El efecto Coolidge



Sea una jaula con varias ratas de laboratorio, hembras. Allá las tienen, en sus cosas, hasta que usted toma una rata de laboratorio macho y la deja caer en el harén. Se desata entonces lo que sólo puede ser calificado como una orgía ratonil. El macho corre a cubrir a todas y cada una de las hembras en todas las posturas ratoniles conocidas y durante un buen rato todo es yacer y fornicio de ratas, con un griterío y una juerga que echaría para atrás al más valiente.

Poco después, cuando vuelva su atención a la jaula, encontrará al macho hecho un cisco, en un rincón, respirando agitadamente, agotado y cansado. Las ratas hembras, en cambio, arquean la espalda y le enseñan el culo (perdón), que es señal ratonil del queremos guerra, vamos allá, que todavía quedan ganas y a qué estás esperando, pichafloja (vuelvan a perdonarme).

Qué perra es la vida de la rata de laboratorio...

La rata macho está en eso que llaman período refractario, que es el tiempo de descanso que se toma uno entre coito y coito. Como tiene que repartirse entre varias hembras, está que no puede con su alma. Las hembras, en cambio, como van turnándose, andan más sobradas de fuerzas y piden un poco más.

¿¡Otra rata!? ¡Quiero volver con mi mamá!

El efecto Coolidge se produce si justo en ese momento de desfallecimiento varonil, cuando el macho ya no puede con su alma y las hembras todavía quieren más, usted introduce en la jaula otra hembra, una que no había estado allí. Será poner a la hembra recién llegada sobre el suelo que ya corre el macho a por ella, olvidadas sus penas y desaparecido el cansancio. La bienvenida es lujuriosa y si hay suerte, las demás ratas hembra del harén también pillan un poco después.

Este súbito despertar del deseo, este acortamiento del período refractario, se llama efecto Coolidge y fue descrito por primera vez en una revista científica en 1955. Se da entre las ratas de laboratorio machos, pero también entre las hembras, con matices. De hecho, se da en prácticamente todos los mamíferos, entre los que nos contamos. Se discute sobre si se da en los moluscos, que ya son ganas de discutir. Parece que unos moluscos sí que se ponen así que sale una molusca nueva en el vecindario, pero parece que otros, no, y así andan los científicos, artículo va, artículo viene, sobre la líbido del molusco en cuestión.

Pero es un hecho que se da con mayor frecuencia (mejor dicho, con mayor intensidad) entre los varones que entre las mujeres, cuando se estudia al hombre.

Suelten esto en una playa española de los años sesenta y verán el efecto Coolidge in situ.

Así, el advenimiento de las suecas a las costas españolas durante los años sesenta produjo un efecto Coolidge que animó el asunto en la carca España de entonces. Se explica también la conmoción que produce una chica nueva en la oficina o lo burros que se vuelven los machos del género humano cuando conocen a una amiga de sus amigas.

El efecto Coolidge, pues, se investiga en etología, biología y psicología, ya que se da en el comportamiento social de muchos animales, es un mecanismo que favorece la procreación y está detrás de lo idiotas que somos los hombres.

Lo mejor del efecto Coolidge es de dónde le viene el nombre. Viene de un chiste sobre el presidente Calvin Coolidge, el trigésimo de los Estados Unidos. Al parecer, era un hombre tímido y muy reservado en su vida privada y pronto corrieron chistes sobre Silent Cal (Cal, el calladito).

El presidente Coolidge y señora.

En uno de ellos, el matrimonio Coolidge visita una granja. En éstas, la señora Coolidge ve a un gallo montando a una gallina (otras fuentes citan a un ganso montando a una gansa). La señora Coolidge pregunta si eso se da con frecuencia y el granjero responde que el macho no para en todo el día. La señora Coolidge, entonces, le dice al granjero que informe del asunto a su marido, el señor Presidente.

Cuando llega el Presidente al corral, es inmediatamente informado de las actividades del gallo (o del ganso, según). El señor Coolidge pregunta entonces si el gallo (o el ganso) copula siempre con la misma hembra y el granjero responde que no, que va de hembra en hembra todo el día. Pues, informe de ello a mi señora, ordena el Presidente.

Puro efecto Coolidge, descrito muchos años antes por un chistólogo que por un biólogo.
 

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