va sobre Barcelona y los libros, pero no sobre la industria editorial ni los escritores... Léanlo, a ver si les gusta. Se titula La Barcelona de ficción.

Errores y pronósticos (Gran Premio de Australia 2019)


¡Otra vez en el Circo! En efecto, ya ha comenzado el Campeonato de Fórmula 1, para pilotos y para constructores, y como sucede cada año, los pronósticos no han dado ni una. Aunque, es verdad, esto no ha hecho más que comenzar.


Ferrari (como, ay, cada año) partía como favorita después de las pruebas de su nuevo bólido, que salieron morrocotudamente bien. Son tres (mejor, cuatro) las grandes novedades. El coche es nuevo y tiene una nueva filosofía aerodinámica (una). El equipo ha cambiado su director y (dicen) su estrategia (dos). El Ferrari estrena un color rojo mate que (siguen diciendo) en persona desmerece un poco, pero que queda de muerte en las fotografías; es el coche más fotogénico del Circo (tres). Por último, pero no menos importante, Lecrerc, un joven piloto de 21 añitos que promete mucho, corre con Ferrari este año y todo indica que es una apuesta de la Scuderia a largo plazo (cuatro).

Pero llegó la hora de la verdad y en la primera carrera todos los pronósticos... No todos, pero exagerar le da un tono más trágico, ¿no les parece? Todos los pronósticos, decía, se fueron a tomar viento. Volvió a imponerse con autoridad Mercedes-Benz en los entrenamientos, en la vuelta rápida y en la carrera, pero el piloto que ganó no fue Hamilton, sino su compañero Bottas, que le arrancó veintidós segundos, que se dice pronto.

Ferrari cometió varios errores. Digamos que los cometió el tándem de Vettel y sus ingenieros de pista. En tercera posición, detrás de Hamilton, intentaron pillarlo cambiando los neumáticos y poniendo unos medios. A las pocas vueltas, la persecución se interrumpió y el desgaste de los neumáticos comenzó a notarse. Lecrerc, en cambio, optó por cambiar más tarde y poner neumáticos duros. Esta estrategia provocó un gran adelantamiento del Red Bull de Verstappen al Ferrari de Vettel. La tercera posición de un Ferrari podría haberse conseguido si el equipo hubiera permitido que Lecrerc adelantara a Vettel (pudo haberlo hecho), pero se prefirió no arriesgar y asegurar los puntos.

En fin, que quedamos cuartos y quintos y todos los pronósticos se fueron al carajo. Hubo errores a porrillo, pero bien repartidos. Espero que la cosa cambie. Por favor, que cambie.

La noche fenomenal



Hay autores que, tan pronto sacan un libro, hago cola para comprarlo. Tal es el caso de Javier Pérez Andújar, que considero uno de los mejores (si lo prefieren, uno de los más originales) escritores que hoy corren por este país. Así que en una reciente visita a mi librería de guardia (La Caixa d'Eines), Carme me dijo: Luis, que ha salido un Pérez Andújar. Estaba sacando los ejemplares de la caja del distribuidor. Fue decirlo y yo lanzarme en plancha. ¡Mío! Antes de conocer el título o de qué iba, preguntas que suelen ser habituales, ya me lo llevaba bajo el brazo de regreso a casa. Carme, por cierto, también es perezandujariana, o perezandujarofílica, o como se llame eso. Porque ambos coincidimos en que, escriba lo que escriba, lo escribe muy bien.

La noche fenomenal (que edita Anagrama) es el título de la última novela de Pérez Andújar y también el título de un programa de la televisión local en el que participan los protagonistas. Son una tribu curiosa y más curiosas son sus aficiones: uno percibe auras, el otro es criptozoólogo, la de más allá es telépata... Se reúnen alrededor de un plató de televisión, o de unas cañas en un bar, para contemplar el mundo desde la parapsicología, de la que son fieles seguidores. Se enfrentarán a un fenómeno extraordinario cuando descubran que, mientras llueve día tras día sin parar, se abren unas grietas en el espacio-tiempo (o en lo que sea) que comunican esta Barcelona con la Barcelona del otro lado, que es exactamente igual a ésta, pero donde sus habitantes sufren unas transformaciones que... que hasta ahí puedo leer. 

La filosofía del relato se resume en un comentario del narrador protagonista, Javier: Para creer se ha de tener sentido del humor. No se puede creer seriamente en nada. ¡Qué gran verdad! El humor, ahora expresado con una fina ironía, ahora con un juego de palabras, ahora delirante, se combina en más de una ocasión con una melancolía y una poesía que pocos autores saben transmitir tan bien. Es, además, una obra muy personal, casi íntima, poblada de amigos que son y que fueron, y Barcelona (una Barcelona que conozco y una apenas conocida) se convierte en un protagonista más; también París, a su manera. Esta amante descripción de lo conocido y lo que se esfuma ante nuestros ojos es universal, y eso es lo que convierte a La noche fenomenal en un libro muy recomendable, mucho.

Fresco renacentista en el que aparece una mujer tocando el torloroto.
El torloroto tiene un papel en la obra, ya verán.

Vendiendo humo


Queridos lectores: 

¡Otro artículo para Metrópoli Abierta! Se titula Vendiendo humo y en él intento explicar que los asuntos ambientales no pueden afrontarse con alegría y sin rigor, pues son mucho más complejos de lo que parece a simple vista. Complejos, pero también urgentes. Y por eso mismo, porque son complejos, urgentes e importantes, han de ser prioritarios y afrontados de manera objetiva y coordinada, con visión a largo plazo. Algo que hoy... Pero no sigo, ya me leerán.

Verba, non facta


No, no he citado mal el latinajo. Lean el artículo que ha publicado Metrópoli Abierta, titulado precisamente Verba, non facta, y verán por qué.

Alguien tendrá que poner orden


Sé que es una de mis manías. Por eso insisto en este asunto.

Ayer, 8 de marzo, se manifestaron las mujeres por la igualdad de derechos. ¡Muy bien! Salieron a las calles y las llenaron. 

Pero, de nuevo, el baile de cifras de manifestantes. De nuevo, al comparar una manifestación con otra no (me) cuadran las cifras.

La manifestación en Barcelona, a su paso por la Gran Vía.
Fotografía de Ferran Nadeu para El Periódico.

Dicen que ayer en Barcelona se manifestaron 200.000 personas. Ocupando la misma superficie, con aproximadamente la misma densidad de manifestantes, los indepes suman un millón, o medio millón en el peor de los casos, y esa contabilidad ya ha ocurrido varias veces. El mito del millón es persistente y no hay quien lo borre. E insisto, el mito.

En la Diada de 2012 se habló de un millón de personas, incluso de dos millones (sic). Mes y medio después, una huelga general contra los recortes ocupó prácticamente la misma superficie con una densidad igual, si no superior, de manifestantes. Entonces estimaron la participación en algo más de 100.000 personas. (Véase aquí.) No es una excepción, pero sí uno de los casos más llamativos de manipulación contable que conozco.

En fin, me quejo inútilmente. Ayer se manifestaron MUCHAS mujeres y les deseo todo el éxito en sus reivindicaciones. No sólo en Barcelona, sino en toda España. Felicidades, y suerte.

Somos... los últimos


Andaba por ahí la cosa. Quiero decir, por el final. Eso lo sabía hacía ya tiempo, porque las estadísticas nos lo decían muy clarito: el gasto que hace la Generalidad de Cataluña en sanidad, educación y servicios sociales está por debajo de la media española. Pero es que ahora resulta que es ¡el más bajo de todas las Comunidades Autónomas! 

El problema es todavía más grave si consideramos que esto tiene difícil remedio a corto y medio plazo. 

