El sable modelo 1777


Estos días, después de pensármelo mucho y darle muchas vueltas, he comprado una réplica del sable à la hongaroise modelo 1777, el sable preferido por los húsares durante las guerras de la Revolución, el Consulado y el Primer Imperio. Alguno llegó a emplearse durante los Cien Días.

El sable modelo 1777 del autor (una réplica).

El sable modelo 1777 fue diseñado por Boutet, de Versalles, quien fuera entonces uno de los mejores armeros de Europa, si no el mejor. Era una evolución de los sables que empleaban los húngaros, que en Francia fueron cogiendo una forma más o menos definitiva en los modelos de 1760 y 1767. En 1776, Boutet presenta el nuevo sable à la hongaroise (también llamado à la hussarde), y se convierte en el sable de reglamento de los húsares, los regimientos de élite de la caballería ligera francesa.

Este modelo fue seguido enseguida por el modelo 1777, que es prácticamente el mismo. La vaina, eso sí, será más gruesa, porque el modelo 1776 tenía una vaina demasiado fina y se abollaba con facilidad. Es característica su guarda con forma de estribo, a imitación de los sables húngaros, y pasa por ser uno de los sables de caballería ligera mejor equilibrados en su día.

El mismo sable, envainado.

En la bibliografía se verá que, muchas veces, es también nombrado como modelo 1786. Eso es porque aquel año se forjó una importante cantidad de estos sables en Klingenthal, que engrosaron las armerías de Francia y que gozaron de mucho prestigio por su calidad. No puede decirse lo mismo de algunas hojas que luego fueron forjadas durante el período revolucionario.

También se conocen como modelo 1795 o AN-IV, en nomenclatura revolucionaria, pero son los mismos sables. Varían, eso sí, las marcas de los punzones. Seguirían fabricándose durante algunos años más.

Luego apareció el sable modelo AN-IX, uno de los mejores sables de caballería que se han forjado jamás, muy imitado desde entonces. Pero los húsares, muy celosos de sus húngaros, no acabaron de aceptar el nuevo sable. Napoleón les dio licencia para seguir con el modelo antiguo, porque cualquiera se metía con un capricho de los húsares. No sé quiénes se creen que son, se quejaba el Peladito con frecuencia de los húsares, viendo cómo se pavoneaban y cachondeaban de él, y está documentado. Además, Josefina le puso los cuernos una vez con un capitán del 1.º de Húsares. ¡Pelillos a la mar! Si los necesitaba, ahí los tenía, donde hiciera falta y sin chistar.

Eso sí, a la chita callando y sin ruido, el sable modelo AN-IX comenzó a ser también habitual entre los húsares, especialmente en los últimos años del Primer Imperio. Durante los Cien Días, sólo los húsares más veteranos portaban todavía algún húngaro colgando del tahalí.

Empuñando el húngaro, con guante de esgrima, como Dios manda.

Como nota final, la vaina podía fabricarse en un metal dorado o plateado (es decir, en latón o en acero), y esa elección solía depender del regimiento, incluso del rango de su portador. Aquellos que llevaran correajes y botonadura amarilla o dorada, preferían una vaina de latón a juego; los que la llevaban blanca o plateada, de acerto. Y naturalmente los oficiales solían encargar sables à la hongaroise a medida, adornados con incrustaciones, grabados o filigranas, si no cedían a la moda y acababan empuñando un sable à la mameluque.

En fin, que estoy muy contento con mi adquisición. Cuando uno lo empuña y siente su peso, comprende lo difícil que resultaba ser un buen sablista y siente más respeto por los húsares de antaño. También siente un poco de repelús imaginando los tajos que podría hacer un acero como éste en un enemigo. Como dijo una vez un viejo conocido: el sable de caballería carece de elegancia, es un instrumento de carnicero.

6 comentarios:

  1. Enhorabuena por la adquisición. Pero si le parece pesado, es por ser una réplica (o por estar usted acostumbrado a las armas deportivas). He tenido la suerte de empuñar uno auténtico y me sorprendió lo ligero y bien equilibrado que está.

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    1. Reconozco estar acostumbrado a la esgrima deportiva, pero también he empuñado sables "de verdad" y de la época. Esgrimir uno u otro es un juego completamente diferente. La potencia del golpe, la inercia y el juego del corte con la hoja curva... ¿Qué le voy a contar?

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    2. www.guerrasnapoleonicas.blogspot.com

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  2. Interesante la hendidura.
    En mi poema "hendidura" del libro "Doble tall" tuve el fallo de omitir este elegante sable à la hussarde.

    Hendidura

    Para tener una eficacia totalmente mortal
    hay que hacer una hendidura no muy honda
    en la afilada hoja plana de la herramienta.
    Es posible hacerlo en el robusto sable,

    en el alfanje curvado, también en la daga,
    la gumia del moro, la cimitarra
    y el puñal del traidor, ya que lo admite,
    con gran facilidad, la anchura de su hoja.

    La hendidura deja pasar un hilo de aire
    al corazón de la herida como un aliento
    y el oxígeno provoca una necrosis

    que corrompe los tejidos poco a poco
    y entonces, purulenta, se va deshaciendo
    en mórbida gangrena tu carne.

    Saludos
    Francesc Cornadó

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    1. Muy bueno, gracias. El vaceo (esa traicionera hendidura) también está pensado para ahorrar peso, reforzar la resistencia del material y complicarle la,vida al herrero. ;)

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    2. Es un buen poema... y un tanto estremecedor. Repito mi agradecimiento.

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