Nadie muere en Wellington


Sea dicho de entrada que un servidor de ustedes no lee novela romántica. Prefiero otros géneros de novela popular, o literaria. Eso no quiere decir nada. Cada uno tiene sus gustos y preferencias y se distrae como quiere o como puede.

La novela romántica, y vamos a llamarla así porque así la llama casi todo el mundo... La novela romántica, decía, es uno de los géneros de literatura popular de más éxito. Sus lectoras (la mayoría de los lectores de este género son mujeres) son extremadamente fieles al género y cuando un autor, o autora, les cae en gracia, consumen cualquier cosa que publique. Compran y leen más obras que la media de lectores y son muy activas en las redes sociales, además. Si un editor acierta con su colección de novela romántica, tiene un filón entre manos. 

Y dicho esto, llama la atención que el género sea tan denostado, una y otra vez. Por poner un ejemplo, rara, muy rara vez, aparece una novela romántica en la lista de los diez libros más vendidos, cuando a menudo debería haber una o más de una en tal lista. Hay mucha pedantería y mucha hipocresía detrás de esto.

La novela romántica tiene toda ella una estructura muy similar. Dos personas (normalmente, él y ella) se conocen y se enamoran; pero no será fácil superar los problemas que impiden que ambas puedan unirse y disfrutarlo. Surgirá un conflicto, un mar de agonías y (ojo, que eso es importante) al final todo se solucionará. En la novela romántica, el final feliz es obligatorio. 

El esquema se adorna como se quiera y con paisajes exóticos, por ejemplo, pero también puede hacerse con lucha de clases: ella, una pobre Cenicienta, se enamora del príncipe y no vean qué problema superar esa barrera social. Etcétera. Cabe todo, bien puesto. 

Tómenlo a broma, si quieren, pero otra constante de la novela romántica son los musculosos brazos de él y los trémulos labios de ella, sin los cuáles no habría novela romántica posible. El adorno y los intríngulis de la historia, capaces de mantener la tensión (erótica, pero también narrativa), serán la clave del éxito.

Como decía es un esquema que se repite y repite y ésa es la clave de su popularidad. Umberto Eco decía que el secreto del éxito de las novelas y películas de James Bond era que eran todas iguales, lo que proporciona comodidad y familiaridad a su lector/espectador, que así puede evadirse más fácilmente y dejarse llevar. Y quien dice la novela romántica o la saga de James Bond dice también las novelas policíacas (las de Agatha Christie son el ejemplo más evidente), la mayoría de los thrillers comerciales, etcétera.

Les diré, en confianza, que no es la novela romántica la que me cae mal, sino un género que los editores llaman women's fiction. De entrada, ficción para mujeres suena fatal. Si un libro es bueno, es bueno, y tanto da quién lo lea o quién lo escriba. Este género toma la estructura de la novela romántica de toda la vida y la hace pasar por un culmen literario, echándole mucha comedia literaria, muchas ínfulas y mucho humo. 

El resultado final es de una falta de honestidad que a mí me duele y molesta, pues venden como literario algo que no lo es, aunque la intención es que el gran público se lo crea. Por mi trabajo me ha tocado leer demasiadas, en forma de manuscrito o ya publicadas, y casi todas son un horror. En cambio, la novela romántica no engaña: esto es así, esto es lo que hay, y ya lo sabes. Te puede gustar, te puede no gustar, pero no te vende gato por liebre.

Vayamos al asunto que me trae hoy aquí.

Carmen Sereno me regaló y me dedicó un ejemplar de Nadie muere en Wellington, la tercera novela romántica que publica en Chic, un sello editorial del Grupo Ático. Pues la he leído, por aquello de leer algo que nunca lees. 

Nadie muere en Wellington narra la historia de Emma, huerfanita, que abandona su reglada, monótona y aburrida vida en Londres (y a su novio igualmente aburrido) para largarse a las antípodas y amanecer en Wellington, Nueva Zelanda. Ya tenemos protagonista, ya tenemos paisaje exótico y no tarda en aparecer David, un mozo bien plantado, de musculosos brazos, por quien Emma bebe los vientos sólo con verlo. Es que asoma David y ya sabemos lo que pasará, que es de lo que se trata. Sin embargo, la batalla por conquistarlo se verá complicada por un pasado secreto y tormentoso que tortura a David y que... Bueno, hasta aquí puedo leer, pero habrá paisajes exóticos (eso ya lo he dicho), mucho deseo, mucha tensión erótica, etcétera, con sexo incluido, algo que la novela romántica de hace años tenía que conformarse con apuntar. En suma, lo tiene todo y quien tenga afición por el género se lo va a pasar pipa leyendo Nadie muere en Wellington.

Carmen Sereno escribe bien, domina tanto el ritmo como la tensión dramática (y erótica), respeta los cánones del género y realiza un trabajo casi perfecto, y digo casi porque, como decía mi viejo profesor de literatura, perfecto sólo es Dios (y no sé si hablaba de Cervantes). En ocasiones se ciñe al guión y en ocasiones se permite algún guiño, alguna broma, a sus lectores, aquí o allá. Hay dos o tres sorpresas en el argumento, coherentes con el relato, que lo liarán todo un poco más cerca del final, pues la tensión crece y crece... Los personajes están bien dibujados y él tiene los brazos musculosos y ella se deshace cuando él está cerca, que es lo que se espera. Pero, bromas aparte, lo hace muy bien.

Y no tengo más que decir.

The Cookie's Cup



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Jugando con globitos



El 200.º Aniversario


El 5 de mayo de 1821, a las seis menos veinte de la tarde, en Santa Helena, moría Napoleón Bonaparte. Hace doscientos años de eso y Francia lo ha celebrado como ha podido, sacudida, como todos, por la epidemia. Un servidor lo hizo adquiriendo un playmobil conmemorativo, a la venta en los museos franceses y vestido como el emperador en Austerlitz, miren qué tontería.

Cómo llegar a un acuerdo


May the 4th be with you!

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Las reuniones de trabajo son un invento del demonio. Horas hablando de cosas que ni te van ni te vienen. Suelo dibujar en ellas. En ésta, por suerte, pude darme a la fuga por asuntos urgentes a los tres cuartos de hora de iniciada.

Cosas del patrimonio

Queridos lectores:

Les dejo aquí Cosas del patrimonio, un artículo que tuvo a bien publicar Metrópoli Abierta. Trata sobre la protección del patrimonio en la ciudad de Barcelona, y no son buenas noticias.