En primer lugar, los amarillos de la antigua Convergència (se llamen como se llamen) y los de ERC tumbaron los presupuestos que habían acordado PSOE y Podemos. De un día al siguiente, Cataluña perdió más de dos mil millones de euros en inversiones públicas y España entera una buena cantidad de mejoras en ayudas sociales. Cabe dentro de lo posible que el próximo gobierno sea de corte neoliberal y poco amigo de los gastos sociales. Gracias. 

En segundo lugar, la inoperancia del Parlamento de Cataluña nos lleva a una prórroga presupuestaria. Otra. Porque en diez años... ¡sólo se han aprobado tres presupuestos!

Cierto que los presupuestos de 2018 no se pudieron aprobar a finales de 2017 por la aplicación del artículo 155, aunque hay que añadir que no se habían preparado demasiado, si es que se habían preparado. Pero entre diciembre de 2017 y mayo de 2018 no hubo gobierno porque los amarillos eran incapaces, ellos solos, de ponerse de acuerdo. Por lo tanto, no hubo presupuestos.

Con el pan no se juega, pero él, dale que te pego.

Luego escogieron a un fascistoide, Torra, incapaz, él sólo o con ayuda, de gobernar, y hemos llegado a marzo de 2019 sin siquiera tener un proyecto de presupuesto para 2019 que haya pasado por las manos de los consejeros. El de 2018 no fue aprobado porque, de nuevo, la mayoría amarilla no supo ponerse de acuerdo. No parece que el de 2019 vaya a ser diferente. Bueno, sí. Ni siquiera existe un borrador de ese presupuesto, miel sobre hojuelas.

Tal cual. Decir inútiles es poco. Como no hay acuerdo, 2019 volverá a pasarse con una prórroga de los presupuestos de 2017. Resulta difícil de creer que tanta incompetencia se concentre en tan pocas personas.

Al grano. Veamos las cifras. En números relativos, comparables. Lo que invierte cada Comunidad Autónoma por habitante en sanidad, educación y servicios sociales. Hay que considerar que el presupuesto disponible por habitante en Cataluña es aproximadamente el mismo que la media española. Eso añade sal a la herida.

Gasto social presupuestado per cápita, de media en toda España: 2.551,70 €.
En Cataluña, 2.207,20 €. Es decir, un 13,5% inferior.
Es la Comunidad Autónoma que menos gasto social per cápita tiene presupuestado. ¡La última de la lista! Seguro que saldrán con que el déficit fiscal... ¡Alto ahí! Con un déficit fiscal igual o superior al catalán, Valencia gasta 2.712,40 € y Baleares, 2.468,60 € per cápita.

El gasto en sanidad, per cápita, en España, sale de 1.337,50 €.
En Cataluña, es de 1.180,90 €. Un 11,7% inferior.
En Valencia, de 1.338,60 € y en Baleares, de 1.465,4 €, para que puedan comparar. Sólo Andalucía tiene un gasto sanitario inferior, 1.158,30 €. Somos los penúltimos, por poco, pero Andalucía tiene una prórroga presupuestaria, por lo que no ha podido ponerse al día. Veremos.

En educación, somos los terceros por la cola. La peor Comunidad Autónoma seríá Madrid, con 729,80 € per cápita, seguida de Asturias, con 739 € y Cataluña, con 756,2 €. 
Pero aún así estamos un 13,6% por debajo de la media española, que se sitúa en los 874,90 € per cápita, y lejos de Baleares, con 850 €, y Valencia, con 995,40 €.

El gasto en servicios sociales no está tan mal, porque hay seis Comunidades Autónomas que gastan menos que nosotros, que gastamos 270,10 € per cápita. Baleares es la que menos gasta, 153,30 € per cápita, aunque Valencia es la tercera que más gasta, 378,40 € per cápita.
El gasto medio en España es de 299,30 € per cápita. Nos situamos, pues, un 9,6% por debajo de la media.

