La ristra del sitio de Viena de 1683



Queridos y aplicados lectores. He aquí una nueva #RistraDeTuits. Esta vez, va del sitio de Viena y de las consecuencias que tuvo en nuestro cotidiano comer y beber. 

Espero que les guste.

La dirección es:

La Barcelona de los libros


De verdad, de verdad verdadera, que me entró una pereza terrible cuando me pasó por la cabeza tener que hablar otra vez del procés. Así que opté por hablar de lo mejor que tiene Barcelona, los libros. Apenas un apunte, que Metrópoli Abierta tuvo a bien publicar. El artículo se titula La Barcelona de los libros. Espero que les guste.

¡Ándale, ándale! (pero no tanto) (Gran Premio de México 2019)



Es que ya no sé... En los entrenamientos, Ferrari se sitúa en las dos primeras posiciones de salida. Son los más rápidos, no hay duda. Ahora mismo superan en potencia a los Mercedes-Benz, pero... La estrategia de carrera ha regalado la victoria a Hamilton (Mercedes-Benz). Ferrari ha obtenido la segunda y la cuarta posición en una carrera donde el cambio de neumáticos y el cuidado de los mismos ha sido clave. Mientras las Flechas de Plata optaron por un solo cambio, los Ferrari optaron por dos, y en mal momento decidieron cambiarlos, lo que empeora todo un poco. Cuando por fin parece que el bólido corre, falta... ¡Algo falta! Ay, Señor, qué paciencia.

Hamilton, con esta victoria, está a dos puntos de un merecido Campeonato del Mundo. 

El contraataque aliado



Ático de los Libros nos obsequia con una colección de libros de historia que son una golosina para los aficionados. Entre éstos destaca una trilogía dedicada a la Segunda Guerra Mundial en Occidente, escrita por James Holland. 

Ático de los Libros ya ha publicado El auge de Alemania (una obra de la que hablé aquí en su día) y hace unos meses publicó la segunda parte, El contraataque aliado (The Allies Fight Back 1941-1943) y ya esperamos con impaciencia el último volumen de los tres, que nos llevará de 1943 a 1945. Y digo que lo esperamos con impaciencia porque, pese a su volumen, la historia que nos explica James Holland se lee casi como una novela, sin descuidar el rigor histórico en ningún momento.

En este segundo volumen, el autor presta un poco más de atención a los sucesos en los campos de batalla, especialmente a la Batalla del Atlántico (quizá la batalla más decisiva de la Segunda Guerra Mundial) y a los combates en el norte de África. Pero no abandona su enfoque inicial, que subraya la importancia de gestionar los recursos económicos y materiales y la producción industrial y contemplar la contienda desde una distancia que le permite señalar los aciertos y los errores estratégicos de ambos bandos. 

Contemplamos el declive de Alemania, que no pudo, en 1940 y 1941, doblegar al Reino Unido. Fue en ese punto, sostiene Holland, cuando Alemania perdió la guerra. El resto de la contienda es la paciente construcción de una fuerza aliada lo suficientemente poderosa como para aplastar al enemigo. Ambos bandos cometen errores de bulto. La intromisión de Hitler en el control de los campos de batallas supuso un desastre, y la intricada y corrupta burocracia de la Alemania nazi no facilitó en absoluto la tarea de armar y equipar al ejército alemán.

Como ya les digo, Holland describe con gran acierto y rigor los grandes (y los pequeños) acontecimientos que fueron marcando el curso de la guerra, y lo hace con un texto fácil de leer, incluso para un lego en la materia, y muy entretenido.

¿Qué más se puede pedir? Una obra muy recomendable.

La #RistraDeTuits del Arte Degenerado



El nacionalsocialismo en particular y los regímenes totalitarios en general tienen una relación muy singular con el arte. En los tiempos modernos, con el arte contemporáneo. Como todo el mundo sabe, el arte busca siempre los límites de lo prohibido y sólo crece en libertad, lo que explica muchas cosas. 

En esta #RistraDeTuits intento dar unas breves pinceladas al caso del Arte Degenerado en la Alemania nazi, poniendo énfasis en la exposición itinerante con ese nombre y en el negocio que se hizo con la venta de los fondos contemporáneos de los museos alemanes, en un III Reich dominado por una clase dirigente muy corrupta.

