La muñeca proporcionada


Caramba, las Barbies.

Cuentan que la muñeca que más gusta a las niñas y más odian las madres es la Barbie. Siguen contando que es la joven que todas quisieron ser y no fueron nunca, de ahí la fascinación de las niñas y el rencor de las mamás, que se repite cada Navidad desde 1959. 

Al principio, pinta bien. Luego...

Porque Barbie está cañón, viste a la última, tiene más modelitos en el armario que nadie, a Ken de rodillas con sólo chasquear los dedos, un descapotable rosa en la puerta y qué sé yo. La niña sueña con todo eso (quién, si no) y juega a ser Barbie de mayor. La mamá llora a escondidas los michelines, las estrías, el fondo ropero más bien justito, mientras papá mira el fútbol con una cerveza en la mano, rascándose la tripa... En fin, qué les voy a contar.

Lo que hay es una envidia tremenda, eso es lo que hay.

Por eso la muñeca Barbie es la más criminalizada y denostada muñeca de la juguetería y no hay colectivo feminista que se precie que no arremeta contra esta monstruosidad de plástico pensada para (de)formar la mente de las mujeres todavía niñas e indefensas. Sed como Barbie, guapas y sumisas... Aunque a mí el sumiso siempre me ha parecido el pobre Ken, que si uno lo compara con el audaz Madelman de mi infancia o cualquier muñeco de acción... En fin, ni les cuento.

Los grupos feministas añaden, además, y tienen razón, que Barbie no es una mujer bella, sino tan deforme que, si fuera de carne y hueso, sería monstruosa: los pies minúsculos y combados, el cabezón desmesurado, ojos enormes, una cintura imposible... A lo que se responde que la Venus que pintó Boticelli o el David que esculpió Miguel Ángel también serían seres deformes y ambos pasan por ideales de la belleza humana. Una vieja polémica. 

Lammily, a punto de salir de su caja.

Para avivarla y plantarse ante la tiranía de la mujer-objeto, ha nacido Lammily, la muñeca diseñada y puesta a la venta por Nickolay Lamm, un artista e investigador (sic) que se propuso ofrecer una muñeca con las proporciones de una chica norteamericana media de 19 años. El 5 de marzo de este año, inició una campaña de microfinanciación para fabricar la muñeca proporcionada y recibió una preorden de 19.000 muñecas. Hace un par de días, la muñeca Lammily se ha puesto oficialmente a la venta y todo parece señalar que tendrá éxito.

Una mujercita normal y corriente, dice la publicidad.

La muñeca original se vende por 25 dólares. Viene vestida con pantalón corto y una chaquetilla tejana, calzada con zapatillas deportivas y un cabello largo, liso y castaño oscuro. Una chica normal y corriente. Por 6 dólares más, podemos comprar unas pegatinas de vinilo que simularán lunares, acné, picaduras de mosquito, cicatrices, tatuajes, estrías, tiritas, gafotas... 

Lammily, con su equipo para salir de noche por Barcelona.
La juerga que piensa correrse no puede contarse en voz alta.

Se venden vestiditos para la ocasión en un aparte. Por ejemplo, existe un equipo de Barcelona Night Out (sic) por 17 dólares, pero también vestiditos para visitar Río (de Janeiro), Londres, la lejana Escocia, Nueva York, Dinamarca... La mujercita parece que no tiene manías a divertirse por esos mundos de Dios.

Su vestidito más caro, para pasear por Nueva York (27 dólares).

La caja promete una mujercita con la que vivirás muchas aventuras viajando de aquí para allá, visitando París, emborrachándote en Barcelona, paseando por Nueva York, disfrutando de las galletas danesas o yendo a un concierto de rocanrol en Londres. 

Lammily, vista por detrás.

Mientras tanto, Barbie contemplará a Lammily desde su descapotable rosa, con el atontao de Ken a su vera, embobao y tontorrón, que hay que ver cómo se le cae la baba... y con un mohín de desprecio, Barbie dirá ¡Está gorda! justo antes de meterse en la peluquería. Y como me entere que sales con ella, Ken, te devuelvo a la caja.

¡Qué dura es la vida de Ken! Obligarlo a vestir así...


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