El pregón, el pregonero, Barcelona y el mundo entero


Defiendo que las mejores cosas suelen suceder por casualidad. Estaba preparando las cosas de la esgrima cuando encendí el televisor, para que hiciera ruido y me proporcionara compañía en ese tiempo muerto entre hacer el equipaje y salir pitando. Dí con BTV (la televisión municipal de Barcelona) y justo entonces retransmitían el pregón de las fiestas de la Mercè, la Fiesta Mayor de mi pueblo. ¡Qué suerte! La verdad es que voy muy despistado por la vida y no me acordaba.

El pregonero, pregoneando.
Durante todo el discurso no le quité el ojo al tipo del sable, justo ahí detrás.

Para disfrutar de lo bueno, uno tiene que pagar peaje. Antes del pregón mismo, la señora alcaldesa nos entretuvo un rato con sus palabras. Tengo que reconocer que no sé qué dijo, porque yo estaba en mis cosas (careta, sable, guante, chaquetilla...) y no suelo prestar atención a lo que dicen los peajes, aunque quizá tendría que hacerlo. Mea culpa. La cuestión es que los aplausos me hicieron levantar la vista y entonces descubrí al pregonero, Javier Pérez Andújar, enfrentándose al público con una camisa granate y unas gafas de leer que parecía que le iban grandes, armado con esa mirada y esa sonrisa que tanto ilustran la timidez como la picardía. 

Chist, que quede entre nosotros, pero Javier no tiene dotes de gran orador. Quiero decir que su voz altisonante no hará vibrar las paredes del Consell de Cent, pero ¿para qué? Sólo nos faltaría un disgusto y que el edificio se nos fuera abajo, tanto hacerlo vibrar. Titubeante y nervioso al principio (cómo estaría yo en su lugar), fue adquiriendo confianza con el paso de los folios. De repente, allá quedaron mis cosas y mis armas y mi atención corrió a centrarse en el pregón.

Porque la magia de Javier se esconde en las palabras que ha escogido. A la que las deja ir y echan a volar, a la que corren del folio al auditorio, se produce la magia. Ahora, cuidado con el verbo. Nos soltó un pregón... Nos lo regaló, nos obsequió con él, nos lo ofreció, lo compartió con nosotros... Me quedo con el verbo compartir. 

He oído a alguien decir que fue un pregón triste y lleno de añoranza. También se ha dicho que fue reivindicativo, porque habló del desamparo de los enfermos, los refugiados o los que nada tienen. Que no falte la cultura popular, que no hay cronista que mencione este asunto sin echar mano de esta coletilla, que consideran marca de la casa. También fue un discurso alegre, a mí me lo pareció, y argumento a favor de mi tesis que la añoranza o la reivindicación caben con alegría, y cuantos más seamos, mejor, aunque se pulse la cuerda de la emoción y del recuerdo. En fin, que cada uno diga lo que quiera, pero a mí me pareció muy bueno y los aplausos del final, muy merecidos.

Gracias a Dios, no llegué tarde a la sala de armas. Pero llegué, eso sí, más contento.

P.S,: El Ayuntamiento de Barcelona ha publicado este video del pregón, por si quieren oírlo.


1 comentario:

  1. De lo mejor que he escuchado en mucho tiempo.
    Ha sido un discurso sin revanchas, sin mala leche, sin venganzas. Sólo se han utilizado nombres para recordarlos y traerlos otra vez con nosotros.
    Un discurso que Barcelona se merecía, sin bufonadas, sin crispaciones, sin perdonavidas benevolentes.
    Salut

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