Aquí comienza todo:

Contra Barcelona


Escribí este artículo mientras ardían los contenedores de mi barrio. Lo ha publicado Metrópoli Abierta y se titula Contra Barcelona.

Espero que les guste, aunque gustar no sé si es el verbo más adecuado.

La Vilardella



Para aquellos lectores que gusten, he publicado en Twitter otra #RistraDeTuits. Esta vez, sobre una espada legendaria, que hoy (quizá) reposa en el Museo de los Inválidos, en París. Hablo, por supuesto, de la Vilardella, matadragones, espada de reyes y de virtud.

Pasen y lean, en:

Consenso o sin él


He aquí un ingenioso (ejem) juego de palabras que pone título a mi nuevo artículo en Metrópoli Abierta, Consenso o sin él. Señala a cierta izquierda que considera que el procés es de izquierdas, lo que nunca ha dejado de asombrarme.

Se llevaron el campeonato (Gran Premio de Japón 2019)



Estas cosas pasan. En el Gran Premio de Japón, los Ferrari estaban marcando su territorio. En los entrenamientos quedaron por delante y todo señalaba que en carrera también podrían hacer algo. Suzuka es un circuito muy técnico y de adelantamientos difíciles. Por lo tanto, quedar por delante es una ventaja.

¿Qué ha pasado? Una muy mala salida. Tan mala que los Mercedes-Benz se ponen en cabeza y uno de los Ferrari (el de Lecrerc) sufre un topetazo que le obligará a cambiar el alerón delantero. A partir de ahí, la carrera, emocionante lo justo, no pudo cambiar lo suficiente y Ferrari se llevó la segunda y la sexta posición. 

Mercedes-Benz volvió a llevarse el Campeonato de Constructores, y es de caballeros felicitar a los alemanes por ello.

La batalla contra el maestro poeta


A finales del siglo XVI, Japón vivía una época convulsa en que varias familias se disputaban el sogunato, el gobierno del país. Desde el punto de vista militar, es una época más que interesante, porque el Japón medieval incorporó las pólvoras al orden de batalla. Primero, con sus cañones y luego, con la mosquetería. Los portugueses, en su intento de cristianizar Japón, llevaron consigo los primeros arcabuces. Pocos japoneses ganaron para la causa del Cristo, pero los arcabuces fueron harina de otro costal. Los japoneses los adoptaron con tantas ganas que a finales de siglo en Japón ya había más arcabuces que en toda Europa. Eso, naturalmente, revolucionó el arte de la guerra, dominado hasta aquel entonces por la nobleza guerrera, los samuráis.

Hosokawa Yûsai.

Hoy quiero mostrar el caso de un famoso samurái de la casa de Hosokawa, una de las familias de más rancio abolengo del Japón de aquel entonces. Me refiero a Hosokawa Fujitaka, que en los años 80 del siglo XVI se convirtió al budismo y cambió su nombre (Fujitaka, que el apellido, en japonés, va primero) por el de Yûsai, por el que se le conoce más a menudo. En ese momento, cedió la jefatura del clan a su hijo Hosokawa Tadaoki, pero él conservó el estatus del sabio paterfamilias y depositario de los tesoros de la familia, de los que corresponderá hablar a continuación. Se retiró a la provincia de Tonga.

Distintivo de los Hosokawa.

La familia Hosokawa tenía docenas de emperadores entre sus antepasados, más notables guerreros y un gran prestigio a cuestas. Pero también era la depositaria de una antología de poemas waka ordenada por el emperador en el siglo X, la Kokin-waka-shû (o Kokin-shû, para los amigos). Esa antología contenía más de mil preciados poemas del período Hei, cuando la cultura japonesa se distanció de la japonesa, y eran, por lo tanto, un signo distintivo del Japón y su Imperio. Los poemas pasaban de un depositario a otro, que empleaban la antología para formar a la nobleza en tan bello arte. El maestro escogía a un discípulo con mucho cuidado y lo instruía en los secretos de tal poesía hasta que le tocaba, a su vez, ejercer de depositario. 

