Tapar, disimular y blanquear


Hace unos días, el expresidente de Banca Catalana cumplió los noventa años de edad. Anoto la efemérides porque ya llevan un tiempo hablando del susodicho quitándole importancia al asunto de sus trapicheos y tapando, disimulando y blanqueando lo que hizo al frente de un banco primero y del gobierno autonómico después, que fue, básicamente, extender sus tentáculos para poder gobernar sin oposición y llenándose, de paso, los bolsillos. Gran parte de lo que hoy pasa en Cataluña asienta bien fuerte sus raíces en su pensamiento, palabra, obra u omisión. 

Se ensalza su figura porque hizo muchas cosas, etcétera, cuando la Transición y justo después, pero ¿creen que cualquier otro presidente, de cualquier partido, no hubiera hecho esas cosas u otras igualmente (o más) interesantes? Era el momento. Yo más bien digo que, teniendo la oportunidad de crear una administración autonómica catalana moderna y eficaz, creó un instrumento diseñado para responder al ordeno y mando de una red clientelar. Eso nos ha hecho, nos hace y hará mucho daño.

Fíjense, por ejemplo, en el organigrama de la salud pública en Cataluña, un caos tremebundo pensado para engordar a demasiados cargos directivos, una organización que un juez que investigaba casos de corrupción definió como expresamente diseñada para poder burlar los controles públicos y ofrecer oportunidades de enriquecimiento ilícito. Eso podría decirse de tantos otros sitios... O fíjense, si lo prefieren, en la ausencia de funcionarios de élite, del estilo de lo que podría ser un inspector de Hacienda o un abogado del Estado, capaces de una autonomía que asegura el cumplimiento de sus funciones sin tener que supeditarse al capricho político del momento. Algo así no existe en la administración catalana, si se dejó existir. Un inspector de la Generalidad de Cataluña, de instalaciones eléctricas, por ejemplo, o uno sanitario, o uno de trabajo, tiene las manos atadas por un ejército de superiores puestos a dedo. 

En cuanto a Barcelona, se declaró enemigo acérrimo de la creación de una autoridad metropolitana. La realidad social y urbana de la ciudad ha sido, y sigue siendo, constantemente negada y vilipendiada. Recordemos que el expresidente de Banca Catalana es un cacique de pueblo y desconfía profundamente de la cultura que pueda surgir en una metrópoli cosmopolita y abierta. Prefiere los bailes populares. Gracias a él y los suyos, no hay Ley Electoral propia en Cataluña, porque ya le va bien que Barcelona no tenga poder. 

La prensa ¿en qué ha quedado convertida? ¿Qué hizo con ella? 

Lo peor de su legado, sin embargo, es el que nos ha dejado un país partido en dos por culpa de una ideología que distingue entre uno de los nuestros y los demás. 

Sinceramente creo que el señor Pujol ha sido una de las peores cosas que le ha pasado al país en que nací.

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