La perra que fue leona

Me hubiera gustado que hubiera sido una leona, una hembra ferocísima que se habría alimentado de domingueros, cumbayás y boletaires, una fiera invicta que oscureciera la fama fúnebre y terrible de la bestia de Gévaudan, que acabara de modo sangriento con los campistas de ciudad e impusiera la ley de la selva. Pero, ay, la realidad barre la poesía y nos hemos encontrado con un perro enorme, feo, estúpido, que se alimentaba de la carroña de una granja de gallinas, un perro con el estómago emplumado, sarna abundante, una herida de bala infectada en el cuello y el aspecto desgarbado de un chucho en desgracia. Ayer lo abatieron a balazos mientras daba buena cuenta de pellejos de gallina. Un final sórdido, triste. Dos tiros que pusieron fin a la leyenda de la leona de La Sènia, en la comarca del Montsià, Tarragona.

Cuenta el Cuerpo de Agentes Rurales (CAR) que era un perro mestizo, con parte de perro de presa canario y parte de fila brasileño, que su cruz era de 75 centímetros, y que medía 160 centímetros de la cabeza al rabo. Dada su lamentable apariencia (sic), el CAR no ha publicado fotografías del bicho y nos ha ahorrado el disgusto. Hemos ocupado durante cinco días a cuarenta agentes rurales, mossos d'esquadra y guardias civiles, provistos de armas largas y la inquietud del safarista, más una docena de vehículos todo-terreno y dos helicópteros. En total, cuentan, 100.000 euros, casi nada. El precio de una leyenda venida a menos.

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