La historia de este depósito de poesía imperial no está exenta de intrigas y violencia entre maestros de poesía de diferentes escuelas, pero también era un asunto de la mayor importancia porque el depositario de tales poemas tenía que estar al tanto de los secretos y sutilezas del Kokin-waka-shû, que se decía que eran el colmo de la sabiduría. Con el tiempo, los depositarios de estos poemas acabaron siendo nobles de casta guerrera, aunque también monjes y poetas de gran fama, como Sôgi (1421-1502). Tras una larga lista de maestros y discípulos, la responsabilidad recayó en Yûsai.

Yûsai mismo era poeta (y de los buenos), músico, coleccionista de antigüedades y de bellos objetos de porcelana. Era lo que en Europa llamaríamos un hombre del Renacimiento. Pero era también un guerrero, un samurái hecho y derecho, con todo su pundonor bélico.

Con este bagaje a cuestas, Hosokawa Fujitaka (o Yûsai, nombre con el que firmó sus propios poemas) fue asesor y consejero en la corte de la dinastía Ashikaga y en las cortes de dos grandes sogunes, Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi. Pero tras la muerte de Toyotomi, el país se partió en dos bandos. Uno formó el Ejército del Oeste, a favor del clan Hideyoshi; otro, el Ejército del Este, a favor de Tokugawa Ieyasu. La tensión derivó en una guerra abierta. Así y todo, Yûsai se mantuvo neutral en su retiro en el castillo de Tanabe, en Tonga, y se permitió asesorar a los enviados de uno y otro bando con igual sabiduría. Recibía una renta anual de los Hideyoshi por ello y no pocos regalos de los Tokugawa.

No hay ni que decir que los dos bandos soñaban con tener a Yûsai de su lado. Su hijo, Hosokawa Tadaoki, se había casado con la hija del jefe del clan Akechi, Gracia (se había convertido al cristianismo y de ahí ese nombre tan raro en Japón) y por eso mismo había sellado una alianza con el Ejército del Este. Pero, como hemos dicho, se había independizado de su padre para encargarse de los asuntos mundanos mientras éste se recreaba en su sabiduría. Un poderoso señor del Ejército del Oeste, Ishida Mitsunari, intentó ganar para su causa a los Hosokawa, a los que no convenció por su participación en conjuras pasadas, y todo acabó con un golpe de mano en el que murieron Hosokawa Gracia y su hija, librándose Tadaoki de la muerte por muy poco. Muy shakesperiano todo.

Llegados a este punto, el honor de Hosokawa Yûsai Fujitaka le obligó a tomar partido de forma inequívoca contra el Ejército del Oeste. Así lo hizo público y así se interpuso con 500 hombres en la ruta del Ejército del Oeste, fortificándose en el castillo de Tanabe, donde guardaba sus bienes artísticos, su biblioteca y demás.

¡Aquello era poco menos que un suicidio! Ishida Mitsunari avanzaba para unirse a las tropas de los Hideyoshi con 15.000 hombres y no tuvo más remedio que poner sitio al castillo. Eran treinta contra uno, el castillo no tenía probabilidad alguna de resistir el ataque... y Yûsai no pensaba rendirse ni en broma.

Sucedió que muchos de los samuráis que asediaban las murallas del castillo de Tanabe habían sido discípulos del maestro Yûsai o sentían admiración por su obra, su elocuencia... Sería vergonzoso acabar con él, una mancha en la memoria. Igualmente, el castillo contenía una amplísima biblioteca y una rica colección de bienes preciosos, cuya pérdida hubiera sido imperdonable. Para más inri, Yûsai se asomó a las murallas diciendo que él era el único depositario del Kokin-waka-shû y que no pensaba transmitir los secretos de los waka a nadie de los ahí presentes, que esos secretos morirían con él. 

Eso dificultaba todo. Si los sitiadores se negaban a luchar contra Yûsai, lo deshonrarían y éste se vería obligado a suicidarse ritualmente, para evitar la humillación de no haber podido presentar batalla contra los enemigos de su aliado. Si luchaban y vencían, sucedería igualmente la muerte de Yûsai. ¡Pero nadie quería matar a Yûsai ni destruir sus preciados tesoros!

Así que procedieron a bombardear el castillo. Cargaron los cañones y ¡pum! ¡pum! ¡pum! Quemaron muchas pólvoras, pero no tiraron con bala. Es decir, hicieron todo el ruido que pudieron, simulando un bombardeo, mientras enviaban un emisario al emperador.

