Un valiente caballero francés (y 3)


La batalla de Port Lyautey fue muy dura. En el Alto Mando francés llovían las puñaladas entre los oficiales partidarios de los aliados, los afines al Gobierno de Vichy y los oportunistas que jugaban a dos bandos. Mientras se arrestaban unos a otros y jugaban a traición y espionaje, la tropa resistía heroicamente los ataques de una fuerza superior en medios y en número, y lo hacía en contra de su sentimiento mayoritario, contrario a Vichy. Pero no llegaban las órdenes de cesar el fuego y morían por docenas, de forma estúpida.

Los franceses (entre los cuáles un destacamento muy importante de la Legión Extranjera) se hicieron fuertes en la fortaleza de la Kasbah. Se perdieron la mitad de las lanchas de desembarco por culpa del mal tiempo y las rocas de la playa, por lo que las tropas desembarcadas apenas recibieron refuerzos durante los tres días que duró la batalla y avanzaron muy lentamente. 

El golpe de mano contra el aeropuerto de Port Lyautey estaba previsto para la noche del 9 al 10 de noviembre. 

El USS Dallas, en una revista naval, todavía nuevecito.

Malvergne, con uniforme americano, se puso al timón del USS Dallas (DD-199). Si lo pillaban, lo fusilaban, sin juicio previo, por espía. Porque, pese al uniforme, no era militar. Sólo un práctico del puerto. Pero no se amilanó. Llevó al USS Dallas, su tripulación y 75 soldados entrenados para la ocasión río arriba. Sorteó todos los obstáculos que había en el río, pero no pudo evitar embarrancarse en un banco de arena. ¡Un banco de arena justo bajo la fortaleza de la Kasbah! 

A lo largo del cauce del Sebú, se habían hundido lo menos tres mercantes a modo de obstáculo.

(Hacía meses que Malvergne no navegaba por el Sebú, hay que perdonarle el accidente. Además, la travesía se hizo de noche, sin luces, a toda máquina y bajo una lluvia torrencial.)

El USS Dallas embarrancado (esta vez, a propósito) frente al aeropuerto de Port Lyautey.
Justo donde lo dejó Malvergne. Fotografiado pocos días después.

Comenzaron a llover las granadas, los obuses y los tiros de fusil y ametralladora sobre el USS-Dallas. Malvergne, a toda máquina, intentaba sacar al destructor del atolladero. En todo momento se mantuvo en su puesto, firme, ajeno al peligro, dijo días después el informe, dando ejemplo a la tropa embarcada y a la tripulación. Finalmente, el USS Dallas se liberó y pudo plantarse frente al aeropuerto. Los soldados desembarcaron en botes neumáticos y el aeropuerto fue tomado de esta manera tan osada y desesperada. 

Tan pronto aseguraron las pistas y los hangares, setenta cazas P-40 americanos despegaron de los portaviones de escolta que los transportaban y aterrizaron una hora después en el aeropuerto. Una tercera parte sufrió desperfectos al despegar de los portaviones o al aterrizar (la causa oficial, histeria de combate). Ahora había que rellenarlos de combustible y munición.

Parte de los depósitos de combustible del aeropuerto (y un centinela aliado).
Ésta es la infraestructura que capturó la tropa embarcada en el USS Dallas.

¡Entra en escena el SS Contessa! Había atravesado el Atlántico justo a tiempo, sorteando el mal tiempo, los submarinos alemanes y una tripulación internacional de carne de presidio, y ahora se plantaba frente al estuario del Sebú. ¿Y qué práctico sube entonces a bordo y lo hace navegar hasta el aeropuerto? ¡En efecto! ¡René Malvergne! Bajo fuego enemigo, recordémoslo. En un buque bananero se que caía a pedazos, cargado de munición... Eso hizo, la tarde del 10 de noviembre de 1942, nuestro héroe, por segunda vez. Esa noche, se rindieron los franceses... y se aliaron todos contra los alemanes.

El cementerio militar (hoy desaparecido) de Port Lyautey, donde americanos y franceses, atacantes y defensores muertos en la batalla, fueron enterrados juntos. 

Tres meses después, René Malvergne fue el primer civil extranjero en recibir la Cruz de la Marina de los EE.UU. y la Estrella de Plata al valor del Ejército de los EE.UU. Pero René Malvergne no quiso darle importancia a ese asunto y siguió con su trabajo de práctico de Port Lyautey, después de reunirse de nuevo con su mujer y su hijo. Regresó a su rutina, que ya había hecho bastante.

En la citación de la Estrella de Plata, se dice de él: a gallant French gentleman, un valiente caballero francés. ¡Bravo!

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