Éstas son las cifras, esto es todo. Poco más puede decirse. Puede preguntarse, eso sí, en qué se gastan el dinero esos inútiles que nos gobiernan, o puede asegurarse que, a la vista de lo expuesto, sumado a los recortes de los últimos diez años, detrás de las banderas abandonamos a la gente. Es un hecho.

Si creen que no es importante, lean esto, entre muchas otras cosas:

El triunfo de la belleza



Uno de mis autores favoritos es Joseph Roth, al que me aficioné con una cierta edad. Hoy, después de haber leído muchas de sus obras y obritas, lo tengo en gran consideración. Incluso cuando uno se enfrenta a un breve relato, como El triunfo de la belleza, que hoy podría considerarse incorrecto, misógino, incluso rancio, por gentes que aprecian más las apariencias que el arte.  

Digo esto porque, en efecto, El triunfo de la belleza narra la desgraciada historia de amor de un joven diplomático austríaco que se enamora de una femme fatale, y nunca mejor dicho lo de fatal. Y hasta aquí puedo leer y no sigo. Breve, con párrafos que ocultan un mundo y una verdadera genialidad narrativa, el librito se lee en un pispás y deja un buen recuerdo. Muy recomendable.

El asesinato de Roger Ackroyd



Ocurre todo en un tranquilo pueblecito inglés, típico y tópico. El deporte nacional de los lugareños es el chismorreo. Nunca pasa nada que no pase por el escrutinio de chafarderas y correveidiles. Un día, se instala un extranjero en la casa adyacente a la del doctor Sheppard, el médico del pueblo. En el pueblo le llaman Porrot y les irrita saber tan poco de él. Parece que se dedica a la horticultura e intenta cultivar calabacines de primera. Luce un gran mostacho, es algo peripuesto y el doctor cree que se trata, sin duda, de un peluquero retirado.

En éstas, un ilustre vecino, el empresario Roger Ackroyd, aparece con una daga clavada en el cuello, en su despacho. 

Y no sigo leyendo.

El asesinato de Roger Ackroyd no fue la primera novela de Agatha Christie, ni la primera en que aparece Hércules Poirot (porque, sí, en efecto, el tal Porrot era, en verdad, Poirot). Pero fue la novela que catapultó a la fama a la Dama del Crimen. Causó una gran impresión. Su planteamiento (por mucho que hoy digamos que es clásico) fue absolutamente innovador y desató la pasión de los críticos literarios... y del gran público. 

Escrita en 1926, hoy sigue siendo una lectura apasionante y entretenida. Aparece regularmente en algunas listas del estilo de los cien libros del siglo XX o las cien mejores novelas policíacas, con méritos y razones suficientes. Un libro que no tenía más vocación que servir de entretenimiento puede ser (es) una obra interesante desde el punto de vista literario. Porque lo literario no es sinónimo de pesado, profundo o aburrido, como suelen defender algunos.

Esta obra fue adaptada al radioteatro e interpretada por Orson Welles (que hacía las veces de Poirot) y fue llevada al teatro convencional con el nombre de Alibi en 1928, e interpretada 250 días seguidos con Charles Laughton en el papel de Poirot. ¡Cuánto nos hubiera gustado ver el Poirot de Laughton! Años después, en 2000, David Suchet volvería al mismo papel para la famosa serie de la ITV Agatha Christie's Poirot, y creo que hasta los rusos hicieron una película del caso.

No nos despistemos. Si quieren pasar un buen rato, aquí tienen cómo.

Las amistades peligrosas


Queridos lectores:

Aquí les dejo otro de mis artículos para Metrópoli Abierta. Se titula Las amistades peligrosas y dice algo que me parece evidente. Aunque no he sido ni el primero ni el único en decirlo, conviene que se diga. Juzguen ustedes si me equivoco, si me faltan razones, etcétera, pero no se me exalten.