Su Divina Majestad, enterado de las noticias, se alarmó considerablemente. Envió a tres emisarios, Sanjonishi Saneeda, Nakanoin Michikatsu y Karasumaru Mitsushiro, los tres eminentes nobles, guerreros y, sobre todo, poetas, y una orden kokin-denju, que ahora diré lo que es.

El emperador tenía una prerrogativa por lo que hace a la colección de poemas del Kokin-waka-shû. Si el depositario no daba con un discípulo adecuado para transmitir sus conocimientos, su Divina Majestad podía designar uno (en la llamada designación de palacio, rara vez empleada). Así que el emperador, para salvar a Yûsai, ordenó escoger a Yûsai un discípulo entre los tres enviados. Y para salvar su preciosa vida (que tanto estimaba el emperador) y los irremplazables bienes que atesoraba en el castillo, la orden kokin-denju también le obligaba a rendirse. La orden kokin-denju podemos traducirla como una orden imperial que ha de cumplirse más pronto que tarde (traducción casi literal) y es de obligatorio cumplimiento, sin discusión.

Carta autógrafa de Yûsai.

Yûsai, obediente, rindió el castillo el 19 de octubre de 1600. Dos días después, en la batalla de Sekigahara, faltaron los 15.000 hombres de Ishida Mitsunari por haber perdido tanto tiempo sitiando Tanabe disparando salvas de mentira. ¡No llegaron a tiempo a la batalla! Yûsai, sin derramar una gota de sangre, había ofrecido un magnífico servicio a su señor. Y fuera por ello o por lo que fuera, Tokugawa Ieyasu venció y supo premiar con honores y regalos al gran Yûsai que, mientras tanto, había comenzado a enseñar a sus discípulos los verdaderos y sutiles secretos de la poesía waka

Presupuesto de incultura


Queridos lectores:

Aquí tienen un nuevo artículo para Metrópoli Abierta que se ha tenido a bien publicar, titulado Presupuesto de incultura. Por si preguntan, la partida presupuestaria para Cultura en el presupuesto de la Generalidad de Cataluña es aproximadamente el 0,6% del total.

Rosas





Fotografié con mi teléfono móvil (i.e., hice unos apuntes gráficos, como diría uno de Leica) las rosas esculpidas en un portal del Ensanche barcelonés. En verdad, abundan las rosas como motivo decorativo en el Modernismo de Barcelona. A veces, porque representan el amor; en ocasiones, como icono católico (se asocian con la virginidad de María); también, como símbolo masónico (los rosacruces y compañía); simplemente, porque quedan bien y son bonitas.

El linchamiento de Viktor Frankenstein



Según consta en los periódicos, al caer la noche del primero de octubre cientos de gerundenses se reunieron al grito de ¡Muerte a la Criatura! y, empuñando antorchas, corrieron al castillo del noble Viktor Frankenstein, al que acusan del terror que se ha abatido sobre la población. Sus intenciones parecían peligrosas.

En cualquier caso, aunque no fueran ésas sus intenciones, requiero a los gerundenses y a todos aquéllos que los imitan a prescindir de las antorchas en sus desfiles. Acudir a esta estética con el recuerdo de la historia europea reciente es, cuanto menos, un error. Ahora bien, si resulta que el parecido no es casual ni fruto de una monumental torpeza, entonces allá ellos y pobres de nosotros.

Comenzó bien, pero... (Gran Premio de Rusia 2019)



Alguna pieza han tocado en Maranello que los Ferrari comienzan a ir como un cohete. Aunque, como se verá, siempre surgen inconvenientes.

Por cuarta vez consecutiva, Ferrari (Lecrerc) se hizo con la vuelta rápida en la clasificación para la parrilla de salida. La salida fue bien, con los dos Ferrari delante. La estrategia dictaba que Lecrerc se dejaría adelantar por Vettel y que después se cambiarían el uno por el otro en el cambio de neumáticos, pero Vettel alargó su presencia en la pista, fastidiando esta estrategia, y lo que es peor, su bólido se averió. Así que Lecrerc, acosado por Mercedes-Benz y ahora solito ante el peligro, decidió arriesgarlo todo y poner neumáticos blandos... y no pudo ser. 

Acabó tercero, eso sí. ¿Pudo haber acabado primero? Es muy posible, pero así son las carreras.