Caravaggio, cartones y dibujos (I)


Lo que intentaré explicar en estas entradas es un tema todavía abierto y polémico, de ésos que encienden la pasión en los historiadores del arte, profesionales o aficionados, y que conste que lo que pienso exponer son mis hipótesis, mejor o peor fundadas. Por lo tanto, allá cada cual. Léase con espírito escéptico y crítico, por qué no, pero considérese lo dicho.

En 2012, se dijo que Caravaggio podría haber sido el autor de este dibujo y otros cien.

Hablaremos de Caravaggio y de sus dibujos. Cuántas veces se nos ha dicho que no dibujaba. En Milán, en 2012, se descubrieron alrededor de un centenar de dibujos que podrían haber salido de la mano de un joven Michelangelo Merisi, de Caravaggio, entre 1584 y 1588 (es decir, que los habría dibujado cuando tenía entre trece y diecisiete años). Fue una de esas noticias que causaron tanto revuelo como escepticismo. No hemos vuelto a saber nada de este asunto. Seguramente fueron dibujos hechos a la manera de Caravaggio, como suele decirse, y algunos de ellos parecen copias de algunos de sus cuadros más famosos. Eso dicen los expertos.

Pero ¿dibujaba? Todos sus biógrafos insisten en que pintaba del natural y sirviéndose de modelos, y que prescindía de los disegni (dibujos) previos e iba directamente al lienzo, pincel en mano. Baglione, Bellori y los demás se quejan de este proceder, que consideran prueba de su mal hacer. Un pintor de esa época no concebía atacar un lienzo sin dibujos preparatorios, se decía.

Bueno... Sí y no. No nos vamos a mover del círculo de Caravaggio. 

En aquella época, la mayoría de los pintores de Roma se habían unido a la Academía Romana de Bellas Artes de San Lucas. Caravaggio, también. Un grupo de pintores, sin embargo, los Insensatos (sic), se mostraron rebeldes a las lecciones y directrices de la Academia y trabajaron de espaldas a ella. 

El éxtasis de San Francisco, de Caravaggio.
Dicen que el cardenal del Monte podría haber sido el modelo de San Francisco.
No hubo dibujos previos, o no se conocen.

Aunque es cierto que había discrepancias artísticas entre los insensatos y los académicos, es más una cuestión gremial y colegial (es decir, económica) que no propiamente artística. Prueba de ello es el mismo Caravaggio, que ponía de los nervios a los académicos con su manía de pintar del natural. Y Caravaggio (suponemos que por insistencia del cardenal del Monte y de Vincenzo Giustiniani, ambos mecenas de la Academia) era un académico. O díganlo así: era un pintor colegiado, con todas las ventajas que ello comportaba (las tarifas por palmo de lienzo, por ejemplo) y algunos inconvenientes (los actos oficiales llenos de discursos pesadísimos).

Una Asunción de la Virgen, de Federico Zuccari, primer príncipe de la Academia.
Muy manierista, muy académico, con Juan el Bautista, una Santa Catalina, un angelito, la Virgen... y un montón de bocetos previos, cómo no.

¿Por qué decía esto? Ah, sí, porque cuando Caravaggio llegó a Roma el Manierismo estaba en sus últimos años y era considerado el estilo académico. El Barroco estaba por nacer o naciendo ya (Caravaggio fue, quizá, la comadrona del Barroco) y asomaban las tensiones entre los viejos pintores (como Zuccari, primer príncipe de la Academia), sus seguidores (que iban sobre seguro, como Baglione o el caballero de Arpino) y sus detractores (los Insensatos). Porque la Academia no tenía entonces muchos años de vida y ya provocaba polémicas. También se organizaban unas trifulcas de miedo cuando se discutía el equilibrio entre la creación (creatio) y la imitación (imitatio). El partido de Caravaggio por la pintura del natural se consideró una apuesta del todo o nada por la imitatio y por ello era ferozmente criticado por la vieja Academia.

El éxtasis de San Francisco, de Baglione.
Hay quien considera que es la primera pintura barroca propiamente dicha, pero hay quien considera que la primera es El éxtasis de San Francisco, de Caravaggio, que puede verse más arriba.
Son ganas de discutir. Pero la pintura de Baglione viene precedida de dibujos y bocetos y la de Caravaggio, no.

Los dibujos preparatorios y preliminares eran imprescindibles, se decía, por dos razones. La primera, relacionada con la creatio, porque permitía componer la escena que iba a pintarse antes de atacar el lienzo. La segunda, relacionada con la imitatio, porque dibujando del natural podían conseguirse rostros, gestos, cuerpos y composturas realistas, que el boceto pondría en su sitio, siguiendo el dictado de la creatio. Se discutía la creación de algo nuevo con algunas piezas surgidas del mundo real, poco más o menos, y para eso era preciso reunir las piezas por separado y ordenarlas. Por lo tanto, ¡a dibujar! No quedaba otro remedio. Que Caravaggio prescindiera de estos pasos preliminares con el lápiz era lo que ponía de los nervios a sus críticos.

Sin embargo... ¡Ojo! ¡No era el único! Uno de sus maestros en Roma, el caballero de Arpino, era uno de los académicos mejor considerados, mano derecha de Zuccari en la Academia y considerado, por así decirlo, un modelo de cómo tenía que ser y trabajar un pintor reputado con taller propio. 

El caballero de Arpino presumía de pintar a gran velocidad. Cuando le encargaban un retrato, enviaba a sus aprendices a preparar la tela (enmarcarla, estirarla, aplicar la capa de imprimación, etc.). Cuando estaba todo a punto, se presentaba en casa del retratado vestido de veintiún botones, muy peripuesto, como un señor. El trabajo sucio lo hacían los aprendices, que montaban el caballete, el lienzo, disponían las pinturas... Entonces, le pasaban el pincel al caballero de Arpino que presumía de poder retratar al fulano ahí mismo, en vivo y en directo y del natural, en una hora o poco más. Sin dibujos previos ni nada.

De nuevo el mismo motivo, con los mismos protagonistas, pero ahora pintados por la mano del caballero de Arpino. La comparación con los lienzos anteriores es odiosa. Sin embargo, en su época se consideraba un trabajo serio y académico, como Dios manda.

Esta habilidad del caballero de Arpino despertaba la admiración (y la envidia) de propios y extraños y había quien le contrataba para verlo pintar a tal velocidad. Más tarde, algunos detalles como un adorno floral o un paisaje eran pintados por sus mejores aprendices, bajo su más directa supervisión, y c'est voilà! El retrato se entregaba y se cobraba por el una pequeña fortuna.

Recordémoslo: ésta fue la escuela de Caravaggio. 

Próximamente, más. Porque no he hecho más que empezar.

1 comentario:

  1. Admirable. Celebro que esto no ha hecho más que empezar.
    Saludos
    Francesc Cornadó

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