¿A quién preguntan? ¿Quién cocina?


El mundo de las encuestas que llaman demoscópicas es todo un señor mundo. Visto desde fuera, parecen meteorólogos, que anuncian tempestades y no dan una; vistos desde cerca y con conocimiento de causa, los meteorólogos aciertan más de lo que se piensa, lo mismo que los demoscopistas, o como se llamen. El problema, como suele acontecer, son los medios (palabra polisémica). Si van cortos de dinero, con prisas y presionados por el pagano, salen márgenes de error que superan el 4% y apenas se apuntan las tendencias, porque un 4% en votos puede significar tener mayoría absoluta o irse a la oposición, así está el patio. Además, el pagano prefiere unos a otros resultados. Quizá esto explique lo que les voy a contar.

No es fácil evaluar los resultados de una encuesta.

Dos periódicos han explorado estos días pasados la intención de voto en España. Uno, El País; el otro, El Confidencial. Con una muestra estadística parecida, han llegado a resultados opuestos. Verán:

A El País le han podido las ganas y ha anunciado a bombo y platillo que desde que Pedro Sánchez se ha hecho con el PSOE, éste se hunde en las encuestas. En el gráfico que acompaña a la noticia, se dibuja una curva con una intención de voto socialista que en el último tramo se inclina ostentosamente hacia abajo. Cae. En El Confidencial, en cambio, el PSOE levanta el vuelo y sube. Sube. La curva de la intención de voto es en esencia idéntica a la de El País hasta que llegamos a la última encuesta. En El Confidencial apunta hacia arriba donde la anterior apuntaba hacia abajo. No se trata de un matiz, de una pequeña diferencia porcentual provocada por eso que llaman el cocinado (que tiene mucho más de arte que de ciencia). Se trata de un verdadero tú p'aquí y yo p'allá.

Mientras nos preguntamos cómo es posible que sucedan estas cosas más allá de un margen de error admisible, comparamos otras dos encuestas similares. Una es de La Vanguardia y otra, de nuevo, de El Confidencial. La de El Confidencial cuenta con una muestra más pequeña y un margen de error ligeramente superior. Sólo ligeramente superior, que conste. Ambas preguntan por la intención de voto en las próximas elecciones autonómicas catalanas (que podrían caer después del paripé del uno a cero). 

En esta última encuesta no hay problema con el ganador, ERC. Según La Vanguardia, se llevaría casi el 30% de los votos (no llega por poco) y unos 43 diputados. Según El Confidencial, un poco más (muy poco) del 30%. Dados los márgenes de error de ambas encuestas, esta pequeña diferencia es atribuible al ruido estadístico y las dos encuestas vienen a decir lo mismo. El problema viene cuando se valora a la antigua Convergència. 

Los antiguos convergentes (hoy pedetes o pedecatos) obtendrían, según La Vanguardia, casi el 15% de los votos y unos 23 diputados. Estarían prácticamente empatados con Ciudadanos, en segunda posición. Sin embargo, en El Confidencial cuecen otras habas. En esta segunda encuesta, los antiguos convergentes se hunden. No caen, no; se precipitan para abajo. Según El Confidencial, quedarían por detrás del PP y con alrededor de un 9% de los votos, lo que es (sería), se mire como se mire, un desastre. Si la previsión de La Vanguardia es mala (pasar de 62 a 23 diputados en cinco años) la de El Confidencial es horrible (pasaría de esos 62 a unos 10 u 11, más o menos). 

Me da, vistos estos resultados tan dispares, que los resultados de los estudios demoscópicos dependen de la muestra escogida... ¿al azar? En El País y La Vanguardia han empleado muestras de la más absoluta confianza; i.e., muestras que piensan como la dirección del periódico. En El Confidencial, se manipulan los titulares (¡todos manipulan los titulares!), pero la muestra parece otra. O eso es así o el cocinero echa en la sopa de los resultados de las encuestas las especias a gusto del cliente, que también pudiera ser. Ya saben: quien paga, manda.

Por supuesto (¡bien lo saben los demoscopistas!) todos mienten. De ahí la importancia del cocinero, siempre tan denostado, injustamente.

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