Pipí en Barcelona


No sé qué tiene el pipí que vuelve locos a los munícipes de Barcelona. No conozco a ningún alcalde de mi ciudad que no haya hecho una campaña contra la micción en la calle, que no se haya obsesionado con la manía de hacer pis en los árboles o las esquinas, que no haya convertido la cuestión en el casus belli de alguna cruzada contra los meones. 

A ver, no me malinterpreten. Mear por ahí, a la buena de Dios, es feo, está mal visto y es una guarrería. En verano, huele muy mal a poco que te descuides. Luego están los microbios y esas cosas. Que un caballero pueda aliviarse con facilidad, sacando la chorra y regando las plantas sin pedir permiso, no quiere decir que tenga que hacerlo. Si fuera tal caballero, no desenfundaría la culebra con tanta alegría para marcar el territorio, que somos civilizados. O lo éramos.

Le echamos la culpa al turismo, que de un tiempo a esta parte nos ha invadido. Son ellos los que hacen pipí por las calles, no nosotros. Lo hacen porque son unos bárbaros del norte, unos borrachos carentes de sensibilidad y con una vejiga minúscula. Son turismo de pandereta, de turoperador barato, chusma meona, decimos. Prueba de ello es que no se mean en el paseo de Gràcia, dicen. Eso habría que verlo.

En fin, que la señora Colau no iba a ser menos y se ha lanzado al problema urinario con ansia y celos dignos de las cruzadas antimeones de Clos, Hereu o Trias. Y ha faltado tiempo para que se le echen encima con los colmillos afilados.

A ver, que no defiendo a la señora Colau, que está metiendo la pata cada dos por tres y está cometiendo una torpeza política tras otra. Pero no mete más la pata ni comete más torpezas que los anteriores alcaldes, que no es que hayan sido para tirar cohetes. La ecuanimidad no existe, no se juzga igual a unos que a otros. ¡Un poco de calma, por favor! Si es tan mala, pero resulta que hace lo mismo que hiciste tú... Pues, eso. Vigila, no salgan a relucir las hemerotecas.

El nuevo emplazamiento de los urinarios públicos, cerca de la Zona Cero.

El plan antimeones de la señora Colau ha sido contundente. Oficialmente, parte de un plan de choque para la gestión del turismo que llega a la ciudad (sic). Ha repartido seis urinarios, seis, como seis toros de lidia, por la ciudad. Los tendrá instalados hasta que pasen las fiestas de la Mercè y luego, en vista de su efectividad, ya se verá. Seis urinarios, repito, seis, y ha liado una de seis pares de c... calcetines, por decir algo. Que es verano y la gente se aburre y seis puntos públicos de micción dan para mucho.

Urinarios públicos en Ámsterdam, del mismo modelo que ahora se prueba en Barcelona.

Se han instalado los seis en la parte vieja de la ciudad, dicen. En el Born, la plaza Terenci Moix, Sant Pau del Camp, la plaza Jean Genet, en la playa del Somorrostro (Barceloneta) y en la plaza Salvador Seguí. Dicen que funcionan las veinticuatro horas del día (si ven las fotografías, comprenderán que eso no tiene mucho secreto) y que disponen de un servicio de limpieza y mantenimiento (automático, que ya no funciona). El Ayuntamiento dice que se han colocado por parejas; uno está abierto al público (masculino) y al público en general, porque puede ver al meón mientras orina; el otro parece una caja de plástico y está pensado, en origen, para que hagan pipí los impedidos, que son de peor ver meando que los que pueden aguantarse de pie (y son los que sufrirán más la falta de higiene y de papel higiénico, que en estos lugares vuela). 

Hay que reconocer que en Estocolmo hacen pipí con clase y elegancia.

Aquí surge la primera polémica. Las mujeres, a través de los diarios progresistas, piden urinarios para ambos sexos, porque ellas ¿adónde van a mear? Que los varones sean unos cochinos incontinentes, eso ya lo sabemos, pero las mujeres también tienen pis y quieren lugares públicos para sus micciones. El orinar no es un privilegio masculino, concluyen, y acusan al Ayuntamiento de los vicios machistas de siempre. Eso duele, siendo el actual gobierno tan chachiprogre.

Los vecinos también se quejan, pero eso es lo normal. A nadie le hace gracia que le pongan un urinario público al lado de casa. Si el público, además, es cochino y guarro, como es la costumbre (recuerden, son turistas borrachos, del norte de Europa, bestias carentes de educación), con más razón. En fin, esta queja es inevitable.

Pero la queja más llamativa es la que se ha extendido en todos los periódicos del régimen, ésos que subvenciona la Generalidad de Cataluña. Como la lista unida-unitaria es de la derecha extrema y como el prusés está en horas decisivas (dicen), ahora mismo la bestia parda es la izquierda (Podemos et Co.), que resta votos, y la reacción contra la decisión de Colau era inevitable. ¡A por ella!, son las instrucciones. 

Emplazamiento original del urinario en una de las esquinas del Mercat del Born.
Sacrilegio en la Zona Cero.

El resquicio para hacerse popó encima de la política del pipí de Colau es el urinario que los técnicos municipales instalaron en el Born. Porque lo instalaron, qué cosas, en la esquina del Centre Cultural del Born, que algunos, cachondeándose, llaman la Zona Cero. 

Ahí se montó, en la Zona Cero, por un monto total de casi noventa millones de euros, una museización de unos restos de la ciudad de Barcelona del siglo XVII que se encontraron restaurando el mercado del Born para convertirlo en biblioteca pública. Seguimos sin biblioteca y sin mercado, pero el lugar se ha convertido en un centro de culto nacional(ista) para celebrar, reivindicar o lo que quieran, la derrota de los partidarios de un rey español Haubsburgo a manos de los partidarios de un rey español Borbón en 1714. 

Al grano. Al fervor nacionalista le ha dolido que uno pueda echarse una meadita en el sancta sanctórum patriótico. El grupo municipal de CiU, a través de las páginas de su clarín, La Vanguardia, y de las páginas de otros panfletos adictos al fervor nacional, ha dicho (copio) que éste no es el mejor emplazamiento para un habitáculo donde evacuar aguas menores. También, que es inapropiada, innecesaria y puede herir los sentimientos de muchos ciudadanos (sic). No nos olvidemos del menosprecio por el patrimonio y la historia (sic), de una falta de respeto al patrimonio y la memoria, así como a la estética y al paisaje urbano (sic), de algo desafortunado, etc.

¡Qué piel más fina! Han cambiado el urinario de sitio. Antes no molestaba a los vecinos, pero ofendía al sentir patriótico. Quizá no fuera bonito, pero... Ahora molesta a los vecinos, pero la Zona Cero está libre de urinarios. Se comprueba que cambiar de sitio un urinario es fácil, pero qué difícil es lo otro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario