Los sindicalistas son gordos y los nacionalistas, flacos


Imagen de la manifestación del pasado 11 de septiembre.

El pasado 11 de septiembre hubo una manifestación en Barcelona. Tras meses de propaganda pagada por el Gobierno de los Mejores, donde se emplearon sin vergüenza recursos y medios públicos de comunicación y se acudió al auxilio de organizaciones fuertemente subvencionadas, se reunió a mucha gente.

Reclamo infalible.

Se movilizaron autocares y trenes para que pudieran participar miles de personas de toda Cataluña y se calcula que llegaron a la ciudad entre cuarenta y sesenta mil personas, turistas cuatribarrados por un día, que uno encontraba preguntando por dónde se va en el metro o paseando, bandera en ristre, contemplando la ciudad con ojos muy abiertos. Los forasteros tomaron la ciudad por la mañana y los manifestantes, por la tarde. La red de Transportes Metropolitanos de Barcelona hizo horas extras y repartió a miles de manifestantes más por la zona de la concentración.

La Guardia Urbana de Barcelona contó un millón de manifestantes y los organizadores, un millón y medio. Un mogollón de gente.

Vista aérea de la manifestación del 11 de septiembre.

El examen de las fotografías aéreas y las películas del suceso dan cifras manifiestamente más pequeñas, porque el área afectada y la concentración de personas impiden a cualquiera contar más de doscientas cincuenta mil personas, que son muchas, muchísimas personas en un mismo sitio, en un único momento y para pedir una sola cosa.

De ahí que la manifestación del 11 de septiembre pasado haya sido interpretada como la voluntad del pueblo, la voluntad del pueblo haya sido identificada con el ideario del Gobierno de los Mejores y éste, ebrio de soberbia, se haya lanzado hacia adelante para perpetuarse en el poder mediante unas elecciones anticipadas y un programa nacional que oculten su manifiesto fracaso político y de gestión pública. Seguramente, recogerán una victoria en las urnas.

Pero ayer, 14 de noviembre, hubo otra manifestación. De hecho, hubo dos. En la primera, los anarco-sindicalistas aseguraron haber reunido a cien mil personas; la Guardia Urbana de Barcelona rebajó los humos del personal y contó ocho mil. Demasiados, me parece. En la segunda, simultánea a esta primera, se reunieron ciento diez mil personas, según la Guardia Urbana de Barcelona, y un millón, ¡qué, si no!, según las organizaciones convocantes. Aquí no se es nadie si no se suma un millón.

Manifestación del 14 de noviembre.

Tiene su mérito, la manifestación de ayer. No hubo propaganda institucional subvencionada durante meses para captar manifestantes; no se fletaron autocares ni trenes para asistir a la manifestación; es más, había huelga de los transportes públicos y la mayoría de los manifestantes tuvo que acudir a pie y regresar andando a casa; en pocas palabras, se manifestaron apenas los barceloneses a una hora de camino de la concentración.

Eso da para descartar inmediatamente la cifra del millón de personas, porque es evidente que no se manifestaron dos de cada tres barceloneses. Entonces ¿es correcta la cifra de la Guardia Urbana de Barcelona? ¿Fueron ciento diez mil personas? Creo que por ahí fueron los tiros. Es una cifra sensata.

Fueron muchos, la verdad.

Pero entonces, cuidado. Los manifestantes del 11 de septiembre ocuparon una superficie un diez o un veinte por ciento superior a la ocupada por los manifestantes del 14 de noviembre. Es decir, si los manifestantes contra la política de recortes del Gobierno de los Mejores sumaron ciento diez mil personas, los del 11 de septiembre no podrían haber sido ni ciento cincuenta mil.

Lo diré de otra manera. La Guardia Urbana de Barcelona estima que un sindicalista en ejercicio de su derecho a manifestarse ocupa el mismo espacio que nueve nacionalistas ejerciendo el mismo derecho. El Camp Nou lleno de sindicalistas son diez mil personas; lleno de nacionalistas, noventa mil. Qué cosa más tremenda.

Observen los esfuerzos de los nacionalistas con la camisa verde, que hacen imposibles para reunir a media docena de personas por metro cuadrado. Eso ayudaría a explicar las diferencias de afluencia de público entre una manifestación nacional y otra sindical.

Otra diferencia notable es que la manifestación del 11 de septiembre fue la expresión de la voluntad del pueblo; la del 14 de noviembre, que sumó casi tanta gente pese a tantos obstáculos logísticos, no. La voluntad del pueblo parece muy caprichosa.

NaCiUnalismo y voluntad.

¿Cómo es eso posible todo esto? Busquemos una explicación razonable, si existe.

Diferencia de clases, diferencia de volumen.

Se ha publicado recientemente que la obesidad afecta más a las clases bajas que a las clases media o alta. Llevar una dieta sana, hacer ejercicio regularmente, liberarse de las tensiones del trabajo y vivir sin preocupaciones es cosa de ricos; los pobres tienen que conformarse con comer alimentos baratos y ricos en grasas saturadas, olvidarse de las cuotas del gimnasio, sufrir la disminución de los salarios, los recortes, las hipotecas y la amenaza del paro. Las estadísticas demuestran que un habitante de Pedralbes enferma tres veces menos y vive diez años más que un habitante de Nous Barris.

Estómago nacionalista.

Estómago sindicalista.

He aquí parte de la explicación: la clase obrera está formada por gente obesa y sobre(mal)alimentada que vive en condiciones higiénicas deficientes; la derecha nacionalista, económicamente más solvente, reúne a la gente sana, limpia, guapa y delgada. Ergo, una manifestación sindical ocupará más espacio y olerá peor que una manifestación nacionalista. De entrada, los manifestantes sindicales serán mucho más gordos y cada uno ocupará mucho más espacio; luego, los manifestantes sindicales se alejarán más el uno del otro, por evitar el tufo de los alerones. Así, mil manifestantes pobres ocupan manifiestamente mucho más que nueve mil manifestantes ricos, que son más guapos, más delgados y caminan cogidos de la mano cantando el Virolai.

Varón nacionalista típico.

Típico varón sindicalista.

Vamos, que razones no faltarán al Gobierno de los Mejores para decir que cuenta con el apoyo de un millón de personas sanas y limpias, mientras cien mil guarros, gordos, vagos e inmigrantes se manifestaron en contra de algo que, si uno se pone a pensar en ello, seguro que es culpa de Madrid.

La señorita Economía, después de una dieta de dos años de naCiUnalismo.


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