Una vidente estafa ¿y las demás no?


La estafafora, disfrazada para hacer el numerito de sacarnos los cuartos.
La han pillado cuando su ambición ha roto el saco... y los límites de la decencia.

Estos días es noticia que una señora que dice ser vidente y cuatro de sus colaboradores levantaron 300.000 euros a una mujer de 77 años que padecía un transtorno de la personalidad. La señora en cuestión, Pepita Vilallonga, sometió a la víctima a diversas sesiones donde se procedió a hacerle encantamientos, embrujos y cosas por el estilo, que le costaron un ojo de la cara. Alguna de estas sesiones costó a la víctima miles de euros y en un pispás los estafafores (Pepita y sus secuaces) se habían llevado todos los ahorros de la víctima. 

Tan lamentable suceso es noticia en muchos periódicos por varias razones. Primero, porque 300.000 euros son muchos euros y la estafa fue de campeonato. Segundo, y no menos importante, porque la tal Pepita se ha labrado su fama de vidente, maga y sacaperras en esos programas de televisión donde echan las cartas en directo y uno llama a teléfonos de pago para que le engañen a conciencia. En tercer lugar, aunque se dice poco, hubo una situación de abuso de una persona incapacitada, lo que, para mí, es no grave, sino gravísimo.


Según el Código Penal (Ley Orgánica 10/1995, Art. 248, 1) Cometen estafa los que, con ánimo de lucro, utilizaren engaño bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno. No nos cabe duda que la mujer que, transtornada, acudió a Pepita fue engañada y timada y que perdió una fortuna creyendo que estaba siendo curada de sus males imaginarios (o reales). 


Pero tampoco me cabe duda que todos esos consultores astrológicos, videntes, echadores de carta y demás, todos ellos y cada uno, cometen también estafa. De menor cuantía, quizá, pero estafa a fin de cuentas. Ya sería hora de que la policía, de oficio, acusara a esta tropa de timo, engaño y estafa, de una maldita y puñetera vez. Siempre que pido esto me quedo solo, pero ¿por qué no?

Otro mecanismo es el que empleó un ciudadano británico ante los tribunales. Según la legislación europea, la prestación de un servicio también ha de estar garantizada y si el servicio es defectuoso, tiene que haber posibilidad de reclamar daños y perjuicios, o una devolución del importe pagado por dicho servicio. El tal ciudadano denunció a un vidente por no haber adivinado su futuro... y ganó el juicio. Es una idea que dejo sobre la mesa, por ver si alguno se anima.


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